El Néctar Sellado

Biografía del noble Profeta Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam)

Por: Safi-ur-Rahman Al-Mubarakfuri

 

 

Nota del Editor

El corazón de todo musulmán se encuentra lleno de amor por el Profeta Muhammad . Él fue enviado por Allâh para educar a la humanidad y por ello que es que los musulmanes siguen sus enseñanzas en todos los asuntos de sus vidas. El amor por el Profeta Muhammad es una prueba para nuestra fe, dice Allâh en el Corán:

(Di: Si amáis a Allâh, seguidme que Allâh os amará y perdonará vuestras faltas.) (3:31)

Es decir que amar al Profeta es parte integrante de la fe en Allâh, así como un Hadiz nos enuncia:

“Ninguno de vosotros ha de completar su fe, hasta que yo sea más amado para él que su padre, su hijo y el resto de la humanidad”.

En las primeras etapas del Islam, numerosos libros fueron escritos describiendo la vida del Profeta Muhammad . El mismo Corán enuncia que su persona es un ejemplo digno de seguirse:

(Tienes un carácter magnánimo.) (68:4)

Alguien preguntó a su esposa ‘Aishah acerca de su carácter, y ella respondió: “¿Acaso no lees el Corán? Su caracter en sí es la explicación del Corán”.

Es decir que todas las enseñanzas del Corán fueron implementadas por el Profeta Muhammad  en su vida cotidiana. En otras palabras, es el ejemplo viviente de cómo poner en práctica las enseñanzas divinas que comprende el libro de Allâh.

Historiadores y sabios del Hadiz han investigado su vida desde toda faceta, desde su nacimiento hasta el día de su muerte. Cada evento, cada simple situación de su vida fue registrada y estudiada. Sin embargo ninguno de estos historiadores reclamó haber registrado todas las circunstancias y eventos relacionados a su vida. Escribir sobre la vida de nuestro amado Profeta  es una costumbre que la nación islámica jamás abandonará.

Sin dudas, este libro, "El Néctar Sellado", es una investigación de gran valor que nos describe sublimes momentos de la vida del último profeta  en ser enviado a la humanidad. Este libro, escrito por el sabio Safi-ur-Rahmân Al-Mubârakfûri, quien hiciera sus estudios en la Universidad Salafiah de Banaras, India.

En el año 1976, se organizó la Primera Conferencia Mundial sobre la Biografía del Profeta , en Pakistán. La Liga islámica Mundial anunció un concurso de obras biográficas sobre la vida del  Profeta,  anunciándose un premio de 40.000 dólares para el ganador. Compitieron 171 manuscritos enviados de todas partes del mundo. 84 manuscritos estaban en idioma árabe, 64 en Urdu, 21 en inglés, uno en Francés y uno en Hausa.

El jurado compuesto por numerosos sabios en diferentes especialidades, emitió su dictamen: "El Néctar Sellado" obtenía el primer premio, por varias razones, entre ellas la utilización de narraciones auténticas exclusivamente fue la más relevante.

El libro fue publicado por Dasussalam en árabe, inglés, francés y ahora en español, esperando que su contenido sea de beneficio para la humanidad.

Agradecemos a todos los miembros de Darussalam que trabajaron arduamente para la presentación de este libro.

 

Abdul Malik Mujahid

Director general de Darussalam Publications

 

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Biografía del Autor

 Safi-ur-Rahmân  , Abu Hishâm, Al-Mubarakpuri, nació en el año 1942 en la localidad de Husainabad, en una provincia al norte de la India.

Estudió el Corán desde su mas tierna infancia de manos de su abuelo y su tío, siendo aceptado en el Instituto (Madrasa) Arabia Dar ut Talim, iniciando sus estudios islámicos en idioma árabe y persa.

En Junio de 1954 fue aceptado en el Instituto Dar ihia al Ulum para acrecentar sus conocimientos en la literatura árabe. Dos años más tarde, ingresó al instituto Faid Aam para realizar estudios superiores.

En el año 1959 recibió su primer título en ciencias islámicas, el Mauluvi, y mas tarde en 1960 recibiría el nombre de ‘Alim (sabio).

Luego de completar sus estudios, inició su enseñanza en el año 1963 en el instituto Faid Aam, luego en febrero de 1966 fue transferido al instituto Dar Al Hadiz. En el año 1969, fue nombrado director del instituto Faidul Ulum. Tras cuatro años, fue solicitado desde su escuela natal, Dar-ut-Ta’lim para que la dirija, donde tras dos años fue invitado a enseñar en la Universidad Salafiah de Banaras.

En el año 1988 fue inaugurado un instituto de estudios sobre la vida del Profeta r en la ciudad de Medina, Arabia Saudí. Fue seleccionado para realizar diversas tareas en dicho instituto, donde trabaja hasta el día de hoy.

Escribió numerosos libros desde su temprana vida académica, en idiomas árabe y Urdu. En el año 1980 fue nombrado director de la revista “Muhaddiz” hasta el año 1988 en que se adhirió al staff del instituto que hemos mencionado anteriormente.

 

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Ubicación geográfica y naturaleza de las Tribus Árabes

 

Más allá de toda duda, la biografía del Profeta Muhammad  representa una personificación del sublime Mensaje Divino que él  comunicó a la humanidad para librarla del pantano oscuro del politeísmo hacia la luz del monoteísmo. Una imagen, auténtica y comprensiva, de este Mensaje es factible a través del estudio cuidadoso y del análisis profundo de su biografía.

Inicialmente introduciremos un capítulo sobre la naturaleza y el desarrollo de las tribus árabes anteriores al Islam así como el ambiente y el contexto  que envuelve la misión del Profeta . 

 

La ubicación geográfica de los árabes 

 

     Lingüísticamente, la palabra "árabe" significa tierra desértica y árida sin agua ni vegetación. Desde los albores de la historia, este término se ha usado para la Península arábiga y sus personas. 

La Península arábiga se encuentra delimitada al oeste por el Mar Rojo y la península del Sinaí, al este por el Golfo arábigo ( El Golfo Pérsico), al sur por el Mar árabe que es una extensión del Océano Índico y al norte por Siria e Irak. La superficie que ocupa esta área se estima entre un millón y un millón trescientas mil millas cuadradas.

Gracias a su posición geográfica, la península ha mantenido siempre un sitial de gran importancia. Su zona media es mayoritariamente desértica y arenosa por lo que resultó inaccesible a extranjeros e invasores, y ha permitido a sus habitantes completa libertad e independencia a través de los tiempos, a pesar de la presencia de dos grandes imperios como vecinos. 

Sus fronteras, en contraposición, fueron el centro del viejo mundo y sirvieron de eslabón para la vinculación terrestre y marítima de la mayoría de las naciones del momento. Gracias a esta posición estratégica la Península arábiga supo ser un centro de intercambio comercial, artístico, religioso y cultural.

 

Las Tribus árabes 

Los árabes han sido divididos, según el linaje, en tres categorías: 

 

1. Árabes extintos: Son los pueblos árabes más antiguos,  cuya  historia es poco conocida, quienes pertenecían a ‘Ad, Zamûd, Tasam, Yadîs, Imlâq, y otros.

 

2. Árabes puros: descendientes de Ya'rub ibn Iashÿub ibn Qahtân. Conocidos también como árabes de Qahtân.[1][1]

 

3. Árabes arabizados: descendientes del Profeta Ismael . También fueron llamados árabes de ‘Adnân. 

 

Los árabes puros, pertenecientes a la tribu de Qahtân, eran oriundos del  Yemen y conformaban numerosas tribus, dos de las cuales eran sumamente conocidas:

La primera era       Himîar, cuyos antepasados eran Zaid Al-Yamhûr, Quda‘a y Sakâsik.

La segunda era Kahlân, cuyos más famosos antepasados eran Hamdân, Anmâr, Tai, Mudhhiÿ, Kinda, Lajm, Yudhâm, Azd, Aus, Jazraÿ y los descendientes de Yafna [reyes de la antigua Siria].

Las tribus de Kahlân emigraron del Yemen para habitar en distintas partes de la península arábiga antes de la gran inundación.

Hicieron esto debido al fracaso del comercio bajo la influencia y dominio romano de las rutas mercantes marítimas y terrestres causados por la ocupación romana de Egipto y Siria.

Como es natural, la rivalidad entre Kahlân y Himîar determinó el éxodo de los primeros y la permanencia de los segundos en Yemen.

Las tribus  emigrantes de Kahlân pueden ser divididas en cuatro grupos: 

 

1. Al-Azd: bajo el liderazgo de ‘Imrân bin ‘Amr Muzaîqibâ’ recorrieron y exploraron el Yemen y finalmente se dirigieron rumbo al norte y al este. Los detalles de su éxodo pueden resumirse de la siguiente manera:

 

Za‘labah bin ‘Amr dejó su tribu Al-Azd en el Hiÿâz y se asentó entre Za‘labiah y Dhi Qar. Cuando consiguió cierto poder se dirigió a Medina, lugar en el cual se estableció. A su descendencia pertenecen las tribus de Aus y Jazraÿ.

        

Hâriza bin ‘Amr, conocido como Juza‘a deambuló con su tribu por el Hiÿâz hasta llegar a Marr Az-Zahrân. Posteriormente conquistaron el recinto sagrado (Al Haram) y se establecieron en La Meca  después de haber echado a la tribu de Yurhum.

        

‘Imrân bin ‘Amr y su familia se dirigieron a Omán, donde establecieron la tribu de Azd, cuyos descendientes habitaron Tihâmah y fueron conocidos como Azd de Shanu’ah.

        

Yafnah bin ‘Amr y su familia se dirigieron a Siria donde se asentaron e iniciaron el reino Ghassanida, llamado así en honor a una fuente de agua, en el Hiÿâz, donde se detuvieron durante su travesía a Siria

 

2. Lajm y Yudhâm: De quienes proviene Nasr bin Rabi’a, fundador de la dinastía de los  Manâdhirah, reyes de Hîrah.

 

3.  Banu Tai: Quienes también emigraron rumbo al norte para asentarse en las montañas llamadas Aÿa y Salma, que fueron luego nombradas como  montañas de Tai.

 

4. Kindah: Habitaron Bahrein pero fueron expulsados a Hadramaut. Como tampoco allí consiguieron poder, al igual que en Bahrein, se establecieron en Naÿd. En donde tuvieron un importante gobierno aunque breve, ya que la tribu se dispersó.

 

Otra tribu de Himîar, conocida como Quda‘ah, también abandonó el Yemen y habitó el desierto de Samauah, en las fronteras iraquíes.

 

Los árabes arabizados se remontan en su genealogía, a su gran abuelo Ibrâhîm (Abraham) , de un pueblo llamado “Ur” cerca de Kufa (Caldea), en la ribera occidental del Éufrates, en Irak. Las excavaciones arqueológicas brindaron importantes detalles de la ciudad, de la familia de Ibrâhîm, de las religiones predominantes y de la vida social.

 

Es sabido que Ibrâhîm abandonó Ur por Harân y después marchó hacia  Palestina donde estableció la sede de su Mensaje, y la recorrió en su totalidad durante su misión. Cuando viajó a Egipto, el Faraón intentó dañar a su esposa Sara, pero Allâh la rescató y el perverso plan del Faraón se volvió contra él. De esta manera comprendió que ella tenía una fuerte vinculación con Allâh , y en reconocimiento a este don, el Faraón  le entregó a su hija Hâÿar [2][2] para que este al  servicio de Sara. Sin embargo, Sara liberó a Hâÿar y la casó con Ibrâhîm .[[3][3]]

 

Ibrâhîm retornó a Palestina, donde Hâÿar dio a luz a Ismael . Sara sintió tantos celos de Hâÿar, que solicitó a Ibrâhîm que enviara a Hâÿar con su bebé a un valle sin vegetación, sobre una pequeña colina del Hiÿâz cerca de donde hoy se encuentra la Casa Sagrada (La Ka'bah).

Ibrâhîm eligió para ambos un lugar bajo un árbol altísimo sobre el pozo de Zamzam, cerca del lado superior de la actual posición de la Mezquita de Makkah (La Meca), donde no habitaba gente ni se divisaba agua. Luego regresó a Palestina dejando una bolsa de cuero con dátiles y una vasija con agua para su esposa y su bebé. No pasó mucho tiempo hasta que se agotaron las provisiones, y gracias a la merced de Allâh el agua brotó para sustentarlos por algún tiempo. La historia completa de la fuente de Zamzam es  bien conocida para todos. [4][4]

 

La tribu yemenita de Yurhum pasó por el lugar y se asentó en La Meca con el permiso de Hâÿar, después de haber vivido en los valles que rodean la La Meca. Se menciona en Sahih Al Bujâri que ésta tribu llegó a La Meca antes de que Ismael fuese un hombre joven.[5][5]

 

Ibrâhîm solía visitar La Meca desde aquel entonces para ver a su esposa y a su hijo. La cantidad de veces que realizó estos viajes es aún desconocida, pero fuentes históricas confiables mencionan que estas fueron cuatro.

 

Allâh confirmó en el noble Corán que Él hizo ver a Ibrâhîm , en un sueño, que sacrificaba a su hijo Ismael :

(Y cuando ambos lo habían aceptado con sumisión, lo tumbó boca abajo. Le gritamos: Ibrâhîm. Ya has confirmado la visión que tuviste. Realmente así es como recompensamos a los bienhechores. Esta es de verdad la prueba evidente. Y lo rescatamos poniendo en su lugar una magnífica ofrenda (un cordero)) [37:103-107]

 

Se menciona en el Génesis que Ismael nació 13 años antes que su hermano Isaac (Ishâq). La secuencia en la historia del sacrificio de Ismael muestra que el suceso tuvo lugar antes del nacimiento de Isaac  , y que la promesa de Allâh de darle otro hijo a Ibrâhîm [Isaacu] fue posterior a esta historia.[6][6]

 

Esta narración menciona al menos un viaje antes de que Ismael alcanzara la pubertad. Al Bujâri [7][7], registró, de boca de Ibn ‘Abbâs, la mención de otros tres viajes; un resumen de ellos es el siguiente:

 

Cuando Ismael alcanzó la juventud aprendió el idioma árabe de la tribu de Yurhum, que lo acogió entre sus miembros y le concedieron en matrimonio una mujer de su tribu. Al tiempo murió su madre. Deseando ver nuevamente a su hijo y esposa, Ibrâhîm se dirigió a La Meca, llegando luego del casamiento de Ismael , pero no lo encontró en casa. Preguntó a la esposa de Ismael por su marido y cómo era su situación. Ella se quejó de la pobreza, entonces él le pidió que dijera a Ismael que cambiara el umbral de su puerta. Ismael comprendió el mensaje de su padre y se divorció de su esposa. Luego se casó con otra mujer de la tribu. Las narraciones cuentan que se casó con la hija de Mudâd ibn 'Amr, jefe de la tribu de Yurhum.

 

Una vez más, Ibrâhîm fue a visitar a su hijo y, nuevamente, no lo encontró en su casa. Le preguntó a su nueva esposa lo mismo que a la anterior, pero ella respondió agradeciendo y alabando a Allâh por su situación. Ibrâhîm le solicitó que dijera a Ismael que mantuviera el umbral de su puerta  (o sea, que la mantenga como esposa) y regresó a Palestina.

 

La tercera vez que Ibrâhîm llegó a La Meca encontró a Ismael afilando una flecha bajo un árbol altísimo cerca de Zamzam. El encuentro después de un  prolongado período de separación, fue muy enternecedor entre un padre afectuoso y un hijo obediente y virtuoso. Esta vez, padre e hijo construyeron la Ka'bah  y levantaron sus pilares; luego Ibrâhîm , obedeciendo las ordenes de Allâh , llamó a la gente para que peregrinen a ella.

 

Por la gracia de Allâh Ismael tuvo doce hijos junto a su esposa, cuyos nombres fueron Nâbet, Qidar, Edbael, Mebsham, Mishma’, Duma, Misha, Hudud, Iatma, Iatûr, Nafis y Qidman, quienes formaron  doce tribus que habitaron La Meca y comerciaban entre Yemen, Siria y Egipto. Más tarde, estas tribus se expandieron dentro y fuera de la península. Se ha perdido el rastro de estas tribus a excepción de Nâbet y Qidar.

 

Los Nabateos (hijos de Nâbet) establecieron una floreciente civilización al norte del Hiÿâz. Implementaron un poderoso gobierno que se expandió y dominó a todas las tribus vecinas, e hicieron de Petra su capital. Nadie se atrevía  a desafiar su autoridad hasta que los romanos llegaron y acabaron con su reino. Un grupo de investigadores llegó a la conclusión de que los reyes gassanidas, junto con los de Aus y Jazraÿ no pertenecían a los árabes de Qahtân sino que eran descendientes de Nâbet el hijo de Ismael. Al Bujâri concuerda con esta opinión, mientras que Al Hâfidh Ibn Haÿar opinaba que Qahtân era descendiente de Nâbet.[8][8]

 

Los descendientes de Qidar, el segundo hijo de Ismael, vivieron mucho tiempo en La Meca incrementando su número, de ellos se destacan Adnân y su hijo Ma’ad, del cual los árabes adnanitas remontan su ascendencia. Adnán es el vigésimo primer abuelo de la cadena de antecesores del Profeta . Se decía que en toda ocasión que el Profeta Muhammad , hacía referencia a su linaje, siempre lo hacía deteniéndose en Adnán, diciendo: “Los genealogistas mienten”, y no iba más allá de éste [9][9]. Un grupo de eruditos, sin embargo, ha creído en la posibilidad de que podría remontarse más allá de Adnán, sin tomar al mencionado Hadiz como auténtico. Declarando que había exactamente cuarenta ascendientes entre Adnán e Ibrâhîm . [10][10]

 

Nizâr, el único hijo de Ma’ad, tuvo cuatro hijos que originaron cuatro grandes tribus; Iâd, Anmâr, Rabi’ah y Mudar. Estas dos últimas subdivididas en varias tribus. Rabi’ah antecedió a Asad, Anazah, Abdul Qais, y  dos hijos de Ua’il (Bakr y Taglíb), Hanîfah y muchos otros.

 

Las tribus de Mudar se ramificaron en dos grandes grupos: Qais 'Ailan bin Mudar y los clanes de Elías ibn Mudar. De Qais 'Ailan fueron los Banu Salîm, Banu Hauâzin y Banu Gatafán, que, a su vez, su descendencia fue 'Abs, Dhubián, Ashÿa' y Gâní bin A’sur. De Elías ibn Mudar descendían Tamîm ibn Murra, Hudhail ibn Mudrika, Banu Asad ibn Juzaimah y los clanes de Kinânah ibn Juzaimah, del cual desciende Quraish, a través de Fahr ibn Malik ibn An-Nadr ibn Kinânah.

 

Quraish se ramificó en varias tribus, las más famosas fueron Yumah, Sahm,    'Adi Majzûm, Taim, Zahra y las tribus de Qusai ibn Kilâb formadas por Abduddar ibn Qusai, Asad ibn Abdul'uzza ibn Qusai y Abdmanâf ibn Qusai.

 

Había cuatro divisiones de la tribu de ‘Abdmanâf: ‘Abdu Shams, Naufal, Muttalib y Hâshim. Sin embargo Allâ eligió de la familia de Hâshim al Profeta Muhammad ibn 'Abdullah ibn Abdulmuttalib ibn Hâshim.

 

El Profeta Muhammad  dijo: 

“Allâh eligió a Ismael de entre los hijos de Ibrâhîm; a Kinânah de entre los hijos de Ismael; a Quraish de entre los hijos de Kinânah; a Hâshim de entre los hijos de Quraish y me eligió de entre los hijos de Hâshim.” [11][11]

'Abbâs ibn ‘Abdulmuttalib mencionó que el Mensajero de Allâh dijo:

“Allâh creó a la humanidad y me hizo el mejor de ella. Eligió las tribus y  me escogió de entre las mejores de ellas. Eligió familias para que pertenezca a la mejor de ellas. Soy la mejor persona perteneciente a la mejor familia.” [12][12]

 

Habiendo incrementado su número, los hijos de Adnán se expandieron por varias regiones de Arabia en busca de lugares fértiles y con presencia de agua. 

La tribu de ‘Abdul Qais, junto con algunas tribus de Bakr bin Uail y Tamîm, emigraron a Bahrein donde se asentaron.

 

Los Banu Hanîfa bin Sa’b bin Ali ibn Bakr se establecieron en Hiÿr, la capital de Iamâmah. Todas las tribus de Bakr bin Uail vivieron en una región que abarcaba Iamâmah, Bahrein, Saif Kâdhimah, las orillas del mar, las fronteras externas de Irak, Ablah y Hait.

 

Muchas de las tribus de Taglib vivieron en el área del Éufrates mientras que otras permanecieron con Bakr.

Banu Tamîm vivió en el desierto de Basra.

Banu Salîm vivió en las inmediaciones de Medina en un área que se extendía desde Uadi al-Qura hasta Jaibar en dirección de las montañas orientales hasta Harra.

Zaqîf habitó en Tâif y Hauâzin, al este de La Meca cerca de Autás en el camino que va de La Meca a Basra

Banu Asad vivió al este de Taimá y al oeste de Kufa, mientras que la familia de Tai vivió entre Banu Asad y Taimá. Se hallaban a cinco días de a pie del camino de Kufa.

Dhubián habitó un área comprendida entre Taimá y Haurán.

Algunas tribus de Kinâna vivieron en Tihâmah, mientras que las tribus de Quraish habitaron en La Meca y sus suburbios. Los Quraishíes  permanecieron desunidos hasta que Qusai bin Kilâb logró establecer entre ellos una unión que los honró y les dio un sitial de excelencia. [13][13]


 


 

 

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Gobiernos y Autoridades entre los Árabes

Cuando hablamos de los árabes anteriores al Islam, vemos  la necesidad de dar un panorama general de la historia de sus autoridades, gobiernos, sectarismos y de la religión predominante que tenían, de manera que pueda facilitar la comprensión de las circunstancias que rodeaban el momento en que el Islam tuvo su aparición.

 

Cuando surgió la luz del Islam, los gobernantes de Arabia eran de dos tipos: los coronados reyes, que de hecho no eran del todo independientes; y los líderes de las tribus y clanes, quienes gozaban de la misma autoridad y privilegios que los reyes, pero eran más independientes, aunque algunos mostraban cierta clase de  sometimiento a los reyes. Los reyes eran  del Yemen y Siria, la dinastía de Gassán y los monarcas de Hirah. Los demás gobernantes de Arabia no eran reyes.

 

Gobierno en el Yemen 

 

    En el Yemen la gente de Sheba (Saba)  era una de las más antiguas naciones de los árabes puros. Ya hemos hecho mención de ellos, cuya existencia se remonta a veinticinco siglos AC   según las excavaciones realizadas en Ur. Su civilización fue floreciente y  su dominio se expandió durante el siglo XI a.C.

 

Es posible dividir sus etapas de acuerdo a la siguiente estimación:

 

1. Hasta el año  650 a.C.,  sus reyes fueron llamados ‘Makrib Sheba’. Su capital era ‘Saruah’, también conocida como ‘Jrîba’, cuyas ruinas se encuentran a cincuenta kilómetros del lado noroeste de Ma’rib y a 142 kilómetros al este de San‘a. Durante ésta etapa,  iniciaron la construcción del dique de Ma’rib’ que tuvo gran importancia en la historia de Yemen. Se dice que Sheba tenía tanto poder que tenía colonias dentro y fuera de Arabia.

 

2.  Del 650 a.C.  hasta el 115 a.C :  Durante éste período fueron conocidos con el nombre de Sheba. Cambiaron el nombre de “Makrib” por la de ‘reyes de Sheba’. Hicieron de Ma’rib su capital en vez de Saruah. Las ruinas de Ma’rib se ubican a una distancia de 192 kilómetros  al este de San'a. [14][1]

 

3. Del año 115 a.C hasta el 300 d.C : Durante éste lapso, la nación fue conocida como Himiaria, la tribu de Himiar conquistó el reino de Sheba e hicieron de Rîdán su capital en vez  de Ma’rib. Más tarde, Rîdán fue llamada “Zifar”. Sus ruinas aún permanecen en la montaña Mudauuar, cerca de la ciudad de “Iarîm”. Durante éste período comenzaron a decaer. Su comercio disminuyó enormemente; primero a causa del dominio de los Nabateos al norte del Hiÿâz; segundo, por la superioridad de los romanos en las rutas del comercio naval después de haber conquistado Egipto, Siria y el norte del Hiÿâz; y tercero como resultado de conflictos entre sus tribus. Gracias a estos tres factores, las familias de Qahtán se separaron y se dispersaron.

 

4. Del 300 d.C.,  hasta el advenimiento del Islam en Yemen: Durante este período, la nación fue conocida como Himiarîah II, presenciando el incremento de desórdenes y tumultos seguidos de guerras civiles que padecieron los yemenitas, y los expuso a ser controlados por extranjeros y en consecuencia a perder su independencia. Durante éste período los romanos conquistaron 'Adn y ayudaron a los abisinios (etíopes) a ocupar el Yemen por primera vez en el 340 d. C., aprovechando los constantes conflictos entre las tribus de Hamdán y Himiar. La dominación abisinia del Yemen duró hasta el 378 d. C., cuando los yemenitas recuperaron su independencia. Después, debido al resquebrajamiento del dique de Ma´rib (450 o 451 d.C.), sobrevino la "Gran Inundación" incidente que se menciona en el Noble Corán. Este fue un gran acontecimiento que causó la caída total de la civilización yemenita causando la dispersión de la población que vivió allí.

 

    En el 523, Dhu Nauás, un líder judío, emprendió una gran campaña contra los cristianos de Naÿrán para forzarlos a convertirse al Judaísmo. Al rehusarse, estos fueron arrojados con vida en una gran fosa con fuego. El Corán narra este suceso:

 

(¡Por las constelaciones! ¡Por el día prometido! ¡Por un testigo y un atestiguado! ¡Que mueran los dueños del foso! El fuego bien alimentado. Cuando ellos estaban a su alrededor sentados, y eran testigos de lo que hacían con los creyentes. Sólo se vengaron de ellos porque creían en Allâh, el Poderoso, el Digno de Alabanza. Aquel a quien pertenece el dominio de los cielos y la tierra. Allâh es testigo de todas las cosas. Los que atormentaron a los creyentes y las creyentes, y no se hayan arrepentido tendrán el castigo del Infierno ardiente.) (85:4-10)

 

    Esto produjo gran ira entre los cristianos, especialmente entre los emperadores romanos, que no solamente incitaron a los abisinios (etíopes) contra los árabes sino que también  reunieron una gran flota,  compuesta de 70,000 guerreros, que ayudó al ejército abisinio a  conquistar por segunda vez al Yemen en el 525 d.C., bajo el liderazgo de Eriat, a quien se le garantizó gobernar el Yemen, autoridad que mantuvo hasta que fue asesinado por un líder de su ejército, Abrahah.  Abrahah, después de reconciliarse con el rey de Abisinia, gobernó el Yemen y más tarde envió a sus soldados para demoler la Ka'bah (precedidos por un gran elefante de combate), por esta razón, él y su ejército fueron conocidos como “los hombres del Elefante”.

 

    En el año 575 d.C después del incidente del "Elefante", la gente del Yemen bajo el liderazgo de Ma’dikarib bin Saif Dhu Iazin Al Himîari, con el  apoyo persa, se rebeló contra los abisinios (etíopes), recuperando la independencia y designando a Ma´dikarib como su rey. Sin embargo, Ma’dikarib fue asesinado por un sirviente abisinio (etíope) suyo. La familia de Dhu Iazin fue así privada de la monarquía para siempre. Kisra (Cosroes), el rey persa, designó un gobernante persa sobre San’a y así fue como el Yemen pasó a ser una colonia persa. Los gobernantes persas mantuvieron el dominio del Yemen hasta Badhán, el último de ellos, que abrazó el Islam en 638 dC  finalizando el dominio persa sobre el Yemen. [15][2]


 

Gobiernos en Hirah 

 

    Desde que Ciro el Grande (557-529 a.C) unificó a los persas, estos gobernaron Irak y sus alrededores. Nadie pudo socavar su autoridad hasta que Alejandro el Grande derrotó a su rey, Darío I, y así sometió a los persas en el 326 AC. Las tierras persas fueron desde entonces divididas y gobernadas por reyes conocidos como "Los reyezuelos", un período que duró hasta el 230 dC  Mientras tanto, los árabes de Qahtân ocuparon algunos territorios iraquíes; seguidos de los adnanitas que compartieron algunas comarcas Mesopotámicas.

 

    Los persas, bajo el liderazgo de Ardashîr, quien estableció el estado sasanida en el 226 dC  recuperaron suficiente unidad y poder para dominar a los árabes que vivían en las regiones cercanas a su reino, forzando a la tribu de Quda‘ah a retirarse hasta Siria, dejando al pueblo de Hirah y Ambâr bajo el dominio persa.

 

    Durante la época de Ardashir, Yudhaimah Al-Uaddâh ejerció su mandato en Hirah y en el resto de la zona desértica del Irak incluidas Rabi’a y Mudar en Mesopotamia. Ardashir había considerado que era imposible para él reinar directamente sobre los árabes y evitar que ataquen sus fronteras, a no ser que designara como rey a uno de ellos que tenga el poder y el apoyo de su tribu. También los utilizó contra los reyes bizantinos que constantemente lo acosaban. Al mismo tiempo, los árabes de Irak podían enfrentarse a los árabes de Siria que apoyaban a los reyes Bizantinos. Sin embargo, creyó conveniente mantener un batallón persa bajo las órdenes del rey de Hirah para ser usado contra aquellos árabes que pudieran sublevarse contra él.

 

    Después de la muerte de Yudhaimah y durante la época del Kisra Sabûr bin Ardashir, ‘Amr bin ‘Adi bin Nasr Al-Lajmi fue gobernador de Hîrah y Anbâr ( 268-288 d. C.) Los reyes de Lajm gobernaron Hîrah hasta que los persas coronaron a Qabâdh bin Fairûz, en cuyo reinado aparece alguien llamado Mazdak (Mazda), quien degeneró la vida social. Qabâdh y muchos de sus súbditos abrazaron la religión de Mazdak (el mazdeísmo) e inclusive convocaron al rey de Hîrah para que la siga, Al-Mundhir bin Ma’ As-Sama’(512-554 C.E.) Cuando este último por orgullo y amor propio  rehusó a su llamado, Qabâdh lo destituyó y en su lugar designó a Hâriz bin ‘Amr bin Haÿar Al-Kindi, quien sí aceptó la doctrina de Mazdak.

 

    Tan pronto como Kisra Anu Shairuán sucedió a Qabâdh, debido al odio que  le tenía a la filosofía de Mazdak, asesinó a Mazdak y a varios de sus seguidores, restituyó en el trono de Hîrah a Mundhir y dio órdenes de arrestar a Hâriz, el cual buscó refugio en la tribu de Al-Kalb, con la que pasó el resto de sus días.

 

    Los hijos de Al-Mundhir bin Ma’ As-Sama’ mantuvieron su reinado por mucho tiempo hasta que An-Nu‘mán bin Al-Mundhir, tomó posesión. Por una calumnia propagada por Zaid bin ‘Adi Al-‘Abbadi, el Rey se enfureció con An-Nu‘mán y lo citó en su palacio. An-Nu‘mán fue en secreto a Hani bin Mas'ûd, jefe de la tribu de Shaibán, dejando su familia y fortuna bajo la protección de éste, para entonces así presentarse ante el Rey, quien inmediatamente lo encerró en prisión, en donde murió. Kisra, entonces colocó a Eiás bin Qubaisa At-Ta’i como rey de Hîrah. A Eiás se le ordenó decir a Hani ibn Mas'ûd  que entregara el cargo que ocupaba en el lugar de An-Nu‘mán al rey Kisra. Ni bien recibió el rey persa la noticia de la negativa por parte del jefe árabe, declaró la guerra a la tribu de Shaibán  y movilizó sus tropas y guerreros bajo el mando del rey  Eiás a un lugar llamado Di Qar, donde tuvo lugar una feroz batalla en la que los persas fueron derrotados por los árabes por primera vez en la historia [16][1]. Se registra que estos hechos ocurrieron poco después del nacimiento del Profeta Muhammad , ocho meses después de que Eiás bin Qubaisah’s tomara posesión de Hîrah.

 

    Después de Eiás, un gobernante persa fue designado para Hîrah gobernando diecisiete años, del 614-631d.C., luego la autoridad  regresó a la  familia de Lajm cuando Al-Mundhir Al-Ma‘ru se hizo cargo. Dicho reinado duró escasos ocho meses, cuando Jâlid bin Al-Ualid cayó sobre ellos con el ejército musulmán. [17][2]
 


[18][1]  Esto fue reportado en una narración atribuida al Profeta en Musnad Jalifah bin Haiat pág. 24, e Ibn Sa‘d 7/77.

 

Gobiernos en Siria  

 

    Durante el proceso de emigraciones tribales, algunas tribus de Quda‘ah llegaron a la frontera de Siria donde se asentaron. Estas tribus pertenecían a la familia de Sulaih bin Haluán, siendo su descendencia los hijos de Daÿ‘am bin Sulaih conocidos como Ad-Daÿâ‘imah. Las tribus de Quda‘ah eran utilizadas por los bizantinos para defender las fronteras bizantinas contra los beduinos asaltantes y los persas. Fue puesto a cargo un rey, que devolvió la autoridad tras el lapso de dos años. Uno de sus más famosos reyes fue Ziâd bin Al-Habûlah. Gozaron de autonomía por un lapso bastante considerable que duró desde los comienzos del primer siglo hasta aproximadamente el segundo siglo dC . Su autoridad, sin embargo, llegó a su fin con una derrota infligida por los gassanitas, quienes asumieron la autoridad sobre los árabes de Siria y tuvieron sus cuarteles en Dumat Al-Yandal. La autoridad de los gassanitas duró hasta la batalla de Iarmûk en el año 13 dH. Su último rey fue Yabalah bin Al-Aiham, quien abrazó el Islam durante el califato del Emir de los Creyentes ‘Umar bin Al-Jattâb .

 

Gobiernos en el Hiÿâz

 

    Ismael  administró La Meca al igual que custodió la Ka'bah  a lo largo de su vida. Cuando murió tenía 137 años [19][1] y dos de sus hijos, Nâbet y Qidar, lo sucedieron. Posteriormente, su abuelo materno, Mudad bin ‘Amr Al-Yurhumi asumió la autoridad para así transferir el control de La Meca a la tribu de Yurhum. Los hijos de Ismael tuvieron muy poco poder a pesar de su sagrado status, ya que fue su padre quien edificó La Ka'bah . [20][2]

 

    Pasó el tiempo sin que la situación de los hijos de Ismael cambie, hasta que el gobierno de Yurhum declinó poco antes de la invasión de Nabucodonosor. El rol político de los 'Adnâníes había empezado a ganar terreno en La Meca, esto pudo ser claramente manifestado durante la primera invasión de Nabucodonosor a los árabes en ‘Dhati ‘Irq’. En esa batalla, el líder de los árabes no era de Yurhum sino de los adnaníes.[21][3]

 

    En la segunda invasión de Nabucodonosor en el 587 AC   los 'Adnâníes se retiraron al Yemen, mientras que el Profeta israelí  Iarmiá (Jeremías) huyó a Siria desde Harrán con Ma’ad, pero, cuando la presión de Nabucodonosor disminuyó, Ma’ad regresó a La Meca para no encontrar a nadie de la tribu de Yurhum excepto a Yursham bin Yalhamah, cuya hija, Mu’anah, fue concedida a Ma’ad como  esposa, concibiendo  un hijo que llamaron Nizâr.[22][4]

 

    Por causa de las difíciles condiciones de vida y carencias en La Meca, la tribu de Yurhum comenzó a tratar miserablemente a los visitantes de la Ka'bah  y arrebatarles sus bienes [23][5], lo cual provocó resentimiento y odio de los 'Adnâníes (hijos de Bakr bin ‘Abd Manâf bin Kinânah), quienes con  el apoyo de la tribu de Juza‘a, invadieron a Yurhum y la expulsaron de La Meca, dejando como gobernador a Quda‘ah a mediados del segundo siglo dC.

 

    Al abandonar La Meca, Yurhum tapó el pozo de Zamzam,  nivelaron el suelo y enterraron muchas cosas en él. ‘Amr bin Al-Hâriz bin Mudâd Al-Yurhumi [24][6], según narró Ibn Ishâq, enterró dos venados de oro de la Ka'bah , junto con la piedra negra en el pozo de Zamzam, después de cerrarlo,  escapó al Yemen [25][7]

 

    Se estima que hubo veinte siglos entre Ismael y el nacimiento de Cristo (S), esto significa que Yurhum permaneció en la La Meca veintiún siglos, gobernándola aproximadamente veinte siglos.

 

    Con la derrota de Yurhum, la tribu de Juza‘ah monopolizó la autoridad de La Meca. Las tribus de Mudar, sin embargo, gozaron de tres privilegios:

 

El Primero: Dirigir a los peregrinos de 'Arafat hasta Muzdalifah y durante los ritos en Mina del Día del Sacrificio. Esto bajo la autoridad  de la familia de Al-Gauz bin Murra descendientes de Elías ibn Mudar, quienes fueron llamados ‘Sufah’. Este privilegio significaba que a los peregrinos no se  les permitía arrojar piedras a Al‘Aqabah (uno de los ritos del peregrinaje a La Meca) hasta que uno de los hombres ‘Sufah’ lo hiciera. Cuando terminaban de apedrear y deseaban marcharse  del valle de Mina, los hombres de ‘Sufah’ permanecían en ambos lados de Al‘Aqabah y nadie podía pasar esa posición hasta que los hombres de ‘Sufah’ pasaban y despejaban el camino para los peregrinos. Cuando Sufah pereció, la familia de Sa’d ibn Zaid Manat de la tribu de Tamîm heredó esa responsabilidad.

 

El Segundo: La Ifâdah (retirarse de Mina para ir a Muzdalifah) en la mañana del sacrificio, y esto era responsabilidad de la familia de 'Aduân.

 

El Tercero: Prorrogar los meses sagrados, y esto era responsabilidad de la familia de Tamîm ibn 'Adi de Bani Kinânah. [26][8]

El dominio de Juza‘ah en La Meca duró 300 años[27][9], durante los cuales, los 'Adnâníes se diseminaron por todo Naÿd y los límites de Bahrein e Irak, mientras que pequeñas tribus de Quraish permanecieron en las inmediaciones de La Meca; éstas eran Halul, Sarim y varias familias de Kinânah. No  gozaron de  privilegios en La Meca o en la Casa Sagrada hasta que apareció Qusai bin Kilâb [28][10],  cuyo padre se dice que murió cuando éste era un bebé, y cuya madre se casó más tarde con Rabi’ah ibn Harâm, perteneciente a la tribu de Bani 'Udhrah. Rabi’a trasladó a su esposa y a su bebé a su tierra natal, en la frontera con Siria. Cuando Qusai se hizo joven, volvió a La Meca, que por aquel entonces estaba gobernada por Hulail ibn Habsha de Juza‘ah, quien entregó a su hija Hobba, como  esposa, a Qusai. Después de la muerte de Hulail, estalló una guerra entre Juza‘ah y Quraish, haciéndose cargo Qusai de la La Meca y la Casa Sagrada.[29][11]


Hay tres versiones respecto al motivo de esta guerra

 

La Primera: Habiendo notado la creciente expansión de su descendencia, el aumento de sus bienes y de su respetabilidad después de la muerte de Hulail, Qusai se encontró a sí mismo más merecedor de asumir la responsabilidad de gobernar La Meca y custodiar la Casa Sagrada que las tribus de Juza‘ah y Bani Bakr. También fue partidario de que los Quraishíes, los descendientes de Ismael, fueran los jefes. Por lo tanto consultó a algunos hombres Quraishíes y de Kinânah expresándoles su deseo de expulsar a Juza‘ah y Bani Bakr de la La Meca y estos lo apoyaron en su decisión.[30][1]

 

La Segunda: Juza‘ah alegó que Hulail encomendó a Qusai el mantener la custodia de Al-Ka'bah  y la autoridad en la La Meca después de su muerte.[31][2]

 

La Tercera: Hulail le adjudicó el derecho de servir la Ka´bah a su hija Hobba y nombró a Abu Gubshán Al-Juza‘i  para que fuese el representante de ella. Cuando murió Hulail, Qusai compró éste derecho con una odre de vino, lo cual disgustó a los hombres de Juza‘ah y éstos trataron de sacarle a Qusai la custodia de la Casa Sagrada. Sin embargo, Qusai con la ayuda de Quraish y Kinânah, lograron recuperarla e inclusive expulsar completamente a Juza‘ah de La Meca.[32][3]

 

    Cualquiera que haya sido la verdadera  razón, todo el asunto terminó en la privación de los Sufah de sus privilegios, antes mencionados; la expulsión de Juza‘ah y Bakr de La Meca y la transferencia del gobierno de La Meca y de la custodia del  Sagrado Santuario a Qusai, después de feroces combates entre Qusai y Juza‘ah. Luego llegó la reconciliación y la mediación de Ia‘mur bin 'Auf, de la tribu de Bakr, cuyo veredicto legitimó la autoridad de  Qusai sobre La Meca y la custodia de la Casa Sagrada, no haciéndolos responsables de las muertes de los Juza‘ah, ni de indemnizar las muertes de los Juza‘ah y Banu Bakr [33][4]. Qusai comenzó a gobernar La Meca y la Casa Sagrada en el 440 dC  [34][5]  Esto le permitió a él, y posteriormente a Quraish, poseer el absoluto control de La Meca y la incuestionable custodia de la Casa Sagrada.

 

    Qusai trajo a sus parientes a La Meca para habitarla, permitiendo a Quraish vivir en algunos lugares. An-Nus’a, las familias de Safuán, 'Adwán y Murrah ibn 'Auf, preservaron los mismos derechos que solían gozar antes de su llegada.[35][6]

 

    Una acertada medida emprendida por Qusai fue establecer la Casa de An-Naduah (la casa de la asamblea) al lado norte de la Ka´bah, sirviendo como lugar de reunión de Quraish. Esto benefició mucho a los Quraishíes porque permitió unificar opiniones entre ellos y solucionar cordialmente sus problemas.[36][7]

 

Qusai gozó de los siguientes privilegios de liderazgo y honor:

 

1. Presidir las reuniones de An-Naduah donde se consultaban y trataban  los asuntos importantes y se constituían los contratos matrimoniales.

 

2. El estandarte de guerra, no podía haber declaración de guerra sin su aprobación, o la aprobación de uno de sus hijos.

 

3. El liderazgo de las caravanas, era el jefe de todas las caravanas. Ninguna podía partir de La Meca para comerciar u otro motivo a menos que sea con su consentimiento o el de alguno de sus hijos.

 

4. El custodio de la Ka'bahh, era el único que abría su puerta, y era el responsable del servicio y protección de la misma.

 

5. Proveer de agua a los peregrinos: llenaban vasijas endulzadas con dátiles o pasas de uvas para que los peregrinos que visitaban La Meca puedan beber.

 

6. Alimentación de los peregrinos: ello significaba cocinar para los peregrinos que no podían hacerlo por sí mismos. Qusai impuso a los Quraishíes un impuesto anual sobre la tierra, que se pagaba en la temporada de Peregrinación para solventar los gastos de la comida.[37][8]

 

    Es notorio señalar que Qusai escogió a su hijo ‘Abd Manâf, legándole el honor y el prestigio de presidir la Casa de Naduah, a pesar de no ser su hijo mayor (‘Abd Ad-Dar era el mayor); confiándole también la responsabilidad del estandarte,  de ser el guardián de la Ka´bah, y de proveer de agua y alimentos a los peregrinos. Debido a que las acciones de Qusai eran consideradas  incuestionables y sus órdenes inviolables, su muerte no dio lugar a conflictos entre sus hijos, pero más tarde sí lo hizo entre sus nietos. En cuanto murió ‘Abd Manâf, sus hijos comenzaron a tener disputas con sus primos (los hijos de‘Abd Ad-Dar), que provocaron discrepancias y luchas en toda la tribu de Quraish. A causa de un tratado de paz, mediante el cual los cargos fueron reasignados, conservaron los hijos de ‘Abd Manâf el alimentar y abastecer de agua a los peregrinos; mientras que la Casa de Naduah, el estandarte  y la custodia de la Ka´bah quedaron en manos de los hijos de‘Abd Ad-Dar. Los hijos de ‘Abd Manâf, sin embargo, desecharon sus cargos, dejándole la responsabilidad de proveer comida y agua sólo a Hâshim bin ‘Abd Manâf, que después de su muerte, recayó sobre su hermano Al-Muttalib bin ‘Abd Manâf  y luego por ‘Abd Al-Muttalib bin Hâshim, abuelo del Profeta r, cuyos hijos asumieron esta posición hasta el surgimiento del Islam, durante el cual ‘Abbâs bin ‘Abdul-Muttalib estuvo a cargo.[38][9]

 

    Muchos puestos fueron distribuidos entre la gente de Quraish estableciendo los pilares de un pequeño estado cuyas reparticiones y comisiones gubernamentales eran parecidos a los de hoy en día. A continuación se enumeran dichos cargos:

 

1. Sortear la suerte ante los ídolos (buscando la guía de los mismos) fue designado a los Bani Yumah.

2. Registrar las ofrendas y sacrificios, resoluciones en las disputas y asuntos relevantes quedaron en manos de los Bani Sahm.

3. Los Bani Asad eran responsables de las consultas.

4. La organización del pago de las indemnizaciones por muertes y multas las realizaban los Bani Taim.

5. El portar el estandarte, lo hacían los Bani Umâiah.

6. El cuerpo militar, la infantería y la caballería eran responsabilidades de los  Bani Majzûm.

7. Los Bani Adi tenían como función diplomática las relaciones exteriores.[39][10]


 


 

 

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Los Reinos Panarábigos

 

    Anteriormente mencionamos la emigración de las tribus de Qahtán y Adnán, y la división de Arabia entre estas dos tribus. Aquellas tribus que se asentaron cerca de Hîrah se subordinaron al rey árabe de Hirah, mientras que aquellas que se establecieron en el desierto de Siria estaban bajo el dominio de los gassaníes, donde cierta clase de dependencia era más bien una formalidad que algo real. Sin embargo, aquellos que moraban en el inhóspito desierto gozaban de una total autonomía.

 

    De hecho estas tribus tenían autoridades elegidas por ellos mismos, que eran una especie de semi-gobierno basado en la solidaridad tribal y el interés común en la defensa de la tierra y la propiedad.

 

    Los jefes de las tribus gozaban de similares privilegios dictatoriales a los de los reyes, lo que les concedía completa obediencia y sometimiento, tanto en la paz como en la guerra. La rivalidad entre primos por gobernar, sin embargo, los condujo a excederse en agasajar a sus huéspedes; con conmovedora generosidad, sabiduría y caballerosidad, con el sólo propósito de destacarse sobre sus rivales, ganar fama entre la gente, especialmente entre los poetas, quienes eran los voceros oficiales de aquel tiempo.

 

    Los jefes de tribu y terratenientes tenían derechos especiales sobre los botines de guerra, siendo estos una cuarta parte de los mismos, sea este de su elección, o encontrado a su regreso o inclusive el remanente indivisible.

 

La situación Política

 

    Las tres regiones árabes adyacentes a otras culturas (Siria, Irak y Yemen) sufrieron gran debilitamiento y deterioro. La sociedad estaba dividida en amos o esclavos, gobernantes o subordinados. Los amos, especialmente los extranjeros, tenían derecho a toda clase de ventajas; los esclavos no tenían sino responsabilidades sobre sus hombros. En otras palabras, el gobierno déspota trajo abusos en detrimento de los subordinados, como también trajo la ignorancia, la opresión, la iniquidad, la injusticia y privaciones, convirtiéndolos en gente inmersa en la oscuridad e ignorancia. La tierra fértil que prodigaba sus frutos a los reyes y hombres de poder les proveía una vida extravagante y vanidosa llena de placeres y comodidades, caprichos y deseos, tiranía y agresión. Las tribus que vivían en las proximidades de dichas regiones deambulaban entre Siria e Irak, en tanto que las que vivían dentro de Arabia eran desunidas y afectadas por los conflictos tribales, y las disputas raciales y religiosas.

 

    Los árabes no tenían un líder que los uniese y los haga  luchar por su independencia y derecho a la autodeterminación.

 

    Los gobernantes del Hiÿâz, sin embargo, eran muy estimados y respetados por los árabes, y eran considerados como autoridades y sirvientes del  centro religioso. El gobierno en el Hiÿâz, de hecho, era una mezcla de supremacía formal y secular como de liderazgo religioso. Gobernaron entre los árabes en nombre del liderazgo religioso y siempre monopolizaron la custodia del Sagrado Santuario y sus alrededores. Protegían los intereses de los visitantes de la Ka'bahh  y eran los encargados de poner en práctica las enseñanzas de Ibrâhîm . Incluso, tenían reparticiones y comisiones similares a los parlamentos actuales. Sin embargo, eran muy débiles para cargar tan pesado compromiso, como se evidenció durante la invasión de los abisinios (etíopes).

 

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RELIGION DE LOS ÁRABES

 

    La mayoría de los árabes había respondido al llamado de Ismael  y profesado la religión de su padre Ibrâhîm . Habían adorado a Allâh , reconociendo Su unicidad y siguieron Su religión por mucho tiempo hasta que olvidaron parte de ella. Sin embargo, aún mantenían los fundamentos de la creencia tales como el monoteísmo al igual que otros aspectos de la religión de Ibrâhîm . Esto continuó hasta que uno de los jefes de Juza‘ah, llamado 'Amer bin Luhai, quien tenía fama por su piedad, generosidad, reverencia y esmero en la religión, gozando de un incondicional amor y obediencia por parte de su tribu, regresaba de Siria donde encontró gente adorando ídolos, un fenómeno que aprobó y creyó que era correcto debido a que Siria era el lugar de Mensajeros y Escrituras sagradas. entonces, trajo consigo un ídolo (Hubal), el cual colocó en medio de la Ka'bahh e invitó a la gente para adorarlo. Esto fue suficiente para que el paganismo se propague por toda la La Meca y de allí hasta el Hiÿâz. Una gran cantidad de ídolos con diferentes nombres, fueron introducidos posteriormente en el área. [40][1]  

 

    Un ídolo llamado ‘Manat’, por ejemplo, era adorado en un lugar conocido como Al-Mushallal, cerca de Qudaid, en el Mar Rojo. Otro, ‘Al-Lat’ en Tâif, un tercero, ‘Al-'Uzza’ en el valle de Najlah, y así sucesivamente. El politeísmo predominó y la cantidad de ídolos se incrementó en todas las regiones del Hiÿâz. Inclusive se menciona que ‘Amr bin Luhai, con la ayuda de un genio (ÿinn) que le acompañaba le informó que los ídolos del pueblo de Noé ­Uadd, Suua', Iagûz, Ia’ûq y Naser- estaban enterrados en Yeddah, los cuales desenterró y trasladó a Tihâmah. En la temporada de la Peregrinación, los ídolos fueron distribuidos entre las tribus para regresarlos a sus hogares.[41][2] Cada tribu y hogar poseía su ídolo propio, y la Casa Sagrada se pobló de ellos. Cuando el Profeta  conquistó La Meca, 360 ídolos se encontraban ubicados alrededor de la Ka´bah. Pero fueron entonces destruidos, removidos o quemados.[42][3]

 

    Los ritos y las ceremonias para adorar dichos ídolos habían sido inventados por ‘Amer bin Luhai y se consideraron innovaciones buenas en vez de desviaciones de la religión de Ibrâhîm . Algunas de las características predominantes del culto a los ídolos fueron:

 

1. Devoción personal a los ídolos, buscando refugio en ellos, jurando por sus nombres, suplicando su ayuda en las dificultades, rogándoles por el cumplimiento de sus deseos, creyendo que podían interceder ante Allâh para la realización de los deseos de la gente.

 

2. Peregrinar a los templos de los ídolos y circunvalarlos, humillándose e incluso prosternándose ante éstos.

 

3. Buscar el favor de los ídolos a través de distintas clases de sacrificios en sus nombres. Estos sacrificios son mencionados por Allâh cuando dice:           

(y la del que haya sido sacrificado sobre An-nusub (altares de piedra).) (5:3)

 

Dice Allâh también:

(No comáis de aquello sobre lo que no hayáis mencionado el nombre de Allâh.) (6:121).

 

4. La consagración de ciertas porciones de comida, bebida, ganado, y cosechas a los ídolos. Sorprendentemente, también lo hacían para Allâh , aunque siempre encontraban motivos para ofrecer la parte de Allâh   a los ídolos, pero nunca a la inversa.

 

A ello se refiere el Corán:

(Reservan para Allâh, aunque Él lo ha creado, una parte de la cosecha y de los animales de rebaños. Y dicen según su pretensión: ‘esto es para Allâh y esto es para nuestros asociados (los ídolos)’. Pero lo que es para quienes ellos asocian no llega a Allâh y lo que es para Allâh llega a quienes ellos asocian ¡Qué mal es lo que juzgan!) (6:136)

 

5. Buscar favores en los ídolos por medio de tributos como consagrar sus cosechas y ganados. De lo cual dice el Corán:

(Y dicen según sus pretensiones: ‘Este ganado y esta cosecha están vedados y no comerán de ellas excepto quien permitamos y hay bestias prohibidas para la carga y hay otros animales de rebaño sobre los que no mencionan el nombre de Allâh. Siendo una invención contra Él)  (6:138)

 

6. Destinar ciertos animales a los ídolos (como Bahirah, Saiba, Uasilah y Hami), lo que significaba prescindir de dichos animales útiles para el trabajo con el fin de complacer a los falsos dioses. Bahîrah, como reportó el reconocido historiador, Ibn Ishâq, era la hija de Saibah, una camella que parió 10 camellas consecutivamente, pero ningún macho. Se le dio libertad, y era prohibido para todos hacerle bromas, imponerle carga, cortar su pelo, u ordeñarla (bebían de su leche solo los huéspedes); y esto era igual para todas las hembras de su descendencia nombrándolas Bahîrah no sin antes haberles cortado sus orejas. Uasilah era una oveja hembra que tuvo 10 ovejas hembras sucesivas en cinco períodos de preñado. Cualquier nuevo nacimiento de ésta Uasila, eran asignadas solamente para los hombres. El Hâmi era un camello semental que reproducía 10 hembras sucesivamente, y era igualmente sagrado.

Mencionando esto, el Corán dice:

(Allâh no ha dispuesto ninguna Bahîra ni Saiba ni Uasila ni Hâmi. Sin embargo los incrédulos inventan mentiras sobre Allâh. La mayoría no razona.) (5:103).

 

También dice Allâh :

(Y dicen: ‘lo que hay en el vientre de estos animales está reservado a nuestros varones pero vedado a nuestras esposas y solo si nace muerto les estará permitido compartirlo.) (6:139)

Sa‘îd bin Al-Musaîib declaró que estas clases de ganado eran dedicadas para sus falsos ídolos. [43][4]

Está auténticamente confirmado que dichas supersticiones fueron inventadas por 'Amer bin Luhai.[44][5]

 

    Los árabes ofrecían todo esto a sus ídolos, creyendo que estos los acercarían más a Allâh , e intercederían ante Él . Al respecto dice el Corán:

(Sólo los adoramos para que nos den más proximidad a Allâh ) (39:3)

 

Dice también:

(Y adoran en vez de Allâh lo que no les daña ni beneficia, y dicen: Estos son nuestros intercesores ante Allâh.) (10:18)

 

    Otra de las tradiciones que tenían los árabes era arrojar al Azlâm que consistía de flechas sin plumas que eran de tres tipos: una marcada con “SÍ”, otra con “NO” y la tercera sin marca alguna. Arrojaban las flechas para decidir en casos muy serios como un viaje o un matrimonio. Si salía la flecha del “SÍ”, concretaban el asunto, si era “NO”, demorarían el asunto hasta el próximo año. También se arrojaban las flechas para las cuestiones del agua,  indemnizaciones por muertes; o inscribían marcas como “De Usted”, “No es para Usted”, o “Conjunto”. Cuando existía duda del vínculo tribal, se remitían al ídolo Hubal, con cien camellos de regalo para el clarividente de las flechas. Solamente las flechas decidían a cual pertenecería. Si las flechas mostraban “De Usted”, entonces significaba que el niño pertenecía a la tribu; si mostraba “De otros”, se le consideraba un aliado, pero si aparecía “Asociado”, la persona retendría su posición pero sin linaje o contrato de alianza. [45][6]

 

    Esto era similar a los juegos de azar porque solían dividir la carne de los camellos que sacrificaban acorde a su tradición.

 

    Más aún, solían tener una gran convicción en las predicciones de los videntes, adivinos y astrólogos. Un vidente solía comerciar con sus predicciones sobre el futuro y se proclamaba conocedor de secretos, y decía tener genios subordinados que le informaban. Los adivinos aseguraban poder descubrir lo desconocido por medio de grandes poderes, mientras que otros se adjudicaban dicho conocimiento por medio de procesos inductivos causa-efecto que los conducía a encontrar mercancías robadas, escondites de ladrones, animales extraviados, y demás. El astrólogo  pertenecía a una  tercera categoría que solía observar las estrellas calculando sus movimientos y  órbitas con lo cual pronosticaría el futuro. [46][7]

 

    Tener convicción en lo que predecían los astrólogos significaba creer en las estrellas, entonces parte de la creencia en la astrología era tener fe en  las posiciones de ciertas estrellas. Dirían: "Ha llovido gracias a la posición de tal estrella". [47][8]

 

    La creencia en las predicciones del futuro era común entre los árabes. Algunos días, meses y animales eran considerados de mal agüero. También creían que el alma de una persona asesinada volaba en una tierra desolada y que no descansaría hasta que se la vengue. Predominaban las supersticiones. Si un animal o pájaro cuando se le soltaba giraba hacia la derecha ante un asunto que iban a emprender era considerado como un buen agüero, de lo contrario se tornaban pesimistas y se abstenían de concretar dicho asunto. [48][9]

 

    La gente de la época preislámica, aunque creía en las supersticiones, todavía mantenía algunas de las enseñanzas de la tradición de Ibrâhîm tales como la devoción por la Ka'bahh, circunvalarla, realizar la Peregrinación, permanecer en 'Arafah y ofrecer sacrificios, todo esto era realizado a pesar de algunas innovaciones que adulteraban su carácter sagrado. Los Quraishíes eran los descendientes de Ibrâhîm , los custodios de la Ka'bahh , los habitantes de La Meca, ningún árabe además de ellos tenía su mismo rango y categoría, ni sus mismos derechos; por estas razones se conocían como "Al-Hums" y se abstenían de ir a Arafah con la multitud, durante el peregrinaje anual. En vez de eso, paraban momentáneamente en Muzdalifah. Por esa razón se reveló el siguiente versículo:

(Salid al llano por donde lo hacen todos.) (2:199) [49][10]

 

    Otra herejía profundamente establecida en su tradición social era que no beberían yogurt ni cocinarían grasas ni entrarían a una carpa hecha con piel de camello ni buscarían sombra sino en una casa con ladrillos de adobe durante el estado de Ihrâm, el estado sagrado del peregrino. También, debido a una mala interpretación, privaban a los peregrinos que no eran de La Meca el acceso a la comida que traían cuando querían hacer la Peregrinación o la Peregrinación menor. [50][11]

 

    Ordenaban a los peregrinos que no eran de La Meca circunvalar la Ka'bahh con túnicas de "Al-Hums" unicamente, y si no las conseguían, los hombres tenían que realizarla desnudos y las mujeres con unos cuantos harapos para ocultar sus entrepiernas. Allâh dice al respecto:

 

(¡Hijos de Adán! ¡Poneos  vuestros mejores y más puros vestidos en cada lugar de oración (y para circunvalar la Ka´bah)!) (7:31)

 

    Si los hombres y las mujeres eran lo bastante nobles para circunvalar la Ka´bah con sus vestimentas, tenían que despojarse de ellas luego de circunvalarla. [51][12]

 

    Cuando los habitantes de La Meca se encontraban en estado de consagración para la Peregrinación, no ingresaban a sus hogares por las puertas de entrada sino que lo hacían por agujeros que realizaban en la pared trasera de la casa. Solían considerarlos como actos de piedad y de temor a Dios. Esta práctica fue prohibida por el Corán:

 

(La piedad no consiste en que entréis a vuestras casas por detrás, sino que la piedad consiste en que temáis a Allâh. Entonces, entrad en vuestros hogares por la puerta y temed a Allâh! Para que podáis tener éxito.) (2:189)

 

    Así era la vida religiosa en Arabia: politeísmo, idolatría y superstición.

 

    El Judaísmo, el Cristianismo, los magos (zoroastrianos) y el Sabeísmo, sin embargo, encontraban libertad y tolerancia en Arabia.

 

    La emigración de los judíos de Palestina a Arabia tuvo dos etapas: primero, como resultado de la presión a la cual fueron expuestos; la destrucción de sus templos y como consecuencia de la esclavitud y expulsión hacia Babilonia, a manos del rey Nabucodonosor. En el año 587 AC, algunos judíos abandonaron Palestina para establecerse en el norte del Hiÿâz. La segunda etapa comenzó con la ocupación romana de Palestina bajo el general romano Tito, en el 70 dC  Como resultado de esto hubo una gran ola emigratoria por parte de los judíos al Hiÿâz, Iazrib, Jaibar y Taima. Aquí, hicieron proselitismo con diversas tribus, construyeron fuertes y castillos, y habitaron en villas. El Judaísmo jugó un rol importante en la vida política preislámica. Cuando el Islam apareció en aquellos lugares, ya existían  famosas tribus judías: Jaibar, Al-Mustaliq, An-Nadhír, Quraidha y Qainuqa'.

 

    El Judaísmo ingresó en el Yemen con una persona llamada As'ad Abu Karb. Había ido a pelear a Iazrib, donde abrazó el Judaísmo, regresando junto con dos rabinos de Banu Quraidha para adoctrinar a la gente del Yemen en ésta nueva religión. El Judaísmo encontró suelo fértil para propagarse y ganar adeptos. Después de la muerte de As'ad, su hijo Yusuf Du Nauas tomó el poder, atacó a la comunidad cristiana en Naÿrân y les ordenó adoptar el Judaísmo. Cuando rechazaron hacerlo, ordenó que los arrojaran a todos indiscriminadamente a una fosa para incinerarlos. Estimaciones dicen que entre 20 y 40 mil [52][13] cristianos fueron asesinados en esa masacre. Esto ocurrió en octubre del año 523d.C. [53][14] El Corán relata parte de esta historia en el Sûrah Al-Buruÿ lo cual hemos mencionado anteriormente.

 

    El Cristianismo hizo su primera aparición en Arabia con la entrada de los abisinios (etíopes) y el colonialismo romano en la región. La presencia abisinia comenzó en el 340 d.C. y terminó en el 378 d.C.[54][15] Con ella el Cristianismo ingresó en el Yemen. Aproximadamente en esa época un misionero cristiano de nombre Fimión, famoso por su conducta ascética y hechos milagrosos, se había infiltrado en Naÿrân. Desde ahí divulgó el Cristianismo, y por causa de su virtud, honestidad y verdadera devoción, pudo persuadirlos a abrazar el Cristianismo.[55][16] Las fuerzas abisinias penetraron nuevamente en el Yemen en el año 525 d.C. en represalia a las atrocidades de Du Nauas, y comenzaron a propagar su fe. Llegaron incluso a construir una iglesia que llamaron la "Ka´bah Yemenita", con el propósito de atraer el flujo de las caravanas árabes hacia el Yemen, por lo cual se esforzaron en demoler la Casa Sagrada de La Meca. Pero Allâh el Poderoso, hizo descender sobre ellos su castigo dejándolos como ejemplo para la humanidad.

 

    Las principales tribus que abrazaron el Cristianismo fueron las de Gassân, Taglib, Tai y algunos reyes himiaritas así como algunas tribus colindantes al imperio romano.

 

    Los magos (zoroastrianos) también tuvieron popularidad entre los árabes que vivían en las inmediaciones de Persia, Irak, Bahrein, Al-Ahsá y algunas áreas costeras del Golfo Arábigo. Se dice que algunos yemenitas pudieron haber profesado la religión de los magos durante la ocupación persa.

 

    En cuanto al Sabeísmo, las excavaciones en Irak demuestran que había sido popular entre los caldeos, los sirios y yemenitas. Sin embargo; con el advenimiento del Judaísmo y el Cristianismo, el Sabeísmo comenzó a declinar a favor de las nuevas religiones, aunque retuvo algunos adeptos que se mezclaron con los magos o se adhirieron a estos en Irak y el Golfo Arábigo.[56][17]   

 

La Situación Religiosa

 

    Esta era la vida religiosa de los árabes antes del surgimiento del Islam. El papel que jugaron las religiones predominantes fue secundario, de hecho ninguna de ellas permaneció después del surgimiento del Islam. Los politeístas, que falsificaron la doctrina de Ibrâhîm , se mantuvieron inmersos en la ignorancia y el paganismo, desarrollando creencias supersticiosas que dejaron un serio impacto en la vida religiosa y socio-política de toda Arabia.

 

    El Judaísmo se volvió detestablemente hipócrita con respecto a la autoridad. Los rabinos pasaron a ser señores excluyendo al verdadero Señor. Estuvieron involucrados en prácticas dictatoriales sometiendo a la gente y llamando a sus subordinados a rendir cuentas por la más mínima palabra o manifestación de ideología propia. Su único objetivo era la acumulación de riquezas y poder, aun corriendo el riesgo de perder su religión, o de volverse ateos o incrédulos.

 

    El Cristianismo de igual modo abrió sus puertas al politeísmo, y halló mucha dificultad en mantener la esencia celestial de su mensaje. Como práctica religiosa, desarrolló una peculiar mezcla de legislación humana con divina. Sin embargo, no tuvo éxito entre los árabes que lo profesaban, simplemente porque era ajeno a su modo de vida y no tenía la menor relación con su vida práctica.

 

    Los adeptos a otras religiones eran en general politeístas con respecto a sus dogmas, costumbres, y tradiciones.


Características de la sociedad árabe preislámica

 

Después de la investigación que hicimos de la vida religiosa y política en Arabia creemos apropiado hacer un resumen de los aspectos sociales, económicos y éticos que prevalecían en la región.

 

La vida social de los árabes

 

    La sociedad árabe presentaba diferentes y heterogéneos grupos sociales. El status de la mujer entre la nobleza registró un avanzado nivel de estima. La mujer gozaba de una considerable libertad, y sus decisiones a menudo eran cumplidas. Era tan apreciada que fácilmente se derramaba sangre defendiendo su honor. De hecho ella era el motivo de disputas o reconciliaciones pacíficas. A pesar de estos privilegios, el sistema familiar en Arabia era totalmente patriarcal. El contrato matrimonial recaía completamente en las manos del representante legal de la mujer y la palabra de éste con respecto a su status marital nunca podía ser cuestionada.

 

    Existía también otro estrato social donde la prostitución y la indecencia prevalecían. Al Bujâri registró que ‘Aish mencionó cuatro clases de relaciones conyugales en la Arabia preislámica:

 

La primera similar a los matrimonios de hoy en día en el cual un hombre concede a su hija en matrimonio después del ofrecimiento y estipulada la dote. La segunda clase, era cuando el esposo enviaba a su esposa, luego del período menstrual, para que cohabite con otro hombre para que quedara embarazada. Una vez que diera a luz, su marido si lo deseaba mantendría relaciones sexuales con ella nuevamente. La tercera clase era cuando un grupo de menos de diez hombres mantenía relaciones sexuales con una mujer. Luego si daba a luz, ella llamaba a todos ellos y debían acudir a su convocatoria. Cuando lo hacían ella les decía: “Sabéis lo que habéis hecho. He tenido un hijo y es tuyo” (señalando a uno de ellos). El hombre que era señalado debía aceptar. La cuarta clase de relación sexual consistía en que muchos hombres tuviesen relaciones sexuales con una prostituta. No se negaba a nadie. Esa clase de mujer colocaba un distintivo en su puerta para invitar a cualquiera. Si la prostituta quedaba embarazada y daba a luz, juntaba a los hombres con los que había mantenido relaciones sexuales y un vidente determinaba al padre del niño. El padre elegido debería asumir su paternidad. Cuando el Profeta  estableció el Islam en Arabia todas estas maneras de mantener relaciones sexuales fueron prohibidas excepto la actual, el matrimonio islámico. [57][1]

 

    Las mujeres siempre acompañaban a sus maridos en las guerras. Los vencedores podrían mantener relaciones con su mujer, pero la desgracia siempre pesaría sobre las criaturas así concebidas.

 

Los árabes preislámicos no tenían una cantidad fija de esposas. Podían casarse con dos hermanas al mismo tiempo, o aún con las esposas de sus padres si éstas eran divorciadas o enviudaban.

 

El Corán claramente denunció estas prácticas en las siguientes palabras:

 

(Y no os caséis con aquellas mujeres con las que vuestros padres hayan estado casados, con la excepción de lo que ya este hecho. Ciertamente es algo indecente y detestable y un mal camino. Se os prohíben vuestras madres, hijas, hermanas, tías paternas, tías maternas, las hijas de vuestro hermano, las hijas de vuestra hermana, vuestras madres de leche que os amamantaron, vuestras hermanas de leche, las madres de vuestras esposas y las hijastras que estén bajo vuestra protección, que sean hijas de mujeres que hayáis tenido y con las que hayáis cohabitado excepto si son de mujeres que habéis tenido y no habéis cohabitado entonces no hay inconveniente. Ciertamente Allâh es Perdonador y Compasivo.)

 

El divorcio se encontraba en manos del marido.

 

    La obscenidad del adulterio prevaleció en casi todas las clases sociales, a excepción de unos pocos hombres y mujeres cuya dignidad los mantuvo al margen de dicho comportamiento. Las mujeres libres estaban en mejores condiciones que las esclavas, las cuales sufrían la peor parte. Parecía que la mayoría de los árabes preislámicos no sentían vergüenza de realizar obscenidades. Narró Abu Daûd: “Un hombre se levantó frente al Profeta Muhammad  y dijo: “¡Oh Profeta de Allâh! Ese niño es mi hijo. Tuve relaciones sexuales con su madre en el período preislámico”. El Profeta pronunció éstas palabras: “Nada de reclamos en el Islam por los asuntos de la época de la ignorancia. El hijo debe adjudicarse al lecho donde nació; y la lapidación es para el adúltero”. [58][2]

 

    Respecto a las relaciones de los árabes preislámicos con sus hijos, encontramos que la vida en Arabia era paradójica y presentaba un panorama oscuro de contrastes. Mientras que algunos árabes tenían gran afecto y cariño a sus hijos, otros sepultaban a sus hijas vivas por el miedo a la pobreza y la vergüenza que padecían al tenerlas.

 

El Corán claramente denunció esta práctica de la siguiente manera:

 

(No matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza, nosotros los proveemos) [6:151]

(Y cuando la noticia del nacimiento de una niña les llegaba, sus rostros se volvían oscuros y se llenaban de pena) [16:58-59]

(Y no matéis a vuestros hijos por temor a la pobreza, nosotros los proveemos a ellos y a vosotros) [17:31]

(Y cuando la niña enterrada viva sea preguntada) [81:8]

No puede considerarse, según lo expuesto, que el infanticidio era únicamente por la preferencia a tener hijos varones para combatir contra los enemigos.

 

    Otro aspecto de la vida de los árabes que merece ser mencionado es el profundo sentimiento de pertenencia a un clan o familia. La familia o tal vez el orgullo de pertenencia a una tribu era una de las pasiones más fuertes que sentía el árabe. La doctrina de unidad de los vínculos sanguíneos era la principal razón que tenían los árabes para mantenerse unidos dentro de la vida social que se formaba y sustentaba por el orgullo tribal. El indiscutible lema era: “Apoya a tu hermano aunque fuese un opresor o un oprimido” tomando la frase literalmente; luego el Islam hizo una enmienda a esto explicando que ayudar a un hermano opresor significa impedirle que siga con esa postura.

 

    El deseo del liderazgo y las rivalidades a menudo terminaban en guerras violentas entre tribus a pesar de ser descendientes de un mismo ancestro. Al respecto son notables ejemplos, los sangrientos conflictos entre Aus y Jazraÿ, ‘Abs y Dhubiân, Bakr y Taglib. 

 

    Las relaciones entre las tribus eran frágiles y débiles debido a las continuas guerras. La profunda devoción a las supersticiones religiosas y algunas costumbres, sin embargo, solían reducir el impulso por la sed de venganza. En otras ocasiones, existían motivos para aliarse, apoyarse y tenerse lealtad recíproca que traían consigo un espíritu de conformidad única, eliminando posibles disputas. Una honorable costumbre de suspender las hostilidades durante los meses sagrados (Muharram, Rayab, Dhul-Qa‘dah, y Dhul-Hiÿÿa) era favorable y proveía la oportunidad  para ganarse la vida y coexistir en paz.

 

    En resumen, la situación social en la Arabia preislámica se desarrollaba dentro de la oscuridad y la ignorancia, en un enredo de supersticiones que paralizaba sus mentes y los llevaba a tener una vida similar a la de las bestias. La mujer era un bien negociable y se consideraba un objeto. Las relaciones entre las tribus eran frágiles. La codicia por las riquezas y las guerras entre tribus eran los principales objetivos que regían las políticas de conducción de los jefes tribales.


[59][1] Sahih Al Bujâri número 5127, Sunan Abu Daûd - el Libro del casamiento, capítulo referido a las clases de matrimonio de la época de la ignorancia.

 

La Situación Económica

 

    La situación económica iba a la par del ámbito social. El modo de vida árabe lo demuestra claramente. El comercio fue el medio más común de alcanzar las necesidades básicas para la subsistencia. Los viajes mercantiles no se llevaban a cabo sino en las rutas seguras para las caravanas con paz entre las tribus, dos necesidades ausentes excepto en los meses  sagrados cuando los árabes sostenían sus reuniones en las ferias de ‘Ukaz, Dhil-Majaz, Miÿannah y otras.

 

    Arabia era la región más alejada de la industria. La industria del tejido y la costura eran provistas por la gente del Yemen, Hîrah y las fronteras sirias. En el interior de la región existía cierta clase de agricultura y ganadería. Casi todas las mujeres árabes trabajaban en el arte de hilar, pero incluso ésta actividad se veía interrumpida por las constantes guerras. En general, la pobreza, el hambre y la escasez de vestimenta era lo que prevalecía y caracterizaba a la economía de Arabia.

 

La ética

 

    No podemos negar que los árabes preislámicos tenían muchos males. Siendo estos males y vicios rechazados por la razón, pero ello jamás podría haber ocultado la sorprendente existencia de virtudes loables, de las cuales mencionaremos las siguientes:

 

1. La Hospitalidad: Solían competir entre sí por la hospitalidad, enorgulleciéndose de ella. Numerosas poesías estuvieron dedicadas a elogiar el buen trato o a denunciar el maltrato al huésped. Un hombre podía visitar a otro que sufría mucho frío y hambre, el dueño de casa a pesar de que no tenía bienes excepto una camella de la cual la vida del resto de su familia dependía, la sacrificaría para agasajar a su huésped. No vacilaban en pagar grandes indemnizaciones o en afrontar otras penurias con tal de frenar el derramamiento de sangre, lo cual era motivo de admiración y elogio.

 

    Entre sus principales rasgos estaba elogiar el consumo del vino, no por jactarse del mismo sino por ser un medio para demostrar hospitalidad. Por estas razones la uva para el vino era llamada "Karm", la misma palabra que se usa para describir la hospitalidad.

 

    Cuando miramos las colecciones de poemas de la época preislámica encontramos numerosos capítulos de elogios, orgullo y vanidad.

 

    El juego de azar era otra práctica asociada a la generosidad, debido a que las ganancias se destinaban a la caridad. Incluso el Noble Corán no le resta importancia al beneficio derivado del vino y del juego, pero también dice:

(Pero el daño que causan es mayor que su beneficio) [2:219]

 

2. Respetar el convenio. Para el árabe, hacer una promesa significaba estar en deuda. Nunca repararía en la muerte de sus hijos o en la destrucción de su casa por sostener la inalterable tradición de cumplir con un convenio. La literatura de este período es rica en historias que demuestran esta virtud.

 

3. Sentido del honor y el repudio a la injusticia: Este atributo se consideraba principalmente como gran exceso de coraje y autoestima. El árabe siempre estuvo dispuesto a censurar la menor insinuación de humillación y flojedad. Nunca dejaría de sacrificarse por mantener su sentimiento de honor.

 

4. Firme determinación y voluntad. El árabe nunca desistió de conducirse por el camino que llevaba a mantener su orgullo y honor, aún a costa de su vida.

 

5. Paciencia, Perseverancia y bondad. El árabe admiraba estas características, no obstante, debido a la vida que llevaban con mucho ímpetu y coraje se consideraban con poca necesidad de demostrar estas cualidades.

 

6. Una simple y sencilla vida nómada, Alejados de las apariencias de la engañosa vida de la ciudad mantenían una naturaleza propia de honestidad, alejados del engaño y la traición.

 

    Dicha ética invalorable acompañada con la favorable posición geográfica de Arabia, fueron los factores que estuvieron presentes en la elección de los árabes para cargar con la responsabilidad de transmitir el Mensaje del Islam, y conducir a la humanidad en un nuevo curso de vida.

Lo más apreciado dentro de esta ética, después de cumplir los convenios, fue sin duda su gran sentido de autoestima y una fuerte determinación, dos cualidades humanas indispensables para combatir el mal y eliminar la corrupción moral, por un lado, y establecer una sociedad justa por el otro.


[60][2] Abu Daûd - Capítulo El niño pertenece al dueño de la cama donde nació.

 

INDICE                    FINAL

 


Linaje y Familia de Muhammad

 

Con respecto al linaje de Muhammad  , hay tres partes: La primera, cuya veracidad es respaldada por los biógrafos y estudiosos de la genealogía, la cual dice que la ascendencia de Muhammad se remonta a 'Adnân. La segunda, con muchos desacuerdos, se remonta más allá de 'Adnân hasta Ibrâhîm . La tercera, con muchos componentes incorrectos se remite más allá de Ibrâhîm hasta alcanzar a Adam .

 

Algunos de estos conceptos han sido comentados anteriormente, pero aquí mencionaremos en detalle estas tres partes de su linaje.

 

El primero: Muhammad  Ibn ‘Abdullah Ibn ‘Abdul-Muttalib (llamado Shaibah) Ibn Hâshim, (llamado ‘Amr) Ibn ‘Abd Manâf (llamado Al-Mugîrah) Ibn Qusai (llamado Zaid) Ibn Kilâb Ibn Murrah Ibn Ka‘b Ibn Lua’i Ibn Gâlib Ibn Fihr (llamado Quraish y su tribu fue llamada así después de él) Ibn Malik Ibn An-Nadr (llamado Qais) Ibn Kinânah Ibn Juzaimah Ibn Mudrikah (llamado ‘Amir) Ibn Elias Ibn Mudar Ibn Nizâr Ibn Ma‘ad Ibn 'Adnân [61][1]

 

La segunda: 'Adnân Ibn Add Ibn Humaisi‘ Ibn Salâmân Ibn 'Aus Ibn Buz Ibn Qamual Ibn Ubai Ibn ‘Auuâm Ibn Nâshid Ibn Haza Ibn Bildâs Ibn Iadlâf Ibn Tabij Ibn Yahim Ibn Nahish Ibn Mâji Ibn 'Aid Ibn ‘Abqar Ibn ‘Ubaid Ibn Ad-Da‘a Ibn Hamdân Ibn Sanbir Ibn Iazrabi Ibn Iahzin Ibn Ialhan Ibn Ar‘awi Ibn Aid Ibn Deshân Ibn 'Aisar Ibn Afnâd Ibn Aihâm Ibn Muqsar Ibn Nâhiz Ibn Zârih Ibn Sami Ibn Mazzi Ibn ‘Awdah Ibn ‘Arâm Ibn Qaidâr Ibn Isma’il hijo de Ibrâhîm . [62][2]

 

     La tercera: Ibrâhîm Ibn Târih (Azar) Ibn Nâhûr Ibn Sârû‘(o Sarug) Ibn Ra‘u Ibn Falij Ibn 'Abir Ibn Shâlij Ibn Arfajshad Ibn Sâm  (Sem, padre de los semitas) Ibn Nûh (Noé) Ibn Lamik Ibn Mutuashlaj Ibn Ajnûj  -se menciona que era el Profeta Idrís  -  Ibn Yarid Ibn Mahla’il Ibn Qainan Ibn Anushah Ibn Shiz (Seth) Ibn Adam (Adán).[63][3]


[64][1] Ibn Hishâm, 1/1-2, y Târij At-Tabari 2/239-271.

 

La familia del Profeta

 

    La familia del Profeta Muhammad es llamada la familia Hâshimita por su abuelo Hâshim Ibn ‘Abd Manâf. Permítanme hablar un poco de Hâshim y sus descendientes.

 

1. shim: Como mencionamos anteriormente, era el único responsable de suministrar agua y comida a los peregrinos. Ese había sido su cargo cuando los hijos de ‘Abd Manâf y los de ‘Abd Ad-Dar se comprometieron a dividir las obligaciones entre ellos. Hâshim era rico y honesto. Era el primero en ofrecer a los peregrinos pan y sopa. Su primer nombre fue ‘Amr pero fue llamado Hâshim por desmenuzar pan entre los peregrinos. También fue el primer hombre que inició los viajes de invierno y verano de Quraish. Se ha narrado que fue a Siria como comerciante. Cuando retornó fue a Medina donde se casó con Salma (hija de ‘Amr perteneciente a Bani ‘Adi Ibn An-Nayyâr). Permaneció un tiempo junto a ella en Medina y luego viajó nuevamente a Siria mientras ella se encontraba embarazada. Murió en Gaza, Palestina, en el año 497 dC  posteriormente, su esposa dio a luz a ‘Abdul-Muttalib y lo llamó Shaibah, por la blancura de su cabello [65][1], y lo crió en la casa de su padre en Medina. Ninguno de sus familiares de La Meca supo de su nacimiento. Hâshim tuvo 4 hijos: Asad, Abu Saifi, Nadlah y ‘Abdul-Muttalib; y cinco hijas: Ash-Shifa, Jâlidah, Da‘ifah, Ruqaiah y Ÿannah.[66][2]

 

2. ‘Abdul-Muttalib: Recientemente hemos visto que tras la muerte de Hâshim, el suministro de agua y comida pasó a ser responsabilidad de su hermano Al-Muttalib Ibn ‘Abd Manâf. Cuando ‘Abdul-Muttalib llegó a la niñez, su tío Al-Muttalib supo de él y fue a Medina para buscarlo. Cuando lo vio, las lágrimas brotaron de sus ojos; lo abrazó y montó en su camello. Sin embargo, el chico, se abstuvo de ir con él a La Meca, hasta que obtuviera el permiso de su madre. Al-Muttalib le pidió a ella que dejara que el niño fuera con él a La Meca, pero ella rehusó. Se las arregló para convencerla diciendo: “Tu hijo irá a La Meca para restablecer la autoridad de su padre y para vivir en las cercanías de la Casa Sagrada”. En La Meca, la gente se sorprendió al ver a 'Abdul-Muttalib, y llegaron a pensar que era el esclavo de Al-Muttalib, pero éste anunció: “Él es mi sobrino, el hijo de mi hermano Hâshim”. El chico fue criado en la casa de Al-Muttalib, pero después de la muerte de Al-Muttalib en Bardman, Yemen, ‘Abdul-Muttalib asumió sus funciones y mantuvo el prestigio de su gente sobrepasando a sus abuelos con su honorable comportamiento, ganándose así un profundo amor y una gran estima.[67][3]

 

    Cuando Al-Muttalib murió, Naufal usurpó las ocupaciones de ‘Abdul-Muttalib; entonces  ‘Abdul-Muttalib pidió ayuda a los Quraishíes pero se abstuvieron de brindar asistencia a cualquiera de ellos. Debido a esto escribió a sus tíos de Bani An-Naÿÿâr (los hermanos de su madre) para que vinieran a socorrerlo. Su tío Abu Sa‘d Ibn ‘Adi (hermano de su madre) marchó hacia la La Meca liderando un grupo de ochenta jinetes, acampando en Abtah en La Meca. ‘Abdul-Muttalib los recibió y los invitó a su casa pero Abu Sa‘d dijo: “No antes de que me encuentre con Naufal”. Cuando encontró a Naufal sentado junto a unos ancianos de Quraish en la sombra de Al-Ka'bahh , Abu Sa‘d desenfundó su espada y sentenció: “Juro por Allâh que si no le devuelves a mi sobrino lo que le sacaste te mataré con esta espada”. Naufal fue forzado a abandonar lo que usurpó y los notables de Quraish fueron testigos de sus palabras. Luego Abu Sa‘d fue a la casa de ‘Abdul-Muttalib donde se quedó tres noches, hizo la ‘Umrah y retornó a Medina. Más tarde, Naufal se alió a Bani ‘Abd Shams Ibn ‘Abd Manâf contra Bani Hâshim. Cuando la tribu de Juza‘ah vio a Bani An-Naÿÿâr asistiendo a ‘Abdul-Muttalib dijeron: “Es nuestro hijo como lo es de ustedes. Tenemos más motivos para ayudarlo que ustedes”. La madre de ‘Abd Manâf era uno de ellos. Fueron a la casa de An-Nadua y se aliaron con Bani Hâshim en contra de Bani ‘Abd Shams y Naufal. Fue una alianza que más tarde constituyó el principal motivo para la conquista de La Meca [68][4]. ‘Abdul-Muttalib presenció dos importantes acontecimientos en su vida, la excavación del pozo de Zamzam y la invasión del Elefante.[69][5]

 

    ‘Abdul-Muttalib recibió una orden en sueños que consistía en cavar el pozo de Zamzam en un lugar en particular. Así lo hizo y encontró los tesoros que los hombres de Ÿurhum habían enterrado cuando fueron forzados a dejar La Meca. Halló las espadas, armaduras y los dos venados de oro. La puerta de la Ka´bah fue sellada con las espadas de oro y los dos venados luego de que la tradición de proveer agua de Zamzam a los peregrinos fuera establecida.

 

    Cuando del pozo de Zamzam comenzó a emanar agua, Quraish exigió participar del hecho, pero Abdul-Muttalib rechazó sus demandas, basándose en que Allâ le había designado para tan noble tarea. Para hallar una solución a la disputa, acordaron consultar a un adivino de Bani Sa’d. Cuando fueron a su encuentro, Allâh les mostró Sus designios que confirmaban la preeminencia de ‘Abdul-Muttalib concerniente al sagrado pozo. Sólo así hicieron que ‘Abdul-Muttalib hiciera la solemne promesa de sacrificar a uno de sus hijos adultos a la Ka´bah si llegaba a tener diez hijos.

 

    El segundo suceso fue cuando Abrahah As-Sabâh Al-Habashi, virrey de Abisinia (Etiopía) en el Yemen viendo que los árabes realizaban la Peregrinación a la Ka'bahh  construyó una gigantesca iglesia en San‘a para que los peregrinos árabes dejen de concurrir a La Meca y asistan a su iglesia. Un hombre de la tribu de Kinânah entendió su motivo, y entró a la iglesia de noche para tirar excremento en una de sus paredes. Cuando Abrahah se enteró del hecho se enfureció y lideró un gran ejército compuesto por sesenta mil guerreros con el fin de demoler la Ka'bahh. En su ejército había entre nueve y trece elefantes, y eligió el elefante más grande para él mismo. Marchó hasta que llegó a un lugar llamado Al-Magmas. Ahí movilizó sus tropas y preparó los elefantes, estando todos listos para entrar en La Meca. Cuando alcanzó el valle de Muhassar entre Muzdalifah y Mina el elefante se arrodilló y se negó a continuar. Cuando era dirigido hacia el norte, sur o este lo hacía apresuradamente pero cuando lo conducían en dirección a la Al-Ka'bahh  rumbo al oeste se arrodillaba.

 

    Entonces, Allâh envió pájaros sobre ellos que arrojaban piedras de arcilla cocida. Estas aves eran muy parecidas a las golondrinas y los gorriones, cada una llevaba tres piedras; una en su pico y las otras dos una en cada pata. Las piedras que golpearon a los hombres de Abraha cortaban sus miembros y los aniquilaban. Un gran número de los soldados de Abraha murió de ésta forma y otros tantos huyeron muriendo luego. Abraha sufrió una infección en la punta de sus dedos, los cuales le fueron amputados. Al llegar a San‘a, estaba en un estado deplorable y más tarde murió.

 

    Los Quraishíes para salvar sus vidas huyeron a lo alto de montes y montañas. Cuando el enemigo se dispersó volvieron a casa sanos y salvos.[70][6]

 

    El incidente del Elefante tuvo lugar en el mes de Muharram, cincuenta o cincuenta y cinco días antes del nacimiento del Profeta Muhammad , correspondiente a finales de febrero o principios de marzo del 571 dC  Fue un regalo de Allâh para Su Profeta y su familia. Es considerado como un augurio divino, anunciador de la luz que vendría y del advenimiento del Profeta y su familia. En contraste a esto, Jerusalén había sufrido atrocidades bajo el yugo de los enemigos de Allâh, ya que fuera invadida por Nabucodonosor en el 587 AC y por los romanos en el 70 dC  La Ka´bah, por la merced divina, nunca cayó bajo el control de los cristianos (los musulmanes de aquel entonces), aunque se encontraba poblada de politeístas.

 

    Las noticias sobre la invasión del Elefante alcanzaron los rincones más distantes del mundo. Abisinia (Etiopía) mantuvo fuertes lazos con los romanos, mientras que los persas, estuvieron atentos a cualquier cambio estratégico que se vislumbrara en el horizonte socio-político, y rápidamente ocuparon el Yemen. Incidentalmente, los imperios romano y persa permanecieron integrando el poderoso mundo civilizado de aquella época. El incidente del Elefante cautivó la atención del mundo sobre lo sacro de la Casa de Allâh, y mostró que ésta había sido escogida por Allâh para su consagración. Por lo que si alguien de su gente clamara la Profecía sería coherente con el incidente del elefante.

 

    ‘Abdul-Muttalib tuvo diez hijos, Al-Hâriz, Az-Zubair, Abu Tâlib, ‘Abdullah, Hamzah, Abu Lahab, Al-Gidaq, Maqwam, Safar y Al-‘Abbâs. Algunos dicen que tuvo once hijos, agregando a Qâsim. Aún otros dicen que tuvo trece hijos, agregando los nombres de ‘Abdul-Ka'bahh  y Haÿla. Se dice que ‘Abdul-Ka'bahh  es Maqwam y que Haÿla es Al-Gidaq, y que no tuvo un hijo llamado Qâsim. Tuvo también seis hijas, llamadas: Umm Al-Hakim también llamada Al-Baidha’, Barrah, ‘Atikah, Safiîah, Arûa y Umaimah.[71][7]

 

3. ‘Abdullah: Era el padre del Profeta Muhammad . Su madre fue Fátima, hija de ‘Amr Ibn ‘A’idh Ibn ‘Imran Ibn Majzûm Ibn Iaqdhah Ibn Murrah. ‘Abdullah era el más inteligente de los hijos de ‘Abdul-Muttalib y el más querido y amado por su padre. Fue el hijo designado por las flechas para ser sacrificado en la Ka'bahh. Cuando ‘Abdul-Muttalib tuvo diez hijos y estos alcanzaron la madurez, les divulgó su secreta promesa y silenciosamente obedecieron. Sus nombres fueron escritos en las flechas y éstas fueron arrojadas ante su más querido ídolo, Hubal. Las flechas fueron tiradas al azar y la que llevaba el nombre de ‘Abdullah mostró que debía ser sacrificado. ‘Abdul-Muttalib tomó su hijo hacia la Ka'bahh  con un cuchillo para sacrificarlo. Sin embargo, los Quraishíes, sus tíos de la tribu de Majzûm y su hijo Abu Tâlib, trataron de persuadirlo para que no lo haga. Tomó en cuenta sus consejos, donde le sugerían que debía consultar a una adivina para que decida el asunto. Esta ordenó que las flechas sean arrojadas nuevamente pero incluyendo diez camellos y ‘Abdullah. Dijo también que cada vez que salga el nombre de ‘Abdullah se debían agregar diez camellos más. La operación se realizó hasta llegar a los cien camellos. En este momento salió en la flecha los camellos y fueron sacrificados en lugar de su hijo. Los camellos sacrificados fueron puestos a disposición de quien quiera comer de ellos.

 

    Este incidente produjo un cambio en la suma de indemnizaciones por muertes en Arabia. Hasta ese momento eran diez los camellos ofrecidos, pero a partir de este suceso se incrementó el número a cien camellos. El Islam más tarde aprobaría este número. Se reportó que el Profeta dijo:

 

“Soy el descendiente de los dos que iban a ser sacrificados” haciendo referencia a Ismael  y a su padre ‘Abdullah.[72][8]

 

    ‘Abdul-Muttalib eligió a Aminah, hija de Uahab Ibn ‘Abd Manâf Ibn Zahrah Ibn Kilâb, como esposa para su hijo ‘Abdullah. También ella, a la luz de su linaje, se ubicaba con eminencia en cuanto a nobleza y decencia. Su padre era el jefe de Bani Zahrah los cuales poseían gran honorabilidad. Se casaron en La Meca, y más tarde ‘Abdullah fue enviado por su padre a comprar dátiles a Medina donde murió. En otra versión se narra que ‘Abdullah fue a Siria a comerciar y de regreso murió en Medina. Fue enterrado en la casa de An-Nâbigah Al- Ÿa‘di. Tenía 25 años cuando falleció. La mayoría de los historiadores relatan que murió dos meses antes de que naciera su hijo Muhammad . Otros aseguran que murió dos meses después del nacimiento del Profeta [73][9] Cuando Aminah se enteró de la muerte de su marido, efectuó en su memoria la más tierna y conmovedora lamentación [74][10]

 

    ‘Abdullah dejó pocos bienes– cinco camellos, unas pocas cabras, y una sirvienta, llamada Barakah – Umm Aiman – quien más tarde amamantó al Profeta  .[75][11]


[76][1] Ibn Hishâm 1/137, 157, tanto como Ar-Rawdh Al-Anf.[77][2] Ibn Hishâm, 1/107.

 

INDICE                    FINAL

 


EL NACIMIENTO DE MUHAMMAD  CUARENTA AÑOS ANTES DE LA PROFECIA

 

Nacimiento:

 

    Muhammad  , el líder de los Profetas, nació en el sector de Bani Hâshim en La Meca, un lunes por la mañana, el día nueve de Rabi’ Al-Auual, el mismo año que tuvo lugar el incidente del Elefante, un veinte o veintidós de abril del 571 d. C., de acuerdo al sabio Muhammad Sulaimân Al-Mansourpuri y al astrónomo Mahmûd Pasha.[78][1]

 

    Reportó Ibn Sa‘d que la madre de Muhammad dijo: "Cuando nació hubo una luz que salió de mí y alumbró los palacios de Siria". Ahmad y Ad-Dârimi reportaron algo similar.[79][2]

 

    Fue reportado que hechos significantes acompañaron su nacimiento: catorce balcones del palacio de Kisra se derrumbaron, el fuego sagrado de los Magos zoroastrianos se apagó, y algunas iglesias del lago de Sawa se hundieron y colapsaron. Esto fue registrado por At-Tabari, Al-Baihaqi y otros pero ninguna de las cadenas de narradores está confirmada.[80][3]

 

    Su madre mandó inmediatamente a informarle a su abuelo ‘Abdul-Muttalib tan alegre suceso. Felizmente se acercó a ella, lo tomó y lo llevó a la Ka'bahh, donde alabó y agradeció a Allâh .[81][4] ‘Abdul-Muttalib lo llamó Muhammad un nombre que no era común entre los árabes de esa época. Le realizó la circuncisión en su séptimo día como era costumbre entre los árabes. [82][5]

 

    La primera mujer que lo amamantó luego de su madre fue Zuaîbah, la concubina de Abu-Lahab, junto con su hijo, Masrûh. Ella había amamantado a Hamzah Ibn ‘Abdul-Muttalib y posteriormente amamantó a Abu Salamah Ibn ‘Abdul-Asad Al-Majzûmi.[83][6] 

 


 

 

Infancia:

 

    La costumbre común de los árabes que vivían en ciudades era enviar a sus hijos con niñeras beduinas con el propósito de que crecieran libres y saludables en el desierto, para poder también robustecerse y aprender el lenguaje puro de los beduinos y adquirir sus modales, que eran reconocidos por la honradez y la carencia de numerosos vicios que normalmente se desarrollan en sociedades sedentarias.

 

    El Profeta fue confiado más tarde a Halîmah bint Abi Dhuaib perteneciente a Bani Sa‘d Ibn Bakr. Su esposo fue Al-Hâriz Ibn ‘Abdul ‘Uzza llamado Abu Kabshah, de la misma tribu.

 

    Muhammad  tuvo muchos hermanos y hermanas de leche, ‘Abdullah Ibn Al-Hâriz, Anisah bint Al-riz, Hudhafah o Yudhamah bint Al-Hâriz (conocida como Ash-Shaima’), Abu Sufián Ibn Al-riz Ibn ‘Abdul-Muttalib, el primo del Profeta . Hamzah Ibn ‘Abdul-Muttalib, el tío (paterno) del Profeta , fue amamantado por las mismas dos nodrizas, Zuaibah y As-Sa‘diah, que amamantaron al Profeta .[84][1]

 

    La tradición nos relata como Halîma y su familia fueron favorecidos de varias maneras mientras Muhammad vivió bajo su cuidado. Ibn Ishâq registró que Halîma narró que ella junto a su esposo y un niño aun lactante partieron de su pueblo en compañía de algunas mujeres de su clan en busca de niños a quienes amamantar. Ella dijo:

 

“Fue un año de hambruna y sequía y no teníamos nada para comer. Monté una burra marrón. Poseíamos también con nosotros una camella vieja. Juro por Allâh que no podíamos siquiera obtener una gota de leche. No pudimos conciliar el sueño durante la noche porque el niño lloraba de hambre. No había suficiente leche en mi pecho y la camella no tenía nada para alimentarlo. Solíamos suplicar constantemente para que llueva y se aliviaran nuestras penas. Fuimos a La Meca buscando niños para amamantar. Ni una sola mujer de las nuestras aceptó al Mensajero de Allâh para amamantarlo, cuando se enteraban que era huérfano. Habíamos fijado nuestros ojos en la recompensa que obtendríamos del padre del niño ¡Un huérfano! ¿Para qué estaban su abuelo y su madre? Así que en principio lo rechazamos. Cada mujer de mi clan consiguió a alguien para amamantar y cuando estuvimos a punto de partir, le dije a mi esposo: “Por Allâh, no quiero regresar con las otras mujeres sin ningún bebé para amamantar. Debería ir a buscar a ese huérfano y llevarlo”. Me contestó: “No hay daño en hacerlo y tal vez Allâh nos bendiga con él.’ Así que fui y me lo llevé porque no había otra alternativa para mí que esa. Cuando lo cargué en mis brazos y regresé a mi lugar lo coloqué en mi pecho y para mi gran sorpresa, estos se encontraban llenos. Bebió hasta satisfacerse, y también lo hizo su hermano de leche y luego ambos se durmieron aunque mi bebé no pudo dormir la noche anterior. Mi esposo fue hacia la camella para ordeñarla, y para su asombro, la encontró llena de leche. Ordeñó y bebimos hasta saciarnos, y gozamos de un buen sueño durante la noche. A la mañana siguiente, mi marido dijo: “Por Allâh, Halima, debes entender que has traído un niño bendecido”. Respondí: “Por la gracia de Allâh, espero que así sea”.

 

    La tradición nos menciona que Halima y su familia tivieron una vida agraciada mientras el Profeta permaneció con ellos, rodeados de un aura de buena fortuna. La mula en que los llevaba a La Meca casi se desplomaba; pero recuperó fuerzas para el asombro de los acompañantes de Halima. Luego cuando llegaron a los campamentos en territorio del clan Sa’d, encontraron todo a su favor. En la tierra árida crecieron pasturas y el ganado volvía satisfecho y lleno de leche. Muhammad estuvo con Halima dos años hasta que fue destetado. Halima nos cuenta así este episodio:

 

“Entonces lo llevamos con su madre insistiéndole para que le permita quedarse con nosotros y así beneficiarnos de la buena ventura y las bendiciones que nos traía. Insistimos en nuestro pedido aludiendo que nuestra ansiedad era que el niño no se contagie de alguna peste en La Meca. Al fin se nos concedió nuestro deseo y el Profeta permaneció con nosotros hasta que lo devolvimos”.[85][2]

 

    El Profeta permaneció con ellos hasta los cuatro o cinco años de edad.[86][3] Encontramos en Sahih Muslim el relato de Anas: que el Ángel Gabriel  descendió y abrió su pecho para sacar su corazón. Entonces extrajo un coágulo negro de éste y dijo: “Ésta era la parte de Shaitân en ti”. Luego lo lavó con agua de Zamzam en un recipiente de oro. Después devolvió el corazón a su sitio. Los niños y compañeros de juego fueron corriendo hacia su madre, o sea, su nodriza, y dijeron: “¡Muhammad ha sido asesinado!” Todos se dirigieron a él y lo hallaron en buen estado excepto que su rostro estaba pálido. Dijo Anas: “He visto las cicatrices que quedaron en su pecho”.[87][4] 


 

 

Retornando a su amada madre

 

    Después de éste suceso, Halîma se preocupó por el niño y lo devolvió a su madre con quien permaneció hasta los seis años de edad.[88][1]

 

    Respetando la memoria  de su esposo, Aminah decidió visitar su tumba en Iazrib (Medina). Recorrió una distancia de 500 kilómetros acompañada de su hijo huérfano (de padre), su esclava Umm Aiman y su suegro ‘Abdul-Muttalib. Permanecieron allí un mes y luego regresaron a La Meca. En el camino de retorno, le sobrevino una grave enfermedad, de la cual murió entre La Meca y Medina.[89][2]


[90][1]Talqih Fuhum Ahl-al-Azar, pág. 7; Ibn Hishâm, 1/168.

 

Viviendo con su compasivo abuelo

 

    ‘Abdul-Muttalib llevó al niño a La Meca. Le tenía un gran afecto, dado que con la reciente desgracia (la muerte de su madre), aumentaban sus penas. ‘Abdul-Muttalib era más cariñoso con su nieto que con sus propios hijos. Ibn Hishâm reportó: “Una estera fue colocada bajo la sombra de la Ka´bah para ‘Abdul-Muttalib. Sus hijos solían sentarse alrededor de ella por respeto a su padre, pero Muhammad solía sentarse sobre ella. Si sus tíos lo veían hacer eso, lo retiraban, sin embargo, si ‘Abdul-Muttalib estaba presente, les decía: “Dejad a mi nieto. Juro por Allâh que éste niño tendrá una posición destacada”. Solía sentar al niño sobre su estera, palmear su espalda y siempre se complacía de sus acciones. [91][1]

 

    Cuando Muhammad contaba con ocho años, dos meses y diez días de edad, murió su abuelo ‘Abdul-Muttalib en La Meca y pasó al cuidado de su tío Abu Tâlib, hermano de su padre.

 

    Abu Tâlib cuidó de su sobrino, dejándolo junto a sus hijos y dándole preferencia sobre ellos. Trató siempre al niño con mucho respeto y gran estima.

 

    Abu Tâlib permaneció cuarenta años cuidando, protegiendo y asistiendo a su sobrino tanto como le fuera posible. Sus relaciones con los demás fueron determinadas según el trato que estos mostraban al Profeta .

 

    Ibn 'Asâkir reportó, que Yalhamah Ibn ‘Arfutah dijo: “Llegué a La Meca en un año de sequía; así que Quraish dijo: “¡Abu Tâlib! El valle se ha vuelto árido y los niños están hambrientos, supliquemos para que llueva”. Abu Tâlib se dirigió a la Ka´bah con un jovencito que era tan hermoso como el Sol, acompañándolo una nube oscura sobre su cabeza. Abu Tâlib y el chico se colocaron junto a la pared de la Ka´bah y suplicaron para que llueva. Inmediatamente, nubes de distintas direcciones se juntaron, y comenzó a llover torrencialmente desbordando los  manantiales y rebrotando las plantas en las villas y los campos”. [92][2]


 

 

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Adolescencia y Juventud

 

El monje llamado Bahira

 

    Cuando el Mensajero de Allâ tenía 12 años, dos meses y diez días, [93][1] viajó con su tío Abu Tâlib a Siria con fines comerciales. Cuando llegaron a Busra (que era una parte de Siria, en las proximidades de Hurân bajo dominio romano) había un monje conocido como Bahira (dicen que su nombre era Jorge). Cuando llegaron, salió a su encuentro, y aunque no los había visto antes, inmediatamente reconoció al Profeta  y dijo mientras tomaba su mano: “Este es el más sobresaliente de los humanos. Allâ lo enviará con un Mensaje que será misericordia para toda la humanidad”. Abu Tâlib le preguntó: “¿Cómo sabes eso?”. Le respondió: “Cuando aparecieron en la dirección de ‘Aqabah, todas las piedras y árboles se prosternaron, cosa que nunca hacen excepto ante un Profeta . Puedo reconocerlo por el sello de la Profecía que se encuentra debajo de su hombro, como una manzana. Estos signos los encontramos en nuestros libros”. Finalmente le pidió a Abu Tâlib que lo envíe de regreso a la La Meca y no lo lleve a Siria por temor a los romanos y los judíos. Abu Tâlib tomó en cuenta sus palabras y lo mandó de regreso a La Meca con algunos de sus sirvientes.[94][2]


[95][1]Esto fue dicho por Ibn Al-Yauzí en Talqih Fuhum Ahl-al-Azar, pág. 7.

 

Las guerras profanas

 

    A los veinte años de edad el Profeta e fue testigo de las llamadas guerras profanas, que eran causa de aflicciones y numerosas muertes durante largos años, entre Quraish y Banu Kinânah y Qais ‘Ailân por el otro lado. Fueron llamadas de esa manera porque lo sagrado fue quebrantado, incluido los meses sagrados. Harb Ibn Umaiah, por su eminente posición y honorable origen, solía ser el líder de Quraish y de sus aliados. En una de esas batallas, el Profeta e ayudó a sus tíos. Su tarea se limitaba a recoger las flechas del enemigo en cuanto caían, y alcanzarlas a sus tíos.[96][1]


 

 

La Confederación Al-Fudûl:

 

    Cuando finalizaron estas guerras durante el sagrado mes de Dhul Qa‘dah, y la paz fue restablecida, la gente sintió la necesidad de formar una confederación en La Meca para suprimir la violencia y la injusticia, y reintegrar los derechos de los débiles y destituidos. Representantes de  Banu Hâshim, Banu Al-Muttalib, Asad Ibn ‘Abd Al-‘Uzza, Zahrah Ibn Kilâb y Taim Ibn Murrah fueron convocados para reunirse en la casa de un honorable anciano llamado ‘Abdullah Ibn Ÿada‘ân At-Taimí para dedicarse a tan noble tarea. El Mensajero de Allâ al poco tiempo de ser honrado con la Profecía, al haber presenciado dicho acontecimiento comentó: “Estuve presente en la confederación que se realizó en la casa de ‘Abdullah Ibn Ÿada‘ân. Me ha sido mucho más grato que (obtener) una manada de ganado. Aún ahora en el período islámico yo respondería positivamente a tal encuentro si fuera invitado”.[97][1]

 

    De hecho, el espíritu noble y postulados de esa confederación era muy contrarios a el actuar de las tribus árabes de la época de la ignorancia, el cual era motivado casi siempre por la ascendencia sanguínea y no así por algún tipo de código de ética. La historia que condujo a su realización cuenta que un hombre del clan Zubaid llegó como comerciante a La Meca, donde vendió algunas mercaderías a Al-‘As Ibn Uail As-Sahmí, y éste último evadió el pago de los bienes. El vendedor solicitó la ayuda de algunos de sus aliados de los clanes Quraishíes, pero estos no prestaron el más mínimo interés en sus reclamos. Entonces, se paró en la cima de una colina y en voz alta recitó versos denunciando la injusticia sufrida. Az-Zubair Ibn ‘Abdul-Muttalib se interesó en el asunto, y en consecuencia, los representantes antes mencionados de dicha confederación acordaron en el encuentro forzar a Al-‘As Ibn Ua’il a pagar la deuda contraída con Zubaid. [98][2]


 

 

Los trabajos de Muhammad

 

Muhammad , no tuvo un trabajo específico en su juventud pero se ha reportado que trabajó como pastor para Bani Sa‘d[99][1] y en La Meca como asalariado.[100][2] A la edad de 25 años, viajó a Siria como comerciante en representación de Jadîÿa. Ibn Ishâq registró que Jadîÿa, hija de Juailid, era una mujer de negocios muy honorable y muy rica. Solía emplear gente para que realice sus negocios dándole un porcentaje de las ganancias conseguidas. Los Quraishíes eran comerciantes, y cuando Jadîÿa fue informada sobre Muhammad , la veracidad de su palabra, su gran honestidad y sus excelentes modales, lo mandó llamar. Le ofreció dinero para ir a Siria y hacer negocios en su nombre, y le daría un porcentaje más alto que a los demás. También enviaría a su sirviente, Maisarah, con él. Él aceptó y fue con el sirviente a comerciar a Siria.[101][3] 

 


 

 

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Su casamiento con Jadîÿa

 

    Cuando retornó a la La Meca, Jadîÿa notó más ganancias y bendiciones de lo que estaba acostumbrada a ver. Su sirviente le comentó sobre los buenos modales, honestidad, seriedad, sinceridad y rectitud de Muhammad . Numerosos notables habían solicitado su mano en matrimonio pero Jadîÿa siempre rechazaba los ofrecimientos. Así fue que esta vez ella confesó su deseo de casarse a su amiga Nafîsah, hija de Muniah, quien inmediatamente fue a informar a Muhammad . Él aceptó y pidió a sus tíos para que hablasen con los tíos de Jadîÿa y arreglaran la boda. El matrimonio fue presenciado por Bani Hâshim y los lideres de Mudar. La dote constó de veinte camellos. Ella tenía cuarenta años y era considerada la mejor mujer en linaje, riqueza y sabiduría. Fue la primera esposa del Mensajero de Allâh , quien no volvió a casarse sino hasta después de su muerte.

 

    Con la excepción de Ibrâhîm, Jadîÿa fue la madre de los hijos del Profeta : Al-Qâsim, Zainab, Ruqaiah, Umm Kulzûm, Fátima y ‘Abdullah también llamado Taib y Tâhir. Todos sus hijos varones murieron en la niñez y todas sus hijas excepto Fátima murieron durante la vida del Mensajero . Fátima murió seis meses después de su deceso. Todas sus hijas se islamizaron, y emigraron a  Medina. [102][1] 


 

 

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Reconstruyendo la Ka´bah y el asunto del arbitraje

 

    Cuando el Mensajero de  Allâ tenía treinta y cinco años, los Quraishíes reconstruyeron la Ka'bahh . Lo hicieron porque era un edificio bajo de piedras blancas no mayor a nueve brazos de longitud, desde los días de Ismael . Se encontraba ya sin techo, cosa que facilitaba a los ladrones robar los tesoros que dentro se guardaban. También se encontraba expuesta a los factores climáticos –por su antigüedad– se encontraban debilitadas y deterioradas sus paredes. Cinco años antes de la Profecía, hubo una gran inundación que arrasó con La Meca y casi destruye la Ka´bah. Los Quraishíes se vieron en la necesidad de reconstruirla para salvaguardar su santidad y posición. Los jefes de Quraish decidieron usar solamente dinero ganado lícitamente para su reconstrucción, por eso todo dinero derivado de la prostitución, la usura e injusticias fue desechado. Al principio, estaban muy temerosos de derribar sus paredes, pero Al-Ualîd Ibn Al-Mugîrah Al-Majzûmi empezó con la tarea. Viendo que ningún castigo les acaecía, los demás también participaron en la demolición de sus paredes hasta llegar a las bases puestas por Ibrâhîm . Cuando empezaron a levantar las paredes para reconstruirla dividieron el trabajo con las demás tribus. Cada tribu era responsable de reconstruir una parte de ella. Las tribus juntaron las piedras y comenzaron la tarea. El hombre encargado de colocar las piedras fue un albañil bizantino llamado Baqum. Se trabajó en armonía hasta el momento de colocar la piedra negra en su debido lugar. Por esta razón empezaron las discusiones entre los jefes, durando éstas cinco días, cada uno adjudicándose el honor de ubicarla en su lugar correspondiente. Estuvieron a punto de sacar sus puñales y el derramamiento de sangre parecía inminente. Afortunadamente el más anciano de los jefes, Abu Umaiah Ibn Mugîrah Al-Majzûmi, efectuó una propuesta que todos aceptaron. Dijo: “Permitan al primero que ingrese al Santuario que sea quien decida este asunto.” Y fue el deseo de Allâ que Su Mensajero sea el primero en ingresar.

 

    Al verle, todos los que se encontraban presentes, exclamaron al unísono: “ ¡Al-Amin (el confiable) ha venido. Nos complace aceptar su decisión!”. Al ser informado sobre las diferencias existentes solicitó una manta y la extendió, colocando sobre ella la piedra negra. Luego convocó a los representantes de los diferentes clanes para que juntos levanten la manta. Al alcanzar el lugar apropiado Muhammad se encargó de colocar la piedra con sus propias manos. De esta forma sencilla fue resuelto el delicado y tenso problema gracias a la sabiduría del Profeta .

 

    A Quraish se le agotó el dinero lícito, entonces eliminaron un área de seis brazos de longitud del lado norte de Al-Ka'bah  llamado Al-Hiÿr o Al-Hatîm. Elevaron su puerta más allá del nivel del piso para permitir entrar solamente a los que ellos deseaban. Cuando la estructura alcanzó los quince brazos de altura edificaron un techo que descansaba sobre seis columnas.

 

    Cuando finalizaron la reconstrucción de la Ka'bah , asumió la forma cúbica de quince metros de altura. El lado donde estaba la piedra negra y su opuesto medían cada uno diez metros de longitud. La piedra negra estaba a 1.50m del nivel del piso. Los otros dos lados eran de doce metros cada uno. La puerta estaba a dos metros del nivel del suelo. Una estructura de aproximadamente 0.25 m. de altura por 0.30 m., de ancho, rodeaba Al-Ka'bahh. Se le denominó Ash-Shadheruân, originalmente parte integral del Sagrado Santuario, pero que Quraish excluyó. [103][1] 


 

 

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Un resumen de la vida de Muhammad  antes de su misión profética

 

    El Profeta Muhammad fue, desde su juventud, una combinación de los mejores atributos sociales. Era un hombre ejemplar, de pensamiento profundo y carente de faltas. Fue favorecido con inteligencia, originalidad y la elección de los medios correctos para conseguir sus legítimos objetivos. Sus largos silencios lo ayudaron en su hábito de meditar y en su profunda investigación de la verdad. Su mente despierta y su carácter puro fueron instrumentos fundamentales para asimilar y comprender las formas de vida individual y comunitaria de la gente. Se alejó de las supersticiones pero asumió un rol activo participando en los eventos de su sociedad. Se mantuvo alejado del consumo de embriagantes, de alimentarse de aquello sacrificado en nombre de los ídolos, o de participar en ceremonias paganas. Consideraba a los ídolos aberrantes y aborrecibles. No toleraba que se jure por Al-Lat y Al-‘Uzza.[104][1]

 

    La providencia de Allâh , sin duda, lo apartó de todo hecho reprobable y depravado. Aún cuando trató de obedecer sus instintos para disfrutar algunos placeres de la vida o seguir alguna tradición irrespetuosa, intervino la protección de Allâh para protegerlo. Ibn Al-Azîr registró que Muhammad dijo: “Nunca consideré hacer lo que hacen los paganos excepto en dos ocasiones. En ambos momentos intervino Allâh para apartarme de ello y nunca lo volví a intentar. Una vez le dije a mis compañeros pastores que se encarguen de mi rebaño mientras nos encontrábamos en la parte alta de La Meca. Quise bajar para entretenerme como lo hacían los jóvenes. Me dirigí a la primera casa de La Meca donde escuché música. Entré y pregunté de qué se trataba, y me respondieron que festejaban un casamiento. Me senté a escuchar pero rápidamente caí en un sueño profundo. Más tarde me despertaron los rayos del sol. Luego regresé donde estaban mis compañeros pastores y les conté lo que me había sucedido. Jamás intenté hacerlo nuevamente.”[105][2]

 

    Al Bujâri registró que Yâbir Ibn ‘Abdullah dijo: “Mientras la gente reconstruía la Ka'bahh , el Profeta Muhammad fue con ‘Abbâs para acarrear algunas piedras. ‘Abbâs le dijo: ‘Coloca tu izâr (faldilla que se viste bajo la túnica) alrededor de tu cuello para protegerla de las piedras. El Profeta (en cuanto lo hizo) cayó al suelo y sus ojos se tornaron hacia el cielo. Después, despertó y exclamó: ‘¡mi izâr... mi izâr!’. Y vistió nuevamente su izâr”. [106][3]  Otra versión cuenta: “Su aura (vergüenzas) jamás volvió a ser vista desde entonces.” [107][4]

 

    El Profeta se distinguía por su modestia, comportamiento virtuoso, y sus excelentes modales. Era un hombre ideal y poseía un irreprochable carácter. Era el más colaborador para con sus compañeros, el más honesto al hablar, y el de temperamento más apacible. Era el más gentil, pudoroso, hospitalario, y siempre impresionaba a la gente por su aspecto que inspiraba respeto.  Era el más confiable y el mejor cumplidor de los convenios. Sus conciudadanos por unanimidad acordaron llamarlo Al-‘Amîn (el confiable). La madre de los Creyentes, Jadîÿa, le dijo: “Mantienes unidos los lazos y vínculos de parentesco, ayudas a los pobres y necesitados, eres hospitalario con tus huéspedes y asistes al oprimido”. [108][5]


 

 

El período de La Meca  

 

    La vida del Mensajero de Allâh se dividió en dos etapas después de que Allâh lo honrara con la profecía y el Mensaje.

 

  1. El período de La Meca o mecano: Aproximadamente trece años.

  2. El período de Medina o medinés: Aproximadamente diez años.

 

    Cada período tiene sus características propias, que expondremos en una breve investigación sobre las etapas correspondientes a la invitación al Mensaje (da’wa) que tuvieron ambos períodos.

 

El período de La Meca se puede dividir en tres etapas:

 

  1. Prédica secreta, que duró tres años.

  2. Prédica pública y abierta, a la gente de La Meca, empezando en el cuarto año de la Profecía hasta el décimo año del periodo mecano.

  3. Prédica fuera de La Meca, desde el final del décimo año de su estadía en La Meca hasta su emigración a Medina .

 

El período de Medina será comentado más adelante.


 

 

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Bajo la sombra del Mensaje y la Profecía

 

En la cueva de Hirá:

Cuando el Profeta Muhammad  tenía cuarenta años aproximadamente, pasaba largas horas en reclusión meditando sobre los aspectos del universo que lo rodeaban. Esta actitud de meditación contribuyó a diferenciarlo del resto de la población de La Meca. Solía abastecerse de Sauîq (avena) y agua para luego dirigirse a las colinas y barrancos de las vecindades de La Meca. Su favorita para frecuentar, era una cueva llamada Hirá, en la montaña An-Nur. Quedaba a dos millas de La Meca, siendo una cueva pequeña de cuatro brazos de longitud por casi dos de ancho. Siempre que iba a ese lugar alimentaba a algún pobre que se le acercaba. La mayoría del tiempo lo dedicaba a la devoción, y especialmente en el mes de Ramadán, a la adoración, y a la meditación en la sabiduría que regía al universo que lo rodeaba. Su corazón se encontraba dolido a causa de la decadencia moral y la idolatría que era practicada por su gente; se sentía desamparado por no encontrar una solución definitiva, algún medio que le sirva para seguir, y corregir las enfermas costumbres que lo rodeaban. Este estado de soledad acompañado de un estado de contemplación debe comprenderse desde una perspectiva Divina. Era esta una etapa preliminar al período de gran responsabilidad que próximamente debería sobrellevar.

 

    La reclusión y el desapego por las impurezas de la vida fueron dos requisitos indispensables para poder enfrentar lo que Allâh le tenía reservado. Una forma de prepararlo para asumir tan importante compromiso, para cambiar la faz de la tierra y alterar para siempre el curso de la historia. Fue un período rico en privacidad que duró tres años hasta el comienzo de su misión, guiándolo hacia una nueva era de indisoluble contacto con lo oculto que Allâ permitiría que presencie.[109][1] 


 

 

Gabriel  desciende con la revelación

 

    Cuando tenía cuarenta años, momento cumbre de la vida, y según se dice la edad en la cual los Profetas son ordenados difundir el mensaje, signos de su Profecía comenzaron a manifestarse y brillar en los horizontes de su vida; entre esas señales estaba que las piedras en la ciudad de La Meca lo saludaban con el Salam; también todo lo que veia en su sueño se hacia realidad y tan claro como el día. Esto duro seis meses. El período de la Profecía fue de 23 años; y este período de seis meses llenos de visiones verídicas constituye una parte integral de la cuarentaba parte de la Profecía. En Ramadán, en su tercer año de reclusión, en la cueva de Hirá, la voluntad de Allâ hizo que honrara a Muhammad con la Profecía, y la luz de la Revelación se derramó sobre él con algunas aleyas del Noble Corán.

 

    En cuanto a la fecha exacta, cuidadosas investigaciones que tienen en cuenta evidencias circunstanciales y relevantes nos permiten remontarnos al lunes 21 de la noche de  Ramadán  correspondiente al 10 de agosto del año 610 d.c. cuando el Profeta Muhammad  tenía exactamente 40 años lunares, 6 meses y 12 días equivalentes a  39 años, 3 meses y 22 días del calendario Gregoriano.[110][1]

 

‘‘Aishah, la veraz, narró el siguiente significativo suceso, que llevaría luz divina para disipar la oscuridad producida por la incredulidad y la ignorancia, infundiendo a la vida a un nuevo curso y brindando la más seria enmienda a las líneas de la historia de la humanidad:

 

“La primera manifestación de la Revelación al Mensajero de Allâh fue la visión verídica en sueños, que notablemente se volvían realidad en todas las ocasiones. Luego comenzó a amar la soledad y solía recluirse en la cueva de Hirá por un determinado número de noches para dedicarse a la devoción antes de volver con su familia y buscar nuevamente provisiones para el mismo propósito. Hasta que inesperadamente le llegó la verdad cuando estaba en la cueva. Llegó el ángel y le dijo: "¡Lee!" Respondió: "No sé leer". Contó el Profeta : "Entonces me tomó y abrazó fuertemente, luego me soltó y repitió la orden: "¡Lee!". Le dije: "No sé leer", entonces me tomó nuevamente y por segunda vez me abrazó fuertemente y luego me soltó dejándome exhausto y me dijo: "¡Lee!". Y contesté: "¡No sé leer!", y así fue que me abrazó fuertemente por tercera vez y luego, al soltarme, dijo:

 

(Lee en el  Nombre de tu Señor, que ha creado (todo lo que existe), ha creado al hombre de un coágulo. Lee. Y tu Señor es el más Generoso.) [96:1-3]

 

    Luego el Profeta repitió estas aleyas. Temblaba de miedo. Entonces regresó con Jadîÿa y le dijo: "Cúbreme... cúbreme". Ella lo cubrió hasta que se tranquilizó. Al comentarle lo que le había sucedido en la cueva, Jadîÿa lo consoló diciendo: "Allâh nunca te humillaría. Mantienes los lazos familiares; cargas con las dificultades de los débiles; asistes al pobre y al necesitado, agasajas a tus huéspedes, y te esfuerzas por solucionar los problemas que afligen a la gente".

 

    Partieron entonces a ver un primo de Jadîÿa llamado Uaraqah Ibn Naufal, quien había abrazado el Cristianismo en el período pagano, y solía transcribir el Torá en hebreo y había puesto por escrito varias partes del Evangelio en hebreo. Era un sabio anciano ciego. Jadîÿa le dijo: “¡Primo mío! Escucha a tu sobrino” Uaraqa le preguntó: “¡Sobrino mío! ¿Qué fue lo que viste?” el Mensajero de Allâh le contó cuanto le había pasado. Uaraqah dijo: “Ese es el Namûs (el ángel que desciende con la revelación divina) que Allâ envió anteriormente a Moisés . Desearía ser joven y vivir para estar en el momento que tu pueblo te expulse.” Muhammad le preguntó: “¿Acaso ellos me expulsarán?” Uaraqah respondió afirmativamente y le dijo: “Todo aquel que trajo algo similar a lo tuyo fue tratado con hostilidad y si yo alcanzo a estar vivo ese día te brindare todo mi apoyo” A los pocos días Uaraqah murió y la Revelación se interrumpió. [111][2]


[112][1]  Los historiadores difieren acerca del mes en que Allâh lo honró con la Profecía, y el mes en el cual descendió la Revelación. Un gran número afirma que fue en el mes de Rabi‘ Al-Auual. Otro grupo asegura que fue en Ramadán. Algunos dicen que fue en Raÿab (Ver Mujtasar Sirat-ur-Rasul por el Shaij ‘Abdullah An-Naÿdi pág. 50) preferimos el segundo punto de vista, que fue durante Ramadán, debido a que Allah dice en su libro:  (El mes de Ramadán en el cual fue revelado el Corán…) [2:185] Y también (Ciertamente lo revelamos en la noche del Qadar.)” [97:1] Y es bien sabido que la noche del Qadar es durante el mes de Ramadán, y este es el significado de las palabras (Lo hemos revelado en una noche bendita) [44:3] además su reclusión en Hirá fue durante Ramadán, y Gabriel descendía durante ese mes como es bien sabido. Los sabios también tienen diferentes opiniones sobre el día en que comenzó la Revelación. Algunos dicen que fue el séptimo otros el día 17 y otros el 18 (Ver Mujtasar Sirat-ur-Rasul por Shaij ‘Abdullah An-Naÿdi pág. 75 y Rahmat-ul-lil ‘alamin 1/49). Al-Judari afirmó que fue el día 17 (Muhadarât  Târij Al-Umam Al-Islamiah 1/69) pero nosotros consideramos que fue el día 21 porque la mayoría de los sabios de la Sirah (Biografía del Profeta de Allah ) concuerdan  que el Profeta fue elegido un lunes, como lo respaldan los sabios del Hadiz basados en la narración de Abu Qatada, donde el Mensajero de Allah fue preguntado acerca de ayunar los lunes y respondió: “Nací un lunes y un lunes comenzó la Revelación.” En otra narración: “Ese es el día en que nací y en el que fui elegido como Profeta” o “comenzó la Revelación.” (Sahih Muslim 1/368, Ahmad 5/297, 299, Al-Baihaqi 4/286, 300, Al-Hakim 2/602). Durante ese año en Ramadán, el Lunes ocurrió el 7, 14, 21, y el 28. Autenticas y verídicas narraciones prueban de que la noche del Qadar transcurrió en una noche impar durante las últimas diez noches de Ramadán. Entonces cuando nos referimos a las palabras de Allâh (Ciertamente lo revelamos en la noche del Qadar.) [97:1] y a la narración de Abu Qatadah que dice que el Profeta fue elegido un lunes y consideramos los cálculos de los días que coincidieron Lunes durante Ramadán de ese año, concluimos que fue elegido un Lunes de la noche 21 de Ramadán. Y Allah sabe más.

 

Interrupción de la Revelación

 

Ibn Sa‘d reportó de Ibn ‘Abbâs  que la Revelación tuvo una pausa de unos pocos días.[113][1] Después de cuidadosos estudios, esto parece ser lo más probable. Decir que duró tres o dos años y medio, como es popular; no es lo correcto, pero acá no nos detendremos en mayores detalles.

 

    En ese entonces el Profeta  se encontraba sumido en una especie de depresión acompañada de asombro y perplejidad. En el "capítulo de los Sueños", Al Bujâri registró que la inspiración divina se suspendió por un tiempo y el Profeta entristeció, y en reiteradas ocasiones sentía el impulso de arrojarse desde lo alto de una elevada montaña, y cada vez que llegaba a la cima, aparecía Gabriel  y le decía: "¡Oh Muhammad! Ciertamente eres el Mensajero de Allâh", entonces se tranquilizaba su corazón y retornaba a su casa. [114][2] 


 

Una vez más, Gabriel descendió con la Revelación de Allâh

 

Dijo Ibn Haÿar: "La pausa de la Revelación de unos pocos días fue para aliviar al Mensajero de Allâh del miedo que experimentó y para que anhelará recibir la Revelación." Cuando las sombras de la perplejidad se desvanecieron, las banderas de la verdad se enaltecieron, el Mensajero de Allâh supo con seguridad que había sido designado Mensajero del más Grandioso Señor. Su espera y anhelo por la llegada de la Revelación constituyó una buena razón para su firmeza y autodominio en el arribo de la inspiración de Allâh , Al Bujâri registró de Yâbir Ibn ‘Abdullah  que había oído decir al Mensajero de Allâh acerca de la pausa:

 

"Mientras estaba caminando, escuché una voz desde el cielo. Miré hacia arriba y era el mismo ángel que me había visitado en la cueva de Hirá. Estaba sentado entre la Tierra y el cielo. Me asusté y me arrodillé. Fui para mi casa y dije (a mi esposa): "Envuélveme.....envuélveme..." entonces Allâh reveló las aleyas:

(¡Oh tu que te envuelves! ¡Levántate y advierte! ¡Y a tu Señor engrandece! ¡Y purifica tu vestimenta! ¡Y aléjate de los ídolos!) [74:1-5]

Luego de esto la Revelación se hizo más frecuente y regular.[115][1]

También se ha citado: "Permanecí en Hirá un mes. Cuando mi estadía terminó descendí para escuchar un llamado en el interior del valle".

 

    Esto significa que descendió de la montaña luego de completar el mes de Ramadán, por lo que deducimos que la pausa de la revelación fue de diez días, porque no había transcurrido otro Ramadán desde la primera Revelación.

 

    El Mensaje comenzó con estas aleyas, que traían dos categorías de claras y explícitas responsabilidades:

 

Comunicar y Advertir: estas fueron las primeras obligaciones como dijo Allâh :

(Levántate y advierte!) 

Es decir; que debía advertir a la gente del castigo de Allâh si no abandonaban su injusticia, desviación y adoración de ídolos.

 

Aferrarse a lo que Allâh le ordenaba: este era el otro deber:

(¡Y a tu Señor engrandece!)

Es decir, adorarlo sólo a Él .

(¡Y purifica tu vestimenta!)

El objetivo aparente es que purifique sus vestimentas y su cuerpo, ya que aquel que se presenta ante Allâh para alabar Su grandeza no lo hace con vestimentas sucias. También indica la purificación de la impureza que significa asociar algo o alguien con Allâh .

(¡Y aléjate de los ídolos!)

Es decir alejarse de lo que causa la ira de Allâh , y esforzarse por obedecerlo y evitar los actos de desobediencia.

(Y no des algo para recibir más.)

Es decir, no te comportes bien con la gente solo para ser recompensado por ellos o para obtener algún beneficio en esta vida.

El siguiente versículo indica la persecución que espera a aquellos que invitan al monoteísmo, advirtiendo del  castigo que espera a los idólatras. Dijo :

(Y se paciente y perseverante por la causa de tu Señor.)

Esta Sûrah confía al Profeta  esta difícil orden, privándolo del descanso, para que se esfuerce y persevere ante las dificultades:

(¡Oh tu que te envuelves! Levántate y advierte.) 


 

 

Algunos detalles sobre las distintas formas de la Revelación

 

Antes de abordar los detalles del período de divulgación del Mensaje y la Profecía, nos gustaría referirnos a las distintas formas que se manifestó la Revelación dado que constituyó la principal fuente del Mensaje y el tema central de la prédica. Ibn Al-Qaîim menciona las distintas etapas y formas de la Revelación:

La primera: el período de las visiones verídicas mientras dormía. Este es el punto inicial de la Revelación al Mensajero de Allâh .

La segunda: lo que el ángel sin ser visto infundía en la mente y el corazón del Profeta . El Mensajero de Allâh dijo: "El Espíritu noble me reveló: ningún ser perecerá hasta que agote su sustento, así que temed a Allâh y pedidle con humildad. Nunca os impacientéis al borde de desobedecer a Allâh . Lo que está junto a Allâh no se obtiene sino a través de la obediencia."

La tercera: El ángel tomando forma humana solía visitar al Mensajero de Allâ y le hablaba directamente. El Profeta comprendía todo lo que el ángel le transmitía. Algunas veces que el ángel aparecía de esta forma era visto por los Compañeros del Profeta.

La cuarta: El ángel se manifestaba como redobles de campana y esta era la forma más difícil, ya que comenzaba a sudar su frente aún en los días más fríos. Si el Profeta estaba sobre su camella esta tenía que arrodillarse porque no soportaba tanto peso. Una vez el Profeta recibió esta forma de Revelación cuando estaba sentado y su muslo estaba sobre el de Zaid y este sintió la presión causándole daño en su muslo.

La quinta: el Profeta vio al ángel Gabriel  en su verdadera forma en dos ocasiones. Esto está mencionado en el Corán en la Sûrahh "La estrella".

La sexta: lo que Allâ le reveló en el cielo sin intermediario. Cuando ascendió al cielo y Allâh le ordenó el cumplimiento del Salât (oración).

La séptima: Las palabras de Allâh a Su Mensajero sin la mediación del ángel. Fue un privilegio otorgado a Musa  y claramente establecido en el  Corán, como se le recuerda a nuestro Profeta en la Sûrah "El Viaje Nocturno".

Algunos sabios añaden una octava pero controversial forma diciendo que Allâh le habló al Profeta directamente sin un velo o cortina entre ambos. Pero la verdad es que esto no está confirmado.[116][1]


 

 

INDICE                    FINAL

 


LA PRIMERA ETAPA

Su esfuerzo en la prédica del Islam

Tres años de prédica secreta 

Es bien sabido que La Meca era el centro religioso de los árabes y en ella se encontraban los custodios de la Ka'bahh. La protección y custodio de los ídolos e imágenes grabadas en piedra que recibían veneración por parte de los árabes estaba en manos de los Qurashies. Por eso la dificultad de cambiarlos, de reformar y rectificar un lugar considerado la madriguera de la idolatría. Trabajar en ese ámbito, sin dudas, requería de una inquebrantable voluntad y determinación, por eso es que el llamado inicial al Islam asumió una forma clandestina para que los habitantes de La Meca no se enfurecieran con una inesperada sorpresa.


 

Los primeros en abrazar el Islam

El Profeta inició su sagrada misión empezando por su hogar y luego con la gente más allegada a él. Invitaría al Islam a quienquiera que él pensaba que aceptaría la verdad proveniente de su Señor. De hecho, varias personas que no albergaba la menor duda en considerarlo Profeta inmediatamente respondieron, e inmediatamente abrazaron la fe verdadera. Son conocidos en la literatura islámica como los primeros islamizados.

Jadîÿa, la esposa del Profeta , la madre de los creyentes, fue la primera en ingresar en las filas del Islam, le siguió su esclavo liberto Zaid Ibn Hârizah Ibn Sharahil Al-Kalbi,[117][1] su primo ‘Ali Ibn Abi Tâlib , quien vivía con él desde su infancia, y luego su amigo íntimo Abu Bakr As-Siddiq . Todos ellos profesaron el Islam desde el primer día de la invitación. Abu Bakr, desde el primer día que abrazó el Islam, demostró ser un miembro enérgico y un asiduo activista. Era rico, amable, moderado y honrado. La gente solía visitarlo en su casa para beneficiarse de su sabiduría, cordialidad, y placentera compañía. Invitó al Islam a aquellas personas que le tenían confianza y gracias a sus esfuerzos, un buen número de personas abrazaron el Islam, tales como ‘Uzmân Ibn 'Affân, Az-Zubair Ibn 'Auuâm  Al-Asadi, ‘Abdur Rahmân Ibn 'Auf, Sa‘d Ibn Abi Uaqqâs y Talhah Ibn ‘Ubaidullah At-Taimí. Estas ocho personas precursoras constituían específicamente la vanguardia de la nueva creencia en Arabia. Entre los primeros Musulmanes estaban, también, Bilâl Ibn Rabâh (el abisinio), Abu ‘Ubaidah ‘Amir Ibn Al-Yarrâh, Abu Salamah Ibn ‘Abd Al-Asad, Al-Arqam Ibn Abi Al-Arqam perteneciente a la tribu de Majzûm, 'Uzmân Ibn Madh‘ûn y sus dos hermanos Qudâmah y ‘Abdullah, ‘Ubaidah Ibn Al-Hâriz Ibn Al-Muttalib Ibn ‘Abd Manâf, Sa‘id Ibn Zaid Al-‘Adaui y su esposa Fâtimah -hija de Al-Jattâb (la hermana de ‘Umar Ibn Al-Jattâb), Jabbâb Ibn Al-Aratt, ‘Abdullâh Ibn Mas'ûd Al-Hadhali y otros. Estos eran conocidos como los primeros Musulmanes. Pertenecían a distintos clanes de Quraish.

Ibn Ishâq dijo: “Luego la gente entró en las filas del Islam en multitudes, hombres y mujeres y la nueva fe no podía mantenerse en secreto por más tiempo.”[118][2]

El Profeta solía reunirse con sus nuevos seguidores y les enseñaba la religión en privado, porque el llamado al Islam estaba todavía divulgándose en forma individual y secreta. La Revelación se aceleró y continuó después de las primeras aleyas (¡Oh tú que te envuelves (en un manto)) Las aleyas reveladas en esta etapa eran cortas acompañadas de un maravilloso estilo y fascinante ritmo con total armonía. El tema central se enfocaba en la purificación del alma, advirtiendo a los musulmanes para que no sean víctimas de los engañosos encantos de esta vida. Las primeras aleyas informaban con precisión sobre el infierno y el jardín (Paraíso), conduciendo así a los Creyentes a un nuevo curso totalmente opuesto a las enfermizas conductas que predominaban entre los habitantes de La Meca.


 


As-Salât (la oración)

La orden de establecer la oración no estuvo entre las primeras revelaciones. Ibn Haÿar dijo: “Definitivamente el Profeta solía rezar antes del ‘Viaje Nocturno’ pero todavía es un asunto de controversia si el rezo fue establecido como un ritual obligatorio antes de la prescripción de las cinco oraciones. Se relata que era obligatorio rezar dos veces por día, por la mañana antes de la salida del sol y después del ocaso. Fue reportado que cuando el  Profeta recibió la primera Revelación, el ángel Gabriel , le enseñó a realizar la ablución.” Una narración con similar significado fue registrada por Ibn Mâÿah. También reportado por Al-Barâ’ Ibn ‘Azib, e Ibn ‘Abbâs, pero en su relato dijo: “Y eso fue el comienzo de su obligatoriedad.”[119][3]

Ibn Hishâm mencionó que cuando llegaba el momento de rezar el Profeta y sus Compañeros iban a un valle montañoso para orar secretamente. Abu Tâlib una vez encontró rezando al Mensajero de Allâh y a ‘Ali, y les preguntó que estaban haciendo. Cuando se enteró de que era una plegaria obligatoria les aconsejó que sean constantes en su práctica.[120][4] 


Los Quraishíes se enteran de la prédica

Durante esta etapa del llamado, aunque permanecía clandestino y secreto, su noticia llegó a los Quraishíes, pero estos le dieron poca importancia dado que el Mensajero de Allâ   no atacaba su religión ni criticaba sus ídolos.

Durante tres años de clandestinas actividades, un grupo de Creyentes emergió sumido en un espíritu de fraternidad y cooperación con un definido objetivo en sus mentes: difundir y establecer la invitación al Islam. Durante estos tres años Muhammad  se contentaba con enseñar a este círculo íntimo. Sin embargo había llegado el momento de predicar la creencia del Islam abiertamente. Entonces descendió la Revelación dándole al Mensajero de Allâ la orden de hacer pública la invitación a su pueblo, evidenciando la falsedad y el error de la idolatría y el politeísmo.


 

 

INDICE                    FINAL

 


LA SEGUNDA ETAPA
Predicando Abiertamente

Primera Revelación que se refería a la prédica pública

(Y advierte a tu tribu, a los que están más próximos a ti.) [26:214].

Esta fue la primer aleya revelada respecto a este tema, la cual se encuentra incluida en la Sûrah Ash-Shu‘arâ (Sûrah 26 – “Los Poetas”) la cual relata la historia de Moisés , desde sus comienzos como Profeta hasta la emigración de los Judíos, cuando escaparon del Faraón y su gente, y cuando el Faraón y su ejército se ahogaron. De hecho esta Sûrah narra las diferentes etapas por las que pasó el profeta Moisés , en su conflicto con el Faraón y su misión de invitar a su gente a la adoración de Allâh . También menciona los relatos del terrible final que acaeció en aquellos que negaron a los Mensajeros como el caso del pueblo de Noé, 'Ad, Zamûd, Abraham, Lot, y Ahlul-Aikah (La gente del bosque) los cuales eran un grupo de gente que solían adorar a un árbol llamado Aikah. Estas historias son mencionadas junto a la del Faraón y su gente para aleccionar a los que propagan la falsedad igual que lo hicieron sus antecesores y que vean cual fue su final. Al igual que permite cerciorarse sobre el inminente castigo de Allâ a quienes se aferran a la falsedad y para que los Creyentes tengan certeza de la bienaventuranza que les aguarda en el más allá.


 

Invitando al Islam a sus parientes más próximos

 

Obedeciendo la orden de Allâh , el Profeta Muhammad reunió a sus parientes de Bani Hâshim con un grupo de Bani Al-Muttalib Ibn ‘Abd Manâf. La reunión alcanzaba las cuarenta y cinco personas.

 

Abu Lahab inmediatamente tomó la iniciativa y se dirigió al Profeta con las siguientes palabras: “Estos son tus tíos y tus primos, háblales del asunto, pero antes que nada tienes que saber que tus parientes no están en condiciones de oponerse a todos los Árabes. Ten presente que tus parientes te bastarán como apoyo. Si sigues sus tradiciones, será más fácil para ellos de encarar a los demás clanes de Quraish aliados con los otros Árabes. La verdad es que nunca escuché de alguien que le cause más daño a sus parientes que tú.” Al escuchar estas palabras el Mensajero de Allâ se mantuvo en silencio durante esa reunión.

 

Más tarde los invitó a otra reunión. Luego se levantó y disertó unas breves palabras diciendo: “Las alabanzas son para Allâh, busco en Él Su ayuda, tengo fé en Él, me encomiendo a Él, y doy testimonio de que nadie debe ser adorado excepto Él, Él carece de asociados. El que guía nunca debe mentirle a su gente. Os juro por Allâh, Aquel que debe ser adorado, que he sido enviado como Mensajero para vosotros en particular y para toda la humanidad en general. Os juro por Allâh que moriréis como cuando dormís, y que resucitaréis como cuando os despertáis. Todos seréis llamados a rendir cuentas de vuestras acciones. Y moraréis eternamente en el Infierno o eternamente en el Jardín (Paraíso)”.

 

Abu Tâlib respondió: “Amamos ayudarte, acepto tu consejo y creo en tus palabras. Estos son tus parientes que convocaste y yo soy uno de ellos siendo el más apresurado en complacerte. Realiza lo que se te ha ordenado. Te protegeré y defenderé pero no puedo abandonar la religión de ‘Abdul-Muttalib (de mis antepasados).”

 

Luego Abu Lahab le dijo a  Abu Tâlib: “Juro por Allâh que esto es algo malo. Debemos detenerlo antes de que lo hagan los otros.” Abu Tâlib, sin embargo, respondió: “Juro por Allâh que lo voy a proteger hasta mi muerte.”[121][1]  


 


 

 

En el monte Safa

 

Luego de que el Mensajero de Allâh se asegurara de la protección de Abu Tâlib mientras llamara a la gente para que adoren a Allâh , se paró en el monte Safa y comenzó a llamar e invitar a la gente al monoteísmo (Tawhîd), a adorar solamente a Allâh , creer en Su Mensaje y en el Día de la Resurrección. Al Bujâri registró parte de esta historia narrada por Ibn ‘Abbâs. Dice: “Cuando las siguientes Aleyas fueron reveladas:

 

(Y advierte a tu tribu, a los que están más próximos a ti.) [26:214].

 

El Mensajero de Allâh ascendió al monte Safa y comenzó a llamar: “¡Bani Fihr! ¡Bani ‘Adi![122][1]” Mucha gente se reunió y aquellos que no pudieron enviaron a alguien. Abu Lahab también estaba presente. El Profeta dijo: “Si os digo que hay un ejército en el valle tras esta montaña que planea atacaros, ¿me creeríais?” Dijeron: “Por supuesto que sí, dado que siempre dices la verdad.” Dijo: “Os advierto de un severo castigo.” Abu Lahab de repente replicó: “¡Maldito seas! ¿Para esto nos has convocado?”. Inmediatamente las siguientes Aleyas fueron reveladas [123][2]:

 

(¡Que se pierdan las manos de Abu Lahab, y perdido está. De nada le servirá su riqueza ni todo lo que ha adquirido, Se quemará en un fuego inflamado. Y su mujer acarreará la leña. Llevando al cuello una soga de fibra.) [111:1].

 

    Muslim, en su libro Sahih, registró parte de esta historia narrada por Abu Hurairah, dijo: “Cuando fueron reveladas las siguientes aleyas:

 

(Y advierte a tu tribu, a los que están más próximos a ti.) [26:214].

 

El Mensajero de Allâ congregó a la gente de Quraish; luego de que acudieran a su convocatoria les exhortó y haciendo referencia a algunas tribus, dijo: “Oh Quraish, salvaos del fuego del Infierno; Oh gentes de Bani Ka‘b, salvaos del fuego; Oh Fâtimah, hija de Muhammad, sálvate del fuego, porque no puedo protegeros ante Allâh en nada excepto que mantendré los lazos de parentesco con vosotros.”[124][3]

 

    Era evidente en esta llamada que la creencia en el Mensaje constituiría la piedra angular de cualquier relación futura entre él y ellos, y que los vínculos de parentesco de los cuales era basada toda la vida árabe, había dejado de tener relevancia a la luz del ultimátum divino.


 

 

Proclamando la Verdad y la reacción de los Paganos

 

La voz del Profeta  se mantuvo resonante en La Meca hasta que la siguiente aleya fue revelada:

(Declara pues lo que se te ordena, y apártate de los idólatras.) [15:94]

Luego de esto el Mensajero de Allâh comenzó a proclamar la invitación al Islam en las reuniones y asambleas de los idólatras. Les recitaba el Libro de Allâ diciéndoles lo mismo que los Mensajeros anteriores decían a sus pueblos:

(¡Gente! Adorad a Allâh, fuera de Él no tenéis otro Dios.) [7:59]

Luego comenzó a adorar y alabar a Allâh abiertamente ante los ojos de su pueblo, rezando en voz alta en el patio de la Ka'bahh  durante el día. Luego comenzó a desacreditar las supersticiosas prácticas paganas, revelando sus reales errores, dándoles concretas pruebas de que la idolatría en todos sus ámbitos aunque se use para acercarse a Allâh a través de ella es una absoluta falsedad.

Todo esto daba como resultado que la aceptación al llamado se incremente ingresando la gente a la religión de Allâh . Esto trajo enemistad entre los islamizados y sus parientes paganos, haciendo que la tribu de Quraish se disguste con lo que estaba pasando.


 

Una asamblea de consulta para impedir que los peregrinos respondan a la invitación de Muhammad

 

    Durante esos días los Quraishíes tuvieron un serio tema de preocupación; la proclamación del Llamado islámico tenía unos pocos meses de antigüedad cuando faltaba poco para la temporada de la Peregrinación. Quraish sabía que las delegaciones árabes vendrían en poco tiempo. Entonces acordaron que era necesario contemplar un ardid que impida a los peregrinos árabes acercarse a la nueva creencia que predicaba Muhammad . Fueron a ver a Al-Ualîd Ibn Al-Mugîrah para deliberar al respecto. Al-Ualîd los invitó para que se pusieran de acuerdo en una resolución que gozara con la aprobación de todos. Sin embargo había discrepancias entre ellos. Algunos sugirieron decir que Muhammad era un adivino, pero desistieron porque su prédica no eran palabras que usaran los adivinos. Otros propusieron que se le acuse de ser un poseído, pero también fue dejado de lado porque no había ninguna insinuación peculiar de ese estado mental que se  manifieste; otros dijeron: “¿Por qué no lo acusamos de ser un simple poeta?”. Tampoco lograron ponerse de acuerdo, ya que sus palabras estaban fuera del léxico usado por los poetas. Una cuarta propuesta fue acusarlo de brujo. Pero aquí Al-Ualîd mostró su desacuerdo alegando que nunca se le había conocido que practicara la brujería, y admitió que las palabras que recitaba dejaban un dulce sabor en el espíritu y el corazón. Él, sin embargo, encontró que lo más apropiado para perjudicar a Muhammad era acusarlo de hechicero. La malvada asamblea acordó adoptar esta postura para así propagar que se trataba de un hechicero tan poderoso y conocedor de su técnica que era capaz de dividir al hijo de su padre, al hombre de su hermano, a la esposa de su marido y a la gente de su clan.[125][1]

 

    Es notorio destacar que Allâ reveló dieciséis aleyas con respecto a Al-Ualîd y el astuto método que emplearía para manipular a la gente que asistiría a la La Meca para peregrinar. Dijo Allâh :

 

(Ha reflexionado y meditado su respuesta; que muera ¿cómo ha podido premeditar así?; ¡que muera por cómo ha premeditado! Y después ha examinado; y luego ha fruncido el ceño y se le ha mudado el semblante; y luego ha dado la espalda y se ha llenado de soberbia; y ha dicho: esto no es más que magia aprendida; es sólo la palabra de un ser humano.) [74:18-25] [126][2]

 

    A pesar del complot, el Mensajero de Allâh visitaba a la gente durante la peregrinación, los acompañaba a sus campamentos en ‘Ukâz, Maÿanah y Dhul-Maÿaz para invitarlos a que adoren únicamente a Allâh . Abu Lahab seguía al Profeta gritando: “No le presten atención porque es un mentiroso, y un renegado”. Sin embargo Muhammad provocó conmoción con su prédica y algunos pocos aceptaron su invitación al Islam.[127][3]
 


[128][1] Ibn Hishâm, 1/271.

 

Los esfuerzos realizados para detener el avance del Islam

 

    Habiendo percibido que Muhammad  jamás abandonaría su misión, Quraish, en un desesperado intento de extinguir el mensaje del Islam, recurrió a otro método bajo e infame:

 

1. Burlar, degradar y ridiculizar a los nuevos islamizados en general y a la persona de Muhammad en particular, con el propósito de desmoralizar y disminuir su fervor religioso. Solían acusar al Profeta de ser un hombre poseído por un genio, o de que estaba loco:

 

(Y decían: Oh  (Muhammad ) tú que has recibido el recuerdo (el Corán)! Realmente eres un poseso.) [15:6]

 

Lo acusaban de ser un mentiroso que practicaba la brujería:

 

(Se extrañan de que les haya llegado un advertidor que es uno de ellos; y dicen los que se niegan a creer: Este es un mago farsante.) [38:4].

 

    Sus miradas hacia él eran fulminantes como si quisieran destruirlo o perturbarlo para desestabilizarlo e intimidarlo. Usaron toda clases de apelativos para insultarle: “loco”, “poseído por el demonio”, y demás epítetos:

 

(Casi te derriban con sus miradas, los que se niegan a creer, cuando oyen el recuerdo, y dicen: Es un poseso.) [68:51]

 

    Entre los primeros que abrazaron el Islam había un grupo que desafortunadamente no contaba con un clan poderoso que los defienda. Estas personas inocentes eran ridiculizadas e insultadas. Haciendo referencia a esta clase de gente la elite aristócrata de Quraish solía preguntarle con ironía y sarcasmo al Profeta :

 

(¿Son estos a quienes Allâh ha favorecido de entre nosotros?) [6:53]

 

Allâh dijo:

(¿Es que acaso Allâh no conoce mejor a los agradecidos?) [6:53]

 

Son como aquellos que Allâ nos informó:

(Ciertamente los que cometían maldades se reían de los Creyentes; y cuando pasaban a su lado se hacían guiños entre ellos (burlándose); y cuando regresaban a su familia lo hacían divertidos; y cuando los veían decían: ‘¡Ciertamente! ¡Estos están extraviados!’ Pero ellos (los incrédulos, pecadores) no habían sido enviados como guardianes suyos (de los Creyentes).) [83:29-33]

 

  2.  Distorsionar las enseñanzas de Muhammad , invocando ambigüedades, circulando falsas acusaciones; restándole importancia a su doctrina, persona y moral. Respecto al Corán, solían decir:

 

(Son leyendas de los antepasados, que él (Muhammad ) manda a escribir, y que le dictan mañana y tarde.) [25:5]

 

Afirmaban que el Corán no era una verdadera Revelación:

(Esto (el Corán) no es nada excepto una mentira que  él (Muhammad ) inventó, y otros lo ayudaron para hacerlo.) [25:4]

 

Clamaron:

(Solo es un ser humano el que le enseña.) [16:103]

 

También elevaron otra infundada y superficial objeción:

(¿Por que este Mensajero (Muhammad ) se alimenta y camina en los mercados (como nosotros mismos)?) [25:7]

 

    El Noble Corán refutó estas acusaciones, explicando que las palabras del Profeta eran Revelación procedente del Señor más poderoso y su naturaleza y contenido demostraban un  prominente desafío para aquellos que le atribuían a las expresiones Proféticas un origen inferior, o pensamientos de un reformador soñador, o un endemoniado poeta, o las incoherentes tonterías de un hombre loco.

 

3- Comparar al Corán con la mitología antigua para poder distraer a la gente de las Palabras de Allâh . Se narra que An-Nadr Ibn Hâriz fue a Hirâh donde se familiarizó con las tradiciones de los reyes de Persia y las anécdotas de personajes como Rustum y Asphandiar, y luego retornó a La Meca. Aquí siempre seguía los pasos del Mensajero para cualquier reunión en que este iba a predicar la nueva creencia y a advertir sobre la ira de Allâh . An-Nadr luego de que hablaba el Profeta le narraba a la misma audiencia largas historias de los personajes de Persia. Siempre aprovecharía para hacer una pregunta engañosa a su audiencia: si no sobrepasaba a Muhammad . [129][1]. Ibn ‘Abbâs contó que An-Nadr solía comprar sonetos para que a través de su encanto y seducción se alejen del Islam aquellos que estaban desarrollando el menor apego al Profeta ; al respecto Allâh reveló:

 

(Y de entre la gente hay quienes compran palabras frívolas para desviar del camino de Allâh.) [31:6][130][2] 


 

 

Persecuciones

 

    En el comienzo del cuarto año del Llamado, por un período de algunos meses, los paganos sumarían tácticas violentas a las ya mencionadas arriba.

 

    Cuando se dieron cuenta de que no podían detener al movimiento islámico sin perseguir a sus seguidores y torturarlos, programaron otra reunión. Esta vez después de consultarse entre ellos, acordaron perseguir y torturar a los musulmanes para que abandonen su religión. Cada líder se encargaría de perseguir a cualquier miembro de su tribu que perteneciera a la religión islámica.

 

    Siempre que Abu Ÿahl  se enteraba de la islamización de alguien de noble origen que tenía poderosos amigos, degradaría su prudencia e intelecto, cuestionaría su sano juicio y lo intimidaría con crueldad. Si el musulmán era débil en términos sociales, lo golpearía brutalmente y lo sometería a inexplicables torturas. [131][1]

 

    El tío de 'Uzmân Ibn 'Affân  solía envolver a 'Uzmân en un manto de hojas de palmeras y prendía fuego debajo de él. [132][2] Cuando Umm Mus‘ab Ibn ‘Umair se enteró de la islamización de su hijo le privó de alimentos y luego lo echó de su casa. Él solía tener una vida muy placentera pero debido a todo lo que le hicieron sufrir su piel se arrugó y podía verse el dolor en su aspecto. [133][3]

 

    Bilâl, el esclavo de Umaiah Ibn Jalaf, fue severamente castigado y golpeado por su dueño cuando este se enteró de su islamización. A veces una cuerda era atada a su cuello y la daba a los niños para que tiren de él y lo arrastren por las calles y los suburbios de La Meca. Se lo privaba por mucho tiempo de alimentos y bebidas. En una ocasión saltaron encima de él durante la hora más calurosa y lo dejaron en el valle de La Meca. Luego Umaiah colocó una enorme piedra sobre su pecho y le dijo: "Por Allâh no me detendré hasta que mueras o abandones y niegues a Muhammad y adores a las divinidades Al-Lat y Al-‘Uzza." A pesar de su sufrimiento y dolor Bilâl decía solamente: "Uno, Uno", Abu Bakr al pasar por el lugar se conmovió  y lo compró para liberarlo de su esclavitud.[134][4]

 

    Otra víctima de las atrocidades hechas por Quraish fue ‘Ammâr Ibn Iâsir un esclavo emancipado de Bani Majzûm. Él, junto a sus padres, había aceptado  tempranamente el Islam. Repetidas veces fueron recostados en el suelo, sobre la arena caliente, y golpeados brutalmente. El Profeta  pasó una vez mientras estaban siendo torturados y les dijo:

 

“¡Oh familia de Iâsir! Sed pacientes y perseverantes, ciertamente tendréis vuestra morada en el Paraíso.”

 

 Iâsir, el padre, murió a causa de las constantes torturas. Sumaiah, la madre de ‘Ammâr fue asesinada por Abu Ÿahl, y de esta forma mereció ser llamada la primer mujer mártir del Islam. ‘Ammâr mismo fue sometido a innumerables clases de torturas con el fin de que reniegue de Muhammad y adore a Al-Lat y ‘Uzza. En un momento de debilidad, deslizó palabras que complacían a los incrédulos aunque su corazón sentía lo contrario y nunca se desvío, más tarde se lo mencionó al Profeta , y este lo consoló por su dolor y confirmó su fe. Inmediatamente el siguiente versículo fue revelado:

(Quien reniegue de Allâh después de haber creído, excepto que haya sido forzado mientras que su corazón permanezca tranquilo en la creencia.) [16:106][135][5]

Abu Fakih Aflah, un esclavo emancipado de Bani ‘Abd Ad-Dâr fue otra de las desafortunadas víctimas. Los politeístas de La Meca solían tenderlo en la abrasadora arena y le colocaban una piedra para que no pudiera  moverse dejándolo en esta situación hasta que perdía el conocimiento. También solían atar sus pies con una cuerda para arrastrarlo hasta que pensaban que estaba muerto. Abu Bakr pasó cuando lo estaban torturando y compró su libertad por la causa de Allâh .[136][6]

Jabbâb Ibn Al-Arat era el esclavo de Umm Anmar bint Saba‘Ÿuza‘yah. También una víctima fácil de similares injusticias que le acaecían en toda posible ocasión. Experimentó dolorosas torturas y maltratos. Era tomado del cabello y arrastrado al fuego y no cesaban hasta quemarle su espalda. [137][7]

Hasta las mujeres islamizadas no se salvaron de las atrocidades, siendo la lista muy larga para incluir a todas. Zanirah, An-Nahdiah y su hija, Umm ‘Ubais y muchas otras fueron víctimas de las persecuciones por parte de los opresores.[138][8]

Abu Bakr, un creyente rico, compró y liberó algunos de estos esclavos, como hizo con Bilâl y ‘Amir Ibn Fuheirah.

Los paganos también tiraban a los musulmanes en corrales de camellos y ganados para luego arrastrarlos cuando calentaba más el sol. Les ponían armaduras de hierro a algunos de ellos con pesadas piedras para que sufran más al sol.[139][9] A todo aquel que se conocía su islamización se lo sometía a rigurosas torturas y persecuciones.

No les fue fácil dañar al Profeta porque tenía tanta solemnidad, magnaminidad y excelente carácter que frenaría hasta a sus enemigos de cometer cualquier atropello hacia él . También contaba con la protección de Abu Tâlib, su tío, que pertenecía a una noble familia y que tenía un respetable clan para asistirlo. Esta situación les causó gran preocupación a los paganos que ya estaban perdiendo la paciencia y no toleraban que este movimiento se encamine a anular su culto pagano y su temporal autoridad sobre la La Meca. 


 

Los Quraishíes se quejan ante Abu Tâlib

 

Ibn Ishâq dijo: “Algunos hombres notables de Quraish fueron a ver a Abu Tâlib y le dijeron: “¡Abu Tâlib! Tu sobrino está maldiciendo nuestros dioses; También denuncia nuestras faltas y nuestro modo de vida, se burla de nuestra religión y no respeta a nuestros antepasados; o lo detienes tú o nos dejas a nosotros. Dado que estás en la misma posición que nosotros; y así te libraremos de él.” Abu Tâlib intentó calmarlos recurriendo a la razón. El Profeta , sin embargo, continuó predicando la religión de Allâ e invitando al Islam.” [140][1] Quraish se impacientaba al verlo invitando a la gente a la adoración de Allâh . Mientras más trabajaba más hablaban ellos del problema.


 

Los  Quraishíes presionan a Abu Tâlib

 

    Los Quraishíes notables se reunieron con Abu Tâlib para insistirle que frenara las actividades de su sobrino. Si esas actividades continuaban, dijeron, los llevaría  a infligirle severas represalias. Abu Tâlib estaba profundamente preocupado de esta amenaza, de la actitud de su gente y de su enemistad, pero tampoco podía abandonar a su sobrino. Mandó llamar a su sobrino y le informó lo que los Quraishíes le habían dicho y finalmente le dijo: “Sálvame a mí y sálvate ti mismo y no me pongas una carga superior a la que pueda soportar.” Al oír estas palabras el Profeta  pensó que su tío dejaría de asistirle y entonces respondió:

 

“¡Tío mío! Juro por Allâh que si colocaran el sol en mi mano derecha y la luna en mi izquierda para que abandone mi misión, no la abandonaría hasta que Allâh me conceda la victoria o perezca en este asunto.”

 

    El Profeta se marchaba y su tío lo llamó y le dijo: “Regresa sobrino mío, ve y predica lo que te complace porque Juro por Allâh que nunca te abandonaré.”

 

    Entonces recitó dos poesías que describían su total apoyo al Profeta y su absoluta gratificación sobre la causa que honraría a su sobrino en Arabia.[141][1]


[142][1]Ibn Hishâm, 1/265, 266, y Dala’il An-Nubuuah por Al-Baihaqi, 2/188.

Los  Quraishíes visitan a Abu Tâlib nuevamente

Quraish, viendo que el  Mensajero de Allâ continuaba predicando su Mensaje, y convenciéndose de que Abu Tâlib jamás abandonaría a su sobrino a pesar de enemistarse con ellos, fueron nuevamente a entrevistarse con él, acompañados de un joven llamado ‘Amarah Ibn Al-Ualîd Ibn Al-Mugîrah, y le dijeron: “Oh Abu Tâlib! Te hemos traído un muchacho listo y joven para que te beneficies de su inteligencia y de su fuerza tomándolo a él como tu hijo a cambio de tu sobrino, que ha desertado de tu religión, ha traído la discordia, ha criticado nuestro modo de vida, y así nosotros podremos matarlo y librarte de tantos inconvenientes; hombre por hombre.” Abu Tâlib les respondió: “Que malvado tratado. Me dais vuestro hijo para que yo os los cambie por el mío, para que así podais matarlo. ¡Por Allâh!, ¡¡Es algo increíble!!” Al-Mut‘im Ibn ‘Adi, un miembro de la delegación, interrumpió diciendo que Quraish propuso algo correcto debido a que “...querían sólo librarte de estos inconvenientes indeseables, pero; como veo estas dispuesto a no aceptar sus favores...”. Abu Tâlib, por supuesto, rechazó todas sus ofertas y los desafió a que hagan lo que quieran y se atengan a las consecuencias.[143][1] Fuentes históricas no precisan la fecha exacta de estas dos reuniones con Abu Tâlib.  Sin embargo lo mas acertado es que ocurrieron en el año sexto de la Profecía con un pequeño lapso entre ambas.


Las atrocidades cometidas contra el Profeta

Abu Lahab tomó la iniciativa en la nueva escalada de persecuciones, y comenzó a realizar toda clase de acciones malignas, aberrantes y dañinas contra Muhammad . Empezando por arrojarle piedras, obligando a sus dos hijos a que se divorcien de sus esposas Ruqaia y Umm Kulzûm, hijas del Profeta [144][1], festejando la muerte de su segundo hijo llamándolo ‘el hombre que no tiene descendencia’[145][2] y persiguiéndolo durante las temporadas de peregrinación y en reuniones, como mencionamos anteriormente, para injuriarlo y desmentirlo, poniendo a los beduinos en contra de su persona y su Llamado. Târiq Ibn ‘Abdullah Al-Muarabi narró que no se contentaba solamente con insultarlo sino que lo apedreaba hasta que sus tobillos sangraban. [146][3]

Su esposa, Umm Yamîl bint Harb, la hermana de Abu Sufián también participó de esta cruel campaña. Probó no ser menos que su marido en la enemistad y odio hacia el Profeta . Solía atar manojos de espinas con sogas hechas de fibra de palma para esparcirlas sobre las rutas que el Profeta se esperaba pasara, de modo tal que fuera dañado. Era una malvada mujer de muy mal carácter que insultaba, especialista en ardides para dañar y provocar discordias y sediciones. Merecidamente el Noble Corán la llama: "la portadora de la leña para el fuego (del Infierno)". Cuando se enteró de esto fue hacia la Ka'bahh con un puñado de piedras para arrojárselas al Profeta pero Allâh   impidió de que ella lo vea y solo pudo ver a Abu Bakr que estaba sentado al lado del Profeta . Dirigiéndose a Abu Bakr audazmente tratando de romperle la boca con sus piedras recitó en forma de verso un desafiante y ofensivo relato: “Hemos desobedecido al despreciable, negado su Prédica, y nos alejamos de su religión.” Cuando se marchó; Abu Bakr preguntó al Profeta sobre el asunto. El Profeta dijo:

“Ella no me vio. Allâh le impidió que me viera.”[147][4]

Abu Bakr Al-Bazzâr también registró esta historia, pero en su versión narra que cuando se detuvo ante Abu Bakr dijo: “Oh Abu Bakr! Hemos satirizado a tu compañero.” Abu Bakr le contestó: “¡No, por el Señor de esta construcción (La Ka'bahh)! Él no ha inventado nada ni recita poesías.” Ella respondió: “Has dicho la verdad.”

Abu Lahab y su familia solían infligirle vergonzosos daños y torturas a pesar de ser parientes del Profeta, él era su tío y vivía muy cerca de él. De un modo similar muchos vecinos se comportaron mal con el Profeta a veces estando él en su propia casa.

Ibn Ishâq dijo: “El grupo que solía dañar al Mensajero de Allâh en su casa incluía a Abu Lahab, Al-Hâkim Ibn Abi Al-‘As Ibn Umaiah, ‘Uqbah Ibn Abi Mu‘it, ‘Adi Ibn Hamra’ Az-Zaqafi e Ibn Al-Usda’ al-Hadhli. Estos eran sus vecinos y no estaba a salvo de ninguno de ellos excepto de Al-Hâkim Ibn Abi Al-‘As. Uno de ellos tiró el estómago de una oveja sobre el Profeta  mientras este rezaba y otro lo hizo sobre su olla. Luego el Mensajero de Allâh rezó atrás de una roca para que no pudieran verlo. Cuando tiraban esas cosas las removía con un pedazo de madera cerca de la puerta y decía:

“¡Bani ‘Abd Manâf! ¿Qué clase de trato es este?”

Luego las tiraba  a la calle. [148][5]

Al-Bujâri citó que Ibn Mas'ûd  narró: “Una vez, el Profeta se encontraba rezando cerca de la Ka'bahh. Abu Ÿahl estaba sentado junto a algunos amigos. Uno de ellos dijo: ‘¿Quién de vosotros pondría en la espalda de Muhammad intestinos de camello, cuando se prosterne?’ el más desgraciado de ellos (‘Uqbah Ibn Abu Mu‘it) se levantó y procedió. Esperó que el Profeta se prosternara para ubicar los intestinos sobre su espalda en medio de sus hombros. Estaba yo observando pero no pude hacer nada. Hubiese deseado tener algunas personas para que me ayuden contra ellos. Empezaron a burlarse y reír. El Mensajero de Allâh estaba prosternado y no se levantó de su posición hasta que vino su hija Fátima y removió lo que se encontraba sobre su espalda. Entonces levantó su cabeza y dijo tres veces:

‘¡Oh Allâh! Destruye a (los  infieles de) Quraish.’

Esto preocupó a Abu Ÿahl y a sus compañeros debido a que estaban convencidos de que los ruegos eran aceptados en esta ciudad (La Meca). El Profeta dijo:

‘¡Oh Allâh! Destruye a Abu Ÿahl, ‘Utbah Ibn Rabi‘a, Shaibah Ibn Rabi‘a, Al-Ualîd Ibn ‘Utbah, Umaiah Ibn Jalaf, y a ‘Uqba Ibn Abi Mu‘it…’

Por Allâh en cuyas manos está mi vida,  vi a todos los que el Profeta nombró muertos en Qalib (uno de los valles de) Badr.” [149][6] 

La séptima persona era ‘Amarah Ibn Al-Ualîd. [150][7]

Umaiah Ibn Jalaf calumniaba al Mensajero de Allâh siempre que lo veía. Allâ reveló acerca de él:

(Guay de todo aquel que difama y murmura.) [104:1]

Ibn Hishâm dijo: “Al-Humazah es aquel que ridiculiza públicamente a una persona… y Al-Lumazah es aquel que secretamente manifiesta los defectos de la gente y los calumnia.” [151][8]

‘Uqbah Ibn Al-Mu‘it, el hermano de Umaiah,  una vez presenció una disertación del Profeta y lo escuchó predicando el Islam. Un amigo cercano, Ubai Ibn Jalaf, escuchó sobre esto, entonces reprochó a ‘Uqbah y le ordenó escupir en el rostro del Mensajero de Allâh , cosa que hizo. Ubai no dudó en dañar cuando podía al Profeta ; hasta recogió unos viejos huesos descompuestos y sopló su polvo sobre él. [152][9]

Al-Ajnas Ibn Shuraiqi Az Zaqafi solía desacreditar el carácter del Profeta durante las reuniones. El Noble Corán, en referencia directa a la reprobable acción de este hombre, le adjudicó nueve atributos:

(Y no obedezcas a ningún vil jurador, difamador que extiende la maledicencia, que se niega a dar del bien y es un malvado trasgresor, embrutecido y además bastardo.) [68:10-13][153][10]

En ciertas ocasiones Abu Ÿahl se acercaba a escuchar al Mensajero de Allâh cuando recitaba el Corán, luego se iba sin haber creído, y sin tomar con seriedad las advertencias. Calumniaba  al Mensajero de Allâh en su discurso, y aprovechaba toda oportunidad para obstruir el Mensaje de Allâh, y luego se retiraba con arrogancia jactándose de lo que había hecho. Allâh reveló acerca de él:

(Entonces él (el incrédulo) ni creyó (en este Corán, en el mensaje de Muhammad ) ni rezó!) [75:31]

También intentó impedir al Profeta que rece en el Noble Santuario. Ocurrió una vez que el Profeta estaba rezando en el recinto de la Sagrada Casa, y cuando Abu Ÿahl pasó junto a él lo insultó. El Profeta lo censuró severamente y Abu Ÿahl respondió desafiante que era el más poderoso en La Meca; entonces Allâh reveló:

(Y que llame a los suyos (socorredores).) [96:17]

A pesar de ser  reprochado, Abu Ÿahl no se encaminaría ni abandonaría su necia actitud. Por el contrario estaba dispuesto a ir más allá y juró que tiraría tierra en el rostro del Mensajero de Allâh y de que pisaría su cuello. Tan pronto como salió para cumplir con su juramento volvió sobre sus pasos espantado y cubriéndose con sus manos. Inmediatamente sus amigos le preguntaron que le pasaba. Dijo: “Aparecio una trinchera de fuego y algo con alas.” Más tarde el Mensajero de Allâh comentaría:

“Si hubiese avanzado más, los ángeles hubieran arrancado los miembros de su cuerpo uno por uno.”[154][11]

Este es el trato que recibió el Profeta y los musulmanes de parte de los paganos que clamaban ser la gente elegida por Allâh por el hecho de vivir en el Santuario sagrado. 


 


La casa de Al-Arqam

A la luz de estas inhumanas persecuciones, el Profeta  consideró que era prudente que sus seguidores oculten su islamización, tanto de palabra como en acciones. Tomó la decisión de reunirse secretamente para que los Quraishíes no sepan sus planes y no puedan complotar contra ellos. También quería evitar toda confrontación abierta con los paganos debido a que hacerlo en esta temprana etapa no sería conveniente para los intereses del naciente Mensaje, todavía vulnerable y que no estaba completamente establecido. En cierta ocasión, en el cuarto año de la Profecía, los musulmanes estaban yendo a encontrarse con el Profeta en una reunión clandestina en los suburbios de La Meca. Subitamente, un grupo de politeístas observó sus movimientos sospechosos y empezaron a agredirles y atacarles fisicamente. Sa‘d Ibn Abi Uaqqâs  golpeó a un pagano y lo hirió, y esto fue registrado como el primer derramamiento de sangre en la historia del Islam.[155][1]

El Profeta solía proclamar la fe Islámica y predicar abiertamente con gran devoción, pero para la protección y el resguardo de los nuevos islamizados y considerando los intereses estratégicos del Islam, eligió Dar Al-Arqam, la casa de Al-Arqam Ibn Abi Al-Arqam Al-Majzûmi sobre As-Safa, como un centro temporario de reunión para encontrarse con sus seguidores en secreto y enseñarles el Corán y la sabiduría Islámica.


 


La primera Emigración a Abisinia (Etiopía)

Las persecuciones empezaron a finales del cuarto año de la Profecía, lentamente al comienzo, pero luego acentuándose luego empeorando día a día hasta que la situación se volvió tan grave que ya no se podía tolerar, entonces los musulmanes pensaron en una manera de evitar las torturas que les imponían. Fue en esta ocasión tan desesperada cuando Allâ les informó de que otras tierras no les eran vedadas, refiriéndose a la emigración. Dios reveló Sûrah Az-Zumar (“Los Grupos”) diciendo en ella:

(Los que hayan hecho el bien en esta vida, tendrán una hermosa recompensa, y la tierra de Allâh es espaciosa. Solo a los pacientes y perseverantes se les dará su recompensa sin límites.) [39:10].

El Profeta sabía de que el Negus, rey de Abisinia (Etiopía), era un gobernador justo que no perjudicaba a sus súbditos, entonces permitió a algunos de sus seguidores buscar refugio en Abisinia (Etiopía).

En el mes de Raÿab del quinto año de la Profecía, un grupo de doce hombres y cuatro mujeres viajó hacia Abisinia (Etiopía). Entre los que emigraron estaban 'Uzmân Ibn 'Affân  y su esposa Ruqaiah (la hija del Profeta). Respecto a estos dos emigrantes, el Profeta dijo:

“Son los primeros en emigrar en la causa de Allâh después de Abraham y Lot.” [156][1]

Emigraron de La Meca bajo una pesada cortina de oscuridad durante la noche y llegaron a la costa del mar donde dos botes partirían hacia Abisinia (Etiopía), su destino. Noticias de esto llegaron a oídos de Quraish, entonces enviaron algunos hombres para perseguirlos, pero los creyentes ya habían dejado el puerto rumbo a su seguro destino donde fueron recibidos afectuosamente y con hospitalidad. [157][2]

En Ramadán del mismo año, el Profeta   fue al Sagrado Santuario donde se hallaba un gran número de incrédulos de Quraish, incluidos ancianos y personajes notables. De repente comenzó a recitar Sûrah An-Naÿm (“La Estrella”). Las palabras de Allâh impactaron profundamente sobre los presentes. Era la primera vez que se vieron influenciados por la Revelación. Era la costumbre de aquellos que querían deshonrar la Revelación no solo no escucharla sino también hablar en voz alta e insolente cuando se recitaba para que los que verdaderamente estaban interesados en escuchar no lo pudieran hacer. Solían pensar que de este modo podían obstruir la palabras de Allâh ; decían:

(No presteis atención a este Corán, intentad hacer ruido durante su (recitación) y de este modo puede ser que venzais.) [41:26].

Cuando las fascinantes Palabras de Allâh tuvieron contacto directo con sus corazones, se sintieron  encantados y olvidaron el mundo material que los rodeaba para pasar a un estado de total atención a las palabras divinas al extremo de que cuando el Profeta llegó al final del versículo donde invita a la prosternación:

(Prosternaos ante Allâh y adoradlo.) [53:62]

Los idólatras, inconscientemente y con total sumisión, se prosternaron en un verdadero estado de desamparo. Fue de hecho un maravilloso momento en que la verdad se introdujo en sus vergonzosas y arrogantes almas. [158][3] Quedaron pasmados cuando se dieron cuenta de que las Palabras de Allâh conquistaron sus corazones e hicieron las mismas cosas que ellos intentaban impedir. Los demás paganos que no presenciaron el hecho los reprocharon y acusaron severamente; debido a esto tuvieron que fabricar mentiras acerca del Profeta  alegando que fue a causa de que les inculcó gran veneración a sus ídolos y a la intercesión de los mismos. Todo esto fueron desesperados intentos de establecer una excusa por haberse prosternados junto al Profeta aquel día.

Noticias de este incidente fueron malinterpretadas por los musulmanes que emigraron a Abisinia (Etiopía). Fueron informados de que la totalidad de Quraish había abrazado el Islam cosa que los motivó a regresar. Llegaron a La Meca en Shauuâl del mismo año. Cuando se encontraban regresando hacia La Meca, la verdadera situación fue descubierta. Algunos de ellos volvieron a Abisinia (Etiopía), otros ingresaron secretamente en la ciudad o lo hicieron públicamente bajo la tutela de algún notable local. [159][4]   


[160][1]Zâd Al-Ma‘ad, 1/24.[161][2]Zâd Al-Ma‘ad, 1/24.

La segunda emigración a Abisinia (Etiopía)

Los habitantes de La Meca se indignaron al enterarse de la buena acogida y hospitalidad que recibieron los musulmanes en Abisinia (Etiopía), y los motivó a maltratar y a torturar con más fervor a los musulmanes que habían permanecido en la ciudad. Entonces el Mensajero de Allâ rápidamente permitió a los desamparados creyentes buscar asilo en Abisinia (Etiopía) por segunda vez. Esta emigración no fue tan fácil como la primera porque los Quraishíes estaban alertas a cualquier movimiento sospechoso de los musulmanes. Sin embargo los musulmanes se las ingeniaron rápidamente para poder escapar.

La cantidad de muhâÿirún (emigrantes) en esta ocasión fue de ochenta y tres hombres y dieciocho o diecinueve mujeres. [162][1]


Quraish complotando contra los Muhâÿirún

Los Quraishíes no podían tolerar el hecho de que los musulmanes se sientan seguros en Abisinia (Etiopía), por eso enviaron a dos emisarios para pedir la extradición de los creyentes. Ellos eran ‘Amr Ibn Al-‘Âs y ‘Abdullah Ibn Abi Rabi‘a antes de que ambos abracen el Islam. Llevaron valiosos regalos para el rey y para sus obispos y así ganarse a la corte y ponerlos a su favor. Los emisarios paganos aludían a que los refugiados musulmanes debían ser expulsados de Abisinia (Etiopía) y ser devueltos, porque estos habían abandonado la religión de sus antepasados y su líder predicaba una religión distinta a la del rey.

El rey sometió a los musulmanes a un interrogatorio en su corte pidiéndoles que expliquen la doctrina de su religión. Los creyentes se consultaron mutuamente y resolvieron contarles la verdad. El rey les preguntó: “¿Cuál es esa religión que los motivó a separarse de su gente y les impide seguir mi religión o cualquier otra?”

Ÿa‘far Ibn Abi Tâlib se dirigió al rey con estas palabras:

“¡Oh rey! Éramos gente ignorante. Adorábamos ídolos y comíamos carroña. Acostumbrábamos a tener comportamiento indecente, a desvincularnos de nuestros parientes, maltratar a nuestros vecinos, y el fuerte oprimía al débil. Así estábamos cuando Allâh nos envió un Mensajero. Del cual conocemos su linaje, su veracidad, su confiabilidad y piedad. Comenzó a invitarnos a adorar únicamente a Allâh . Entonces; dejamos la religión de nuestros antepasados que antes seguíamos, abandonamos la adoración de ídolos de piedra y de todo lo que no es Allâh. También nos ordenó ser veraces en nuestro hablar, cumplir los pactos, ser bondadosos con nuestros parientes, tratar con cortesía a nuestros vecinos y de abstenernos en derramar sangre prohibida. Nos prohibió el mal comportamiento, el insulto, apoderarnos de los bienes del huérfano, y de calumniar a las mujeres piadosas. Nos ordenó adorar a Allâh sin asociarle nada ni nadie, a realizar la oración, hacer caridad y a ayunar. Entonces confiamos y creímos en él y seguimos la  religión de Allâh que nos enseñó. Comenzamos a adorar a Allâh únicamente, sin asociarle nada ni nadie. Comenzamos a prohibir lo que nos hizo ilícito y a ordenar lo bueno. Debido a todo esto nuestro pueblo se enemistó con nosotros, lastimándonos, torturándonos, para que abandonemos nuestra religión y volvamos a la adoración de los ídolos en vez de Allâh , y esperaban que consideremos todo lo abominable como lícito como lo hacíamos antes. Entonces cuando nos dominaron, oprimieron y proscribieron interponiéndose entre nosotros y nuestra religión, emigramos a vuestra tierra, te elegimos a ti de entre los demás, aspirando a ser tus vecinos, y con la esperanza de que no seas – Oh rey – injusto con nosotros.”

El  Negus dijo: “¿Hay contigo algo de lo que Allâh reveló?”

Ÿa‘far dijo: “¡Si!” El  Negus dijo: “Recítame algo.”  Entonces recitó las primeras aleyas de Sûrah Mariam (“María”) donde se narra la historia del nacimiento de Juan y de Jesús , hasta que María fue sustentada milagrosamente con alimentos. Debido a esto el rey junto a los obispos de su realeza lloraron humedeciendo sus mejillas. Entonces el Negus exclamó: “Estas palabras y las que fueron reveladas a Jesús son rayos de luz emanados de la misma fuente.” Dirigiéndose a los frustrados emisarios de Quraish, dijo: “Temo de que no los puedo devolver. Son libres de vivir y de practicar su religión donde les plazca.”

Al día siguiente, los dos emisarios volvieron al rey acusando a Muhammad  y sus seguidores de calumniar a Jesús . Nuevamente los musulmanes fueron convocados y cuestionados acerca de lo que pensaban de Jesús . Ÿa‘far nuevamente respondió: “Decimos de Jesús lo mismo que nos enseñó nuestro Profeta , esto es, de que es el siervo de Allâh, Su Mensajero, Su espíritu y Palabra insufladas en la virgen María.” El rey dijo que ellos creían lo mismo. Luego dirigiéndose a los emisarios y a sus enojados obispos, les dijo que piensen lo que quieran pero Jesús  es tal cual lo describió Ÿa‘far. Luego aseguró a los musulmanes su protección. Devolvió a los emisarios de Quraish sus regalos y los expulsó.

Los Musulmanes vivieron tranquilos en Abisinia (Etiopía) por un determinado número de años hasta que viajaron a Medina.[163][1]


 


La decisión de matar al Profeta

Ahora que todos los ardides y conspiraciones de Quraish habían fallado, volvieron a sus antiguas prácticas de persecución y torturas a los musulmanes pero esta vez con más brutalidad que antes. También comenzaron a especular con la idea de asesinar al Profeta . Respecto a los musulmanes, aquellos que se quedaron en la La Meca fueron muy pocos. Todavía tenían que ocultar su Islamización, y resguardarla de los ojos de la gente tanto como les fuera posible. Aún en estas circunstancias no estaban a salvo de ser dañados por sus conciudadanos.

Con respecto al Mensajero de Allâh , rezaba y adoraba a Allâh abiertamente ante los ojos de los injustos, e invitaba públicamente a que adoren a Allâh únicamente. No hubo nada que lo prevenga o distraiga de su misión. Esta era la esencia de la orden de transmitir el Mensaje que proviene de Allâh :

(Proclama abiertamente lo que se te ordena y apártate de los idólatras.) [15:94]

Acerca de lo que se menciona en los libros de la Sunnah (dichos y hechos de Muhammadr) y Sirah (Biografía de Muhammadr) con respecto a los acontecimientos en esta etapa podemos mencionar el incidente con ‘Utaibah Ibn Abi Lahab. Este una vez se acercó al Profeta y desafiante e insolentemente le grita, “No creo en: (Por la estrella cuando desaparece.) [53:1] (Luego él (Gabrielu) se aproximó y se acercó aún más.) [53:8]

En otras palabras: “No creo en nada de lo que dice el Corán.” Entonces comenzó a tratar déspotamente al Profeta  y le lanzó un puñetazo, rasgó su camisa y escupió su cara; pero su saliva no cayó sobre el rostro del Profeta . Debido a esto el Profeta invocó la ira de Allâh sobre ‘Utaibah diciendo:

“¡Oh Allâh! Lanza sobre él a uno de tus perros.”

Allâh respondió a la súplica de Muhammad , ya que pasado un corto tiempo ‘Utaibah con algunos de sus compañeros de Quraish viajó a Siria e hicieron un descanso en Az-Zarqa. En ese lugar apareció un león y se aproximó al grupo a pesar del miedo de ‘Utaibah, que recordó las palabras de Muhammad , y dijo: “¡Guay de mi hermano! Este león seguramente me devorará tal como lo pidió Muhammad . Me matará en Siria mientras que él está en La Meca.” El león avanzó súbitamente, eligió a Utaibah e hizo trizas su cabeza.[164][1]

También se narra que un despreciable idólatra de Quraish, llamado ‘Uqbah Ibn ‘Abi Mu‘it, una vez puso su pie sobre el cuello del Profeta mientras estaba prosternado.[165][2]

Más detalles sobre la intención de los malvados tiranos de querer asesinar al Profeta encontramos en lo que registró Ibn Ishâq. Abu Ÿahl, el archienemigo del Islam, una vez, dirigiéndose a  sus secuaces, dijo: “¡Oh gente de Quraish! Tal parece que Muhammad seguirá encontrando faltas a nuestra religión, seguirá insultando a nuestros antepasados, desacreditando nuestro modo de vida y difamando a nuestros dioses. Pongo de testigo a nuestro dios que agarraré una pesada roca y la tiraré encima de la cabeza de Muhammad mientras se encuentre prosternado y así los aliviaré de él de una vez por todas. Y no me preocupa la reacción que pueda tener Banu ‘Abd Manâf.” La maliciosa audiencia aprobó su idea y lo estimuló para que la lleve a cabo.

Otra demostración de que querían asesinarlo se encuentra registrada por Ibn Ishâq de ‘Abdullah Ibn ‘Amr Ibn Al-‘As, que algunas personas de Quraish se encontraban en el Al-Hiÿr (de Ismael ) complotando y deliberando que habían sido muy tolerantes con el Profeta , cuando, repentinamente este apareció y comenzó a realizar la circunvalación alrededor de la Ka'bahh. Los incrédulos se mofaron de él y le hacían sarcásticas bromas pero el Profeta permaneció callado en dos ocasiones hasta que en la tercera paró y dirigiéndose a los incrédulos les dijo:

“¡Oh pueblo de Quraish! Escuchad, juro por Allâh, Aquel en cuyas manos está mi alma, un día seréis  cortados en pedazos.”

Tan pronto como el Profeta dijo esas palabras, todos los presentes abandonaron sus bromas y se asustaron; inmediatamente comenzaron a hablarle con otro lenguaje para complacerlo diciéndole: “Puedes irte Abu al Qâsim, ya que nunca fuiste tonto.”

En la mañana del día siguiente se reunieron para hablar nuevamente de él . Entonces lo confrontaron y lo rodearon. Vi a uno de ellos ahorcándolo con su vestimenta. Abu Bakr se acercó llorando y dijo: “¿Queréis matar a un hombre tan solo por que dice: Mi Señor es Allâh?” entonces lo abandonaron. Ibn ‘Amr dijo: “Este fue el peor comportamiento que vi de Quraish.” [166][3]

‘Urua Ibn Az-Zubair narró: “Pregunté a Abdullah Ibn ‘Amr Ibn Al-‘As que me cuente la peor cosa que los paganos le hicieron al Profeta y dijo: ‘Mientras el Profeta  se encontraba rezando en el Hiÿr de la Ka'bahh , ‘Uqbah Ibn Al-Mu‘it vino y con su vestimenta empezó a ahorcar al Profeta  violentamente. Abu Bakr lo agarró de sus brazos y lo apartó del Profeta  diciéndole: “¿Queréis matar a un hombre tan solo por que dice: Mi Señor es Allâh?”[167][4]


 


La islamización de Hamza ibn Abdul-Muttalib

En un ambiente tenebroso infestado de nubes oscuras de iniquidad y tiranía, brillaba en el horizonte una luz de esperanza para los oprimidos: la islamización de Hamzah Ibn ‘Abdul-Muttalib en el mes de Dhul Hiÿÿah, el sexto año de la Profecía. Se registró que el Profeta   estaba en la colina de Safa cuando Abu Ÿahl pasó e insultó a la religión del Islam. Muhammad , sin embargo, se mantuvo callado sin responderle. Abu Ÿahl tomó una piedra y la arrojó a la cabeza del Profeta la cual empezó a sangrar. El agresor luego de esto fue a juntarse con los Quraishíes en el lugar de la asamblea. Ocurrió que, al poco tiempo, Hamzah, mientras retornaba de su caza, pasó por el mismo camino con su arco en la mano. Una esclava perteneciente a ‘Abdullah Ibn Ÿad‘ân, que notó la impertinencia de Abu Ÿahl, le contó a Hamzah  todo lo ocurrido. Al enterarse Hamzah se sintió profundamente ofendido y se apresuró hacia la Ka'bahh  y allí, en la cercanía del Sagrado Santuario, encontró a Abu Ÿahl sentado junto a algunos Quraishíes. Hamzah le pegó con su arco violentamente en la cabeza y le dijo: “Estuviste abusando de Muhammad ; también yo soy un seguidor de su religión y profeso lo que predica.” Los hombres de Bani Majzûm vinieron en su ayuda, y hombres de Bani Hâshim quisieron socorrerlo, pero Abu Ÿahl los apartó diciendo: “Dejen a Abu ‘Ammârah tranquilo, juro por Allâh que me comporté vergonzosamente con su sobrino.”[168][1] De hecho, la islamización de Hamzah comenzó por el orgullo de un hombre que no permitiría que degraden a un pariente. Más tarde sin embargo, Allâ purificó su naturaleza guiándolo a ser un gran devoto de la fe en el Islam. [169][2] 


 


 

La Islamización de 'Umar Ibn Al-Jattâb  :

Otro acontecimiento significativo que contribuyó a aumentar la fortaleza del Islam fue la islamización de 'Umar Ibn Al-Jattâb en el mes de Dhul-Hiÿÿah, el sexto año de la Profecía, [170][1] tres días después de que abrazara el Islam Hamzah. 'Umar era un hombre de mucho coraje y firmeza, temido y respetado en La Meca, y un enemigo acérrimo de esta nueva religión. Encontramos en las tradiciones que el Profeta  una vez elevó sus manos para hacer la siguiente súplica:

“¡Oh Allâh! Fortalece el Islam especialmente a través de alguno de estos dos hombres que ames más: 'Umar Ibn Al-Jattâb o Abu Ÿahl Ibn Hishâm.”

‘Umar fue el merecedor de este privilegio.[171][2]

Cuando vemos las diferentes versiones que narran la islamización de 'Umar, podemos deducir que hubo varias emociones contradictorias que estaban en conflicto unas con otras en su ser. Por un lado, solía sentirse muy orgulloso de las tradiciones de su gente, y solía participar en reuniones donde se juntaban para beber alcohol; pero también admiraba la  entereza de los musulmanes y la perseverancia de su fe. Estos dos extremos creaban una especie de escepticismo en su mente y lo hacían a veces pensar que la doctrina del Islam podía conducir a una vida mejor y más digna, por eso siempre experimentaba ataques de furia, seguidos de un inesperado agotamiento. Los motivos de su islamización son muy interesantes y requieren que los especifiquemos con más detalles.

Cierto día 'Umar Ibn Al-Jattâb salió de su casa dirigiéndose al Sagrado Santuario donde vio al Profeta rezar y lo escuchó recitar el comienzo de Sûrah Al-Hâqqah (“La Verdad”) del  Noble Corán. Se dijo a sí mismo: “¡Por Allâh! esto es poesía como han dicho los de Quraish.” Luego el  Profeta  recitó:

(Es verdaderamente la palabra de un honorable mensajero. Y no es la palabra de un poeta, que poco es lo que creéis.) [69:40-41]

Entonces se dijo a sí mismo: “Es un adivino.”

El Profeta  siguió recitando:

(Ni es la palabra de un adivino, poco es lo que recapacitáis. Es una Revelación procedente del Señor del Universo.) [69:42-43]

‘Umar narró: “Entonces el Islam penetró en mi corazón.” [172][3]

Sin embargo, el manto del paganismo, el profundo prejuicio así como el orgullo ciego por sus antepasados hicieron sombra en la esencia de la gran Verdad que comenzaba a experimentar su corazón. Por eso siguió persiguiendo al Islam y sus seguidores, ignorando al hombre puro y benévolo que lleva todo ser humano por dentro que se esconde tras la fragilidad de la ignorancia y mentalidad del paganismo. Su agudo temperamento y el excesivo odio que sentía hacia el Profeta lo motivaron un día a salir de su casa empuñando su espada, con la intención de matar al Profeta . Estaba encolerizado y sobresaltado. Nu‘aim Ibn ‘Abdullah lo interceptó en el camino y le preguntó a donde se dirigía. 'Umar furioso dijo: “A matar a Muhammad .” Le  dijo: “¿Cómo estarás a salvo de Bani Hâshim y de Bani Zahrah si matas a Muhammad? ¿Por qué no empiezas corrigiendo a tu familia?

“¿A quién te refieres?” preguntó 'Umar enojado. “Tu cuñado y tu hermana han apostatado (siguen a Muhammad ) y abandonado tu religión.”

Entonces 'Umar se dirigió a la casa de su hermana. Cuando se aproximó escuchó que Jabbâb Ibn Aratt recitaba el Corán, Jabbâb, percibió sus pasos dentro de la casa. Fâtimah, la hermana de 'Umar, tomó el pliego y lo escondió. Pero 'Umar había escuchado su voz. “¿Que fue lo que escuché?” dijo, entrando violentamente. Su hermana y cuñado respondieron, “Nada, asuntos de una pareja.” Dijo: “Me enteré de que habéis apostatado.” Y golpeó fuertemente a su cuñado, entonces Fátima intentó ayudar a su marido, pero 'Umar golpeó la cabeza de su hermana. Ambos sin poder controlarse gritaron: “Si, somos musulmanes, creemos en Allâh y en Su Mensajero Muhammad , haz lo que quieras.” Cuando 'Umar vio la cara de su hermana ensangrentada se conmovió y dijo: “Permítanme ver lo que estaban leyendo, para poder conocer lo que trajo Muhammad .”

Fátima estuvo de acuerdo con su pedido, pero le dijo: “Hermano, tu eres impuro debido a tu idolatría, y nadie lo toca (al texto del Corán) excepto los puros. Purifícate (lavandote) primero.” Así lo hizo,  tomó la hoja y leyó el comienzo de la Sûrah Tâ-Hâ hasta que alcanzó las palabras:

(Ciertamente Yo soy Allâh nada ni nadie tiene el derecho a ser adorado excepto Yo, entonces adoradme y cumplid la oración para recordarme.) [20:14].

‘Umar leyó las aleyas con gran interés y se conmovió con ellas. “¡Que excelente es esto y que sublime! Por favor llévenme donde esté Muhammad .” dijo. Y al oír esto, Jabbâb manifestó: “ 'Umar, espero de que Allâh haya respondido a la súplica del Profeta , porque lo escuché decir: ‘¡Oh Allâh! Fortalece al Islam con 'Umar Ibn Al-Jattâb o Abu Ÿahl Ibn Hishâm.” 'Umar fue a una casa en Safa donde Muhammad mantenía reuniones secretas junto a sus Compañeros. 'Umar llegó a ese lugar sosteniendo la espada en su mano y golpeó la puerta. Los Compañeros del  Profeta observaron quien era. Uno de ellos espió por la puerta y dijo: “Es 'Umar con su espada.” Hamzah, para tranquilizarlos, dijo: “Dejadlo entrar. Como un amigo es bienvenido. De lo contrario le cortaré la cabeza con su propia espada.” El  Profeta pidió a sus Compañeros que abrieran la puerta. El Profeta recibió a su visitante, lo tomó por su ropa y preguntándole la razón de su visita. 'Umar respondió: “Oh Mensajero de Allâh , vengo a verte para manifestar mi fe en Allâh y en Su Mensajero y lo que has traído procedente de tu Señor.” Llenos de alegría, Muhammad y sus Compañeros exclamaron: ‘¡Allâhu Akbar!’ (Allâh es el más grande) repitiéndolo en voz tan fuerte que pudo escucharse hasta en la Ka'bahh .[173][4]

La islamización de 'Umar fue un verdadero triunfo para la causa del Islam. Tan grandioso y efectivo fueron los efectos de su islamización que los creyentes se animaron a adorar a Allâ abiertamente y realizar los ritos en el Sagrado Santuario saliendo de la clandestinidad. Esto levantó sus ánimos y Quraish comenzó a preocuparse y horrorizarse.

Dijo 'Umar: “Cuando abracé el Islam, recordé al archienemigo de Muhammad , Abu Ÿahl. Fui y golpeé su puerta. Cuando salió a mi encuentro le dije que había abrazado el Islam. Inmediatamente cerró la puerta repulsivamente.” [174][5]

De hecho la islamización de ‘Umar creó una gran polémica en  La Meca y algunos lo acusaron de apóstata, aunque esto nunca lo hizo retroceder sino que lo mantuvo firme en la fe a pesar de arriesgar su vida.

Los politeístas de Quraish marcharon rumbo a su casa con la intención de matarlo. Según registró Al-Bujâri, ‘Abdullah Ibn 'Umar narró: “Mientras que 'Umar estaba en casa temeroso, vino Al-‘As Ibn Ua’il As-Sahmi Abu ‘Amr, vestido con una capa bordada y una camisa con bordes de seda. Pertenecía a la tribu de Bani Sahm aliados nuestros en la época del paganismo. Al-‘As le dijo a 'Umar: ‘¿Qué es lo que te sucede?’ él dijo: ‘Tu gente ha dicho que me matarían si soy musulmán.’ Al-‘As le dijo: ‘Nadie te dañará debido a que estas bajo mi protección.’ Luego, Al-‘As salió y, encarando a la gente en el valle sagrado, les dijo: ‘¿A dónde os dirigís?’ Contestaron: ‘Queremos (matar) al hijo de Al-Jattâb porque ha abrazado el Islam.’ Al-‘As dijo: "De ninguna manera lo tocarán". Entonces la gente retrocedió. [175][6]

Con respecto a los musulmanes de La Meca, la islamización  de 'Umar tuvo un impacto inesperado. Narró Ibn ‘Abbâs haberle preguntado a 'Umar Ibn Al-Jattâb por qué había recibido el sobrenombre de Al-Farûq (aquel que distingue la verdad de lo falso), respondió: “Después de que abracé el Islam, le pregunté al Profeta :

‘¿Acaso no estamos nosotros en lo correcto en esta y en la otra vida?’ el  Profeta respondió:

‘¡Por supuesto que lo estas! Juro por  Allâh en cuyas manos está mi alma, que tu estas en lo correcto en esta y en la otra vida.’

Entonces le pregunté al Profeta por qué teníamos que mantenernos en la clandestinidad. "¡Juro por Allâh! Quien te ha enviado con la verdad, que debemos abandonar nuestra clandestinidad y proclamar nuestra noble causa públicamente.’

Luego salimos en dos grupos, Hamzah liderando uno y yo el otro. Nos dirigimos a la Mezquita a plena luz del día, cuando los politeístas nos vieron, sus rostros se pusieron pálidos y se deprimieron con resentimiento. En esa ocasión, el Profeta me puso el título Al-Farûq.”

Ibn Mas'ûd relató que nunca pudieron los musulmanes rezar en la Ka'bahh  hasta que 'Umar abrazó el Islam.[176][7] Suhaib Ibn Sinân Ar-Rumi, refiriéndose al mismo tema, mencionó que sólo después de la islamización de 'Umar,  empezaron a proclamar el Llamado, a reunirse en las cercanías de la Casa Sagrada y circunvalarla libremente. Hasta quisieron  tomar represalias por algunas de las injusticias y daños que habían recibido. [177][8] También Ibn Mas'ûd dijo: “Nos vimos fortalecidos cuando 'Umar abrazó el Islam.” [178][9]


 


[179][1]Târij ‘Umar bin Al-Jattâb, por Ibn Al- Ÿauzí pág11.

Representantes de Quraish intentan negociar con el  Mensajero de Allâh

Poco tiempo  después de la islamización de estos dos héroes, Hamzah Ibn ‘Abdul-Muttalib y 'Umar Ibn Al-Jattâb, las nubes de la tiranía y la opresión empezaron a extinguirse y los politeístas se dieron cuenta que no ganarían nada torturando a los musulmanes. Consecuentemente empezaron a buscar otros métodos. Las biografías del Profeta   muestran como los líderes de La Meca pensaron que Muhammad era ambicioso, y en consecuencia intentaron tentarlo. Ibn Ishâq citó una narración de Muhammad Ibn Ka‘b Al-Qurzi en que un día algunos hombres importantes de La Meca se reunieron en las proximidades de la Ka'bahh  y ‘Utbah Ibn Rabi‘a, uno de sus jefes, se ofreció para visitar al Profeta y proponerle bienes y riquezas de este mundo a cambio de que se calle y no proclame la nueva Fe. La gente de Quraish aprobó su propuesta, entonces  ‘Utbah se acercó a Muhammad y le dijo: “¡Sobrino! Eres un hombre que pertenece a una importantísima familia de noble linaje. A pesar de esto haces que tu gente se separe en grupos. Has irritado a nuestros dioses y a nuestra religión, despreciado a nuestros ancestros y hombres sabios con impertinencia y creaste divisiones entre nosotros. Escucha con atención nuestras propuestas y considéralas, tal vez aceptes alguna de ellas.”

El Mensajero de Allâh rdijo:

“Habla  Abu Al-Ualîd, te escucho.”

Le dijo: “¡Sobrino! Si haces todo esto para obtener riquezas, te las daremos hasta que seas el más rico de Quraish. Si ambicionas el poder, te haremos nuestro jefe. Si quieres ser nuestro rey lo aceptaríamos. Si estas bajo la influencia de un demonio que te domina llamaremos a un brujo para que te cure.”

“¿Has terminado con tus propuestas?” preguntó Muhammad ; y después de escuchar la respuesta afirmativa, recitó:

(En el nombre de Allâh, el más Benefactor, el más Misericordioso. Hâ-Mîm. Revelación procedente de Allâh, el más Benefactor, el más Misericordioso. Un libro donde las aleyas son explicadas con detalles;  un  Corán en árabe para gente que sabe. Albriciador de buenas noticias  y advertidor (del castigo de Allâh), pero la mayoría de ellos se han apartado y no escuchan. Y dicen: nuestros corazones están cerrados a lo que nos invitas.) [41: 1-5]

El Mensajero de Allâh continuó recitando ese Capítulo mientras ‘Utbah escuchaba atentamente. Cuando el  Mensajero llegó al versículo que requiere prosternación, inmediatamente se prosterno. Después de eso, se vuelvio a ‘Utbah y le dijo:

“¡Abu Al-Ualîd! Has escuchado mi respuesta, ahora eres libre de hacer lo que te plazca.”

‘Utbah se apresuró en reunirse con sus compañeros para comentarles la actitud del Profeta . Cuando sus compañeros lo vieron, juraron que tenía una expresión diferente en su rostro. Inmediatamente les comunicó los detalles de la respuesta que recibió y de la charla que mantuvieron, y les dijo: “Nunca escuché palabras similares a las que me recitó. Definitivamente no es poesía, tampoco es brujería ni provienen de un adivino. ¡Gente de Quraish! Tomen en cuenta mi consejo y déjenlo libre para que pueda cumplir con su objetivo, en este caso podrán salvarse separándose de él. Juro que sus palabras corresponden a un Mensaje supremo. Si otros árabes lo vencen nos evitarían grandes problemas, de lo contrario, si él es el vencedor y tiene poder sobre los árabes podrán compartir su poder con él.” Pero no le hicieron caso y pensaron que ‘Utbah había sido embrujado e influenciado por el Profeta .[180][1]

En otra versión del mismo acontecimiento, se relata que ‘Utbah siguió escuchando atentamente al Profeta hasta que llegó a las palabras de Allâh :

(Pero si se apartan  (Oh Muhammad ), di: “Os he advertido sobre un tormento destructivo como el que cayó sobre (la gente de) ‘Ad y Zamûd.) [41:13]

Entonces ‘Utbah se puso de pie y le tapó la boca al Profeta con sus manos diciéndole:

“Te pido en el nombre de Allâh y  de nuestro parentesco que te detengas y no caiga la calamidad sobre la gente de Quraish.” Apresuradamente retornó hacia sus compañeros para contarles lo que había escuchado.[181][2] 


 


Los cabecillas de Quraish desafían al  Mensajero de Allâh 

Los  Quraishíes albergaban cierta esperanza, ya que el Profeta no había rechazado claramente sus propuestas de un modo que descarte un acuerdo. Un día se consultaron mutuamente reuniéndose detrás de la Ka'bahh  después de la puesta del sol, y enviaron un mensaje al Profeta invitándolo a un encuentro. Cuando vino le volvieron a proponer lo mismo que ‘Utbah había mencionado anteriormente. Les aclaró que nada de eso perseguía, que era un Mensajero transmitiendo el Mensaje de su Señor. Si lo aceptaban se beneficiarían en esta vida y en la otra pero si no lo aceptaban sería paciente hasta que Allâ juzgue entre él y ellos.

Entonces le solicitaron que presente un milagro, que le pida a su Señor que mueva una montaña, nivele la ciudad, que se haga de día, o que resucite  a algún muerto para que así puedan creer. Pero les respondió de una manera similar a la anterior.

También le pidieron que le solicite a su Señor que envíe un  ángel como prueba de su veracidad, haga surgir jardines, tesoros, castillos de oro y plata, pero también les respondió de la misma manera.

Luego le pidieron que traiga el castigo; que se les caiga encima un pedazo del cielo, pero les respondió:

“Eso le concierne a  Allâh, Él hace lo que quiere.”

Entonces se burlaron y enojaron, retirándose el Profeta triste y decepcionado.

Después de que se marchó, Abu Ÿahl les dijo: “¡Gente de Quraish! Parece que Muhammad continuará encontrando faltas en nuestra religión, degradando a nuestros ancestros, desacreditando nuestra forma de vida e insultando a nuestros dioses. Los hago testigos de que agarraré una roca pesada y la tiraré encima de la cabeza de Muhammad mientras este prosternado y acabaremos con nuestros problemas de una vez por todas. Sin temer lo que las tribus de Banu ‘Abd Manâf  puedan hacerme.

La malvada y desdichada audiencia aprobó su plan y lo estimuló para que lo concrete.

A la mañana del día siguiente, Abu Ÿahl esperó a que llegue el Mensajero de Allâh para rezar. La gente de Quraish permaneció en el lugar de la asamblea esperando noticias. Cuando el Profeta se prosternó, Abu Ÿahl procedió a realizar su malvado propósito. Ni bien se aproximó al Profeta dio media vuelta volviendo con la cara pálida, cayéndosele la piedra. La gente que observó ese acontecimiento se acercó para averiguar que le había sucedido. Contestó: “Cuando me acerqué, un temible camello de una forma inusual mostrando sus terribles dientes me interceptó y casi me devora.” Ibn Ishâq reportó que el Profeta , comentando este incidente, dijo:

“Era Gabriel , si Abu Ÿahl se hubiera aproximado más lo hubiese matado.[182][1]” 


 


 

 

 

 

 

 

Los Quraishíes se esfuerzan por negociar

Aunque los Quraishíes intentaron desafiar al Profeta y Abu Ÿahl intentó matarlo, aún tenían esperanzas de llegar a un acuerdo con el Profeta ?ya que no estaban completamente convencidos de que su Mensaje era falso. Es más, pensaban del Mensaje, tal  como Allâ dijo:

(Realmente estaban en una duda profunda sobre él.) [11:110]

Vieron que el Profeta se encontraba muy firme respecto a los asuntos de la religión, y querían llegar a un acuerdo intermedio entre ambas posiciones. Aceptaban abandonar algo de su Fe, a cambio de que él abandonase algo de la suya. Pensaron que esta forma era correcta para llegar a la verdad,  pero ciertamente la verdad era lo que el Profeta predicaba. Ibn Ishâq reportó que algunas personas se burlaban del Mensajero de Allâ mientras circunvalaba la Ka'bah. Entre ellos estaban Al-Asuad Ibn Al-Muttalib Ibn Asad Ibn ‘Abdul-‘Uzza, Al-Ualîd Ibn Al-Mugîrah, Umaiah Ibn Jalaf, y Al-‘As Ibn Ua’il As-Sahmi, y todos estos eran ancianos del pueblo.

Decían: “¡Oh Muhammad! Ven y permítenos adorar lo que tú adoras, y tú adorarás lo que nosotros adoramos. Podemos ser tus socios en este asunto. Si Aquel que tú adoras es mejor que lo que nosotros adoramos entonces obtendremos algún beneficio. De lo contrario, si lo que adoramos nosotros es mejor de lo que tu adoras entonces obtendrás un beneficio. Debido a esto Allâh reveló:

(Di: ¡Incrédulos! Yo no adoro lo que adoráis. Ni vosotros adoráis lo que yo adoro. Yo no adoraré lo que vosotros adoráis, ni vosotros adoraréis lo que yo adoro. Para vosotros vuestra adoración y para mí la mía.) [109] [183][1]

Ibn ‘Abbâs narró que los Quraishíes dijeron: “Si te sometes a nuestros dioses adoraremos al tuyo.” Entonces Allâh reveló;

(Di: ¡Incrédulos! Yo no adoro lo que adoráis…) [109] [184][2]

At-Tabari reportó que Ibn ‘Abbâs dijo que los Quraishíes sugirieron: “Adora nuestros ídolos por un año, y adoraremos el tuyo por un año.” Entonces Allâh reveló:

(Di: ¿Me ordenáis que adore a otro en vez de Allâh, oh ignorantes?) [39:64] [185][3] 


 


La perplejidad de Quraish y sus consultas a los judíos

El rumbo de los acontecimientos parecía cada vez más oscuro y los paganos estaban desorientados respecto a lo que les convenía hacer. Finalmente uno de sus demonios, An-Nadr Ibn Hâriz aconsejó lo siguiente: “¡Quraish! ¡Por Allâh! Han experimentado un hecho sin precedentes que los desespera y desanima. Muhammad  creció aquí entre vosotros, siempre demostró ser muy considerado, el más confiable y el más verídico. Sin embargo cuando sus patillas comenzaron a tener canas, nos trae este problema. Habéis dicho: ‘Es un hechicero. ¡No por Allâh! No es un hechicero dado que hemos visto la brujería y sus métodos. Habéis dicho: Es un adivino. ¡No por Allâh! No es un adivino, debido a que hemos visto a los adivinos y conocemos sus formas de expresarse.’ Habéis dicho: Es un poeta. ¡No por Allâh! No es un poeta, porque conocemos la poesía, sus rimas y características. Habéis dicho: ‘Está poseído. ¡No por Allâh! No está poseído, dado que hemos visto a los poseídos y no demostró jamás síntomas de alguien poseído o que alucine. ¡Pueblo de Quraish, este es un asunto muy delicado y os recomiendo que mediten con seriedad lo que vais a hacer.”

Los Quraishíes decidieron acudir a los judíos para pedirles ayuda sobre el asunto. Autorizaron a An-Nadr Ibn Hâriz para que junto a otras personas se entrevistasen con los judíos de Medina. Allí los rabinos judíos les dijeron: “Hacedle tres preguntas. Si se las contesta, es un verdadero Mensajero. Preguntadle acerca de los tres jóvenes de la cueva. Preguntadle acerca de un hombre cuyos viajes alcanzaron el este y el oeste; cuál fue su asunto. Y preguntadle acerca del alma.”

Cuando volvieron a La Meca pensaron poseer un arma para deshacerse de Muhammad . Entonces los Quraishíes le formularon al Mensajero de Allâh las tres preguntas. Tras unos pocos días Sûrah Al-Kahf fue revelada; esta cuenta la historia de los jóvenes, conocida como la gente de la cueva. También relata los viajes de un hombre llamado Dhul-Qarnain, y la respuesta acerca del alma fue revelada en la Sûrah Al-Isra’. Esto clarificó a los Quraishíes que el Profeta recibía revelación divina, pero a pesar de ello permanecieron inmersos en la incredulidad. [186][1] 


 


Abu Tâlib reúne a su familia

Debido a estas actitudes de los paganos, Abu Tâlib comenzó a temer por su sobrino. Deliberó acerca de los incidentes pasados incluyendo el caso de ‘Uqbah Ibn Al-Mu‘it intentando estrangular al Profeta , Abu Ÿahl con su roca, y finalmente la intención de 'Umar (antes de su islamización) de asesinar a Muhammad . Dado que todos los que se reunieron pertenecían a Banu Hâshim y Banu Al-Muttalib, el hombre sabio comprendió de que todo lo expuesto servía de prueba para demostrar que estaban planeando asesinar al Profeta . Abu Tâlib los exhortó para que defiendan al Profeta . Todos ellos respondieron positivamente sean Creyentes o incrédulos excepto su hermano Abu Lahab, que estaba a favor de los politeístas.[187][1] 


 


Un pacto de injusticia y agresión

Después de examinar sus planes, y con el compromiso de Banu Hâshim y Banu Al-Muttalib de proteger al  Mensajero de Allâh , los paganos desesperaron aun más al ver como las tribus lo protegerían al margen del peligro que implicaría hacer esto. Entonces se reunieron en Jaif Banu Kinânah en un lugar llamado Uadi Al-Muhassab, y formaron una alianza hostil contra Bani Hâshim y Bani Al-Muttalib. Todos se comprometieron a no comerciar o negociar ni a casarse con ninguno de sus miembros, a cortar todo vínculo social y a no hablarles a no ser que le entreguen al Profeta para que puedan matarlo. Todo este compromiso fue escrito y se ratificó como un pacto y convenio que todos cumplirían. Ibn Al-Qaiim dijo: “Se dijo que fue escrito por Bâgid Ibn ‘Amir Ibn Hâshim y luego colgaron el tratado en la pared de  la Ka'bah. El Profeta invocó la maldición de  Allâ sobre Bâgid, cuyas manos se paralizaron más tarde.[188][1]

Este convenio fue colgado en la pared de la Ka'bah , todos los miembros pertenecientes a Banu Hâshim y Banu Al-Muttalib fueron víctimas del Boicot, sean  incrédulos o no, excepto Abu Lahab.

Abu Tâlib pensó que era prudente irse a un valle cercano en las afueras de La Meca. Banu Hâshim y Banu Al-Muttalib lo siguieron, permaneciendo en un estrecho paso (Shi‘b Abu Tâlib), desde el comienzo de Muharram, o el final como algunos dicen, del séptimo año de la misión de Muhammad hasta el décimo, por un período de tres años. Fue una terrible injusticia. La provisión de alimentos fue interrumpida y la gente se enfrentó a grandes dificultades. Los idólatras solían comprar los alimentos que entraban a La Meca para que no alcancen a los boicoteados, que se encontraban en una situación tan desesperada que comían hojas de árboles y la piel de animales. El llanto de los niños  podía oírse desde lejos.

Ningún comestible llegaba, excepto en pocas ocasiones, cuando algunas insignificantes cantidades de comida les eran alcanzadas por algunos  habitantes de La Meca que sentían pena por ellos. Durante los meses sagrados — cuando las hostilidades tradicionalmente cesaban, podían comprar alimentos procedentes de las afueras de La Meca. Aún así los precios de las mercaderías eran injustamente elevados para empeorarles la situación económica.

Hakîm Ibn Hizâm en una oportunidad llevaba trigo a su tía Jadîÿah pero Abu Ÿahl lo interceptó y trató de impedirle que lo haga. Solo cuando Al-Bujtari intervino, pudo Hakîm cumplir con su intención. Abu Tâlib estaba tan preocupado por la seguridad de su sobrino que cuando todos se retiraban para dormir le pedía al Profeta que repose en su lugar, pero cuando todos se dormían le pedía que cambie de lugar nuevamente, todo esto para protegerlo de cualquier eventual complot para asesinarlo.

A pesar de todas las dificultades, Muhammad se mantuvo firme y su coraje nunca disminuyó. Continuó yendo a rezar públicamente a la Ka'bah. Aprovechaba toda oportunidad para predicar a los forasteros que visitaban la La Meca por negocios o para peregrinar durante los meses sagrados. 


 


Disolución del pacto

Esta situación creó discrepancias entre varios sectores de Quraish que tenían algún vínculo de parentesco con la desafortunada gente. Después de tres años del boicot, en Muharram,[189][1] el décimo año de la misión de Muhammad , el pacto fue disuelto. Hishâm Ibn ‘Amr, quien solía alcanzar alimentos durante la noche secretamente a Bani Hâshim, fue a ver a Zuhair Ibn Abi Umaiah Al-Majzûmi y lo reprochó por haberse resignado al intolerable trato que estaban sufriendo sus tíos en el exilio. Este último invocó impotencia, pero se puso de acuerdo con Hishâm para trabajar en conjunto y formar un grupo de presión que intente rescatar y liberar a los exiliados. Haciendo referencia a los vínculos de parentesco surgió un grupo de cinco personas que se decidieron a poner fin al pacto y declararlo nulo en todas sus cláusulas.

Ellos eran Hishâm Ibn ‘Amr, Zuhair Ibn Abi Umaiah, Al-Mut‘im Ibn ‘Adi, Abu Al-Bujtari y Zam‘a Ibn Al-Asuad. Decidieron reunirse en su lugar de asamblea y comenzar la misión en el recinto de la Casa Sagrada. Zuhair, después de circunvalar siete veces, junto a sus colegas se aproximó a la gente para reprocharles el maltrato injustificado dado a sus parientes de Bani Hâshim que estaban sufriendo por el boicot y su debilitada economía. Juraron que no descansarían hasta que el papel donde estaba escrito el boicot sea destruido y el pacto anulado. Abu Ÿahl, que estaba cerca, respondió que nunca lo anularían. Zam‘a estaba furioso y acusó a Abu Ÿahl de mentir, agregando que el pacto fue establecido y escrito sin buscar la aprobación de ellos. Al-Bujtari intervino y apoyó a Zam‘a. Al-Mut‘im Ibn ‘Adi y Hishâm Ibn ‘Amr aseguraron la veracidad de sus dos compañeros. Abu Ÿahl, intentando terminar con el argumento expuesto dijo que el boicot fue algo decidido en el pasado.

Abu Tâlib mientras tanto se encontraba sentado en un rincón de la Mezquita y se acercó para informarles de que una Revelación había descendido a su sobrino, el Profeta ,? ?diciéndole que insectos habían devorado el documento donde figuraba las hostilidades e injusticias excepto el nombre de Allâh . Les dijo que estaba dispuesto a entregarles a Muhammad si sus palabras habían sido falsas, de lo contrario, tendrían que abandonar y anular el boicot. Los habitantes de La Meca estuvieron de acuerdo con su propuesta. Al-Mut‘im fue a ver el documento y descubrió que había sido comido por las hormigas excepto el lugar donde se encontraba escrito el nombre de Allâh .

El boicot fue anulado, y Muhammad  junto a los demás regresaron a sus hogares. En esta oportunidad cuando los musulmanes fueron expuestos a semejantes atrocidades, los incrédulos tuvieron una excelente oportunidad para ver la veracidad de la Profecía de Muhammad pero a pesar de esto no abandonaron su incredulidad:

(Pero si ven un signo se desentienden y dicen: Es magia persistente.) [54:2][190][2]

 
 


[191][1] La  prueba de esto es que Abu Tâlib murió seis meses después de que el pacto fuera cancelado, y lo correcto es que murió durante el mes de Raÿab.

La etapa final en la negociación diplomática

El  Mensajero de Allâ se alejó de su confinamiento y siguió predicando su Fe como de costumbre. Quraish, además, suspendió el boicot pero siguió con sus atrocidades oprimiendo a los musulmanes. Abu Tâlib, había alcanzado los ochenta años, estaba todavía deseoso de proteger a su sobrino pero en estos momentos debido a las continuas dificultades del boicot empezó a mostrar síntomas de debilidad. A pesar de haber salido victorioso del inhumano boicot enseguida se enfermó y su cuerpo se debilitó. Los politeístas de La Meca, viendo esta seria situación, y temiendo la deshonra que puedan llegar a atribuirle los demás árabes en caso de cualquier agresión hacia el Profeta después de haber perdido su principal soporte, Abu Tâlib, decidieron negociar con el Profeta una vez más y proponerle algunas concesiones. Luego eligieron a algunos representantes para reunirse con Abu Tâlib y discutir el asunto con él.

Ibn Ishâq y otros historiadores reportaron que cuando Abu Tâlib tuvo una grave enfermedad, la gente de Quraish empezó a evaluar la situación y a analizar los principales acontecimientos que caracterizaron ese período que incluía la islamización de 'Umar y Hamzah, acompañada de la tremenda exaltación que creó Muhammad entre todas las tribus de Quraish. Consideraron importante mantener una reunión con Abu Tâlib antes de que muera para que este presione a su sobrino a negociar un compromiso que abarque los temas en disputa. Pero temían que los otros árabes piensen en que eran oportunistas.

La delegación de Quraish estaba compuesta de 25 hombres, incluidos notables como ‘Utbah Ibn Rabi‘a, Shaibah Ibn Rabi‘a, Abu Ÿahl Ibn Hishâm, Umaiah Ibn Jalaf, y Abu Sufián Ibn Harb. Lo primero que hicieron fue demostrarle que lo consideraban un hombre muy respetable y de una gran posición entre ellos. Luego le comentaron la nueva política que deseaban seguir. Para justificar sus argumentos alegaron que terminarían de intervenir en los asuntos de la religión de Muhammad  si él hacía lo mismo con la de los incrédulos.

Abu Tâlib mando a llamar a su sobrino y le informó de lo conversado en la reunión, y dijo: “Bueno, sobrino mío, aquí están los nobles de tu pueblo. Han propuesto esta reunión para llegar a un acuerdo de mutuo consentimiento y para que podamos convivir pacíficamente.” El  Mensajero de Allâhr se dirigió a ellos diciendo:

“Los guiaré dándoles los medios para que obtengan la soberanía sobre los Árabes y no Árabes.”

En otra versión, el Profeta le habló a Abu Tâlib con las siguientes palabras:

“Oh tío! ¿Por qué no los invitas a algo mejor?”

Abu Tâlib le preguntó, “¿A qué los invitas?” El Profeta respondió:

“Los invito a aferrarse al Mensaje que les hará gobernar sobre los Árabes y no Árabes.”

Según la versión de Ibn Ishâq:

“Es tan solo una palabra que les dará supremacía sobre los Árabes y no Árabes.”

Los representantes de La Meca se sorprendieron y comenzaron a preguntarse cuál era esa palabra que tanto los beneficiaría. Abu Ÿahl preguntó: “¿Cuál es esa palabra? Juro por tu padre que te complaceríamos.”

El Profeta dijo:

“Les pido que atestigüen que nada ni nadie tienen el derecho de ser adorado excepto Allâh, y que abandonen a toda divinidad fuera de Él.”

Inmediatamente empezaron a aplaudir  burlándose de la situación, y dijo “Como piensas que podemos combinar a todos nuestros dioses en un solo Dios. Realmente es algo increíble.” Cuando se marchaban, decían entre ellos: “¡Por Allâh! este hombre nunca cederá, ni acordará nada con nosotros. Mantengámonos aferrados a la religión de nuestros antepasados, y Allâh juzgará nuestra disputa con él.” Acerca de este incidente Allâ reveló los siguientes Aleyas:

(Sâd. Por el Corán que contiene el recuerdo. Sin embargo los que se niegan a creer muestran arrogancia y oposición. ¿Cuántas generaciones anteriores a ellos destruimos? imploraron cuando ya había pasado el tiempo de salvarse. Y se extrañan de que les haya llegado un advertidor que es uno de ellos; y dicen los incrédulos: Este es un hechicero mentiroso. ¿Acaso pretende que los dioses sean un único dios? Realmente es algo asombroso. Sus líderes han salido diciendo: Id y seguid siendo fieles a vuestros dioses pues en todo esto se persigue algo contra vosotros. No lo habíamos oído en la última forma de adoración de los antepasados. Esto no es más que un invento.) [38:1-7][192][1] 


 


 

 

 

 

 

 

El año de la tristeza

La muerte de Abu Tâlib

En  Raÿab[193][1], el décimo año de la Profecía, Abu Tâlib  enfermó y luego murió, seis meses después de terminado el boicot. Narró Al-Musaiiab que cuando Abu Tâlib se encontraba en su lecho de muerte, el Profeta  entró a la habitación y vio a  Abu Ÿahl y ‘Abdullah Ibn Abi Omaiah. Le pidió a su tío:

“Tío mío, tan sólo atestigua de que nada  ni nadie tiene derecho a ser adorado salvo Allâh, y podré interceder ante Allâh por ti”.

Abu Ÿahl y ‘Abdullah Ibn Abi Umaiah le dijeron: “Abu Tâlib, ¿Abandonarás la religión de tu padre ‘Abdul-Muttalib?” El Mensajero de Allâh repitió su invitación, y lo mismo hicieron Abu Ÿahl y ‘Abdullah Ibn Abi Umaiah, hasta que  Abu Tâlib dio su respuesta final diciendo de que permanecía en la religión de su padre ‘Abdul-Muttalib y se negó a profesar de que no hay divinidad salvo Allâh . A pesar de esto el Mensajero de Allâh dijo:

“Por Allâh, seguiré pidiendo perdón por ti a no ser que se me prohíba”.

Entonces Allâh reveló las siguientes aleyas:

(No es propio del Profeta y de los Creyentes pedir perdón por los idólatras aunque sean parientes próximos, después de haberles aclarado que éstos son moradores del fuego.) [9:113]

Se reveló también:

(Ciertamente! Tú (Oh Muhammad ) no guías a quien quieres.) [28:56][194][2]

Abu Tâlib protegió el Llamado islámico contra las ofensas y agresiones de los paganos, pero a pesar de ello permaneció en la religión de sus antepasados.

Al-‘Abbâs Ibn ‘Abdul-Muttalib narró que le dijo al Profeta : “¿No has sido de ninguna ayuda para tu tío (Abu Tâlib) a pesar de que solía protegerte y se enojaba por tu causa.” El  Profeta le dijo:

“Él se encuentra en el lugar mínimo del infierno, y si no fuera por mi, permanecería en el fondo del infierno.”[195][3]

Abu Sa‘id Al-Judri narró de que escuchó al Profeta decir cuando se mencionó a su tío:

“Espero que mi intercesión le sea de ayuda, y que sea ubicado en un lugar del infierno donde el fuego solo le llegue hasta los talones.”[196][4] 


 


La muerte de Jadîÿah

Tan sólo dos o tres meses después de la muerte de su tío, el Mensajero de Allâh sufrió otra pérdida: Su esposa Jadîÿah murió en Ramadán durante el décimo año de la Profecía, cuando contaba con sesenta y cinco años de edad, y el Profeta cincuenta.[197][1]

Jadîÿah fue una bendición de AllâhI para el Profeta . Ella, a través de veinticinco años, compartió junto a él las dificultades  y pruebas de la vida, especialmente durante los diez años de la Profecía. Se vio profundamente apenado debido a su muerte, y una vez comentó con conmovedora emoción:

“Ella creyó en mi mientras la gente no creía. Confió en mí cuando la gente me desmintió. Y me ayudó y socorrió, tanto con su persona como con sus bienes, mientras la gente no lo hacía. Allâh me brindó hijos con ella, y no me los dio con las demás.”[198][2]

Abu Hurairah narró que el ángel Gabriel  vino al Mensajero de Allâh  y le dijo: “Mensajero de Allâh,  Jadîÿah viene hacia ti con un recipiente de comida o bebida. Cuando llegue, salúdala de parte de tu Señor, y albríciale con un palacio de joyas en el Paraíso donde no hay ruidos ni dificultades.”[199][3]


 


La acumulación del dolor

Estos dos acontecimientos penosos ocurrieron en un breve período de tiempo y causaron mucha pena y sufrimiento al Profeta . Los habitantes de La Meca ahora declaraban abiertamente su intención de llevar a cabo torturas y opresiones. El  Profeta perdía toda esperanza de que se encaminen por el sendero recto. Entonces viajó a Ta’if buscando asistencia. Pero ahí también, fue víctima del maltrato y la intolerancia.

Sus Compañeros recibían inexplicables torturas y opresiones a tal punto de que su mejor amigo, Abu Bakr, para alejarse de estos maltratos, inició su emigración de La Meca a Abisinia (Etiopía) pero Ibn Ad-Dagânah lo encontró en Bark Al-Gamad y lo convenció de que regrese bajo su protección.[200][1]

La muerte de Abu Tâlib había dejado al Profeta  vulnerable, y los paganos aprovechando esta oportunidad intentaban dar rienda suelta a sus malvadas intenciones de agredirlo oprimirlo y torturarlo. Una vez un Quraishita lo interceptó y le arrojó arena en su cabeza. Cuando llegó a su casa una de sus hijas limpió su cabeza y comenzó a llorar. El  Profeta le dijo:

“No llores, hija mía. Ciertamente Allâh protegerá a tu padre.”

Y dijo también :

“Los Quraishíes nunca me maltrataron tanto como lo hicieron después de la muerte de Abu Tâlib.”[201][2]

Debido a tantas desgracias, el Profeta llamó a este período, ‘el año de la tristeza y la angustia’.  


 


Su casamiento con Saûdah  en el mes de Shauual, el décimo año de la Profecía

En el mes de Shauual del mismo año, el décimo año de su Misión, el Mensajero de Allâ contrajo matrimonio con la hija de Zama’ah. Ella fue una de las primeras en abrazar el Islam y había emigrado con el segundo grupo de musulmanes hacia Abisinia. Se encontraba previamente casada con As-Sakrân Ibn ‘Amr quien también se islamizó y emigró con ella pero murió en Abisinia, o después cuando retornaron a La Meca.

Fue la primera mujer en casarse con el Profeta  después de la muerte de Jadîÿah. Algunos años más tarde cedería su turno a su co-esposa, ‘Aishah.[202][1] 


 


Factores  inspiradores de Paciencia y Perseverancia

Es natural que la gente sensible y compasiva  medite profundamente en los factores que motivaron a estos primeros musulmanes a tener constancia y perseverancia. Es normal preguntarnos cómo esta gente pudo tolerar tantas persecuciones y mantenerse firmes a pesar de las terribles torturas. Con respecto a este interrogante, creemos apropiado enumerar las siguientes razones:

  1.  La inquebrantable fe en Allâh . El primer y predominante factor es sin dudas la fe inquebrantable en Allâh , acompañada de un correcto conocimiento. Un hombre con la Fe profundamente arraigada en su corazón observará las adversidades como insignificantes y no las comparará bajo ninguna circunstancia con la dulzura de su Fe:

(La espuma se va, siendo un deshecho y lo que aprovecha a los hombres permanece en la tierra.) [13:17]

  2.  El incondicional amor al líder . Muhammad , el gran líder de la comunidad musulmana, y de toda la humanidad, fue un excelente ejemplo de nobles atributos y sublimes modales; nadie se le equipara en nobleza, honestidad, confiabilidad y comportamiento; unánimemente eran reconocidas estas cualidades por todos, hasta por sus enemigos. Abu Ÿahl mismo, el gran enemigo del Islam, solía decir con frecuencia: “Oh Muhammad , no tenemos excusas para desmentirte, tan solo no creemos en lo que nos has traído (Islam).”  Entonces Allâh dijo:

(No es a ti a quien niegan, son las Aleyas de Allâh (Corán) lo que los Dhâlimûn (Politeístas e injustos) niegan.) [6:33][1]

Un día, los incrédulos de Quraish le hicieron tres veces una cínica observación, el Profeta permaneció callado pero a la tercera les dijo:

“¡Quraish! El castigo está reservado para vosotros.”

Entonces los idólatras se echaron para atrás y sus corazones comenzaron a sentir miedo a tal extremo de que  empezaron a cambiar las palabras hostiles por otras más amigables.

Cuando colocaron en su espalda el intestino de un camello mientras estaba prosternado durante la oración, invocó la ira de Allâh sobre ellos, e inmediatamente pasaron a un estado de inexplicable preocupación, convencidos de que serían destruidos. La súplica fue en contra de ‘Utaibah Ibn Abu Lahab, después de la cual ‘Utaibah pensó que sus súplicas jamás serían respondidas. Luego cuando vio el león que le dio muerte dijo: “¡Por Allâh! Muhammad me ha matado estando en La Meca.” Ubai Ibn Jalaf solía manifestar que mataría a Muhammad . Un día el Profeta le dijo:

“Por el contrario, seré yo quien te mate a ti, si Allâh quiere.”

Cuando Ubai recibió un rasguño en su nuca, en el día de Uhud, aterrado, recordó las palabras del Profeta y dijo: “Estoy convencido de que es capaz de matarme con tan sólo escupirme.[2] ” Sa‘d Ibn Mu‘âdh le dijo a Umaiah Ibn Jalaf en La Meca: “Escuché al Mensajero de Allâh un día, decir que los musulmanes te matarían.” Umaiah se horrorizó y juró que nunca saldría de La Meca. Aún cuando Abu Ÿahl lo obligó a ir a pelear contra el Profeta en el día de Badr, compró el mejor y más veloz de los camellos en La Meca para poder escapar. Hasta cuando su esposa le advirtió de las palabras de Sa‘d, su respuesta fue: “Por Allâh, no tengo la intención de salir con Quraish, me mantendré a una corta distancia.”[3]

Este era el sentimiento de pánico y terror que sus enemigos tenían en cualquier lugar en donde se encontraban. Sus amigos y Compañeros, por el contrario, lo amaban muchísimo ocupabando un lugar muy importante en sus corazones. Siempre estaban listos para defenderlo y protegerlo a costa de sus propias vidas. Cierto día, Abu Bakr fue brutalmente golpeado por ‘Utbah Ibn Rabi‘a, un repugnante pagano. Todo su cuerpo estaba sangrando y su vida corría peligro de muerte, mientras su gente lo llevaba de regreso a su casa indignado por su desgracia, juró que no comería ni bebería hasta que le informen el estado de su noble Compañero, Muhammad . Este era el espíritu de desinterés y sacrificio que caracterizaba el comportamiento de sus primeros Compañeros.[4]

  3.  El sentido de responsabilidad. Los primeros Compañeros estaban convencidos de la responsabilidad que tendrían que cargar sobre sus hombros. También estaban convencidos de que esta responsabilidad era ineludible aunque fueran perseguidos, dado que eran concientes de lo que sufriría la humanidad si ellos abandonaban  sus obligaciones.

  4.  La convicción respecto a la otra vida. Esto era lo que fortalecía el sentido de la responsabilidad. Había una profunda certeza establecida a través de la luz de la religión que se levantarían el Día de la Resurrección y rendirían cuentas de sus actos de esta vida, ya sean estos grandes o pequeños. Estaban seguros de que en la otra vida su situación dependería de sus actos en la tierra, ya sea para morar eternamente en el Jardín del Paraíso o para permanecer eternamente en el fuego del Infierno. Sus vidas estaban divididas entre la esperanza en alcanzar la misericordia de Allâh y el temor de recibir Su castigo.

 

(Los que dan (caridad) de lo que se les da (y también realizan otras buenas acciones) sienten temor en sus corazones (dado que no saben si sus buenas acciones han sido aceptadas o no), y están seguros de que han de retornar a su Señor.) [23:60]

Sabían de que esta vida con todas sus dificultades y penas era insignificante comparada con la otra vida. Esta profunda convicción les hizo ser indiferentes a las adversidades y dificultades de esta vida.

  5.  El Corán. Las Aleyas (versículos) del Noble Corán eran atrayentes, convincentes y reveladas con mucha frecuencia durante esta crítica etapa, colaborando con argumentos sobre la verdad y conveniencia de seguir los principios del Islam, en cuyas fuentes estaba basado todo el Mensaje transmitido por Muhammad . El Corán constituía la base sobre la cual la mejor y más maravillosa sociedad estaba establecida. Las Aleyas del Corán sirvieron también para estimular los sentimientos de los Creyentes, fortalecerlos a través de la paciencia y la perseverancia instruyéndolos con ejemplos prácticos y sugestivas instrucciones:

(¿O acaso contáis con entrar al Paraíso sin que os suceda algo similar a lo que les sucedió a vuestros antepasados? La desgracia y el daño les golpearon y se estremecieron hasta el punto de que el Mensajero y quienes con él creían llegaron a decir: ¿Cuándo vendrá el auxilio de Allâh? ¿Pero acaso el auxilio de Allâh no está cerca?) [2:214]

(Alif-Lam-Mim. ¿Es que piensan los hombres con que se les va a dejar decir creemos, y no van a ser probados? Es verdad que ya probamos a los que les precedieron. Para que Allâh sepa quienes son sinceros y quienes son los falsos. (Aunque Allâh sabe todo antes de poneros a prueba).) [29: 1-3]

Estas Aleyas constituían una irrefutable respuesta a las falsas acusaciones de los incrédulos, y a un claro ultimátum que les advertía de las horribles consecuencias que enfrentarían en caso de persistir en la incredulidad. Por otro lado, el Noble Corán guiaba a los musulmanes a un nuevo mundo y les anunciaba sus deleites, la perfección de Allâh , los beneficios de ser amable y bondadoso y anhelar la complacencia de Allâh . Esto implicaba un importante Mensaje portador de buenas nuevas de la Misericordia Divina acompañada de la bendición eterna en un Jardín del Paraíso. Y al mismo tiempo describía el final de los tiranos e incrédulos que serían juzgados y arrojados al Infierno.

  6.  Las albricias. Aún desde los momentos en que experimentaron adversidades, los musulmanes tenían la certeza de que pertenecer a las filas del Islam no implicaría dificultades o cavarse la propia tumba. Estaban seguros de que el Llamado Islámico tenía un objetivo, la exterminación de las tradiciones del paganismo pre-islámico y la destrucción de sus sistemas opresivos, para liderar a la humanidad en la búsqueda de la complacencia de Allâh . Estas albricias eran reveladas en ocasiones explícitamente y en otras implícitamente, acorde a las circunstancias. Cuando los musulmanes fueron perseguidos o sus vidas sufrían constantes adversidades, eran reveladas Aleyas que narraban historias de los anteriores Profetas con sus pueblos y de los sufrimientos y adversidades que experimentaron. Las Aleyas también incluirían sugestivas informaciones del trágico final de los incrédulos de La Meca visualizando su perdición, y también al mismo tiempo, albriciando a los creyentes.

Expondremos aquí algunas de estas Aleyas:

(Ya sucedió antes que dimos Nuestra palabra a Nuestros siervos enviados. Y fueron auxiliados. Y es verdad que Nuestros ejércitos fueron vencedores. Apártate de ellos hasta que llegue el momento. Y obsérvalos que ya verán (el castigo). ¿Acaso están pidiendo que se acelere el castigo? Cuando descienda a sus patios (cerca de ellos), que mal amanecer el de los que fueron advertidos.)  [37:171-177]

En el mismo contexto, Allâh le dijo a Su Profeta :

(Tal grupo será derrotado y darán la espalda.) [54:45]

También dijo :

(Sólo son una tropa más, entre los confederados, que será derrotada.) [38:11]

Los musulmanes que emigraron a  Abisinia (Etiopía) recibieron la siguiente revelación:

(Y a los que emigraron por Allâh después de haber sido tratados injustamente les prepararemos en esta vida una hermosa recompensa, y la recompensa de la última (vida) es mejor, si supieran.) [16:41]

En otra instancia, Allâh habla acerca de los Mensajeros:

(Dijeron los incrédulos a sus Mensajeros: Os echaremos de nuestra tierra a no ser que volváis a nuestra forma de adoración. Pero su Señor les inspiró: Vamos a destruir a los Dhâlimun (politeístas, incrédulos y malvados). Y os haremos habitar la tierra después de ellos. Eso es para quien tema que tendrá que comparecer ante Mí (en el Día de la Resurrección o tema Mi castigo) y tema mi promesa.) [14:13,14]

Durante la guerra entre los Persas y los Romanos bizantinos, los incrédulos deseaban que ganen los Persas debido a que eran politeístas como ellos y los Musulmanes rogaron por la victoria de los Romanos dado que ambos creían en Allâh , Sus Mensajeros, Sus Libros, la  Revelación y la otra vida.

El resultado fue la victoria de los romanos. Los incrédulos apoyaban a Persia, como hemos dicho, y en sus corazones anhelaban que el naciente movimiento islámico, como lo era en aquel entonces, desde un punto de vista mundanal, muy débil y necesitado, pueda colapsar gracias a las persecuciones. Pero malinterpretaron los verdaderos signos. Habían sido informados que serían decepcionados con sus cálculos como pasó cuando Heraclio llevó su ejército al corazón de Persia y los Quraishíes fueron derrotados en  Badr:

(Ese día se alegrarán los Creyentes (por la victoria de los romanos contra los persas) con la ayuda de Allâh.) [30:4,5]

El Mensajero Allâh también advirtió e informó sobre la otra vida. Durante la temporada de peregrinación en el mercado de ‘Ukaz, Muÿanah y Dhul-Maÿaz, aprovecharía para transmitir el Mensaje. No sólo relataba las gracias y placeres del Paraíso sino que también advertiría con toda claridad diciéndoles:

“¡Oh gente! Atestiguad que no existe mas divinidad que Allâh, para que podáis ser los victoriosos, y gobernar a los Árabes, ser seguidos por los no Árabes, y ser los reyes en el Paraíso.” [5]

Esto mismo les dijo, el Profeta , a los paganos cuando estaban junto a Abu Tâlib consolándolo en su lecho de muerte. Les aclaró que solamente tenían que pronunciar dicho testimonio para que los Árabes los sigan en la religión y tener la autoridad sobre los no Árabes.

Jabbab Ibn Al-Aratt dijo: “Fui a ver al Profeta mientras estaba descansando sobre su manto bajo la sombra de la Ka'bah . Estábamos atravesando dificultades debido a las persecuciones de los idólatras, entonces le dije: ‘¿Por qué no suplicas a Allâh (que nos de la victoria)?’ Entonces se sentó, su rostro se puso rojo y dijo:

“Hubo entre aquellos que os precedieron quienes eran peinados con peines de acero que les arrancaban su piel, huesos y nervios, pero a pesar de esto no abandonaban su religión. Allâh hará prevalecer esta religión dando seguridad a un viajante que atravesará Sana’ para ir a Hadramaut no temiendo a nadie excepto Allâh, pero sucede que vosotros sois gente apresurada.” [6]

Las albricias sobre una mejor perspectiva para el Islam y los musulmanes no estaban restringidas a los seguidores de Muhammad, de hecho eran informadas una y otra vez tanto a los incrédulos como a los creyentes. Siempre que los dos bandos se encontraban, los incrédulos se burlaban diciendo: “Aquí están los herederos de la tierra que vencerán a Kisra y a Cesar.” Pero los creyentes, anticipándose al brillante futuro que Allâh les daría, tolerarían toda clase de persecuciones y humillaciones considerándolas como nubes pasajeras. [7]

El Profeta estimulaba y sustentaba a sus seguidores con la luz de la fe, honrándoles e inculcándoles la sabiduría del Corán en sus corazones y cultivando sus mentes profundamente con el espíritu del Islam que los elevaría a un estado de noble espiritualidad, pureza y absoluta libertad de los engaños del materialismo, y a un elevado poder moral que era suficiente para apartarlos de las tentaciones de esta vida y que los conduciría de la oscuridad a la luz. Constantemente les enseñaba a ser tolerantes, indulgentes y a controlarse para estar firmes en la religión, desdeñar la lujuria, y esmerarse en conseguir la complacencia de Allâh , anhelar el Jardín del Paraíso, reflexionar, controlar los impulsos, controlarse en los momentos de ira y a observar sobriedad, paciencia y seriedad.


 


La prédica del Islam más allá de La Meca

En  Shauuâl (a finales de Mayo o comienzos de Junio del 619 d.C) en el décimo año de la Profecía, el Profeta se dirigió a pie hacia Ta’if, aproximadamente 60 kilómetros de La Meca, acompañado de su esclavo liberto Zaid Ibn Hâriza para invitar a su gente al Islam.

Contrariamente a sus expectativas, la atmósfera general fue terriblemente hostil. Se acercó a la familia de ‘Umair, que se destacaba por su nobleza en la ciudad. Pero para su decepción, todos ellos ignoraron su Mensaje y usaron un lenguaje agresivo para referirse a la noble causa que se esforzaba en propagar. Tres hermanos jefes de Zaqîf —‘Abd Yalîl, Mas'ûd y Habîb — hijos de ‘Amr Ibn ‘Umair Az-Zaqafi hablaron con el Profeta , quien los invitó a abrazar el Islam y a adorar a Allâh , pero lo ridiculizaron y desdeñaron su invitación. “Estás desgarrando la tela de la Ka'bah; ¿Es verdad que Allâh te envió como Mensajero?” dijo uno de ellos. “¿Acaso Allâh no encontró  a alguien más digno para confiarle Su Mensaje?” dijo el segundo. “Juro por Allâh que nunca te dirigiré la palabra. Si realmente eres el Mensajero de Allâh, entonces eres muy importante para que me hables. Si estas mintiendo con respecto a Allâh, nunca te hablaré.” Dijo el tercero. El Mensajero de Allâh , se marchó diciendo:

“Dado que se comportan de esta manera, no divulguen mi presencia en este lugar.”

Durante diez días se quedó transmitiendo su Mensaje a toda la gente noble, uno por uno, pero ninguno aceptó. Crearon un tumulto para apresurar la partida del indeseable visitante, los necios y sus sirvientes lo insultaban a través del camino, arrojándole piedras obligándole a dejar la ciudad perseguido por una muchedumbre. La sangre manaba de sus piernas; y Zaid, intentando cubrirlo, fue herido en la cabeza. No desistieron hasta que lo expulsaron dos o tres millas cruzando el arenoso terreno hasta los bordes de las colinas. Ahí, preocupado y exhausto, se refugió en uno de los numerosos huertos, y descansó reposando sobre la pared de un viñedo. En un momento cuando todo el mundo parecía estar en su contra, Muhammad se volvió a su Señor y elevó una súplica usando emotivas palabras expresivas del profundo dolor que sentía su alma. Estaba preocupado y herido pero seguro de la ayuda de su Señor :

“¡Oh Allâh! Ante Ti me quejo de mi debilidad, de mi desamparo e insignificancia ante la gente. Tú eres el Más Misericordioso de los Misericordiosos. Tu eres el Señor de los destituidos y débiles, ¡Oh mi Señor! ¿En manos de quién me abandonas? ¿En las manos de un forastero que se burla de mi? o ¿En las de los enemigos que tienen control sobre mis asuntos? Si Tu ira no recae en mi, entonces nada me preocupa. Tu perdón es amplio y suficiente para mí. Me refugio en la luz de Tu Rostro, que ilumina la oscuridad, que regula los asuntos de esta vida y de la otra. Espero nunca caer en Tu ira. Y no hay poder ni fuerza sino en Ti.”

Viéndolo en esta conmovedora situación, dos hijos de Rabi‘a, hombres ricos de La Meca, se compadecieron ante su pariente, y le enviaron un sirviente cristiano con un racimo de uvas. El Profeta aceptó la fruta con esta piadosa invocación:

“En el nombre de Allâh.”

El sirviente cristiano llamado ‘Addâs se sorprendió mucho de las palabras y dijo: “Estas son palabras que la gente de este lugar no usa.” El Profeta le preguntó:

“¿De dónde eres y cuál es tu religión?”

 ‘Addas respondió: “Soy cristiano y provengo de Niniveh.” El Profeta le dijo:

“Perteneces a la ciudad del piadoso Jonás, hijo de Matta.”

‘Addâs le preguntó con ansiedad si conocía algo de la historia de Jonás. El Profeta le dijo:

“Es mi hermano. Era Profeta como yo lo soy.”

Entonces  ‘Addâs rindió homenaje a Muhammad y besó sus manos y sus pies. Uno de los hermanos le dijo al otro: “Mira como tu esclavo te deshonra.” Cuando ‘Addâs regresó fue preguntado: “¿Por qué hiciste eso?”. Respondió: “¡Mi amo! No hay nadie en la tierra superior a ese hombre. Me comentó un asunto que solo un Profeta conoce.” Nuevamente lo reprendieron y dijeron: “¿Qué es lo que te pasa ‘Addâs? No abandones tu religión, ciertamente tu religión es mejor que la de él.” [203][1]

Con el corazón herido y angustiado, Muhammad emprendió su regreso a La Meca. Al llegar a Qarn Al-Manazil, Allâh le envió al ángel Gabriel  junto al ángel de las montañas .

Este último solicitó permiso al Profeta para aplastar La Meca desde Al-Aÿshabain — las montañas de Abu Qubais y Qu‘aiqa‘an.

Al-Bujâri ha registrado los detalles de este acontecimiento de ‘Uruah Ibn Az Zubair de que ‘‘Aishah le narró que le preguntó al Profeta : “¿Has tenido un día más difícil que Uhud?” Este respondió: “Tu gente me había perjudicado mucho, y el peor acontecimiento fue el día de ‘Aqabah cuando me presenté ante Ibn ‘Abd-Yalîl Ibn ‘Abd-Kulal y no respondió a mi pedido. Entonces me marché con un excesivo dolor y no me pude relajar hasta llegar a Qarn-az-Za‘alib, donde levanté mi cabeza hacia el cielo y vi una nube que me cubría. Vi entonces a Gabriel en ella. Me dijo: ‘Allâh ha oído lo que tu gente dijo, y lo que te respondieron. Allâh te ha enviado al ángel de las montañas para que realice lo que tu quieras.’ El ángel de las montañas le saludó y dijo: ‘¡Oh Muhammad! Ordéname lo que quieras. Si lo deseas derrumbaré las montañas sobre ellos.’”

El  Profeta  dijo:

“No, espero que Allâh haga salir de ellos hijos que no adoren a nadie excepto a Él.”[204][2]

El Mensajero de Allâh luego se sintió reconfortado y su corazón se tranquilizó gracias a la luz de la ayuda divina. Procedió hasta Uâdi Najlah donde estuvo unos pocos días.

Durante su estadía ahí, Allâh le envió un grupo de genios (Al Ÿinn) quienes lo escucharon recitando el Noble Corán:

(Y (recuerda) cuando te enviamos a un grupo de genios, para que escucharan el Corán, y al llegar ante él se dijeron: ‘Escuchad en silencio!’ y cuando acabó, retornaron a su gente para advertirles. Dijeron: ‘¡Oh gente nuestra! Ciertamente Hemos oído un libro que ha descendido después de Moisés, que confirma lo que había antes de él, y guía hacia la Verdad y hacia un camino recto. ¡Oh nuestra gente! Responded (con obediencia) al que llama hacia Allâh, y creed en él. Él (Allâh) perdonará vuestros pecados, y os salvará de un doloroso castigo.) [46:29-31]

El mismo incidente lo encontramos también en la Sûrah Los Genios:

(Di: Se me ha inspirado que unos genios han escuchado (el Corán) y han dicho: ‘Ciertamente hemos oído una recitación maravillosa (el Corán) que conduce a la guía recta, así que hemos creído en ella, y no asociaremos a ningún otro con nuestro Señor.) [72:1,2]

En el contexto de estas aleyas y su interpretación podemos establecer con seguridad que el Profeta no estaba enterado de la presencia del grupo de genios, sino que se enteró cuando Allâh le reveló estas aleyas. Las aleyas también confirman que era la primera vez que venían a escuchar. Sin embargo, según otras versiones se sugiere que los genios hicieron reiteradas visitas.

La presencia de este grupo de genios vino como asistencia divina brindada al Mensajero, y constituye un propicio signo de la victoria final y del triunfo del Llamado al Islam. Prueba sin dudas que ningún poder puede alterar el designio de Allâh :

(Y quien no responda al que llama hacia Allâh, no tendrá forma de escapar en la tierra, y fuera de Allâh no tendrá quien lo proteja (del castigo). Esos están en un extravío evidente.) [46:32]

(Supimos que no podríamos escapar (del castigo) de Allâh en la tierra, y que tampoco podríamos salir huyendo (de su castigo).) [72:12]

Habiendo recibido este apoyo y consuelo, se disipó la tristeza y depresión que sufrió el Profeta luego de ser expulsado de Ta’if, retornando hacia La Meca con la determinación de continuar transmitiendo el Mensaje del Islam.

Zaid Ibn Hârizah, su compañero, le preguntó al Profeta : “¿Cómo puedes volver a La Meca luego de que ellos (Quraish) te han expulsado?” El  Profeta respondió:

“¡Zaid! Allâh asistirá y apoyará a Su religión y a Su Profeta.”

Cuando se encontraba ya en las cercanías de La Meca, se recluyó en la cueva de Hirá’. Desde allí despachó un hombre de la tribu de Juza‘ah para buscar la protección de Al-Aÿnas Ibn Shuraiq. Este último dijo que no podía porque era aliado de Quraish. También acudió a Suhail Ibn ‘Amr, pero este tampoco aceptó darle protección. Al-Mut‘im Ibn ‘Adi, un notable de La Meca, sin embargo, respondió positivamente al pedido del Profeta . Pidió a su gente que vistan armas y luego le dijo a Muhammad que entre en la ciudad y se dirija a la Mezquita Sagrada. El Profeta rezó dos Rak‘aat y luego fue custodiado por Mut‘im Ibn ‘Adi y sus hijos, que estaban fuertemente armados, hasta su casa.

Se ha narrado que más tarde Abu Ÿahl, el archienemigo del  Islam, le preguntó a Mut‘im si su comportamiento se limita a la protección o si también se había islamizado, al responderle que solo era protección Abu Ÿahl se alivió y dijo que aceptaría la protección de Muhammad  por respeto a Mut‘im. [205][3]

El Mensajero de Allâh nunca olvidó la actitud de Mut‘im. Cuando terminó la batalla de Badr, dijo:

“Si Mut‘im Ibn ‘Adi estuviera con vida y me solicitara que liberara a los prisioneros, cumpliría con su pedido.”[206][4]


[207][1] Tomado de  Ibn Hishâm, 1/419-421.

La prédica islámica entre las tribus árabes

En el mes de Dhul Qa‘dah del décimo año de la Profecía, julio del 619, el Profeta retornó a La Meca para reanudar sus actividades. Se aproximaba la temporada de Peregrinación entonces se apresuró a invitar a que abracen el Islam tanto a las tribus como a los individuos, como era su proceder desde el cuarto año de la Profecía.

Az-Zuhri narró que las  tribus que fueron invitadas al  Islam son: Banu ‘Amir Ibn Sa‘sa‘ah, Muhârib Ibn Jasfa, Fazarah, Gassán, Murrah, Hanîfah, Salîm, ‘Abs, Banu Nasr, Banu Al-Buka’, Kindah, Kalb, Al-Hâriz Ibn Ka‘b, ‘Udhrah y la gente de Hadramaut. Pero ninguna de ellas respondió positivamente, permaneciendo con sus corazones duros. [208][1]

El Islam no les fue presentado solo un año sino que reiteradas veces desde el cuarto año de la Profecía hasta la última Peregrinación antes de abandonar La Meca. A la mayoría de ellas se les expuso el Islam durante la temporada de la Peregrinación del décimo año de la Profecía.

Ibn Ishâq ha mencionado algunos detalles de la presentación del Islam a las tribus y su rechazo. Aquí presentamos un resumen:

  1.  Visitó una sección de Banu Kalb conocida como Banu ‘Abdullah. Los llamó al Mensaje de Allâ dirigiéndose a ellos con las siguientes palabras:

“¡Oh Banu ‘Abdullah! Ciertamente que Allâh hizo un hermoso nombre el de vuestro padre.”

Pero no aceptaron.

  2.  Se reunió con Bani Hanîfah, se presentó ante ellos, pero ninguna de las tribus árabes respondió tan agresivamente como ellos.

  3.  Se dirigió a Bani ‘Amir Ibn Sa‘sa‘ah, llamándolos a Allâh , pero uno de ellos llamado Buhairah Ibn Firrâs, dijo: “¡Por Allâh! ¡Puedo aprovechar a este joven de Quraish y dominar a todos los árabes con él!” luego le preguntó: “¿Si te juramos fidelidad  y Allâh te da la victoria, podremos gobernar en tu lugar?” El Profetar  respondió:

“El dominio pertenece a Allâh, Se lo brinda a quien Él quiere.”

El hombre agregó: “¿Daríamos nuestras vidas oponiéndonos a los árabes por ti, y luego cuando Allâh te conceda la victoria le darías la autoridad a otros sin tenernos en cuenta? No queremos saber nada de tus asuntos”

Cuando  Banu ‘Amir regresó a sus tiendas, le narraron lo ocurrido a un anciano que no participó debido a su edad. Le dijeron: “Un joven de  Quraish perteneciente a Bani ‘Abdul Muttalib, alega ser un Profeta, y pide nuestra ayuda y un lugar seguro en nuestra tierra.” El anciano se agarró la cabeza preguntándoles si no había posibilidad de retractarse debido a la pérdida de esta gran oportunidad, y juró: “Realmente es Ismaelita (descendiente de Ismael ). Está diciendo la verdad (un verdadero Profeta). ¿Cómo pudieron malinterpretar sus palabras?” [209][2]

Pero el  Profeta no se desanimó. Continuó con su misión cumpliendo con lo que se le ordenó a pesar de todo. No limitó sus esfuerzos a las tribus sino que se contactó con personas individualmente de los cuales algunos respondieron favorablemente. Luego, durante la misma temporada, algunos creyeron en su Profecía y entraron en el Islam. La siguiente lista incluye algunos de ellos:

  1.  Suuaid Ibn Samit . Era un sabio poeta de Medina. Su gente lo apodó  “Al Kâmil” “el Perfecto” debido a su linaje, poesía, nobleza y familia. Durante su estadía en La Meca para la Peregrinación, el Mensajero de Allâh lo invitó al Islam. Respondió: “Tal vez lo que tu tienes es similar a lo mío.”  El Mensajero de Allâh le dijo,

“¿Y qué es lo que tienes?”

El dijo: “La sabiduría de Luqmân.” Entonces el Profeta le dijo:

“Preséntala.”

Así lo hizo, a lo cual el Mensajero de Allâh respondió:

“Esas palabras son sublimes, pero lo que recibo es superior. Es el Corán que Allâh el Más Elevado me revela, es guía y luz.”

Suuaid aceptó el Islam inmediatamente. Cuando retornó a Medina murió en la batalla entre las tribus de Aus y Jazraÿ anteriores a la batalla de Bu‘az. Aceptó el Islam en el undécimo año de la Profecía.[210][3]

  2.  Iîâs Ibn Mu‘adh . Era un joven de la tribu de Aus. Vino formando una delegación que buscaba una alianza con Quraish para que esta se sume contra otra tribu rival en Medina, Al Jazraÿ, esto fue durante el 11°año de la Profecía cerca de la época de la batalla de Bu‘az. La tribu de Aus eran menor en número que la de Jazraÿ. El Profeta se entrevistó con ellos y les aconsejó:

“¿Tal vez hay algo mejor para vosotros que el motivo de vuestra llegada?”

Le preguntaron: “¿A qué te refieres?”. Respondió :

“Soy el Mensajero de Allâh, me ha enviado a Sus siervos para que los invite a que adoren a Allâh únicamente sin asociarle nada a Él y me revela un Libro.”

Luego les presentó el Islam y recitó algo del Corán. Iîâs dijo: “¡Oh gente! Juro por Allâh que esto es mejor que el motivo de nuestra visita.”

Luego  Abul-Husair Anas Ibn Rafi‘, un miembro de la delegación, tiró a  la cara de Eyas un puñado de tierra, diciéndole: “Aléjate de nosotros.”

Luego partieron hacia Medina después de haber fallado en su intento de establecer una alianza con Quraish. Al poco tiempo de llegar a Medina, el muchacho muere proclamando el nombre de Allâh y alabándolo.[211][4]

  3.  Abu Dhar Al-Gifâri . Solía vivir en los suburbios de Medina. Noticias de la Islamización de Suaid Ibn Samit y Iîâs Ibn Mu‘adh le llegaron constituyendo esto un punto de inflexión en su vida. Al-Bujâri registró de Ibn ‘Abbâs que Abu Dhar dijo:

“Pertenecía yo a la tribu de Gifâr. Nos enteramos que un hombre había aparecido en La Meca, clamando ser un Profeta. Le dije a mi hermano: ‘Ve a entrevistarte con ese hombre y tráeme noticias de él.’ Así lo hizo y cuando volvió le pregunté: ‘¿Qué noticias me has traído?’ me respondió: ‘Por Allâh, vi a un hombre invitando a realizar el bien y prohibiendo lo que es malo.’ Le dije, ‘No me satisface la poca información que me traes.’ Entonces tomé un recipiente con agua y una vara y marché hacia La Meca. No sabía quien era, pero no quise preguntar por él a ninguno. Bebí agua de Zamzam y permanecí en la Mezquita. Luego ‘Ali pasó a mi lado y me dijo: ‘Pareces un extranjero’ dije, ‘Si.’ Se marchó a su casa y lo acompañé. No me preguntó nada ni yo le dije nada. Al día siguiente, fui a la Mezquita a indagar sobre el Profeta pero nadie me dijo nada sobre él. ‘Ali pasó nuevamente y me preguntó: ‘¿No has encontrado aún tu morada?’ Respondí: ‘No.’ Me dijo: ‘Ven conmigo.’ Me preguntó: ‘¿Qué te trae a esta ciudad?’ le dije: ‘Si mantienes mi secreto, te contaré’. Dijo: ‘Lo haré.’ Le comenté: ‘Nos enteramos de que un hombre apareció en La Meca, clamando ser un Profeta. Le dije a mi hermano: ‘Ve a entrevistarte con ese hombre y tráeme noticias de él, pero no me brindó una información satisfactoria y decidí ir a verlo personalmente.’ ‘Ali dijo: ‘Has alcanzado tu objetivo; voy a verlo en este mismo momento, sígueme, y donde yo entre hazlo tu también. Si veo que estamos en dificultades me pararé junto a una pared y me tocaré los zapatos (como señal), y tu te irás.’ ‘Ali llegó hasta un lugar y entró haciendo Abu Dharr lo mismo. Entonces vimos al Profeta , a quien le dije: ‘Preséntame el Islam.’ Cuando lo hizo abracé inmediatamente el Islam. Me dijo el Profeta :

‘Oh Abu Dhar! Mantén tu islamización en secreto y regresa a tu pueblo; y cuando te enteres de nuestra victoria vuelve a nosotros.’

Dije: ‘Por aquel que te ha enviado con la Verdad, proclamaré mi islamización públicamente entre ellos.’ Abu Dharr fue a la mezquita, donde se hallaban algunas personas de Quraish, y dijo, ‘¡Oh gentes de Quraish! Atestiguo que nadie tiene el derecho a ser adorado excepto Allâh , y atestiguo que Muhammad es Su siervo y Su Mensajero.’ Al escuchar esto los Quraishíes dijeron: ‘¡Agarren a este renegado!’ y me pegaron con tanta violencia que pensé que moría. Al-‘Abbâs me vio y se tiró sobre mí para  protegerme. Luego les dijo: ‘¡Guay de vosotros! ¿Acaso queréis asesinar a un hombre de la tribu de Gifâr, sabiendo que deberéis pasar por su territorio cada vez que salgáis a comerciar?’ luego me dejaron. Al día siguiente retorné a la mezquita y dije lo mismo que el día anterior. Y me ocurrió lo mismo. Ellos hicieron lo mismo y Al-‘Abbâs nuevamente me protegió y dijo lo mismo que el día anterior.’ Esta fue la islamización de Abu Dharr (que Allâh sea Misericordioso con él).” [212][5]

  4.  Tufail Ibn ‘Amr Ad-Dausi . Era un poeta honesto y jefe de la tribu de Ad-Daus cercana al área del Yemen en el Sur de Arabia. Arribó a La Meca en el undécimo año de la Profecía. Le dieron una gran bienvenida con ceremonias acorde a su estatus. Los habitantes de La Meca empezaron a hablarle mal del Profeta . Le atribuían haber causado el más horrible sismo social, dividiendo a las clases sociales y también a las familias debido a sus cínicos planes. También le advirtieron que no le preste atención. El hombre se dejo llevar por lo que le dijeron. Hasta puso algodón en sus oídos para evitar escuchar sus palabras. Sin embargo, cuando ingresó a la mezquita, vio rezar a  Muhammad y por curiosidad se acercó a escuchar las palabras del Profeta . La tentación  de escuchar más fue tan grande que lo motivó a seguir al Profeta hasta su casa, le contó de su llegada y de su historia con la gente de Quraish. El Mensajero de Allâh le recitó aleyas del Noble Corán y el hombre tuvo una experiencia excepcional, descubriendo el Islam. Entonces se islamizó. Luego dijo de que como era un hombre con influencia sobre su gente  los llamaría a profesar el Islam, y le solicitó al Profeta que lo equipe con un signo que lo ayude a facilitar su objetivo. Y de hecho tuvo la asistencia Divina en su llamado. Invitó a su padre y a su mujer a abrazar el Islam y respondieron positivamente. Su gente vaciló un poco pero los exhortó fervientemente y tuvo éxito. Junto a setenta u ochenta de sus seguidores emigraron a Medina después de la batalla de la Fosa.[213][6] Fue un excelente combatiente en la causa de Allâh y murió martirizado el día de la batalla Al-Iamâma.[214][7]

  5.  Dhumad Al-Azdi . Llegó desde  Azd Shanu’a en el Yemen, y era exorcista. Cuando llegó a La Meca escuchó a los incrédulos decir que Muhammad  estaba poseído. Así que decidió practicar su destreza sobre el Profeta , que al verlo dijo: “Alabado sea Allâh, celebramos Su alabanza y le pedimos Su ayuda. A quien Allâh guía, nadie puede desviar, y a quien Allâh desvía, nadie puede guiar. Atestiguo que no hay divinidad que merezca adoración excepto Allâh y que Muhammad es Su siervo y Su Mensajero.” Dhumad escuchó sus palabras y le pidió al Profeta que las repita. Así lo hizo el Profeta  tres veces. Luego dijo: “He oído a los adivinos, hechiceros y poetas pero nunca experimenté tanta dulzura como la de tus palabras. Luego abrazó el Islam con sinceridad.[215][8]
 


[216][1] Ibn Sa‘d 1/216.

Inspiradoras brisas de esperanza desde Medina

Fue durante la Peregrinación, en el undécimo año de la Profecía, que el Llamado Islámico pudo encontrar las apropiadas semillas que harían crecer altos árboles cuyas ramas harían promover la nueva fe y darían asilo a los nuevos y vulnerables islamizados librándoles de las injusticias y las agresiones de Quraish. El Profeta  solía visitar de noche las delegaciones de las tribus árabes para que los Quraishíes no le impidan cumplir con su objetivo.

Acompañado de sus dos Compañeros de confianza ‘Ali y Abu Bakr, tuvo una interesante charla sobre la posibilidad de abrazar el Islam con Bani Dhuhal, pero estos últimos suspendieron su Islamización.[217][1] Con el mismo propósito el Profeta y sus Compañeros y pasaron por ‘Aqabah, en Mina, donde escucharon que la gente estaba hablando. Fueron a su encuentro y resultaron ser seis hombres de Iazrib, la mayoría pertenecientes a la tribu de Jazraÿ: As‘ad Ibn Zurârah, 'Auf Ibn Hâriz, Râfi‘ Ibn Mâlik, Qutbah Ibn ‘Amir, ‘Uqbah Ibn ‘Amir y Shabir Ibn ‘Abdullah. Los dos últimos pertenecían a la tribu de Aus y el resto a la de Jazraÿ.

Los habitantes de Medina solían oír a los judíos decir que un Profeta estaba por aparecer, según Dios les había revelado. Cuando lo encuentren lo seguirían y podrían atormentar a sus enemigos.[218][2]

Cuando el Mensajero  de Allâh se encontró con ellos les preguntó:

“¿Quiénes sois vosotros?”

“Pertenecemos a la tribu de Jazraÿ,” respondieron.

Les preguntó:

“¿Estais aliados con los judíos?”

Dijeron: “Si.” Les dijo :

“Entonces ¿Por qué no os sentáis un momento? que os quiero hablar.”

Aceptaron debido a que habían escuchado sobre él en Medina y estaban intrigados por conocerlo. El Profeta les explicó el Islam, lo que significaba y las responsabilidades que recaían en los que lo aceptaban. Cuando el Profeta culminó su exposición, intercambiaron opiniones entre ellos diciéndose: “Sepan con seguridad, que estamos ante el Profeta que los judíos comentaron; apresurémonos a ser los primeros en unirnos a él.”

Así fue que abrazaron el Islam, y le dijeron al Profeta : “Ninguna tribu está más dividida que la nuestra a causa del odio y el rencor. Puede ser que Allâh nos una a través tuyo. Volvamos e invitémoslos a tu religión; y si Allâh nos une por tu causa, nadie será más amado que tú.”

Este puñado de Medinenses que aceptaron el Islam  permanecieron firmes a la causa y predicaron el Islam con mucho esmero y devoción logrando nuevos adherentes al Islam entre sus conciudadanos de Medina, siendo difícil encontrar una casa que no hable con fervor acerca del Mensajero de Allâh .[219][3]


[220][1] Mujtasar Sirat Ar-Rasul por el  Sheij ‘Abdullah An-Naÿdi , páginas.150-152.

El casamiento del Profeta  con ‘‘Aishah:

En Shauuâl del mismo año, el Profeta  desposó a ‘Aishah  y consumaron el matrimonio en Shauuâl también, pero luego de la Hégira (Emigración a Medina).[221][1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Viaje Nocturno y el ascenso a los cielos

(Al-Isra’ y Al-Mi‘râÿ)

Los últimos días de la permanencia en La Meca del Profeta  estaban alternados entre dos extremos: un éxito gradual y continuas persecuciones. Sin embargo, se divisaba una luz que brillaba en el distante horizonte, finalmente materializada con el Viaje Nocturno del Profeta a Jerusalén y de ahí su ascensión a los cielos.

Los sabios del Hadiz narran numerosos detalles del acontecimiento, el siguiente es un resumen del mismo.

Dijo Ibn Al-Qaîim: “El Mensajero de Allâh fue transportado en forma corporal, según el punto de vista correcto, desde la Sagrada Mezquita de La Meca hacia Bait Al-Maqdis en Jerusalén, montado sobre Al-Burâq acompañado por el ángel Gabriel . Ahí amarró (su montura) a la aldaba de la puerta de la Mezquita y dirigió a los Profetas durante la oración. Luego esa misma noche ascendió desde Bait Al-Maqdis al primer cielo. Gabriel solicitó permiso para ingresar, y cuando se lo dieron entraron y vieron al Profeta Adán , el padre de la humanidad. El Profeta lo saludó y Adán le dio la bienvenida, le devolvió el saludo, y manifestó su fe en la Profecía de Muhammad . Vio las almas de los mártires a su derecha y la de los despreciables a su izquierda.

El ángel Gabriel ascendió luego junto al Profeta al segundo cielo, se les permitió entrar y ahí vio y saludó a Juan hijo de Zacarías y a Jesús, hijo de María . Ambos le devolvieron el saludo, le dieron la bienvenida y expresaron la fe en su Profecía.

Luego alcanzaron el tercer cielo donde vieron al Profeta José  , este le dio la bienvenida, y manifestó su fe en su Profecía.

El  Profeta , junto a Gabriel , llegaron al cuarto cielo donde se encuentraron con el Profeta Idrís y lo saludaron. Idrís les devolvio el saludo, y manifiesto su fe en su Profecía. Luego ascendió al quinto cielo donde se encontró con el Profeta Aarón  y lo saludó. Aarón le devolvió el saludo, y manifestó la fe en su Profecía. En el sexto cielo se encuentro con Moisés   y lo saluda. Moisés le devolvió el saludo, y manifestó la fe en su Profecía. Luego el Profeta Muhammad en el séptimo cielo se encuentró con Abraham y lo saludó. Abraham le devolvió el saludo, y manifiestó la fe en su Profecía. Luego fue llevado al Loto de la linde (Sidrat-al-Muntaha) y  le fue mostrada la Casa Frecuentada (Al-Bait-al-Ma‘mûr) que es idéntica a la Ka'bah  y todos los días ingresan en ella setenta mil ángeles diferentes para adorar a Allâh, y nunca vuelven hasta el día de la Resurrección.

Luego fue elevado ante su Señor, acercándose a una distancia de dos arcos o menos aún. Allâ hizo revelaciones a Su siervo , y le ordenó la realización de cincuenta oraciones diarias. Cuando el Profeta regresó donde estaba Moisés le informó que sus seguidores deberían realizar cincuenta oraciones diariamente. Moisés le dijo al Profeta : “Tus seguidores no podrán cumplir con tantos rezos. Regresa a tu Señor y pídele una reducción.” El  Profeta consultó al ángel Gabrielu, y este le dijo: “Está bien, si es tu deseo,” y ascendió nuevamente ante su Señor. Entonces Allâh redujo las oraciones a diez. Al descender le informó a Moisés , quien nuevamente le aconsejó que solicite otra disminución. Muhammad una vez más le ruega a su Señor una reducción. Hasta que fueron prescriptas como obligatorias cinco oraciones diarias. Moisés le solicitó que pida otra reducción, pero Muhammad dijo: “Siento vergüenza de pedir otra reducción a mi Señor. Acepto y me resigno a Su Voluntad.” Cuando Muhammad partió, un pregonero anunció: “He impuesto Mi orden y he aliviado la carga a Mis siervos.”

Luego Ibn Al-Qaîim mencionó las distintas versiones sobre si el Profeta vio a Allâh o no. Mencionando lo que dice Ibn Taimiîah al respecto. El resultado de dicha investigación es que la visión ocular no fue mencionada por ninguno de sus Compañeros y, y lo que se transmitió de Ibn ‘Abbâs sobre que el Profeta vio a su Señor, se refiere a la visión del corazón. Luego dijo: “Respecto a las palabras Sûrah la Estrella:

(Luego se aproximó y se acercó más.) [53:8]

No se refiere al acercamiento durante el Viaje Nocturno y la ascensión. La aproximación se refiere a Gabriel y su aproximación a él, como lo que afirman ‘Aishah e Ibn Mas'ûd. Respecto a la aproximación en el Hadiz de la Ascensión, claramente se refiere a su Señor, Alabado y Enaltecido. Esto no se contradice con el versículo anteriormente mencionado. También se menciona que lo vio en el loto de la linde (Sidrat-ul-Muntaha) refiriéndose a Gabriel , dado que Muhammad lo vio en su verdadera forma en dos ocasiones: una en la tierra y otra ante el loto de la linde. Y Allâh sabe más.”[222][1]

Acerca de las cosas que el Profeta vio durante este evento están las siguientes:

Se le ofreció leche y vino. Eligió la leche y se le dijo, “Has elegido la pureza (Fitrah). Si hubieses elegido el vino tu nación se hubiera desviado.”

El  Profetar vio dos ríos manifiestos, El Nilo y el Eufrates, y otros dos ocultos. Parece ser que los dos ríos manifiestos, El Nilo y el Eufrates, simbolizan el área poseedora de valles fértiles, donde el Mensaje de Muhammad se establecería. Los otros dos ríos ocultos pertenecen al Paraíso.

Tuvo la oportunidad de ver a Mâlik, el guardián del Infierno, con una cara sombría y severa. Vio el Paraíso y el Infierno. Vio a los que injustamente se apoderan de los bienes de los huérfanos. Tenían hocicos parecidos a los de los camellos, se tragaban piedras calientes y luego salían de sus espaldas. También estaban los que practicaban usura con sus grandes estómagos que les impedían moverse; eran pisoteados por la gente del Faraón cuando ingresaban al Infierno. Vio a los adúlteros a los que se les ofrecía carne fresca y otra podrida, eligiendo la podrida.

El ‘Viaje Nocturno’ conmocionó a la gente que hizo toda clase de preguntas a Muhammad tratando de comprobar su veracidad. Entonces el Profeta les informó sobre una caravana de camellos de mercaderes de La Meca y sobre algunos animales perdidos que había visto desde el cielo en su camino de regreso, y que aún no habian llegado a la Meca, lo cual demostraria lo verdadero de su viaje.[223][2]

Los incrédulos, sin embargo, tuvieron una formidable oportunidad para burlarse de los musulmanes y de su credo. Le pidieron al Profeta que describa la Mezquita de Jerusalén, la cual nunca había visitado, pero para el asombro de muchos, el Profeta hizo una descripción muy detallada de la ciudad. También detalló las noticias de sus caravanas y de las rutas que recorrieron. A pesar de todas las pruebas aportadas, esto no hizo más que incrementar a los incrédulos el alejamiento de la verdad. [224][3]

Para los verdaderos musulmanes, no había nada inusual respecto al Viaje Nocturno. Allâh el más Poderoso, siendo capaz de crear los cielos y la tierra con su Poder y Voluntad, seguramente también podría transportar a Su Mensajero a través de los cielos para que vea Sus signos, de otra forma ningún humano lo podría hacer. Los incrédulos se apresuraron a informarle a Abu Bakr lo que escucharon, con la esperanza de que se extrañara del suceso y él dijo: “Si (Muhammad) lo ha dicho, ciertamente es verdad.” Por este motivo se ganó el apodo de As-Siddîq (el que corrobora la verdad).[225][4]

La más elocuente y acertada justificación de este viaje lo expresan las palabras de Allâh :

(para mostrarle (a Muhammad ) parte de nuestros signos.) [17:1]

La regla divina respecto a los Profetas:

(Así fue come mostramos a Abraham el dominio de los cielos y de la tierra para que sea de los que saben con certeza.) [6:75]

A Moisés le dijo:

(Para mostrarte parte de Nuestros grandes signos.) [20:23]

 Porque:

(Era de los que tenían fe y certeza.) [6:75]

Los Profetas, luego de ver los signos de Allâh , creían firmemente y con certeza. De hecho la observación no es igual a la mera información. Fueron elegidos con estos divinos privilegios debido a que soportarían grandes pruebas superiores a las de los hombres comunes, y para que durante el cumplimiento de su misión, consideren insignificantes las adversidades mundanas. 


 


 

 

El primer Juramento de ‘Aqabah

Hemos mencionado anteriormente los seis Medinenses que abrazaron el Islam durante la Peregrinación en el decimoprimer año de la Profecía.

Al año siguiente, durante la Peregrinación, acudió un grupo de doce personas listas para reconocer a Muhammad  como su Profeta. El grupo estaba compuesto por cinco o seis que se contactaron con el Profeta el año anterior, a excepción de Yâbir Ibn ‘Abdullah Ibn Ri’ab, los otros siete eran:

  1.  Mu‘adh Ibn Al-Hâriz, Ibn ‘Afra, de Jazraÿ.

  2.  Dhakuán Ibn ‘Abd Al-Qais, de Jazraÿ.

  3.  ‘Ubâdah Ibn As-Samit, de Jazraÿ.

  4.  Iazîd Ibn Za‘labah, de Jazraÿ.

  5.  Al-‘Abbâs Ibn ‘Ubâdah Ibn Nadalah, de Jazraÿ.

  6.  Abul Haizam Ibn At-Taihan, de Aus.

  7.  ‘Uwaim Ibn Sa‘idah, de Aus.[226][1]

Todos ellos manifestaron su creencia en la misión de Muhammad e hicieron un juramento:

Al-Bujâri registró que ‘Ubadah Ibn As-Samit escuchó decir al Mensajero de Allâh :

 “Acérquense y juren no asociar nada con Allâh , no robar, no mantener relaciones sexuales ilícitas, no matar a vuestros hijos, no difamar ni calumniar, y a no desobedecerme en el bien. Quien cumpla con todo esto, Allâh lo recompensará; y quien no cumpla con algún punto y es castigado en esta vida, le servirá como expiación en la otra vida; y si el pecado queda oculto de la vista de los demás y ningún pesar le sobreviene, el asunto está con Allâh . Puede que lo perdone o no.”[227][2]

 
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un emisario en Medina

Después del juramento, el Profeta  envió a Medina a Mus‘ab Ibn ‘Umair Al-‘Abdari , el primer "embajador" musulmán para enseñarle a la gente del lugar los principios del Islam, guiarlos y difundir el Islam entre aquellos que todavía eran paganos. As‘ad Ibn Zurârah lo hospedó en su hogar. Tan veloz se propagaba el Islam y con tanto entusiasmo que pronto llegó a cada hogar y tribu. Existen varios motivos para el éxito obtenido por Mus‘ab. Cierto día Mus‘ab y As‘ad estaban yendo para el lugar donde se encontraba Bani ‘Abd Al-Ashhal y Bani Zafar, y se detuvieron a conversar con algunos nuevos islamizados. Sa‘d Ibn Mu‘adh y Usaid Ibn Hudair, jefes de estos dos clanes se enteraron de la reunión, entonces Usaid se acercó a los musulmanes con su lanza mientras el otro Sa‘d se excusó diciendo que As‘ad era su primo materno. Usaid se acercó maldiciendo y acusando a los dos hombres que estaban volviendo locos a los de corazón débil, y les ordenó que se detengan. Mus‘ab calmado lo invitó a sentarse diciendo: “Si te complacen nuestras palabras, las puedes aceptar; pero si te disgustan eres libre de seguir con tu odio.” “Está bien” dijo Usaid, clavando su lanza en la arena, escuchó a Mus‘ab y luego escuchó algunas aleyas del Noble Corán. Su rostro reflejaba satisfacción y complacencia antes de decir una palabra de aprobación. Y le preguntó a los dos hombres cuales eran los procedimientos para abrazar el Islam. Le dijeron que se bañe, limpie su vestimenta, dé el testimonio de fe y luego realice una oración de dos Rak‘a. Así lo hizo y les contó que había un hombre (Sa‘d Ibn Mu‘adh) que su gente lo seguiría si él aceptaba el Islam. Luego fue a ver a Sa‘d y a su gente. Sa‘d pudo comprender inmediatamente el cambio de Usaid. Después de la reunión Sa‘d abrazó el Islam, y fue a ver a su gente jurándoles que nunca hablaría con nadie hasta que crean en Allâh , y en Su Mensajero. Todos los hombres y mujeres de ese grupo abrazaron el Islam, excepto Al-Usairim, que se abstuvo hasta el día de Uhud. En ese día abrazó el Islam y combatió a los Politeístas pero fue asesinado antes de poder realizar una prosternación. El  Profeta dijo al respecto:

“Ha hecho poco pero obtendrá una gran recompensa.”

Mus‘ab permaneció en Medina cumpliendo con su misión con éxito hasta que todos los hogares de Medina tenían musulmanes, hombres y mujeres. Una sola familia se apartó del Llamado islámico. Estaban influenciados por el poeta Qais Ibn Al-Aslat, quien los mantuvo alejados hasta el quinto año de la hégira.

Poco antes de la aproximación de la siguiente temporada de Peregrinación, o sea el decimotercero de la Profecía, Mus‘ab Ibn ‘Umair retornó a La Meca con buenas noticias para el Profeta acerca del fértil terreno del Islam en Medina, de su favorable ambiente propicio para la prosperidades éxito de la prédica, y del apoyo que esa ciudad estaba dispuesta a proveer a la causa del Islam.[228][1]

 
 


El segundo juramento de ‘Aqabah

Al año siguiente, el decimotercero de la Profecía, en junio del 622, durante la temporada de Peregrinación, más de setenta islamizados provenientes de Medina llegaron a La Meca para cumplir con los rituales de la Peregrinación. La reiterada pregunta que se hacían era: “¿No es hora de proteger a Muhammad en vez de dejarlo abandonado y desamparado en La Meca?”

Al poco tiempo de llegar se reunieron clandestinamente con el Profeta , acordaron verlo secretamente por la noche durante mediados de los días 11, 12 y 13 de Dhul Hiÿÿah en el altozano de Al-‘Aqabah.

Uno de los líderes de los habitantes de Medina, Ka‘b Ibn Malik Al-Ansari, nos cuenta sobre este acontecimiento histórico que cambió el curso del enfrentamiento entre el Islam y el paganismo:

“Partimos para realizar la Peregrinación y nos reunimos con el Mensajero de Allâh . Llegó la noche de nuestro planeado encuentro con el Profeta , nos acompañó a La Meca ‘Abdullah Ibn ‘Amr Ibn Haram, uno de los más honorables y respetados de nuestra gente. Le dijimos: ‘¡Oh Abu Yâbir! Ciertamente eres uno de los más respetados y honorables de nuestros nobles. No queremos que seas combustible del Infierno el día de mañana.’ Luego lo invitamos para que abrace el Islam y le comentamos sobre la reunión que planeamos tener con el Mensajero de Allâh en Al-‘Aqabah. Aceptó el  Islam y presenció la reunión de Al-‘Aqabah, y fue nuestro principal representante.”

Ka‘b dijo: “Esa noche dormimos en nuestras tiendas. Cuando pasó un tercio de la noche, salimos cuidadosamente para juntarnos en una cercana colina. Éramos setenta y tres hombres y dos mujeres Nusaibah bint Ka‘b – Umm ‘Amir – perteneciente a Bani Mazin Ibn Naÿÿâr y Asmá bint ‘Amr – Umm Muni‘ de Bani Salamah. Nos reunimos en la colina esperando al Mensajero de Allâh   que llegó acompañado por su tío Al-‘Abbâs Ibn ‘Abdul Muttalib que en esa época profesaba aun la religión pagana de su pueblo. A pesar de eso quería presenciar los asuntos de su sobrino y fue el primero en hablar:

‘¡Oh pueblo de Jazraÿ! todos vosotros sabéis  la posición que tiene Muhammad entre nosotros. Lo hemos protegido de nuestro pueblo tanto como pudimos. Es respetado y honorable entre los suyos. Se negó a unirse a cualquier tribu excepto a la de vosotros. Entonces, si pensáis que podéis cumplir con vuestro compromiso al invitarlo a vuestra ciudad y si lo podéis defender de sus enemigos asumid con fidelidad esta responsabilidad que habéis tomado. Pero si lo váis a abandonar y a traicionar luego de llevarlo con vosotros es mejor que lo dejéis acá, ya que  es respetado y defendido en su propio lugar.”

Ka‘b respondió: “Hemos escuchado tus palabras, y ahora,  Mensajero de Allâh , te corresponde a ti hablar y pedirnos cualquier juramento de compromiso que quieras con respecto a tu Señor y a ti mismo.” [229][1]

Definitivamente fue una demostración de total determinación, coraje y profunda fe al comprometerse a cargar con la importante responsabilidad y ser conscientes de las serias consecuencias que esto implicaría. El Mensajero de Allâ entonces les enumeró las responsabilidades que deberían asumir.


[230][1] Ibn Hishâm, 1/440-442.

El Juramento

El Imam Ahmad citó que Yâbir dijo, “Dijimos: ¡Mensajero de Allâh! ¿Qué debemos jurar?’ El Profeta respondió:

1.  Escuchar y obedecer en los momentos difíciles y fáciles.

2.  Dar tanto en la prosperidad como en la adversidad.

3.  Prescribir el bien y prohibir el mal.

4.  No temer la censura de nadie, en la causa de AllâhI.

5.  Socorredme cuando os los pida, y protegedme de todo lo que vosotros protegéis a vuestras esposas e hijos. Luego el Paraíso está reservado para vosotros.’”[231][1]

En otra versión registrada por Ibn Ishâq,  Ka‘b dijo:

“El Profeta  habló, recitó algunas aleyas del Corán, llamó a la gente a creer en Allâh , los exhortó para que se unan a las filas del Islam y concluyó diciendo:

“Os pido  que me protejáis de todo aquello que protegéis a vuestras esposas e hijos”

Al-Bara’ Ibn Ma‘rur tomó su mano y dijo: ‘¡Por supuesto, juramos por Allâh , Quien te ha enviado como Profeta con la Verdad, que te protegeremos de todo aquello que protegemos a nuestras esposas e hijos! Ten confianza en nosotros, Mensajero de Allâh. Juro por Allâh, que somos valientes combatientes y expertos en la guerra, es algo que heredamos de nuestros ancestros.’

Luego ‘Abul Haizam At-Taihan interrumpió diciendo: ‘¡Mensajero de Allâh! Entre nosotros y los Judíos existen convenios que interrumpiremos. Si Allâh te da la victoria, esperamos que no nos abandones, y vuelvas a unirte a las filas de tu gente (Quraish)” El Profeta  sonrió y dijo:

‘No, nunca será así; vuestra sangre será mi sangre. En vida y en muerte estaré con vosotros y vosotros conmigo. Combatiré a quienes vosotros combatáis y haré la paz con quienes vosotros la hagáis.’”[232][2]


[233][1] Registrado por el Imam Ahmad con una buena cadena de narradores, 3/322; Al-Baihaqi en Sunan Al-Kubra 9/9; Al-Hakim e  Ibn Hibbán lo concideraron auténtico. Ver  Ibn Hishâm, 1/454.

La importancia del Juramento

Después de tratar los puntos correspondientes al compromiso,  todos los presentes estuvieron de acuerdo, pero dos hombres pertenecientes a la primera generación de islamizados en el decimoprimero y decimosegundo año advirtieron a los demás de la seriedad del paso que iban a dar para que se comprometan totalmente conscientes de lo que esto significaría y que se prepararan para el sacrificio que esto implicaría.

Ibn Ishâq dijo: “Cuando se reunieron para el Juramento de fidelidad, Al-‘Abbâs Ibn Ubadah Ibn Nadlah, dijo: ‘¿Sabéis vosotros lo que significa el compromiso que estáis asumiendo con este hombre? De hecho, implica que combatiréis contra todos. Si teméis por vuestros bienes y por la vida de vuestros nobles, entonces dejadlo ahora, debido a que si lo hacéis luego de haberos comprometido, será perjudicial para vosotros en esta vida y en la otra. Pero si pensáis que podéis asumir el compromiso al cual fuisteis llamados a costa de poder perder vidas y bienes, entonces asumid esta pesada responsabilidad, y os juro por Allâh, que obtendréis el bienestar en esta vida y en la otra.’

Respondieron, ‘Hemos considerado la posibilidad de perder bienes y las vidas de nuestros notables, aún así le juramos fidelidad. ¿Pero cuál es nuestra recompensa si cumplimos con todo los puntos del compromiso?’ El Profeta  respondió:

‘El Paraíso está reservado para vosotros.’

Dijeron: ‘Extiende tu mano’, luego extendió su mano y le juraron fidelidad.” [234][1]

En la narración de Yâbir, encontramos: “Cuando comenzamos a jurarle fidelidad, As‘ad Ibn Zurarah tomó su mano y dijo: ‘¡Tomadlo con calma gente de Medina! No hemos recorrido está larga distancia excepto por nuestra profunda fe y creencia en que él (Muhammadr) es el Mensajero de Allâh. Sabemos que seguirlo implica apartarnos de los árabes paganos poniendo en peligro nuestras vidas. De seguir con esto, aferráos al compromiso y vuestra recompensa está en las Manos de Allâh, pero si teméis no poder cumplir, os recomiendo dejarlo ahora mismo, y así estaréis más disculpados ante Allâh .’”[235][2] 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tomando el juramento de fidelidad

Después de aprobar los puntos incluidos en el Juramento, explicándolos y enfatizándolos, el juramento fue realizado dándole la mano al Profeta . Yâbir dijo – luego de mencionar lo que dijo As‘ad Ibn Zurarah: “Dijeron: ‘¡Oh As‘ad! ¡Extiende tu mano por nosotros, por Allâh! Nunca romperemos ni traicionaremos este compromiso.’”

Fue As‘ad el garante en este asunto, y junto a Mus‘ab Ibn ‘Umair fue la primer persona que invitó a este juramento y el primero en tomarlo. Ibn Ishâq dijo: “Banu An-Naÿÿâr afirmó que Abu Umamah As‘ad Ibn Zurarah fue el primero en extender su mano.” [236][1]

Después de esto todos empezaron a jurarle fidelidad. Yâbir dijo: “Entonces uno por uno se fueron parando frente a él para jurarle fidelidad y por esto se nos prometió el Paraíso.” [237][2]

Respecto a las dos mujeres, el juramento fue dado verbalmente debido a que el Profeta nunca le dio la mano a una mujer que no fuese su esposa.[238][3] 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los doce representantes

El Profeta  le pidió al grupo que eligieran doce personas para que representen a su gente, y sean responsables con respecto a los puntos del compromiso. Dijo :

“Dejad que doce hombres sean los representantes de entre vosotros para que sean los responsables de vuestra gente.”

Los representantes fueron nueve de la tribu Al-Jazraÿ: As‘ad Ibn Zurarah Ibn ‘Ads, Sa‘d Ibn Ar-Rabi‘ Ibn ‘Amr, ‘Abdullah Ibn Rawahah Ibn Za‘labah, Rafi‘ Ibn Malik Ibn Al-‘Aÿlan, Al-Bara’ Ibn Ma‘rur Ibn Sajr, ‘Abdullah Ibn ‘Amr Ibn Haram, ‘Ubadah Ibn As-Samit Ibn Qais, Sa‘d Ibn ‘Ubadah Ibn Dulaim y Al-Mundhir Ibn ‘Amr Ibn Junais. Los tres restantes pertenecían a la tribu de Aus: Usaid Ibn Hudair Ibn Sammâk, Sa‘d Ibn Jaizamah Ibn Al-Hâriz y Rifa‘a Ibn ‘Abdul Mundhir Ibn Zubair.

Luego de que los eligieran, el Profeta tomó otro juramento a estos doce representantes de que serían los responsables. Luego les dijo:

“Sois responsables de los asuntos de vuestra gente, una responsabilidad como la de los discípulos de ‘Jesús, hijo de María , y yo soy el responsable sobre mi gente – queriendo decir los musulmanes.”

Todos asintieron.


Un demonio que denunció el encuentro

Cuando el juramento finalizó, un demonio los denunció a Quraish, que se paró en lo alto y gritó para que todos puedan oírlo: “¡Oh gente! Muhammad y sus secuaces están conspirando contra vosotros para combatiros!” El Mensajero de Allâhr dijo:

“Este es Azab (el Ÿinn) de Al-‘Aqabah. ¡Enemigo de Allâh! Te estamos dejando en este mismo momento.” Luego les ordenó retirarse a sus tiendas. [239][1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los Ansar[240][1] se preparan para combatir a Quraish

Habiendo escuchado las palabras de este demonio, Al-‘Abbâs Ibn Nadlah dijo “Por Allâh, Aquel que te envío con la Verdad, somos lo suficientemente poderosos para someter con nuestras espadas a la gente de Mina (los Quraishíes) mañana mismo, si así lo deseas.” El Profeta rdijo “No hemos sido ordenados seguir ese curso. Ahora, regresad a vuestras tiendas.” Así lo hicieron hasta la mañana. [241][2]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quraish argumentando con los jefes de Iazrib

Tan pronto como Quraish se entera de este tratado, una especie de tumulto provocador se expande en todas direcciones. Se dieron cuenta que un acuerdo de esta magnitud produciría terribles consecuencias, impactando en sus vidas y bienes. Al día siguiente, una numerosa delegación compuesta por los jefes de La Meca van a las tiendas de los Medinenses a protestar severamente contra el tratado. Le dicen a los Medinenses: “Oh pueblo de Jazraÿ, nos enteramos de que habéis venido para comprometeros con ese hombre (Muhammadr) y a resguardarlo fuera de La Meca. Por  Allâh, no queremos ninguna confrontación entre vosotros y nosotros.”[242][1]

Los Politeístas de Medina no sabiendo nada del asunto, empezaron a jurar por Allâh y a desmentir el relato. ‘Abdullah Ibn Ubai Ibn Salul, un politeísta Medinense, los refutó diciendo que el acuerdo era nulo, clamando que su pueblo nunca iniciaría algo a no ser que él lo autorice.

Los  Medinenses Musulmanes, sin embargo, permanecieron callados, ni lo confirmaron ni lo negaron. Los jefes de Quraish parecían convencidos por las razones expuestas por los Politeístas, y volvieron a sus hogares decepcionados. 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Los Quraishíes se convencen de la existencia del Juramento

A pesar de haber escuchado que el acuerdo fue desmentido, los Quraishíes no estaban del todo convencidos, por lo que iniciaron una investigación hasta que no tuvieron duda de la concreción del pacto, pero esto ocurrió luego de que los peregrinos abandonaran la La Meca. Enfurecidos salieron a perseguirlos capturando solo a Sa‘d Ibn ‘Ubadah, al que sometieron a terribles torturas, pero fue rescatado luego por Al-Mut‘im Ibn ‘Adi y Hâriz Ibn Harb Ibn Umaia, quienes tenían relaciones comerciales con él.[243][1]

Esta es la historia del segundo Juramento de fidelidad en ‘Aqabah, más tarde conocido como el "Gran Juramento de fidelidad" en ‘Aqabah, realizado en términos cordiales en un clima de amor, y mutuo apoyo entre los creyentes de Medina y los débiles y oprimidos musulmanes de La Meca. Este nuevo espíritu de afecto, armonía y cooperación nunca debe ser entendido como un sentimiento  caprichoso, sino que por lo contrario, deriva de un completo y profundo establecimiento de la fe en Allâh , Su Mensajero y Su libro. Una fe establecida en sus almas, inmune a las injusticias y agresiones. Esta clase de fe fue el real motivo por el cual los musulmanes registraron en los anales de la historia un precedente insuperable. 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Vanguardia de la Emigración

Después de la confirmación del segundo Juramento de ‘Aqabah y del establecimiento de un pequeño estado musulmán en un gran desierto inmerso en la incredulidad y la ignorancia, el Profeta autorizó a los musulmanes para que emigren hacia Medina, cuna del naciente Estado islámico.

La emigración hacia Medina, en términos personales, no fue más que el abandono de los bienes materiales, a cambio de que sus vidas estén a salvo. Pero el que emigraba estaba expuesto a que le roben o maten al comienzo o al final de su partida. El futuro era oscuro, impregnado de impredecibles contrariedades.

Teniendo todo esto en cuenta, los musulmanes empezaron a emigrar, mientras los Politeístas se esforzaban en impedirlo y en prohibirlo, sabiendo de antemano que esto implicaba el peligro de que se desintegre y destruya toda su sociedad:

1.  El primero en emigrar fue Abu Salamah, un año antes del Gran Juramento de‘Aqabah, acorde a la opinión de Ibn Ishâq. Cuando decidió abandonar La Meca, sus parientes, en un desesperado intento de obstaculizar su  partida, detuvieron a su esposa, secuestraron a su hijo e hirieron su mano. Umm Salamah, después de la partida de su marido y de la pérdida de su hijo pasó un año lamentándose y llorando. Un pariente se compadeció de ella y pidió que liberen a su hijo y que la dejen unirse a su marido. Entonces viajó recorriendo los 500 kilómetros hasta Medina sin ninguna ayuda. En un lugar llamado At-Tan‘im, 'Uzmân Ibn Talhah le ofreció una montura para facilitarle el viaje a Medina. Ella junto a su hijo, encontraron a Abu Salamah en Qubá, un suburbio de Medina.[244][1]

2.  Otro caso de injusticia y crueldad de los paganos de La Meca, es lo que hicieron a Suhaib Ibn Sinan Ar-Rumi. Cuando este hombre expresó su deseo de emigrar, causó conmoción entre los politeístas. Empezaron a insultarlo y a decirle que había llegado a La Meca pobre, pero esta ciudad había sido generosa y gracias a ellos pudo enriquecerse. Así fue que le prohibieron partir. Teniendo en cuenta su situación, ofreció dejarles todas sus riquezas para que lo dejen emigrar, y los paganos aceptaron dejarlo ir en esas condiciones. Cuando el  Profeta  se enteró de lo ocurrido dijo:

Suhaib ha ganado, Suhaib ha ganado.” [245][2]

3.  También conocemos la historia de 'Umar Ibn Al-Jattâb, ‘Aîiash Ibn Abi Rabi‘a y Hishâm Ibn Al-‘Asi, quienes acordaron juntarse una mañana en un determinado lugar para de ahí partir hacia Medina; 'Umar y ‘Aîash pudieron hacerlo pero Hishâm fue detenido por los Quraishíes.

Al poco tiempo Abu Ÿahl, y su hermano Al-Hâriz fueron a  Medina para visitar a su hermano ‘Aiîash. Trataron de conmoverlo usando su  relación con su madre. Le dijeron que su madre había jurado no peinarse y exponerse al sol hasta que que regrese. ‘Aîâsh se apiadó de su madre, pero 'Umar se dio cuenta del ardid y le advirtió  a ‘Aîâsh: “tu madre se peinará si los piojos aparecen en su cabeza y se protegerá del sol de La Meca si este es muy fuerte.” Estas palabras no le impidieron a ‘Aîâsh volver para ver a su madre, entonces 'Umar le entregó su veloz camello y le recomendó que esté atento a cualquier actitud sospechosa de parte de ellos. Partieron los tres hacia La Meca y cuando recorrieron un tramo de la distancia, Abu Ÿahl se quejó de su camello y le pidió a ‘Aîiash que le permita montar atrás de él. Cuando se arrodilló el camello y a la altura del piso los dos Politeístas agarraron a ‘Aîâsh y lo ataron y llevaron a La Meca.[246][3]

Estos son solo tres relatos que demuestran la reacción de los Quraishíes con respecto a aquellos que querían emigrar. Sin embargo, los creyentes se las ingeniaron para poder escapar en sucesivos grupos tan rápidamente que a los dos meses del segundo Juramento de ‘Aqabah, un cuarto de La Meca estaba vacía. Todos los seguidores de Muhammad habían emigrado a la nueva morada, excepto Abu Bakr, ‘Ali, el Profeta y los desafortunados detenidos. El Profeta junto a Abu Bakr y ‘Ali, hicieron todos los preparativos necesarios para emigrar pero esperaban la orden de Su Señor.[247][4]

Al-Bujâri reportó con la autoridad de ‘‘Aishah que el Mensajero de Allâh dijo a los musulmanes:

“Se me ha mostrado en un sueño el lugar de emigración, una tierra con palmeras de dátiles entre dos montañas.”

Entonces algunos emigraron hacia Medina, y la mayoría que se encontraba en Etiopía también partieron hacia Medina. Cuando Abu Bakr se preparó para ir a Medina el Mensajero de Allâhr le dijo:

"Espera, porque esperaré hasta que se me permita emigrar."

Abu Bakr le preguntó, “¿Tú te quedarás esperando…?”

Le respondió: “Si.” Entonces Abu Bakr no emigró para esperar al Mensajero de Allâh y acompañarlo. Preparó dos camellas durante cuatro meses alimentándolas con hojas del árbol de Samur.” [248][5] 


 


 

 

 

 

 

 

 

El parlamento de Quraish

Los Politeístas estaban sorprendidos por el cuidadoso plan y veloz movimiento de los seguidores de Muhammad  hacia su nueva morada en Medina. Estaban preocupados y temían por su  situación económica. Se dieron cuenta del influyente líder que era Muhammadr; y de la determinación, decencia y sacrificio de sus seguidores que siempre estaban dispuestos a sacrificar todo por la causa del Mensajero de Allâh . Las tribus de Al-Aus y Al-Jazraÿ, los que prometieron hospedar a los musulmanes de La Meca, eran conocidas en toda Arabia por su coraje y habilidad en la guerra, y por ser inteligentes y sensatos durante la paz. Se oponían al rencor y a la hostilidad debido a que habían pasado dolorosos días a causa de las guerras entre tribus. Medina misma, el futuro cuartel general del naciente estado islámico gozaba de una excelente ubicación estratégica. Interfería en las rutas mercantiles que conducían a La Meca, cuyas relaciones comerciales entre ambas ciudades significaban alrededor de un cuarto de millón de dinares de oro por año. La seguridad de las caravanas era muy importante para la prosperidad de la vida económica. Todos estos factores hicieron sentir a los politeístas que estaban ante un gran dilema. Sin embargo empezaron a buscar el plan más efectivo para evitar el inminente peligro. Acordaron una reunión para el jueves por la mañana, 26 del mes de Safar, del año catorce de la Profecía, correspondiente al 12 de septiembre del 622 d.C.,[1] o sea dos meses y medio después del Gran Juramento de ‘Aqabah. En ese día, “el parlamento de La Meca” tuvo una importante reunión con un solo punto en la agenda: como acabar, mediante métodos efectivos, con el delicado problema. Delegados representantes de todas las tribus Quraishíes asistieron a la reunión, los más destacados eran:   Abu Ÿahl Ibn Hishâm, de Bani Majzûm; Yubair Ibn Mut‘im, Tuaima Ibn ‘Adi, y Al-Hâriz Ibn ‘Amir representando a Bani Naufal Ibn ‘Abd Manâf; los dos hijos de Rabi‘a :Shaibah y ‘Utbah además de Abu Sufián Ibn Harb de Bani ‘Abd Shams Ibn ‘Abd Manâf; An-Nadr Ibn Al-Hâriz de Bani ‘Abd Ad-Dar; Abul Bujtari Ibn Hishâm, Zama‘a Ibn Al-Asuad y Hakim Ibn Hizâm representando a Bani Asad Ibn ‘Abd Al-‘Uzza; los dos hijos de Al-Haÿÿâÿ: Nabih y Munbih de Bani Sahm; Umaiah Ibn Jalaf  de Bani  Ÿumah.

Camino al parlamento (la casa de An-Nadua) Iblís (el demonio) asumiendo la forma de un venerable anciano se paró en la entrada interrumpiendo la charla y presentándose como un hombre de Naÿd que quería participar de la reunión y escuchar el debate.

Hubo un extenso debate donde se expusieron diferentes opiniones acerca de lo que harían con el Profeta . La expulsión de La Meca fue propuesta y discutida pero finalmente desechada porque temían que las dulces y profundas palabras del Profeta ejercieran influencia sobre otros árabes y sean atacados por ellos en su propia ciudad (La Meca). Encerrarlo de por vida también se propuso pero fue descartado por temor a que sus seguidores aumenten en número y lo liberen por la fuerza. A esta altura, Abu Ÿahl Ibn Hishâm sugirió asesinarlo. Pero que lo mate una sola persona no sería conveniente porque quedaría expuesto él y su familia a la venganza. Esta dificultad fue resuelta por Abu Ÿahl mismo, quien sugirió que un grupo de jóvenes, uno de cada tribu, debería simultáneamente participar en el asesinato de Muhammad con sus espadas para que la responsabilidad, y la indemnización, sea compartida entre todos ellos, y su gente llegaría a una solución razonable. Esta malvada propuesta fue aceptada por todos, y los representantes volvieron a sus hogares con la total convicción de implementar inmediatamente el plan.[2]  


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La  Emigración del Profeta

Cuando la decisión de matar al  Profeta , fue resuelta por los Quraishíes, el ángel Gabriel  fue enviado a Muhammad para informarle del plan de Quraish y le comunicó el permiso proveniente de Su Señor I para abandonar La Meca.

Dijo ‘Aishah: “Estabamos sentados en la casa de Abu Bakr al mediodía, cuando alguien le dijo a Abu Bakr: ‘Aquí viene el Mensajero de Allâh   con su cara cubierta durante una hora que nunca vino antes.’ Abu Bakr dijo: ‘¡Que mi padre y mi madre sirvan de rescate por él! por Allâh que no viene en este horario sino por algo importante. El Mensajero de Allâh pidió permiso para entrar. Cuando le permitieron entrar le dijo a Abu Bakr:

‘Dile a todos que abandonen la habitación.’

‘¡Sólo tu gente está presente, que mi padre y madre sirvan para tu rescate Mensajero de Allâh!’ dijo Abu Bakr. El Profeta dijo:

‘Se me ha permitido emigrar.’

Abu Bakr dijo: ‘¿Te puedo acompañar Oh Mensajero de Allâh?’. Le respondió: “Si.” [1]

Después de terminar con los planes de la emigración el Mensajero de Allâh retornó a su casa esperando la noche.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Vigilando la casa del Mensajero de Allâh

Para llevar a cabo el malvado plan, los jefes de La Meca habían elegido once hombres: Abu Ÿahl Ibn Hishâm, Hakam Ibn Abil Al-‘As, ‘Uqbah Ibn Abi Mu‘ait, An-Nadr Ibn Hâriz, Umaiah Ibn Jalaf, Zama‘a Ibn Al-Asuad, Tu‘aima Ibn ‘Adi, Abu Lahab, Ubai Ibn Jalaf, Nabih Ibn Al-Haÿÿâÿ y su hermano Munbih Ibn Al- Haÿÿâÿ.[1]  Todos estaban alertas. Cuando anocheció, rodearon de asesinos la casa del Profeta . Estuvieron vigilándola toda la noche, esperando que salga el Mensajero para asesinarlo temprano por la mañana, espiando con frecuencia por un agujero de su puerta para estar seguros de que se encontraba en su cama. Abu Ÿahl, el gran enemigo del Islam, solía caminar con arrogancia ridiculizando las palabras de Muhammad , diciéndole a la gente que lo rodeaba: “Muhammad dice que si lo seguimos, nos hará gobernar sobre los Árabes y no-Árabes y en la otra vida seremos recompensados con jardines similares a los que hay en el Jordán, de lo contrario, nos matará y después de morir nos quemaremos en el fuego.”[1]  Estaba muy seguro del éxito de su malvado plan. Pero Allâh , el más Poderoso, en cuyas Manos está la soberanía de los cielos y de la tierra, hace lo que desea; a quien Él  brinda ayuda, nadie puede vencerlo. Hizo lo que más tarde dijo a Su Profeta :

(Y cuando los que se niegan a creer urdieron contra ti para capturarte, matarte o expulsarte. Ellos maquinaron y Allâh también maquinó, pero Allâh es el mejor de los que maquinan.) [8:30]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Mensajero escapa de su casa

En ese momento crítico los planes de Quraish fallaron. Mientras asechaban su casa, el Profeta  y ‘Ali estaban dentro de la misma. El Profeta le dijo a ‘Ali que duerma en su cama, que se cubra con su manto verde y le aseguró la total protección de Allâ y le dijo que no tema nada.[2] El Profeta luego salió de la habitación y tomo un puñado de tierra que arrojó hacia los criminales recitando las aleyas del Noble Corán:

(Hemos puesto una barrera por delante de ellos y otra por detrás y les hemos velado para que no puedan ver.) [36:9]

Después procedió directamente a la casa de Abu Bakr, quien inmediatamente lo acompañó rumbo hacia el sur, escalando lo alto de la Montaña Zaur, decidiendo refugiarse en una cueva.[1]

Mientras los asesinos que rodeaban la casa esperaban el momento adecuado para matar al Profetar, fueron informados que este se había marchado. Cuando miraron dentro de la casa, vieron a ‘Ali durmiendo y, cuando se despertó, le preguntaron dónde estaba el Profeta pero les contestó que no sabía.[2]  Todo esto creó una gran conmoción en toda la ciudad.

El Profeta abandonó su hogar durante la noche del 27 de Safar, en el decimocuarto año de la Profecía; equivalente al 12 o 13 de Septiembre del 622 d.C.[3]  Fue a la casa de su amigo, mayor confidente y colaborador Abu Bakr y se marcharon apresuradamente antes del amanecer.

Sabiendo que Quraish movilizaría todo sus recursos para encontrarlo, decidió una estrategia inteligente y en vez de tomar la ruta norte hacia Medina como lo esperarían los incrédulos, tomó una ruta hacia el sur de La Meca que se dirige al Yemen. Recorrió 5 millas hasta llegar a una rocosa montaña llamada Zaur.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dentro de la cueva

Abu Bakrt ingresó primero para examinarla y ver que fuera segura, tapó todos los agujeros con pedazos de telas de su vestimenta, la limpió y luego le dijo al Profeta  que ingresara. El Profeta lo hizo inmediatamente, reposó su cabeza sobre los muslos de Abu Bakr y se durmió. De repente un insecto venenoso picó el pie de Abu Bakr. Le dolió tanto que sus lágrimas cayeron en la cara del Profeta quien despertó y colocó algo de su saliva en el pie de Abu Bakr y así calmó su dolor.[2]  Pasaron tres noches en esa cueva, viernes, sábado y domingo.[3]  ‘Abdullah, el hijo de Abu Bakr, los visitaba cuando oscurecía, pasaba ahí la noche informándoles lo que pasaba en La Meca, y luego se marchaba por la mañana temprano para mezclarse entre los habitantes de la ciudad como era su costumbre, evitando de esa forma que se sospeche de sus actividades clandestinas. ‘Amir Ibn Fuhairah, cuidaba el rebaño de su patrón, Abu Bakr, y se escabullía sin ser visto todas las noches con algunas cabras para suministrarles leche.[4]

Los Quraishíes estaban muy irritados y enojados al enterarse de la fuga de los dos Compañeros. Llevaron a ‘Ali hacia Al-Ka'bah , lo golpearon brutalmente y lo retuvieron una hora tratando desesperadamente de que divulgue el paradero de los dos fugitivos, pero no obtuvieron ninguna respuesta de su parte. Luego fueron a ver a Asma’, la hija de Abu Bakr, pero tampoco les informó nada. Abu Ÿahl la abofeteó tan fuerte que le rompió uno de sus aros.[5]

Los notables de La Meca convocaron a una reunión de emergencia para determinar las futuras acciones a seguir y debatir todas las alternativas que ayuden a encontrar a los dos hombres. Decidieron bloquear todas las rutas que salen de La Meca y pusieron guardias fuertemente armados en lugares y accesos potenciales. Ofrecieron una recompensa, a quien los atrape, de 100 camellos por cada fugitivo.[6]Caballería, infantería y exploradores del desierto emprendieron la búsqueda. En una ocasión llegaron hasta la entrada de la cueva donde estaban el Profeta y Abu Bakr escondidos, pero Allâ impidió que fueran vistos. Al-Bujâri citó a Anas Ibn Malik, narrando de boca de Abu Bakr: “Dije: ‘¡Oh Profeta de Allâh! si alguno de ellos se agacha nos verá.” El Profeta me respondió:

“¡Silencio Abu Bakr! ¿Qué opinas de dos cuyo tercero es Allâh?”[7]


 


 

 

El camino hacia Medina

Durante tres días Muhammad y Abu Bakr  se ocultaron en la cueva mientras Quraish continuaba su ferviente esfuerzo por encontrarlos.

Alguien llamó a ‘Abdullah Ibn Uraiqut, quien todavía no había abrazado el Islam, pero Abu Bakr confiaba en él, y se lo contrató como guía, alcanzándolos en la cueva luego de tres noches con dos camellos según el plan de Abu Bakr. Ambos nobles ‘fugitivos’ quedaron complacidos cuando les informó que la búsqueda había disminuido. La oportunidad para partir había llegado. Abu Bakr le ofreció al Profeta una montura para el viaje, pero este sólo la aceptó con la condición de pagarle su precio. Llevaron con ellos la comida que les había preparado Asmá, la hija de Abu Bakr, habiendo ella cortado su cinto en dos partes para envolver las viandas, de esta anécdota surge su sobrenombre de: “Asmá la de los dos cintos.”[1] 

El  Profeta , Abu Bakr y ‘Amir Ibn Fuhairah partieron, junto a su guía ‘Abdullah Ibn Uraiqut, que los llevó por caminos dificultosos cercanos a la ruta costera. Esto ocurrió en Rabi‘ Al-Auual, el primer año de la Hégira, equivalente a  Septiembre 16 del año 622 d.C. La pequeña caravana viajó  y atravesó muchos pueblos en su camino a Qubá .[2]  Enumeraremos algunos hechos relevantes que ocurrieron durante la emigración:

1. Al-Bujâri registró que Abu Bakr As-Siddîq dijo: “Viajamos toda la noche y durante el día hasta el mediodía, cuando no se podía divisar a nadie sobre el camino (debido al severo calor). Luego apareció una gran roca que proyectaba sombra. Entonces desmontamos ahí, nivelé el lugar y lo cubrí con hierbas secas y piel de animal para que el Profeta pueda dormir. Le dije, ‘Duerme, Mensajero de Allâh, que te cuidaré.’ Entonces se durmió y salí a vigilar. De repente, vi a un pastor acercarse con sus ovejas a la roca buscando sombra. Cuando llegó le pregunté: ‘¿A quién perteneces, niño?’ respondió: ‘Pertenezco a un hombre de Medina- o La Meca-.’ Dije: ‘¿Tienen leche tus ovejas?’ dijo: ‘Si.’ Dije: ‘¿Podrías darnos un poco?’ dijo: ‘Si.’ Agarró una oveja y le pedí que limpie su tetilla de toda suciedad. El pastor ordeñó un poco de leche en un recipiente de madera y junto a un odre de cuero con agua se lo alcancé al Profeta para que beba y realice la ablución. Fui hacia el Profeta no queriendo despertarlo pero cuando llegué ya había despertado, entonces derramé agua en el medio del recipiente de leche hasta que se enfrío. Luego le dije, ‘¡Bebe, Mensajero de Allâh!’. Bebió hasta que estuvo satisfecho. Luego preguntó:

‘¿Ha llegado la hora de nuestra partida?’ le dije: ‘Si.’ Entonces, salimos después del mediodía. [4]

2. Cuando una persona preguntaba a Abu Bakr acerca de la identidad de su honorable compañero, le respondía que era un hombre que lo guiaba en su camino. El que preguntaba pensaba que Muhammad era un guía en términos de camino, pero Abu Bakr se refería al guía que conduce hacia la virtud.[5]

3. Fueron perseguidos por Suraqah Ibn Malik. Suraqah dijo: “Cuando estaba presente en una de las asambleas de mi tribu Banu Mudliÿ, un hombre de ellos se acercó a nosotros y dijo: ‘¡Suraqah! Sin duda he visto algunas personas a lo lejos, en la ruta que bordea el mar y pienso que son Muhammad y sus Compañeros.’” Suraqah agregó: “Yo pensé lo mismo. Pero dije: ‘No, no son ellos, tu has visto a fulano y a tal y tal persona que vimos partir.’ Permanecí en la reunión un rato y luego fui hacia mi casa, y le ordené a mi sirvienta que prepare mi caballo que estaba detrás de una colina. Luego tomé mi lanza y salí por la puerta trasera ocultando la lanza tanto como pude. Luego cabalgué hasta alcanzarlos, y cuando los alcancé mi caballo tropezó y me caí. Me levanté, luego tomé las riendas y saqué las flechas para consultarlas en el asunto, o sea si debía seguir o no,  saliendo la que yo no quería. Pero monté nuevamente sin darle importancia. Cuando escuché la recitación del Corán del Mensajero de Allâh quien no miró hacia donde yo estaba pero si lo hizo Abu Bakr reiteradas veces, de repente; las patas de mi caballo se hundieron en la arena y caí. Luego lo golpeé para que se levante y con dificultad sacó las patas de la arena causando una polvareda. Nuevamente consulté las flechas y salió aquello que yo no quería. Entonces los llamé para sentirme seguro. Se detuvieron y monté hasta alcanzarlos. Cuando vi lo que me sucedió por haber tratado de dañarlos pensé que la causa del Mensajero de Allâh (el Islam) triunfaría. Entonces le dije: ‘Tu pueblo ha puesto una recompensa por tu cabeza.’ Y también les informé de todos los planes que la gente de La Meca había hecho en su contra. Luego les ofrecí comida para el viaje pero no la aceptaron, y el Profeta dijo:

‘No le informes a nadie sobre nosotros.’ Luego le solicité que escriba para mí un acuerdo de paz y seguridad. Entonces le ordenó a ‘Amr Ibn Fuhairah que lo escriba y luego siguió su camino.”[6]

En una versión narrada por Abu Bakr dice: “Emigramos bajo la persecución de los quraishíes. Ninguno nos alcanzó excepto Suraqah Ibn Malik montando su caballo. Dije: ‘Mensajero de Allâh, esta persona nos atrapará.’ El Profeta respondió:

‘No te aflijas, ciertamente Allâh está con nosotros.’”

4. Continuaron el viaje hasta llegar a dos solitarias carpas pertenecientes a una mujer llamada Umm Ma‘bad Al- Ÿuza‘iah. Ella era una amable señora que se sentaba en la puerta de su tienda con un manto extendido preparado para cualquier viajero que pase por ahí. Fatigado y sediento, el Profetar y sus Compañeros desearon refrescarse, comer y beber leche. La dama les informó que poseía una cabra que no tenía leche. Había sido un año sin lluvias. El Profeta tocó sus ubres invocando el nombre de Allâh , suplicándole, y para el asombro de todos empezó a brotar leche. El  Profeta   primero le ofreció a la señora de la casa, y compartió el resto con el resto de sus acompañantes. Antes de partir, ordeñó la cabra, llenó un recipiente y se lo entregó a Umm Ma‘bad. Más tarde, su marido llegó con las pocas cabras  que apenas tenían algo de leche en sus ubres. Se sorprendió al ver leche en su casa. Su esposa le comentó que un hombre bendecido había pasado por ahí, y luego le detalló acerca de su aspecto físico y de sus modales al hablar. En ese momento Abu Ma‘bad se dio cuenta que aquel hombre era el que Quraish estaba buscando y le pidió que le de una completa descripción de él. Entonces lo describió de una forma fascinante contándole sobre su apariencia y su carácter, que detallaremos en este libro más adelante.

Abu Ma‘bad, después de escuchar a su esposa, expresó su deseo de acompañar al Profeta siempre que fuera posible, y reiteró su admiración  componiendo una poesía que repercutió en toda la La Meca a tal punto de que la gente pensó que un genio le dictaba tales expresiones. Asmá, la hija de Abu Bakr, escuchando esas palabras, se enteró de que los dos Compañeros estaban encaminados hacia Medina.[7] El corto poema empezaba con el agradecimiento a Allâh por haberles dado la oportunidad de hospedar al Profeta . Luego describía las bendiciones que recibían los corazones de los Compañeros del Profeta; y terminaba con una invitación a toda la humanidad para que vean por si mismos la cabra de Umm Ma‘bad, y el recipiente con leche ya que todo esto era una prueba de la veracidad del Profeta .

5. En su camino a Medina, el Profeta se encontró con Buraidah Ibn Hasib Al-Aslami junto a ochenta personas aproximadamente. Todos aceptaron el Islam y el Profeta rezó con ellos la plegaria de la noche. Buraidah permaneció en la tierra de su gente hasta que el Profeta volvió de la batalla de Uhud.

‘Abdullah Ibn Buraidah contó que el Profeta   solía ser optimista, y cuando Buraidah, junto a setenta personas de la tribu de Sahm, se encontraron con él mientras montaba, le preguntó:

“¿A qué tribu pertenecen?”

Respondió: “A la de Aslam.”("lo más seguro" en árabe) Luego le dijo a Abu Bakr:

“Entonces estamos seguros.”

Después le preguntó:

“¿A qué partido?”

Respondió, “Al de Banu Sahm” (Sahm significa "flecha" en árabe, literalmente significaría: los hijos de la flecha) Entonces le dijo a Abu Bakr:

“Tu victoria ha llegado.” [8]

6. El Mensajero de Allâh pasó por Abu Aus Tamîm Ibn Haÿar, o Abuamim Aus Ibn Haÿar Al-Aslami en Quhdawat entre Al-Shuhafah y Harsha en Al-‘Arsh. Abu Aus vio como arrastraban sus provisiones, lo cual dificultaba la marcha de su camello, entonces; les ofreció su propio camello para tal fin y envió un niño llamado Mas'ûd para colaborar con ellos. Los acompañó para asegurarse que lleguen a salvo a Medina. Cuando los paganos vinieron el día de Uhud Aus envió a Mas'ûd Ibn Naÿdah de Al-‘Arash para que informe al Mensajero de Allâh sobre sus movimientos. Abrazó el Islam después de que el Mensajero de Allâh llegó a Medina, mientras aún vivía en Al-‘Arsh. [9]

7. Fue durante este transcurso que se encontraron con Az-Zubair que regresaba con una caravana de musulmanes volviendo de Siria. Se saludaron con mucha emoción y Az-Zubair les obsequió dos vestimentas de color blanco que aceptaron agradecidos.[10]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Qubá

El lunes  8 de Rabi‘ Al-Auual, el decimocuarto año de la Profecía, equivalente al 23 de septiembre del año 622, el Mensajero de Allâhr llegó a Qubá .[1]

‘Uruah Ibn Az-Zubair dijo: “Cuando los Musulmanes de Medina se enteraron de las noticias de la salida del Mensajero de Allâ de La Meca empezaron a frecuentar la zona de Harra todas las mañanas. Lo esperaban hasta que el calor del día los obligaba a volver. Un día después de haber esperado mucho tiempo, volvieron a sus casas, y cuando retornaban un judío subió a uno de los fuertes y vio al Mensajero de Allâh y a su Compañero vestidos de blanco apareciendo por el desierto. El judío no pudo evitar gritar: ‘¡Oh vosotros los Árabes! Aquí está el gran hombre que estabais esperando.’ Entonces los musulmanes se apresuraron para ir a recibir al Mensajero de Allâh en lo alto de Harrah.”[2]

Ibn Al-Qaîim  dijo: “Los gritos de ‘Allâhu Akbar’ (Allâh es el más grande) resonaron entre Banu ‘Amr Ibn ‘Auf y los musulmanes eufóricos y alegres por su llegada salieron a recibirlo. Salieron con sus animales a darle la  bienvenida que el Profeta merecía. Todos lo rodearon y la serenidad lo envolvió mientras que Allâ le revelaba el siguiente versículo:

(Ciertamente Allâh es su Protector, y Gabriel, y los piadosos entre los Creyentes.) [66:4][3]

‘Uruah Ibn Az-Zubair dijo: “El Profeta se dirigió con ellos hacia la derecha rumbo a Banu ‘Amr Ibn 'Auf, y esto ocurrió un lunes durante el mes de Rabi‘ Al-Auual. Abu Bakr recibía a la gente mientras el Mensajero de Allâh estaba sentado y en silencio. Algunos de los ansâr que fueron y que todavía no habían visto al Mensajero de Allâh empezaron saludando a Abu Bakr. Pero, cuando el sol molestaba al Mensajero de Allâh , Abu Bakr lo cubría haciéndole sombra con su tela, la gente se percató quien de los dos era el Mensajero de Allâh .”[4]

Era un día muy especial en Medina. Muhammad permaneció en Qubá con Kulzum Ibn Al-Hadm, un hospitalario jefe de la tribu de ‘Amr Ibn 'Auf. Algunos dicen que se quedó con Sa ‘d Ibn Jaizamah, pero lo primero es más correcto. ‘Ali permaneció en La Meca tres días para devolver a los dueños las cosas que le habían confiado al Profeta . Después de eso emprendió su emigración para alcanzar al Profeta en Qubá .[5]

El Mensajero de Allâh permaneció en Qubá cuatro días, lunes, martes, miércoles y jueves. Construyó una mezquita y rezó en ella. Esta fue la primera mezquita después del comienzo de su Profecía. El quinto día, el viernes, por la orden de Allâh partió junto a Abu Bakr. Mandó un mensaje a sus tíos maternos de Bani An-Naÿÿâr, para que lo escolten a él y a Abu Bakr hasta Medina. Fue ingresando a la ciudad en medio del cordial recibimiento de los ansâr que marcaban su camino. Se detuvo en un lugar en el valle de Banu Salim y ahí rezó junto a cientos de musulmanes la plegaria del Viernes.[6]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Entrando a Medina

Mientras, las  tribus y familias de Medina competían unas con otras para hospedar al noble visitante en sus hogares. Las niñas medinenses solían entonar bellos versos de bienvenida acompañados de palabras de obediencia al nuevo Mensajero.

Aunque no eran ricos, todos los ansâr querían con ansiedad hospedar al Mensajero en sus casas. Rodeaban al camello de Muhammad    y todos los jefes de la ciudad vestidos con sus mejores prendas decían: “Quedate aquí, Oh Mensajero de Allâh, hospédate con nosotros.” Pero Muhammad les respondía con cortesía y amabilidad:

“Dejad que (la camella) siga su camino ya que está cumpliendo una orden (de Allâh ).”

El camello avanzó y se arrodilló en el sitio donde sería construida la mezquita del Profeta. Él no desmontó hasta que el camello se levantó y siguió hacia delante para luego volver al mismo lugar donde se había arrodillado. Aquí se hospedó en un lugar perteneciente a Banu Naÿÿâr, una tribu emparentada con el Profeta por el lado materno. De hecho quiso honrar a sus tíos maternos y hospedarse con ellos. El afortunado fue Abu Aiîûb Al-Ansari, que lo llevó a su casa y As‘ad Ibn Zurarah tomó las riendas de su montura mientras estaba sobre ella. [1]

En la narración de Anas registrada por Al-Bujâri el Profeta rdijo:

“¿Cuál es la casa más cercana de mis parientes?”

Abu Aiîûb dijo: “¡La mía, Mensajero de Allâh! Esa es mi casa.” El  Profetar le dijo:

“Ve y prepárame un lugar para que pueda descansar.”

Abu Aiîûb dijo: “Vengan  (ambos) con las bendiciones de Allâh.” [2]

Luego de unos pocos días, arribaron la esposa del Profeta, Saudah, sus dos hijas, Fátimah y Umm Kulzum, Usama Ibn Zaid, Umm Aiman, ‘Abdullah — el hijo de  Abu Bakr con los miembros de la casa de Abu Bakr incluída ‘Aishah; Zainab no pudo emigrar y permaneció con su marido Abi Al-‘As hasta la batalla de Badr.[3]

‘Aishah dijo: “Cuando el Mensajero de Allâh llegó a Medina, Abu Bakr y Bilâl enfermaron, entonces los fui a ver y dije: ‘Padre mío, ¿cómo te sientes? Bilâl, ¿cómo te sientes?; cuando la fiebre de Abu Bakr empeoraba decía: ‘Todos están con vida entre su gente a pesar de que la muerte está más cercana a él que los cordones de sus zapatos.’ Y cuando  la fiebre afectaba mucho a Bilâl decía en voz alta: ‘Me gustaría estar toda la noche en un valle, donde pueda adquirir Idhjir y Jalil (dos clases de hierbas de buen aroma), me gustaría beber un día el agua de Mijannah, y Shamah y Tafil (dos montañas de La Meca)’ Luego fui a comentarle esto al Mensajero de Allâh quien dijo:

 ‘¡Allâh! haz saludable y bendito su clima y sus mercancías y llévate la fiebre hacia Al- Ÿuhfa.’” [4]

Aquí termina esta fase de su vida, completando la fase del llamado islámico en la La Meca.


 


La vida en Medina

La vida en Medina se puede dividir en tres períodos:

1.   El primero estaba caracterizado por muchos problemas, discordia, y diversos obstáculos puestos por aquellos que querían exterminar la creciente religión. Finalizando con el tratado de Paz de Al-Hudaibíah en Dhul Qa‘da el año 6 después de la Hégira.

2.   La segunda es la tregua con los jefes de los paganos finalizando con la conquista de La Meca en Ramadán el año 8 de la Hégira. También el Profeta    invitó a los reyes del mundo a entrar en las filas del Islam.

3.   En el tercer período, la gente entró al Islam en masa. Numerosas tribus y personas llegaron a Medina  para ver al Profeta y jurarle fidelidad. Finalizó esta etapa con la muerte del Profeta   en Rabi‘ Al-Auual el año 11 de la Hégira.

 

La primera etapa
La situación en Medina
al momento de la Emigración

La Emigración a Medina no debe atribuirse solamente a haber escapado de la injusticia y la opresión, sino también a una especie de cooperación para construir los pilares de una nueva sociedad en un lugar seguro. Fue responsabilidad de cada musulmán el contribuir a la edificación de este nuevo hogar, inmunizándolo y haciéndolo fuerte. No cabe duda de que el Noble Mensajero, guía espiritual y líder, podía resolver los asuntos para alcanzar los objetivos propuestos.

En Medina, el Profeta tuvo que tratar con tres categorías diferentes de personas con sus respectivos problemas:

1.  Sus Compañeros, nobles personas temerosas de Allâh .

2.  Las tribus paganas de Medina que todavía no habían abrazado el Islam.

3.  Los judíos.

1. Respecto a sus Compañeros, las condiciones de vida en Medina eran totalmente diferentes a las de La Meca. En La Meca, solían esforzarse para formar un grupo cooperativo, pero físicamente eran doblegados y carecían de los medios para obtener un nuevo rumbo. Significa que socialmente y materialmente no podían establecer una nueva comunidad musulmana. Las Sûrahs reveladas en  La Meca del Noble Corán se dedicaban a describir la creencia islámica, estableciendo legislaciones para los Creyentes en forma individual y recomendando lo bueno y piadoso y prohibiendo lo malo y dañino.

En  Medina, las cosas eran distintas; aquí todos los asuntos de sus vidas descansaban en sus propias decisiones. Ahora, tenían bienestar y podían encarar los desafíos de la civilización, construcción, medios de vida, economía, política, administración pública, guerra y paz, explicación de las cuestiones permitidas y prohibidas, adoración, ética y todos los temas relevantes. Estaban en Medina  con la total libertad para levantar los pilares de una nueva sociedad musulmana no solo diferente de la vida pagana pre-Islámica, sino también distinta en los beneficios de la vida. Fue una sociedad que hospedó a los musulmanes que durante diez años fueron sometidos a torturas y persecuciones. Sin duda, la construcción de una sociedad que dependa de esta clase de ética no se consigue en un solo día o en un mes o en un año. Requiere mucho tiempo para edificarla, legislando gradualmente para ir concientizando y educando a sus miembros. Allâh , que todo lo Sabe, envió una legislación a Su Profeta Muhammad , para que se implemente y sirva de orientación:

(Él es quien ha hecho surgir para los iletrados un Mensajero que es uno de ellos, que les recita sus signos, los purifica y les enseña el libro y la sabiduría, cuando antes estaban en un claro extravío.) [62:2]

Los Compañeros del Profeta con entusiasmo asimilaron las enseñanzas del Corán y sus corazones se llenaron de regocijo con ellas:

(Y cuando les son recitadas sus aleyas se les incrementa su fe.) [8:2]

Respecto a los musulmanes, esta labor constituía el mayor desafío para el Mensajero de Allâh . De hecho, este propósito se ubicaba en el corazón del Llamado islámico y de la misión de Muhammad ; nunca fue algo fortuito aunque había asuntos que requerían urgencia.

Los musulmanes en Medina pertenecían a dos grupos: El primero establecido en sus hogares, tierras, confortables pero con peleas internas entre ellos que constantemente surgían; ellos eran Al-Ansar (los ansâr ). El segundo grupo eran Al-muhâÿirún (los emigrados), sin hogar, sin trabajo y en la penuria. No eran pocos, al contrario, se incrementaban día a día luego que el Profeta   les había permitido emigrar hacia Medina cuya estructura económica, no tan próspera, empezaba a mostrar signos de  desequilibrio debido al boicot económico producido por grupos anti-Islamicos que se las arreglaban para deteriorar la situación de los musulmanes.

2.  Los paganos de Medina formaban el segundo grupo con el cual el Profeta   tuvo que tratar. Esta gente no tenía el control de todos los musulmanes. Algunos de ellos no interferían en los asuntos de los creyentes,  tenían muchas dudas de las prácticas religiosas de sus ancestros y mostraban simpatía hacia el Islam por eso terminaban abrazando la nueva fe pasando a ser verdaderos devotos de Allâh . Sin embargo, otros desarrollaron malvados planes contra el Profeta    y sus seguidores pero eran demasiado cobardes para enfrentarlos públicamente, y debido a las nuevas condiciones de vida Islámicas se mostraban amigables. ‘Abdullah Ibn Ubai, a quien se le había dado el liderazgo de las tribus de Al-Jazraÿ y Al-Aus luego de la guerra de Bu‘az entre las dos tribus, lideró el grupo de los hipócritas. El advenimiento del Profeta y el crecimiento sostenido del nuevo espíritu del Islam frustró este incipiente liderazgo y la idea rápidamente se convirtió en indiferencia. ‘Abdullah Ibn Ubai no podía soportar que Muhammad llegara para sacarle a él y a sus ministros sus privilegios temporales, y por razones obvias se mostró interesado en el Islam pero con un odio muy profundo en su corazón carente de fe. También saboteó algunos eventos, solía sacar ventaja de los recientes islamizados de corazón débil y calumniaba a los verdaderos creyentes.

3.  Los judíos, que habían emigrado a la zona del Hiÿâz desde Siria, perseguidos por los asirios y luego los romanos, eran el tercer grupo que vivía en Medina. En su nuevo hogar se vestían como los árabes, hablaban árabe, y se casaban con los árabes; sin embargo mantuvieron sus particularidades étnicas  y se mantuvieron separados evitando mezclarse con los árabes. Se sentían orgullosos de su origen Judío y desdeñaban a los árabes denominándolos "iletrados" queriendo decir que eran brutos e ignorantes (N.del ."gentiles"). Deseaban las riquezas de sus vecinos y su religión les permitía apropiarse de las mismas del cualquier modo.

Dios expuso claramente este proceder con las siguientes palabras:

(Debido a que dicen: No hay ningún reproche para nosotros en traicionar y apoderarnos de los bienes de los iletrados (gentiles )) [3:75]

Religiosamente no mostraban ningún entusiasmo; se dedicaban a la clarividencia y la brujería, sacando ventaja de sus conocimientos de las ciencias espirituales del pasado.

Sobresalían en la acumulación de riquezas y en los negocios. De hecho monopolizaban el comercio de cereales, dátiles, licores, vestimentas, exportación e importación. Por los servicios efectuados a los árabes éstos debían pagarles elevadas sumas de dinero. La usura era una práctica común entre ellos y prestaban a los árabes notables elevadas sumas de dinero para que éstos las gasten en poetas y cosas vanas, tomando sus tierras fértiles como garantía.

Eran corruptos, solían introducir la discordia entre las tribus seduciéndolas para que comploten entre si y llevándolas al derramamiento de sangre en continuas batallas. Siempre que sentían que el odio empezaba  a declinar lo revivían con nuevos métodos y al mismo tiempo ganaban altos porcentajes de interés con los préstamos que les hacían a las tribus enfrentadas.

Tres famosas tribus judías predominaban en Medina: Banu Qainuqa‘ aliadas a la tribu de Al-Jazraÿ, y Banu An-Nadîr y Banu Quraidha, que habitaban los suburbios de Medina, aliadas a Al-Aus.

Naturalmente odiaban los nuevos cambios, sólo porque el Mensajero de Allâh no era Judío, y esto no lo podían tolerar. También porque el Islam vino a traer armonía y terminar con las enemistades y los odios, estableciendo un código de vida social basado en denunciar lo prohibido y promover lo permitido. Adherirse a estos modos de vida implicaba la unión de los árabes que perjudicaba los intereses sociales y económicos de los judíos; las tribus árabes tratarían de recuperar sus bienes y tierras expropiadas por las injustas prácticas usureras de los judíos.

Los judíos consideraron todo esto seriamente aún sabiendo que el llamado islámico intentaría imponerse en Medina, y no fue sorprendente descubrir que la mayor enemistad y odio hacia el Islam y hacia el Mensajero de Allâh provino de ellos aunque no tuvieron el coraje para demostrarlos desde el comienzo.

El siguiente incidente demuestra claramente la abominable antipatía que los judíos tenían a la nueva forma de vida política y religiosa de Medina. Ibn Ishâq,  citó que Safiah, la hija de Huiai Ibn Ajtab, dijo: ‘era yo la más querida de entre los hijos para mi padre y mi tío Abu Iâsir (ambos judíos de Medina)... ..; cuando el Mensajero de Allâh llegó a Medina y se estableció en Qubá con Bani ‘Amr Ibn ‘Auf, mi padre, Huiai Ibn Ajtab y mi tío Abu Iâsir Ibn Ajtab fueron a verlo y no regresaron hasta la puesta del sol. Cuando volvieron caminando llenos de depresión me apresuré, como era mi costumbre, a recibirlos con una sonrisa pero no me prestaron atención debido a la amargura que sentían. Escuché a mi tío Abu Iâsir decirle a  Ubai y a  Huiai: “¿Realmente es él (aquél que esperamos)?” dijo: “¡Juro por Allâh que es él!” “¿Realmente lo reconociste?” le preguntaron. Contestó: “Si, y lo odio con todo mi corazón”[1]

Una interesante historia ocurrida cuando el Profeta llegó a Medina, demuestra el desorden mental y la gran ansiedad que envolvía a los judíos. ‘Abdullah Ibn Salâm, el más sabio de sus rabinos, fue a ver al Profeta   cuando este llegó, le hizo ciertas preguntas para corroborar si era un verdadero Profeta. Ni bien escuchó las respuestas del Profeta abrazó el Islam, y agregó que si los judíos se enteraban de su islamización empezarían a desmentirlo y a desprestigiarlo. El  Profeta los mandó a llamar para preguntarles lo que opinaban de ‘Abdullah Ibn Salâm y todos ellos respondieron expresando sus virtudes y su sabiduría religiosa. Entonces el Profeta les informó que este había aceptado el Islam e inmediatamente cambiaron su testimonio, describiéndolo con los más descalificativos atributos. En otra narración encontramos que ‘Abdullah Ibn Salâm dijo: “¡Judíos! Teman a Allâh. Juro por Allâh, el Único, que vosotros sabéis que es el Mensajero de Allâh enviado a la humanidad con la verdad.” Le respondieron: “¡Estas mintiendo!” Esta fue la primera experiencia que el Profeta tuvo con los judíos.[1]

Esta era la situación interna de Medina. A quinientos kilómetros, en La Meca, los Quraishíes seguían siendo una amenaza contra el Islam. Durante diez años,  los musulmanes fueron víctimas de toda clase de atrocidades, boicot, persecuciones y agresiones. Cuando emigraron a Medina, sus tierras, riquezas, propiedades, bienes e incluso algunas esposas fueron retenidas y los más humildes brutalmente torturados. Los  Quraishíes también planearon y atentaron contra la vida de la primera figura del Llamado, Muhammad . Aprovechando la supremacía sobre las demás tribus árabes paganas y su liderazgo religioso como custodios del Santuario Sagrado incitaron a las otras tribus paganas a que boicoteen económicamente a Medina. Un estado de guerra implícito existía entre los tiranos de La Meca y los musulmanes en su residencia. Es injusto culpar a los musulmanes de las horribles consecuencias que iban a surgir a la luz de este conflicto. Los musulmanes en Medina tenían, a todas luces, pleno derecho para confiscar las riquezas de los tiranos de La Meca; para castigarlos por todas las injusticias cometidas contra de los musulmanes.

Este es, pues, un resumen de los principales inconvenientes que el Profeta Muhammad tuvo que enfrentar y resolver.


La edificación de una nueva sociedad

Hemos mencionado que el Mensajero de Allâ llegó a Medina el Viernes 12 de Rabi‘ Al-Auual del año primero de la Hégira, equivalente al 27 de Septiembre del año 622 d.C. Y se hospedó momentáneamente en la casa de Abu Aiub.

 Construyendo la Mezquita del Profeta

El primer trabajo que emprendió el Profeta cuando llegó a Medina fue la construcción de una Mezquita, en el lugar donde se arrodilló su camello. El terreno, el cual pertenecía a dos huérfanos, fue comprado. El Profeta mismo colaboró con la construcción de la Mezquita cargando ladrillos de adobe y piedras mientras recitaba:

          “¡Allâh! no hay deleite excepto en la otra Vida, te imploro para que perdones a los Muhâÿirún y a los ansâr .”

Había en ese terreno palmeras, tumbas de los idólatras y ruinas. Se trasladaron las tumbas de los idólatras, se cortaron las palmeras y se niveló el suelo. La Qiblah (la dirección usada por los musulmanes cuando cumplen con sus oraciones) fue construida en dirección a Jerusalén; dos vigas fueron puestas para sostener el techo. La mezquita era cuadrada, cada lado medía aproximadamente 100 yardas, mirando hacia el norte y tenía tres entradas. Cerca estaban las habitaciones reservadas para la familia del Profeta que fueron construidas con piedras y ladrillos de adobe y un techo de hojas de palmeras.[249][1] En el sector norte de la Mezquita, se destinó un lugar para aquellos musulmanes que no poseían familia ni hogar. El Adhán (el llamado para convocar a los musulmanes a orar) fue iniciado en esta temprana etapa posterior a la emigración. La Mezquita no era un espacio limitado únicamente para rezar, sino también un lugar donde los musulmanes se instruían sobre el Islam y su doctrina. Servía como lugar de asamblea donde los conflictos eran solucionados; era el cuartel central donde todos los asuntos de los musulmanes eran administrados, consultados y ejecutados.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

La hermandad entre los musulmanes

Luego de que la Mezquita fuese construida, el Profeta se ocupó de fortalecer los vínculos de hermandad entre los musulmanes de Medina, Al-Ansar (los Socorredores ) y Al-muhâÿirún (los Emigrantes). Fue algo único en la historia de la humanidad. Este histórico hecho se dio en una reunión con 90 hombres, la mitad pertenecían a los Muhâÿirún y la otra mitad a los ansâr , reunidos en la casa de Anas Ibn Malik, donde el Profeta los hermanó. Cuando cualquiera de las dos personas hermanadas moría la otra lo heredaba. Esta práctica continuó hasta que el siguiente versículo fue revelado durante la batalla de Badr, y legisló sobre el tema de la herencia:

(Y los que tienen lazos de parentesco tienen más derecho respecto a la herencia [250][1].) [8:75]

La hermandad en la fe no tenía en cuenta ninguna diferencia racial estableciéndose como precepto islámico: nadie supera a otro excepto por su piedad y el temor a Allâh .

El  Profeta estableció con esta hermandad un compromiso serio; no eran meras palabras sino algo que se llevaba a la práctica con respecto a los bienes materiales y no un capricho que tomaba la forma de un saludo casual.

La atmósfera de hermandad creó un espíritu de desapego y solidaridad arraigado en lo más profundo de los corazones de sus seguidores. Por ejemplo, Sa‘d Ibn Ar-Rabi‘, un ansarí, le dijo a su hermano emigrante ‘Abdur Rahmân Ibn ‘Auf, “Soy el más rico de los Ansar. Me gustaría compartir contigo la mitad de mis bienes. Tengo dos esposas, y estoy listo para divorciarme de la que tu elijas si te acepta para que puedas desposarla.” Pero ‘Abdur Rahmân Ibn ‘Auf no aceptó: ni bienes ni hogar, pidiéndole a Allâh que bendiga sus bienes y le dijo: “Indícame donde queda el mercado para que pueda ganarme la vida con mis propias manos.” Por la gracia de Allâh prosperó y se casó al poco tiempo gracias a su propio esfuerzo.[251][2]

Los ansar fueron extremadamente generosos con sus hermanos creyentes. Abu Hurairah narró que en cierta ocasión al Profeta  le solicitaron que los huertos sean distribuidos en partes iguales entre los musulmanes de Medina y sus hermanos que vinieron de La Meca. Pero el Profeta no aceptó cargar con semejante peso sobre ellos. Sin embargo; se acordó que los muhâÿirún trabajasen en los huertos de los ansâr y que repartan en términos iguales lo producido.[252][3]

Estos ejemplos demuestran el espíritu de sacrificio, generosidad y cordialidad de los ansar; como también el sentimiento de gratitud, respeto y agradecimiento de los muhâÿirún que sólo tomaron lo que los ayudaba a vivir dignamente. En resumen, esta política de hermandad fue tan sabia y adecuada que ayudó rápidamente a resolver los distintos problemas con éxito.


[253][1] Zad Al-Ma‘ad, 2/56.

Un tratado de Alianza Islámica

El Profeta  había establecido un código de hermandad entre los creyentes, con el fin de solucionar los rencores de la era preislámica y solucionar los conflictos entre las tribus. Fue tan detallista que no dejó ningún área que permita a la tradición preislámica violar o perjudicar el ambiente armonioso que quería establecer. Aquí vemos algunos de los puntos.

En el nombre de Allâh, el Más Benefactor, el Más Misericordioso. Este es un documento de Muhammad, el Mensajero de Allâh, respecto a los Muhâÿirún y Ansâr y para aquellos que los siguen y se esfuerzan con ellos.

1.   Todos pertenecen a la misma y única nación.

2.   Los Muhâÿirún de Quraish están unidos y pagarán una indemnización entre ellos mismos, y rescatarán honorablemente a aquellos que quedaron retenidos. Las tribus de los ansâr están unidas, como lo estaban al comienzo, y cada sector de entre ellos pagará el rescate para liberar a  su pariente prisionero.

3.   Los Creyentes no dejarán a nadie en la pobreza por no pagar su liberación o una indemnización.

4.   Aquel que se rebela o busca sembrar la enemistad y la sedición, sentirá el peso de la mano de todo musulmán temeroso de Allâh que estará en contra de él, aunque fuese su hijo.

5.   Un creyente no debe matar a otro creyente, ni deberá ayudar a un incrédulo en contra de un creyente.

6.   La protección de Allâh se extiende hacia los humildes de los creyentes.

7.   Los creyentes se ayudarán mutuamente.

8.   Cualquier judío que se atenga a nuestro pacto tendrá nuestra asistencia y ayuda; no será dañado, tampoco ningún enemigo será apoyado en contra de ellos.

9.   La paz de los creyentes es indivisible. No se harán pactos discriminadores cuando los creyentes están combatiendo en la causa de Allâh. Las condiciones serán equitativas para todos.

10. Es ilícito para un creyente, que se adhiere al contenido de este documento y cree en Allâh y en el Día del Juicio, ayudar a un criminal o darle refugio. Aquellos que le den refugio o lo asistan tendrán la maldición y la ira de Allâh en el Día del Juicio. No se les aceptará indemnización.

11. Matar a un creyente intencionalmente sin ningún motivo tendrá como consecuencia la muerte del asesino a no ser que los perjudicados decidan perdonarle.

12. Cuando se difiera en algún asunto deberá ser remitido a Allâh y a Muhammad.[254][1] 


[255][1] Ibn Hishâm, 1/502,503.

 

El rol del individuo en la Sociedad

Gracias a su sabiduría y habilidad, el Profeta  pudo levantar los pilares de una nueva sociedad. Este acontecimiento sin duda dejó sus marcas en los musulmanes virtuosos. Solía educarlos con la luz de las enseñanzas islámicas, purificando sus almas, recomendándoles la observación de obras piadosas y los buenos modales. Se ocupó en infundirles la cordialidad, el honor, la nobleza, la  adoración y principalmente la obediencia a Allâ y a Su Mensajero.

Lo siguiente es un resumen de las virtudes que solía inculcarles sus seguidores:

Un hombre le preguntó al Mensajero de Allâh que le informe que acción es meritoria en el Islam. Le  respondió:

“Alimentar y saludar a los que conoces y a los que no conoces.”[256][1]

‘Abdullah Ibn Salâm dijo: “Cuando el Profeta llegó a Medina lo fui a ver, e inmediatamente lo reconocí por sus características y supe que no podía ser un mentiroso. Lo primero que el Profeta dijo fue:

‘¡Oh gente! Saludaos con el saludo de paz, alimentad al necesitado, mantened unidos los lazos de parentesco, y orad por la noche mientras la gente duerme, así entraréis al Jardín en Paz.’”[257][2]

Dijo:

“No entrará al Paraíso aquel cuyo vecino no está a salvo de su maltrato.[258][3]”

Dijo:

“El Musulmán es aquella persona de quien los demás musulmanes están a salvo del maltrato de su lengua y de su mano.”[259][4]

Dijo:

“Ninguno de vosotros ha completado su fe hasta que desee para su hermano lo que desea para sí mismo.[260][5]”

Dijo:

“Los Creyentes en su amor recíproco son como el cuerpo del ser humano, cuando sufre el ojo todo el cuerpo siente el dolor y cuando la cabeza sufre todo el cuerpo siente el dolor.[261][6]”

Dijo:

“Los lazos de hermandad entre los musulmanes son como una casa donde cada parte sostiene a la otra.[262][7]

Dijo:

“No se odien; no se envidien; no se den la espalda. ¡Siervos de Allâh! sed hermanos. No se le permite al musulmán permanecer enemistado con su hermano por más de tres días.[263][8]”

Dijo:

“El musulmán es hermano del musulmán; no lo trata injustamente, no lo decepciona. Aquel que remueve una pena de un creyente en esta vida, Allâh le removerá una pena de las del Día del Juicio. Aquel que resguarde a un musulmán, Allâh lo resguardará en el Día del Juicio.[264][9]”

Y dijo:

“Sed misericordiosos con los que están en la Tierra y será misericordioso con vosotros quien está en el cielo.[265][10]”

Dijo:

“No es un creyente aquel que se acuesta con su estómago lleno mientras su vecino tiene hambre.[266][11]”

Dijo: “Abusar de un musulmán es un acto de desobediencia y combatirlo es incredulidad.[267][12]”

Dijo: “Remover algo dañino del camino es caridad.[268][13]”

Exhortaba a los creyentes a dar caridades recordándoles las virtudes de hacerlo para ablandar sus corazones.

“Las caridades borran los pecados de la misma manera que el agua apaga el fuego.[269][14]”

Dijo: “Vestir a un musulmán necesitado, os hace merecedores de que Allâh os conceda una vestimenta del Paraíso; alimentar a un musulmán hambriento os hace merecedores de que Allâh os sustente con las frutas del Paraíso, y si dais de beber a un musulmán sediento, Allâh os hará beber del Néctar sellado.[270][15]”

Dijo:

“Evitad el infierno aunque sea con la mitad de un dátil (dado en caridad) y si no podéis decid palabras alentadoras.[271][16]”

El Profeta también enseñó a no pedir nada a no ser que sea una necesidad. Solía hablar mucho a sus compañeros sobre los méritos, virtudes y recompensa divina por observar y cumplir los actos obligatorios de adoración. Siempre les daba pruebas para que se adhieran espiritualmente a la Revelación que recibía, consecuentemente les informaba de sus obligaciones y responsabilidades dentro del Llamado Islámico, y al mismo tiempo les enfatizaba la necesidad de conocimiento y analisis.

Esto lo hacía para perfeccionar sus modales y moral e inculcarles nobles valores e ideas para que puedan ser un modelo a imitar para las generaciones venideras.

‘Abdullah Ibn Mas'ûd una vez dijo: “Si desean seguir un buen ejemplo, tienen la tradición de los que murieron, debido a que los que están vivos pueden ser víctimas de la opresión (entonces pueden ser sacudidos en la fe). Sigan los pasos de los Compañeros de Muhammad y. Son los mejores de esta nación, los más piadosos, los más sabios y los menos pretenciosos. Allâh los eligió para que acompañen al Profeta  y para establecer Su religión. Entonces, buscad sus virtudes, seguid su recto modo de vida, aferraos a sus modales y aprended de sus biografías. Ellos seguían la guía correcta.” [272][17]

Tenemos el gran ejemplo del Mensajero de Allâh : sus excelentes atributos, moral, perfección, talento, virtudes. Noble en sus modales y sus piadosas y admirables acciones, merecedor de ocupar el interior de nuestros corazones. Siempre que decía algo a sus Compañeros, ellos se esmeraban en asimilarlo y llevarlo a la práctica.

Esos eran los atributos y cualidades de aquellos que edificaron junto al Profeta una nueva sociedad, la más maravillosa y honorable sociedad jamás conocida en la historia. En este contexto el Profeta se esforzó en resolver los problemas que existían desde hacía mucho tiempo, y finalmente le dio a la humanidad la oportunidad de poder respirar con alivio, luego de haber estado transitando por el tedioso camino de la oscuridad y el error. Estos elevados principios de moralidad sirvieron para crear una nueva sociedad, integrada por componentes sólidos que le daban firmeza ante los distintos cambios a través del tiempo y suficientemente poderosos para cambiar todo el curso de la historia de la humanidad.


[273][1] Sahih Al-Bujâri, 1/6, 9.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un tratado con los judíos

Al emigrar a Medina y establecer los pilares de la nueva comunidad Islámica sobre sólidas bases administrativas, póliticas e ideológicas, el Profeta comenzó a entablar relaciones claramente definidas con los no-musulmanes. Todos estos esfuerzos eran para alcanzar la paz, la seguridad y la prosperidad de todos los seres humanos, y para crear un espíritu de cordialidad y armonía.

Geográficamente, las personas más cercanas a Medina eran los judíos. Aunque guardaban malas intenciones, sentían rencor y resentimiento, no mostraron la menor resistencia ni la más mínima enemistad. El Profeta decidió ratificar con ellos un tratado cuyas claúsulas darían total libertad en cuanto a la creencia y a sus bienes. El Islam no impone una política severa de expulsión y confiscación de bienes y terrenos.

El tratado estaba dentro de otro contexto, un largo sistema que los vinculaba a las relaciones entre los musulmanes.

Los puntos más destacados del trato son los siguientes:

   1.   Los judíos de Bani 'Auf son una comunidad con los creyentes. Los judíos profesarán su religión y los musulmanes la suya.

   2.   Los judíos serán responsables de sus gastos y los musulmanes de los suyos.

   3.   Si son atacados por un tercero, cada uno asistirá al otro.

   4.   Cada grupo se consultará con el otro. Las relaciones mutuas estarán fundadas sobre la piedad; los pecados están totalmente excluídos.

   5.   Nadie cometerá un pecado para perjudicar al otro.

   6.   El grupo perjudicado será asistido.

   7.   Los judíos contribuiran con los costos de guerra en tanto estén del lado de los creyentes.

   8.   Medina permanecerá sagrada e inviolable para todos los que se unan a este trato.

   9.   Si algún desacuerdo surge entre los firmantes de este convenio, entonces Allâh, el más elevado y Su Mensajero decidirán el asunto.

 10. Los firmantes de este acuerdo harán boicot comercial a Quraish; y se abstendrán de brindarles ayuda.

 11. Cada grupo contribuirá a la defensa de Medina, en caso de un ataque foraneo en su respectiva área.

 12. Este tratado no impide que cualquiera de las partes busque venganza legítimamente.[274][1]

Medina y sus suburbios, después de la ratificación de este tratado, se volvieron un estado de coalición, cuya capital fue Medina y Muhammad    su ‘presidente’; la autoridad predominante recaía en las manos de los musulmanes, y consecuentemente era la verdadera capital del Islam. Para extender y expandir la zona de paz y seguridad, el Profeta empezó a establecer tratados similares con otras tribus que vivían alrededor de el nuevo estado


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Un conflicto sangriento

Los intentos de Quraish para provocar a los musulmanes y sus contactos con ‘Abdullah bin Ubai

Los Quraishíes mortificados por el escape del Profeta    junto a su devoto compañero, y celosos del creciente poderío en Medina, acecharon a los musulmanes que quedaron atrás y los persiguieron utilizando todos los medios posibles. También iniciaron contactos clandestinos con ‘Abdullah bin Ubai bin Salul, jefe de los incrédulos de Medina, y  líder designado por las tribus de ‘Aus y Jazraÿ antes de la emigración del Profeta . Le enviaron un severo ultimatum ordenándole que combata o expulse al Profeta , de lo contrario lanzarían una tremenda campaña militar para exterminarlos y apoderarse de sus mujeres.[275][1]

Su orgullo herido y su corta soberanía hicieron que ‘Abdullah bin Ubai bin Salul responda positivamente a los politeístas de Quraish. ‘Abdur-Rahmân   bin Ka‘b dijo: “Cuando esto llegó a ‘Abdullah bin Ubai y al resto de los politeístas, se unieron para combatir al  Mensajero de Allâh . Cuando el Profeta se enteró, los visitó y dijo:

‘La intimidación de Quraish hacia vosotros ha expirado. No podrán complotar contra vosotros a no ser que vosotros os queráis dañar. ¿Deseáis acaso pelear contra vuestros hijos y hermanos?’

Cuando escucharon las palabras del Profeta todos se marcharon. [276][2]

Sus jefes sin embargo, parecían conformes, pero en sus corazones, mantenían complicidad con los de Quraish y los envidiosos judíos. Agresiones y provocaciones empezaron a pavimentar el camino de una nueva confrontación entre musulmanes y politeístas. [277][3] 


 


 

 

 

 

 

 

Publicando la enemistad en la Mezquita Sagrada

Sa‘d bin Mu‘adh, un famoso ansar, anunció su intención de realizar una ‘Umrah (Peregrinación menor) y se dirigió hacia La Meca. Fue a ver a Umaia bin Jalaf, y le dijo: “Dime una hora que este vacía para que pueda hacer la circunvalación (Tawaf) alrededor de la Ka'bah .” Entonces Umaia lo acompañó cerca del mediodía. Abu Ÿahl los encontró y dijo: “¡Oh Abu Safuán! ¿Quién es el hombre que está a tu lado?” Le respondió, “Es Sa‘d”. Abu Ÿahl dirigiendose a Sa‘d le dice: “Veo que estas seguro en La Meca a pesar de que le diste asilo y asistencia a la gente que cambió su religión. Por Allâh, si no estuvieras acompañado por Abu Safuán, no volverías a tu familia sano y  salvo.” Sa‘d, elevando su voz, le dijo: “¡Por Allâh! si me detienes y me impides hacer esto (la 'umrah) yo no dejaría que tú hagas algo más valioso para ti, me refiero a tu paso por Medina.” [278][1]

Más provocaciones continuaron de parte de Quraish, enviándoles a los musulmanes un pliego amenazándolos con matarlos en su propio hogar. Estas no eran meras palabras, dado que el Profeta  se informó, por fuentes confiables, sobre la veracidad de los ataques que los enemigos del Islam planeaban. Medidas de precaución fueron tomadas y un estado de alerta predominó, se hacían guardias de seguridad alrededor de la casa del Profetar y otros puntos estratégicos. Muslim citó que ‘Aishah dijo que el Mensajero de Allâhr se había recostado por la noche y dijo: “¿Habrá alguien de mis compañeros piadosos que monte guardia para mí esta noche?”

‘Aishah dijo: “Estabamos en ese estado cuando escuchamos los ruidos de alguien que llevaba armas. El Profeta dijo: ‘¿Quién está ahí?’ El recién llagado respondió: ‘Soy Sa‘d bin Abi Uaqqás.’ El Mensajero de Allâh le preguntó: ‘¿Qué te trae por aquí?’ Respondió: ‘Sentí miedo y preocupación de que te pase algo; entonces vine a vigilar. El Mensajero de Allâh invocó bendiciones sobre Sa‘d  y luego se durmió.”[279][2]

Este estado de precaución y alerta continuó hasta que las Palabras de AllâhI fueron reveladas:

(Allâh te protegerá de la humanidad.) [5:67]

Entonces el  Profeta se asomó desde su casa pidiéndole a su gente que se marche, les  dijo:

“¡Oh gente! Marchaos, ciertamente Allâ el Poderosísimo y Majestuoso me protegerá.” [280][3]

La vida del Profeta no era el único objetivo de las amenazas de los incrédulos; también lo eran las vidas de toda la comunidad musulmana. Cuando los Medinenses dieron asilo al Profeta y a sus Compañeros, los beduinos del desierto comenzaron a observarlos con desconfianza y proscribieron a todos los musulmanes.


Permiso para Pelear

En esta coyuntura precaria, con Quraish intentando llevar a la práctica sus malvados y agresivos planes, Allâ concedió permiso a los musulmanes para que combatan a los incrédulos:

(A quienes luchen por haber sido víctimas de alguna injusticia, les está permitido luchar, y ciertamente Allâh tiene el poder de concederles la victoria.)  [22:39]

Este versículo fue revelado en un largo contexto de divinas instrucciones para erradicar la falsedad y hacer prevalecer con honor los mandamientos y ritos de Allâh :

(Aquellos (gobernantes musulmanes) que, si les damos autoridad en la tierra establecen la oración, pagan el Zakat y ordenan el bien y prohiben lo reprochable. A Allâh pertenece el resultado de los asuntos.)  [22:41].

Sin duda el permiso de combatir fue revelado en Medina después de la emigración, no en La Meca, pero se duda del día exacto.

Ahora tenían el permiso para combatir, pero a la luz de los acontecimientos, fue una decisión sabia de los musulmanes controlar primero las rutas comerciales que iban a La Meca. Para llevar a cabo este objetivo estratégico, el Profeta  tuvo que elegir alguna de estas dos opciones:

Primero. Hacer tratados con las tribus que habitaban en las áreas adyacentes a las rutas a Medina. Con respecto a este curso de acción, el Profeta había firmado recientemente junto a los judíos y a otras tribus vecinas, el antes mencionado pacto de cooperación y cordialidad.

Segundo. Enviar sucesivas misiones armadas para cortar las estratégicas rutas comerciales.

 

Misiones previas a Badr.

A fin de implementar esos planes, los musulmanes comenzaron con las actividades militares, las cuales al principio tomaron la forma de patrullas de reconocimiento destinadas a explorar las características geopolíticas de las rutas que pasaban cerca de Medina y de las que conducían a La Meca, estableciendo alianzas con las tribus cercanas al lugar. El Profeta  quería impresionar a los incrédulos, judíos de Medina y a los beduinos, quería demostrarles que los musulmanes no sentían miedo, y que eran demasiado fuertes para ser atacados con impunidad. También quería demostrar el poderío de sus discípulos para impedirle a Quraish cualquier ataque militar que ponga en peligro la vida económica y los medios de vida de sus seguidores, y quería detener las persecuciones contra los musulmanes débiles que habían quedado en La Meca. También aprovecharía esta oportunidad para propagar y difundir el Islam.

A continuación, presentamos un resumen de las distintas expediciones militares:

  1.  La misión de Saif Al-Bahr, occurrida en Ramadán del año 1 d.H., equivalente al año 623 d.C. líderada por Hamzah bin ‘Abdul Muttalib y compuesta por 30 muhâÿirún con un objetivo definido, que era interceptar una  caravana perteneciente a Quraish. Era una caravana compuesta por 300 personas incluídas Abu Ÿahl bin Hishâm. Los dos grupos se encontraron y se prepararon para pelear pero Maÿdi bin ‘Amr, en buenos términos, consiguió impedir un enfrentamiento.

El Profeta en esta ocasión le dio la primer bandera en la historia de los musulmanes a Kinaz bin Husain Al-Ganaui, esta era de color blanco.

  2.   La misión de Rabig fue en Shauuâl, 1 d.H., equivalente al mes de abril del año 623 d.C. El Mensajero de Allâh despachó a ‘Ubaidah bin Al-Hâriz bin Al-Muttalib a la cabeza de 60 jinetes de los muhâÿirún hacia un lugar llamado Batn Rabig donde encontraron a Abu Sufián líderando una caravana  de 200 hombres. Se lanzaron algunas flechas pero no se concretó un enfrentamiento.

Es interesante notar de que dos musulmanes, Al-Miqdad bin ‘Amr Al-Bahrani y ‘Utbah bin Gazuán Al-Mâzini, desertaron la caravana de Quraish y se unieron a las filas de ‘Ubaidah. Los musulmanes llevaron una bandera blanca que la sostenía Mistah bin Azaza bin Al-Muttalib bin ‘Abd Manâf.

  3.   La misión de Jarrâr ocurrió en Dhul Qa‘dah, 1 d.H., equivalente a Mayo del año 623 d.C. El Profeta despachó a Sa‘d bin Abi Uaqqás a la cabeza de 20 jinetes, y les dio instrucciones de no ir más lejos de Al-Jarrâr. Después de cinco días de marcha llegaron al lugar para encontrarse que los camellos de Quraish se habían ido el día anterior; la bandera que llevaron, como era usual, fue de color blanco y se la confiaron a Al-Miqdad bin ‘Amr.

  4.  Incursión Al-Abwa’ o Uaddán. Fue en Safar 2 d.H., equivalente al año 623 d.C. El Mensajero de Allâh   partió líderando a 70 hombres, la mayoría muhâÿirún, para interceptar una caravana de camellos perteneciente a Quraish, dejando encargado de los asuntos de Medina  a Sa‘d bin ‘Ubadah. Cuando llegó a Uaddán, un lugar entre La Meca y  Medina, no encontró a nadie.

Durante el proceso de esta campaña, estableció un convenio de no agresión con ‘Amr bin Majshi Ad-Damari. Se  pactó  lo siguiente:

“Este es un documento de Muhammad, el Mensajero de Allâh concerniente a Bani Damrah; en el cual se establece la seguridad y el resguardo de sus bienes y vidas. Pueden acudir a los musulmanes por ayuda a menos que se opongan a la religión de Allâh. Se espera que respondan positivamente en caso de que el Profeta les pida asistencia.[281][1]”

  5.  La incursión de Buat. Fue durante Rabi‘ Al-Auual 2 d.H., equivalente al año 623 d.C. El Profeta , a la cabeza de 200 sahâba (sus seguidores y compañeros), marchó hacia Buat para interceptar una caravana perteneciente a Quraish compuesta por 100 Quraishíes, Umaia bin Jalaf estaba entre ellos, y  2500 camellos. Cuando llegó a Buat, la caravana había dejado el lugar. Antes de dejar Medina, designó a Sa‘d bin Mu‘adh para que esté a cargo de los asuntos de los musulmanes hasta que regrese.

  6.  La incursión de Safuán. En Rabi‘ Al-Auual 2 d.H., equivalente al año 623 d.C. Karz bin Shabir a la cabeza de un pequeño grupo de politeístas asaltó un jardín de Medina robándose algunos animales. El  Profeta al frente de 70 hombres dejó Medina para combatir a los agresores. Los persiguió hasta llegar a un lugar llamado Safuán cerca de Badr pero sin poder dar con ellos. Durante su ausencia, el Profeta    le confió a Zaid bin Hârizah los asuntos de Medina. El estandarte era blanco y lo llevó ‘Ali bin Abi Tâlib.

  7.  La incursión de Dhil ‘Ushairah. Fue en  Ÿumada-al-Ula y  Ÿumada-al-Ajirah del año  2 d.H., equivalente a Noviembre o Diciembre del año 623 d.C. El Profeta , a la cabeza de 150 o 200 musulmanes, con 30 camellos que se turnaban para montar, partió para interceptar la caravana de Quraish. Llegó a Dhil ‘Ushairah, pero ya se habían marchado algunos días antes. Estos camellos eran los mismos que él había salido a interceptar cuando regresaban de Siria, y fueron la principal razón que desencadenó en la batalla de Badr. En el transcurso de esta campaña el Profeta firmó un tratado de no agresión con Bani Madliÿ y con sus aliados de Bani Dhumrah. Abu Salama bin ‘Abd Al-Asad Al-Majzûmi estuvo encargado de gobernar Medina en su ausencia.

  8.  El destacamento de Najlah. Fue durante Raÿab 2 d.H., equivalente a enero del año 624 d.C. El Mensajero de Allâh envió a ‘Abdullah bin Ÿahsh Al Asadi hacia Najlah a la cabeza de 12 Muhâÿirún con seis camellos. ‘Abdullah tenía una carta del Profeta pero se le comunicó que la lea después de dos días. Siguió las instrucciones y descubrió que tenía que ir hacia un lugar llamado Najlah que quedaba entre La Meca y At-Ta’if, interceptar una caravana perteneciente a Quraish y recoger información acerca de las intenciones de los mismos. Les informó a sus sahâba el contenido de la carta y todos acataron las órdenes. En Najlah, la caravana pasó llevando uvas, alimentos y otras mercaderías. Notables politeístas acompañaban la caravana como el caso de ‘Amr bin Al-Hadrami, 'Uzmân y Naufal, hijos de ‘Abdullah bin Al-Mugirah y otros. Los musulmanes se consultaron mutuamente para decidir si los combatirían o no, debido a que era el mes sagrado de Raÿab (durante Dhul Hiÿÿah, Dhul Qa‘da y Muharram, las actividades bélicas eran suspendidas como era la costumbre de aquel entonces en Arabia). Al final resolvieron combatirlos. ‘Amr bin Al-Hadrami fue muerto de un flechazo, 'Uzmân y Al-Hakam fueron capturados y Naufal pudo escapar. Volvieron con el botín y los dos prisioneros. Separaron un quinto (1/5) del botín para Allâ y Su Mensajero, quedandose con el resto. El Mensajero desaprobó dicha acción dado que transcurrió durante el mes sagrado. Los incrédulos, por su parte, aprovecharon esta excelente oportunidad para calumniar a los musulmanes y acusarlos de violar lo que es Divinamente inviolable. Esto les causó un gran pesar y angustia a los sahâba de Muhammad y, hasta que fueron aliviados gracias a la Revelación que llegó para dar una respuesta decisiva sobre el asunto y denunciar que la conducta de los politeístas en todo el proceso fue más grave que lo realizado por los musulmanes:

(Te preguntan si se puede combatir durante los meses sagrados. Di: Hacerlo es grave, pero es aun más grave para Allâh que se aparte a la gente de su camino, que no se crea en Él, que se impida el acceso a la mezquita sagrada y que se expulse a los que están en ella. La sedición es más grave que matar)[2:217].

 Las palabras de Allâh son claras y evidencian que el trastorno, el tumulto, el caos causado por los politeístas era infundado. Lo inviolable fue constantemente violado durante el proceso de combatir al Islam y perseguir a sus seguidores. Los bienes de los musulmanes y sus hogares habían sido profanados y el Profeta había sido víctima de repetidos atentados contra su vida. En resumen, esa clase de propaganda podía ser legitimamente desacreditada.

Esto es un resumen de los acontecimientos anteriores a la batalla de Badr.

Después de estos eventos, Quraish comenzó a preocuparse debido al peligro que podía significar Medina. Se enteraron de que Medina estaba siempre alerta y siguiendo de cerca los movimientos de las caravanas comerciales. Se sabía que los musulmanes en su nuevo hogar realizaban incursiones militares que se extendían en un área que cubría 300 millas teniendolas completamente bajo control. Sin embargo, los de La Meca no querían detenerse y eran muy obstinados para llegar a un acuerdo con el creciente poderío del Islam. Estaban decididos destruir el Islam con sus propias manos y con su desesperación precipitaron la gran batalla de Badr.

Los musulmanes, por otro lado, cumplieron con las órdenes de Su Señor, que les ordenaba combatir:

(Y combatid en el caminno de Allâh a aquellos que os combatan a vosotros pero no os propacéis. Ciertamente Allâh no ama a los que se exceden. Y matadlos donde quiera que los encontréis, y expulsadlos de donde os hayan expulsado. La sedición es más grave que matar. Y no los combatais en el recinto sagrado a no ser que ellos os combatan ahí. Pero si os atacan matadlos. Esta es la recompensa de los incrédulos. Y si cesan, Allâh es Perdonador y Compasivo. Luchad contra ellos hasta que no haya más oposición y la adoración sea unicamente para Allâh. Pero si cesan que no haya más hostilidad excepto contra los injustos.) [2:190-193]

Luego, Allâh comenzó a denunciar a los hipócritas, a los de corazón débil y a los cobardes:

(Pero cuando un sura se hace descender con un juicio terminante en la que se menciona el combate, ves a los que tienen una enfermedad (hipocresía) en el corazón mirarte como mira el moribundo.) [47:20]

La exigencia predominante era la exhortación a los musulmanes a que combatan. Todo líder con un gran convencimiento ordenaría a sus soldados a que esten listos ante cualquier emergencia, encomendándose solamente a Quien todo lo sabe, el Más Alabado, Aquel que en todo momento está enterado detalladamente de todos los asuntos. El evento del asalto a los politeístas hirió el orgullo de Quraish y creó un horrible resentimiento entre ellos.

Las anteriores Aleyas del Corán que mencionamos, solicitando a los musulmanes que se esfuercen en la causa de Allâh , informaban de la proximidad de un encuentro difícil que culminaría con la victoria de los musulmanes, y la  expulsión de los incrédulos de la Ciudad Sagrada en la La Meca. Se referían a reglas pertinentes a los prisioneros y derrotar a los soldados paganos para que la guerra termine y acaben los conflictos. Todo esto evidenciaba la victoria final de los nobles objetivos de los musulmanes.

Otro suceso significativo ocurrido durante el mes de Sha‘bán en el año 2 d.H., que corresponde al mes de  Febrero del año 624 d.C., fue el cambio de la Qiblah debido a la orden Divina de dirigirse hacia la Sagrada Mezquita en La Meca en vez de Jerusalén. Esto fue un gran mérito para los musulmanes en dos formas. Primero, fue una especie de examen social que sirvió para desenmascarar a los hipócritas de entre los judíos y a otros de corazón débil, revelando sus pretensiones y sus verdaderas intenciones; concecuentemente las filas de los musulmanes fueron purificadas de estos malos elementos. Segundo, dirigirse hacia una nueva Qiblah, la Sagrada Mezquita en La Meca, se refería al nuevo rol que los musulmanes más tarde tendrían, que empezaría después de la repatriación de los musulmanes a la Ciudad Sagrada de La Meca porque no era lógico para los musulmanes que abandonen su Qiblah en las manos de los  no-musulmanes.

Los musulmanes, cumpliendo con las órdenes de Allâh y siguiendo lo que se revelaba, incrementaron sus actividades y sus esfuerzos en la causa de Allâh y se intensificaba la ansiedad del encuentro que derivaría en una batalla decisiva contra sus enemigos.


[282][1] Al-Mauahib Al-Ladunniah, 1/75

La Batalla de Badr
La primera batalla decisiva en la historia del Islam

Las razones de la batalla:

Hemos mencionado recientemente la incursión de Al-‘Ushairah cuando una caravana perteneciente a Quraish se había escapado para evitar un inminente encuentro bélico con el Profeta y sus hombres. Cuando regresaban de Siria, el Profeta envió a Talhah bin ‘Ubaidullah y a  Sa‘id bin Zaid rumbo al norte para estar atentos a cualquier movimiento de los paganos. Los dos grupos permanecieron en Al-Haura’ durante algunos días hasta que Abu Sufián, el líder de la caravana, pasó cerca de ellos. Los dos hombres se apresuraron en volver a Medina para reportarle al Profeta las noticias. Una caravana valiosa costeada con los bienes que Quraish habia usurpado de los musulmanes de la Meca, custodiada por  40 hombres, que pasarían relativamente cerca de Medina constituía un atractivo objetivo para los musulmanes, que haría sacudir a los incrédulos de La Meca en lo político y militar, impidiéndoles seguir con sus atrocidades contra los musulmanes.

El Profeta inmediatamente exhortó a los musulmanes a que se apresuren en atacar la caravana. No impartió las órdenes obligando a todos, sino que les dio total libertad de salir o quedarse, pensando que era una misión en pequeña escala.

El ejército musulmán estaba compuesto por 317 hombres, 86 Muhâÿirún, 61 pertenecientes a Aus y 170 de Jazraÿ. No estaban bien equipados ni adecuadamente preparados. Contaban con dos caballos pertenecientes a Az-Zubair bin Al-‘Auuâm y Al-Miqdad bin Al-Asuad Al-Kindi, 70 camellos, que se turnaban entre dos o tres personas para montarlos. El Mensajero de Allâh mismo, ‘Ali y Murzid bin Abi Murzid Al-Ganaui tenían un solo camello. Los asuntos de Medina quedaron a cargo de Ibn Umm Maktum, pero luego se los confiaron a Abu Lubabah bin ‘Abdul Mundhir. El líderazgo general estuvo a cargo de Mus‘ab bin ‘Umair Al-Qurashi Al-‘Abdari, y el estandarte era de color blanco. El pequeño ejército fue dividido en dos batallones, los Muhâÿirún con un estandarte llevado por ‘Ali bin Abi Tâlib, y los ansâr cuyo estandadrte lo llevaba Sa‘d bin Mu‘adh. Az-Zubair bin Al-'Auuâm estuvo encargado del flanco derecho, Al-Miqdad bin ‘Amr líderó el flanco izquierdo, y la retaguardia comandada por Qais bin Abi Sa‘sa‘ah. Por supuesto; el Comandante en jefe era el Profeta .

El  Profeta , a la cabeza de su ejército, marchó por la ruta principal que conducía a La Meca. Luego giró  hacia la izquierda rumbo a Badr y cuando llegó a As-Safra’, envió a dos hombres para inspeccionar los camellos de Quraish.

Abu Sufián estaba muy atento a la evolución de los acontecimientos. Se dio cuenta que la ruta que estaba siguiendo era muy peligrosa. También estaba ansioso de saber algo de los movimientos de Muhammad . Sus espías le reportaron que los musulmanes deseaban apoderarse de su caravana, entonces para estar a salvo mandó un mensaje con Damdam bin ‘Amr Al-Gifari pidiendo ayuda a los Quraishíes. El emisario llegó rápidamente a La Meca. Desmontó su camello y se paró frente a la Ka'bah, cortó la nariz y las orejas de su camello, dio vuelta la montura hacia arriba, se cortó su túnica[283][1] y gritó: “¡Oh Quraish! Vuestras mercaderías que están con Abu Sufián. La caravana está siendo interceptada por Muhammad y sus Compañeros. No puedo decir lo que pasaría. ¡Auxilio! ¡Auxilio!”

Los efectos de estos gritos fueron instantaneamente atendidos por Quraish e inmediatamente recordaron su orgullo herido por los musulmanes cuando estos interceptaron la caravana de Al-Hadrami. Todos se movilizaron excepto Abu Lahab que quedó atrás. También movilizaron a algunas tribus árabes para que combatan contra el Profeta . Todos los clanes de Quraish dieron su concentimiento menos Banu ‘Adi. 1300 soldados incluidos 100 jinetes y 600 soldados con cotas de malla con un gran número de camellos procedieron para combatir a los musulmanes. Para la comida sacrificaban cada día entre nueve y diez camellos. Temían que Banu Bakr, debido a una larga enemistad que databa desde hacía mucho tiempo, ataque su retaguardia. Entonces Satanás se les apareció en la forma de Suraqah bin Malik bin Ju‘sham Al-Mudlaÿi — jefe de Banu Kinâna — para decirles: “Les garantizó que nada les ocurrirá en la retaguardia.”

Salieron llenos de indignación, motivados por el deseo de venganza y para exterminar a aquellos que se interponían en las rutas de sus caravanas:

(Haciendo ostentación ante la gente, mientras apartaban del camino de Allâh.) [8:47]

Como dijo el Profetar:

“¡Oh Allâh! estos son los arrogantes y egoístas; han venido para desafiar a Allâh y a Su Mensajero.”

Se movilizaron en dirección norte hacia Badr. En el camino recibieron otro mensaje de Abu Sufián que les pedía que regresen a La Meca porque la caravana estaba a salvo de los musulmanes. Accidentalmente, Abu Sufián, se entero de la ruta de los musulmanes, y dirigió su caravana fuera de la ruta principal rumbo al Mar Rojo. Gracias a esto fue capaz de estar a salvo de los creyentes.

Cuando el ejército de los incrédulos se enteró del mensaje de Abu Sufián desearon regresar a sus casas. Pero el malvado de Abu Ÿahl, insistió arrogantemente para que sigan hacia Badr, y permanecieron ahí durante tres noches en las cuales festejaban haciendo fiestas. Ahora querían castigar a los musulmanes para escarmentarlos e impedir que intercepten sus caravanas, e impresionar a los demás árabes para demostrarles que Quraish tenía la supremacía en aquella área.

Abu Ÿahl los intimidó e insistió a pesar de que Banu Zahrah, siguiendo los consejos de Al-Ajnas bin Shuraiq, retornó a La Meca. Al-Ajnas era ciegamente obedecido por su tribu en los asuntos importantes.

Banu Hâshim también quiso desistir pero las artimañas de Abu Ÿahl le impidieron hacerlo.

El resto de los soldados, que ahora eran 1000, acamparon en Badr sobre una duna de arena en Al-‘Uduat Al-Qusua.

‘El comando de inteligencia’ del ejército de Medina le informó al Profeta que un encuentro sangriento con los incrédulos de La Meca era inevitable, y que había que seguir un curso audaz, o de lo contrario las fuerzas del mal perjudicarían y dañarían la noble causa del Islam y a sus seguidores. Los musulmanes temían que los paganos de La Meca invadan el cuartel general del Islam, Medina. Un acontecimiento de esa índole causaría un inoportuno impacto en la dignidad y en los sentimientos de los musulmanes.

Debido al grave desarrollo de los acontecimientos  el  Profeta convocó a una reunión de emergencia para evaluar la situación e intercambiar puntos de vista con los distintos líderes del ejército. Algunos de los musulmanes temieron el horrible encuentro y su coraje empezó  a reducirse; respecto a esto, Allâ dice:

(Como cuando tu Señor te hizo (Oh Muhammadr) salir de tu casa con la verdad, y ciertamente, a un grupo de creyentes les disgustó, te discuten sobre la verdad después de que haya sido aclarada, como si les llevaran a la muerte mientras miran.) [8:5, 6]

El Profeta informó a sus hombres sobre la gravedad de la situación y les pidió que lo aconsejaran. Abu Bakr fue el primero en hablar y le aseguró al Profeta de su total obediencia a sus órdenes. 'Umar habló después y expresó el mismo punto de vista que su noble amigo. Luego Al-Miqdad bin ‘Amr se paró y dijo: “¡Oh Mensajero de Allâh! avanza hacia donde te ordene Allâh, que estaremos a tu lado. Nosotros no te diremos lo que los judíos dijeron a Moisés :

(Ve tu solo junto a tu Señor a pelear que nos quedaremos aquí.)

Nosotros diremos:

(Ve tú con tu Señor a pelear que también estaremos peleando a vuestro lado.)

¡Por Allâh! si nos dices que debemos ir a Bark Al-Gimad, lo haríamos y pelearíamos a tu lado hasta vencer.”

El Profeta agradeció sus palabras y lo bendijo.

Los tres líderes que hablaron pertenecían a los emigrados, que constituían el grupo minoritario del ejército. El Profeta quería escuchar la opinión de los ansâr dado que formaban la mayor parte del ejército y recaería sobre ellos el mayor peso de las actividades bélicas. Es más, las clausulas del Juramento de Al-‘Aqabah no los obligaba a pelear pasando su territorio.

El Profetar dijo:

“¡Aconsejadme, mis hombres!”

Con esto se refería a los ansâr en particular. Entonces Sa‘d bin Mu‘adh se levantó y dijo: “Por Allâh, me parece que quieres nuestra opinión (la de los ansâr ).” El Profeta le dijo: “¡Oh, Si!” Sa‘d le dijo: “¡Oh Profeta de Allâh! Creemos en ti y somos testigos de que has venido con la verdad. Te dimos nuestro juramento y compromiso para obedecerte y esforzarnos. Te obedeceremos de buen grado en lo que nos ordenes, y por Allâh, Aquel que te envío con la verdad, si nos pides que nos dirijamos hacia el mar verás que ninguno de nosotros se queda atrás y lo haríamos rápidamente. No nos preocupa la idea de encontrarnos con el enemigo. Tenemos experiencia en la guerra y somos competentes para el combate. Espero que Allâh te muestre a través de nuestras manos aquellas acciones de valor que harán complacer tus ojos. Diríjenos hacia el campo de batalla en el nombre de Allâh.”

El Profeta se complació por esta demostración de fidelidad y el espíritu de sacrificio que sus sahâba mostraban en estos momentos tan delicados. Luego les dijo: “Avancen con felicidad, debido a que Allâh me ha prometido una de las dos (las riquezas del botín o el martirio en la causa de Allâh), y por Allâh es como si estuviese viendo al enemigo cayendose bajo nuestros pies.”

En las inmediaciones de Badr, El Profetar y su amigo Abu Bakr guiaron una operación de reconocimiento para dar con el campamento de Quraish. Se encontraron con un anciano beduino del cual trataron de sacarle información sobre la ubicación exacta de los incrédulos. Por la tarde del mismo día, envió a tres líderes de los muhâÿirún, ‘Ali bin Abi Tâlib, Az-Zubair bin Al-'Auuâm y Sa‘d bin Abi Uaqqás para que consigan información del enemigo. Vieron dos hombres llevando agua para el ejército de La Meca. Cuando los interrogaron, admitieron que era agua para los de Quraish. Pero esta respuesta no satisfizo a algunos musulmanes y golpearon a los dos severamente para ver si les sacaban más información, aunque  no era mentira, dijeron que la caravana estaba llena de riquezas. Los dos entonces mintieron y fueron dejados. El Profeta se enojó y les dijo: “¡Cuando les dijeron la verdad los golpearon y cuando mintieron los dejaron!” luego les habló a los dos y le informaron los detalles del enemigo: la cantidad de soldados, la ubicación exacta y los nombres de los jefes.

Luego volviéndose a los musulmanes les dice: “Escuchad, Quraish os ha enviado sus más preciados notables .”

Esa noche llovió en ambos lados siendo para los incrédulos una causa de estorbo mientras que para los musulmanes resultó ser una bendición. Allâh les envió la lluvia para fortalecer sus corazones y para afirmar sus pasos. Avanzaron un poco hasta estar cerca del valle y Muhammad se detuvo cerca del manantial de Badr. Al-Hubab bin Mundhir le preguntó, “¿Ha designado Allâh este lugar o es una estrategia militar producto de la consulta?” El Profeta respondió “Es una estrategia militar que me aconsejaron.” Al-Hubab dijo: “Este lugar no es adecuado para que nos ubiquemos; permítenos acampar lo más cercano al agua, hacer una reserva de agua y luego destruir todos los demás lugares donde haya agua, así los dejaremos sin ella.” El Profetar aprobó su plan y lo implementaron por la noche.

Sa‘d bin Mu‘adh sugirió que se le construya al Profeta un lugar que sirva de cuartel general para el ejército musulmán y que sea seguro para el líder. Sa‘d justificó su punto de vista diciendo que si ganan estarán felices. Pero en caso de perder, el Profeta podría regresar a Medina para juntarse con aquellos que lo aman y lo asistirían en las dificultades, y así podría reanudar su prédica y podrían junto a él esforzarse en el camino de Allâh una y otra vez.

Un escuadrón fue elegido entre los ansâr bajo el líderazgo del mismo hombre, Sa‘d bin Mu‘adh, para defender al Profeta en su cuartel general.

El Mensajero pasó toda la noche anterior al día de la batalla de Badr suplicando y rezando. El ejército musulman, fatigado, pudo descansar bien, un signo del amparo Divino.

((Recordad) cuando os cubrió como protección un sueño que venía de Él, e hizo caer sobre vosotros agua del cielo para con ella purificaros, quitaros el susurro de  Satanás, dar firmeza a vuestros corazones y afianzar vuestros pasos.)  [8:11]

Esto fue el viernes por la noche, durante el día 17 del mes de Ramadán del año 2 d.H.

A la mañana siguiente, el Profeta rezó junto a sus hombres y los exhortó a que combatan en la causa de Allâh . Cuando el sol aparecía sobre el desierto, el Profeta alistó al ejército y, señalando con una flecha que sostenía en su mano, arengó a la tropa.

Quraish, posicionó a sus hombres en Al-‘Uduat Al-Qusua, enfrente de las líneas musulmanas. Algunos de ellos se acercaron para provocar y para beber el agua de Badr, pero todos fueron muertos excepto uno, Hakim bin Hizam, que más tarde abrazaría el Islam y se haría un devoto musulmán. ‘Umair bin Uahab Al- Ÿumahi, tratando de ver el poderío del ejército musulmán, se acercó para ver la cantidad del mismo y reportó que eran 300 hombres. En otra incursión dijo que no esperaban refuerzos. Comprendió que eran muy valientes y que tratarían de matar la mayor cantidad de sus enemigos a pesar de que los sobrepasaban en número. Este informe y teniendo en cuenta las relaciones de parentesco, incitó a algunos de los hombres de Quraish a desistir de combatir.

Cuando los dos grupos se aproximaron, estuvieron cerca y estaban a la vista, el Profeta le suplicó a Allâh de la siguiente manera: “Oh Allâh, los  malvados y arrogantes Quraishíes vinieron a desafiarte a Ti y a tu Mensajero. Oh Allâh, Confio en la victoria que me has prometido. Te imploro a Ti, Oh Allâh, para que los destruyas.” Luego dio instrucciones para que no empiecen el combate hasta que él lo autorice. Recomendó que usen las flechas con presición [284][2] y que no usen las espadas a no ser que tengan al enemigo cerca. [285][3]

Abu Ÿahl también rogó para la victoria diciendo: “Señor nuestro, derrota a cualquiera de los dos grupos que sea menos bondadoso con sus parientes”. Los paganos confiaban en la superioridad de su cantidad, equipamiento y experiencia. El  Noble Corán les informó que ya estaba decidida la victoria, pero no como la esperaban:

([¡Oh, incrédulos!] Vosotros pedisteis que triunfara quien tuviera la verdad, y esto fue lo que ocurrió. Y sabed que si desistís [de combatir a los creyentes y abandonáis la incredulidad] será mejor para vosotros; y si volvéis a hacerlo volveré [a castigaros] y de nada os servirán vuestras huestes, aunque fuesen numerosas. Ciertamente Allah está con los creyentes.)   [8:19]

Según las costumbres árabes de la guerra, antes de que comenzara cualquier batalla debería haber un duelo de espadas entre los representantes de ambos bandos.

El primero que encendió el fuego de la batalla y que fue su primera víctima fue Al-Asuad bin ‘Abdul Asad Al-Majzûmi, un malvado idólatra. Juró que bebería de los recipientes de agua pertenecientes a los musulmanes, de lo contrario, los destruiría o moriría en el intento. Se enfrentó a Hamzah bin ‘Abdul Muttalib, quien hirió su pierna con su espada y luego lo mató cayendo dentro de la fuente.

La batalla había comenzado. Protegido con una armadura y un escudo, ‘Utbah bin Rabi‘a se adelantó junto a su hermano Shaibah y a su hijo Al-Ualîd para maldecir a los musulmanes. Tres jovenes pertenecientes a los ansâr se adelantaron para enfrentarlos: 'Auf y Mu‘auuadh el hijo de Hâriz, y ‘Abdullah bin Rauuaha. Pero los Quraishíes les dijeron que no querian nada con ellos, sino que querían enfrentarse a los líderes de entre sus primos. Debido a esto, el Profeta le pidió a ‘Ubaidah bin Al-Hâriz, a su tío Hamzah, y a su primo ‘Ali que los enfrenten en combate. Los tres cumplieron rápidamente. Hamzah mató a  Shaibah y ‘Ali mató a Al-Ualîd.[286][4] ‘Ubaidah fue seriamente herido pero antes de que caiga, Hamzah decapitó a ‘Utbah. ‘Ali y Hamzah acarrearon a ‘Ubaidah debido a que le habían cortado la pierna, muriendo cuatro o cinco días más tarde.

‘Ali estaba convencido de que las siguientes palabras de Allâh fueron reveladas a causa de ellos:

(Estos dos oponentes (creyentes e incrédulos) disputaban mutuamente acerca de su Señor.) [22:19]

Estas Aleyas fueron reveladas en conección a hombres de fe que confían en su Señor y se esfuerzan en implementar Su mandato, y a hombres que niegan a su Señor y lo desafían.

Este acontecimiento fue sucedido por otros duelos donde los Quraishíes sufrieron numerosas bajas y perdieron muchas de sus más preciados guerreros. Irritados y furiosos, se lanzaron contra los musulmanes para tratar de exterminarlos a todos. Los creyentes, sin embargo, después de pedirle asistencia a su Señor, mantuvieron sus posiciones y planearon una defensiva que fue lo suficientemente exitosa como para causarle muchísimas bajas a los atacantes. El Profeta rogó a su Señor día y noche para conseguir Su ayuda. En el momento que el combate estaba creciendo en intensidad y estaba al rojo vivo, rogó a Allâh de la siguiente manera:

“¡Oh Allâh! si este grupo (de musulmanes) es vencido hoy, No serás adorado luego de este día.”

Continuó suplicando a su Señor, extendiendo sus manos en dirección a la Qiblah, hasta que su manto cayó de sus brazos. Abu Bakr se acercó lo levantó y se lo puso sobre sus hombros y le dijo: “Oh Profeta de Allâh, ya has suplicado a tu Señor. Él cumplirá lo que te ha prometido.”

Inmediatamente vino la respuesta de Allâh , Quien envió ángeles desde el cielo para socorrer y asistir al Profeta y a sus sahâba. El Noble Corán dice:

(Cuando tu Señor inspiró a los ángeles, Estoy con vosotros, dad firmeza a los que creen. Infundiré terror en los corazones de los incrédulos.) [8:12]

Allâh, el más Poderoso, también inspiró a Su Mensajero:

(Os ayudaré con mil ángeles en turnos sucesivos.) [8:9]

El Profeta , desde su cuartel se asomó y exclamó con entusiasmo:

“Oh Abu Bakr, te albricio con buenas noticias: la victoria de Allâh está acerca, por Allâh, puedo ver a Gabriel sobre su caballo en lo más reñido de la batalla.”

Luego exclamó:

(Tal grupo será derrotado y dará la espalda.)  [54:45]

En la presencia de Gabriel , el Profeta tomó un puñado de arena, y se lo arrojó al enemigo diciendo: “¡Confúndanse vuestros rostros!”, y cuando arrojó la arena, un violento tornado de arena apareció como un torbellino ante los ojos de sus enemigos. Respecto a este acontecimiento, Allâh dice:

(Tú  (Muhammad ) no eras el que arrojaba sino que fue Allâh el que lo hizo.)  [8:17]

Sólo en ese momento el Profeta dio claras órdenes de dar un contraataque. Estaba comandando al ejército, inspirándoles confianza y exhortándolos a que peleen con valentía en la causa de  Allâh , recitando Sus Palabras:

(Acudid prestos hacia un perdón de vuestro Señor y a un Paraíso cuyo ancho son los cielos y la tierra.)  [3:133]

El espíritu de coraje infundido a sus hombres se evidencia claramente por el valor demostrado por ‘Umair, un joven de apenas 16 años, que arrojó unos dátiles que estaba comiendo y dijo: “Estos (dátiles) me están manteniendo fuera del Paraíso.” Y se precipitó al lugar donde el combate era más peligroso y combatió con coraje hasta morir heroicamente. Acciones de valentía, profunda devoción y total obediencia al Profeta eran demostradas en el transcurso del combate. El ejército de los creyentes cada vez tenía más entusiasmo. Una gran cantidad de incrédulos fueron muertos y otros empezaron a vacilar y a temblar. El estandarte de la Verdad estaba siendo asistido por fuerzas celestiales (los ángeles), con el permiso de Allâh para vencer a las fuerzas del mal.

Las distintas narraciones de Hadiz hablan con elocuencia sobre la ayuda de los ángeles peleando del lado de los musulmanes. Ibn ‘Abbâs dijo: “Mientras, en ese día, un musulmán (llamado Haizum) perseguía a un incrédulo, escucho sobre él latigazos y la voz de un jinete diciendo: ‘Adelántate Haizum’ y vio al politeísta que se caía sobre su espalda. El ansarí le comentó al Mensajero de Allâ lo ocurrido. El Profeta le respondió: ‘Has dicho la verdad. Esta fue una ayuda proveniente del tercer cielo.”[287][5]

Uno de los ansâr capturó a ‘Abbâs bin ‘Abdul Muttalib, quien dijo: “Oh Mensajero de Allâh, ¡Por Allâh! este hombre no fue el que me capturó. Fui capturado por un hombre de un rostro bello y que montaba un fino corcel, no lo encuentro ahora entre la gente.” El ansarí lo interrumpió diciendo: “Lo capturé yo, Mensajero de Allâh.” El Profeta le dijo:

“Tranquilizate, Allâh el más Poderoso te ayudó con un noble ángel.”

Satán, el maldito, en la forma de Suraqah bin Malik bin Yu‘sham Al-Mudlaÿi, viendo que los ángeles colaboraban con los musulmanes, y que Quraish rápidamente perdía terreno en el campo de batalla, dio media vuelta y corrió hacia el mar.

Las tropas de Quraish empezaron a desertar y esto los confundió aún más. Los  musulmanes los persiguieron matándolos o capturándolos. La retirada pronto se convirtió en algo vergonzoso, trataron de escapar rápidamente desprendiéndose de sus armaduras, abandonando los animales y demás pertenencias.

El gran tirano, Abu Ÿahl, sin embargo, viendo el adverso curso de la batalla, intentó detener el inminente progreso de la victoria Islámica arengando a los incrédulos y jurando por Al-Lat y ‘Uzza y todos los simbolos del paganismo para que se mantengan firmes en sus puestos y combatan a los musulmanes, pero sin ninguna respuesta. La moral de los incrédulos se redujo drásticamente a cero, y sus filas se rompieron. Entonces se dio cuenta de su arrogancia. Pero nadie permaneció a su lado excepto una escoria de politeístas cuya resistencia fue extinguida por una irresistible tormenta de verdaderos devotos del Islam que con coraje buscaban el martirio. Abu Ÿahl fue abandonado y sobre su caballo esperaba la muerte que le vendría en manos de dos jovenes de los ansâr .

‘Abdur-Rahmân  bin 'Auf relató esta interesante historia: “estaba en el campo de batalla cuando dos jóvenes que parecían inexpertos en el arte de combatir se ubicaron cerca de mí, uno a mi derecha y el otro a mi izquierda. Uno de ellos me dijo en secreto que le muestre quien era Abu Ÿahl. Y cuando le pregunté el motivo me respondio que tenía muchas ganas de enfrentarlo en combate y matarlo. Me pareció algo increíble. Luego, cuando giro hacia mi izquierda, el otro jóven me dice algo similar. Accedí al pedido de ambos y les señalé el objetivo. Los dos se arrojaron hacia él y lo eliminaron. Luego, volvieron al Mensajero de Allâh , cada uno clamando que había matado a Abu Ÿahl excluyendo al otro. El Profeta les preguntó si habían limpiado la sangre de sus espadas y respondieron que no. Luego las examinó y se percató que ambos lo habían matado. Cuando finalizó la batalla las pertenencias de Abu Ÿahl fueron dadas a Mu‘adh bin ‘Amr bin Al-Ÿumuh, debido a que el otro Mu‘auuadh bin Al-‘Afra’[288][6] fue muerto en el curso de la misma batalla. Cuando finalizó la batalla, el Profeta quizo ver al archienemigo del Islam, Abu Ÿahl. ‘Abdullah bin Mas'ûd lo encontró agonizando dando los últimos suspiros. Se paró junto a él y le dijo: “¿Has visto como Allâh te ha deshonrado?” El enemigo del Islam desafiante le respondió: “No fui deshonrado. Solo soy un hombre asesinado por su misma gente en el campo de batalla.” Y luego preguntó: “¿Quién ha ganado?” Ibn Mas'ûd respondió: “Allâh y Su Mensajero.” Abu Ÿahl dijo con todo rencor: “¡Has seguido un camino dificultoso, pastor!” Ibn Mas'ûd solía trabajar de pastor para los aristócratas de La Meca.

Ibn Mas'ûd le cortó la cabeza y se la llevó al Mensajero de Allâh que al verla alabó a su Señor:

“Allâh es el más Grande, las alabanzas pertenecen a Allâh, Aquel que cumplió con Su Promesa, asistió a Su siervo y derrotó a los confederados Él solo.”

Luego dijo:

“Este es el Faraón de esta nación.”

Algunos actos de significativa devoción:

  1.  El Profetar le sugirió a sus Compañeros que preserven las vidas de Banu Hâshim debido a que habían salido sin desearlo junto a los politeístas para no ser censurados. Entre ellos estaba Al-‘Abbâs bin ‘Abdul Muttalib y Abu Bujtari bin Hishâm. Les ordenó a los musulmanes que los capturen pero que no los maten. Abu Hudhaifah bin ‘Utbah se sorprendió y dijo: “¿Matamos a nuestros padres, hijos, hermanos y miembros de nuestro clan, y debemos separar a Al-‘Abbâs? ¡Por  Allâh! Si lo veo lo mataré con mi espada.” Al escuchar sus palabras el Mensajero de Allâh le dice a 'Umar bin Al-Jattâb, “¿Es bueno que el rostro del tío del Mensajero sea golpeado con la espada?” 'Umar se indignó e intentó matar a Abu Hudhaifah; este último dijo que sintió miedo y que pensó que el martirio podría unicamente expiar su error. Murió años más tarde durante los acontecimientos de Al-Iamâmah[289][7].

  2.  Abu Al-Bujtari bin Hishâm se había esforzado para impedir que su gente vaya en contra del Profeta mientras estaba en La Meca. Nunca hirió ni dijo nada malo al Profeta . Y fue uno de los que colaboró para que se terminé el boicot contra Banu Hâshim y Banu ‘Abdul Muttalib.

Aquí, sin embargo, en la batalla de Badr insistió en pelear si no se perdonaba la vida también a sus demás compatriotas. Al-Muÿdhir bin Ziad Al-Balui, con quien se enfrentó en combate, respondió que los demás no estaban incluídos en la recomendación del Profeta , y terminó matando a Al-Bujtari.

  3.  ‘Abdur-Rahmân bin 'Auf y Umaiah bin Jalaf eran buenos amigos durante la era pre-Islámica. Cuando la batalla finalizó, ‘Abdur-Rahmân   vió a Umaiah y a su hijo prisioneros. Tiró las armaduras que tenía como botín, y fue a su lado. Bilâl, el que llamaba a la oración, vió a Umaiah y debido a las torturas que había recibido de su parte se abalanzó contra él mientras juraba que lo mataría. ‘Abdur-Rahmân   intentó detenerlo pero sin éxito. Los  musulmanes rodearon al hijo de Umaiah y lo mataron. En ese momento, ‘Abdur-Rahmân   le dice a su viejo amigo que corra para salvar su vida pero todo fue en vano, pues le dieron muerte. ‘Abdur-Rahmân , dijo: Que Allâh se apiade de Bilâl, porque me  separó de los botines y me afligió con la muerte de mis dos prisioneros.

  4.  En el nivel moral, la batalla de Badr fue un conflicto inevitable entre las fuerzas del mal y las del bien. En este contexto, 'Umar bin Al-Jattâb no perdonó la vida de ningún incrédulo ni siquiera la de su tío materno Al-‘As bin Hishâm bin Al-Mugirah.

  5.  Abu Bakr le gritó a su hijo ‘Abdur-Rahmân, que todavía era un incrédulo y peleaba junto a ellos, “¿Dónde están mis riquezas niño débil?” y el hijo le contestó que se las había llevado el viento.

  6.  Cuando finalizó la batalla, los musulmanes empezaron a tomar prisioneros a algunos incrédulos. El Profeta miró el rostro de Sa‘d bin Mu‘adh, el jefe de la guardia del Profeta , y comprendió que detestaba tenerlos como prisioneros. Sa‘d estaba de acuerdo con lo que el Profeta dijo y agregó que era la primera victoria para los musulmanes sobre las fuerzas del politeísmo, y que prefería matarlos en vez de dejarlos con vida.

  7.  En el día de Badr, la espada de ‘Ukashah bin Mihsan Al-Asdi se quebró entonces el Profeta le dio un tronco de madera que sacudió e inmediatamente se convirtió en una formidable espada blanca. ‘Ukashah siguió usando esa misma espada en la mayoría de las conquistas Islámicas hasta que murió durante las guerras de los apóstatas.

  8.  Cuando las actividades bélicas habían finalizado, Mus‘ab bin ‘Umair Al-‘Abdari vio a su hermano, que todavía era politeísta, capturado por un Ansari. Mus‘ab le recomendó al Ansarí que pida una gran suma debido a que la madre era lo suficientemente rica como para liberarlo. ‘Abu ‘Aziz, el hermano de Mus‘ab, intentó beneficiarse de la relación de parentesco que lo unía a su hermano, pero Mus‘ab respondió con firmeza que el Ansarí era más merecedor de  la hermandad que él.

  9.  Cuando el Profeta ordenó que los cadáveres de los politeístas fueran abandonados en un valle vacío, Abu Hudhaifah bin ‘Utbah miró con nostalgia a su padre muerto que había peleado del lado de los politeístas. El Profeta notó eso y le preguntó el motivo de su tristeza. Hudhaifah le dijo que no tenía la menor duda de que su padre se encontraría con su destino, pero hubiese preferido que abrace el Islam, por eso estaba apenado. Entonces el Profeta le susurró en sus oídos palabras de consuelo.

Las consecuencias de la batalla fueron, como las mencionamos anteriormente, una deshonrosa derrota para los incrédulos y una manifiesta victoria para los musulmanes. Solamente catorce musulmanes murieron, seis pertenecientes a los muhâÿirún y ocho a los ansâr . Los incrédulos sufrieron grandes pérdidas, setenta murieron y un número similar fue tomado prisionero. Muchos de los hombres importantes de La Meca, y algunos de los más duros oponentes de Muhammadr  también se contaban entre los caídos. El jefe de estos era Abu Ÿahl.

En el tercer día, el Mensajero de Allâh salió para ver los cadáveres de los politeístas y dijo:

“Que gente malvada que fuisteis por haber maltratado a vuestro Profeta, no creisteis en mí mientras que los demás sí creyeron; me dejasteis abandonado mientras que los demás me socorrieron; me echasteis mientras que los demás me dieron asilo.”

Se paró cerca de los cuerpos de 24 líderes de Quraish que habían sido arrojados en un valle y los empezó a llamar uno por uno con sus nombres y los nombres de sus padres: “¿No hubiese sido mejor para vosotros haber obedecido a Allâh y a Su Mensajero? Hemos visto que la promesa de nuestro Señor es verdadera; ¿vosotros hallasteis la promesa de vuestro Señor verdadera?” entonces, 'Umar bin Al-Jattâb dijo: “¡Oh Mensajero de Allâh! ¿Por qué le hablas a cuerpos que no tienen almas?” El Profeta le respondió: “¡Por Aquel que tiene en Sus manos el alma de Muhammad! Vosotros no oís mejor que ellos lo que estoy diciendo.” 


 


La reacción en La Meca:

Los politeístas, habiendo recibido una gran lección y habiendo sufrido una gran derrota, huyeron en desorden y avergonzados a los montes de La Meca para evitar ver a su gente.

Ibn Ishâq relató que el primer anunciante de las malas noticias fue Al-Haisaman bin ‘Abdullah Al-Juza‘i. Les informó de cómo sus líderes habían muerto. La gente al principio no le creyó y pensaron que se había vuelto loco, pero ni bien las noticias fueron confirmadas un gran desconcierto envolvió a toda La Meca. Abu Sufián bin Al-Hâriz le dio a Abu Lahab una detallada información de la masacre y de los desagradables acontecimientos, poniendo énfasis al rol de los ángeles que contribuyeron al trágico final. Abu Lahab no se pudo contener y dio rienda suelta  a sus sentimientos de resentimiento y comenzó a golpear e insultar a Abu Rafi‘, un musulmán reciente, por haber reiterado el rol de los ángeles. Umm Al-Fadl, otra mujer musulmana, indignada por lo que hacía Abu Lahab, lo golpeó con un tronco en su cabeza. Siete días más tarde murió por una severa úlcera y no se le enterró sino después de tres días. Sus hijos, por temor a vergonzosos rumores, lo enterraron.

La derrota fue una vergüenza y una desgracia para los de La Meca. En la mayoría de los hogares había llanto por los muertos y por los cautivos. Se sentían humillados y tenían sed de venganza. Luego, las lamentaciones y los llantos fueron prohibidos para que los musulmanes no se alegren debido a sus penas.

Medina se entera de la Victoria:

Dos personas, ‘Abdullah bin Rauuahah y Zaid bin Hârizah fueron enviados a Medina, para informar las buenas noticias sobre la Victoria de los musulmanes.

La variada estructura étnica e ideológica de Medina experimentó diferentes reacciones. Los judíos e hipócritas propagaron el rumor de que el Profeta  había muerto, y para apoyar esa mentira se basaron en que  Zaid bin Hârizah montaba Al-Qasua’, la camella del Profeta . Cuando llegaron los dos emisarios difundieron la alegre noticia del triunfo de los musulmanes, y detallaron algunos acontecimientos para infundir optimismo en los corazones que habían estado preocupados pero ahora felices. Inmediatamente, empezaron a alabar a Allâ elevando sus voces. Sus jefes salieron de la ciudad para esperar y recibir al Profeta en el camino que conduce a Badr.

Usamah bin Zaid ralató que se enteró de la importante victoria poco después que enterraron a Ruqaiah, la hija del Profeta, y esposa de 'Uzmân bin 'Affân  . Estaba muy enferma y el Profeta autorizó a 'Uzmân para que permanezca en Medina y la cuide.

Antes de abandonar el lugar donde se libró la batalla, diferencias acerca del tema del botín de guerra surgieron entre los guerreros musulmanes, dado que todavía no había descendido la legislación sobre ese asunto. Cuando las diferencias se profundizaron, el Mensajero de Allâh postergó una resolución hasta que descienda la Revelación al respecto.

‘Ubadah bin As-Samit dijo: “Partimos junto al Mensajero de Allâh y presencié la batalla de Badr con él. La batalla comenzó y Allâh , Alabado sea, venció a los incrédulos. Algunos de los musulmanes persiguieron al enemigo, algunos intentaron recoger el botín en el campo de batalla, y otros custodiaban al Mensajero de Allâh estando alertas de un posible ataque sorpresa. Cuando llegó la noche y los musulmanes se reunieron, aquellos que habían recogido el botín dijeron: “Lo recolectamos y nadie tiene derecho sobre él excepto nosotros.” Aquellos que persiguieron al enemigo dijeron: “Vosotros no tenéis más derecho que nosotros;  atacamos al enemigo y los derrotamos.” Y con respecto a los que se quedaron custodiando al Profeta , también planteaban reclamos similares.

En ese momento, un versículo del Corán fue revelado:

(Te interrogan (Oh Muhammadr) acerca del botín de guerra.  Di: Los botines pertenecen a Allâh y al Mensajero. Y temed a Allâh y resolved cordialmente vuestras diferencias, y obedeced a Allâh y a Su Mensajero (Muhammadr), si sois creyentes.) [8:1]

En el camino de regreso a Medina, en un monte de arena, el Profeta dividió los botines entre los guerreros luego de haber tomado un quinto. Cuando llegaron a As-Safra’, ordenó que dos de los prisioneros sean ejecutados. Ellos eran An-Nadr bin Al-Hâriz y ‘Uqbah bin Abi Mu'ait, porque habían perseguido a los musulmanes en la La Meca, y odiaban a Allâh y a Su Mensajero. Usando la terminología moderna, eran criminales de guerra y matarlos serviría de lección para los opresores. ‘Uqbah se tragó su orgullo y gritó: “¿Quién se encargará de mis hijos, Oh Mensajero de Allâh?” El Profetar le respondió, “El fuego (del infierno).[290][1]” ¿Acaso ‘Uqbah no recordaba el día que le tiró al Profeta el intestino de un camello en su cabeza mientras estaba prosternado, y Fátima corrió a sacarlo de encima de él?  También había tratado de extrangular al Profeta con su vestimenta interviniendo Abu Bakr para socorrerlo y defenderlo. Las cabezas de ambos criminales fueron cortadas por ‘Ali bin Abi Tâlib.

En Ar-Rauhá, un suburbio de Medina, el ejército musulmán fue recibido por los felices medinenses que habían ido a felicitar al Profeta por la gran victoria que Allâh les había otorgado. Usaid bin Hudair, actuando como vocero de los verdaderos creyentes, luego de alabar a Allâh, se disculpó de no haber salido junto al Profeta porque pensó que solo se trataba de interceptar una caravana y dijo que si hubiese pensado que iba a haber una contienda no se habría quedado. El Profetar le aseguró a Usaid que le había creído.

El Profeta entró a Medina como un gran estratega en el campo de batalla. Un largo número de personas en Medina abrazaron el Islam, lo cual agregó mucha fuerza y poder a la verdadera religión.

El Profeta exhortó a los musulmanes que traten a los prisioneros bien, a tal punto que compartan con ellos el alimento.

Los prisioneros de guerra constituían un serio problema que esperaba una solución porque era una situación nueva en la historia del Islam. El Profeta consultó a  Abu Bakr y a ‘Umar bin Al-Jattâb al respecto. Abu Bakr sugirió pedir un rescate y dijo: “Son después de todo nuestros parientes y el dinero nos daría fuerza para utilizarlo en contra de los incrédulos, es más, tal vez sean guiados por Allâh al Islam.” 'Umar propusó que había que matarlos y dijo, “Son los líderes de la incredulidad.” El Profeta optó por la sugerencia de Abu Bakr. Al día siguiente ‘Umar encontró llorando al Profeta y a Abu Bakr. Se sorprendió y les preguntó el motivo.

El Profeta le dijo que había descendido una Revelación del Corán desaprobando la idea de pedir rescate en vez de ejecutarlos:

(No es propio de un Profeta tomar prisioneros antes de haber combatido con insitencia en la tierra. Quereis los bienes de este mundo, pero Allâh quiere la otra vida. Y Allâh es Poderoso y Sabio. De no haber sido por una prescripción previa de Allâh, os habría alcanzado un gran castigo por lo que hubiérais tomado.)   [8:67,68]

La instrucción Divina siguió de la siguiente manera,

(Luego liberadlos con benevolencia o pedid un rescate.) [47:4]

Fueron censurados por haber tomado prisioneros antes de haber conquistado y derrotado a la incredulidad. Aparte de esto, los incrédulos que llevaron a Medina no eran solamente prisioneros de guerra sino que eran criminales que un tribunal actual condenaría a prisión perpetua o los sentenciaría a muerte.

El rescate pedido para la liberación de los prisioneros oscilaba entre los 4000 y 1000 Dirhams de acuerdo a la posición económica del cautivo. Otra forma de pagar el rescate fue con medios educativos; algunos de los Quraishíes de La Meca, sabían leer y escribir; entonces, cada prisionero que no podía pagar con dinero el rescate enseñaba a leer y a escribir a diez niños. Cuando el niño aprendía lo suficiente se lo dejaba libre. Otro grupo de prisioneros fue liberado sin pagar rescate. Zainab, la hija del Profeta, pagó la liberación de su marido Abul-‘As con su collar. Los musulmanes lo liberaron y le devolvieron el collar por respeto al Profeta pero con la condición de que Abul-‘As permita a Zainab emigrar hacia Medina, accediendo a la petición.

En cautiverio había un orador elocuente llamado Suhail bin ‘Amr. 'Umar sugirió de que  le saquen sus dientes frontales para perjudicar su habla, pero el Profetar no aceptó tal propuesta temiendo que Quraish pida compensación por eso y también temiendo la ira de Allâh en el día de la Resurrección.

Sa‘d bin An-Nu‘mân, que había sido detenido en La Meca cuando quizo hacer 'Umrah, fue puesto en libertad a cambio de la libertad del hijo de Abu Sufián.
 


[291][1] Sunan Abu Daûd con ‘Aun-ul-Ma‘bud, 3/12.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La batalla de Badr en el Corán:

La Sûrah Al-Anfal (los botines de guerra) fue revelada con motivo de la batalla de Badr, durante el 17 de Ramadán del año  2 d.H. Constituía un excelente comentario Divino sobre esta batalla.

Allâh, el más Elevado, en el contexto de esta Sûrah, nos muestra todo el proceso de Islamización. Allâh , aquí les llama la atención a los musulmanes por algunos errores en su comportamiento. Él quiere que los musulmanes construyan una sociedad íntegra y purificada. También habla de la ayuda invisible que envió a Sus siervos obedientes para que puedan cumplir y alcanzar sus nobles objetivos. Él quiere que los musulmanes remuevan cualquier forma de arrogancia de sus corazones. Él quiere que acudan a Él y le soliciten asistencia, que lo obedezcan a Él y a Su Mensajero.

Los incrédulos, hipócritas, judíos y prisioneros de guerra también son mencionados y se les pide que se sometan a la verdad y se adhieran a la misma.

La cuestión de los botines fue resuelta y los principios y asuntos relevantes al tema fueron claramente definidos.

Las leyes y reglas pertinentes a la guerra y a la paz fueron legisladas, especialmente en esta avanzada etapa de la acción Islámica. Allâh quería  que los musulmanes sigan reglas de guerra opuestas a la de la época del paganismo pre-islámico. Los  musulmanes superaban al resto de los árabes en valores éticos e ideológicos. Quería demostrarle al mundo que el Islam no es unicamente un código de vida teórico, sino que también una forma de pensar con principios prácticos. En este contexto, Él estableció las relaciones dentro del estado y fuera de él con los demás estados.

El ayuno del mes de Ramadán fue establecido como un acto de adoración obligatorio en el año 2 d.H., unido al deber de cumplir con el Zakat (el impuesto religioso que es derecho de los pobres) en orden de aliviar la situación de los Muhâÿirún necesitados.

Una maravillosa y hermosa coincidencia aconteció durante el establecimiento del ‘Eid (el festejo en la culminación del  Ayuno) en  Shauuâl directamente después de la victoria manifiesta de Badr. Fue un agradable acontecimiento ver a los musulmanes salir de sus hogares para acudir a rezar, recordando el nombre de Allâh y alabándolo, elevando sus voces para agradecerle Sus favores y el apoyo que les envió para que la verdad supere a la falsedad.

(Y recordad cuando vosotros erais pocos y débiles en la tierra, y temíais que los hombres cayeran sobre vosotros de repente y Él os dio cobijo, os ayudó con su auxilio y os dio como provisión cosas buenas para que seáis agradecidos.)   [8:26]

Las actividades militares entre Badr y Uhud

La batalla de Badr fue el primer encuentro entre los musulmanes y Quraish. De hecho fue una batalla decisiva que dio una gran reputación a los musulmanes, y sacudió fuertemente los intereses religiosos y económicos de los incrédulos. También a los judíos les significó un fuerte golpe a sus intereses económicos. Ambos grupos estaban furiosos debido al triunfo de los musulmanes:

(Ciertamente, encontrarás que la gente con más enemistad hacia los creyentes son los judíos y los que asocian.) [5:82]

Estos dos grupos resentidos tenían sus indignados seguidores hipócritas que simulaban ser musulmanes; a la cabeza de ellos estaba ‘Abdullah bin Ubai y sus seguidores. Los beduinos que vivían en tiendas en las cercanías de Medina, que se dedicaban al pillaje y a robar, eran indiferentes al tema de la creencia y la  incredulidad. Sus preocupaciones derivaban del temor a perder sus pervertidos medios de subsistencia en caso de que una naciente nación Islámica poderosa ponga fin a sus malvadas costumbres, en consecuencia no miraban con buenos ojos al Islam y a los musulmanes, en general, y a la persona de Muhammad , en particular.

Consecuentemente la totalidad de la causa Islámica peligraba habiendo cuatro grupos que trataban de sabotear a la nueva religión, cada uno con su propio estilo.

Los musulmanes estaban obligados a estar siempre alertas a las hostilidades, y era imperativo para ellos atacar en todas las direcciones para ganarse un razonable clima de suguridad en este contexto tan inestable. La siguiente es una lista de las expediciones militares que se llevaron a cabo después de Badr:

La incursión Al-Kudr:

Las patrullas de reconocimiento de Medina reportaron que Banu Salim de Gatafán estaba reuniendo tropas para invadir a los musulmanes. El  Profeta  tomó la iniciativa y los atacó sorpresivamente en su propio terreno en un lugar llamado Al-Kudr. Banu Salim, cuando supieron las noticias, huyeron antes de que lleguen los musulmanes. Las tropas musulmanas permanecieron allí por tres días, se apoderaron de sus 500 camellos tomándolos como botín y los repartieron entre los guerreros, luego de haber separado un quinto; a cada uno le tocó dos camellos.

Esta incursión transcurrió durante Shauuâl en el año 2 d.H., siete días después de finalizar la batalla de Badr.[292][1] 


 


 

 

Un atentado contra la vida del Profeta :

El impacto de la derrota de Badr fue tan grande que los Quraishíes empezaron a crecer en indignación y resentimiento debido a sus terribles bajas. Para resolver esta situación, dos politeístas decidieron extinguir la sed de venganza y la inmensa humillación.

‘Umair bin Uahab Al-Ÿumahi, un malvado politeísta, y el archienemigo Safuán bin Umaiah se sentaron juntos en privado para lamentarse de las pérdidas y recordar a los muertos y a los prisioneros. ‘Umair expresó su ferviente deseo de asesinar al Profeta y de liberar a su hijo cautivo en Medina, pero se lo impedían sus deudas y su numerosa familia que debía cuidar. Safuán, también tenía sus motivos para ver muerto al Profeta , entonces se ofreció para hacerse cargo de las deudas y de la familia de ‘Umair si este asesinaba al Profeta .

‘Umair estuvo de acuerdo y le pidió a Safuán que mantenga en secreto el proyecto. Luego partió hacia Medina, llevando su espada envenenada. ‘Umar bin Al-Jattâb lo vio en la puerta de la Mezquita y se dio cuenta de que venía con malas intenciones. Inmediatamente entró en la Mezquita para informarle al Profeta . Fue admitido cargando su espada y saludó diciendo “buen día”, por lo cual el Profeta le respondió con el saludo de los moradores del Paraíso: “La paz sea con vosotros”. Luego el Profeta le preguntó el motivo de su visita y ‘Umair le dice que había venido para visitar a su hijo cautivo y para ver si recibía buen trato. Respecto a la espada, por la cual el Profeta preguntó, dijo que no tenía importancia. Pero el Profeta le pidió que diga su verdadero propósito, pero se mantuvo firme y no  divulgó su encuentro secreto con Safuán. Entonces el Profeta le revela a ‘Umair su misión secreta. ‘Umair se sorprendió  y se maravilló, e inmediatamente dio testimonio de que Muhammad es Mensajero de Allâh. Luego alabó a AllâhI por haberlo guiado a la "senda correcta". El  Profeta se complació y le pidió a sus Compañeros que le enseñen a ‘Umair los principios del Islam, le reciten el Noble Corán y liberen a su hijo.

Safuán, mientras tanto, estaba haciéndose falsas ilusiones de la cercana venganza para poder así enterrar el doloroso recuerdo de Badr. Se impacientó esperando las noticias de ‘Umair pero para su asombro se enteró de que había abrazado el Islam y se había convertido en un devoto creyente. ‘Umair luego regresó a La Meca invitando a la gente a que abracen el Islam y a través de él muchos Quraishíes entraron en las filas del Islam.[293][1] 


 


 

 

La incursión a Bani Qainuqa':

Hemos hablado anteriormente del tratado que el Profeta  firmó con los judíos. El Mensajero de Allâh fue muy cuidadoso en cumplirlo y los musulmanes no mostraron el menor descuido o violación de los puntos del mismo. Pero los judíos comenzaron un proceso de intrigas y complots para sembrar la discordia en la creciente y sólida estructura musulmana. Aquí ejemplificamos su comportamiento: Shas bin Qais, un anciano judío, terrible incrédulo y muy envidioso de los musulmanes, pasó cerca de un grupo de los seguidores de Muhammad pertenecientes a Aus y a Jazraÿ. Se dio cuenta de que prevalecía un espíritu de reconciliación y una atmósfera de cordialidad que envolvía a todo el grupo; algo inusual debido a los conflictos y odios que había entre ambas tribus en la era pre-islámica. Mandó a un jóven para que se siente entre ellos y para que les recuerde la batalla de Bu‘az y les recite algunas poesías que cada bando había compuesto para ridiculizar al otro; todo esto era para introducir la discordia, el desacuerdo y para debilitar la nueva relación pacífica entre ambas tribus. El joven empezó a recordar poesias y ambas tribus comenzaron a recordar los viejos tiempos de la era pre-islámica y comenzaron a discutir al punto de iniciar un combate.

El Profeta fue informado de esto, e inmediatamente se presentó encabezando a algunos de los Muhâÿirún. Empezó a llamarles la atención pero utilizando los modales de un gran instructor y con el espíritu tolerante de la verdadera guía: “¡Oh, musulmanes! Todavía tenéis características de la etapa pre-islámica luego de que fui enviado a vosotros (como Mensajero). recordadque no es correcto volverse hacia atrás luego de que Allâ os ha guiado al Sendero Correcto, os ha sacado de la incrédulidad y creó la amistad entre vosotros.” Los  musulmanes rápidamente se dieron cuenta del susurro de Satanás y el complot orquestado por sus enemigos. Entonces se abrazaron y regresaron a sus hogares satisfechos y obedeciendo al Mensajero de Allâh .[294][1]

Estas eran las prácticas de los judíos, creadores de conflictos, intrigas y falsedades, simulando tener fe durante el día y practicando la incrédulidad durante la noche. Durante el día solían intentar perjudicar financieramente a los musulmanes. Si le debían algo a un Musulmán, se mostraban negligentes con sus obligaciones alegando de que pertenecían a la nueva religión y que no estaban obligados a cumplir con lo acordado. Si era al revés no dejaban de molestar al deudor para que le pague la deudad con rapidez, todo esto lo hacían desesperadamente para demoler las estructuras de la nueva religión que velozmente ganaba terreno y se propagaba aceleradamente.


 


 

 

 

Los judíos de Qainuqa' rompen el  acuerdo:

Viendo que Allâ estaba del lado de los creyentes otorgándoles una manifiesta victoria y notando que los musulmanes tenían prestigio en Medina, los judíos no pudieron contenerse ni ocultar su indignación. Comenzaron a realizar ofensivas acciones públicamente. La más malvada de sus tribus era la de Banu Qainuqa', que vivían en residencias en Medina. Trabajaban como orfebres y herreros. Tenían la habilidad de hacer instrumentos caseros, por eso contaban con gran cantidad de armas en sus hogares. Contaban con 700 guerreros, eran los más desafiantes de los Judíos de Arabia, y ahora eran los primeros en romper el pacto de no agresión que habían firmado con el Profeta . Su conducta era por demás provocadora. Comenzaron un proceso de conflictos, ridiculizando a los musulmanes, lastimando a aquellos que frecuentaban sus bazares, y hasta intimidando a sus mujeres. Esas provocaciones agravaban la situación general, entonces el Profeta los convocó a una reunión, donde los llamó a ser racionales, sensibles y guiados y les advirtió sobre futuras transgresiones. Pero no le hicieron caso a tales advertencias y dijeron: “No se equivoquen con nosotros por haberle ganado a un grupo de inexpertos Quraishíes en el arte de la guerra. Si se miden con nosotros en combate verán lo que es enfrentarse con verdaderos expertos.”

Respecto de esto se revelaron las siguientes palabras de Allâh :

(Di (Oh Muhammadr) a aquellos incrédulos: ‘Serán vencidos y reunidos en el infierno, y que pésimo lugar de estancia.’ Hubo un signo para vosotros en los dos ejércitos que se enfrentaron (En combate en Badr): Unos combatían en el camino de Allâh, y a ojos de los otros, que eran incrédulos, les parecían el doble que ellos. Y Allâh asiste con su ayuda a quien quiere. Ciertamente esto encierra una lección para aquellos que comprenden.) [3:12,13][295][1]

La respuesta de Banu Qainuqa' parecía una declaración de guerra. El  Profeta ocultó su enojo y les aconsejó a los musulmanes que sean pacientes.

Los judíos fueron demasiado lejos con las transgresiones y las afrentas. Un día un judío orfebre provocó a una mujer musulmana descubriendo sus partes púbicas al levantarle su vestido por detrás. Un musulmán que presenció la escena mató al judío; los judíos en compensación mataron al musulmán. La familia del musulmán muerto llamó a los musulmanes pidiendo ayuda y así comenzó la guerra.[296][2]

El sábado, del día 15 de Shauuâl del año 2 d.H., el Profeta marchó con sus soldados. Hamzah bin ‘Abdul Muttalib llevaba el estandarte de los musulmanes y sitiaron la fortaleza de los Judíos durante 15 días. Allâh infundió pánico en sus corazones, y fueron obligados a someterse al juicio del Mensajero con respecto a sus vidas, riquezas, mujeres y niños.

A esta altura de los acontecimientos, ‘Abdullah bin Ubai bin Salul jugó su papel de hipócrita e intercedió a favor de ellos debido a sus anteriores alianzas entre los judíos y su tribu Jazraÿ. Muhammad , tratando a este hombre como musulmán (simulaba ser musulmán desde hacía un mes), accedió a su pedido. Banu Qainuqa' entregó todos sus materiales, bienes y armamentos al Profeta , quien separó un quinto y distribuyó el resto entre sus hombres. Luego los exiliaron fuera de Arabia yendo hacia Azru‘a en Siria donde permanecieron por algun tiempo hasta que se dispersaron.


 


La incursión de As-Sauîq:

Luego de los acontecimientos de Badr, Abu Sufián deseaba vengarse y juró que no se asearía hasta que se vengue de Muhammad  y sus seguidores. Partió hacia Medina a la cabeza de 200 hombres, pero no fue lo suficientemente valiente de atacar a plena luz del día. Al contrario se dedicó a saqueos nocturnos. Se infiltró en la ciudad del Profeta para ver a su viejo aliado Huiai bin Ajtab, que era muy cobarde como para recibirlo, entonces fue a ver a Salam bin Mashkam, jefe de la tribu judía de Bani Nadîr. Los judíos le dieron detalles de toda la situación. Tarde por la noche despachó un grupo de sus hombres a Al-‘Uraid, un suburbio de Medina. Ahí sus hombres incendiaron las palmeras, mataron a dos musulmanes y escaparon.

Al enterarse de las noticias, el Profeta reunió a sus hombres para perseguirlos, pero no los pudieron alcanzar. Los musulmanes recogieron las provisiones que los incrédulos dejaron para alivianar su equipaje y poder escapar con mayor facilidad; esta campaña se llamó la invasión As-Sauîq. Y transcurrió durante Dhul-Hiÿÿah en el año 2 d.H., dos meses después de la batalla de Badr.[297][1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

La incursión de Dhi Amr, Muharram, 3 d.H:

El personal de inteligencia del Profeta  reportó que Banu Za‘labah y Banu Muhârib estaban reuniendo tropas para atacar a Medina. El Profeta, a la cabeza de 450 jinetes, salió para enfrentar esta nueva situación. 'Uzmân bin 'Affân  se quedó a cargo de los asuntos de los musulmanes en Medina. En el camino capturaron a un hombre que luego abrazaría el Islam y serviría como guia al ejército. Cuando el enemigo se enteró de la aproximación de los musulmanes, rápidamente se refugió en las montañas y desaparecieron. Los  musulmanes acamparon en un lugar donde encontraron un pozo de agua llamado “Dhi Amr” durante todo el mes de Safar del año 3 d.H. El Profeta quiso impresionar a los beduinos de la zona y demostrarles que los musulmanes eran lo suficientemente poderosos para inspirar temor en los corazones de sus enemigos.[298][1]
 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ka‘b bin Al-Ashraf es muerto:

Ka‘b bin Al-Ashraf era el judío más resentido hacia el Islam y hacia los musulmanes, el que más se esforzaba en causarle daño al Mensajero de Allâh y el más dedicado en declararle la guerra. Pertenecía a la tribu de Tai’ pero su madre a la de Banu Nadîr. Era una persona rica, muy conocido por su belleza, era poeta y vivía muy confortablemente en su fortaleza del lado sudeste de Medina en lo alto de la residencia de Banu Nadîr.

Al enterarse de la victoria de los musulmanes en Badr, se desesperó y juró que prefería morir si las noticias eran ciertas. Cuando las noticias fueron confirmadas escribió poemas ridiculizando a Muhammad , elogiando a Quraish e incitándoles a que combatan al Profeta . Luego fue a La Meca donde comenzó a encender el fuego de la guerra y a estimular el rencor contra los musulmanes en Medina. Cuando Abu Sufián le preguntó cual religión prefería si la religión de la gente de La Meca o la de Muhammad y sus Compañeros, le contesta que los paganos estaban mejores guiados. Respecto a esto, Allâh reveló Sus Palabras:

(¿Acaso no has visto a los que se les dio una parte del libro como creen en Ÿibt y Tagût, y dicen de los incrédulos: estos están mejor guiados que los creyentes?.) [4:51]

Luego volvió a Medina para comenzar una propaganda de difamación con canciones obscenas y sonetos sensuales para difamar a las mujeres musulmanas.

En esta etapa de los acontecimientos, la situación ya no era tolerable. El Profeta  convocó a sus hombres y les dijo: “¿Quién mata a Ka‘b bin Al-Ashraf? Ha insultado a Allâh y a Su Mensajero.” Muhammad bin Maslamah, ‘Abbad bin Bishr, Al-Hâriz bin Aus, Abu ‘Abs bin Hibr y Salkan bin Salamah, el hermano de leche de Ka‘b, se ofrecen para la tarea.

Muhammad bin Maslamah tenia un plan, que después de consultarlo con sus compañeros decidió poner en acción.

Entonces, Muhammad bin Maslamah fue ante Ka‘b y le dijo: “Este hombre (se refería al Profeta ) quiere recoger de nosotros caridades y esto nos pone en una situación indeseable.” Cuando escuchó esto, Ka‘b dijo: “Por Allâh que los pondrá en mayores dificultades.” Muhammad bin Maslamah le respondió: “No hay duda, ahora somos sus seguidores y no queremos abandonarlo hasta que veamos que curso toman sus asuntos. Necesito un prestamo de tu parte.” Ka’b le preguntó: “¿Qué das como garantía?” Muhammad bin Maslamah le respondió: “¿Qué quieres?”, y el inmoral y desalmado judío pidió como garantía mujeres y niños. Muhammad le dijo: “¿Acaso necesitas a nuestras mujeres siendo tu el más bello de los árabes; y el hijo de uno de nosotros diga que fue dado en garantía por dos wasq (una medida de peso) de dátiles? en cambio te dejaremos nuestras armas de garantía.” Ka‘b accedió. Salkan bin Salamah y Abu Na’ilah, en otro momento, fueron a ver a Ka‘b por el mismo motivo, solo que Abu Na’ilah le brindaría algunos Compañeros. El plan tuvo éxito. En Rabi‘ Al-Auual del día 14, por la noche, en el año 3 d.H. la gente se despidió del Profeta y se marcharon en el nombre de Allâ para implementar cuidadosamente el plan. El  Profeta se queda suplicando a Allâh para que les otorgue el éxito. Poco después, el grupo de hombres regresó habiendo cumplido su objetivo. Uno de ellos, Al-Hâriz bin Aus, fue herido por error con una espada perteneciente a sus hombres y sangraba mucho. Cuando llegaron  a Baqi‘ Al-Garqad, gritaron, “Allâh es el más Grande”. El Profeta los escuchó y se dio cuenta que habían matado al enemigo de Allâh. Cuando los vió les dijo: “felices están vuestros rostros.” Le respondieron: “Y el tuyo Oh Mensajero de Allâh.” Luego alabó a Allâh por el éxito y aplicó su saliva en la herida de Al-Hâriz que pronto curó.[299][1]

Cuando los judíos se enteran de la muerte de Ka‘b bin Al-Ashraf, se asustaron y se llenaron sus corazones de pánico. Se dieron cuenta que el Mensajero de Allâh usaría la fuerza una vez que haya agotado las buenas palabras y que las advertencias hayan fallado. Permanecieron callados y se resignaron, y simularon estar adheridos al acuerdo.

Ahora el Profeta deseaba resolver los asuntos externos, y encarar los inminentes peligros que provenían desde la Mekkah.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La  Incursión de Buhran:

En  Rabi‘ Az-zâni, el año  3 d.H., el Profeta  líderó un batallón compuesto por 300 guerreros rumbo a Buhran en el área de Al-Furu‘. Permaneció ahí hasta Ÿumada Al-Uula, del año 3 d.H. No hubo enfrentamientos en el transcurso de esta misión de reconocimiento.[300][1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Zaid bin Hârizah lidera un batallón en la ruta comercial de Quraish:

Esta fue la más exitosa campaña previa a la batalla de Uhud. Transcurrió durante Ÿumada Az-zaniah, el año 3 d.H.

Se aproximaba el verano y era hora de que las caravanas comerciales de La Meca se dirijan a Siria. La gente de Quraish dependía principalmente de una economía mercantil que consistía en las caravanas del verano rumbo a Siria y las del invierno hacia Abisinia y Yemen; pero ahora buscaban rutas alternativas para evitar las emboscadas de los musulmanes.

Se reunieron para discutir que opción podían tener para escaparle a las incursiones musulmanas y decidieron la ruta de Naÿd camino a Iraq. Furat bin Haiián fue elegido como guia para la caravana y Safuán bin Umaiah la líderó hacia la nueva ruta. Trascendieron las noticias de la reunión cuando se emborrachó Na‘im bin Mas'ûd Al-Ashÿa‘i y divulgó lo decidido y no tardó en llegar la noticia a Medina gracias a Sulait bin An-Nu‘mán. El Profeta r inmediatamente alistó a 100 jinetes bajo el mando de Zaid bin Hârizah Al-Kalbi para interceptar y capturar la caravana. La tomaron con sus camellos en un lugar llamado Al-Qardah. Tomaron a los incrédulos por sorpresa y capturaron al guia junto con dos hombres. Safuán y sus guardias pudieron escapar. La caravana llevaba plata y mercaderías valuadas en 100 mil dirhams. El botín fue distribuído entre los guerreros musulmanes luego de separar un quinto del mismo para el Profeta r. Luego Furat bin Haiián abrazó el Islam.[301][1]

Como resultado de este episodio, los musulmanes frustraron el plan de Quraish encontrando la nueva ruta comercial. El ataque económico a los Quraishíes se consolidó a tal punto que causó un gran impacto en la economía de La Meca. Sus habitantes se preocuparon porque sus perspectivas de vida ahora tenían poca esperanza de mejorar, por eso quisieron reconstruir su ámbito comercial y recuperar su anterior prestigio socio-político; pero no tenían sino dos caminos: Abandonar toda clase de soberbia y hacer las paces con los musulmanes; o lanzar un ataque para destruir el poder militar de Medina. Era evidente que Quraish optaría por la segunda alternativa. Fuertes gritos se escucharon en La Meca reclamando venganza mediante una rápida incursión militar. Todos estos detalles contribuyeron para que se desencadene la batalla de Uhud. 


 


 

 

 

 

 

 

La Batalla de Uhud

La derrota en Badr afectó el orgullo de los Quraishíes que se sentían avergonzados y querían reivindicarse. La palabra “venganza” era repetida por toda la La Meca. Los paganos habían prohibido lamentarse de sus muertos publicamente o de liberar a los prisioneros de la batalla de Badr, para que los musulmanes no se den cuenta de la profunda angustia que estaban experimentando.

Luego de la batalla de Badr, Quraish comenzó a prepararse para lanzar un ataque contra los musulmanes y así poder recuperar el prestigio y su herido orgullo. Los Politeístas más entusiastas que deseaban ir a combatir eran ‘Ikrimah bin Abi Ÿahl, Safuán bin Umaiah, Abu Sufián bin Harb, y ‘Abdullah bin Abi Rabi‘a. Estaban muy decididos en destruir para siempre el Estado Islámico. Emisarios fueron enviados a todas las tribus para invitarlos a que se sumen con ellos en contra de los musulmanes. Se las arreglaron para ganarse el apoyo de dos tribus muy famosas: Kinâna y Tihâmah, además de algunos beduinos del desierto. Se decidió que la caravana líderada por Abu Sufián, la que había escapado a los musulmanes y contaba con 1000 camellos y 50 mil Dinares, contribuya a equipar al ejército. El Noble Corán hace referencia a este acontecimiento con las siguientes palabras:

(Ciertamente los incrédulos gastan sus riquezas para apartar (a la gente) del camino de Allâh, las gastarán y después se tendrán que lamentar por ello, siendo además vencidos.) [8:36]

También utilizaron a los poetas para que estimulen a las demás tribus a que combatan en contra de los creyentes. Safuán bin Umaiah sedujo a Abu ‘Azza, el  poeta, para que trabaje en ese sentido a cambio de riquezas después de la guerra o haciendose cargo de sus hijas si moría. Paradojicamente, este poeta fue prisionero de guerra (en Badr) en manos de los musulmanes y el Profeta fue tan bondadoso que lo liberó sin que se pague rescate, con la condición de que no combata nuevamente en su contra.

Abu Sufián era uno de los más resentidos debido a que perdió la mayor parte de sus riquezas en la invasión de As-Sauîq, además de las cuantiosas pérdidas económicas que sufrió Quraish como resultado de la incursión militar encabezada por Zaid bin Hârizah.

A la luz de estos sucesivos acontecimientos, Quraish precipitó y aceleró los preparativos para enfrentar a los musulmanes en una batalla definitiva. Al final del año, todo estaba listo para la movilización. Los  Quraishíes decidieron llevar con ellos a sus mujeres para que los estimulen a pelear con hombría. Lograron preparar un contingente compuesto por tres mil guerreros, de los cuales setecientos poseían cotas de malla y doscientos correspondían a la bien equipada caballería [302][1], tres mil camellos y quince mujeres, todos marcharon hacia Medina. El comandante en jefe era Abu Sufián bin Harb, el líder de la caballería fue Jâlid bin Al-Ualîd asistido por ‘Ikrimah bin Abi Ÿahl, y Bani ‘Abd Ad-Dar se encargó de la bandera.

Sentimientos de odio florecieron, acompañados de mucho resentimiento la angustia y el deseo de venganza.

Mientras tanto, Al-‘Abbâs bin ‘Abdul Muttalib, seguía muy de cerca todos los movimientos militares e informó, enviando un mensaje, al Profeta , que estaba en Qubá. Ubai bin Ka‘b le leyó la carta al Profeta ; este  volvió rápidamente a Medina, y se reunió con los ansâr y Muhâÿirún para consultarles sobre las medidas más convenientes a seguir.

La totalidad de Medina fue alertada y todos los hombres se armaron, aún durante el rezo y estaban atentos para hacerle frente a cualquier emergencia. Un grupo de ansâr voluntariamente se ofreció para custodiar al Profeta y vigilar toda la noche en su puerta, entre ellos estaba Sa‘d bin Mu‘adh, Usaid bin Hudair y Sa‘d bin ‘Ubadah. Para no ser tomados por sorpresa, un grupo de Medinenses comenzó a patrullar los accesos y rutas que conducen a la ciudad. También para examinar los movimientos de los Politeístas, patrullas musulmanas controlaron las rutas para interceptar al enemigo.

El ejército de La Meca continuó marchando por la usual ruta del oeste. Al llegar a Al-Abua’, Hind bint ‘Utbah, la esposa de Abu Sufián, sugirió que desentierren la tumba de la madre del Profeta , pero los líderes del ejército no aceptaron temiendo las graves consecuencias. El ejército luego siguió hasta Uadi Al-‘Aqiq y doblaron hacia la derecha para acampar en un lugar llamado ‘Ainain cerca de la Montaña de Uhud. Esto ocurrió el día viernes 6 del mes de Shauuâl, del año 3 d.H.

Una asamblea para decidir un plan defensivo:

Una patrulla de reconocimiento detalló los movimientos del ejército de La Meca. El Mensajero de Allâh convocó a una reunión para consultar e intercambiar puntos de vista. Les informó acerca de un sueño que tuvo. Dijo: “Por Allâh, he soñado — le imploro a  Allâh para que sea un sueño beneficioso — con vacas sacrificadas y que había ranuras en la punta de mi espada, y que insertaba mi mano en una armadura inmune.”

La interpretación de "vacas" era que algunos de sus hombres iban a morir, y acerca de ‘ranuras en la punta de mi espada’ significaba que un pariente suyo iba a ser dañado. Respecto a ‘la armadura’ era Medina. Luego sugirió que sus Compañeros no deberían salir de Medina y que debían acampar en la ciudad. Opinaba que debían dejar al enemigo en el campo abierto para cansarlos  y así los musulmanes no correrían peligro en una batalla. Pero si pensaban atacar dentro de Medina, los hombres musulmanes estarían listos para enfrentarlos y las mujeres colaborarían desde los techos de los hogares.” ‘Abdullah bin Ubai bin Salul — el líder de los hipócritas; quien concurrió a la asamblea como un jefe de Al-Jazraÿ — apoyó el plan del Profeta .

El  que esté de acuerdo (con el plan del Profeta ) no se basaba en la piedad sino buscando su beneficio personal. No quería pelear. Por el contrario, quería permanecer lejos de la contienda. Sin embargo; fue la voluntad de Allâ que hizo descubrir su intención en público y lo dejó en vergüenza por primera vez. Fue Su voluntad que la cortina que cubría su incredulidad e hipocresía sea corrida y apartada. La voluntad de Allâh quizo que los musulmanes reconocieran la realidad de estas serpientes que se enroscaban dentro de sus ropas. Gracias a Allâh , lo reconocieron en uno de los momentos más críticos de sus vidas.

Uno de los más honorables Compañeros, que se había perdido de participar en la batalla de Badr,  sugirió que el Profeta debía salir fuera de Medina y le pidió que acepte su punto de vista. Uno de ellos dijo: “Oh, Mensajero de Allâh , por mucho tiempo estuvimos esperando este día; y le pedimos a Allâh para que se acerque ese día a nosotros. Gracias a Allâh es hora de combatir. Salgamos a enfrentar a nuestros enemigos para que piensen que perdimos la cabeza y que no les tememos.” Hamza bin Abdul Muttalib el tío paterno del Profeta, que hacía poco había cubierto de sangre su espada en la batalla de Badr, estaba de acuerdo y era de aquellos que con entusiasmo le sugirió  que salgan para enfrentar a los incrédulos. Le dijo al Profeta : “Por Allâh, Aquel que te envio el Libro, no probaré ninguna comida hasta combatirlos con mi espada fuera de Medina.”[303][2]

Luego de ver cuidadosamente las ventajas y las desventajas de este asunto, decidieron salir a enfrentar al enemigo fuera de la ciudad, en Uhud.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dividiendo el ejército Islámico y partiendo hacia el campo de batalla:

Ascendiendo al mimbar el día viernes, el Profeta exhortó a la gente en el sermón para que combatan con coraje. Dijo: “Si sois firmes seréis ayudados con el Poder del más Poderoso.” Luego les dijo a sus hombres que estén listos para el combate.

Dirigió la oración de la tarde con una enorme cantidad de gente. Luego entró a su casa acompañado de sus dos amigos Abu Bakr y ‘Umar. Lo ayudaron a ponerse su vestimenta de guerra. Se puso dos cotas de malla una encima de la otra. Tomó su espada y salió a ver a su gente.

La multitud lo esperaba con ansiedad. Sa‘d bin Mu‘adh y Usaid bin Hudair culparon a la gente por presionar al Profeta . Dijeron: “Han forzado al Mensajero de Allâh para que se enfrente con el enemigo fuera de Medina.” Sin embargo; determinaron dejar el asunto en manos del Profeta . Cuando el Profeta salió, dijeron: “Oh Mensajero de Allâh, no queremos discrepar contigo. Eres libre de hacer lo que quieras. Si decides permanecer en Medina nos quedamos a tu lado. Pero el Mensajero de Allâhr dijo: “No es propio de un Profeta que se ha puesto su armadura que se la quite hasta que Allâh decida entre él y su enemigo.”[304][1]

El Profeta dividió su ejército en tres batallones:

  1.  El batallón de muhâÿirún, comandado por Mus‘ab bin ‘Umair Al-‘Abdari.

  2.  El batallón de los ansâr de Aus comandado por Usaid bin Hudair.

  3.  El batallón de los ansâr del Jazraÿ comandado por Al-Hubab bin Al-Mundhir.

El ejército estaba compuesto por mil guerreros; cien de ellos armados con cotas de malla y cincuenta jinetes. [305][2] Se dejó a Ibn Umm Maktum para que dirija a la gente en las oraciones en Medina durante su ausencia. La salida fue anunciada y el ejército se dirijió rumbo al norte.

Pasando cerca de la montaña de Al-Uada’ divisó un bien equipado y armado batallón separado del cuerpo principal de su ejército. El Profeta preguntó quienes eran y le comentaron que eran los judíos aliados a la tribu de Al-Jazraÿ. Le dijeron que querían colaborar en la lucha contra los idólatras. “¿Han abrazado el Islam?” preguntó el  Profeta . “No,” le contestaron. Entonces no aceptó debido a que no admitía la asistencia de los incrédulos en contra de los idólatras.


 


 

La Parada del ejército:

Tan pronto como llegó a un lugar llamado Ash-Shaijan, detuvo a su ejército. No permitió a los que consideraba que no estaban en condiciones o que eran demasiado jóvenes que peleen. Entre ellos se encontraban ‘Abdullah bin ‘Umar bin Al Jattâb. Usama bin Zaid; Usaid bin Zahir, Zaid bin Zâbit, Zaid bin Arqam. ‘Araba bin Aus, ‘Amr bin Hazm, Abu Sa‘id Al-Judri, Zaid bin Hâriza Al-Ansari, Sa‘d bin Habba y Al-Bara’ bin ‘Azib; aunque Al-Bujâri  registra en su Sahih que este último asistió a la pelea.


 

Pasando la noche entre Uhud y Medina:

Cuando se hizo de noche juntaron las oraciones del ocaso con las de la noche y permanecieron en ese lugar. Cincuenta personas fueron seleccionadas para que protejan el campamento y custodiaran sus alrededores. Muhammad bin Maslama Al-Ansari, estuvo a cargo de eso. Y Dhakuán bin ‘Abd Qais se encargó de custodiar al Profeta , en particular.


La rebelión de ‘Abdullah bin Ubai y sus seguidores:

Cuando terminaba la noche antes del amanecer, el Profeta  partió y cuando llegaron a Ash-Shaut rezaron la plegaria del amanecer. Ahí estuvieron bastante cerca del enemigo, a tal punto que se podían ver mutuamente. En ese momento ‘Abdullah bin Ubai — el hipócrita — se rebeló contra los musulmanes. Un tercio del ejército lo siguió — equivalente a trecientos guerreros. Dijo: “No sabemos porqué tenemos que morir.” Y agregó que lo que hacía era para demostrarle al Mensajero de Allâh su descontento por no haber aceptado su decisión.

Sin duda que esa no era la verdadera causa de su deserción. Si hubiese sido ésa — como clamaban los hipócritas — no tenía sentido haber formado parte del ejército del Profeta . Si hubiese sido ese el motivo no hubiese salido desde el inicio junto al ejército. De hecho el verdadero motivo de su rebelión, deserción e indiferencia — en este instante crucial — fue para producir desorden, confusión, y caos en las filas del ejército de los musulmanes que estaban cerca del bando enemigo y se podían ver mutuamente. También lo hizo para sacudir la moral de los creyentes. Esto aceleraría — en su opinión — la derrota y consecuentemente la muerte de Muhammad, sus leales sahâba y de todo el Islam. Y así podría reclamar el liderazgo que perdió con el advenimiento del Islam en Medina.

Si no hubiese sido por Allâh , el complot de los hipócritas hubiese tenido éxito. Banu Hâriza de Al-Aus y Banu Salama de Al-Jazraÿ se impresionaron de la actitud de los hipócritas. Ambos grupos empezaron a confundirse y hasta estuvieron cerca de retirarse, pero el cuidado de Allâ los salvó de semejante proceder. Acerca de este incidente Allâh dice:

(Cuando dos grupos de los vuestros empezaron a flaquear, pero Allâh era vuestro Protector. Y que en Allâh pongan su confianza los creyentes.) [3:122]

‘Abdullah bin Haram — el padre de Yâbir bin ‘Abdullah — intentó impedir que deserten. Recordó a los hipócritas de sus obligaciones en esos momentos tan delicados, pero fue en vano. Los siguió para reprocharles su proceder y les pidió que regresen diciéndoles: “Regresen a combatir en la causa de Allâh o por lo menos sean defensores.” Contestaron: “Si supiéramos que van a combatir verdaderamente los seguiríamos.” Habiendo perdido las esperanzas, les dice: “Que Allâh los aleje, enemigos de Allâh. Allâh es suficiente para Su  Profeta.”

Allâh dijo acerca de estos hipócritas:

(Y para saber quiénes eran hipócritas, se les dijo: ‘Venid a combatir en la causa de Allâh o al menos defendeos vosotros mismos.’ Dijeron: “Si supiéramos que vais a combatir verdaderamente os seguiríamos.” Ese día estuvieron más cerca de la incredulidad que de la creencia, pues decían con sus lenguas lo que no estaba en sus corazones. Y Allâh es conocedor de lo que ocultaban.) [3:167]


El remanente del ejército Islámico se moviliza hacia Uhud:

Con el remanente de los guerreros, el Mensajero de Allâ avanzó hacia el enemigo. Luego de la rebelión y deserción de los hipócritas, el número de soldados disminuyó a setecientos.

El campamento de los idólatras estaba situado de tal forma que los caminos que conducían a Uhud estaban bloqueados. Entonces el Mensajero de Allâh dijo a sus hombres: “¿Quién de vosotros nos puede llevar hasta donde se encuentran los idólatras atravesando un corto tramo que no pase cerca de ellos?” Abu Jaizama dijo: “Oh Mensajero de Allâh, yo soy el hombre que necesitas.” Luego eligió un corto camino que conducía a Uhud pasando por Harrah Bani Hârizah y sus granjas, dejando a los idólatras en dirección oeste.

Cuando pasaron por el huerto de Marba’ bin Qaizi, que era un hipócrita ciego, al enterarse que era el ejército del Profeta, comenzó a tirarles tierra en sus rostros. Debido a ésto intentaron matarlo pero el Profeta dijo:

 “No lo mateis. Su corazón y su vista están ciegos.”

El Mensajero de Allâh bajó de la colina de Uhud ubicándose en la ladera del valle. Acampó allí con su ejército en dirección a Medina y de espaldas a la montaña de Uhud. De esa manera el enemigo quedaría entre los musulmanes y Medina.


El plan de defensa:

El Mensajero de Allâh movilizó su ejército. Los alistó en dos filas para prepararlos para el combate. Seleccionó cincuenta arqueros que formaron un escuadrón y los puso bajo el líderazgo de ‘Abdullah bin Ÿubair bin An-Nu‘mán Al-Ansari Al-Ausi Al-Badri. Les ordenó permanecer en sus posiciones — en una colina del lado sur de Qanat Al-Uadi (el canal del valle), al sudeste del campamento de los musulmanes, aproximadamente a cientocincuenta metros del ejército Islámico. Más tarde esta colina fue llamada la colina de los Arqueros.

El Mensajero de Allâ dijo a su líder: “Alejad a los jinetes del enemigo lanzándoles flechas así no nos atacarán por la retaguardia. Si ganamos o perdemos permaneced firmes en vuestras posiciones para que no nos ataquen desde vuestro lado.”[306][1]

Agregó:

“¡Defended nuestras espaldas! Si  veis que nos están matando, no vengáis a socorrernos; y si nos veis ganando no os unáis a nosotros.”[307][2]

Según la versión de Al-Bujâri, el Profeta dijo:

“Si nos veis cortados en pedazos, no abandoneistados en pedazos, no abandonen con las de la noche vuestras posiciones a no ser que os mande a llamar. Y si veis que hemos vencido al enemigo y los aplastamos no abandoneis vuestras posiciones hasta que envíe por vosotros.”[308][3]

Habiendo asignado a este escuadrón de arqueros su ubicación sobre la colina y con estas estrictas órdenes militares, el Mensajero de Allâh bloqueó el único medio posible que tenía el enemigo para rodear a los musulmanes.

Los siguientes puestos y responsabilidades fueron designadas por el Profeta de la siguiente manera: En el flanco derecho, puso a cargo a Al-Mundhir bin ‘Amr. En el izquierdo designó a Az-Zubair bin Al-'Auuâm, y eligió a Al-Miqdad bin Al-Asuad para que sea su asistente. La función de Az-Zubair  era enfrentar a los jinetes líderados por Jâlid bin Al-Ualîd. El Mensajero de Allâh seleccionó al grupo más valiente para que esté a la vanguardia del ejército. Se destacaban por su valor, coraje y predisposición, por eso equivalían a miles de hombres.

Fue una excelente estrategia que demostraba el genio militar y el líderazgo del Profeta . Aunque llegó al lugar más tarde que el enemigo se ubicó en mejores posiciones. Hizo del lado rocoso de la montaña cumplir la función de escudo para la retaguardia y el flanco derecho del ejército. Fue capaz al bloquear el único lado vulnerable para proveer máxima protección adicional a la retaguardia y al flanco izquierdo. Temiendo una posible derrota y para impedir que los musulmanes huyan, debido a que podían ser capturados fácilmente por el enemigo, eligió un lugar elevado para acampar. Es más; esta estratégica posición le daría al enemigo numerosas bajas en el caso de que quieran aproximarse al campamento. Redujo al mínimo las opciones del enemigo en cuanto a la posición geográfica de sus campamentos, que no les ayudaría a obtener ningún beneficio en caso que ganen; al mismo tiempo que no podrían evitar ser atrapados por los musulmanes en caso  que estos últimos venzan. Para reducir los riesgos, seleccionó un excelente cuerpo de combatientes para que estuvieran al frente.

El ejército del Profeta se movilizó totalmente en el día 7 de Shauuâl, del año 3 d.H. 


 


El Mensajero de Allâ infundiéndole coraje a sus fuerzas armadas:

El  Mensajero de Allâh prohibió a los musulmanes que comiencen el combate sin que él diera la orden. Exhortó a sus Compañeros a pelear con determinación, perseverancia y firmeza, infundiéndoles coraje y  valor. Para estimular a sus Compañeros tomó una espada y sosteniéndola con su mano les dijo: “¿Quién está dispuesto a tomar esta espada para usarla como corresponde?” Muchos hombres se postularon para tomarla. Entre ellos: ‘Ali bin Abi Tâlib, Az-Zubair bin Al-'Auuâm y ‘Umar bin Al-Jattâb. Pero no la entregó a ninguno de ellos. Abu Duÿana Sammak bin Jarÿa preguntó: “Oh Mensajero de Allâh, ¿Cuál es su precio?” El Profeta dijo: “Es utilizarla para combatir al enemigo hasta que se doble.” Entonces Abu Duÿana dijo: “Oh Mensajero de Allâh yo la tomaré por ese precio.” Y le entregó la espada.

Abu Duÿana era un hombre valiente. Tenía una cinta roja que ponía en su cabeza. Cuando lo hacía, era sabido que pelearía hasta morir. Al tomar la espada del Profeta , se colocó la cinta y caminó con paso jactancioso entre los guerreros.

Viéndolo hacer eso el Mensajero de Allâh dijo: “Este es un modo de caminar que Allâh detesta excepto en una situación como esta.”


Posiciones del ejército de La Meca:

Los idólatras aplicaron el sistema de filas en la movilización de sus tropas. El comandante en jefe era Abu Sufián Sajr bin Harb, que se ubicó en el centro de la tropa. Jâlid bin Al-Ualîd estaba en el flanco derecho; ‘Ikrima, el hijo de Abu Ÿahl lideraba el flanco izquierdo. Safuán bin Umaia estaba a cargo de la infantería. Los arqueros estaban bajo las órdenes de ‘Abdullah bin Abi Rabi‘a.

El  estandarte estaba a cargo del escuadrón de Bani ‘Abd Ad-Dar. Así estaban distribuídos los cargos de sus tropas desde que ‘Abd Manâf los había designado. Estos cargos fueron asignados por el heredero de Qusai bin Kilâb — como lo señalamos previamente en el comienzo del libro. Nadie tenía el derecho de cambiar esas tradiciones debido a que las habían heredado de sus ancestros.

Abu Sufián, el comandante en jefe, les recordó a sus hombres el día de Badr, cuando el que llevaba el estandarte, An-Nadr bin Al-Hâriz, fue capturado. Intentando infundirles más odio hacia los musulmanes dijo: “¡Oh Bani ‘Abd Ad-Dar! Fuisteis asignados para ser los portadores del estandarte y vosotros sabeis que el estandarte es lo primero que el enemigo ataca. Si cae también caemos nosotros. Entonces garantizad su cuidado o dejadlo en nuestras manos que lo haremos por vosotros.”

El intento de Abu Sufián dio resultados. Sus palabras enfurecieron tanto a Bani ‘Abd Ad-Dar que casi lo atacan por lo que dijo. Dijeron: “¿Quieres que te demos la custodia del estandarte? Mañana cuando luchemos serás testigo de nuestras acciones.” De hecho pelearon con coraje hasta que todos murieron en defensa del estandarte.


 

Manipulación Política de Quraish:

Antes de comenzar la batalla, Quraish intentó sembrar la discordia entre los musulmanes. Primero, Abu Sufián envió un mensaje a los ansâr diciendo: “Dejadnos que combatamos a nuestros primos y no interfiráis en el asunto. Si os hacéis a un lado no os combatiremos; debido a que no sois vosotros nuestro objetivo.” Pero el plan fracasó. Fueron palabras vergonzozas que no causaron ningún impacto en la sólida estructura de Fe que era firme como una montaña. Los ansâr le respondieron de una forma que decepcionó las expectativas de Abu Sufián.

La hora cero había llegado. Los dos grupos se acercaron. Desesperados por el fracaso del primer intento, Los Quraish hacen otro intento con el mismo propósito pero ahora con la asistencia del traidor Abu ‘Amir Al-Fasiq, cuyo nombre era ‘Abd ‘Amr bin Saifi. Era llamado el monje, pero el Mensajero de Allâh  le puso como apodo Al-Fasiq (depravado). Como era el líder de la tribu Aus en el paganismo, no pudo tolerar la llegada del Islam y  anunció su enemistad públicamente hacia el Mensajero de Allâh . Dejó Medina para insistirles a los Quraishíes en La Meca que combatan en contra del Mensajero de Allâh . Dijo ser muy estimado y obedecido por su tribu, y que cuando lo vieran se unirían a él inmediatamente.

Entonces fue el primero de la muchedumbre de Quraish que se mostró. Gritó a su gente: “¡Oh gentes de Aus! Soy  Abu ‘Amir.” Le respondieron “A ninguno de nosotros nos complace verte, Oh Fasiq.” Cuando los escuchó decir eso, dijo: “Mi gente debe estar influenciada por algún demonio luego que los dejé.” Cuando la pelea comenzó, luchó ferozmente contra su gente.

Este fue el segundo intento de Quraish para sembrar la discordia entre los musulmanes. Sin embargo; esto también demostraba el terror que los Quraishíes tenían en sus corazones a pesar de su supremacía numérica y bélica.


Los esfuerzos de las mujeres Quraishíes para alentar a sus hombres:

Las mujeres de Quraish  que participaron en la batalla estaban líderadas por la esposa de  Abu Sufián, Hind bint ‘Utbah. Se movían dentro de las filas de los idólatras, tocaban panderetas, estimulaban a los hombres a que peleen llamándoles héroes, valientes espadachines y bravos guerreros.


 

El  Combate

Los dos grupos se aproximaron. El primer enfrentamiento lo tuvo el portador del estandarte, Talha bin Abi Talha Al-‘Abdari, quien era el más distinguido de los idólatras. Era uno de los más valientes guerreros de Quraish. Los musulmanes lo apodaron ‘el martillo del batallón.’ Se adelantó montando su camello para desafiar a los musulmanes a que lo enfrenten en un duelo. La gente trató de evitarlo debido a su bravura pero Az-Zubair bin Al-'Auuâm avanzó para hacerle frente. No le dio chance de pelear al ‘martillo’ ya que se avalanzó sobre él como un león, lo tiró al suelo y lo mató con su espada.

El Mensajero de Allah , que estaba observando el incidente, exclamó: Allahu Akbar ‘Allah es el más Grande’ y los musulmanes también exclamaron Allahu Akbar. También elogió a Az-Zubair cuando le dijo:

“Todo Profeta tiene un discípulo y Az-Zubair es mi discípulo.”[309][1]

Con rapidez, el combate se extendió a todos los frentes del campo de batalla y el encuentro entre ambos grupos crecía en ferocidad. Los esfuerzos de la pelea se centraban alrededor de los encargados de llevar el estandarte. Después de la muerte de Talha bin Abi Talha, Banu ‘Abd Ad-Dar alternó la responsabilidad sucesivamente. El hermano de Talha, ‘'Uzmán, se adelantó y tomó el estandarte que yacía junto al cuerpo de su hermano y dijo: “El que sostiene el estandarte tiene la obligación de protegerlo hasta que su cuerpo se bañe de sangre o hasta que sea golpeada su mano.” Hamzah bin ‘Abdul Muttalib lo atacó y cortó su brazo.

La lucha siguió así; hasta que diez guerreros pertenecientes a Bani ‘Abd Ad-Dar — los sostenedores del estandarte — fueron aniquilados. Viendo que no quedaba nadie con vida de ‘Abd Ad-Dar para llevar el estandarte, un esclavo de ellos — llamado Sauab — lo levantó. El esclavo demostró aún más valentía que sus dueños. Sauab, siguió peleando hasta que le cortaron su mano. Entonces se agachó y recogió el estandarte y lo abrazó contra su pecho para que no caiga. Y siguió peleando con entusiasmo hasta que lo mataron. Mientras que combatía decía: “¿Oh Allah, estoy excusado?” después de la muerte de Sauab, el estandarte cayó al suelo y permaneció ahí.

Mientras el combate se centraba alrededor del estandarte, un intenso enfrentamiento se libraba en todos los lugares del campo de batalla. El espíritu de Fe envolvía las filas de los musulmanes y se arrojaron con todas sus fuerzas sobre los idólatras sin importarles quien se interpusiera en su camino, y exclamaban: “Busco la muerte, busco la muerte.” Eso era lo que decían el día de Uhud.

Abu Duÿana, reconocido por la cinta roja en su cabeza, combatió con la espada del Mensajero de Allah . Estaba dispuesto a pagar su precio sin importarle a qué costo. Mató a todos los idólatras que se interponían en su camino rompiendo sus filas. Az-Zubair bin Al-'Auuâm dijo:

“Me enfadé cuando el Mensajero de Allah se negó a darme la espada y se la otorgó a Abu Duÿana. Me dije a mí mismo: ‘Soy su primo del lado paterno — el primo de su tía Safia — un Quraishí, además, fui el primero que la solicitó pero prefirió dársela a él. Por Allah, me fijaré cómo la usa.’ Entonces lo seguí, y observé cómo se colocaba la cinta roja. Cuando los ansâr lo vieron dijeron, ‘Abu Duÿana se ha puesto la cinta de la muerte.’ Luego salió gritando:

Soy aquel que hizo un pacto con su amigo íntimo, cuando estábamos bajo la palmera del lado de la montaña.

El trato que hicimos consistía en que yo no pelearía atrás.

Sino que combatiría heroicamente en el frente con la espada de Allah y de Su Mensajero.’

El que se interponía en el camino de Abu Duÿana era aniquilado. Había un idólatra cuya única tarea era matar a los musulmanes heridos. Durante la pelea Abu Duÿana se acercó a ese hombre; entonces le pedí a Allah  que lo enfrente en combate. De hecho se enfrentaron e intercambiaron dos golpes de espada. El idólatra trató de matarlo pero no pudo. Abu Duÿana lo venció matándolo con la espada.[310][2] En el transcurso de la pelea, persiguió a una persona que estaba incitando y estimulando al enemigo a que combatan contra los musulmanes. Cuando lo alcanzó, la persona gritó y él se dio cuenta que era una mujer. Abu Duÿana dijo: ‘Respeto mucho la espada del Profetar para utilizarla contra una mujer.’ La mujer era Hind bint ‘Utbah.” 

Describiendo el mismo incidente, Az-Zubair bin Al-'Auuâm dijo: “Vi como Abu Duÿana levantó su espada sobre la cabeza de Hind bint ‘Utba pero luego la bajó. Me dije a mi mismo: ‘Allah y Su Mensajero son los que saben por qué.’.[311][3]”

Hamzah bin ‘Abdul Muttalib exhibió maravillosas acciones de heroísmo y coraje, demostrando bravura y valentía, creando confusión en las huestes de los incrédulos. Los héroes separan las hojas del camino como si soplara un fuerte viento. Además de contribuir a la aniquilación de los idólatras que defendían su estandarte, causó numerosas bajas a los valientes guerreros del enemigo como a sus distinguidos jinetes. Fue la Voluntad de Allah que muera cuando estaba en lo más avanzado de su misión. No lo mataron  en un encuentro cara a cara en el campo de batalla — la forma normal en la cual muere un héroe — sino que lo asesinaron a traición ya que era prácticamente imposible terminar con su vida en una honorable pelea.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El asesinato del león de Allah: Hamzah bin ‘Abdul Muttalib:

El asesino de Hamzah, Uahshi bin Harb, describió como mató a Hamzah. Dijo:

“Yo era un esclavo que trabajaba para Yubair bin Mut‘im, cuyo tío paterno Tu‘aimah bin ‘Adi fue herido en la batalla de Badr. Entonces cuando Quraish partio hacia Uhud, Yubair me dijo: ‘Si matas a Hamzah, el tío de Muhammad, serás libre.”

“Entonces marché junto a la gente hacia Uhud.” Solía describirse a sí mismo diciendo, “Soy muy bueno con la lanza.” “Cuando los dos grupos combatían, salí en busca de Hamzah y lo ví en el medio de la contienda. Era como un camello blanco y negro, matando e hiriendo al que se interponía en su camino. ¡Por  Allah! cuando estaba preparándome para arrojarle mi lanza escondiéndome detrás de los árboles o de las rocas esperando el momento oportuno —vi a Siba‘ bin ‘Abd Al-‘Uzza que se le acercaba. Cuando Hamzah lo observo y le dijo: ‘Ven acá'. Seguidamente le cortó la cabeza.”

Uahshi dice: “Luego balancee mi lanza (calculando para lanzarla) hasta que estuve satisfecho, y se la arroje atravesando su estómago. Trató de venir hacia mí pero no pudo debido a la mortal herida. Lo dejé ahí con la lanza clavada en su estómago hasta que murió. Luego volví hacia donde estaba y recuperé mi lanza y retorné al campamento. Permanecí ahí sin salir debido a que ya había cumplido con mi propósito. Solo lo asesiné para poder ganar mi libertad. Cuando regresé a La Meca, fui un hombre libre.”[312][1] 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La situación bajo control

Aunque la muerte del león de Allah — Hamzah bin ‘Abdul Muttalib — fue una gran pérdida, los musulmanes mantenían un total control de toda la situación en el campo de batalla. En aquel día, Abu Bakr,  'Umar bin Al-Jattâb, ‘Ali bin Abi Tâlib, Az-Zubair bin Al-'Auuâm, Mus‘ab bin ‘Umair, Talha bin ‘Ubaidullah, ‘Abdullah bin Yahsh, Sa‘d bin Ar-Rabi‘ y Anas bin An-Nadr y otros — todos ellos pelearon con tanta ferocidad, y eficiencia que destruyeron la fuerte voluntad de los idólatras, dispersándolos.


 

Dejando a su esposa para ir a combatir:

Uno de los acontecimientos más conmovedores de ese día fue el de Handhala Al-Ghasil. Handhala era el hijo de Abu ‘Amir. Abu ‘Amir era el monje apodado ‘Al-Fasiq’ (El depravado) el mismo que hemos mencionado anteriormente. Handhala, que recién se había casado, dejó el lecho de su esposa para combatir en la causa de Allah  para enaltecer Su Palabra. Salió en el momento que escuchó la convocatoria para participar en la batalla. Cuando enfrentó a los idólatras en el campo de batalla, encaró sus filas hasta que encontró a su líder Abu Sufián Sajr bin Harb y casi lo mata, pero el mártirio estaba destinado para él. Porque en ese momento fue interceptado por Shaddâd bin Al-Asuad quien lo mató.


 

La contribución de los arqueros en la batalla:

Los arqueros que el Mensajero de Allah  había ubicado en la montaña, tenían la responsabilidad de mantenerse en esa ubicación estratégica para favorecer a los musulmanes. Los jinetes de La Meca — liderados por Jâlid bin Al-Ualîd, y ayudados por Abu ‘Amir Al-Fâsiq — habían atacado tres veces el ala izquierda del ejército Musulmán para causarles grandes bajas, y crear desorden y confusión en las filas de los musulmanes. Pero gracias a la destreza y al gran esfuerzo de los arqueros las tres incursiones habían fracasado.[313][1]

Las acciones militares siguieron con gran ferocidad; los musulmanes controlaban todo el desarrollo de los acontecimientos hasta que los idólatras finalmente desistieron y retrocedieron, dejando su orgullo, y dignidad, y abandonado su estandarte sin tener el suficiente coraje para recuperarlo. Parecía como si los tres mil idólatras estuviesen peleando contra treinta mil musulmanes y no setecientos.

Ibn Ishâq dijo: “Allah envió Su ayuda a los musulmanes y cumplió con Su promesa. Persiguieron a los idólatras y estos huyeron a sus campamentos. Sin duda los habían vencido.” En un relato de ‘Abdullah bin Az-Zubair cuenta que su padre dijo: “Por Allah, estaba viendo a los sirvientes de Hind bint ‘Utbah y a sus amigas huyendo, levantando sus vestidos. Nadie estaba ahí para que nos impida capturarlos.”[314][2]

En otra versión de Al-Bara’ bin ‘Azib — registrada en Sahih Al-Bujâri — dijo: “Cuando los combatimos, huyeron, y sus mujeres pudieron ser vistas huyendo hacia las montañas descubriendo sus piernas.”[315][3] Los musulmanes persiguieron a los enemigos matándolos y recolectando el botín. 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El error fatal de los arqueros:

Mientras el pequeño ejército del Islam estaba obteniendo la segunda victoria sobre el ejercito de La Meca — que no era menor en esplendor y gloria que la de Badr — la mayoría de los arqueros, que estaban en sus posiciones sobre la montaña, cometieron un gravísimo error que hizo cambiar el curso total de la situación, y contribuyó a que hubiese una gran pérdida entre los musulmanes.

Hemos mencionado las estrictas órdenes que habían recibido los arqueros para mantener sus posiciones pase lo que pase. A pesar de las estrictas ordenes y de las advertencias de su líder — ‘Abdullah bin Yubair —cuarenta arqueros abandonaron sus posiciones ante la inminente victoria y por el deseo mundano de recolectar el botín.[316][1] Los demás,  nueve de ellos junto a su líder ‘Abdullah, decidieron permanecer donde el Profeta les había ordenado hasta las últimas consecuencias. Consecuentemente, el flanco izquierdo quedó desprotegido.

El hábil estratega Jâlid bin Al-Ualîd vio la excelente oportunidad para atacar la retaguardia de los musulmanes y rodearlos. Luego de exterminar a Ibn Yubair y a su grupo, se lanzaron contra la retaguardia de los musulmanes, y sus jinetes fueron tan efectivos que cambiaron el desarrollo de los acontecimientos. Los  Politeístas volvieron nuevamente para contraatacar a los musulmanes. Una mujer idólatra — llamada ‘Umra bint ‘Alqama Al-Hâriziah — recuperó el estandarte y lo levantó haciéndolo flamear. Los idólatras se reunieron junto al estandarte y convocaron a sus secuaces para rodear a los musulmanes y combatirlos nuevamente.

Los musulmanes, por lo tanto, se vieron atrapados entre dos frentes.

El Mensajero de Allah  estaba con nueve guerreros en la retaguardia [317][2], estimulando a los combatientes musulmanes. Mientras Jâlid y sus hombres los tomaron por sorpresa forzándolos a elegir dos opciones:

1.       Huir para salvar su vida abandonando a su ejército

2.       Accionar poniendo en peligro su vida, reorganizar las filas de los musulmanes nuevamente y trabajar hacia la colina de Uhud donde estaba el ejército rodeado.

El Mensajero de Allah con su inigualable coraje optó por la segunda alternativa. Elevó su voz para llamar a sus Compañeros: “¡Siervos de Allah!” Lo hizo de ese modo a pesar de que su voz iba ser oída por los idólatras antes que la escuchen los musulmanes. Los llamó poniendo su vida en peligro debido a lo delicado de la situación.

Los  idólatras lo reconocieron y llegaron a donde estaba antes de que lleguen los demás musulmanes.

Los musulmanes se dividieron en tres categorías:

El primer grupo eran aquellos que solo les importaron sus vidas y huyeron despavoridos. Abandonaron el campo de batalla sin saber que le había pasado al resto de los musulmanes. Algunos de este grupo llegaron hasta Medina. Otros escalaron las montañas.

El segundo grupo eran aquellos que retornaron al campo de batalla, pero se mezclaron con los idólatras de tal forma que no podían diferenciarse unos de otros. Consecuentemente algunos fueron asesinados por error. Con la autoridad de Al-Bujâri, se registró que ‘Aishah dijo: “Cuando fue el día de la batalla de Uhud, los idólatras fueron vencidos. Satanás luego gritó: ‘Oh siervos de Allah. No descuiden la retaguardia (queriendo decir: el enemigo se aproxima por detrás)’. Entonces aquellos que estaban al frente se dieron vuelta para combatir a los que estaban atrás.”

Hudhaifah se dio cuenta que su padre ‘Al-Iamán’ iba a ser matado erroneamente por los mismos musulmanes. Entonces dijo: “¡Oh siervos de Allah! ¡Tened cuidado! ¡Este es mi padre! ¡Este es mi padre!” ‘Aishah dijo: “Pero lo mataron por error.” Hudhaifah luego dijo: “Que Allah los perdone.” Y ‘Urua dijo: “Por Allah, a partir de ese día Hudhaifah fue bendecido y enriquecido hasta que murió.”[318][3]  Eso fue debido a que los perdonó y rechazó que le paguen una indemnización por la muerte de su padre pero recomendó que se hagan caridades con eso.

Ese grupo de musulmanes sufrió las consecuencias de la gran confusión y el desorden que prevalecía entre ellos. Muchos se perdieron y no sabían para donde ir. En ese momento de desesperación alguien gritó: “¡Muhammad ha muerto!” Estas noticias agregaron más desconcierto y más confusión. La moral se vino al suelo. Algunos dejaron de pelear, y abatidos  bajaron sus armas. Otros pensaron en unirse a ‘Abdullah bin Ubai — el jefe de los hipócritas — buscando su mediación para acordar la protección de Abu Sufián.

Anas bin An-Nadr pasó por donde estaban estas personas desesperadas y asustadas, y les preguntó: “¿Qué están esperando?” Le dijeron: “El Mensajero de Allah ha muerto.” Entonces les dijo: “¿Para que quieren vivir si han matado a Muhammad? Vengan y mueran por la misma causa que el Mensajero de Allah ha muerto.” Luego dijo: “¡Oh Allah! te pido disculpas por lo que esta gente ha hecho;  y reniego de lo que los idólatras han hecho.” Luego se movió hasta que fue encontrado por Sa‘d bin Mu‘adh quien le preguntó: “¿A dónde te diriges, Abu Omar?” Anas respondió: “¡Que hermoso es el aroma del Paraíso! Siento su fragancia aquí en Uhud.” Y siguió combatiendo a los idólatras hasta que fue muerto. Nadie excepto su hermana pudo reconocerlo debido a que su cuerpo estaba cortado por más de ochenta heridas provocadas por espadas, lanzas y flechas. Por sus dedos pudo ser reconocido luego de la batalla.[319][4]

Zâbit bin Ad-Dahdah llamó a su gente diciendo:

“¡Oh  ansâr! , si Muhammad ha muerto, Allah es Eterno y nunca muere. Combatid en defensa de vuestra Fe. Allah os ayudará y os dará la victoria.” Un grupo de ansâr se unió a él y atacaron a los jinetes liderados por Jâlid. Siguieron luchando hasta que él y sus amigos fueron muertos.[320][5]

Un muhâÿir pasó cerca de un ansarí que estaba muy herido. Le dijo: “¡Compañero! ¿Has oído de la muerte de Muhammad?” El ansarí respondió: “Si Muhammad murió, es porque ha completado su Misión. ¡Entonces pelea en defensa de tu religión!”[321][6]

Con aquel ímpetu y coraje, los musulmanes recobraban rápidamente su entusiasmo, volvían a ser sensatos y desistían la idea de salvarse recurriendo al hipócrita ‘Abdullah bin Ubai. Tomaron sus armas y reanudaron la pelea esforzándose en llegar al cuartel general, particularmente después de constatar la mentira sobre la muerte del Profeta . Esta excelente noticia los ayudó a volver a combatir concentrándose en un lugar seguro desde donde pudieron con audacia y ferocidad combatir a los politeístas.

El tercer grupo de los musulmanes estaba compuesto por aquellos que únicamente les importaba el Profeta . Eran notables compañeros, entre ellos estaban Abu Bakr,  'Umar bin Al-Jattâb, ‘Ali bin Abi Tâlib y otros, quienes se esforzaron en proteger al Profeta con mucha devoción.

Este grupo de musulmanes estaban recibiendo severos ataques de los idólatras pero los resistían y combatían, siendo nueve creyentes, alrededor del Mensajero de Allah . Hemos mencionado recientemente que cuando los idólatras empezaron a rodear al Mensajero de Allah solo nueve personas permanecieron junto a él; y cómo llamó al resto de los musulmanes: “¡Venid! Soy el Mensajero de Allah”. Los  idólatras escucharon su voz y volvieron a atacarlo utilizando todas sus fuerzas antes de que cualquiera de sus Compañeros llegue a su rescate.

Un violento encuentro se produjo entre los nueve musulmanes y los idólatras durante el cual se pudieron observar verdaderas proezas de amor al Profeta , sacrificio, coraje y heroísmo.

En Sahih Muslim narró Anas bin Malik que el Mensajero de Allah junto a siete ansâr y a dos Muhâÿirún, estuvieron atrapados cuando los idólatras lo atacaron. El Mensajero de Allah dijo: “Aquel que aleje a estos idólatras, se le recompensará con el Paraíso.” o “Será mi compañero en el Paraíso.” Uno de los ansâr se adelantó y combatió a los idólatras, defendiendo al Profeta , hasta que lo mataron. Luego atacaron nuevamente al Mensajero. El mismo proceso se repitió una y otra vez hasta que los siete ansâr murieron. El Mensajero de Allah dijo a sus dos compatriotas quraishíes: “No hemos sido justos con nuestros Compañeros.”[322][7]

El último de los siete ansâr fue ‘Amara bin Iazid bin As-Sakan, que combatió hasta que sus heridas lo neutralizaron y cayó muerto.[323][8]
 


[324][1]  Sahih Al-Bujâri, 1/426.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El momento más difícil en la vida del Mensajero:

Después de haber caído Ibn Sakan, el Mensajero de Allah permaneció solo con los dos musulmanes quraishíes. En una narración de Abu 'Uzmân —registrada en Bujâri y Muslim— dijo: “En ese momento, no había nadie con el Profeta excepto Talha bin ‘Ubaidullah y Sa‘d bin Abi Uaqqás.[325][1] Ese fue el momento más difícil y peligroso para el Profeta , y era una oportunidad única para los idólatras quienes se aprovecharon concentrándose y esforzándose  para matarlo.

‘Utbah bin Abi Uaqqás le arrojó piedras y una de ellas le dio en la cara. Su colmillo inferior fue lastimado. Su labio inferior fue herido. También fue atacado por ‘Abdullah bin Ihab Az-Zuhri, quien hirió su frente. ‘Abdullah bin Qami’a, quien era un jinete experto, le pegó fuertemente con su espada en su brazo; y esta herida tardó aproximadamente un mes en sanar— a pesar que no fue lo suficiente fuerte como para quebrar sus dos armaduras. También lo golpeó fuertemente en su mejilla. Fue con tanta fuerza que dos aros de su cota de malla penetraron en su  mejilla. “Toma esto de mi parte, Soy Ibn Qami’a.” decía mientras lo atacaba con todas sus fuerzas. El Mensajero de Allah le respondió — mientras que se limpiaba la sangre que manaba de su rostro: “Le pido a Allah que te humille.”[326][2] En Al-Bujâri encontramos que su diente fue roto, su cabeza severamente herida, y mientras se limpiaba la sangre de ella decía: “¿Cómo pueden prosperar aquellos que lastiman la cara de su Profeta y rompen su diente — mientras que él los llama a adorar a Allah?” Acerca de este incidente, Allah , Alabado Sea, reveló el siguiente versículo del Corán:

(No es tuya (Oh Muhammad sino de Allah) la decisión; si se vuelve con Su misericordia hacia ellos o los castiga.) [3:128][327][3]

At-Tabârani narra que el Profeta dijo: “La ira de Allah es inmensa para con aquellos que lastimaron el rostro de Su Mensajero,” pero observó silencio por un momento y luego dijo:

“Oh Allah, perdona a mi pueblo debido a que no tienen conocimiento.”[328][4]

En Sahih Muslim encontramos que el Mensajero de Allah dijo:

“Señor mío, perdona a mi pueblo porque ellos no saben.”[329][5]

En Ash-Shifá — un libro de Al-Qadi Aiad— se registra que el Profeta dijo:

“Oh Allah, guia a mi pueblo porque ellos no saben.”[330][6]

Es cierto que su principal objetivo era matar al Profeta , pero los dos Quraishíes — Sa‘d bin Abi Uaqqás y Talha bin ‘Ubaidullah, quienes combatieron con todo el coraje y toda la bravura — a pesar de que eran sólo dos guerreros— fueron capaces de frenar a los idólatras e impedir que cumplan con su objetivo. Ambos se encontraban entre los mejores arqueros árabes y permanecieron para defender al Mensajero de Allah hasta que el grupo de idólatras fue alejado  de él.

El Mensajero de Allah vació el recipiente donde estaban sus flechas y le dijo a Sa‘d bin Abi Uaqqás: “Lanzales, Sa‘d. Permite que mi padre y mi madre sean entregados en rescate por ti.[331][7]” El Profeta nunca había dicho tal cosa excepto en el caso de Sa‘d — un privilegio otorgado a él debido a su eficiencia.[332][8]

En una  versión de Yâbir — registrada por An-Nasa’i — respecto a la actitud de Talha bin ‘Ubaidullah cuando los idólatras rodearon al Mensajero de Allah — se relata que, cuando habían algunos ansâr junto a él — Yâbir dijo: “Cuando los idólatras llegaron a él, el Mensajero de Allah dijo: ‘¿Quién combatirá para alejarlos?’ Talha dijo: ‘Yo lo haré.” Luego Yâbir mencionó el avance de los ansâr que salieron a combatir y murieron uno detrás del otro en una forma similar a la registrada por Muslim — “Cuando todos los ansâr murieron, Talha procedió a combatir como lo hicieron los otros once hasta que su mano fue herida y sus dedos cortados. Entonces dijo: ‘¡Sed vosotros cortados!’ El  Profeta rdijo: ‘Si hubieses dicho: En el nombre de Allah, los ángeles los hubiesen levantado y hasta la gente lo hubiera visto.” Luego dijo: “Allah alejó a los idólatras.”[333][9] En Al-Iklil — un libro de Al Hâkim — se relata que Talha tenía treinta y nueve o treinta y cinco heridas, y sus dedos se paralizaron.[334][10]

En una versión de Qais bin Abi Hâzim — registrada por Al-Bujâri, dijo: “Ví la mano de Talha paralizada, debido a que protegió al Profeta con ella en la batalla de Uhud.”[335][11]

At-Tirmidhi registró que el Profeta dijo luego acerca de Talha: “Aquel que quiera ver a un mártir caminando por la tierra que se fije en Talha bin ‘Ubaidullah.”[336][12]

Si los Compañeros del  Profeta hubiesen comprendido la delicada situación se hubieran apresurado a volver al lugar para impedir que le hagan daño. Desafortunadamente, llegaron luego de que el Mensajero de Allah había sido herido y seis de los ansâr asesinados, el séptimo estaba muy delicado como consecuencia de las heridas y desesperadamente defendía al Profeta . Sin embargo tan pronto como llegaron rodearon al Mensajero con sus cuerpos y sus armas. El primero que llegó a brindar su ayuda fue su compañero, el que estuvo con él en la cueva, Abu Bakr As-Siddiq.

En una versión de ‘Aishah registrada en el Sahih de Ibn Hibbán, narró de que Abu Bakr había dicho:

“Cuando el Profeta había sido abandonado el Día de Uhud, fui el primero en regresar y verlo. Ante él ví a un hombre que estaba peleando para protegerlo del enemigo y me pareció que era Talha. En el camino, me encontré con Abu ‘Ubaidah bin Al-Yarrâh, que se movía con agilidad como si fuera un pájaro. Ambos nos acercamos a atender al Profeta de sus heridas. Ahí encontramos a Talha que había sido herido gravemente junto al Mensajero de Allah . El Profeta dijo: ‘Ved a vuestro hermano. Sus acciones lo hacen merecedor de una morada en el Paraíso.’ Noté como dos aros de la cota de malla habían penetrado en su mejilla. Entonces traté de sacárselas; pero Abu ‘Ubaidah me dijo: ‘Por Allah, Oh Abu Bakr — te lo ruego, permítemelo a mi.’ Temiendo lastimar al Profeta empezó a sacárselas suavemente y con cuidado utilizando su boca. Consecuentemente su diente frontal se partió. Luego traté de sacarle el segundo pero Abu ‘Ubaidah me dijo que lo deje a él: ‘Oh, Abu Bakr, te pido en nombre de Allah que me permitas hacerlo a mi.’ Sacó el segundo anillo muy suavemente con su boca — hasta que salió. El Mensajero de Allah dijo: ‘Mirad a vuestro hermano. Ha probado ser merecedor de morar en el Paraíso.’ Nos acercamos para atender a Talha y encontramos diez heridas de espada en su cuerpo.[337][13].”

En ese momento tan delicado un grupo de musulmanes se reunieron para proteger al Profeta formando un escudo. Algunos de ellos eran Abu Duÿana, Mus‘ab bin ‘Umair, ‘Ali bin Abi Tâlib, Sahl bin Hanif, Malik bin — Sinán el padre de Abu Sa‘id Al-Judri, Umm‘Amara, Nusaiba bint Ka‘b Al-Mazinia, Qatada bin An-Nu‘m'an,  'Umar bin Al-Jattâb, Hatib bin Abi Balta‘a y Abu Talha.

El número de los idólatras se incrementaba constantemente; y sus ataques se intensificaban con severidad. La presión se había incrementado a tal punto que el Mensajero de Allah cayó en un pozo que había cavado Abu ‘Amir Al-Fâsiq para ser usado como trampa. ‘Ali lo ayudó a salir. Talha bin ‘Ubaidullah también lo ayudó hasta que pudo ponerse de pie. Nafi’ bin Yubair dijo: Escuché a un Emigrante decir: “He presenciado en el día de Uhud como llovían las flechas desde todas las direcciones intentando matar al Profeta . Ninguna de ellas dio en el blanco. ‘Abdullah, bin Shihâb Az-Zuhri dijo: ‘¡Guienme hacia Muhammad! Por Allah, si no lo mato no quiero seguir con vida.’ Aunque el Mensajero de Allah estaba cerca de él,  no lo vio. Safuán, un politeísta, lo reprochó por no cumplir con sus palabras, pero ‘Abdullah juro que no lo había visto y agregó que podía ser inmune a los atentados contra su vida. También agregó que cuatro de ellos intentaron matarlo pero sin ningún resultado.[338][14]

Los musulmanes demostraron sacrificio y valor sin límites. Abu Talha — por ejemplo — cubría con su cuerpo al Mensajero de Allah para protegerlo de las flechas del enemigo. Anas relató que en el día de Uhud cuando la gente se dispersó y se alejó del Profeta , Abu Talhah, que era un excelente arquero, quebró dos o tres arcos por la forma como los extendía para lanzar las flechas. Cuando un hombre pasaba cerca con sus flechas, el Profeta le decía: “¡Dadle las flechas a Abu Talhah!” Y cuando el Profeta veía como los paganos le lanzaban flechas, Abu Talhah le decía: “Sacrificaría a mis padres por tu seguridad. No te asomes para que no te alcance una flecha. Prefiero morir a verte lastimado.”[339][15]

Abu Duÿana se posicionó para proteger al Mensajero de Allah de las flechas que le lanzaban de atrás. Hatib bin Balta’a persiguió a ‘Utbah bin Abi Uaqqás — quien le había roto el  diente al Profeta - y lo mató. Sa‘d bin Abi Uaqqás, a pesar de ser capaz, no pudo matar a su hermano Utbah, sin embargo  Hatib si pudo.

Sahl bin Hanif — un gran arquero — quien había prometido morir en la causa de Allah , también tuvo un papel importante durante las hostilidades del día de Uhud.

El Mensajero de Allah también lanzó flechas. En una versión de Qatâdah bin An-Nu‘mán en la cual dice que el Mensajero de Allah lanzó tantas flechas que los dos extremos de su arco cedieron. Entonces Qatâdah bin An-Nu'mán lo tomó para él. En ese día su ojo fue tan lastimado que se le salió de lugar; pero el  Mensajero de Allah se lo puso en su lugar con su mano y pasó a ser el mejor de los dos ojos.

En ese día ‘Abdur Rahmân   bin 'Auf peleó hasta que le lastimaron severamente la boca. Tuvo más de veinte heridas, algunas en su pierna.

Malik bin Sinán, el padre de  Abi Sa‘id Al-Judri limpió la sangre de las mejillas del Profeta con su boca. El Profeta le dijo: “Escúpela!”. Pero  Malik dijo: “Por Allah, jamás la escupiré”. Luego siguió combatiendo. El  Profetar dijo: “Aquel que quiera ver a un habitante del Paraíso que mire a ese.” Tan pronto como volvió al campo de batalla murió como mártir.

Umm ‘Amarah también participó en la batalla. Se enfrentó a Ibn Qami’a en combate, y recibió un golpe en su brazo, pero ella también lo golpeó con su espada reiteradas veces, pero él sobrevivió debido a que llevaba dos cotas de malla. Ella, sin embargo, siguió peleando hasta tener doce heridas.

Mus‘ab bin ‘Umair, combatió con intensidad y bravura defendiendo al Profeta de los ataques de Ibn Qami’a y sus secuaces. Llevaba el estandarte con su mano derecha. Durante la pelea se la cortaron y utilizó la izquierda para llevar el estandarte hasta que también se la cortaron, entonces se arrodilló para levantarlo  junto a su pecho. Ibn Qami’a lo mató pensando que era el Mensajero de Allah debido a su parecido. Entonces Ibn Qami’a gritó anunciando que Muhammad había muerto. [340][16]

Tan pronto como Ibn Qami’a lo dijo, los seguidores de Muhammad se desconcertaron, y su moral se redujo drásticamente. Consecuentemente la confusión y el desorden prevalecieron entre ellos. Mientras los rumores jugaban en contra de los musulmanes, esto redujo los esfuerzos de los Politeístas que pensaban que habían cumplido con su objetivo y empezaron a mutilar los cadáveres.

Cuando mataron a Mus‘ab, el Mensajero de Allah entregó el estandarte a ‘Ali bin Abi Tâlib. ‘Ali junto a otros Compañeros, siguieron combatiendo con coraje, heroísmo y esforzándose tanto en los ataques como en la defensa.

Luego el Mensajero de Allah se dirigió a su ejército. Ka‘b bin Malik, que fue el primero que lo reconoció y vio que el Profetar se aproximaba, gritó tanto como pudo diciendo: “¡Oh musulmanes, alegraos! El Mensajero de Allah está aquí.” Pero el Mensajero de Allah le señaló que permanezca en silencio para que los idólatras no se enteren. Cuando escucharon el grito, cerca de treinta Compañeros se reunieron en torno al Profeta . Con este número de sus Compañeros, el Mensajero de Allah comenzó a planear una retirada a las colinas cercanas.

Las hostilidades del enemigo crecieron tratando de impedir la retirada de los musulmanes. Pero, gracias al heroico comportamiento de los leones del Islam, su intento no dio resultado.

‘Uzmán bin ‘Abdullah bin Al-Mugirah — uno de los jinetes enemigos — se dirigió hacia el Mensajero de Allah mientras decía: “Lo mato o moriré en el intento.” pero su yegua tropezó pisando un agujero. Entonces Al-Hâriz bin As-Simma lo atacó y le hirió su pierna, para luego matarlo y regresar junto al Mensajero de Allah .

Durante este combate, un deseo de dormir sobrevino a los musulmanes — siendo esto sosiego y tranquilidad proveniente de Allah para ayudar a Sus siervos musulmanes como hace referencia el Corán sobre el asunto. Abu Talhah dijo: “Fui uno de los que tuvo ganas de dormir en el Día de Uhud. En ese día mi espada se cayó de mi mano reiteradas veces. Una y otra vez se me caía y una y otra vez la levantaba.”[341][17]

En una retirada con gran coraje y hombría, los musulmanes finalmente pudieron refugiarse en lo alto de la montaña de Uhud. Luego, el resto del ejército logró alcanzar esa segura posición. De esta manera el genio militar de Muhammad  superó al de Jâlid bin Al-Ualîd.

Ibn Ishâq relató lo siguiente: “Cuando el Mensajero de Allah ascendía la colina, fue seguido por Ubai bin Jalaf quien le decía: ‘¿Dónde está Muhammad? Lo mato o moriré en el intento.’ Los Compañeros de Muhammad dijeron: ‘Oh Mensajero de Allah, permite que uno de nosotros lo combata’ Pero el Mensajero de Allah dijo: ‘¡Dejadlo!’ Entonces cuando se acercó, el Mensajero de Allah tomó la lanza de Al-Hâriz bin As-Simma. La sacudió de una forma tan violenta que hizo que el enemigo se disperse en todas direcciones. Luego lo encaró, observó su cuello y notó una abertura que se mostraba la parte superior de la armadura, y lo hirió en ese lugar. El efecto del golpe fue tan duro que lo hizo caer de su caballo y rodar por el suelo. Cuando volvió a Quraish, encontraron que solo tenía un corte en su cuello. Y cuando la sangre empezó a manar dijo: ‘Por Allah, Muhammad me ha matado.’ Cuando lo escucharon decir eso, le dijeron: ‘Por Allah le temes a la muerte. Juro que estas poseído por un demonio.’ Respondió: ‘Me ha dicho cuando estaba en la La Meca: ‘Te mataré.’ Por Allah, si me hubiese escupido me hubiera matado.’ Eventualmente el enemigo de Allah murió en un lugar llamado Sarif, cuando lo estaban llevando de regreso a La Meca.”[342][18] En una versión de Abul-Asuad narró que ‘Urwa dijo: Se quejaba y decía: “Por Aquel en Cuyas Manos está mi vida, si el dolor que estoy sufriendo ahora es distribuido entre los habitantes de Al-Hiÿâz, los haría morir a todos.”[343][19]

Durante la retirada del Mensajero de Allah hacia la colina de la montaña, una gran roca bloqueó su camino. El Profeta trató de pasar por encima pero debido a su pesada armadura y a sus heridas no lo pudo hacer. Talha se sentó en posición para que el Profeta se parara sobre su espalda. Luego se levantó sobre ella. El Profeta luego dijo: “Talha, después de lo que hizo es merecedor del Paraíso.”[344][20]

Cuando el Mensajero de Allah se estableció en su cuartel general de la colina, los  idólatras comenzaron su último ataque contra los musulmanes. Ibn Ishâq relató: “Mientras el Profeta estaba escalando rumbo a la colina, un grupo de la elite Quraishita ascendió la montaña. Eran liderados por Jâlid bin Al-Ualîd y Abu Sufián. Entonces el Mensajero de Allah imploró a su Señor diciendo: ‘Oh Allah, los idólatras no deberían estar por encima de nosotros’. Seguidamente  'Umar bin Al-Jattâb y algunos de los Muhâÿirún combatieron a los idólatras hasta que los hicieron descender de la montaña.[345][21]

En  Al-Magâzi — un libro de Al-Umaui — se relata que los idólatras subieron la montaña. Entonces el Mensajero de Allah le dijo a Sa‘d: “Hazlos bajar.” “¿Cómo los voy a repeler yo solo?” Pero el Mensajero de Allah repitió la frase tres veces. Sa‘d lanzó una flecha y mató a uno. Dijo: “Luego tomé otra y maté con ella a otro. Luego tomé una tercera y maté a otro. Por lo tanto bajaron de la montaña. Me dije a mi mismo, ‘este debe ser un arco bendito.’ Y lo guardé.” Por eso lo mantuvo hasta su muerte y luego pasó a sus hijos.[346][22] 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Mutilación de los Mártires:

Este fue el último ataque por parte de los idólatras contra el Profeta . Estando casi seguros de su muerte, los idólatras regresaron a su campamento y empezaron los preparativos para volver a La Meca. Algunos de ellos junto a sus mujeres mutilaron los cadáveres de los musulmanes. Las mujeres y los hombres cortaron las orejas, narices y genitales de los mártires. Hasta llegaron a cortar sus estómagos. Hind bin ‘Utbah — por ejemplo — extrajo el hígado de Hamzah y lo masticó, para luego escupirlo. Ella con las orejas y narices de los musulmanes confeccionó aros y collares.[347][1]

Dos incidentes transcurrieron durante las últimas horas del combate. Los cuales demuestran  que dispuestos al sacrificio en la causa de Allah  estaban los musulmanes:

  1.  Ka‘b bin Malik dijo: “Fui uno de aquellos musulmanes que pelearon en Uhud y presenciaron el acto de barbarie realizado por los Politeístas respecto a la mutilación de los cadáveres, pero pasé de largo debido a que no pude soportarlo. Luego ví a un fuerte idólatra pasar cerca de los musulmanes y decir: “Reunidlos de la misma forma que se juntan los corderos para el sacrificio.” También ví a un musulmán armado esperándolo. Me acerqué y los comparé, encontrando al idólatra mejor armado que al otro. Los ví que se enfrentaron en combate y el musulmán lo partió en dos con su espada cortándole la cadera. Cuando el musulmán descubrió su cara, dijo: “¿Qué te pareció eso, Ka‘b? Soy Abu Duÿana.”[348][2]

  2.  Algunas mujeres musulmanas fueron al campo de batalla cuando finalizó el combate. Anas dijo: ví a ‘Aishah bint Abu Bakr con Umm Sulaim. Sus vestidos se levantaron un poco y pude ver sus tobillos. Se encargaron de darle de beber a la gente.[349][3]  'Umar dijo: “Umm Salit solía acarrear el agua para nosotros en el día de Uhud.”[350][4]

Cuando Umm Aiman vio a los derrotados combatientes entrar en Medina, empezó a arrojarles tierra en sus rostros diciéndoles: “Aquí hay espadas, tómenlas y vuelvan a pelear.” Luego corrió hacia el campo de batalla y acarreó agua para los heridos. Hibbán bin Al-‘Arqa le arrojó una flecha, ella  cayó y su vestido se levantó. Viendo eso, el enemigo de Allah se empezó a reir. Este acontecimiento fue presenciado por  el Mensajero de Allah , entonces le alcanzó a Sa‘d bin Abi Uaqqás una flecha y le dijo “Arrójasela”. Sa‘d se la lanzó y dio en su garganta. Cayó y partes de su cuerpo quedaron al descubierto. Entonces el Mensajero de Allah rió a tal punto que pudieron verse sus dientes. Sa‘d la vengó y Allah respondió a su súplica.[351][5]

Tan pronto como el Mensajero de Allah llegó al lugar, ‘Ali bin Abu Tâlib salió en busca de agua que sacó de Al-Mihras, que era una roca con forma de estanque lleno de agua. ‘Ali llevó de esa agua al Mensajero de Allah para que beba. Este, encontrándole un feo aroma, no bebió, pero sí la usó para limpiar su rostro de la sangre y ponerla en su cabeza diciendo: La ira de Allah es enorme para aquellos que manchan de sangre el rostro de Su Mensajero.[352][6]

Sahl dijo: “Por Allah, yo sé quien limpió las heridas del Mensajero de Allah y con qué se las trataron: Su hija Fátima las limpió, y ‘Ali vació el agua del recipiente. Cuando Fátima se dio cuenta que el agua incrementaba la hemorragia, tomó un paño que quemó un poco y lo colocó sobre la herida y de esa manera la hemorragia cesó.”[353][7]

Muhammad bin Maslamah le brindó agua fresca para que pueda beber. El Profeta bebió y le suplicó a Allah que le provea con cosas buenas.[354][8] Debido a las heridas en su cuerpo, el Mensajero de Allah dirigió a sus seguidores sentado durante la oración y también así lo hicieron los musulmanes.[355][9]

Cuando los preparativos de los idólatras para partir llegaron a su fin, Abu Sufián subió la montaña y gritó: “¿Está Muhammad entre vosotros?” pero no le respondieron. Luego preguntó: “¿Está Ibn Abi Quhâfah (Abu Bakr) entre vosotros?”, pero tampoco le respondieron. Preguntó nuevamente: “¿Está   'Umar bin Al-Jattâb entre vosotros?”, tampoco le respondieron; el Profeta les prohibió contestarle. Solo preguntó por estos tres. Esto era debido a que él y su gente sabían que el llamado del Islam dependía mucho de estas tres personas. Abu Sufián luego dijo: “Os hemos aliviado de estos tres.”  'Umar no pudo evitar contestarle lo siguiente: “¡Oh enemigo de Allah!, aquellos que has mencionado, están vivos. Allah ha mantenido lo que tu odias.” Abu Sufián dijo: “La mutilación de vuestros cadáveres es algo que yo no ordené, pero tampoco me molesta.” Luego gritó: “¡Hubal (un ídolo), es sublime!” El Profeta dijo: “¿Por qué no le contestan?” “¿Qué le debemos responder?” le preguntaron. “Digan: Allah es lo más Sublime y Alabado, y el más Poderoso.”

Dijo: “Al-‘Uzza (otro  ídolo) es nuestro pero vosotros no tenéis honor.” El Profetar dijo: “¿Por qué no le contestan?”. “¿Qué le debemos responder?” le preguntaron. Dijo: “Digan: Allah es nuestro Protector, pero vosotros no tenéis ningún protector.”

Abu Sufián dijo: “Hoy hemos vengado el Día de Badr. Este día por aquel. La guerra tiene sus éxitos alternados.”  'Umar le respondió: “No. No es lo mismo. Nuestros caídos están en el Paraíso; mientras que los vuestros están en el Fuego.”

Luego Abu Sufián dijo: “¡Acércate ’Umar!”. El Mensajero de Allah dijo: “Ve a ver lo que quiere.” Entonces fue. Abu Sufián le preguntó: “Te pido en el Nombre de Allah que me digas la verdad: ¿Hemos matado a Muhammad?”  'Umar dijo: “Por Allah que no, y ahora está escuchando tus palabras.” Dijo: “Para mí, tú eres más confiable y verídico que Ibn Qami’a.”[356][10]

Ibn Ishâq dijo: cuando Abu Sufián y aquellos que estaban con él se estaban marchando, dijo: “Nos enfrentaremos en Badr el próximo año.” El  Mensajero de Allah le dijo a uno de sus hombres: “Di: ‘Si, es una cita para ambos grupos.’”[357][11]

Más tarde, el Mensajero de Allah mandó a ‘Ali bin Abi Tâlib para que los siga. Le dijo: “Persíguelos y fíjate en lo que van a montar. Si se bajan de sus caballos y montan sus camellos, significa que se marchan hacia La Meca; pero si montan los caballos y desmontan sus camellos, significa que se dirigen a Medina. Por Aquel en Cuyas Manos mi vida está, si atacan Medina los combatiré.” ‘Ali dijo: “Fui y ví que montaban sus camellos y desmontaban sus caballos. Se dirigían hacia La Meca.”[358][12]

Después de la partida de los Quraishíes, la gente fue a ver a los heridos y a identificar los cadáveres. Zaid bin Zâbit dijo: “El Mensajero de Allah me mandó a buscar a Sa‘d bin Ar-Rabî’ y me dijo: “Cuando lo veas, dile: ‘La paz sea con tigo.’ Y dile ‘el Mensajero de Allah pregunta: ¿Cómo estás?” Zaid dijo: “Lo empecé a buscar entre los muertos hasta que lo encontré agonizando — tenía setenta marcas y heridas de espadas, lanzas y flechas en su cuerpo. Entonces le dije: “Oh Sa‘d, el Mensajero de Allah te manda saludos y te desea la paz, ¿cómo te encuentras?” Sa‘d dijo: “Y que la paz sea con el Mensajero de Allah . Infórmale que siento el aroma del Paraíso. Y dile a los ansâr que no tendrán excusa ante Allah si el Mensajero de Allah es asesinado mientras los ojos de ellos parpadean”. Luego murió.[359][13]

Pasaron cerca de Al-Usairim — ‘Amr bin Zâbit, a quien le dijeron que abrace el Islam pero no había aceptado. Lo vieron entre los heridos y estaba muy cercano a la muerte. Cuando partimos estaba muy firme en no aceptar el Islam como su religión”.  Le preguntaron: “¿Qué te hizo venir aquí? ¿Fue tu orgullo en defender a tu gente o por inclinación hacia el Islam?” Dijo: “Es por inclinación hacia el Islam. Creo en Allah y en Su Mensajero. He combatido del lado del Mensajero de Allah hasta alcanzar este estado,” y luego murió inmediatamente. Le informaron al Mensajero de Allah acerca de él. Cuando se lo contaron, dijo: “Es uno de los moradores del Paraíso, aunque no haya realizado ninguna oración”.[360][14]

Quzmán, que fue hallado entre los heridos, peleó heroicamente y mató siete u ocho idólatras. Estaba debilitado a causa de las heridas y lo llevaron a las habitaciones de Bani Zufr. Los musulmanes lo albriciaron con el Paraíso. Pero dijo: “Por Allah he peleado para defender el honor de mi gente. Sino no hubiese peleado.” Cuando su dolor aumentó se suicidó. El Mensajero de Allah dijo al respecto: “pertenece a los moradores del Fuego.”[361][15] Este es el final de los que combaten por una causa nacional, racial o con otra intención distinta a la de enaltecer la Palabra de Allah , aunque hubiesen peleado bajo la bandera del Islam o en el ejército del Mensajero de Allah  o de sus Compañeros.

Contrario a Quzmán, había un judío perteneciente a Bani Za‘labah entre los muertos. Le había dicho a su gente: “¡Oh judíos! Por Allah, vosotros sabéis que es nuestro deber ayudar a Muhammad.” Le dijeron: “Hoy es sábado.” Les dijo: “No hay sábado para vosotros.” Tomó su espada y sus elementos de combate y dijo: “Si muero todos mis bienes pasarán a disposición de Muhammad”. A la mañana siguiente combatió hasta que lo mataron. El  Mensajero de Allah dijo sobre él: “Muÿairiq es el mejor judío.”[362][16] 


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Entierro de los mártires:

El Mensajero de Allah supervisó el entierro de los mártires y dijo: “Doy testimonio que aquel que es herido en la causa de Allah, Allah lo hará resucitar con su herida sangrando con aroma a almizcle.”[363][1]

Algunos de los Compañeros llevaron a sus hombres muertos a Medina, pero el Mensajero de Allah les ordenó que los entierren en el mismo lugar donde habían muerto. Ordenó que no se los lave y que se los entierre luego de sacarles sus armaduras y ropas de cuero. Los enterraron de a dos o de a tres en un mismo pozo y hasta dos hombres con una misma tela, mientras el Profeta preguntaba: “¿Quién sabía más del Corán?” y al que más sabía lo enterraba primero. Y decía: “Seré testigo de ellos en el Día del Juicio.” Enterró a ‘Abdullah bin ‘Amr bin Haram y a ‘Amr bin Al-Yamuh en el mismo pozo debido a que eran muy amigos.[364][2]

Dejaron el cadáver de Handhalah, y lo encontraron cerca de un lugar con el agua chorreando de su cuerpo. El Mensajero de Allah le dijo a sus Compañeros que los ángeles lo estaban lavando y les dijo: “Pregúntenle a su esposa”. Le preguntaron y ella les dijo que se encontraba en estado de impureza (por haber mantenido relaciones maritales). Por eso Handhalah fue llamado ‘Ghasîl Al-Mala’ikah’ (lavado por los ángeles).[365][3]

Cuando el Mensajero de Allah vio a su tío y hermano de leche, Hamzah, mutilado, se entristeció mucho. Cuando su tía Safiah vino a ver a su hermano Hamzah, el Mensajero de Allah le ordenó a su hijo Az-Zubair que la persuada de no verlo. Ella se negó y dijo: “¿Por qué debo irme? He sido informada que lo han mutilado. Pero esto fue en la causa de Allah, y lo que pase en Su causa nos satisface. Yo digo: Allah es Suficiente y seré paciente si Allah quiere.” Se acercó, lo miro y suplicó a Allah  por él y dijo: “Ciertamente pertenecemos a Allah y a Él retornaremos.” Y le pidió a Allah que lo perdone. Luego el Mensajero de Allah ordenó que sea sepultado con ‘Abdullah bin Yahsh — que era su sobrino y hermano de leche.

Ibn Mas'ûd dijo: Nunca vimos al Mensajero de Allah llorar tanto como lo hizo por Hamzah bin ‘Abdul Muttalib. Lo dirigió hacia Al-Qiblah, luego se paró cerca de su tumba y lloró mucho.[366][4]

El estado de los mártires era espantoso y estremecedor. Describiendo el funeral de Hamzah, Jabbâb dijo: “No encontramos para amortajarlo algo lo suficientemente largo como para cubrirlo totalmente excepto una prenda blanca. Cuando cubrían su cabeza con ella no alcanzaba para cubrirle los pies. Finalmente le cubrieron la cabeza con ella y pusieron una planta llamada ‘Al-Idhjir’ para cubrir sus pies.”[367][5]

El Imam Ahmad reportó que, cuando fue el día de Uhud y en el momento que los idólatras retornaban (hacia La Meca), el Mensajero de Allah dijo:

“Formad filas como para orar, para que agradezca y alabe a mi Señor, el Grandioso y Poderosísimo.”

Entonces formaron filas detrás de él. Luego dijo:

“Oh Allah a Ti pertenecen todas las alabanzas, nadie puede impedir lo que Tú permites y nadie puede permitir lo que Tú impides. Nadie puede guiar a quien Tú desvías ni desviar a quien Tú guías. Nadie puede dar lo que Tú retienes ni retener lo que das. Nadie puede acercar lo que alejas ni alejar lo que acercas. Oh Allah, inúndanos con Tus bendiciones, Tu misericordia, Tus bondades y Tu sustento.”

“Oh Allah, te ruego que me otorgues el permanente bienestar que no cambia ni perece. Oh Allah, a Ti solamente te pedimos la ayuda en los momentos difíciles y la seguridad en el día del miedo. Oh Allah, en Ti solamente buscamos refugio de los males que designas. Oh Allah, haznos amar la fe y embellécela ante nuestros corazones. Haz que nos disguste la incredulidad, la desobediencia y la maldad. Y haz que estemos entre los bien guiados. Oh Allah, permítenos vivir como musulmanes y morir como musulmanes; y permítenos estar junto a los piadosos y no con los desagradecidos y desviados. Oh Allah, que Tu enemistad recaiga en los incrédulos, aquellos que desmintieron a Tu Mensajero y desvían a la gente de Tu camino. Oh Allah, permite que Tu ira, censura y enemistad recaigan en los incrédulos y en aquellos que recibieron el libro. Oh Allah, dueño de la Verdad.”[368][6]

Después de enterrar a todos los mártires, y de haber alabado y suplicado a Allah , el Mensajero de Allah regresó a Medina.

En su retorno, admirables ejemplos de amor y devoción surgieron de  las mujeres creyentes, de ningún modo menores en grandeza a los heroicos actos de los guerreros.

Hamnah bint Yahsh se encontró con el Mensajero de Allah cuando este regresaba, y el Profeta le anunció la muerte de su hermano — ‘Abdullah bin Yahsh —. Ella dijo: “Ciertamente pertenecemos a Allah y a Él retornaremos. Le pido a Allah el perdón.” Luego le anunció la muerte de su tío materno Hamzah bin ‘Abdul Muttalib. Ella dijo: “Ciertamente pertenecemos a Allah y a Él retornaremos. Le pido a Allah el perdón.” Pero cuando le anunció la muerte de su marido Mus‘ab bin ‘Umair, gritó y se apenó mucho. Viéndola hacer eso, el Mensajero de Allah dijo: “El marido de la mujer es lo más querido para ella.”[369][7]

También pasó cerca de una mujer perteneciente a Bani Dinâr cuyo marido, padre y hermano fueron asesinados en Uhud. Cuando le informaron de las muertes, ella dijo: “¿Cómo está el Mensajero de Allah?” Le respondieron: “Bien, gracias a Allah; está bien como es tu deseo.” Ella dijo: “Permítanme que lo vea.” Se lo señalaron. Y cuando lo vio dijo: “Todas las desgracias son insignificantes mientras estés a salvo.”[370][8]

Umm Sa‘d bin Mu‘adh salió corriendo a ver al Profeta . En ese momento su hijo sostenía las riendas de su yegua. Viendo a su madre, dijo al Profeta : “Oh Mensajero de Allah, ella es mi madre.” El Profeta dijo: “Ella es bienvenida”; y se detuvo y esperó a que se acerque. Cuando se acercó la consoló por la muerte de su hijo ‘Amr bin Mu‘adh. Pero ella dijo: “Mientras te vea a salvo todas mis penas son olvidadas.” El Mensajero de Allah suplicó a Allah por los familiares de aquellos que murieron en Uhud y dijo: “¡Alégrate! Umm Sa‘d y albriciales a tus parientes que todos los que murieron combatiendo son Compañeros en el Paraíso y van a poder interceder por sus familiares.” Ella le respondió: “Oh Mensajero de Allah, estamos complacidos. ¿Quién podría llorar luego de esta noticia tan reconfortante?” luego dijo: “Oh Mensajero de Allah, ruega a Allah por aquellos que quedaron” Él dijo: “¡Oh Allah borra las penas de sus corazones! Dales consuelo por sus desgracias. Compensa a aquellos que quedaron, con bienestar y seguridad.”[371][9]

Por la tarde del día Sábado, el séptimo del mes de Shauuâl, del año 3 d.H. el Mensajero retornó a Medina. Al llegar a su casa, le entregó la espada a su hija Fátima y le dijo: “Oh hija mía, lava la sangre de esta espada. Por Allah, me ha sido de gran utilidad.” ‘Ali bin Abi Tâlib también le dio su espada y le dijo: “Y lava la sangre de esta. Por Allah, me ha sido de gran utilidad.” Luego el Mensajero de Allah  dijo: “Sahl bin Hanif y Abu Duÿana han sido tan valientes como lo has sido tú en el combate.”[372][10]

La mayoría de los relatos confirman que setenta fueron los muertos de los musulmanes, sesenta y cinco eran ansâr ; cuarenta y uno pertenecían a Jazraÿ y veinticuatro a Aus. Estos, además de un judío y cuatro Muhâÿirún.

De los Politeístas veintidós fueron muertos, aunque algunas versiones nos hablan de treinta y siete; Allah sabe más.[373][11]

El sábado del día ocho del mes de Shauuâl, y luego de haber retornado de Uhud, los musulmanes pasaron la noche en vela — a pesar de estar agotados y muy exhaustos. Estaban alertas y pasaron la noche protegiendo los alrededores de Medina. También estaban ocupados custodiando a su líder, el Mensajero de Allah , por temor a un ataque sorpresa.


 


La incursión de Hamra’ Al-Asad:

El Mensajero de Allah  pasó la noche considerando la situación. Temía que los idólatras pudiesen pensar, mientras regresaban a La Meca, en volver y atacar Medina luego de que notasen que no se habían beneficiado mucho de esa victoria. Es por eso que el Mensajero de Allah decidió salir a perseguir al ejército pagano de La Meca.

El Profeta convocó a la gente para que combatan a los enemigos del Islam. Esto lo hizo en la mañana del domingo, al día siguiente de Uhud. Dijo: “Nadie vendrá con nosotros a pelear excepto aquellos que participaron en Uhud.” ‘Abdullah bin Ubai dijo: “Iré con vosotros.” “No”, dijo el Profeta .

Aunque los musulmanes estaban sufriendo muchísimo por las heridas respondieron positivamente a su llamado. Yâbir bin ‘Abdullah le pidió al Profeta que le permita acompañarlos, dado que deseaba estar junto a él en todas las batallas y le fue concedido su pedido. No había participado en Uhud debido a que su padre le pidió que permanezca en Medina para cuidar a sus hermanas.

Los musulmanes marcharon hasta que llegaron a un lugar llamado Hamra’ Al-Asad, donde acamparon, a ocho millas de Medina. En ese lugar Ma‘bad bin Abi Ma‘bad fue a ver al Mensajero de Allah y abrazó el Islam. Algunos dijeron que seguía siendo idólatra; simplemente quería aconsejar al Mensajero debido a un acuerdo que había entre Juza‘ah (su tribu) y Bani Hâshim. Dijo: “Oh Muhammad! Por Allah, estamos muy apenados por lo que te sucedió a ti y a tus Compañeros. Esperamos que no vuelva a ocurrir.” Entonces, el Mensajero de Allah le sugirió que hable con Abu Sufián y lo persuada para que abandone sus propósitos.

La preocupación del Mensajero de un posible retorno, de los idólatras, probó ser cierta. Dado que los idólatras, ni bien desmontaron y acamparon en Ar-Rauha’, un lugar a treinta y seis millas de Medina, comenzaron a reprocharse unos a  otros sobre lo ocurrido. Un grupo le decía al otro: “No hicieron nada. Les partimos sus rostros pero los abandonamos. Quedaron entre ellos gentes distinguidas que probablemente convocarán a los suyos para que nos combatan nuevamente. Regresemos y aniquilemos sus tropas.”

Fue una opinión apresurada de estos mediocres que no supieron interpretar el poder y la moral de ambos bandos, por eso un eminente líder de Quraish, Safuán bin Umaiah, intentó disuadir a su gente de semejante proceder, diciendo: “¡Oh gente. No hagáis tal cosa! Porque temo que reúnan a la gente que no participó en Uhud. Regresad a vuestras casas como vencedores. No estoy seguro de las consecuencias de un nuevo enfrentamiento.” A pesar de este sólido argumento, la mayoría de los Politeístas determinaron embarcarse en el riesgoso proyecto.

Ma‘bad bin Abu Ma‘bad llegó a su encuentro y exagerando el peligro al cual se enfrentarían, para que abandonen la idea de combatir, dijo: “Muhammad ha salido para enfrentarse a vosotros con un numeroso ejército, nunca ví algo similar con anterioridad. Reunió a los que no participaron en Uhud. Quieren vengarse por lo que les pasó y sus corazones están llenos de odio y resentimiento.” Abu Sufián dijo: “¡Guay de ti! ¿Qué es lo que sugieres?” Dijo: “Por Allah, veo que no me creeréis hasta que lo veáis vosotros mismos y veáis las cabezas de sus caballos; o hasta que la vanguardia aparezca detrás de esa colina.”

Abu Sufián dijo: “Por Allah, hemos estado de acuerdo en pisotear a los musulmanes y a su ejército.” Pero Ma‘bad nuevamente trató de impedírselos con una dura advertencia.

Al tomar conciencia de estas noticias, el terror y el pánico se apoderó de ellos. Y decidieron regresar a La Meca. Sin embargo, como alternativa, comenzaron una  propaganda agresiva para disuadir a los musulmanes de continuar la persecución. Una caravana perteneciente a ‘Abd Qais se dirigía rumbo a Medina. Abu Sufián, para que tenga éxito su propaganda, le pidió que comuniquen a Muhammad un mensaje el cual decía que los mequíes habían reunido sus tropas para aniquilar al Mensajero y a sus Compañeros, por este favor Abu Sufián les prometió a los de la caravana darles pasas de uva en la feria de ‘Ukaz el siguiente año.

La gente de la caravana le dio el recado al Mensajero de Allah en Hamra’ Al-Asad, pero no tuvo efecto, por el contrario, las palabras de Abu Sufián aumentaron la fe de los creyentes. Allah  dijo:

(y dicen: ‘Allah (solamente) nos es suficiente, y es el mejor que dispone de nuestros asuntos. Entonces retornaron con las Gracias y Bondades de Allah. Ningún daño les alcanzó y siguieron lo que le complace a Allah. Y Allah es el Dueño del favor inmenso.) [3:173,174]

Después del arribo de la caravana el día domingo, el Mensajero de Allah permaneció en Hamra’ Al-Asad durante tres días — lunes, martes y miércoles— 9 a 11 de Shauuâl, del año 3 d.H. y luego regresó a Medina.

Un espía mequí, llamado Mu‘auiah bin Al-Mugîrah bin Abi Al-‘As, fue sentenciado a muerte. Este espía era el abuelo de ‘Abdul Malik bin Maruán del lado materno. Cuando los idólatras retornaban de Uhud, Mu‘auiah fue a ver a su primo paterno 'Uzmân bin 'Affân  . 'Uzmân le dio protección —después de pedirle permiso al Profeta — con la condición de que si era atrapado luego de tres días sería ejecutado. Y no cumplió; porque cuando el ejército musulmán dejó Medina, permaneció ahí más de tres día durante los cuales espiaba para Quraish. Solamente después de que el ejército retornó, Mu‘auiah se fue de Medina. El Mensajero de Allah le ordenó a Zaid bin Hârizah y a ‘Ammâr bin Iâsir que lo ejecuten. Y así lo hicieron.[374][1]

Sin duda que la invasión de Hamra’ Al-Asad no fue una incursión aislada, sino una continuación de Uhud.

Así fue la batalla de Uhud con todos sus detalles. Los sabios y los investigadores discuten si fue una derrota o no. Sin duda la superioridad militar en la segunda etapa de la batalla estuvo a favor de los Politeístas quienes con éxito retomaron la ofensiva para causarles grandes bajas a los musulmanes. Una parte de los creyentes fue claramente derrotada pero nunca se podría considerar como una victoria completa de los paganos.

El ejército mequense falló al no ocupar el campo de los musulmanes. La gran mayoría del ejército Medinense, a pesar del caos y de la confusión, no escapó, por el contrario demostraron coraje y una heroica resistencia. Se las arreglaron para reunirse alrededor de su cuartel general y combatir nuevamente con bravura y hombría. No permitieron que los Mequíes los persigan. Ni hubo prisioneros musulmanes ni tomaron botín. Los enemigos del Islam fueron demasiado cobardes en la tercera etapa de la contienda a pesar de ser más numerosos y se apresuraron en evacuar el  campo de batalla aún antes de que lo hagan los musulmanes. Medina misma, la capital de los musulmanes, estaba expuesta y era vulnerable pero los Politeístas no se animaron a invadirla para saquear sus riquezas.

Estos detalles, de hecho, están de acuerdo con nuestros argumentos de que lo sucedido el día de Uhud fue solo una oportunidad  que tuvieron los Mequíes para infligirles grandes bajas a los musulmanes, pero fallando en cumplir con su objetivo de aniquilar al ejército musulmán cuando lo rodearon. Después de todo no es inusual que los vencedores sufran esa clase de contratiempos y pérdidas, pero estas, bajo ninguna circunstancia, deben considerarse como una victoria para el enemigo.

El incidente de Hamra’ Al-Asad es interesante porque es curioso ver como un ejército “victorioso” se escapa por miedo a ser vencido por un grupo de musulmanes agotados que los perseguía.

La batalla de Uhud se debe juzgar como una más dentro del proceso de acciones militares entre dos grupos de los cuales cada uno se adjudicaba su legítima porción de éxitos y fracasos.

Al respecto Allah dice:

(No flaqueéis en perseguir a esa gente. Si os resulta doloroso, también lo es para ellos, pero vosotros esperáis de Allah lo que ellos no esperan.) [4:104]

El versículo explícitamente identifica ambas actitudes respecto a las pérdidas y a las dificultades. Ambos bandos concluyeron la guerra y volvieron sin ser victoriosos ni vencidos. 


 


 

 

Las observaciones del Noble Corán sobre la batalla de Uhud:

Algunas Aleyas del Corán fueron reveladas para arrojar luz sobre las etapas más decisivas de la batalla, aclarando las causas que llevaron a las numerosas bajas, e ilustrando las áreas vulnerables que aún persistían en las almas de  algunos creyentes respecto a sus obligaciones y actitudes hacia los nobles objetivos de la Comunidad Musulmana.

El Noble Corán también menciona a los que pretendían tener fe sin tenerla y esclareció el odio de ellos hacia Allah  y Su Mensajero. Las Palabras de Allah contribuían a borrar ambigüedades e insinuaciones de los hipócritas y sus aliados judíos — los autores de las conspiraciones e intrigas — y que trataban de influenciar a algún musulmán débil de corazón.

Sesenta Aleyas correspondientes a la batalla fueron reveladas, dando total explicación de la primera fase de la batalla:

(Y (recuerda) cuando a primera hora de la mañana te ausentaste de tu familia para asignar a los creyentes sus puestos de combate (en Uhud).) [3:121]

Y para finalizar en un extensivo comentario sobre sus resultados y moraleja:

(Allah no os dejará a los creyentes tal y como estáis, hasta que no distinga al malo del bueno. Allah no os va a revelar los secretos del oculto (Gaib), sin embargo Allah elige entre Sus Mensajeros a quien quiere. Así pues creed en Allah y en Su Mensajero. Y si creéis y sois temerosos, tendréis una inmensa recompensa.) [3:179]


Lecciones Morales:

bn Al-Qaiim ha enumerado los beneficios y enseñanzas de la batalla. Algunos sabios, según narró Ibn Haÿar, dijeron: El revés que sufrieron los musulmanes en Uhud fue como consecuencia de la negligencia de los arqueros a las órdenes explícitas proporcionadas por el Profeta , y de haber abandonado la posición que debían mantener hasta el final. En otras palabras, el éxito de los musulmanes depende de la obediencia al Profeta . Mientras cumplan con sus órdenes, Allah  los ayudará para enfrentar cualquier dificultad. Pero cuando dejan de lado sus órdenes para perseguir alguna riqueza mundana, se arrepentirán. Otro punto relevante de gran significado es que los Profetas son probados con distintas clases de adversidades; sin embargo el final es favorable para ellos. Si los musulmanes fuesen  victoriosos todo el tiempo muchos simuladores de la fe entrarían en el Islam, y consecuentemente la línea que divide a los verdaderos creyentes de los hipócritas no podría divisarse. Pero si los musulmanes fueran vencidos siempre, el objetivo final de los Profetas no se cumpliría. Es sabio que se combinen ambos resultados, el éxito y el fracaso, para poder diferenciar a los verdaderos musulmanes de los hipócritas.

En el resultado de la batalla de Uhud, los hipócritas descubrieron su real intención tanto con las palabras como con los actos, consecuentemente los musulmanes se percataron de la existencia de estos malvados elementos que trabajaban secretamente en su propia tierra; y por supuesto que se tomarían las debidas precauciones para los próximos acontecimientos.

Un tercer punto en este contexto es para darle una pausa a la victoria, en algunos casos para probar el orgullo y para educar a los creyentes con la paciencia y la perseverancia en los momentos adversos. Las adversidades y las pruebas provienen de Allah para que los verdaderos creyentes puedan merecer sus moradas en la otra vida. El Martirio, el más elevado rango que los verdaderos amigos de Allah pudieran obtener, es provisto por Allah como pasaporte que conduce al Paraíso. En resumen, el esfuerzo en la causa de Allah es una oportunidad de oro para los verdaderos creyentes que quieran  borrar sus pecados, y para los incrédulos y enemigos de Allah significa la destrucción y aniquilación como recompensa de su incredulidad, tiranía e injusticias.[375][1]  


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La incursión a Bani Al Mustaliq (Muraisi), en Sha’bán del año 6 d.H

 

Aunque militarmente no tuvo gran importancia, esta incursión tuvo algunos acontecimientos que produjeron turbulencias dentro del estado Islámico debido al comportamiento vergonzoso de los hipócritas.

 

También se consolidó la nobleza, dignidad y pureza de la comunidad Islámica.

 

Las noticias de que el jefe de Bani Al Mustaliq, Al Hâriz bin Dinâr, había movilizado a sus hombres junto a algunos árabes para atacar Medina, llegaron al Profeta  el segundo  día del mes de Sha’bán. Buraida bin Al Hasib Al Aslami fue inmediatamente enviado para verificar esa información. Habló con Abi Dirâr quien confirmó su intención de combatir. Más tarde enviaría una persona para investigar las posiciones de los musulmanes pero esta fue capturada. El Profeta reunió a sus hombres y les ordenó que se preparen para la guerra. Antes de que partan, Zaid Bin Hârizah quedó a cargo de los asuntos de Medina. Cuando los enemigos se enteran que los musulmanes salieron a su encuentro, los incrédulos se aterrorizan y los árabes idólatras que los acompañaban empezaron a huir para salvar sus vidas.

 

Abu Bakr estuvo a cargo del estandarte de los Muhâÿirún, y Sa'd bin ‘Ubada estuvo a cargo del de los ansâr .

 

Los dos ejércitos pararon en un valle llamado Muraisi. Se lanzaron flechas por un momento y luego los musulmanes se precipitaron hacia el enemigo enfrentándolos y venciéndolos. Solo un musulmán fue muerto por error por uno de los ansâr . Entre las cautivas estaba Shuwairiah la hija de Al Hâriz, el jefe de los incrédulos. El Profeta se casó con ella y en términos compensatorios los musulmanes liberaron cien prisioneros del enemigo que habían abrazado el Islam y fueron llamados los parientes políticos del Profeta. [1]

 

La traición de los hipócritas antes de la incursión a Bani Al Mustaliq

 

‘Abdullah bin Ubai, un perverso hipócrita, estaba lleno de rencor contra el Islam y los musulmanes porque creía que el Profeta había usurpado su liderazgo sobre las tribus de Al Aus y Al Jazraÿ, los dos clanes que aceptaron el Mensaje de Muhammad y su autoridad sobre ellos.

 

El rencor de ‘Abdullah había aparecido antes de que finja ser musulmán. Después de la batalla de Badr pretendió ser musulmán pero en lo más profundo de su corazón permaneció siendo un terrible enemigo de Allah, de Su Mensajero y de todos los creyentes. Su único objetivo era sembrar la discordia entre los miembros de la comunidad musulmana, y de dañar la causa de la nueva religión celestial. Su vergonzosa conducta pudo ser vista en todas las circunstancias pero se manifestó en forma evidente cuando intentó crear confusión y desorden entre las filas musulmanas en la batalla de Uhud. Su hipocresía alcanzaba grandes dimensiones cuando solía pararse antes de que el Profeta empiece con el sermón del día viernes y decía en tono burlón: "Acá tenemos al Mensajero de Allah, a quien Allah honró, pues tienen que ayudarlo, obedecerlo y escucharlo", luego de decir esto se sentaba.

 

Hizo lo mismo un viernes después de la batalla de Uhud. Fue tan rudo y presumido que sus palabras demostraban claramente su profundo rencor, a tal punto que una persona de los musulmanes lo tomó de su ropa y lo hizo callar. Entonces se marchó diciendo palabras agraviantes e insolentes. Uno de los ansâr se lo cruzó en la puerta de la Mezquita y le pidió que vuelva y pida perdón al Mensajero de Allah , pero se negó, alegando que jamás lo haría. [1]

También mantenía contactos clandestinos con Bani Nadîr que era una tribu judía, prometiéndoles total apoyo si se unían a él,. Las palabras de Allah respecto a su deshonrosa y malvada actitud durante la Batalla de la Fosa confirmaron su accionar hipócrita:

 

(Y cuando los hipócritas y aquellos que tenían enfermos sus corazones dijeron: Lo que Allah y Su Mensajero han prometido es un engaño.) [33:12]

 

El versículo continúa en el mismo contexto describiendo al hipócrita como cobarde y perdedor. Es mentiroso y no es de confiar. Es traicionero, desleal y malvado. Es miserable y tacaño. Es todo lo opuesto a un creyente.

 

(No creen que los Aliados se hayan marchado. Y si vinieran de nuevo ellos desearían estar en el desierto con los beduinos, preguntando las noticias sobre vosotros. Y en caso de estar entre vosotros combatirían lo mínimo.) [33:20]

Todos los enemigos del Islam: Judíos, hipócritas y politeístas sabían que el poderío del Islam era supremo, no por una superioridad material gracias a una numerosa tropa o a mejor equipamiento bélico sino debido a los nobles valores, refinada ética y elevada moral que prevalecía en la comunidad musulmana. Los enemigos del Islam eran concientes de la luz que emanaba del Profeta , quien era siempre un excelente ejemplo para que los hombres sigan.

 

Los enemigos del Islam, teniendo en cuenta los resultados de las batallas que tuvieron durante cinco años llegaron a la conclusión que para exterminar al Islam no era conveniente enfrentarlo en el campo de batalla sino que había que utilizar otros métodos.

 

Ellos, al ser especialistas en la confabulación, decidieron llevar a cabo una propaganda de difamación hacia la persona del Profeta basándose en las tradiciones y costumbres de los árabes. Después de la batalla de los Aliados el Profeta se casó con Zainab bint Yahsh luego de que ella se divorciara de Zaid bin Hâriza, el "hijo adoptivo" del Mensajero de Allah .

 

Aprovecharon este acontecimiento para desprestigiar al Profetar dado que en Arabia estaba mal visto casarse con la que fuese esposa de un hijo adoptivo. Dijeron que su matrimonio era un grave pecado. También basaron su maliciosa propaganda alegando que ella era su quinta esposa y así sobrepasaba el permiso que daba el Corán a un máximo de cuatro, diciendo que la validez de ese casamiento era dudosa según ellos.

 

Estos rumores mal intencionados tuvieron efecto en la moral de algunos musulmanes de corazón débil hasta que llegó un versículo esclarecedor donde absolvía al Profeta e invalidaba todas las enfermas acusaciones:

 

(Oh Profeta teme a Allah, y no obedezcas a los incrédulos y a los hipócritas. Ciertamente Allah es el más Conocedor y el más Sabio.) [33:1]


 


 

El rol que jugaron los hipócritas en el curso de los acontecimientos de la incursión de Bani Al Mustaliq:

 

Durante esta incursión los hipócritas casi logran sembrar la discordia entre los musulmanes, sumada a la seria y mal intencionada calumnia hacia el Profeta  mismo. En resumen, sus actitudes fueron denunciadas con las Palabras de Allah:

 

(Si hubieran salido con vosotros, no hubieran hecho sino añadir confusión, se hubieran precipitado en difundir rumores entre vosotros buscando la discordia....) [9:47]

 

Una discusión casi surge entre los Muhâÿirún y los ansâr debido a los ardides y maquinaciones de los hipócritas, pero el Profeta les exhortó a que no se comporten como en la época pagana. Los hipócritas encabezados por ‘Abdullah bin Ubai estaban furiosos por el desafío que los musulmanes mostraron hacia sus maléficos planes e intrigas a puertas cerradas, y juró que: “los más honorables echarían a los flojos de Medina”.

 

Y agregó: "Los musulmanes nos han sobrepasado en número y comparten con nosotros nuestras tierras; si hacéis engordar a vuestro perro este os devorará". Cuando le contaron al Profeta lo que habían dicho,  'Umar le solicitó permiso para matar a Ibn Ubai. El Profetar se negó porque no era propio de un Profeta ser acusado de matar a su gente. En cambio, tomando un curso inesperado. le pidió a  'Umar que anuncie la partida. Marchó junto a sus hombres durante dos días hasta que el sol les quemaba demasiado. Entonces pararon y descansaron, un inteligente procedimiento para distraer la atención de su gente por el incidente anterior. El hijo de ‘Abdullah se enteró de las injustas palabras de su padre y, cuando regresaron a Medina, sacó su espada y le impidió a su padre entrar a la ciudad a no ser que diga que él mismo es el más bajo y que el Profeta es el más honorable de ellos. También se reportó que el hijo estaba dispuesto a matar a su padre si el Profeta se lo pedía.


 

La difamación:

 

Este hecho lamentable tuvo lugar cuando el Profeta  retornó de la expedición contra Bani Al Mustaliq. El ejército islámico se detuvo por la noche en un lugar cerca de Medina. En esta expedición, el Profeta fue acompañado por su noble y distinguida esposa Aishah. Ella se alejó a una distancia prudente para hacer sus necesidades y cuando regresó descubrió que se le había perdido un collar y regresó a buscarlo, no porque era muy valioso sino debido a que pertenecía a una amiga que se lo había prestado. Cuando volvió, para su asombro y pena, todos se habían marchado con el camello que la llevaba, pensaron que ella estaba en la litera dado que era delgada y muy liviana. En su soledad comenzó a llorar hasta que se quedó dormida. Un hombre de los Muhâÿirún llamado Safuán bin Mu'attal que se había quedado detrás del ejercito, la reconoció dado que la conocía de la época que no era obligatorio cubrirse con el velo, y la llevó en su camello hacia Medina sin dirigirle la palabra y caminando detrás del animal. Los hipócritas de Medina liderados por ‘Abdullah bin Ubai Bin Salul aprovecharon este incidente para difamar con maldad y perversidad a Aishah (acusándola de adulterio) y desafortunadamente algunos musulmanes también se involucraron en propagar la falsa acusación.

 

Al llegar a Medina, el Profeta le  pidió consejos a sus compañeros respecto a divorciarse o no de ella obteniendo diferentes opiniones al respecto. El incidente casi termina en una pelea entre los clanes de Aus y Jazraÿ, pero el Profeta intervino para silenciar a ambos bandos y evitar un enfrentamiento. Aishah, ignorando lo que sucedía, se enfermó y estuvo en cama aproximadamente un mes. Cuando se recuperó, se enteró de la calumnia y pidió permiso para ir a ver a sus padres buscando información fidedigna. Lloró y permaneció con ellos dos días. El Profeta la visitó y luego de declarar la unicidad absoluta de Allah le dijo: "Si eres inocente, Allah te hará salir airosa,  pero de lo contrario debes pedir Su perdón." Luego paró de llorar y le pidió a sus padres que hablen por ella, pero no tenían nada que decir, entonces ella tomó la iniciativa y dijo: "Si te digo que soy inocente y Allah sabe que lo soy, no me creerías; pero si tengo que admitir algo que no hice, y Allah sabe de mi inocencia, me creerías; no me queda más que decir las palabras del padre del Profeta Yusuf:

 

(Para mi la paciencia es lo más adecuado y en Allah es en Quien hay que solicitar ayuda contra lo que contáis.) [12:18]

Luego se recostó para descansar un poco. Entonces descendió la Revelación para desmentir las falsas acusaciones fabricadas para perjudicarla. Entonces ella alabo y agradeció a Allah alegrándose.

 

Las Palabras de Allah al respecto son las siguientes:

 

(En verdad aquellos que vinieron con esa calumnia son un grupo de vosotros.) [24:11]

Los principales responsables de propagar la falsa acusación, Mistah bin Azaza, Hassân bin Zâbit  y Hamnah bint Yahsh fueron azotados con ochenta latigazos.

 

Respecto al hombre que lideró la falsa acusación, ‘Abdullah bin Ubai Bin Salul, no fue azotado, debido a que el castigo exime ser castigado por el mismo en el Día del Juicio y no merecía ese privilegio o por algún interés público por el cual no fue matado con anterioridad.

 

Fue duramente criticado y humillado por su gente luego de que su intención fuese expuesta abiertamente al público.[1]

Casi un mes más tarde el Profeta tuvo una conversación con  'Umar bin Al Jattâb donde decía:

 

"No ves ’Umar, si lo hubiese matado, un gran número de notables lo hubiesen defendido. Pero ahora si les pido que lo maten lo harían sin ninguna objeción".  'Umar le respondió: "Juro por Allah que el juicio del Profeta es superior al mío". [2]


 


 

 

Delegaciones y expediciones posteriores a la incursión de Al Muraisi

 

Un estudio profundo de los acontecimientos demuestra el desánimo que se apoderó de los enemigos del Islam quienes comprendieron que no estaban en posición de impedir la propagación del Islam o de perjudicar sus actividades. Este estado llegó a su punto límite con el Tratado de Al Hudaibíah cuando los dos bandos en cuestión, creyentes e incrédulos, firmaron un acuerdo en el cual se comprometían a una tregua que notablemente beneficiaba al creciente poderío del Islam, y registró sin ninguna duda las bases para el establecimiento del Islam en Arabia.


 

El Tratado de Al Hudaibíah

(Año sexto de la Hégira)

 

Arabia empezó a presenciar un giro favorable hacia el Islam, precursor de las grandiosas conquistas y éxitos del Llamado Islámico que comenzaban a surgir en el horizonte geográfico, y a los verdaderos creyentes recuperando su indiscutido derecho de adoración en el sagrado santuario.

 

Fue  durante el sexto año de la Hégira que el Profeta  soñó que entraba a la Mezquita Sagrada de La Meca con seguridad junto a sus seguidores, y realizaban los ritos de la 'Umrah (Peregrinación menor) con sus cabezas rasuradas. Ni bien informó a sus compañeros de su sueño, empezaron sus corazones a latir con mucha alegría debido a que percibían la concreción de un deseado anhelo: peregrinar después de un exilio de seis años.

 

El Profeta , montó su camello y marchó hacia La Meca a la cabeza de mil cuatrocientos musulmanes incluida su esposa Umm Salamah. Algunos beduinos de fe débil pusieron excusas para regresar. No llevaban armas excepto sus espadas envainadas debido a que no tenían intención de combatir. Ibn Umm Maktûm quedó a cargo de los asuntos de Medina durante la ausencia del Mensajero de Allah . Cuando se aproximaron a La Meca, en un lugar llamado Dhil Hulaifa, el Profeta ordenó que enguirnalden a los animales de sacrificio y que asuman el Ihrâm, la vestimenta para realizar los ritos de la peregrinación.  Luego envió a una persona para que recoja información del enemigo. Este hombre regresó para informar que una gran cantidad de esclavos, junto a un gran ejército estaban reunidos para enfrentarlo y la ruta hacia La Meca estaba completamente bloqueada. El Profeta consultó a sus compañeros, quienes opinaron que los deberían enfrentar si estos les impedían el acceso a La Meca para efectuar la peregrinación (menor).

Los Quraishíes por su parte se reunieron para deliberar sobre la situación decidiendo resistir al Profeta . Doscientos jinetes liderados por Jâlid Bin Al Ualîd fueron enviados para tomar a los musulmanes por sorpresa mientras rezaban la oración del mediodía. Sin embargo, las reglas del rezo del temor fueron reveladas y Jâlid y sus hombres perdieron la oportunidad. Luego, los musulmanes evitaron tomar el camino bloqueado, eligiendo otro más rocoso. Entonces Jâlid regresó para informarle a Quraish lo que había sucedido.

 

Cuando los musulmanes alcanzaron un lugar llamado Zaníat Al Marar, el camello del Profeta tropezó y se arrodilló sin querer continuar. Luego él lo espoleó y el camello saltó de un brinco reasumiendo la marcha hasta llegar al punto extremo de Al Hudaibía donde había un valle con escasa agua y es en ese lugar donde levantaron sus tiendas. Los musulmanes estaban sedientos y se lo informaron al Profeta , quien tomó una flecha y la colocó en la vertiente. El agua empezó a brotar y los musulmanes bebieron hasta quedar satisfechos.

 

Fueron a ver al Profeta , Budail bin Uarqa Al Juza'i acompañado de algunas personalidades de la tribu de Juza'a para preguntarle al Mensajero de Allah el motivo de su llegada.

 

El Profeta les dijo que no venía para combatirlos sino para realizar al 'Umrah (peregrinación menor) en el Santuario Sagrado y que si Quraish abrazaba el Islam como ya lo habían hecho otras personas serán bienvenidos pero si se interponían en su camino los combatirá con todos sus hombres hasta que la orden de Allah sea cumplida.

 

Esta delegación le llevó el mensaje a Quraish, quien le envió a otro hombre llamado Mikraz bin Hafs. Cuando el Profeta lo vio dijo que era un traidor. Se le dio el mismo mensaje para que se lo comunique a su gente. Después le enviaron a otro delegado llamado Al Hulais bin 'Alqama quien se impresionó mucho al ver el espíritu de devoción que los musulmanes sentían por la Ka´ba Sagrada. Y cuando regresó a su gente les advirtió sobre impedir a Muhammad y sus compañeros el visitar y honrar la casa de Allah, debido a que si lo hacían ponían en riesgo la alianza que él tenía con ellos. Luego fue 'Urua bin Mas'ud Az Zaqafi para negociar con Muhammad . En el curso de la discusión le dijo al Profeta : "Muhammad, has reunido a la gente para combatir a tus parientes y destruirlos. Por Allah pienso que esta gente te abandonará mañana." En ese momento Abu Bakr se levanto y expreso rudamente su desacuerdo con lo que había dicho. Al Mugîra bin Shu'bah manifestó lo mismo que Abu Bakr y el enviado de Quraish se quejo indignado.

Mientras Urua permanecio con los musulmanes notó el gran amor y el profundo respeto que estos sentían  por Muhammad . Cuando regresó le comentó a los Quraishíes que los musulmanes no abandonarían a Muhammad bajo ninguna circunstancia. Dijo: "Estuve con Cosroes, el César y el Negus en sus respectivos reinos, pero jamás presencié a un rey entre su gente como Muhammad entre los suyos. Si realiza la ablución, no permiten que el agua llegue hasta el piso; si les habla, ellos bajan sus voces. No creo que lo abandonen por nada del mundo. Ahora quiere proponeros un acuerdo razonable, así que haced lo que os parezca".

 

Viendo que sus jefes se inclinaban hacia la reconciliación, algunos jóvenes inexperientes de Quraish  acordaron hacer algo para entorpecer las posibilidades de una tregua pacífica. Deciden infiltrarse en el campamento de los musulmanes para provocar una guerra. Muhammad bin Maslamah, jefe de la guardia de los musulmanes, los tomó prisioneros pero el Profeta teniendo en cuenta los objetivos que estaban más allá de cualquier inconveniente los libera. Al respecto Allah dice:

 

(Y Él es Quien hizo que sus manos se alejaran de vosotros y las vuestras de ellos en la hondonada de La Meca, después de haberos dado la victoria sobre ellos.) [48:24]

 

El tiempo pasaba y las negociaciones continuaban sin llegar a ningún acuerdo. El Profeta solicitó a  'Umar que se reúna con los nobles de Quraish para representarlo. Pero  'Umar se excusó diciendo que había entre Quraish y él una gran enemistad y que no habían familiares de él que lo puedan auxiliar ante cualquier peligro. Y sugirió a 'Uzmán bin 'Affán quien pertenecía a una de las familias más poderosas de La Meca para que lo represente.

 

Entonces, 'Uzmán bin 'Affán fue a entrevistarse con Abu Sufián y los demás jefes para decirles que los musulmanes solamente querían realizar una visita a la Casa Sagrada, para rendirle homenaje, rezar en ella y no para combatirlos.

 

También se le pidió a 'Uzmán que los invite a que abracen el Islam, les dé las buenas nuevas a los creyentes que permanecían en la La Meca, hombres y mujeres, que la conquista se aproximaba y que el Islam iba a predominar debido a que Allah establecería Su religión en la Sagrada ciudad de La Meca.

 

'Uzmán les aseguró que una vez finalizado los ritos partirían pacíficamente. Pero los Quraishíes se mostraron inflexibles y no quisieron darles el permiso de visitar la Ka'ba . Sin embargo a 'Uzmán sí le dieron permiso, para que él solo realice los ritos de la peregrinación menor, pero este se negó diciendo: "¿Cómo es posible que yo lo pueda hacer mientras que al Profeta se le prohíbe?"

 

Los musulmanes esperaban con ansiedad el arribo de 'Uzmán, junto con un sentimiento de miedo y esperanza. Pero su regreso se vio demorado y sospecharon que Quraish planeaba algo. La voz se corrió de que ‘Uzmán había sido asesinado. Los musulmanes estaban muy preocupados y le juraron al Profeta que sacrificarían sus vidas para vengar la muerte de su compañero y que permanecerían junto al Mensajero de Allah pase lo que pase.

 

Este juramento se conoce con el nombre de Bai'at ar Riduán (el juramento de fidelidad y complacencia). Los primeros hombres que lo tomaron fueron Abu Sinán Al Asadi y Salamah bin Al Akua' quienes dieron una solemne promesa de morir por la causa de la Verdad, haciendo este juramento tres veces, en frente del ejército, en el medio y en la retaguardia.

 

El Profeta tomó su mano izquierda con su derecha haciéndolo (el juramento) en nombre de 'Uzmán. Este juramento fue dado debajo de un árbol, con  'Umar sosteniendo la mano del Profeta y Ma'qil bin Iassâr sosteniendo una rama del árbol. El Noble Corán se refiere a este acontecimiento con las siguientes palabras:

 

(Ciertamente Allah se ha complacido con los creyentes cuando te juraron fidelidad bajo el árbol.) [48:18]

 

Cuando los Quraishíes vieron la firme determinación que los musulmanes tenían en derramar hasta la última gota de su sangre en defensa de su fe, entraron en razón y asumieron que los seguidores de Muhammad no se intimidarían con esas tácticas. Luego de idas y venidas intercambiando mensajes, acordaron concluir un compromiso de paz y reconciliación con los musulmanes. Las cláusulas del tratado eran las siguientes:

 

1.                  Los musulmanes regresarán esta vez a sus hogares pero podrían volver el próximo año y permanecer en La Meca solamente tres días.

 

2.                  No vendrían armados excepto con sus espadas envainadas y guardadas en sus equipajes.

3.                  Las actividades bélicas se suspenderían por diez años, en los cuales ambos bandos vivirán en paz sin combatirse mutuamente.

 

4.                  Si alguien de Quraish quería unirse a Muhammad sin el consentimiento de Quraish, tendría que ser devuelto a Quraish; pero si cualquier seguidor de Muhammad quisiera retornar a Quraish podría hacerlo sin ser devuelto.

 

5.                  Quienquiera hacer un convenio con Muhammad o unírsele tendrá la libertad de hacerlo, del mismo modo quien quiera hacerlo con Quraish también lo podrá hacer.

 

Algunas disputas surgieron respecto al preámbulo del acuerdo. Por ejemplo, cuando el tratado iba a ser puesto por escrito y ‘Ali bin Abi Tâlib actuaba como escriba, empezó escribiendo: En el Nombre de Allah el más Misericordioso el más Compasivo, pero el representante de los incrédulos de La Meca, Suhail Bin 'Amr, no aceptó, declarando que no conocía al Misericordioso e insistió para que se comience con  la fórmula acostumbrada: En Tu Nombre, Oh Señor. Los musulmanes se quejaron pero el Profeta estuvo de acuerdo. Luego continuó dictando: "Esto es lo que Muhammad, el Mensajero de Allah, acuerda con Suhail Bin Amr". Pero Suhail tampoco estuvo de acuerdo, y dijo: “Si pensáramos que eres el Mensajero de Allah no te hubiéramos  prohibido ingresar a La Meca y no te hubiésemos combatido”. Le solicitó que se escriba en cambio su nombre y el de su padre. Los musulmanes nuevamente se opusieron a este cambio. Pero el Profeta accedió debido a que estaba en juego los intereses del Islam, sin darle mucha importancia a este detalle, borrando él mismo el lugar donde estaba escrito luego que se lo indicaron y dictando: "Muhammad el hijo de ‘Abdullah". Al poco tiempo de concluir con el acuerdo, Juza'a un viejo clan aliado de Banu Hâshim se unió a las filas del Mensajero de Allah y Banu Bakr se unió a Quraish.

 

Durante este período de tiempo, mientras el tratado estaba siendo escrito, Abu Yandal, el hijo de Suhail que había entrado en el Islam apareció en escena. Fue brutalmente amarrado y lo privaron de alimentos. El Profeta y sus compañeros se conmovieron y trataron de rescatarlo, pero intervino Suhail y dijo: "Espero que cumplas con lo que acordamos." El Profeta le dijo: "Pero este acuerdo no estaba todavía firmado cuando tu hijo entró al campamento."  Pero al respecto dijo que los términos del acuerdo estaban decididos. Era una situación delicada. Por un lado, estaba Abu Yandal lamentándose y gritando: "¿Es justo que me regresen con los politeístas para que me perjudiquen en mi religión, Oh musulmanes?" Pero por el otro lado el cumplimiento del compromiso era muy necesario y estaba por encima de todas las circunstancias. El corazón del Profeta estaba conmovido pero debía honrar sus palabras. Consoló a Abu Yandal diciéndole que sea paciente y que se resigne al destino de Allah y que Allah les iba a proveer a él y a sus compañeros una salida a sus problemas. Dado que habían concluido una tregua de paz con ellos y lo habían hecho invocando el Nombre de Allah. Y que no estaban en condiciones de faltar a su palabra.

 

 'Umar bin Al Jattâb no se pudo contener y con indignación manifestó su dolor y le pidió a Abu Yandal que mate a Suhail, pero el hijo se apiadó de su padre. Y en silencio se resignó, volviendo encadenado.

 

Cuando el tratado se había concluido, el Profeta ordenó a sus compañeros que sacrifiquen los animales que habían llevado, pero ellos estaban muy angustiados para hacerlo. El Profeta dio las mismas instrucciones tres veces pero no obtuvo respuesta. Le comentó a su esposa Umm Salamah la actitud de sus compañeros. Ella le aconsejó que él mismo tome la iniciativa, que sacrifique su animal y se rasure la cabeza. Cuando lo vieron los musulmanes comenzaron a hacer lo mismo. El Profeta rogó tres veces por aquellos que se raparon y una vez por los que se recortaron el cabello. Un camello fue sacrificado en nombre de siete hombres y una vaca por la misma cantidad de gente. El Profeta sacrificó un camello que había pertenecido a Abu Yahl y que los musulmanes habían obtenido como botín en la batalla de Badr. Durante el tratado de Al Hudaibíah, el Profeta le permitió a Ka'b Bin 'Uÿrah, quien estaba en estado de ihrâm para realizar la 'Umrah que se rape su cabeza (antes del tiempo estipulado) debido a su enfermedad, con la condición de que pague una compensación sacrificando una oveja, ayunando por tres días o alimentando a seis personas necesitadas.

 

Al respecto de esto fueron revelados las siguientes aleyas:

 

(Y quien de vosotros esté enfermo o tenga alguna molestia en su cabeza (viéndose forzado a rasurarse antes de tiempo) deberá compensarlo por medio de ayuno (tres días), limosna (alimentando a seis pobres) u ofreciendo un sacrificio.) [2:196]

 

Mientras tanto, algunas mujeres creyentes emigraron a Medina pidiéndole al Profetar asilo el cual se les otorgó. Cuando sus familiares reclamaron que ellas regresen, el Profeta no lo autorizó porque las siguientes aleyas fueron reveladas:

 

(Oh creyentes, cuando vengan a vosotros las mujeres creyentes como emigrantes, comprobad su situación, Allah conoce la Fe de ellas. De manera que si verificáis que son creyentes no las devolváis a los incrédulos. Ellas no son lícitas (como esposas) para los incrédulos. Ni ellos lo son para ellas. Dadles a ellos (los incrédulos) lo que entregaron (como dote). Y no hay ningún pecado en que vosotros (creyentes) os caséis con ellas, siempre que les entreguéis la dote. Y no mantengáis a las incrédulas como esposas...) [60:10]

 

La razón por la cual las mujeres creyentes no fueron devueltas fue debido a que ellas no estaban incluidas en la cláusula del convenio el cual solo mencionaba a los hombres, o porque el Corán abrogaba cualquier término que trate el tema de las mujeres con el versículo:

 

(Oh Profeta, cuando las mujeres creyentes vengan a ti para jurarte fidelidad en los términos de no asociar nada a Allah, no robar, no cometer adulterio, no matar a sus hijos, no inventar ninguna falsedad sobre su situación y no desobedecerte en nada de lo reconocido como bueno, acéptales el juramento.) [60:12]

 

Ese es el versículo que prohíbe a la mujer musulmana casarse con un incrédulo. Del mismo modo los hombres musulmanes fueron obligados a divorciarse de las mujeres incrédulas. De acuerdo a estas ordenes,  'Umar bin Al Jattâb se divorció de dos mujeres que había desposado antes de abrazar el Islam.

 

El impacto Socio-Político del Tratado de Al Hudaibíah

 

Una sucesión de eventos confirmó la profunda sabiduría y los excelentes resultados que se desprenden de este tratado de paz el cual Allah llamó "una victoria manifiesta".

 

Quraish reconocio la existencia de los musulmanes en el escenario político de Arabia y comienzo a tratar con los creyentes en iguales términos. Quraish a la luz de las cláusulas del acuerdo, había indirectamente renunciado a su liderazgo religioso, admitiendo que la única gente que le interesaba eran ellos mismos y desentendiéndose de cualquier clase de intervención en el futuro religioso de la Península Arábiga. Los musulmanes no tenían en mente apoderarse de las propiedades de la gente o de matarlos en luchas sangrientas, ni jamás pensaron en propagar el Islam utilizando métodos coercitivos, de lo contrario su único objetivo era conseguir una atmósfera de libertad tanto ideológica como religiosa:

 

(Así pues quien quiera creer que lo haga y quien quiera negarse a creer, que no crea.) [18:29]

 

Los musulmanes tenían ahora la oportunidad de difundir el Islam en áreas que antes no habían explorado. Cuando había armisticio y la guerra estaba abolida y los hombres se reunían para consultarse mutuamente, los oyentes abrazaban el Islam. En los dos años siguientes a la firma del acuerdo mucha gente entró al Islam. Esto lo demuestra el hecho de que el Profeta salió hacia Al Hudaibíah con 1400 hombres pero cuando salió para conquistar La Meca, dos años más tarde, lideró a 10.000 hombres.

 

La cláusula del tratado donde figuraba la finalización de las hostilidades durante diez años demuestra directamente que Quraish había fallado en su política arrogante junto a sus aliados, y evidenciaba el colapso e impotencia que los embargaba respecto a la guerra.

 

Quraish se vio obligada a perder esas ventajas a cambio de una que aparentaba desfavorecer a los musulmanes, pero que no le ocasionaba ningún perjuicio, nos referimos a la cláusula donde constaba que deberían devolver a cualquier musulmán que pida asilo en Medina sin el consentimiento de su guardián de Quraish. A primera vista parecía algo injusto sin embargo a través de los acontecimientos significó una gran bendición para los musulmanes. Los musulmanes que volvieron a La Meca no renunciaron al Islam sino que se convirtieron en grandes polos de influencia en dicha ciudad. Era imposible pensar que cambien de religión renegando del Islam. La sabiduría que se escondía detrás de esto se manifestó con los siguientes acontecimientos. Después que el Profeta llegó a Medina, Abu Basir, quien se había escapado de Quraish buscó asilo en Medina. Quraish envió a dos hombres para que éste sea devuelto, entonces el Profeta lo devolvió. De regreso a La Meca, Abu Basir, se las ingenió para matar a uno de sus guardianes pudiendo el otro escapar a Medina con Abu Basir persiguiéndolo. Cuando llegó y vio al Profeta le dijo: "Estas exento de tu obligación y Allah te ha liberado de la misma. Cumpliste en devolverme a esos hombres pero Allah me liberó de ellos." El Profeta le dijo: "Pobre de su madre, si hubiese más hombres como él habrían provocado una guerra". Al escuchar estas palabras se dio cuenta que lo regresaría a Quraish y para evitarlo se escapó de Medina, llegando hasta Saif Al Bahr. Luego, los otros musulmanes que estaban siendo oprimidos en La Meca se unieron a él. También se les unió Abu Yandal y para vengarse de Quraish empezaron a interceptar sus caravanas. Los paganos de La Meca, viéndose incapacitados de controlar la situación le pidieron al Profeta que anule la cláusula de extradición. Se lo pidieron invocando el nombre de Allah y recurriendo a los lazos de parentesco que los vinculaban para que envíe por ese grupo y les diga que quien quiera unirse a los musulmanes en Medina lo podrá hacer con toda seguridad. Entonces el Profeta envió por ellos y respondieron positivamente a su llamado.

 

Estas fueron algunas consecuencias de las cláusulas del convenio y parecía que todas beneficiaban al creciente estado islámico. Sin embargo dos puntos del convenio disgustaban a algunos musulmanes, eran las que les impedían visitar la sagrada La Meca ese año y la aparente humilladora actitud reconciliadora con los paganos de Quraish.  'Umar no se pudo controlar y le dijo al Profeta : "¿ Acaso tú no eres el verdadero Profeta de Allah?" el Profeta le respondió: "Si".  'Umar le pregunto nuevamente: "¿Acaso nosotros no estamos en el sendero recto y nuestros enemigos lo están en el desvío?".  Sin mostrar ningún enfado el Profeta le contestó que así era. Al recibir estas respuestas le dijo por que tenían que padecer esa humillación en cuanto a los asuntos de la fe. El Profeta sin perturbarse le dijo: "Ciertamente que soy el Mensajero de Allah, nunca lo desobedezco y Él me ayudará."

 

"¿Acaso no nos has dicho que haríamos la peregrinación?" le preguntó 'Umar. "Pero nunca les dije que sería este año", le respondió el Profeta . Entonces  'Umar calló.

 

Pero seguía perturbado y por eso fue a ver a Abu Bakr para hablar del mismo tema. Abu Bakr confirmó lo que el Profeta había dicho con sus exactas palabras.

 

El Capítulo de la Victoria había sido revelado diciendo:

 

(Ciertamente te hemos otorgado una victoria manifiesta.) [48:1]

 

El Mensajero de Allah convocó a  'Umar para darle la buena noticia.  'Umar se alegró mucho y se retractó de su anterior conducta. Solía hacer caridades, ayunos, oraciones y liberaba todos los esclavos que podía como expiación a su imprudente actitud.[1]

 

La primera etapa del séptimo año de la Hégira presenció la islamización de tres destacadas personalidades de La Meca, 'Amr bin Al 'As, Jâlid Bin Al Ualîd y 'Uzmán bin Talhah. Cuando se unieron a las filas del Islam, el Profeta dijo: "Quraish nos ha otorgado de su médula".


 


 

 

 

 

 

 

 

 

La segunda etapa

Un nuevo período de actividad divulgadora

 

La tregua acordada en Al Hudaibíah marcó un nuevo ciclo en el desarrollo  islámico y en la vida de los musulmanes. Quraish el gran enemigo del Islam, ahora se apartaba de las guerras para abrazar un pacífico acuerdo con los musulmanes, y de este modo la alianza tripartita entre Quraish, Gatafán y los Judíos, se deshacía; desalentando a las demás tribus paganas a que persistan con las hostilidades hacia los musulmanes. La tribu de Gatafán dejó de ser una gran amenaza. Los judíos, luego de ser expulsados de Medina, se fueron a Jaibar, lugar que les sirvió para complotar contra los musulmanes y tratar de convencer a las tribus árabes vecinas para que se unan a ellos y así poder enfrentar al nuevo estado islámico, para exterminarlo o al menos infligirle grandes pérdidas. El Profeta r teniendo en cuenta esta actitud los combatió, poco después de firmar el tratado que hemos mencionado anteriormente.

 

El Tratado de Al Hudaibíah le permitía a los musulmanes dedicar más tiempo a las actividades islámicas e intensificar sus esfuerzos para difundir y propagar el Islam (Da'uah), dándole a estas actividades mayor preponderancia que a las incursiones militares.

 

Aquí creemos conveniente dividir la etapa posterior al Tratado en dos secciones:

 

1.      Continuos esfuerzos pacíficos en la invitación al Islam incluyéndose las cartas enviadas a reyes y príncipes de los imperios vecinos.

2.      Las acciones militares.


 

 

 

La metodología del Profeta para difundir el Islam más allá de Arabia

 

A fines del sexto año de la Hégira, cuando regresó de Al Hudaibíah, el Profeta  decidió enviarle cartas a los reyes que se encontraban fuera de Arabia para invitarlos a que abracen el Islam. Para acreditar auténticamente a sus emisarios un sello de plata fue hecho donde estaba grabado las palabras: "Muhammad el Mensajero de Allah".[1]

 

Los emisarios fueron seleccionados de acuerdo a la experiencia y al conocimiento, siendo enviados para cumplir con sus misiones en el mes de Muharram del año séptimo de la Hégira, unos pocos días antes de ir hacia Jaibar.[2]

 

1.      La delegación enviada a Abisinia (Etiopía):

 

Negus, el rey de Abisinia llamado Ashma bin Al Abshar,  recibió el mensaje del Profeta entregado por 'Amr Bin Umaiah Ad Damari. Esto ocurrió  a finales del sexto año o a principios del séptimo año de la Hégira. Un estudio profundo del contenido de la carta demuestra que no es la que el Profeta envió después del Tratado de Al Hudaibíah sino la que Ya'far y sus compañeros le dieron al rey cuando estos emigraron hacia Abisinia durante el período Mecano. Parte de su contenido decía: "He mandado a mi primo Ya'far con un grupo de musulmanes a tu tierra. Muéstrales generosidad."

 

Al Baihaqi, con la autoridad de Ibn Ishâq, da los siguientes detalles de la carta que el Profeta le envió a Negus:

"Esta carta es enviada por Muhammad, el Profeta, a Negus Al Ashama, el rey de Abisinia (Etiopía).

 

La paz sea para aquel que sigue la verdadera guía y cree en Allah y en Su Mensajero. Doy testimonio que nadie tiene derecho a ser adorado excepto Allah, sólo, sin socio alguno, Él no ha tomado esposa ni tiene hijos, y atestiguo que Muhammad es Su siervo y Su Mensajero. Te invito a que abraces el Islam, si lo haces te salvarás, (Di: gentes del Libro. Venid a una palabra común para todos: No adoraremos a nadie excepto a Allah, sin asociarle nada, y no nos tomaremos unos por otros como señores en vez de Allah. Pero si vuelven la espalda, decid: Sed testigos de que somos musulmanes.) [3:64]

 

Si rechazas esta invitación serás el responsable del desvío de los cristianos de tu reino."

 

El Dr, Hamidullah de Paris, un erudito investigador de las narraciones proféticas, alega una versión de la carta anterior idéntica a la que narró Ibn Al Qaiim. El Dr Hamidullah se esforzó utilizando toda la tecnología moderna para verificar el texto de la carta, la cual dice lo siguiente:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo.

 

De Muhammad el Mensajero de Allah a Negus Rey de Abisinia (Etiopía).

 

La paz sea para aquel que sigue la verdadera guía. Las alabanzas son para Allah, nadie tiene el derecho a ser adorado excepto Él, el Soberano, el Sagrado, el que otorga la Paz, el Guardián de la fe, el que otorga Seguridad. Doy testimonio de que Jesús, el hijo de María, es el espíritu de Allah, y Su Palabra que le dio a María, la virgen, la pura, la bondadosa, para que lo pueda concebir. Allah lo creó de Su espíritu y de Su aliento de la misma forma que anteriormente había creado a Adán con Sus Manos. Te invito a que adores únicamente a Allah sin asociarle nada, que lo obedezcas, que me sigas y creas en lo que se me revela, debido a que soy el Mensajero de Allah te invito a ti y a tu gente a que adoren a Allah, el Altísimo, el Todopoderoso. Doy testimonio que te he transmitido mi mensaje, y que te aconsejé. Te invito a que aceptes mi consejo. La paz sea para aquel que sigue la verdadera guía." [3]

 

El texto de esta carta es sin duda auténtico, pero para sostener que es la que envió después de Al Hudaibíah falta conseguir más pruebas.

 

Cuando 'Amr Bin Umaiah Ad Damari le entregó la carta del Profeta al Negus, este último la puso sobre sus ojos, descendió de su trono, confesó su fe en el Islam y le respondió al Profeta lo siguiente:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo.

 

De Negus Al Ashma a Muhammad, el Mensajero de Allah. La Paz sea contigo, oh Mensajero de Allah, y la Misericordia y las bendiciones de Allah, Aquel que únicamente tiene el derecho a ser adorado. Recibí tu carta en la cual haces referencia a Jesús y al Señor de los cielos y de la tierra, Jesús es tal como tú dices. Tenemos pleno conocimiento de tu mensaje y hemos atendido a tu primo y a sus compañeros. Doy testimonio que eres el Mensajero de Allah que has venido con la verdad y confirmante (de los mensajes divinos que te precedieron) te juro fidelidad a través de tu primo y me someto al Señor de los mundos".[4]

 

El Profeta le había solicitado a Negus que le envíe a su primo Ya'far y a sus compañeros que habían emigrado hacia Abisinia (Etiopía) de vuelta a casa. Regresaron estos junto al Profeta en Jaibar. Más tarde Negus moría en el mes de Raÿab, el noveno año de la Hégira, al poco tiempo de la incursión a Tabuk. El Profeta anunció su muerte y rezaron la oración fúnebre del ausente. Otro rey lo sucedió y el Profeta envió otra carta, pero si se islamizó o no es una pregunta que todavía no se ha respondido.[5]


 


 

 

 

 

 

 

 

2.      La carta enviada al Virrey de Egipto llamado Muqauqas:

 

EL Profeta  le escribió a Yurair bin Matta [1], llamado Muqauqas, virrey de Egipto y Alejandría diciendo:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo.

 

De Muhammad el siervo de Allah y Su Mensajero a Muqauqas, virrey de Egipto. La paz sea para aquel que sigue la verdadera guía. Te invito a que aceptes el Islam. Acepta el Islam y obtendrás seguridad. Si aceptas el Islam, Allah el más Sublime te recompensará doblemente. Pero si te niegas serás responsable del desvío de todos los Coptos. (Di: gentes del Libro. Venid a una palabra común para todos: No adoraremos a nadie excepto a Allah, sin asociarle nada, y no nos tomaremos unos por otros como señores en vez de Allah. Pero si vuelven la espalda, decid: Sed testigos de que somos musulmanes.) [3:64]

 

Hatib bin Abi Balta', quien fue elegido para entregar la carta, pidió una audiencia con Muqauqas. Antes de entregársela le dijo: "Hubo alguien antes de ti que se adjudicó el cargo de Señor Supremo, y debido a eso Allah lo castigó y lo puso como ejemplo para la otra vida y para esta; se precavido."

 

Muqauqas le dijo: "No abandonaremos nuestra religión excepto por una mejor."

 

Hatib prosiguió: "Te invitamos a que abraces el Islam, y te bastará el Islam frente a todo lo que pierdas. Nuestro Profeta nos ha llamado a que profesemos esta Fe, Quraish y los judíos se convirtieron en nuestros peores enemigos, y los cristianos son los que tuvieron más afinidad a su Llamado. La información que Moisés tenía de Jesús es la misma que este último tenía sobre el advenimiento de Muhammad. De la misma forma, nuestra invitación a que abraces el Islam es similar a la invitación tuya hacia los adeptos de la Torah a que acepten el Nuevo Testamento. Una vez que un Profeta surge en una nación es menester seguirlo. Ten en cuenta que no hemos venido para hacerte disuadir de la religión de Cristo sino para que te adhieras a sus principios y dogmas." Muqauqas meditó profundamente el contenido de la carta y dijo:

 

"Estoy convencido que este Profeta no trae nada abominable, él no es ni un hechicero ni un adivino. Posee los signos de la Profecía, por eso consideraré el asunto con mucho cuidado."

 

Tomó la carta y pidió que se la coloque en un cofre de marfil. Llamó a un escriba para que le responda en idioma árabe lo siguiente:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo.

 

De Muqauqas a Muhammad bin ‘Abdullah.

 

La paz sea contigo. He leído tu carta y comprendido su contenido y a lo que llamas. Sabía del advenimiento de un Profeta pero pensaba que iba a nacer en Siria. Te envío de regalo dos sirvientas, quienes pertenecen a nobles familias coptas, ropas y una montura. Que la paz sea contigo."

 

Es notorio que Muqauqas no aprovechó esta gran oportunidad para abrazar el Islam. Los regalos fueron aceptados, María, una de las sirvientas se casó con el Profeta y dio a luz a Ibrâhîm; la otra fue concedida a Hassán bin Zâbit Al Ansari.


 


3.      La carta para Cosroes, emperador de Persia

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo

De Muhammad, el Mensajero de Allah a Cosroes rey de los Persas.

La paz sea para aquel que sigue la verdadera guía, cree en Allah y en Su Mensajero y reconoce que el único que tiene derecho a ser adorado es Allah solamente sin tener socio, y Muhammad es Su siervo y Mensajero. Te invito a que aceptes la religión de Allah. Soy el Mensajero de Allah enviado a toda la humanidad para que todo ser viviente le tema a Allah, y para que no tengan excusa de rechazar la Verdad. Acepta el Islam para tu salvación de lo contrario serás el responsable de los pecados de todos los Zoroastrianos."

 

‘Abdullah bin Hudhafa As Sahmi fue elegido para llevar la carta. Este emisario se la entregó al rey de Bahrain..

El arrogante monarca se enfureció porque en la carta figuraba el nombre del Profeta  antes que el suyo. Hizo pedazos la carta y le ordenó a su virrey del Yemen que mande unos soldados para arrestar al Profeta y traerlo en su presencia. El gobernador llamado Bazan inmediatamente envió dos hombres a Medina con ese propósito. Ni bien llegaron a Medina el Profeta se enteró gracias a la revelación divina que Pervez, el emperador persa había sido asesinado por su hijo. El Profeta les comentó la noticia a estos hombres y quedaron pasmados.  Les dijo que le informen al nuevo monarca que el Islam iba a predominar en todas partes y que también dominaría el reino del mismo Cosroes. Se apresuraron en volver a Bazan, comunicándole la información que habían obtenido. Mientras Sherveh el nuevo monarca le envió una carta a Bazan que confirmaban las noticias y pidiéndole que frenen cualquier proceder respecto al tema del Profeta hasta que reciban novedades. Bazan junto a los persas que estaban en el Yemen abrazaron el Islam y se lo hicieron saber al Profeta . [1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

4.      El emisario enviado al César, Rey de los Romanos bizantinos

 

Al Bujâri registró una larga y detallada narración de lo que aconteció en torno a la carta enviada por el Profeta  a Heraclio, rey bizantino:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo

De Muhammad el siervo de Allah y Su Mensajero a Heraclio rey de los Bizantinos.

Bendiciones para aquellos que siguen la verdadera guía. Te invito a que aceptes el Islam. Acepta el Islam y obtendrás la salvación. Si aceptas el Islam, Allah, el más Sublime, te recompensará doblemente. Pero si te niegas serás responsable del desvío de todos los que están en tu reinado. (Di: gentes del Libro. Venid a una palabra común para todos: No adoraremos a nadie excepto a Allah, sin asociarle nada, y no nos tomaremos unos por otros como señores en vez de Allah. Pero si vuelven la espalda, decid: Sed testigos de que somos musulmanes.) [3:64] [1]

 

El emisario musulmán Dihiah bin Jalifah Al Kalbi fue el responsable de entregarle la carta al rey de Busra quien se la haría llegar al César.

 

Pasó que Abu Sufián bin Harb, quien todavía no había abrazado el Islam, se encontraba en la corte de Heraclio y éste aprovechó para hacerle muchas preguntas acerca de Muhammad y de la religión que estaba predicando. El testimonio que Abu Sufián, aunque todavía era un enemigo acérrimo,  dio acerca de la personalidad distinguida del Profeta y del bien que el Islam estaba haciendo a la humanidad dejó a Heraclio sorprendido.

 

Al Bujâri registró de Ibn ‘Abbâs, que Heraclio envió por Abu Sufián y sus compañeros, quienes estaban haciendo negocios en Siria. Esto ocurrió durante la tregua que había acordado Quraish con  el Mensajero de Allah . Heraclio le preguntó a la comitiva: "¿Quién de vosotros tiene algún parentesco con aquel que clama ser un Profeta?". "Yo", respondió Abu Sufián, "Soy el familiar más próximo en esta comitiva". Entonces lo hicieron sentar delante de él y a sus compañeros detrás de Abu Sufián. Luego llamó a su traductor y le dijo:"Dile a ellos que le preguntaré a él (Abu Sufián) acerca de aquel que clama ser un Profeta. Si miente háganmelo saber."

 

"Juro por Allah que no quería quedar como un mentiroso en frente de mis compañeros, por eso dije la verdad, de lo contrario hubiese mentido", dijo más tarde Abu Sufián.

 

El testimonio de Abu Sufián fue el siguiente: "Muhammad desciende de una noble familia. Ninguno de sus antepasados fue rey. Sus seguidores en su mayoría son los pobres y aumentan cada día. Nunca dice mentiras ni traiciona. En las batallas a veces triunfa él y a veces nosotros. Le ordenó a la gente que obedezcan y adoren sólo a Allah, sin asociarle nada, abandonando la creencia de nuestros antepasados.  Nos ordenó que recemos, seamos honestos, y que mantengamos los lazos de parentesco." Heraclio al escuchar su testimonio que era la respuesta a lo que le había preguntado, se volvió a su traductor y le pidió que nos comunique las siguientes observaciones que demostraron su convicción en la misión profética de Muhammad: "Todos los Profetas descienden de nobles familias; debido a que ninguno de sus antepasados fue monarca, no podemos decir que él es un hombre que quiere recuperar el trono de sus antepasados. Al no decirle mentiras a la gente, tampoco mentiría respecto a Allah. Respecto a que sus seguidores son los pobres y su cantidad es cada vez más creciente, esto es algo relacionado con las cuestiones de la fe hasta que ésta asume su total dimensión tanto geográfica como demográficamente. He comprendido que nadie de sus seguidores deserta y esto es una prueba de la verdadera fe cuando su luz penetra en el corazón. Respecto a la traición, los Profetas nunca traicionan.

 

Cuando te pregunté que es lo que ha ordenado hacer y contestas que les ordenó adorar  sólo a Allah sin asociarle nada, y les prohibió adorar a los ídolos, les ordenó rezar, decir la verdad, y ser honestos; si lo que me dices es verdad él ocupará muy pronto el lugar que ocupan mis pies. Sabía sobre un Profeta que aparecería pero no me imaginaba que saldría de entre los árabes. Si me encontrara con él, lavaría sus pies." Luego Heraclio pidió que se le lea la carta proveniente del Profeta . Las observaciones del emperador y finalmente la clara exposición del mensaje del Islam crearon un ambiente tenso entre los clérigos presentes en su corte. Y se nos ordenó que salgamos. Abu Sufián le dijo a sus compañeros cuando estaban saliendo: "El asunto de Abi Kabsha (Muhammad ) es tan prominente que hasta el rey de Banu Al Asfar (los romanos) le teme.

 

Luego empecé a creer que la causa del Mensajero será victoriosa, hasta que Allah me hizo abrazar el Islam. El rey no se islamizó, sin embargo el emisario musulmán regresó a Medina con las felicitaciones del emperador.

 

Cuando regresaba a Medina, Dihiah Al Kalbi fue interceptado por gente de la tribu de Shudham en la localidad de Hasmi quienes le robaron los regalos que le habían mandado al Profeta . Zaid bin Hâriza a la cabeza de quinientos hombres fue enviado a ese lugar, causándole a esa gente grandes bajas y obteniendo 1000 camellos, 5000 animales de su ganado. El jefe de Shudham abrazó el Islam haciéndole un pedido al Profeta que este último aceptó devolviéndole todo lo capturado.


 


 

5.      La carta para Mundir bin Saua, gobernador de Bahrein:

 

El Profeta  envió a Al Ala bin Al Hadrami para que lleve su carta al gobernador de Bahrein invitándolo a que abrace el Islam. Al Mundir bin Saua le respondió con la siguiente carta:

 

Mensajero de Allah leí tu carta en la cual haces extensiva la invitación al Islam a la gente de Bahrain. Algunos de ellos aceptaron el Islam, mientras que otros no lo hicieron. En mi país viven Zoroastrianos y judíos, y te pido que me digas como los debo tratar."

 

El Profeta le envió una carta respondiéndole lo siguiente:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo

De Muhammad el Mensajero de Allah a Mundir bin Saua.

La paz sea contigo. Las alabanzas pertenecen únicamente a Allah, Quien no tiene socio, y atestiguo que Muhammad es el siervo de Allah y Su Mensajero.

Te aconsejo temer a Allah, el más Poderoso, el más Glorioso. Aquel que acepte el Islam lo hace para su propio bien. Aquel que sigue mi mensaje y procede de acuerdo a su guía de hecho aceptó mi consejo.

Mi emisario ha elogiado tu conducta. Continuarás en tu cargo. Dale a los nuevos musulmanes total libertad para que prediquen la religión. Acepto tus sugerencias respecto a la gente de Bahrein y perdono sus ofensas, (tú) también debes perdonarlos.

A la gente de Bahrain que quiera continuar en el Judaísmo o en la fe de los Zoroastrianos, deberás cobrarle el Yizia (impuesto que pagan los adeptos a otras religiones que viven en un estado Islámico, como contribución a la sociedad, y por no pagar el Zakat)" [1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

6.      La carta enviada a Hauda bin‘Ali, Gobernador de Iamâma:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo

De Muhammad el Mensajero de Allah a Hauda bin‘Ali.

La paz sea con aquel que sigue la verdadera guía. Sabed que mi religión predominará en todas partes. Acepta el Islam y así mantendrás todo lo que esté bajo tu control.

El emisario elegido para alcanzarle la carta fue Sualit bin 'Amr Al 'Amiri quien luego de entregarle la carta, retornó con la siguiente respuesta para el Profeta :

"La fe a la cual me invitas es muy beneficiosa. Soy un famoso orador y poeta, los árabes me respetan y me debo a ellos. Si me incluyes en tu gobierno, te seguiré."

Luego le recompensó a Sulait y le regaló vestimentas, que Suhailt puso a disposición del Profeta .

El Profeta no aceptó las condiciones de Haudha. Diciendo que todo el asunto estaba en las Manos de Allah, Quien le otorga Su tierra a quien Él quiere. Más tarde Gabriel  le informó al Profeta que Haudha había muerto. El Profeta comentando estas noticias, dijo: "De Iamâma surgirá un impostor que se adjudicará a sí mismo la Profecía pero será asesinado." Cuando le preguntaron al Profeta sobre quien sería el que lo mate, contestó:"Será uno de vosotros, de los seguidores del Islam". [1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

7.      La carta enviada a Hâriz bin Abi Shamir Al Gassâni, Rey de Damasco:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo

De Muhammad el Mensajero de Allah a Hâriz bin Abi Shamir.

La paz sea con aquel que sigue la verdadera guía, cree en ella. Te invito  a que creas únicamente en Allah, sin socio alguno, si así lo haces conservarás tu reinado.

Yusha bin Uahab tuvo el honor de entregarle la carta a Hâriz, quien la leyó en su audiencia y se enfureció y dijo: "Quien se atreva a disputarme mi país, lo combatiré (al Profeta )", y con arrogancia se negó a incorporarse a las filas del Islam.[2]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

8.      La carta enviada al Rey de Oman, Shaifer, y a su hermano ‘Abd Al Shalandi:

 

En el Nombre de Allah, El más Misericordioso, el más Compasivo

De Muhammad el Mensajero de Allah a Shaifer, y ‘Abd Al Shalandi.

La paz sea con aquel que sigue la verdadera guía. Os invito a ambos a que abracéis el Islam. Allah me ha enviado como Profeta para todas Sus criaturas a fin de infundirles el temor de Allah en los corazones de los desobedientes. Y para que los que niegan a Allah no tengan excusa. Si ambos aceptáis el Islam, quedaréis a cargo de los asuntos de vuestro país; pero si rechazáis mi invitación, recordad que todo lo que poseéis es perecedero. Mis jinetes se apoderarán de vuestras tierras y mi Profecía prevalecerá sobre vuestro reino.”

'Amr bin Al 'As, quien se encargó de llevarle la carta, narró la siguiente historia que ocurrió antes de que fuera admitido en la corte de Shaifer.

 

"Cuando llegué a Oman me entrevisté con ‘Abd quien era más moderado en temperamento que su hermano:

‘Amr: Soy el emisario del Profeta de Allah, vine para verte a ti y a tu hermano.

 

‘Abd: Tienes que ver a mi hermano y leerle la carta que traes. Le debo respeto debido a que me aventaja en edad y  en poder. ¿Cuál es el motivo de tu misión?

 

‘Amr: El Profeta os invita a que adoréis únicamente a Allah sin asociarle ninguna divinidad, y que reconozcáis a Muhammad como Siervo y Mensajero de Allah.

 

‘Abd: ¡Oh ‘Amr! Provienes de una noble familia, pero dime: ¿cuál fue la actitud de tu padre respecto a esta fe? Tú sabes que acostumbramos seguir sus pasos.

 

‘Amr: La muerte le sobrevino antes de creer en la misión de Muhammad, hubiese deseado que entre en el Islam y le sea fiel a sus mandatos antes que muera. Yo adopté la misma actitud hasta que Allah me guió hacia el Islam.

‘Abd: ¿Cuándo abrazaste el Islam?

 

‘Amr: Cuando estaba en la corte de Negus, quien también entró en las filas del Islam.

 

‘Abd: ¿Cuál fue la actitud de su gente?

 

‘Amr: Aprobaron lo que hizo y lo siguieron.

 

‘Abd: ¿Y los obispos?

 

‘Amr: Hicieron lo mismo.

 

‘Abd: Ten cuidado y no me mientas.

 

‘Amr: Nunca miento, y mi religión me lo prohíbe.

 

‘Abd: ¿Heraclio se ha enterado de la islamización de Negus?

 

‘Amr: Si, por supuesto.

 

‘Abd: ¿Cómo te enteraste?

 

‘Amr: Negus solía pagarle un impuesto a Heraclio, pero cuando abrazó el Islam juró que no le seguiría pagando. Cuando estas noticias llegaron a Heraclio, sus asesores le dijeron que tome medidas contra Negus, pero se negó debido a que dijo que él haría lo mismo sino fuera por temor a perder su reinado.

 

‘Abd: ¿Qué es lo que vuestro Profeta les exhortó a hacer?

 

‘Amr: Nos ordenó que obedezcamos a Allah, el más Poderoso, el más Glorioso, que hagamos el bien y que mantengamos unidos los vínculos de parentesco.

 

Nos prohibió la desobediencia a Allah, la agresión, el adulterio, el consumo de embriagantes, la idolatría y adorar la cruz.

 

‘Abd: Que buenas palabras y que buena creencia es la que propagas. Espero que mi hermano me siga en la aceptación de Muhammad como Profeta y acepte su religión, pero mi hermano está muy apegado a su reino y no querrá ser un subordinado.

 

‘Amr: Si tu hermano se somete al Islam el Profeta le permitirá mantener la autoridad sobre su gente y recogerá la contribución social (el Zakat) de los ricos para distribuirlo entre los pobres.

 

‘Abd: Esta es una conducta muy buena. ¿Pero de que se trata este Zakat?

 

‘Amr: Es una orden divina que implica tomar  de los bienes excedentes de los pudientes para distribuirlos entre los pobres y necesitados.

 

‘Abd: Dudo que esto funcione con nuestra gente.

 

‘Amr se quedó unos días hasta que fue admitido en la corte de Shaifer. Luego le entregó la carta y este le preguntó cual había sido la respuesta de Quraish al respecto. Le contestó que algunos se islamizaron por propia voluntad. Ahora la gente estaba eligiendo el Islam y dejando de lado otros credos, reconociendo que antes se encontraban en las tinieblas.

Ninguno excepto tú estás ahora fuera del dominio del Islam, entonces te invito a que abraces el Islam para que estés a salvo junto a tu gente.

 

Me dijo que lo visite al día siguiente. Hice lo que me pidió pero se excuso para no recibirme, pero su hermano, ‘Abd, intervino para que me vea, mas esta vez lo hizo utilizando un tono arrogante. Sin embargo después de una conversación en privado ambos hermanos reconsideraron la situación y entraron en el Islam probando ser sinceros.

 

El contexto de esta carta demuestra que fue enviada mucho después que las anteriores, lo más probable que haya sido después de la conquista de La Meca.

 

A través de estas cartas el Profeta  comunicaba su Mensaje a la mayoría de los monarcas de aquel entonces, algunos creyeron y otros no lo hicieron. Sin embargo la idea de abrazar el Islam y el advenimiento de un nuevo Profeta preocupaba a todos ellos.

Las hostilidades después de Al Hudaibíah

La incursión a Dhu Qarad

 

Esta fue más una escaramuza que una batalla, contra una sección de Bani Fazarah. El lugar donde transcurrió el hecho fue  Dhu Qarad, una reserva de agua ubicada a un día de viaje desde Medina. Acorde a la mayoría de los estudiosos, este incidente ocurrió tres días previos a la batalla de Jaibar.

 

Narró Salamah bin Al Akua', el héroe de esta jornada, que el Mensajero de Allah  envió a Rabâh, con sus camellos para que pastoreen cerca de ese lugar. Dijo Salamah bin Al Akua': "Tomé el caballo de Talha y fui a ese lugar con el mismo propósito. Cuando oscureció, ‘Abdur Rahmân  Al Fazari incursionó en el lugar, robó los camellos y mató a la persona que los cuidaba. Le dije a Rabâh que con el caballo de Talhah vaya a informarle al Mensajero de Allah que los politeístas se escaparon con sus camellos. Luego me paré sobre una roca de la montaña y dirigiéndome hacia Medina grité tres veces: Acudan a nuestra ayuda. Después perseguí a los asaltantes, arrojándoles flechas y repitiendo los versos:

Soy el hijo de Al Akua'

Hoy es el día que seréis vencidos

Por Allah, continué arrojándoles flechas y lesionando sus animales. Cuando un jinete se volvía hacia mi, me ocultaba en un árbol y le lanzaba un flechazo hiriéndole su caballo.

 

Al final entraron en una estrecha barranca en las montañas. Ascendí la montaña y les arrojé piedras desde arriba. Continué así hasta que recuperé todos los camellos. Luego se escaparon en todas las direcciones y los seguí mientras les lanzaba flechas, hasta que, para alivianar su carga, tiraron más de treinta mantas y treinta lanzas. Sobre todo lo que tiraron puse una marca con una piedra para que el Mensajero de Allah y sus compañeros puedan reconocer como botín. Siguieron hasta llegar a un valle estrecho donde se sentaron para comer algo. Yo me ubiqué en lo alto de una roca. Cuatro de ellos subieron hacia mí posición. Cuando estaban suficientemente cerca como para escucharme, les grité: "¿Me reconocen?". Contestaron: "No, ¿Quién eres?". Les dije: "Soy Salamah bin Al Akua', y puedo matar a cualquiera de vosotros que quiera, pero vosotros no me podéis matar."

 

Entonces, retornaron. No me moví de donde estaba hasta que divisé los jinetes del Mensajero de Allah , quienes venían atravesando los árboles. El más adelantado era Ajram, detrás de él estaba Abu Qatâdah Al Ansari seguido de Al Miqdad bin Al Asuad. Ajram y ‘Abdur Rahmân Al Fazari se enfrentaron. Ajram lesionó el caballo de ‘Abdur Rahmân, pero este último mató con su lanza a Ajram. ‘Abdur Rahmân Al Fazari se apoderó del caballo de Ajram. Abu Qatâdah viendo esto se enfrentó con toda ferocidad con ‘Abdur Rahmân matándolo con su lanza. Los incrédulos escaparon y los perseguí hasta que llegaron a un valle con un manantial de agua, antes del anochecer, llamado Dhu Qarad. Pararon ahí para beber agua pero yo se los impedí. Más tarde el Profeta junto a sus compañeros me alcanzaron. Le dije: "Oh Mensajero de Allah permíteme seleccionar de nuestra gente a cien hombres para que los siga y los extermine". El Profeta me respondió: "Ibn Al Akua', haz hecho suficiente y en este momento debes mostrar magnanimidad. Ellos ahora han llegado hasta la tribu de Gatafán donde han sido recibidos." Luego prosiguió diciendo:"Hoy nuestro mejor jinete ha sido Abu Qatâdah y nuestro mejor infante Salamah". Me permitió tomar dos porciones del botín. Una correspondiente a un jinete y la otra por infante. Combinándolas ambas para mí. Cuando regresamos a Medina me hizo montar detrás de él en su camella llamada Al Adba.

 

La conquista de Jaibar

(Muharram, año séptimo de la Hégira)

 

Jaibar era un espacioso terreno fuertemente fortificado, con una cantidad enorme de ganado y cultivos. Se ubicaba aproximadamente a 70 millas al norte de Medina. Ahora tiene un clima desagradable. Después del Tratado de Al Hudaibíah, Quraish era la mayor parte de la coalición tripartita anti-islámica que quedaba neutralizada. Ahora el Profeta  creía conveniente enfrentar a los otros dos bandos: los beduinos de las tribus de Naÿd, y los judíos. Todo para que la paz y seguridad prevalezcan y los musulmanes puedan dedicarse con más esfuerzo a la propagación del Mensaje de Allah invitando a la gente a que acepte el Islam. Jaibar siempre había sido un lugar de intrigas y conspiraciones, y los judíos constituían una amenaza militar en cuanto a las provocaciones instigadoras de guerra. Por eso el Profeta dio prioridad a este tema. Los judíos de Jaibar se habían unido a un viejo aliado, los Bani Quraidha, para complotar. También mantenían contactos con Gatafán y los árabes, habiendo atentado contra la vida del Profeta . De hecho, las incesantes provocaciones hacia los musulmanes venían de parte de los judíos. Continuamente se les enviaba emisarios para firmar tratados de paz, pero siempre era en vano. Por todos estos motivos el Profeta llegó a la conclusión que una incursión militar era inminente para acabar con sus hostilidades.

 

Comentadores del Noble Corán sugieren que la conquista de Jaibar había sido una promesa Divina, basándose en las Palabras de Allah:

(Allah os ha prometido numerosos botines que obtendréis y os ha anticipado estos.) [48:20]

 

Los hipócritas y los que tenían enfermos sus corazones se abstuvieron de presenciar el Tratado de Al Hudaibíah, y ahora Allah, el más Poderoso le transmitió las siguientes palabras a Su Profeta :

 

(Y cuando hayáis partido a tomar posesión de los botines, dirán los que se quedaron atrás: Dejad que os sigamos. Querrán cambiar las Palabras de Allah. Di: no nos seguiréis, así lo dijo antes Allah. Entonces ellos dirán: Estáis recelosos de nosotros. Sin embargo poco es lo que comprenden.)  [48:15]

 

Por esta razón el Profeta convocó para que lo acompañen a Jaibar únicamente a los que deseaban luchar en la causa de Allah. Solamente fueron 1400 quienes  le juraron fidelidad respondiendo a su llamado.

 

Siba' bin 'Arfatah Al Gifâri fue elegido para que se encargue de los asuntos de Medina. Otro destacado acontecimiento fue la islamización de Abu Huraira, un honorable compañero que narró una numerosa cantidad de dichos del Profeta .

Los hipócritas de Arabia, al enterarse de la intención de los musulmanes de invadir Jaibar alertaron a los judíos. El jefe de los hipócritas, ‘Abdullah bin Ubai envió una delegación a los judíos de Jaibar para advertirles del inminente peligro. Y les aconsejó que enfrenten a los musulmanes debido a que eran (los judíos) más numerosos y contaban con mejor equipamiento militar. Al enterarse de las noticias, los Judíos despacharon a Kinânah bin Abi Al Huqaiq y a Haudha bin Qais para que vean a sus aliados de la Tribu de Gatafán y le soliciten asistencia militar, prometiéndoles la mitad de sus cultivos de frutos si les ayudaban a derrotar a los musulmanes.

 

El Profeta marchó tomando el camino de la montaña de Isra y luego avanzó con el ejército hasta llegar un valle llamado Ar Rashi, acampando entre Jaibar y Gatafán, para prevenir a este último de cualquier asistencia a los judíos. Los guías que lo acompañaron lo llevaron hasta un lugar donde había tres caminos distintos los cuales conducían hacia el mismo destino. Se abstuvo de seguir los dos primeros debido a que se consideraron peligrosos eligiendo el tercero por ser más conveniente.

 

Cabe destacar los siguientes acontecimientos que sucedieron a los musulmanes cuando se dirigían rumbo a Jaibar:

1.                  Ha narrado Salamah bin Al Akua': "Marchamos hacia Jaibar junto al Mensajero de Allah . Viajábamos durante la noche. Uno de los hombres le dijo a mi hermano Amir:

 

¿Podrías recitarnos algunas de tus poesías, oh Amir? Entonces recitó lo siguiente:

 

Oh Allah, si no nos hubieras guiado,

Nunca hubiéramos estado guiados, ni hubiéramos hecho caridades ni hubiéramos rezado.

Queremos sacrificar nuestras vidas por Ti. Perdona  nuestros errores.

Y mantennos firmes cuando enfrentemos al enemigo.

Otórganos paz y serenidad.

 

El Mensajero de Allahr preguntó: ¿Quién es aquel? Le dijeron que era Amir. Dijo: “Que Allah tenga misericordia de él.” Un hombre dijo: “El  martirio está destinado para él. Oh Mensajero de Allah, permítenos beneficiarnos más con su compañia" [1]. Los compañeros del Profeta sabían que el martirio estaba próximo cuando éste invocaba la misericordia de Allah sobre alguno de ellos.[2]

 

2.                  Cuando regresaban de un valle, los musulmanes empezaron a celebrar la Grandeza de Allah, gritando con todas sus fuerzas: Allah es el más Grande, Allah es el más Grande, no hay divinidad excepto Allah. El Profeta les pidió que moderen el tono de voz diciéndoles: "Aquel que invocais no está ausente ni es sordo, Él está cerca de vosotros, y lo escucha todo".[3]

 

3.                  En un lugar llamado As Sahba, cerca de Jaibar, el Profeta rezó la oración de la tarde, luego le dijo a sus compañeros que junten todos sus alimentos y se los traigan, siendo estos insuficientes para satisfacer a todos ellos. El Profeta los tocó con su mano y estos empezaron a incrementarse hasta que todo el ejército pudo alimentarse. Después realizaron la oración del anochecer sin hacer nuevamente la ablución [4], haciendo lo mismo para la oración de la noche.[5]

 

Cuando amanecía, los musulmanes se encontraron con los judíos, trabajadores del campo, que salían para trabajar con sus hachas, palas y cuerdas, conduciendo al ganado. Los judíos empezaron a gritar sorprendidos: "Muhammad y su ejército han llegado". El Mensajero de Allah dijo: "Allah es el más Grande, Jaibar se encontrará con su destrucción. Cuando lleguemos al centro de la ciudad será un mal día para aquellos que fueron advertidos (pero no prestaron atención a la advertencia)" [1]

 

Para acampar el Profeta eligió un lugar que consideró apropiado para que sirva como cuartel general de su ejército. Sin embargo; un veterano de guerra llamado Hubab bin Al Mundhir sugirió otro lugar debido a las exigencias de la guerra y a la logística de las circunstancias, tomándose en cuenta su propuesta cambiaron la ubicación. Al aproximarse a Jaibar el Profeta le ordenó al ejército que se detenga y comenzó a invocar a su Señor diciendo: "¡Oh Allah, Señor de los siete cielos y de lo que hay en ellos, Señor de las siete tierras, y de lo que hay en los vientres. Señor de los demonios y de aquellos que han desviado. Te pedimos que nos des todo lo bueno de estos lugares, lo bueno de sus habitantes y lo bueno que exista en él!"

 

Luego ordenó: "Ahora avancen, en el Nombre de Allah". [2]

 

Dijo también el Profeta : "El estandarte será otorgado a una persona que ama a Allah y a Su Mensajero y que es amada por Allah y Su Mensajero". Todos los musulmanes se postularon para recibir tan elevado honor. Pero el Profeta mandó a llamar a‘Ali bin Abi Tâlib quien tenía un problema en sus ojos, y se  lo otorgó a él. ‘Alí juró que combatiría al enemigo hasta que abracen el Islam. El Profeta le dijo: "Primero invítalos a que abracen el Islam y explícales sus deberes hacia Allah. Juro por Allah que si una sola persona es guiada a través tuyo eso será mejor que lo que puedan cargar nuestros camellos"[3]

 

Jaibar parecía estar separada en dos partes, con cinco fuertes en el frente: Na’im, As Sab bin Muad, el castillo de Az Zubair, el castillo de Abi y An Nizar en As shiqq, los otros tres eran: Al Qamus, Al Uatih y As Salalim.


 


Inicio de las operaciones:

 

El Profeta  comenzó la campaña reduciendo a las fortalezas una por una. La primera fortaleza que atacó fue la de Na'im, que estaba en una formidable y estratégica ubicación. Marhab, el jefe de la fortaleza, invitó a 'Amr bin Al Akua' a que se enfrente en duelo con él. Cuando 'Amr golpeó al judío, su espada se volvió contra él hiriéndole su rodilla, muriendo debido a esa herida. El Profeta luego dijo: "Para él ('Amr) hay una doble recompensa en la otra vida". Indicando esto con sus dos dedos juntos.‘Ali bin Abi Tâlib enfrentó a Marhab en combate y lo mató. Iâsir, el hermano de Marhab, desafió a los musulmanes para que lo enfrenten. Az Zubair respondió a su pedido y lo mató. Luego, una ardua pelea se produjo entre los dos bandos, durando la misma algunos días. Los judíos mostraron coraje y probaron ser eficaces aún cuando se enfrentaban a expertos de la guerra de las filas musulmanas. Sin embargo comprendieron que era inútil resistir y empezaron a abandonar sus posiciones en Na'im para refugiarse en la fortaleza de As Sa'b.

 

Al Hubab bin Al Mundhir Al Ansari lideró el ataque a la fortaleza de As Sa'b, y sitió el lugar durante tres días, después de los cuales los musulmanes pudieron obtener de la fortaleza una gran cantidad de provisiones y alimentos, como también muchas riquezas. Esta victoria vino con la invocación del Profeta donde rogaba a Allah para que ayude a Banu Aslam a capturar el inexorable fuerte.

 

Durante el proceso de las operaciones militares los musulmanes pasaron hambre. Hicieron fogatas, sacrificaron burros y los cocinaron. Cuando el Profeta preguntó que estaban haciendo, le informaron y él ordenó que tiren la carne y limpien los recipientes, prohibiéndoles esa clase de alimento.

 

Mientras, los judíos evacuaron An Natat y se atrincheraron en la fortaleza de Az Zubair, una posición defensiva en un lugar inaccesible tanto para la caballería como para la infantería. Los musulmanes asediaron el lugar durante tres días pero sin obtener ningún resultado. Un espía judío le comentó al Profeta acerca de un acueducto subterraneo que les proveía agua, y le informó que si se lo cortaban le dificultarían la resistencia.

 

El Profeta lo hizo y así los judíos salieron a enfrentar a los musulmanes en una feroz batalla en la cual algunos musulmanes y diez judíos murieron, pero finalmente el fuerte fue conquistado.

 

Después de esta batalla, los judíos se refugiaron en el castillo de Abi y se atrincheraron. Sucedió lo mismo que antes, los musulmanes asediaron el lugar durante tres días y luego el gran héroe musulmán Abu Duÿana lideró a los musulmanes en un ataque que les permitió penetrar en el castillo y combatir al remanente de los judíos con ferocidad obligándolos a escaparse para salvar sus vidas eligiendo el fuerte de An Nizar para refugiarse.

 

La fortaleza de An Nizar era la más poderosa, y los judíos pensaban que era inmune a los ataques, permaneciendo ahí con sus esposas e hijos. Los musulmanes no se desanimaron y continuaron tratando de invadirlo, pero era muy díficil entrar. Los judíos que permanecían adentro de la fortaleza eran demasiado cobardes como para enfrentarse a los musulmanes en un encuentro cara a cara, entonces arrojaban flechas y piedras desde arriba del fuerte.

 

Considerando esta situación, el Profeta ordenó que se usen los carneros [[376][1]] para golpear, resultando este método efectivo, causando destrozos en los terraplenes que les permitieron acceder al corazón de la fortaleza, donde los judíos, al verse derrotados, huyeron en todas direcciones abandonando a sus mujeres y niños.

 

Con esta serie de victorias militares, la primera parte de Jaibar estaba totalmente dominada, y los judíos evacuaron los otros fuertes que eran de menor importancia, los cuales pertenecían a la segunda parte de Jaibar.


 


 

 

 

 

 

 

La conquista de la segunda parte de Jaibar:

 

Cuando el Profeta  junto a su ejército se dirigió hacia esta parte de Jaibar, Al Katiba, sitió el lugar durante catorce días, durante los cuales los judíos permanecieron atrincherados en la fortaleza. Cuando estaban a punto de usar los carneros, los judíos viendo que no tenían escapatoria, pidieron negociar un tratado de paz.


 

 

Las negociaciones:

 

Ibn Abi Al Huqaiq fue a negociar con el Mensajero de Allah  la rendición. El Profeta accedió a dejarlos en libertad con la condición de que abandonen Jaibar y los terrenos adyacentes, dejando sus posesiones de oro y plata. Sin embargo les aclaró que si no cumplían dejaría sin efecto el tratado. Poco tiempo después las fortalezas pasaron a ser propiedad de los musulmanes y toda Jaibar pasó a estar bajo el dominio del Islam.

 

Los dos hijos de Abi Al Huqaiq escondieron una bolsa de cuero llena de joyas y dinero pertenecientes a Huiai bin Al Ajtab, quien las cargó con él cuando Banu Nadîr fue desterrada. Por este motivo ambos fueron ejecutados. También Kinânah bin Ar Rabi, escondía perfumes de almizcle, y fue ejecutado cuando lo descubrieron y fue probada su traición.


 

La distribución de los Botines:

 

De acuerdo al convenio recientemente concluido, los judíos estaban obligados a abandonar Jaibar. Pero deseaban, con mucho anhelo, seguir cultivando esa tierra tan fértil por la cual Jaibar era famosa. Se aproximaron al Profeta  para solicitarle que les permita cultivar la tierra y sus huertos con la condición de entregar a los musulmanes la mitad de lo producido. Muhammad , debido a su gran amabilidad, accedió al pedido.

 

El Mensajero de Allah dividió la tierra de Jaibar en dos: una parte para que sirva de reserva para abastecer de alimentos a los musulmanes en caso de cualquier imprevisto, y para atender las necesidades de las delegaciones extranjeras que empezaban a frecuentar Medina; la otra parte sería destinada para los musulmanes que presenciaron el Tratado de Al Hudaibíah, estando estos presentes o ausentes. El total de las partes a distribuir eran de 36, de las cuales 18 fueron otorgadas a la gente mencionada anteriormente.

 

El ejército estaba compuesto por 1400 hombres de los cuales 200 pertenecían a los jinetes y el resto a la infantería. Los jinetes fueron beneficiados con tres porciones del botín, mientras que los de la infantería con una.[1]

 

Los botines que obtuvieron en Jaibar eran tan grandes que Ibn 'Umar dijo: "Nunca comimos tanto hasta que conquistamos Jaibar." Aisha dijo: "Ahora nos podemos llenar con dátiles".[2]

 

Cuando regresaron a Medina, los Muhâÿirún estaban en condiciones de devolverle a los ansâr todos los regalos que estos les habían otorgado. Todo esto gracias al beneficio económico que los musulmanes obtuvieron después de la conquista de Jaibar.[3]

 

La conquista de Jaibar coincidió con la llegada del primo del Profeta, Ya'far bin Abi Tâlib y sus compañeros junto a Abi Musa Al Ash'ari y otros musulmanes, provenientes de Abisinia (Etiopía).

 

Abi Musa Al Ash'ari narró que él junto a más de cincuenta compañeros, tomaron una embarcación desde Yemen hacia Abisinia (Etiopía) y ahí se encontraron con Ya'far bin Abi Tâlib y sus compañeros. Abi Musa Dijo: "Permanecimos juntos hasta que el Profeta mandó un emisario pidiéndonos que nos traslademos a Medina. Cuando llegamos nos enteramos que Jaibar había sido conquistada, y compartió con nosotros el botín." El Profeta a través de Amr bin Umaiah Ad Damari, le pidió al Negus, rey de Abisinia (Etiopía),  que les envíe a sus hombres. El Negus los mandó de regreso, eran 16 hombres con sus esposas e hijos, en dos embarcaciones. El resto de los muhâÿirún habían llegado antes a Medina.[4]

 

Safíah, cuyo marido Kinânah bin Abi Al Huqaiq había sido ejecutado por traición, fue invitada a abrazar el Islam y así lo hizo, entonces el Profeta la liberó y se casó con ella.

Se agasajó con un banquete, por la boda, que  consistió en dátiles y se celebró en un lugar llamado Sadd As Sahba cuando regresaban a Medina.

 

Después de la conquista de Jaibar, una mujer judía llamada Zainab bint Al Hâriz, le ofreció al Profeta cordero envenenado. Este tomó un bocado pero lo escupió. Después de indagar, la mujer confesó que lo había envenenado debido a que, si lo comía un rey, este moriría, pero si lo comía un verdadero Profeta , sería informado de su veneno. El Profeta pasó por alto su traición pero cuando Bishr bin Al Bara' murió a causa del veneno ordenó que la ejecuten.

El número de musulmanes que murieron mártires es motivo de discusión, pero se estima que entre 16 y 18, mientras que murieron 93 judíos.

 

El resto de Jaibar también cayó en manos de los musulmanes. Allah infundió miedo y terror en los corazones de los judíos de Fadak, una villa ubicada al norte de Jaibar, apresurándose estos a pedir una tregua pacífica. El Profeta les permitió vivir a salvo, mientras otorguen sus riquezas a cambio. El Profeta concluyó un acuerdo con ellos similar al que hizo con Jaibar. Fadak pertenecía exclusivamente al Profeta dado que ni la caballería musulmana ni su infantería se vieron envueltas en combate.

 

Ni bien el Profeta terminó con los asuntos de Jaibar, se dirigió hacia Uadi Al Qura, otra colonia judía en Arabia. Movilizó sus tropas dividiéndolas en tres regimientos con cuatro estandartes entregados a Sa'd bin ‘Ubâda, Al Hubab bin Mundhir, ‘Abbâd bin Bishr y Sahl Bin Hanif. Antes de combatirlos, invitó a los judíos a que abracen el Islam. Pero no le prestaron atención. Once judíos murieron uno tras otro, y cada vez que caía uno les hacían una nueva invitación a que se islamicen.  Hubo combates durante dos días, luego de los cuales los judíos se rindieron. Sus tierras fueron conquistadas y un gran botín fue puesto en manos de los musulmanes.

 

El Profetar permaneció en Uadi Al Qura cuatro días, distribuyó el botín entre los musulmanes combatientes y firmó un acuerdo similar al de Jaibar con los judíos de esa zona.[5]

 

Los judíos de Taimá, al enterarse de las continuas victorias de las tropas musulmanas, y de las derrotas de los judíos, no mostraron resistencia cuando el Profeta llegó a sus moradas. Al contrario, tomaron la iniciativa para reconciliarse y así estar a salvo a cambio de un tributo. Habiendo logrado su objetivo, el Profeta emprendió el regreso a Medina a finales del mes de Safar o a comienzos de Rabi’ Al Auual del año 7 de la Hégira.

 

Es notorio destacar que el Profeta siendo un excelente estratega militar, consideró que evacuar Medina al finalizar los meses sagrados (Muharram, Dhul Qa'da y Dhul Hiÿÿa) no sería muy conveniente, debido a la presencia de beduinos saqueadores y bandidos. Para disciplinar a estos malvados que se dedicaban a robar y saquear, les envió a Abán bin Sa'id, a la cabeza de un destacamento para impedir que esos beduinos continúen con sus actos de salvajismo. Envió a Abán durante su ausencia, por la incursión en Jaibar, para proteger al naciente estado islámico. Abán consiguió con éxito su objetivo y se unió con el Profeta en Jaibar luego de que ésta fue conquistada.


 


 

 

 

 

 

 

Esporádicas incursiones

 

La expedición llamada Dat-ur-Riqa' (en el año 7 de la Hégira)

 

Luego de haber sometido a dos poderosos bandos de la coalición, el Profeta  decidió emprender los preparativos para disciplinar a los beduinos del desierto, quienes habitaban la zona de Naÿd, y se dedicaban al pillaje y al vandalismo. Contrariamente a los judíos y a la gente de La Meca, a ellos les gustaba vivir esparcidos en lugares agrestes, por eso era dificultoso tenerlos bajo control a pesar de las distintas incursiones que se hicieron para someterlos. Sin embargo el Profeta estaba decidido a ponerle fin a esta inaceptable situación convocando a los musulmanes para emprender una decisiva campaña que someta a esos rebeldes. Mientras, le informaron que Bani Muharib y Banu Za'labah de la tribu de Gatafán se habían reunido para enfrentar a los musulmanes. El Profeta avanzó hacia Naÿd a la cabeza de 400 o 700 hombres, luego de delegar los asuntos de Medina a Abu Dharr, otra versión narra que dejó a cargo a 'Uzmán bin Affán. Los combatientes musulmanes penetraron en lo profundo de sus tierras hasta llegar a un lugar llamado Najlah donde se encontraron con algunos beduinos de Gatafán, pero no hubo enfrentamiento debido a que estos últimos quisieron reconciliarse con los musulmanes. El Profeta dirigió a sus seguidores ese día en la plegaria del temor.

 

Al Bujârî citó a Abu Musa Al Ash'ari quien narró que partieron en una expedición con el Mensajero de Allah , donde seis personas se turnaban para montar un camello. "Nuestros pies se lastimaron. Mis pies estaban tan lastimados que hasta se me salieron las uñas. Entonces envolvimos nuestros pies con trapos, por eso esta expedición fue llamada Dhat-ur-Riqa'." (La expedición de los trapos)[1]

 

Yâbir narró: durante los acontecimientos de Dhat-ur-Riqa' el Profeta se sentó bajo la sombra de un árbol para cubrirse del abrumador sol. Los demás buscaron también lugares para protegerse del sol.

 

El Profeta tomó una pequeña siesta dejando su espada a su lado. De pronto; un pagano toma su espada. Cuando el Profeta se despertóó, encontró que su espada estaba en las manos de aquella persona. El beduino le preguntó al Profeta :"¿Quién te protegerá de mí en este momento?". El Profeta le respondió:"Allah". Entonces la espada cayó de las manos del pagano, y cuando el Profeta la tomó, el pagano le dijo: "Tu eres el mejor que sostiene la espada". El Profeta le preguntó al hombre si atestiguaba la unicidad absoluta de Allah y la Profecía de Muhammad. El beduino le contestó que nunca lo combatirá ni se aliaría con nadie en su contra. El Profeta lo dejo marcharse, y cuando el pagano retorno a su gente les dijo que se había encontrado con la mejor persona del mundo. [2]

 

Una mujer beduina fue tomada prisionera durante el transcurso de los acontecimientos. Su marido al enterarse juró que no se detendría hasta derramar la sangre de todos los musulmanes. En secreto, por la noche, se aproximó al campamento de los musulmanes donde vio dos centinelas que custodiaban el lugar. Le tiró una flecha al que estaba rezando llamado ‘Abbâd bin Bishr, pero éste no interrumpió su plegaria. Luego le arrojó tres flechazos que no sirvieron para que detenga su oración. Después de finalizar con las dos salutaciones, despiertó a su compañero que era ‘Ammar bin Iâsir. Éste le dijo que debería haberlo despertado antes dadas las circunstancias, pero su compañero le reveló que no quiso hacerlo por que no deseaba interrumpir la recitación de la Sura que estaba leyendo durante su oración. [3]

 

La victoria de la expedición Dat-ur-Riqa' tuvo un gran impacto en toda Arabia. Infundió el temor en los corazones de los rebeldes y los hizo ver que eran muy inferiores en poderío para perjudicar a la sociedad islámica de Medina. Empezaron a tomar conciencia de la nueva situación geopolítica y se resignaron a las condiciones que favorecían a la nueva religión. Algunos de ellos abrazaron el Islam y colaboraron activamente en la conquista de la La Meca y en la batalla de Hunain.

Desde ese momento la coalición tripartita anti-islámica fue desmantelada, y la paz y la seguridad prevalecieron.


 


 

 

La 'Umrah compensatoria

Cuando se aproximaba el mes de Dhul Qa'da a finales del séptimo año de la Hégira, el Profeta  ordenó a su gente, y a los hombres que presenciaron el Tratado de Al Hudaibíah en especial, que se preparen para realizar la 'Umrah (peregrinación menor). Y partió para visitar el Sagrado Santuario de La Meca junto a 2000 hombres y  algunas mujeres y niños [1], llevando 60 camellos para sacrificar. Los musulmanes llevaron sus armas temiendo una traición de Quraish , pero las dejaron junto a 200 hombres que permanecieron en un lugar ubicado a ocho millas de La Meca.

 

Entraron a la ciudad con sus espadas envainadas [2], y el Profeta los lideraba montado sobre su camella, Al Qasua, mientras sus compañeros lo miraban y decían: "Aquí estoy ¡Oh Allâh! Respondiendo a Tu mandato." Los Quraishíes se retiraron dejando libre el lugar. Los musulmanes hicieron las circunvalaciones con determinación, porque así se lo había recomendado el Profeta , para demostrar fortaleza y tenacidad dado que los paganos habían esparcido el rumor de que los musulmanes estaban débiles a causa de la fiebre de Yazrib (Medina). A los musulmanes se les ordenó correr en las tres primeras vueltas y caminar en las restantes. Los mecanos se ubicaron sobre lo alto del monte Quaiqa para observar a los musulmanes, pudiendo presenciar la vitalidad y la devoción de los mismos.

 

Después de los rituales del tránsito entre las colinas de Safa y Marua, el Profeta y los musulmanes se dirigieron a sacrificar los animales y a rasurarse la cabeza.

 

Muchos de los peregrinos ya habían efectuado los ritos básicos de la peregrinación menor, ahora faltaba que el resto de los musulmanes que se encargaron de cuidar las armas también pudieran hacerlo. Estos últimos los completaron con la misma devoción que el grupo anterior.

 

A la mañana del cuarto día de la estadía, los notables de Quraish le pidieron a ‘Ali bin Abi Tâlib que le diga al Profeta que se retire junto a sus compañeros. Así lo hizo, dado que no era propio violar los términos del Tratado de Al Hudaibíah. Entonces, ordenó a sus hombres que marchen hacia una localidad llamada Sarif donde permanecen algún tiempo.

 

Fue durante esta visita a La Meca cuando su tío Al 'Abbâs le ofrece la mano de su cuñada Maimûna, la hija de Al Hâriz para que la tome como esposa. El Profeta aceptó, dado que le servía para fortalecer los vínculos entre él y los influyentes de Quraish. La boda se celebró en Sarif [1].

 

Los historiadores se refieren de diferentes maneras a esta peregrinación menor. Algunos la llaman la 'Umrah compensatoria, realizada en lugar de la que no pudieron hacer durante Al Hudaibíah. Otros, dándole preponderancia a los juristas, dicen que es la ‘Umrah que les correspondía hacer según las cláusulas del Tratado.

 

Todas estas denominaciones son aplicables a esta visita.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La batalla de Mu’tah

 

Esta fue la batalla más cruenta y significativa que combatieron los musulmanes en vida del Profetar. Fue un preámbulo para la posterior campaña de liberación de las provincias del imperio bizantino. Transcurrió en Ÿumada Al Ula del octavo año de la Hégira, correspondiente al mes de septiembre del año 629 d.C. Mu’ta era una localidad en los límites de Siria.

 

El Profeta  había enviado a Al Hâriz Bin 'Umair Al Azdi en una misión que consistía en llevarle al gobernador de Busra una carta. Cuando se dirigía para llevarle la carta fue interceptado por Sharhabil bin 'Amr Al Gassâni que era gobernador de Al Balqa' y aliado del César, el emperador de Bizancio. Al Hâriz fue capturado y luego decapitado por Al Gassâni.

 

Matar a los emisarios y mensajeros era considerado el más horrendo crimen, significando una declaración de guerra. El Profeta se conmovió al enterarse de lo ocurrido y ordenó que un ejército de 3000 hombres sea movilizado hacia el norte para disciplinar a los transgresores [1]. Fue el ejército más numeroso que habían organizado hasta entonces, excepto cuando enfrentaron a los Aliados.

 

Zaid bin Al Hâriza fue el líder del ejército. Ÿa'far bin Abi Tâlib debía remplazarlo si Zaid moría, y ‘Abdullah bin Rauuâha sucedería a Ÿa'far en caso de que este último caiga.[2]

 

Un estandarte de color blanco fue entregado a Zaid.[3]

 

El Profeta recomendó que al llegar al lugar donde ejecutaron a Al Hâriz inviten a la gente a que profese el Islam. Si respondían positivamente, no los debían combatir, de lo contrario; el combate sería inevitable.

 

Les ordenó:

"Combatid en el Nombre de Allâh a aquellos que no creen (los gassâníes), nunca traicionéis, no matéis niños, ni mujeres, ni ancianos, ni  ermitaños, no cortéis árboles ni destruyáis hogares."[4]

 

Cuando finalizaron los preparativos militares, la gente de Medina se reunió para despedir al ejército. ‘Abdullah bin Rauuâha empezó a llorar y cuando le preguntaron el motivo, juró que no era por amor a esta vida ni por los placeres que hay en ella sino por las Palabras de Allâh, cuando se refiere al fuego en el Día del Juicio, recitadas por el Profeta :

 

(Y no hay ninguno de vosotros que no pase por encima (del fuego), esto es para tu Señor una decisión irrevocable.) [19:71]

 

El ejército islámico marchó hacia el norte rumbo a Ma´an. Una ciudad que limitaba con Siria. Las noticias eran que Heraclio había movilizado una tropa compuesta por cien mil hombres a los que se unirían cien mil más pertenecientes a las tribus aliadas de Bizancio: Lajam, Yudh'am y Balqain[377][5]. Los musulmanes jamás pensaron encontrarse con semejante adversario. No sabían que curso seguir y pasaron dos noches debatiendo la difícil situación. Algunos sugirieron escribirle al Profeta para que los aconseje. ‘Abdullah bin Rauuâha se opuso diciendo a los musulmanes: "Juro por Allâh que esto que aborrecen es lo que buscan: martirio. En nuestros encuentros no dependemos de nuestro número o de nuestro equipamiento, sino de nuestra fe en Allâh con la cual nos ha honrado. Buscad la victoria o el martirio." Con la luz de estas palabras salieron a pelear en Masharif, una ciudad de Balqa', y luego rumbo hacia Mu’ta donde acamparon. El flanco derecho estaba liderado por Qutba bin Qatâdah al Udhari, y el izquierdo por Ubâdah bin Malik Al Ansari. Un tremendo y feroz combate se desató entre los dos bandos. Tres mil musulmanes contra un enemigo cincuenta veces más numeroso.

 

Zaid bin Al Hâriza, el más querido por el Mensajero de Allâh , asumió el liderazgo y comenzó la lucha tenazmente y con bravura hasta que murió descuartizado. Ÿa'far bin Abi Tâlib tomó el estandarte haciendo un milagroso esfuerzo. En un momento del combate, desmontó de su caballo y reanudo la lucha hasta que le cortaron la mano derecha. Entonces, tomó el estandarte con la izquierda hasta que también se la cortan. Por último lo tomó con sus muñones, hasta que un soldado bizantino lo cortó en dos partes. Luego fue apodado " Ÿa'far el que vuela" o " Ÿa'far el de las dos alas" debido a que Allâh lo premió con dos alas con las que vuela en el paraíso. Al Bujâri registró que Ÿa'far recibió cincuenta heridas, ninguna de ellas en la espalda.[6]

 

‘Abdullah bin Rauuâha se hizo cargo del estandarte peleando con coraje, montado en su caballo y recitando estimulantes versos hasta que también cayó mártir. Entonces un hombre perteneciente a Bani Aÿlan llamado Zâbit bin Al Arqam tomó el estandarte y le pidió a los musulmanes que escojan un líder. La elección fue de Jâlid bin Al Ualîd, un excelente guerrero y un destacadísimo estratega. Al Bujâri registró que Jâlid usó nueve espadas, que rompió durante esa batalla, peleando con coraje contra los enemigos del Islam. Sin embargo; al analizar la grave situación en que los musulmanes se encontraban, consideró utilizar otra estrategia para enfrentar al enemigo. Reacomodó el flanco derecho y el izquierdo del ejército musulmán e introdujo adelante los soldados de la retaguardia, dirigiéndose así con grupos que hacía entrar en combate uno tras otro. Consiguió con esta táctica infundir el temor en los corazones de los Bizantinos dado que pensaban que con esta maniobra nuevos refuerzos iban entrando en la batalla. Los musulmanes se enfrentaban al enemigo en esporádicas incursiones, pero  al mismo tiempo, aprovechaban para retirarse, cosa que hicieron gradualmente y en forma ordenada.

 

Los Bizantinos, al ver esta nueva estrategia pensaron que era una artimaña  de los musulmanes para hacerlos caer en una trampa, entonces dejaron de perseguirlos y así pudo Jâlid salvar a su ejército de una aniquilación segura, regresando a Medina con menos bajas.[7]

 

Los musulmanes sufrieron bajas, pero estas fueron ínfimas.  Los daños y muertes inflingidos al enemigo Bizantino nos son desconocidos, aunque los detalles de la batalla demuestran que fueron considerables.[378][8]

 

A pesar de todo, la contienda no logró satisfacer el objetivo de los musulmanes, es decir vengar la muerte de Al Hâriz, pero obtuvieron resultados de largo alcance que favorecieron la reputación  militar de los musulmanes en el campo de batalla. En esa época, el imperio Bizantino gozaba de una gran reputación por su poderío y el solo hecho de pensar en enfrentarlo significaba una autodestrucción. La batalla fue un verdadero milagro que probaba que los musulmanes eran algo excepcional. Es más; demostraba la veracidad de la misión del Profeta . A la luz de estos acontecimientos, muchas de las tribus de beduinos empezaron a reconciliarse con esta nueva fe, y muchas de ellas: Banu Salim, Ashÿa', Gatafán, Dubián, Fazarah y otras se fueron islamizando gradualmente.

La batalla de Mu’ta fue el primero de los sangrientos enfrentamientos con los Bizantinos y abrió el horizonte a las futuras conquistas en distintas comarcas remotas.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La campaña de Dhat As Salâsil

 

Dhat As Salâsil es un lugar situado a diez días de a pie al norte de Medina. Se dice que los musulmanes acamparon en un lugar donde había un valle con agua llamado Salsal, de ahí viene la definición Dhat As Salasil. Debido a la alianza que existía entre las tribus árabes cercanas a Siria y el imperio Bizantino, el Profeta  creyó conveniente y urgente entablar buenas relaciones con esas tribus y al mismo tiempo quería desvincularlos de los Bizantinos. Para llevar a cabo dicho plan, eligió a 'Amr bin Al 'As, cuya abuela del lado paterno  era de Bali, una tribu que vivía en aquella zona. Por este motivo y por las provocaciones militares de Bani Quda´a, se precipitó la implementación del plan que comenzó en el mes de Ÿumada Az Zaniah del año 8 d. H.

 

Le dieron a 'Amr bin Al 'As  una bandera blanca con un estandarte de color negro. Partió a la cabeza de 300 Muhâÿirún y Ansar, asistidos por treinta jinetes, y se le recomendó buscar la ayuda de las tribus de Bali, Udra y Balqain. Marchaban durante la noche y se ocultaban durante el día.

 

Cuando se aproximó a las filas del enemigo y vio la gran cantidad que eran, mandó a Medina un pedido de refuerzos, y estos, siendo doscientos llegaron al lugar liderados por Abu Ubaidah bin Al Ÿarrâh, también se hallaban Abu Bakr y 'Umar bin Al Jattâb. Todos ellos fueron instruidos a cooperar mutuamente en armonía y concordancia.

Por la tarde, Abu 'Ubaidah quiso dirigir la oración, pero 'Amr se lo impidió alegando que solamente vino para asistirlos pero que el liderazgo le pertenecía a él.

 

El ejército musulmán alcanzó las moradas de Quda'a, penetrando en lo profundo de sus tierras, destruyendo al enemigo y obligando al resto a huir y dispersarse.

 

Cuando finalizaron las operaciones militares, un emisario fue despachado para que informe al Mensajero de Allâh del desarrollo de los acontecimientos y la victoria obtenida.


 

La campaña de Jadrah

 

En el mes de sha’bán del año 8 de la Hégira, el Mensajero de Allâh  se enteró que Bani Gatafán reunió tropas fuera de los dominios del Islam. Inmediatamente mandó a Abu Qatâdah a la cabeza de personasen grupo de guerreros para que combata a los insurrectos.

Les tomó quince días darles una inolvidable lección. Algunos fueron muertos, otros capturados y todas sus propiedades confiscadas.[1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La conquista de La Meca

 

Ibn Al Qaiim describió a la conquista de La Meca como la más grandiosa victoria que Allâh otorgó a Su Mensajero, sus oldados y a los piadosos. Pues fue esta la liberación de la Casa Sagrada, cuya guía toda la gente busca. Fue el acontecimiento más favorable que ocurrió en el cielo y en la Tierra. Fue albriciador de una nueva etapa en la cual se presenciaría una extensa  Islamización y a la gente entrando en masa a las filas del Islam. Esta victoria quedaría como un hecho sin igual y serviría como fuente de inspiración para toda la humanidad.[1]

 

Los eventos previos a la Conquista

 

De acuerdo con las cláusulas del tratado de Al Hudaibíah, las tribus árabes tenían la opción de juntarse con los musulmanes o con Quraish para la concertación de alianzas. Si alguna de estas tribus era agredida, la parte aliada tenía el derecho de tomar represalias. Banu Bakr se unió a Quraish y Juza'ah al Profetar. Vivieron pacíficamente por algún tiempo; pero debido a problemas que se remontaban a la época pagana pre-islámica, las hostilidades resurgieron entre ellas. Banu Bakr, sin prestarle ninguna atención al convenio, atacó a Banu Juza'ah en un lugar llamado Al Uatir en el mes de sha'bán del año 8 d. H.

 

Quraish colaboró con Banu Bakr asistiéndole con hombres y armas, aprovechando la oscuridad de la noche para atacar.  Presionados por el enemigo, los de Juza'ah se refugiaron en el Santuario Sagrado, donde no se puede derramar sangre, pero sin importarles las tradiciones, Naufal, el jefe de Banu Bakr, masacró a todos sus adversarios.

 

Cuando la parte damnificada pidió justicia a sus aliados, el Profeta , como líder de ellos, exigió un inmediato resarcimiento. No solo por violar el Tratado sino también por asesinar a personas aliadas a él en la zona sagrada.

Tres demandas fueron hechas de las cuales era imperativo que elijan una de ellas:

 

A)    pagar indemnización monetaria por las víctimas de Juza'ah

B)     terminar la alianza con Banu Bakr

C)    considerar el tratado absolutamente nulo

 

El comportamiento de Quraish fue un claro incumplimiento del tratado de Al Hudaibíah y era un evidente acto hostil en contra de los aliados de los musulmanes. Quraish se dio cuenta de la grave situación y divisó las terribles consecuencias que surgían en el horizonte. Inmediatamente convocaron a una reunión de urgencia donde decidieron que Abu Sufián, su jefe, viaje a Medina para reafirmar el tratado. Directamente se dirigió hacia la casa de su hija Umm Habiba (esposa del Profeta). Pero cuando su padre iba a sentarse sobre la estera del Mensajero de Allâh , ella la retiró. Al ver esta reacción, Abu Sufián le preguntó: "¿Hija mía esta estera es demasiado buena para mi o soy yo demasiado bueno para ella?". Umm Habiba le contestó: "Pertenece al Mensajero de Allâh y tu eres un pagano impuro".

 

Sintiéndose disgustado con su respuesta, se dirigió a ver al Profeta , pero el Mensajero de Allâh se dio cuenta de su ardid y no le garantizó nada. Luego fue a ver a Abu Bakr, pero este tampoco quiso interferir. También vio a 'Umar bin Al Jattâb para que interceda, pero de ninguna manera consiguió una respuesta favorable. Luego decidió ver a ‘Ali bin Abi Tâlib y le imploró con las palabras más humildes, aludiendo que obtendría la supremacía sobre todos los árabes si intercedía para la reafirmación del tratado. Pero ‘Ali se negó a hacer algo por él.

 

Abu Sufián retornó a La Meca apesadumbrado y temeroso. Cuando llegó, informó sobre las reuniones que tuvo con su hija, Abu Bakr, 'Umar y ‘Ali, narrándoles las reacciones de ellos y el silencio del Profeta . Los mecanos se decepcionaron sin ser concientes del peligro inminente.


 


 

Los preparativos para la incursión a La Meca, y los intentos del Profeta  para imponer un bloqueo informativo

 

At Tabari registró que el Mensajero de Allâh le solicitó a Aishah, su esposa, tres días antes de que llegaran las noticias referentes al incumplimiento del tratado, que haga los preparativos necesarios para que pueda salir a la guerra. Mientras, Abu Bakr llegó y preguntó a Aishah que estaba pasando, asombrándose por los preparativos debido a que, según él, no era el tiempo estipulado para la guerra. Ella le dijo que no sabía. A la mañana del tercer día Amr Bin Salim Al Juza'i arribó acompañado de cuarenta jinetes para pedir a los musulmanes que los asistan para conseguir una compensación. Entonces la gente de Medina se enteró que Quraish había violado el acuerdo.

 

A fin de distraer la atención de la gente y para que no se enteren de su verdadero propósito, el Profeta envió  un pelotón de ocho personas lideradas por Qatâdah bin Rabi' hacia Idad, que quedaba cerca de Medina, en el mes de Ramadán del año 8 de la Hégira. 

 

Había tanto temor y miedo en todas partes que Hatib, uno de los seguidores de más confianza del Profeta , secretamente mandó una carta con una mujer a La Meca en la cual les informaba sobre el ineludible ataque. El Profeta se enteró gracias a la revelación de lo que Hatib hizo , entonces envío a ‘Ali y Al Miqdâd para que la intercepten. Cuando encontraron a la mujer, luego de una ardua búsqueda, les entregó la carta que tenía escondida.

 

El Profeta preguntó a Hatib el por qué de semejante comportamiento. Hatib le respondio: "¡Oh Mensajero de Allâh! No tengo parientes en Quraish, y mi familia se encuentra en La Meca, no habiendo alguien que la proteja. Mi situación no es la misma que la de aquellos que tienen parentesco con los Quraishíes y sus familias están a salvo. Quería hacerle un favor a Quraish para ganarme su amistad y así conseguir el cuidado y protección de mi familia. Juro por Allâh que no lo hice traicionando al Islam."

 

'Umar lo consideró un hipócrita y quería cortar su cabeza, pero el Profeta aceptó su excusa y lo perdonó. Luego le dijo a 'Umar: "Hatib pertenece a los que combatieron en la Batalla de Badr. ¿Por qué lo consideras hipócrita? Allâh está complacido con aquellos que combatieron en Badr. Allâh miro a la gente de Badr y dijo:" Haced lo que querais, pues Yo os he disculpado". Las lagrimas cayeron de los ojos de ‘Umar, quien dijo: “¡Allâh y Su Profeta saben mejor!”

 

Tras terminar con todos los preparativos, el Profeta se dirigió hacia La Meca a la cabeza de diez mil soldados el día 10 del mes de Ramadán del año 8 d.H.

 

Dejó encargado a Abu Ruhm Al Gifâri de los asuntos de Medina durante su ausencia. Cuando llegaron a Al Shuhfa, Al 'Abbâs bin ‘Abdul Muttalib junto a su familia se unieron al Profeta . En Al Abua, los musulmanes se encontraron con Abu Sufián bin Al Hâriz y ‘Abdullah bin Umaiah, primos del Profeta, pero por todo el daño que habían causado, y por su lenguaje satírico a los creyentes, no fueron bienvenidos. ‘Ali le dijo a Abu Sufián que le pida perdón al Profeta y que reconozca su pésimo comportamiento de la misma forma que lo hicieron los hermanos del Profeta Yusuf:

 

(Dijeron: Por Allâh, ciertamente Allâh te ha preferido a ti en vez de a nosotros, y es cierto que hemos sido pecadores.) [12:91]

 

 Abu Sufián bin Al Hâriz siguió el consejo de ‘Ali, y el Profeta le respondió con las Palabras de Allâh:

(No hay ningún reproche contra vosotros en este día, que Allâh os perdone. Él es el más Misericordioso de los misericordiosos.) [12:92]

 

Abu Sufián recitó algunos versos destacando la generosidad del Profeta y abrazó el Islam.

 

Los musulmanes marcharon mientras ayunaban, hasta llegar a un lugar llamado Al Qadid donde había agua. Ahí es donde rompieron el ayuno[1] y reanudaron la marcha hacia Marr Az Zahran. Los Quraishíes estaban muy atentos al desarrollo de los acontecimientos. El Profeta no quiso tomarlos por sorpresa, entonces les ordenó a sus hombres que enciendan fogatas para que cocinen.

 

Lo hizo para que puedan percibir que era conciente de la situación, y que no pondría en peligro sus vidas mandando a su ejército ciegamente al campo de batalla.

 

'Umar bin Al Jattâb estuvo a cargo de la guardia. Al poco tiempo se acerca Abu Sufián acompañado de Hakim bin Hizâm y Budail bin Uarqa, dos terribles politeístas, que habían salido para inspeccionar. Antes de que se aproximen al campamento, se encontraron con Al 'Abbâs, el tío del Profeta. Le informó a Abu Sufián la situación y le sugirió que acepte el Islam y que persuada a su gente a que se rindan ante Muhammad .

 

Debido a las circunstancias, Abu Sufián, acompañado del 'Abbâs, busca una audiencia con el Profeta . Los musulmanes se enfurecieron al ver a Abu Sufián y quisieron matarlo en ese mismo lugar. Pero los dos hombres se las arreglaron para ver al Mensajero de Allâh , quien les dijo que lo vean al día siguiente. Por la mañana se encontraron y el Profeta le dijo a Abu Sufián:"¡Guay de ti! ¿No es hora de que reconozcas la unicidad de Allâh y a Muhammad como Su Profeta? ". Entonces el archienemigo del Islam le pidió perdón al Profeta al encontrarse con la magnanimidad y el bondadoso carácter que tenía el Profeta , y luego abrazó el Islam.

 

A pedido del ''Abbâs, el Profeta le otorgó a Abu Sufián, que era jactancioso, un especial privilegio. El Profeta dijo:"Aquel que se refugie en la casa de Abu Sufián estará a salvo, los moradores de su casa estarán a salvo, y aquel que ingrese a la Mezquita Sagrada estará a salvo."

 

La mañana del día 17 del mes de Ramadán del año 8 d. H. El Profetar abandonó Marr Az Zahrán. Le ordenó a Al 'Abbâs que detenga a Abu Sufián en un lugar donde pueda ver al ejército musulmanes desfilando hacia La Meca, y así tendría la oportunidad de ver a los soldados de Allâh. Las diferentes tribus pasaron sucesivamente enarbolando sus estandartes, hasta que el último de los batallones compuestos por los Muhâÿirún y los ansar,  con el Profeta a la cabeza y fuertemente armados, pasaron. Abu Sufián preguntó quienes eran esa gente, y Al 'Abbâs le dijo que se trataba de Muhammad y sus compañeros. Abu Sufián dijo que ningún ejército, por más poderoso que sea, podría vencer a esa gente. Y también le dijo a Al 'Abbâs:

 

"Juro por Allâh que la soberanía de tu sobrino se ha vuelto muy poderosa"

 

Al 'Abbâs le contestó: "Es el poder de la Profecía".

 

Sa'd bin 'Ubâdah llevó la bandera de los ansar y cuando pasó cerca de Abu Sufián, le dijo: "Hoy presenciarás la gran contienda, en la cual Quraish se verá humillada". Abu Sufián se quejó de esto al Profeta quien se enojó y dijo: "No, hoy Al Ka'bah  será santificada, y Quraish honrada", e inmediatamente ordenó que la bandera la lleve su hijo Qais. En otra versión se dice que se la dio a Az Zubair.

 

Al 'Abbâs le pidió a Abu Sufián que vaya a La Meca y le advierta a los Quraishíes para que no tengan ningún comportamiento hostil hacia los musulmanes. Cuando llegó a La Meca gritó con todas sus fuerzas que no se opongan y que podían refugiarse en su casa para estar a salvo. Su esposa estaba indignada y le agarró su bigote diciéndole que era un cobarde. La gente de La Meca se burló de Abu Sufián y se dispersaron en todas las direcciones, algunos se metieron en sus casas, otros en el Santuario Sagrado, mientras que los más rebeldes liderados por 'Ikrimah bin Abi Yahl, Safuán bin Umaiah y Suhail bin 'Amr acamparon en un lugar llamado Jandamah, con la intención de realizar ataques sorpresivos.

 

El Profeta entró con modestia y calma; daba las instrucciones finales para la magnífica victoria que aguardaba a los musulmanes, con la anuencia de Allâh. Designó a Jâlid bin Al Ualîd para que lidere el flanco derecho del ejército con las tribus de Aslam, Sulaim, Gifâr, Muzainah y Shuhaina bajo su comando, para que ingresen a La Meca a través de su parte baja. Az Zubair bin Al ‘Auuâm lideró el flanco izquierdo, ingresando a La Meca por su parte alta y portando el estandarte del Mensajero de Allâh . Abu 'Ubaidah lideró la infantería para entrar con ésta a través del lado del valle. Se les dio estrictas ordenes de no matar a nadie excepto en defensa propia y en ese caso deberían suprimir cualquier tipo de agresión y apaciguar  cualquier oposición.

 

Los batallones musulmanes marcharon, cada uno por su correspondiente camino, cumpliendo con sus misiones. Jâlid bin Al Ualîd se dirigió rumbo al corazón de la ciudad encontrando algo de resistencia en ataques esporádicos; causó doce bajas a sus atacantes y sufrió dos bajas.

 

Az Zubair bin Al Auuâm, cuando llegó al lugar indicado, plantó la bandera en la (hoy denominada) "Mezquita de Al Fath" (conquista) y esperó la llegada del Profeta . Una tienda fue levantada; allí el Profeta agradeció y alabó al más Poderoso, Allâh, Quien le había otorgado una espléndida victoria. Pero no descansó ahí sino poco. Acompañado por los Ansar y Muhâÿirún partió hacia Al Ka´bah, la Casa Sagrada, la cual es un símbolo de la unicidad y supremacía de Allâh. Desafortunadamente, esta Santa Casa estaba contaminada con 360 ídolos; el Profeta los destruyó, en ese momento, mientras recitaba del Noble Corán:

 

(Y di: Ha llegado la Verdad y se ha desvanecido la falsedad.) [17:81]

 

Y Allâh también dijo:

 

(Di (Oh Muhammad ): La Verdad ha llegado y la falsedad no puede dar comienzo a nada ni repetirlo.)  [34:49]

 

Luego circunvaló la Ka'bah sobre a su camella, aunque no estaba en estado de Ihrâm en ese momento.

 

Cuando finalizó mando a llamar a ‘Uzmán bin Talhah el portero de la Ka´bah y le pidió la llave. Cuando ingresó vio imágenes de los Profetas Ibrâhîm e Ismail arrojando flechas adivinas. Denunció estos actos de Quraish y ordenó que todos los ídolos sean destruidos y las imágenes borradas. Y adentro realizó devotas prosternaciones, mirando hacia la pared que estaba del lado opuesta a la puerta; también aclamó la Grandeza de Allâh y Su Unicidad.

 

Luego; desde la entrada, se dirigió a la multitud con las siguientes palabras:

 

"No hay divinidad excepto Allâh. Él no tiene copartícipes. Cumplió con Su Promesa de asistir a Su Siervo y derrotó a los Aliados Él solo. Tened en cuenta que todo reclamo de derechos, ya sea de sangre, o propiedades, están bajo mis talones, excepto la custodia de Al Ka´bah y de brindarle agua a los peregrinos. Sepan que por cada persona asesinada, aunque sea matada involuntariamente, con un látigo, se deberá indemnizar con lo siguiente: cien camellos, de los cuales habrá cuarenta camellas preñadas. ¡Oh gentes de Quraish! Ciertamente Allâh ha suprimido todo orgullo de la época pagana y toda soberbia de vuestros antepasados, debido a que la humanidad desciende de Adán, y Adán fue creado de polvo"

 

Luego recitó del Corán:

 

(Oh humanos, ciertamente os hemos creado a partir de un varón y una hembra, y os hemos constituidos en naciones y tribus para que os reconocierais unos a otros. Ciertamente que el más honorable de vosotros ante Allâh es el que más le teme. Ciertamente Allâh es Conocedor y está perfectamente informado.) [49:13]

 

Les preguntó:

 

"¡Oh pueblo de Quraish! ¿Qué pensáis que haré con vosotros?"

 

Respondieron:

 

"Eres un honorable hermano hijo de un honorable hermano."

 

Al respecto les dijo:

 

Les diré las mismas palabras que (el Profeta) Yusuf dijo a sus hermanos:

 

(No hay ningún reproche para vosotros en este día.) [12:92] Podéis marcharos, sois libres.

 

Respecto a la portería de la Ka´bah y al suministro de agua para los peregrinos, el Profeta ordenó que estas tareas permanezcan en las manos de 'Uzmán bin Talhah y que la llave esté con él y sus descendientes para siempre.

 

Cuando llegó la hora de realizar la oración, Bilâl subió al techo de Al Ka´bah y realizó el adhán. Abu Sufián bin Harb, 'Itab bin Usaid  y Al Hâriz bin Hishâm permanecieron sentados en un costado. 'Itab bin Usaid cuando escuchó el adhán de Bilâl dijo que Allâh había favorecido a su padre Usaid al impedirle escuchar esas palabras. El Profeta se enteró de lo que dijo por medio de la revelación entonces se aproximó a ellos y se los comentó. Quedaron tan sorprendidos que inmediatamente entraron en el Islam, haciendo el correspondiente testimonio de fe. Luego dijeron: "Juramos por Allâh que no había nadie con nosotros para que te pueda informar".

 

Ese mismo día el Profeta fue a la casa de Umm Hani donde se aseó y rezó agradeciendo a Allâh por la victoria. Umm Hani  había otorgado protección a dos parientes de ella en su casa, con lo cual el Profeta estuvo de acuerdo.

 

Se iba a ejecutar a nueve criminales en las cercanías de la Ka´bah. Solamente fueron ejecutados cuatro de ellos y el resto fue perdonado por diferentes motivos. Los que fueron ejecutados fueron 'Abdul 'Uzza bin Jatal quien había abrazado el Islam y fue designado como recaudador del Zakat, junto a un Ansarí. Tenían un esclavo con ellos. ’Abdul 'Uzza, en una discusión, asesinó al esclavo del Ansarí y se unió a los paganos como apóstata.

 

Nunca se arrepintió del crimen que cometió, y contrató a dos mujeres para que ridiculicen al Profeta con sus canciones.

 

Al otro que ejecutaron fue Miqiás bin Sababa que era musulmán. Un Ansarí mató a su hermano Hishâm  accidentalmente. El Profeta estipuló el pago de la indemnización el cual aceptó. Pero luego su naturaleza vengativa le hizo matar al Ansarí y se refugió en La Meca como renegado del Islam.

 

A pesar de esto, se realizó un gran esfuerzo por perdonar a la gente culpable. 'Ikrima bin Abi Yahl, quien había atacado al batallón de Jâlid en el momento de ingresar a La Meca, fue perdonado. A Uahshi, el asesino de Hamzah, el tío del Profeta y a Hind que había masticado su hígado (el de Hamzah) también les alcanzó la indulgencia del Profeta . El mismo trato obtuvo Habar quien había herido gravemente a una de las hijas del Profeta cuando ella abandonaba La Meca para ir a Medina, y murió debido a la mortal herida.

 

Del mismo modo, dos jefes de Quraish fueron beneficiados con la benevolencia del Profeta , cuando abrazaron el Islam. Ellos eran Safuán bin Umaiah y Fudalah bin 'Umair. Este último había atentado contra la vida del Profeta mientras circunvalaba en el Santuario Sagrado. La tolerancia del Profeta estaba de acuerdo a su misión ya que había sido descripto como una misericordia para la humanidad. Gracias a esto, terribles hipócritas devenían en devotos creyentes.

 

Al segundo día de la conquista, el Profeta se dirigió a la gente informándoles del carácter sagrado de La Meca. Después de alabar a Allâh, dijo que La Meca era un territorio sagrado y que permanecerá así hasta el Día del Juicio. No se permite el derramamiento de sangre. Nadie debe combatir dentro de ella aunque diga que el Profeta lo hizo, porque si lo hizo fue con una licencia otorgada temporalmente, y que no era válida para otros. Ibn 'Abbâs narró que el Profeta dijo: "Allâh hizo de La Meca un lugar Sagrado, y así lo era antes de mi y así lo será después de mi. Fue lícito para mí (combatir) únicamente por un pequeño lapso ese día. No está permitido cortar sus espinas, cortar sus árboles, y no se debe recoger algo caído sin anunciarlo públicamente. Al 'Abbâs dijo: "Oh Mensajero de Allâh excepto los juncos que usamos para las tumbas y nuestros hogares". Entonces el Profeta dijo:"Excepto los juncos".

 

A pesar de todo, y aún queriendo vengarse, la tribu de Juza'ah mató a un hombre de la tribu de Laiz. Aquí el Profeta se indignó y le ordenó a la tribu de Juza'ah que termine con ese proceder de la época pagana, y le otorgó a la familia de la víctima para que elija entre dos opciones: una indemnización o ejecutar al culpable.

 

Después de su disertación, el Profeta se dirigió hasta la colina da Safa que no se encuentra lejos de al Ka´bah. Dirigiendo su rostro a la Casa Sagrada, con una multitud devota que lo observaba, levantó sus manos para rogarle y suplicarle a Allâh. Los habitantes de Medina sintieron temor y preocupación, debido a que ahora que Allâh le había otorgado a Su Profeta la victoria sobre los pobladores de su ciudad natal, podría elegir quedarse con ellos. El Profeta les preguntó porque estaban preocupados y le expresaron su temor. Pero rápidamente el Profeta disipó sus temores diciéndoles que viviría con ellos y moriría con ellos (en Medina).

 

Inmediatamente después de la ilustre conquista, los mecanos se dieron cuenta que la única manera de triunfar era transitando en el camino del Islam. Eran concientes del nuevo contexto y se reunieron con el Profeta para jurarle fidelidad. Los hombres lo hicieron primero, jurándole obediencia en todo lo que esté a su alcance. Y luego hicieron lo mismo las mujeres. El Profeta estuvo con 'Umar bin Al Jattâb recibiendo a la gente que le juraba fidelidad. Hind bint Utbah, la esposa de Abu Sufián, fue escondiéndose entre las mujeres por temor a que el Profeta la reconozca debido a que ella había masticado el hígado de su tío Hamzah. El Profeta aceptó el juramento de ellas con la condición de que no asocien nada con Allâh, lo cual estuvieron de acuerdo. Luego agregó que no deberán robar. En ese momento, Hind se quejó porque su marido, Abu Sufián, era un tacaño. Su marido la interrumpió diciéndole que le regalaría todas sus posesiones. El Profeta sonrío reconociendo a la mujer. Ella le pidió que le perdone todas sus ofensas y sus anteriores delitos.

 

Otras de las condiciones consistían en la prohibición del adulterio, infanticidio, y calumniar. A todo esto Hind respondió positivamente jurándole que ella no hubiese venido a prometer fidelidad si hubiese tenido la menor duda en cuanto a obedecerlo. Cuando regresó a su casa destruyó el ídolo que solía adorar.

 

El Mensajero de Allâh permaneció en La Meca 19 días. Durante su estadía en la Sagrada ciudad enseñó el Islam encaminando a la gente hacia a rectitud. Le ordenó a Abu Usaid Al Juza'i que restaure los pilares del Sagrado Santuario, envió invitaciones a todas las inmediaciones de la ciudad para que adopten el Islam como religión, y para que rompan los ídolos que todavía existían en las proximidades de La Meca; les dijo:

 

"Quien crea en Allâh y en la otra Vida que destruya los ídolos que tiene en su hogare."

 

Al poco tiempo el Profeta envió pelotones cuya misión era destruir y eliminar los últimos ídolos que quedaban de la época pagana.

 

El Profeta , entonces, envió a Jâlid bin Al Ualîd durante el mes de Ramadán del año 8 d.H. a Najlah donde había un ídolo femenino llamado Al ‘Uzza, venerada por las tribus de Quraish y de Kinânah. El lugar estaba custodiado por Bani Shaiban. Jâlid fue a la cabeza de treinta jinetes a esa localidad y destruyó el ídolo. Cuando regresó, el Mensajero de Allâh le preguntó si había visto a alguien ahí pero le respondió que no. El Mensajero de Allâh , entonces, le dijo que todavía no lo había destruido y lo mandó nuevamente. Cuando llegó al lugar, se encontró con una mujer desnuda, negra, sucia y desarreglada que salió de entre las cenizas del templo. Jâlid la mató con su espada. Luego volvió y contó lo sucedido al Mensajero de Allâh quien le dijo que ahora había cumplido con la misión.

 

Más tarde, durante el  mismo mes, ‘Amr bin Al 'As fue designado para destruir a otro ídolo, venerado por Hudhail, llamado Suûa. Estaba ubicado a una distancia de tres kilómetros de La Meca. Cuando llegó al lugar, un hombre le preguntó a que venía y ‘Amr le contestó que el Mensajero de Allâh le había ordenado destruir ese ídolo. El hombre le dijo que no era posible y ‘Amr se sorprendió de que todavía hubiese gente con esa falsa creencia. Luego se aproximó al ídolo y lo destruyó. El hombre inmediatamente abrazó el Islam.

 

Sa'd bin Zaid Al Ashhali también fue enviado, durante el mismo mes, hacia Al Mashallal para destruir al ídolo llamado Manât, venerado por las tribus de Aus y Jazraÿ. Aquí también apareció una mujer negra, sucia y desnuda golpeándose el pecho. Sa'd la mató inmediatamente, destruyó el ídolo y retornó.

 

Jâlid bin Al Ualîd, a la cabeza de 350 jinetes compuestos por ansar, Muhâÿirún y Bani Salim, partió hacia Bani Juzaimah para invitarlos a que abracen el Islam, en el año 8 d.H.

 

Debía llevar a cabo la misión pacíficamente. En ese lugar, al verlos llegar la gente salió corriendo gritando: “Hemos apostatado, hemos apostatado[379][2]” entonces Jâlid ordenó que se los combata y sean tomados prisioneros. Quiso también matar a los prisioneros pero algunos compañeros se opusieron. Las noticias de este derramamiento de sangre llegaron al Mensajero de Allâh , quien se apenó mucho y elevó sus manos hacia el cielo diciendo: "Oh Allâh soy inocente por lo que hizo Jâlid", [3] repitiéndolo dos veces. Inmediatamente envió a ‘Ali para resarcir todo lo posible a la tribu damnificada. Después de las indagatorias correspondientes ‘Ali indemnizó a aquellos perjudicados. El resto que había sobrado también fue repartido entre los miembros de esa tribu para aliviarles el sufrimiento. Debido a su proceder, Jâlid tuvo una disputa con AbdurRahmân bin 'Auf. Al enterarse, el Mensajero de Allâh se disgustó y le ordenó a Jâlid que finalice ese altercado porque sus compañeros (AbdurRahmân bin 'Auf) tenían demasiado rango para verse involucrados en esa clase de argumentos.

 

Este fue el relato de la conquista de La Meca y la decisiva batalla que retiró de ella el paganismo para siempre. Las otras tribus de Arabia seguían expectantes el desarrollo de los acontecimientos y sabían que el Santuario Sagrado no caería excepto en las manos de los que sigan la verdad.

 

Estaban profundamente convencidas de esto dado que recordaban lo ocurrido con el ejército del elefante que vino desde el Yemen liderado por Abraha Al Ashram deseando destruir la Casa Sagrada 50 años atrás.

 

El Tratado de paz de Al Hudaibíah fue el preámbulo natural a esta gran victoria que impresionó profundamente a la gente y de la cual hablaron mucho. Los musulmanes en La Meca, que habían temido declarar su Fe en público, comenzaron a aparecer y a trabajar para este nuevo contexto  de vida. Las personas comenzaron masivamente a abrazar el Islam, y el ejército musulmán que sólo enlistó a 3000 guerreros en la incursión anterior, ahora alcanzaba los 10,000. De hecho, este decisivo cambio les proporcionó a las personas la visión perspicaz para percibir las cosas y el mundo en su conjunto alrededor de ellos en una perspectiva diferente. Los musulmanes estaban listos para dirigir todos los asuntos políticos y religiosos de toda Arabia.

 

Toda la etapa posterior a Al Hudaibíah favorecía al nuevo movimiento islámico. Los árabes del desierto empezaron a rendirle fidelidad al Mensajero de Allâh , abrazando la nueva fe y luego llevándola a los diferentes lugares para propagarla.


 


La Tercera Fase

 

La tercera  y  última etapa  de la vida del Mensajero incluye los resultados fructíferos de su llamada al Islam, que fueron consecuencia y resultado del prolongado sacrificio y el esfuerzo en el sendero de Allâh, adversidades, trabajo, perturbaciones, y muchos conflictos sangrientos y batallas que duraron más de veinte años.

 

La conquista de La Meca fue considerada el logro más significativo alcanzado por los musulmanes durante esos años. Afectó el curso de los eventos y consecuentemente alteró la vida entera de los árabes. Se podía distinguir claramente entre el período anterior a la conquista y el posterior a la misma.  Quraish en esa época se encontraba a la cabeza de los árabes porque eran los defensores de los cultos del resto de los árabes. Por consiguiente, la sumisión de Quraish significaba la eliminación definitiva del paganismo en la Península  arábiga.

 

Los acontecimientos acaecidos en esta etapa los dividimos en dos clases:

 

(1) Guerras y batallas.

(2) Tribus y personas que abrazan el Islam.

 

Por su fuerte relación, las dos caras de esta etapa interactúan de tal manera que un acontecimiento de una faceta ocurre durante el proceso de la otra. Sin embargo, nosotros hemos preferido, para propósitos explicativos, tratar estas dos facetas en forma separada.


 

 

La incursión a Hunain

 

La conquista de La Meca pasmó a los quraishíes y a otras tribus, que comprendieron que tenían que amoldarse a la nueva situación. Sin embargo; algunas de las tribus orgullosas, rebeldes, y poderosas se resistieron. Principalmente los de Hauâzin y Zaqif; estaban también  Nasr, Yashm y Sa'd bin Bakr y la gente de Bani Hilal, todos de Qais Ailan. Todos estos clanes y tribus pensaron que eran demasiado poderosos para admitir la supremacía del Islam. Entonces se unieron bajo el mando de Malik bin Auf An-Nasri para luchar contra los musulmanes.

 

La Marcha del Enemigo y su Campamento en Autás:

 

Cuando Malik bin 'Auf, el líder general, decidió marchar para combatir a los musulmanes, hizo que tomaran sus riquezas, mujeres y niños y los llevaran a Autás, un valle ubicado en el territorio de Hauâzin, bastante cercano a Hunain.


 

El hombre de guerra experimentado discrepa con el Juicio del Líder:

 

Cuando acamparon en Autás, las personas se agruparon rodeando a Malik. El anciano Duraid bin As-Simmah, quién era conocido como un hombre de guerra experimentado, preguntó:"¿En qué valle estamos nosotros?. "En Autás", le dijeron. ¡Que buen camino para los caballos! Ni es una altura puntiaguda ni una llanura poco firme. ¿Por qué escucho el gruñido de los camellos, a los asnos rebuznando, el llanto de los niños y el quejido de las ovejas?". Respondieron: "Malik bin  Auf le pidió a las personas que traigan con ellos a sus mujeres, propiedades y niños". Así que le preguntó a Malik que fue lo que le hizo hacer tal cosa. Malik dijo que su propósito era que todos tengan a sus familias y propiedades alrededor de ellos para que luchen ferozmente para protegerlos". "Juro por Allâh que no eres más que un pastor," le contestó Duraid; también le dijo:"¿acaso crees que hay algo, que pueda mantenerlos firmes en caso de derrota o puede detener una huída? Si ganas la batalla no serás más que un hombre con una espada y una lanza; pero si pierdes traerás la desgracia a tus compatriotas y propiedades," entonces él reasumió su charla y siguió preguntando por algunas tribus y sus líderes.

 

"Oh Malik, empujar a las personas distinguidas de Hauâzin al campo de batalla no será nada útil. Llévalos dónde puedan estar seguros. Luego ordena a los jóvenes que monten sus caballos y luchen. Si ganan, aquéllos que quedaron atrás los seguirán, pero si pierden la derrota sería en una batalla, pero no se perderían sus familias y propiedades."

Pero Malik, el comandante, se negó a aceptar esta sugerencia. "Por Allâh,"  dijo, " no haré tal cosa. Tú debes estar muy viejo. Hauâzin tiene que obedecerme, o apoyaré mi cuerpo contra esta espada para que penetre hasta mi espalda". De esta forma rechazó las sugerencias que Duraid le había hecho.

 

"Nosotros te obedecemos," dijeron sus compatriotas; Duraid por consiguiente dijo: "Hoy es un día que no me quiero perder pero ciertamente no me agradará presenciarlo".


 

Reconocimiento de las Armas del Enemigo:

 

Las noticias sobre la marcha del  enemigo llegaron al Mensajero de Allâh , así que ordenó  a Al-Aslami que se mezcle con el enemigo y permanezca con ellos para conseguir información.


El Mensajero de Allâh  deja La Meca en dirección a Hunain:

 

El decimonoveno día del mes de Shauuâl, el Mensajero de Allâh dejó La Meca acompañado por doce mil musulmanes. Diez mil de aquéllos que habían participado previamente en la Conquista de La Meca. Y gran parte de los otros dos mil eran  mecanos que recientemente habían abrazado el Islam. Esa marcha ocurrió al decimonoveno día de la conquista de La Meca.

 

El Profeta pidió prestadas cien armaduras con su correspondiente equipamiento a Safuán bin Umaiah y designó a 'Itab bin Usaid como gobernador de La Meca. Por la tarde, un jinete vino al Mensajero de Allâh y le dijo: "han subido las montañas para atravesar Hauâzin con sus camellos, caballos, ganado y ovejas que reunieron allí". El Mensajero de Allâh sonrió y dijo: "Mañana todo será botín para los musulmanes, si Allâh quiere." Esa noche, Anas bin Abi Murzid Al-Ganaui se ofreció para hacer de centinela.[1]

 

Cuando marchaban hacia  Hunain vieron una gran planta verde de Nabk que era llamada Dhat-Anuat. Los árabes solían colgar sus armas en ella, sacrificaban allí sus animales y se mantenían cerca de ella, porque pensaban que la misma los colmaria, y a sus armas, de bendiciones y buena fortuna. Algunos de los miembros del ejército le pidieron al Mensajero de Allâh que les designe un árbol como ése. "¡Allâh es el más Grande!" dijo él, "juro por Aquel en Cuyas Manos está el alma de Muhammad, que vosotros dijisteis lo mismo que los seguidores de Moisés. Ellos dijeron: (Haz para nosotros un dios como el que ellos tienen.) Ciertamente sois personas ignorantes. Habéis de seguir los pasos de aquellos que os precedieron." [2]

 

Viendo la gran cantidad de soldados que tenía el ejército, algunos de ellos dijeron: "No seremos derrotados" pero fueron reprochados por el Mensajero de Allâh .


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El Ejército islámico es sorprendido por arqueros

 

El miércoles por la noche del décimo día de Shauuâl, el ejército musulmán llegó a Hunain. Malik bin 'Auf, quien había entrado previamente de noche en el valle; le pidió a su ejército esconderse dentro del valle y acechar a los musulmanes en los caminos, las entradas, y en los lugares estrechos. Las órdenes dadas a sus hombres eran lanzar piedras a los musulmanes siempre que los vieran.

 

Al final de la noche, el Mensajero de Allâh    empezó a movilizar su ejército y a distribuir puestos y banderas a los guerreros.

 

En la oscuridad y antes de que amanezca, los musulmanes se dirigieron hacia el Valle de Hunain e ingresaron en él desprevenidos de la presencia de un enemigo que los acechaba dentro del valle. Así; en el momento que estaban acampando, las flechas empezaron a llover sobre ellos, y debido a que los batallones del enemigo empezaron un feroz ataque contra los musulmanes, estos tuvieron que retirarse en  desorden y en confusión absoluta. Parecía una contundente derrota a tal punto que Abu Sufián bin Harb, que recientemente había  abrazado el  Islam, pensó que la retirada no se detendría hasta llegar al Mar  Rojo.

 

El Mensajero de Allâh se volvió hacia la  derecha y dijo: "¡Regresad! Yo soy el Mensajero de Allâh. Yo soy Muhammad, el hijo de ‘Abdullah". Aquéllos que estaban firmes con él eran sólo unos pocos Muhâÿirún y algunos de sus parientes. La valentía sin igual del Profeta salió a relucir. Prosiguió esforzadamente la marcha mientras pasaba ante los incrédulos diciendo en voz alta:

 

"Ciertamente soy el Profeta. Yo soy  el hijo de ‘Abdul Muttalib."

 

Sin embargo, Abu Sufián, que estaba sosteniendo la rienda de la mula del Profetar , y Al-'Abbâs que estaba sosteniendo su estribo; la querían detener. El Mensajero de Allâh desmontó y le solicitó a su Señor el socorro.

“¡Oh, Allâh, envía Tu Ayuda!"


 

 

El retorno de los musulmanes al campo de batalla

 

El Mensajero de Allâh  le pidió a su tío Al-''Abbâs, quien era un hombre con una poderosa voz, que convoque a sus  seguidores. Tan alto como pudo, Al -''Abbâs gritó: "¿Dónde están los lanceros? ¡Por Allâh!" Al 'Abbâs dijo: "Al oír mi voz que los llamaba a que regresen, volvieron al campo de batalla como si hubieran sido animales dirigiéndose hacia sus crías."

 

Inmediatamente dijeron: "Aquí estamos, a tu disposición. Aquí estamos." [1]. Intentaban  detener sus camellos para regresar a la batalla. Quién  era incapaz de forzar a su camello para  regresar, tomó su armadura, y apresuradamente desmontó con su arma en la mano dejando a su  camello y corrió hacia el lugar de donde provenía la voz. Las voces crecieron cada vez más hasta que cien de ellos se reunieron cerca del Profeta para reanudar la lucha.

 

Luego fueron convocados Al-Ansar: "¡Oh gentes de Al-Ansar! ¡Al-Ansar!"

 

Él último grupo que fue llamado había sido Bani Al-Hâriz bin Al-Jazraÿ. Los batallones musulmanes  entraban sucesivamente al campo de batalla de la misma forma que lo habían dejado. La vitalidad de ambos bandos era extraordinaria. Ambos lucharon con determinación. El Mensajero de Allâh observaba con entusiasmo la batalla y dijo:

"Ahora la lucha ha crecido."

 

Lanzó un puñado de tierra al aire mientras decía:

 

"Que vuestros rostros se humillen."

 

Los ojos del enemigo se llenaron con el polvo y comenzaron a retirarse en absoluta confusión.


 


La  derrota definitiva del enemigo:

 

Pocas horas después que el puñado de tierra había sido lanzado al rostro del enemigo, fueron derrotados. Aproximadamente setenta hombres de Zaqif murieron, y los musulmanes obtuvieron todos sus camellos, armas y ganado.

 

Allâh,  Glorificado Sea, aludió a este cambio súbito, en el Corán, cuando dijo:

 

(...y en el día de Hunain, cuando os asombraba vuestro gran número y sin embargo no os sirvió de nada. La tierra a pesar de su amplitud, se os hizo estrecha, y luego dando la espalda, os volvisteis. Después Allâh hizo bajar Su Sakînah (sosiego) sobre Su Mensajero y los creyentes e hizo bajar ejércitos que no veíais para castigar a los incrédulos. Y así retribuimos a los que no creen.) [9:25,26]


 

La persecución del enemigo:

 

Después de la derrota, algunas tropas enemigas se dirigieron hacia Ta'if, otros a Najlah y a Autás. Un grupo de musulmanes encabezado por Abu Amir Al Ash'ari, fue despachado para perseguirlos, algunas escaramuzas tuvieron lugar y Abu Amir resultó muerto.

 

Un batallón similar de jinetes siguió a los idólatras que iban hacia Najlah y alcanzó a Duraid bin As-Simmah, quién fue muerto por Rabi'a bin Rafi'. Después de recoger el botín, el Mensajero de Allâh marchó hacia Ta'if para enfrentar a la mayor parte de los idólatras derrotados.

 

El botín consistía en seis mil prisioneros, veinticuatro mil camellos; más de cuarenta mil ovejas y cuatro mil onzas de plata. El Mensajero de Allâh dio órdenes para que el botín se lleve a Al-Shi'ranah y ordenó a Mas'ûd bin Amr Al-Gifâri que se encargue del mismo. Cuando el Mensajero de Allâh quedó completamente libre para la Campaña de Ta'if, una de las prisioneras llamada As-Shaimâ' bint Al-Hariz As-Sa'dia, hermana de leche del Mensajero de Allâh , fue traída a la presencia del Mensajero de Allâhr. Al reconocerla, la honró y extendió su manto para que ella pueda sentarse. Fue cordial con ella y la liberó permitiéndole volver con su gente.


 

La campaña a Ta'if:

 

La Campaña de Ta'if de hecho es una extensión de la incursión a Hunain; porque la mayoría de las tropas derrotadas de Hauâzin y Zaqif entraron en Ta'if con su comandante general, Malik bin 'Auf An-Nasri, para atrincherarse dentro de su fuerte. Así; al terminar con la campaña de Hunain, el Profeta  reunió el botín en Al-Shi'ranah en el mismo mes, del octavo año posterior a la Hégira.

 

Un destacamento compuesto por mil hombres liderados por Jâlid bin Al-Ualîd marchó hacia At-Ta'if. En cuanto al Mensajero de Allâh , procedió atravesando Najlah Al-Iamaniah, Qarn Al-Manazil y Laiah. En Laiah había un castillo que pertenecía a Malik bin Auf, y el Mensajero de Allâh dio órdenes para que lo destruyan. Después reanudó su marcha hacia Ta'if. Al llegar a Ta'if acampó cerca de la fortaleza y sitió a sus habitantes, pero no por mucho tiempo.

¿Cuánto tiempo duró el sitio? Aún es una cuestión de discrepancia. Está establecido, sin embargo, que fue entre 10 y 20 días.[1]

 

Una gran cantidad de flechas y piedras fueron arrojadas durante el sitio. Cuando los musulmanes rodeaban la fortaleza una lluvia de flechas caía sobre ellos. Varios musulmanes fueron heridos y doce murieron.

 

Para estar a salvo de los flechazos, los musulmanes ascendieron a una ubicación más alta para acampar, en el lugar donde hoy se encuentra la Mezquita de At-Ta'if. Luego pudieron hacer un hueco en la pared de la fortaleza a través del cual varios musulmanes pudieron ingresar, cubiertos con un tanque de madera. Trataron de incendiar el lugar pero el enemigo vertió sobre ellos hierro fundido. Afectados por esto los musulmanes salieron del tanque y fueron expuestos a los flechazos y por consiguiente algunos de ellos murieron.

 

Para forzar la rendición del enemigo, el Profeta ordenó cortar y quemar sus cosechas.

 

Dispuso que cortaran los viñedos y los quemaran. Cuando vieron a los musulmanes cortar y quemar sus vides, le imploraron al Profeta , invocando el nombre de Allâh, que los detenga y se apiade de ellos, y que tenga en cuenta los vínculos de parentesco. El Profeta accedió a lo que le pidieron. Luego; el vocero del Mensajero de Allâh anunció: "Quienes desciendan y salgan del castillo serán libres." Veintitrés hombres salieron. [1] Uno de ellos era Abu Bakrah que se ató a una pared y descendió por medio de una rueda pequeña que normalmente se usa para sacar agua de un pozo. La manera en que él bajó hizo al Profeta apodarlo: "Abu Bakrah", es decir el hombre con la rueda. El Mensajero de Allâh les dio libertad y designó a cada uno de ellos para que estén con un musulmán que les ayude en los asuntos de sus vidas (espirituales y materiales).

 

Viendo que el sitio duraba  demasiado tiempo, que el castillo era inmune y podía resistir (porque habían guardado provisiones que bastaban para más de un año) y que los musulmanes estaban sufriendo, día a día, a causa de los flechazos y del hierro fundido que les arrojaban, el Mensajero de Allâh consultó a Naufal bin Mu'âuia Ad-Daili. Él le dijo: "Ellos están como un zorro que se esconde dentro de su madriguera. Si intentas con firmeza lo agarrarás, pero si partieras, ningún daño te afligiría." El Mensajero de Allâh decidió levantar el sitio y partir. 'Umar bin Al-Jattâb, quién se encargó de notificar a la gente por orden del Profeta , les dijo: "Si Allâh quiere, nosotros abandonaremos el castillo y mañana retornamos a casa." Como era demasiado duro para los musulmanes partir y dejar el castillo sin conquistar, se quejaron diciendo: "¿acaso debemos irnos dejando el castillo sin conquistar?" Su contestación fue: "Entonces, salid a pelear por la mañana". A  la mañana lucharon ferozmente pero resultaron heridos. Entonces cuando repitió esta declaración: "Si Allâh quiere, nosotros abandonaremos el castillo y estamos retornando mañana a casa", se regocijaron y llevaron a cabo las órdenes sumisamente y empezaron a irse, cosa  que hizo reír al Mensajero de Allâh .

 

Cuando montaron e iniciaron la retirada, el Mensajero de Allâh dijo:

 

"¡Decid! Aquí regresamos, arrepentidos, adorando y alabando a nuestro Señor".

 

Cuando al Mensajero de Allâh le pidieron que invoque a Allâh contra Zaqif, él dijo:

 

"Oh Allâh, guía a Zaqif y  únelos a nosotros como musulmanes"


 


 

 

La Distribución del botín en Al-Shi'ranah:

 

Al volver, luego de levantar el sitio en Ta'if, el Mensajero de Allâh  permaneció diez noches en Al-Shi'ranah antes de distribuir el botín. Este retraso se debió a que el Profeta esperaba que la comisión de Hauâzin pudiera llegar y anunciar su arrepentimiento y por consiguiente reclamar lo que habían perdido. Viendo que ninguno de ellos se aproximaba, empezó a dividir el botín para tranquilizar a los jefes de las tribus y a los notables de La Meca. Los primeros en recibir el botín y los que obtuvieron la mayor cantidad del mismo fueron las personas que habían abrazado el Islam recientemente.

 

Abu Sufián bin Harb obtuvo cien camellos y cuarenta onzas (de oro), pero a pesar de eso dijo," ¿Cuál será la porción del botín para mi hijo Iazid?" entonces; se le dio la misma cantidad para su hijo. Pero sin conformarse exclamó: "¿Cuál será la porción del botín para Mu'âuiah, mi segundo hijo?" entonces el Profeta le dio a Mu'âuiah lo mismo que a su padre y su hermano.

 

Hakim bin Hizâm obtuvo cien camellos, y obtuvo otros cien cuando lo pidió. A Safuán bin  Umaiah le dieron trescientos camellos. El Profeta otorgó a Al-Hâriz bin Hâriz bin Kilda cien camellos. También les otorgó cien camellos a algunos jefes de Quraish y de otros clanes; otros obtuvieron cincuenta y algunos cuarenta.

 

Se propagó entre la gente que "Muhammad reparte generosamente y no le teme a la pobreza." Esto hizo que los beduinos se reúnan a su alrededor esperando recibir alguna parte  de las riquezas.

 

Eran tantos los que se amontonaron a su alrededor, que el Profeta tuvo que refugiarse detrás de un árbol, pero a pesar de esto hasta le quitaron su manto. Entonces exclamó: "¡Oh gentes! ¡Devolvedme mi manto!, Os juro por Aquel en Cuyas Manos se encuentra el alma de Muhammad, que si tuviera tantos camellos como el número de árboles de Tihâma, los distribuiría entre vosotros. Sabéis bien que no soy tacaño ni cobarde ni mentiroso".  De pie junto a su camello sacó un pelo de la joroba del animal y lo sostuvo entre sus dos dedos, lo alzó y dijo: "¡Oh gentes! juro por Allâh que no obtengo nada más que un quinto de vuestro botín, y este mismo quinto regresa a vosotros."

 

En cuanto terminó de repartir a los nuevos islamizados, el Mensajero de Allâh le ordenó a Zaid bin Zâbit que traiga el botín y reúna a las personas. Luego designó las correspondientes porciones a distribuir entre la gente. La porción de un soldado de infantería era cuatro camellos y cuarenta ovejas, mientras que  un jinete obtendría doce camellos y ciento veinte ovejas.


Los ansar enojados con el Mensajero de Allâh

 

Al principio; la política de distribución del Profeta pareció incomprensible  para muchos  hombres. Por consiguiente, algunos de lengua larga empezaron a expresar sus objeciones. Los ansar estaban entre aquéllos que estaban afligidos por esta política. Ellos habían sido privados de los  regalos de Hunain a pesar de haber luchado junto al Mensajero de Allâh desde la primera hora. Ahora miraban a los que regresaban con las manos llenas mientras ellos no obtenían nada.

 

Ibn Ishâq registró lo siguiente: "Cuando el Mensajero de Allâh había otorgado a Quraish y a  las tribus árabes y no distribuyó nada entre los ansar , un grupo de ellos se sentía tan perturbado que uno de ellos llegó a decir: "¡Por Allâh!, ¡el Mensajero de Allâh ha sido injusto!" y esa declaración se extendió  hasta que Sa'd bin  Ubâdah se la comentó al Mensajero de Allâh .

 

Sa'd bin Ubâdah dijo: "Oh Mensajero de Allâh, este grupo de los ansar está furioso debido a la distribución del botín que has ganado. Has repartido el botín entre tus propios parientes y las tribus árabes. Pero ellos no han obtenido nada." El Profeta le preguntó a Sad: "¿Qué es lo que tu opinas al respecto?" Sa'd le contestó: "Oh Mensajero de Allâh. Tu  sabes que yo no soy nada más que un miembro de mi grupo". Entonces el Profeta le dijo: “Convoca a tu gente para que les hable.”

 

 Sa'd convocó entonces a los ansar. Cuando vinieron algunos Muhâÿirún, Sa'd les dejó entrar e impidió el paso a otros. Cuando estaban todos reunidos, le informó al Profeta : "Este grupo de los ansar ha venido  para encontrarse contigo de acuerdo a lo que has ordenado". Tan pronto como el Mensajero comenzó a hablar, agradeció a Allâh y lo alabó, entonces les dijo indagándoles: "me ha sido informado que vosotros están enfadados conmigo. ¿Acaso no vine a vosotros cuando estabais desviados y Allâh os guió? ¿Acaso no erais pobres y Allâh os dio riquezas? ¿No erais vosotros enemigos y Allâh os inculcó el amor recíproco?" "Sí," respondieron, "Allâh y Su Mensajero son bondadosos y muy generosos". Luego les dijo: "¿que os impide responder al Mensajero de Allâh, ¡Oh gente de los ansar!?" Ellos dijeron: "¿Cuál debe ser la contestación, Oh Mensajero de Allâh, mientras al Señor y a Su Mensajero pertenecen toda gratitud?”

 

El  Profeta dijo:

 

"Por Allâh, vosotros podríais haber contestado y yo estaría de acuerdo: Viniste a nosotros desmentido y rechazado y nosotros te aceptamos; viniste a nosotros desfavorecido y nosotros te ayudamos; viniste como un fugitivo, y nosotros te alojamos; viniste pobre y nosotros te confortamos."

 

¿Vosotros, Oh ansar, sentís ansiedad por las cosas de este mundo con lo cual yo he buscado inclinar a estas personas hacia la Fe,  la cual vosotros ya tenéis bien establecida?

 

¿Acaso no os complace, Oh gente de los ansar , que mientras las personas retornan con ovejas y camellos vosotros regresáis con el Mensajero de Allâh a vuestras moradas?. Por Aquel en cuyas Manos está mi vida, si no hubiese emigración, yo habría sido uno de los ansar . Si las personas se dirigieran hacia un valle o camino, y los ansar lo hicieran hacia otro valle o camino, yo iría por el valle o camino de los ansar. ¡Allâh! Ten misericordia con los ansar, con sus hijos y con los hijos de sus hijos".

 

Los oyentes emocionados lloraron, y luego dijeron:

 

"Nosotros estamos complacidos con el Mensajero de Allâh, como nuestra porción."

 

Luego el Profeta dejó la reunión y las personas se dispersaron. [1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

La llegada de la Delegación de Hauâzin:

 

La comisión de Hauâzin llegó, islamizada, después de la distribución de los botines. Eran catorce hombres encabezados por Zuhair bin Sard. También el tío (por parentesco de lactancia) del Mensajero era uno de ellos. Al llegar, le  pidieron que les devuelvan partes de la riqueza.

 

Ellos aceptaron las palabras del Mensajero de Allâh  que les dijo: "Vosotros habéis visto quién está conmigo. El discurso más deseable para mí es el más justo. ¿Qué es más estimado para vosotros, vuestras riquezas o vuestras mujeres y niños?" Ellos contestaron: "Nada se compara en absoluto con el parentesco." El Profeta prosiguió diciendo: "Entonces; cuando finalice la oración del mediodía, poneos de pie y decid: "Nosotros buscamos la intercesión del Mensajero de Allâh   para exhortar a los creyentes, y nosotros intercedemos con los creyentes para exhortar al Mensajero de Allâh para que nos devuelvan a los prisioneros de nuestra gente que han caído en vuestras manos." Entonces; cuando el Mensajero de Allâh finalizó la oración del mediodía, se pusieron de pie y dijeron lo que les pidió que dijeran. Luego el Mensajero dijo: "En cuanto a lo que me pertenece y a los hijos de ‘Abdul Muttalib, considerarlos de ahora en más como vuestros. Y le pediré a mi gente devolver lo suyo." Al oír esto los Muhâÿirún y los ansar dijeron: "lo que nos pertenece a nosotros, de hoy en adelante, se lo ofrecemos al Mensajero de Allâh". Pero Al-Aqra' bin Hâbis dijo: "Nosotros no concederemos lo que me pertenece a mí y a Bani Tamîm"; también así habló Uiaina bin Hisn: "en cuanto a mí  y a Bani Fazarah, digo que no. Al 'Abbâs bin  Mirdas también se negó y dijo: "Ninguna devolución saldrá de parte mía y de Bani Salim". Pero su gente, contrariamente a sus palabras, dijeron: "lo que tenemos se lo ofrecemos al Mensajero de Allâh". "Vosotros habéis contradicho  mi posición", dijo Al 'Abbâs bin Mirdás espontáneamente. Entonces el Mensajero de Allâh   dijo: "Estas personas han venido a vosotros como musulmanes. Por eso yo había demorado la distribución del botín. Además, les he concedido una opción justa pero se negaron a tener algo excepto sus mujeres e hijos. Por consiguiente aquel que los tenga y prefiere devolverlos de buena gana, permítanle que lo haga. Pero aquéllos que prefieran mantenerlos que también los devuelvan porque les repartiré seis veces esa cantidad con el primer botín que Allâh nos proporcione". Entonces  las personas dijeron: "Nosotros les ofreceremos de buena gana a los prisioneros por la causa del Mensajero de Allâh".  El Mensajero de Allâh dijo: "Pero de esta manera no podemos distinguir quién está satisfecho y quién no lo está. Así que regresad a vuestros campamentos y nosotros estaremos esperando por vuestros jefes para que nos informen vuestras decisiones". Todos ellos devolvieron a las mujeres y niños. El único que se negó a obedecer el deseo del Mensajero fue Uiaina bin Hisn. Se negó a permitir que una mujer vieja regrese con su gente, pero después se lo permitió. El Mensajero de Allâh le regaló un vestido a cada prisionera.


 

La Peregrinación menor a La Meca (A1- 'Umrah) y el regreso a Medina:

 

Habiendo finalizado la distribución del botín en Al-Shi'ranah, el Profeta  abandonó el lugar vistiendo las prendas correspondientes para realizar Al 'Umrah y procedió a La Meca para realizar dicho rito de adoración. El Mensajero de Allâh regresó a Medina después de designar como gobernador de La Meca a 'Itab bin Usaid. Su llegada a Medina fue durante las últimas seis noches de Dhul-Qa'dah, del año 8 de la Hégira. Dijo Muhammad Al-Gazâli:

 

"Que gran diferencia hay entre el período victorioso de Muhammad , que Allâh ha destacado con una victoria manifiesta, y ese período del pasado durante el cual Muhammad llegó a este pueblo, ocho años atrás."

 

Llegó a Medina escapando de las persecuciones, buscando un resguardo seguro. Él era un extraño que buscó compañerismo y consuelo. Las personas de Medina le dieron la bienvenida, le dieron asilo y lo ayudaron. Los ansar abrazaron la luz del Islam que le había sido revelada al Profeta . Ellos, por su causa, no se preocuparon de la enemistad de las demás tribus. Ahora está entrando en Medina nuevamente, después de ocho años de esa primera visita. Medina, el pueblo que lo había recibido una vez, cuando él era un Emigrante; lo recibe una vez más luego de conquistar La Meca. Es La Meca la que se ha librado de su arrogancia y del paganismo pre-islámico. Pero está ahora orgullosa y poderosa con el Islam. El Mensajero de Allâh perdonó todos los males y errores de sus habitantes.

 

   (Quien tiene temor de Allâh y es paciente, es verdad que Allâh no permite que se pierda la recompensa de los que hacen el bien.) [12:90] [1]


 


Expediciones después de la Conquista

 

Al regresar de este exitoso y largo viaje, el Mensajero de Allâh  permaneció en Medina donde recibió a los delegados de las distintas tribus. También envió emisarios y predicadores para difundir el Islam en todas direcciones. Aquéllos cuyos corazones todavía estaban llenos de prejuicio contra el Islam y por consiguiente eran demasiado orgullosos para abrazar la religión de Allâh, desconocían y malinterpretaban la situación actual prevaleciente en Arabia.

 

Ya hemos declarado que la llegada del Mensajeror a Medina había sido durante  los últimos días del octavo año de la Hégira. Al acercarse el mes de Muharram del noveno año de la Hégira el Mensajero de Allâh envió a los creyentes a las siguientes tribus:

 

1. Uiaina bin Hisn a Bani Tamîm.

2. Iazid bin Husain a Aslam y Gifar

3. ‘Abbad bin Bishr Al-Ashhali a Sulaim y Muzainah. 

4. Rafi'ranstros campamentos los ansar  bin Mukaiz a Shuhainah.

5. Amr bin Al 'As a Bani Fazarah

6. Ad Dahhâk bin Sufián a Bani Kilab

7. Bashir bin Sufián a Bani Ka'b

8. Ibn Al-Lutabiah Al-Azdi a Bani Dhubián.

9. Al-Muhâÿir bin Abi Umaiah a Sana'a

10. Ziâd bin Labid a Hadramaut

1 l. ‘Adi bin  Hatim a Tai y Bani Asad

12.Malik bin Nuuairah a Bani Handhalah.

13.Az-Zabraqan bin Badr a parte de Bani Sa'd.

14.Qais bin 'Asim a otra parte de Bani Sa'd.

15. Al Alâ bin Al-Hadrami a Al-Bahrein.

16. ‘Ali bin Abi Tâlib a Naÿrân

 

Algunos de estos agentes fueron despachados en Muharram, del  año séptimo de la Hégira, otros fueron enviados hacia las tribus hasta que estas abracen completamente el Islam. Tal movimiento demuestra claramente el gran éxito que la da'wah (difusión) islámica tuvo después del Tratado de Al-Hudaibíah .

 

Poco después de la conquista de La Meca, las personas empezaron a abrazar el Islam masivamente.


 

La incursión a Tabûk en Raÿab, año 9 de la Hégira

 

La invasión y conquista de La Meca fue considerada un encuentro decisivo en la batalla entre la verdad y el error. Como resultado, los árabes no tenían ninguna duda sobre la misión de Muhammad  y una gran cantidad de personas empezaron a abrazar el Islam, la religión de Allâh. Esto se manifiesta claramente en este libro en el capítulo: Las delegaciones. También puede deducirse debido al gran número de personas que compartieron la "peregrinación de la despedida" junto al Profetar.

 

Los problemas internos habían acabado. Los musulmanes, finalmente se sintieron confortados y empezaron a establecer la enseñanza de las leyes de Allâh e intensificaron la propagación del Islam.

 

Las Razones subyacentes:

 

El imperio bizantino, que fue considerado la más grande fuerza militar en ese entonces, mostró una oposición injustificada hacia los musulmanes.

 

Como ya hemos mencionado, su oposición empezó cuando Sharhabil bin ‘Amr Al Gassâni asesinó al emisario del Mensajero de Allâh , Al-Hâriz bin 'Umair Al-Azdi. El emisario llevaba un mensaje del Profeta al gobernador de Busra. También hemos mencionado que el Profeta envió un ejército liderado por Zaid ibn Hâriza que tuvo una lucha feroz contra los Bizantinos en Mu'tah. Aunque las fuerzas musulmanas no pudieron vengarse de esos tiranos, la propia confrontación dejó una buena impresión entre los árabes.

 

El César, quien no podía ignorar el gran beneficio que la Batalla de Mu'tah había traído a los musulmanes, tampoco podía desatender las expectativas de independencia de las tribus árabes y las esperanzas de quedar libres de su influencia y dominio, además no podía ignorar las alianzas que hicieron con los musulmanes. Teniendo en cuenta todo esto, el César era consciente del creciente peligro que amenazaba sus fronteras, especialmente la región de Siria que lindaba con las tierras árabes. Entonces pensó, como una necesidad urgente, en destruir el creciente poderío de los musulmanes. Esta acción, en su opinión, se debía llevar a cabo antes de que los musulmanes sean demasiado poderosos como para conquistarlos, y antes de que surjan problemas y disturbios en los territorios árabes adyacentes a su imperio.

 

César reunió un descomunal ejército Bizantino acompañado por tribus Gassânies pro-romanas para lanzar una campaña sangrienta contra los musulmanes.


 

Noticias sobre los Bizantinos y los preparativos de los Gassânies para la guerra.

 

Tan pronto como las noticias sobre los preparativos bizantinos contra los musulmanes llegaron a Medina, el miedo se extendió.

 

Comenzó a formarse entre la gente la idea de una invasión bizantina, esto puede verse claramente en el siguiente acontecimiento contado por 'Umar ibn A1-Jattâb.

 

El Profeta  había realizado un juramento de alejarse un mes de sus esposas en el noveno año de la Hégira. Por consiguiente, las abandonó y se mantuvo en un lugar aislado de ellas. Al principio, se confundieron los compañeros del Mensajero de Allâh y no podían entender la razón de tal comportamiento. Pensaron que el Profeta se había divorciado y por eso estaba afligido y perturbado. En la versión de 'Umar de la historia dice: "Yo tenía un amigo de los ansar que a menudo me informaba sobre lo que pasaba cuando yo no estaba presente, y yo le informaba lo que había ocurrido durante su ausencia. Ambos vivíamos en la parte alta de Medina. Y hablábamos alternativamente con el Profeta . Un día golpeó la puerta diciendo: "¡Abran! ¡Abran! Y le pregunté: ¿Los Gassâníes han venido?" "No, es más serio que eso. El Mensajero de Allâh se ha apartado de sus esposas.”[1]

 

En otra versión, 'Umar dijo: "hablábamos sobre los preparativos de los Gassâníes para invadirnos. Cuando era su turno para traerme las noticias, volvió por la tarde, golpeó violentamente la puerta diciendo: '¿Estás durmiendo?' Salí aterrado para encontrarme con él. Algo serio estaba pasando, fue lo que me dijo. Le pregunté si los Gassâníes habían llegado. 'No', contestó, 'es más grave y más serio que eso. El Mensajero de Allâh se ha divorciado de sus esposas."  [2]

Este estado de alerta, manifiesta claramente la situación que los musulmanes empezaron a experimentar. Se confirmó la gravedad de la situación con el comportamiento de un gran número de hipócritas cuando las noticias de las preparaciones de los Bizantinos llegaron a Medina. El hecho de que el Mensajero de Allâh    haya ganado todas las batallas en que luchó, y de que ningún poder en la tierra lo atemorizaba, no impedía que los hipócritas, que ocultaban el odio en sus corazones, abrigasen esperanzas de que las aflicciones recayeran sobre los musulmanes y el Islam.

 

Solían ocultar sus malvadas y enfermas intenciones contra todo el proceso de crecimiento del Islam y los musulmanes. Con la ilusa esperanza de destruir el Islam, erigieron una mezquita para sembrar la discordia y conspirar con intrigas, llamada Masÿid-ad-Dirar (la mezquita del daño). Se acercaron al Profeta pidiéndole que rece en ella y consagre el lugar. Como este estaba a punto de emprender la campaña a Tabûk, postergó sus demandas hasta su regreso. Entretanto supo a través de la Revelación Divina que no era una Mezquita para la devoción y oración sino un lugar de reunión para conspirar contra el Islam. Por consiguiente, cuando regresó, el Profeta mandó un grupo a demoler la nueva estructura.


 


Noticias sobre las preparaciones de los Bizantinos y  Gassâníes para la guerra:

 

Gran parte de la información del peligro que amenazaba la vida de los musulmanes llegaba a través de los Nabateos que llevaban aceite de Siria a Medina. Los nabateos informaron sobre las preparaciones de Heraclio,  del equipamiento de un numeroso ejército que contaba más de cuarenta mil combatientes además de las tribus de Lujam, Yudh'am y otros clanes aliados a los Bizantinos. Dijeron que su vanguardia ya había alcanzado Al-Balqâ. De este modo querían acechar a los musulmanes. La situación general fue agravada por otros factores adversos como el caluroso clima, por el escabroso y dificultoso terreno que tenían que cubrir en caso de querer enfrentar el inminente peligro.

 

El Mensajero de Allâh  estimó la situación y el desenvolvimiento de los acontecimientos con mayor exactitud que todos los demás. Pensó que si actuaba pasivamente facilitaría a los Bizantinos apoderarse de las provincias controladas por los musulmanes o ir hasta Medina, y esto dejaría una mala impresión del Islam y de la credibilidad militar de los musulmanes. Las creencias y tradiciones paganas pre-islámicas, que estaban en ese momento debilitándose debido al fuerte golpe que recibieron en Hunain, podrían de alguna manera recobrar vida en ese contexto. Los hipócritas estaban conspirando contra los musulmanes para poder sorprenderlos por detrás considerando que los Bizantinos atacarían por el frente. Si tal cosa ocurriera y ellos tuvieron éxito con malévolo plan, el esfuerzo del Profeta y sus compañeros por difundir el Islam se derrumbaría y los logros que eran consecuencias de las sucesivas luchas y constantes incursiones se perderían. El Mensajero de Allâh    había comprendido todo esto muy bien. A pesar de las dificultades y adversidades, el Profeta  determinó que sus seguidores debían atacar a los Bizantinos y combatirlos en sus propias fronteras. Estaba decidido a no quedarse en Medina, para así frustrar cualquier esfuerzo romano por acercarse a la capital del Islam.

 

Cuando el Mensajero de Allâh tomó con determinación una decisión definitiva, pidió que sus compañeros se prepararan para la guerra y pidió la asistencia de la gente de La Meca y de otras tribus árabes.

 

Contrariamente a su hábito de ocultar la verdadera intención de las incursiones, anunció abiertamente su deseo de enfrentarse con los Bizantinos y combatirlos. Aclaró la situación a su gente para que se preparen, y los exhortó para que lucharan por la causa de Allâh. En esta ocasión una parte de Sura Al Barâ (Capítulo 9. El Arrepentimiento) fue revelada por Allâh, pidiéndoles que sean pacientes y perseverantes.

 

Por otro lado, el Mensajero de Allâh solicitó que hagan caridades y gastaran lo mejor de sus fortunas por la causa de Allâh.

 

Tan pronto como los musulmanes oyeron la voz del Mensajero de Allâh que los convocaba a luchar contra los Bizantinos, se apresuraron para obedecer sus órdenes. Con gran velocidad empezaron a prepararse para la guerra. Tribus de todas partes comenzaron a llegar a Medina. Casi todos los musulmanes respondieron afirmativamente.

 

   Sólo aquéllos que tenían debilidad en sus corazones quedaron atrás. Ellos eran sólo tres personas. Incluso los necesitados y pobres que no contaban con una montura fueron al Mensajero de Allâh pidiéndole una armadura para estar presentes en la lucha contra los Bizantinos. Pero él les decía, según nos relata el Corán:

 

(No tengo medios de llevaros y se alejaban con los ojos inundados de lágrimas por la tristeza de no tener nada que dar.) [9:92]

 

Los musulmanes se apresuraron a gastar el dinero y hacer caridades para proporcionar lo necesario para esta incursión. 'Uzmán, por ejemplo, quien ya había proporcionado doscientos camellos ensillados para viajar a Siria, los presentó a todos con doscientas onzas (de oro) como caridad. También sacó mil dinares y los puso todos en el regazo del Mensajero de Allâh , quien dijo: "A partir de este día nada dañará a 'Uzmán haga lo que haga ". [1] Varias veces dio 'Uzmán caridad hasta alcanzar la suma de novecientos camellos y cien caballos, además del dinero que entregó.

 

Abdur Rahmân   ibn 'Auf, donó doscientas onzas de plata, mientras que Abu Bakr dio todo su dinero dejando a Allâh y a Su Mensajero como único patrimonio para su familia. 'Umar contribuyó con la mitad de sus bienes. Al 'Abbâs donó una altísima suma de dinero. Talhah, Sa'd ibn Ubâdah junto con Muhammad ibn Maslamah, dieron dinero para contribuir a la incursión. Asim' ibn Adi, ofreció noventa camellos cargados con dátiles. La gente se apresuró para hacer pequeñas y grandes contribuciones. Las mujeres participaron en estas caridades entregando de sus joyas. Nadie se abstuvo de dar dinero, excepto los hipócritas:

 

(Quienes hablan mal de los creyentes que dan espontáneamente y de los que no cuentan sino con el límite de su capacidad y se burlan de ellos.) [9:79]


 


El ejército musulmán parte hacia Tabûk:

 

Al lograr el equipamiento del ejército, el Mensajero de Allâh  ordenó a Muhammad ibn Maslamah Al-Ansari permanecer a cargo de los asuntos de Medina. En otra versión se dice que fue Siba ibn 'Arfatah. A ‘Ali ibn Abi Tâlib le confió la protección de su familia y sus asuntos y le ordenó que se quedara con ellos. Este tema hizo que los hipócritas desmerezcan el rango de ‘Ali, lo cual hizo que ‘Ali siga al Mensajero de Allâh    y lo alcance. Pero el Profeta le pidió que regrese a Medina después de decirle: "¿No te bastaría ser para mi lo mismo que Aarón era para Moisés?" y prosiguió diciendo: "Pero ningún Profeta vendrá después de mí".

 

El jueves, el Mensajero de Allâh marchó rumbo al norte hacia Tabûk. El ejército musulmán alcanzó los treinta mil combatientes siendo una cantidad muy superior a los ejércitos anteriores. Los musulmanes nunca antes habían marchado con semejante número.

 

A pesar de todas las contribuciones de bienes y monturas, el ejército no se equipó perfectamente. La escasez de comestibles y monturas eran tales que dieciocho hombres se turnaban para montar un camello. En cuanto a los comestibles,  los miembros del ejército a veces comían las hojas de los árboles hasta que sus labios se hinchaban. Algunos mataban los camellos, aunque les eran tan queridos, para beber el agua de sus estómagos; por estos motivos se llamó "El ejército de las dificultades."

 

En su marcha a Tabûk, el ejército del Islam pasó por Al-Hiÿr qué era la tierra nativa de Zamûd quienes tallaban enormes piedras en el valle; lo que se llama "el valle de Al-Qura" hoy en día. Bebieron agua de sus manantiales, pero, después, el Mensajero de Allâh les dijo que no lo hagan ni se hicieran la ablución con esa agua. Les dijo como alternativa que bebieran en el mismo lugar donde lo hizo la camella del Profeta Salih.

 

Narró Ibn 'Umar: Al pasar por A1-Hiÿr el Profeta dijo:

 

"No entren en las casas de aquellos que fueron injustos con ellos mismos para que no les suceda lo mismo, a no ser que entren llorando de tristeza."

 

Luego levantó su cabeza y aceleró sus pasos hasta que pasó el valle". [1]

 

Debido a la escasez de agua y a las necesidades del ejército, los soldados se quejaron al Mensajero de Allâh . Este suplicó a Allâh que enviase lluvia. Las súplicas fueron contestadas y llovió; todos bebieron hasta saciarse.

 

Cuando estuvieron cerca de Tabûk, el Profeta dijo: "Insha Allâh, mañana llegarán al manantial de Tabûk. No llegarán allí antes de la mañana. Así que quienquiera que llegue no debe tocar su agua; y esperarán hasta que yo llegue." Mu'adh dijo: "Cuando alcanzamos el manantial del que brotaba algo de agua, encontramos que dos hombres ya se habían adelantado. El Mensajero de Allâh les preguntó: "¿tocaron el agua?" Ellos contestaron:" Sí". Entonces el Profeta les dijo tantas palabras como Allâh quiso. Luego recogió un poco del agua del manantial, lavó su cara y sus manos y derramó el resto en el manantial; consecuentemente mucha agua brotó y la gente pudo beber. Le dijo el Mensajero de Allâh    a Mu'adh: "si fueras a vivir una larga vida verás aquí los campos llenos de vegetación".  [2]

 

En el camino a Tabûk, o en cuanto llegaron, el Mensajero de Allâh dijo: "Un viento severo soplará esta noche, ninguno de vosotros debe ponerse de pie. Aquel que tenga un camello deberá atarlo".

 

Después, cuando el fuerte viento sopló, uno de los hombres se puso de pie fue arrastrado lejos hasta la Montaña de Tai. [3]

 

Durante el largo trayecto el Mensajero de Allâh    juntó la oración del mediodía y la tarde; y la del ocaso con la de la noche.


 


 

El ejército del Islam en Tabûk:

 

Llegando a Tabûk y acampando allí, el ejército musulmán estaba listo para enfrentar al enemigo. El Mensajero de Allâh  se dirigió a sus hombres, recomendando a los musulmanes que busquen el bienestar de este mundo y del otro. Les advirtió y les albrició con buenas noticias. También infundió ánimo a aquellos que estaban angustiados por lo que sufrían debido a la escasez de alimentos y dificultades que estaban atravesando.

 

Al enterarse de la marcha de los musulmanes, los Bizantinos se amedrentaron, y tanto ellos como sus aliados optaron por abandonar la idea de un enfrentamiento. Esto concedió crédito a las fuerzas musulmanas. Habían ganado reputación militar en las remotas tierras de la península árabe. Las grandes y serias ganancias políticas que las fuerzas musulmanas habían obtenido, eran mejores de las que podrían adquirir si los dos ejércitos hubieran tenido una confrontación militar.

 

El líder de Ailah, Iahna bin Raubah vino al Mensajero de Allâh , hizo las paces con él y le pagó el tributo (Al-ÿizia). Las gentes de Jarba y de Adhruh también le pagaron tributo. Así el Mensajero de Allâh dio a cada una de las tribus una carta de garantías, similar a la que le dio a Iahna en la que dice:

 

"En el Nombre de Allâh El más Misericordioso, el más Compasivo

Ésta es una garantía de protección de Allâh y de Muhammad, el Mensajero de Allâh, para Iahna bin Raubah y las personas de Ailah; Sus barcos, sus caravanas en la tierra y en el mar tendrán la custodia de Allâh y del Profeta Muhammad , él y las personas que están con él de la gente de Siria y del mar.

Quien contradiga este tratado, sus riquezas no lo salvarán; pagará con su persona como precio. No debe ser permitido dificultar a ningún hombre que visite a quien solía frecuentar, ni de cualquier jornada que deseen hacer ya sea por mar o por tierra."

 

El Mensajero de Allâh    envió a Jâlid ibn Al-Ualîd a la cabeza de 450 jinetes contra Ukaidir Dumat Al-Yandal y le dijo: "Lo verás cazando orixes." Así cuando Jâlid se acercó a su castillo vio los orixes que frotaban sus cuernos contra la pared del castillo. Como era una noche de luna, Jâlid pudo ver a Ukaidir salir para cazarlos, entonces lo capturó, a pesar de que estaba rodeado por sus hombres. Y lo llevó ante el Mensajero de Allâh , quien perdonó su vida e hizo la paz con él por el pago de dos mil camellos, ochocientas cabezas de ganado, cuatrocientas armaduras y cuatrocientas lanzas. Le obligó a que reconociera el deber de pagar el tributo y le encargó que lo recaudara de las tribus de Dumat, Tabûk, Ailah y Taima.

 

Las tribus que antes eran aliadas de los Bizantinos se dieron cuenta que la dependencia de sus amos anteriores había terminado. Por consiguiente se convirtieron en aliadas de los musulmanes. El estado islámico había agrandado sus fronteras hasta abarcar las provincias de los Bizantinos y sus agentes. La influencia de los bizantinos había terminado.


 

Regresando a Medina:

 

El ejército musulmán volvió victorioso de Tabûk.

 

De regreso, pasando por un camino de montaña, doce hipócritas intentaron asesinar al Profeta  mientras pasaba con solamente ‘Ammar sosteniendo la rienda de su camella y Hudhaifa ibn Al-Iamán manejándola, en el momento que la gente había ya pasado al fondo del valle.

 

Los hipócritas aprovecharon esa oportunidad para intentar asesinar al Profeta . Como el Mensajero de Allâh y sus dos compañeros estaban solos, escucharon los pasos de personas que llevaban la cara cubierta. Hudhaifa que fue enviado por el Profeta para investigarlos, los vio y golpeó sus rostros con su bastón y Allâh aterrorizó sus corazones. Estos huyeron lejos entremezclándose con la gente.

 

Sin embargo, Hudhaifa los mencionó ante al Mensajero de Allâh e informó de sus intenciones. Por eso Hudhaifa fue llamado "el confidente" del Mensajero de Allâh. Sobre este evento Allâh, el Exaltado dice:

 

(Ansiaron lo que no pudieron lograr (asesinar al profeta ).) [9:74]

 

Cuando su cuartel principal, Medina, empezó a visualizarse en el horizonte dijo el Profeta : “Ésta es una vista alegre. Ésta es Uhud una montaña que nos ama y nosotros amamos. Cuando la gente de Medina se enteró de que llegaban, salieron a encontrarse con el ejército. Las mujeres, y los niños pequeños salieron del pueblo para celebrar su retorno cantando:

 

"La luna llena brilla sobre nosotros desde la montaña de Al-Wada'

Es nuestro deber agradecer, con tal que un suplicante invoque a Allâh."

 

El Mensajero de Allâh marchó a Tabûk en el mes de Raÿab y su retorno fue durante Ramadán. La incursión duró cincuenta días, veinte de estadía en Tabûk y el resto empleados en el viaje de ida y vuelta. La incursión a Tabûk fue la última en la cual participó el Profeta .


Aquellos que no participaron de la incursión

 

Debido a circunstancias particulares, esta incursión era una severa prueba de Allâh para los creyentes. Ésta es la voluntad permanente de Allâh en tales circunstancias. Al respecto dice:

 

(Allâh no dejará a los creyentes en el estado en que estáis, hasta que Él distinga al malvado del bueno.) [3:179]

Los que no participaron y se quedaron atrás en esta incursión llegaron al grado de hipocresía. Siempre que el Mensajero de Allâh  sabía de un hombre que no concurrió, decía: "¡Déjalo solo! Si Allâh sabe que es recto  Él le permitirá que nos siga; Pero si no lo es, Allâh nos aliviará de él."

 

Nadie se quedó detrás excepto aquéllos que tenían una excusa seria o los hipócritas que mentían a Allâh y a Su Mensajero.

 

Algunos de esos hipócritas justificaron su ausencia basándose en falsedades y engaños. Otros se relegaron pero no dieron una excusa inmediata. Pero había tres creyentes que injustificadamente no participaron. Allâh puso a prueba su Fe, pero después aceptó su arrepentimiento.

 

Cuando el Mensajero de Allâh entró a Medina, rezó dos Rak'at y luego se sentó para recibir a su gente. Los hipócritas que eran más de ochenta hombres [1] se presentaron y ofrecieron todo tipos de excusas y juramentos. El Profeta aceptó sus excusas e invocó el perdón de Allâh por ellos pero confió sus pensamientos internos y Fe a Allâh.

En cuanto a los tres creyentes, Ka'b ibn Malik, Murara ibn Ar-Rabi’, y Hilâl ibn Umaiah, quiénes dijeron la verdad, el Mensajero de Allâh pidió a sus compañeros que no les hablasen.

 

Por consiguiente estaban sujetos a un boicot severo y los excluyeron de la vida comunitaria. Ellos se sentían como si la tierra entera se hubiera achicado a pesar de su amplitud y estaban profundamente angustiados. Los duros momentos que vivieron se extendieron por más de cuarenta días y se les ordenó incluso abandonar a sus esposas. Después de que pasaron cincuenta días de boicot Allâh se volvió a ellos y reveló Su perdón en el Corán:

 

(Y (Él también perdonó) a los tres que se habían quedado atrás y llegó un momento en el que la tierra se les hizo estrecha y sus propias almas les parecían estrechas y pensaron que no había refugio ante Allâh excepto en Él mismo, y El se volvió sobre ellos para que pudieran retractarse de su error, verdaderamente Allâh es el que se vuelve a favor de sus siervos, el Compasivo.) (9:118)

 

Que Allâh los haya perdonado fue una gran alegría para los musulmanes y para los tres imputados. La alegría de los tres era inmensa. Era el día más feliz de sus vidas. Las buenas noticias llegaron para deleitar sus corazones. En cuanto a aquellos que no fueron debido a invalidez, enfermedad o cualquier otra excusa seria, Allâh, el Exaltado dijo sobre ellos:

(No hay ningún reproche para aquellos que son débiles o enfermos o quien no encuentre ningún recurso para gastar, si ellos son sinceros a Allâh y a Su Mensajero.) [9:91]

 

Cuando se acercó a Medina, el Mensajero de Allâh dijo:

 

"Dentro de Medina, hay hombres que se quedaron debido a su imposibilidad, pero estuvieron con vosotros todo el tiempo. Mientras vosotros atravesabais los valles caminando a lo largo de los caminos estuvieron con vosotros". "¿Hicieron todo eso mientras estaban en Medina?", le preguntaron. El Profeta dijo: "Sí aunque estaban en Medina."


 


 

La Incursión a Tabûk y sus alcances 

 

Las consecuencias de esta incursión fueron grandes debido a la extensión y confirmación  de la influencia de los musulmanes y de su dominio en la Península  árabe.

 

Era obvio que ningún poder excepto el Islam viviría entre los árabes. Los paganos e hipócritas que conspiraban contra los musulmanes y que confiaron en el poder bizantino perdieron sus expectativas y deseos de salvar su influencia. Comprendiendo que no había ninguna manera de vencer a los musulmanes, abandonaron sus esfuerzos.

 

Desde aquel entonces los hipócritas no fueron tratados con indulgencia o cordialidad por los musulmanes. Allâh no sólo pidió a los musulmanes tratarlos severamente sino también les prohibió tomar sus caridades o realizar en su favor la oración fúnebre cuando fallecían, o pedir el perdón de Allâh e incluso visitar sus tumbas. Allâh ordenó a los musulmanes demoler la mezquita que habían construido y usaban como escondite para complotar y conspirar. Algunos versiculos del Corán fueron revelados para descubrirlos públicamente y para que todos en Medina pudieran saber la verdad.

 

El gran impacto que esta incursión produjo podría percibirse en el gran número de delegaciones que vinieron a encontrarse con el Mensajero de Allâh . Naturalmente, las delegaciones venían a entrevistarlo siempre al final de una incursión, especialmente después de que La Meca fue conquistada [1] pero no eran tantos como después de Tabûk.


 


 

 

 

 

 

 

 

 

Las aleyas del Corán relacionados con esta Incursión:

 

Muchas aleyas del capitulo denominado "Barâa" (la sûra at-Tauba) se revelaron relacionados al evento de Tabûk. Algunas se revelaron antes de la marcha, mientras otras lo fueron después de partir hacia Tabûk, es decir en el contexto de la incursión. Algunas aleyas fueron reveladas cuando el Profeta  regresó a Medina. Todos se referían a los acontecimientos de esta incursión: las circunstancias de la batalla, exposición de los hipócritas, el elevado rango de los que se esfuerzan en la causa de Allâh, la aceptación del  arrepentimiento de los verdaderos creyentes que fueron negligentes  y otros.


Algunos eventos importantes que ocurrieron ese año:

 

Durante este año muchos eventos de gran importancia tuvieron lugar. 

 

1. Después de que retornara el Mensajero de Allâh de Tabûk, juraron la mulâ'ana [1] Uuaimir Al -' Aÿlani y su esposa.

2. La lapidación a  la mujer Gâmidí que confesó adulterio. Sólo se la apedreó después de destetar a su niño.

3. Negus Ashama; el rey de Abisinia (Etiopía), murió y  el Profeta  realizó la oración fúnebre por él.

4. La muerte de Umm Kulzum, la hija del Profeta de Allah y esposa de ‘Uzman. El Profeta se sentía sumamente triste por su muerte. "Si tuviese una tercera hija, también la casaría contigo." Le dijo a 'Uzmán.

5. La muerte de ‘Abdullah ibn Abi Salûl, el jefe de los hipócritas, después del retorno del Profeta de Tabûk. El Mensajero de Allâh pidió perdón a Allâh por él. Rezó por él a pesar de la desaprobación de 'Umar y su insistencia para que no lo haga. Después un versículo del Corán confirmaría la postura de 'Umar.


 


Abu Bakr Liderando la Peregrinación

 

En el mes de Dhul-Qa'dah  del mismo año (el noveno de la Hégira), el Mensajero de Allâhr envió a Abu Bakr  como jefe de los asuntos de la peregrinación, para que lidere a los musulmanes en la realización de los rituales.

 

Poco después de la salida de los musulmanes, descendió una Revelación procedente de Allâh: las aleyas de la apertura del Capítulo IX titulado "el Arrepentimiento" (Surah at Taubah o Barâa) en el cual Allâh proclama que estaban "exentos de toda obligación" con respecto a las tribus idólatras que no habían mostrado ningún respeto a los tratados que habían hecho con el Profeta .

 

La comunicación de estas  noticias vino en relación con las tradiciones árabes de hacer público cualquier cambio que modifica los convenios establecidos.

 

‘Ali bin Abi Tâlib fue enviado para hacer esta declaración. Alcanzó  a Abu Bakr en Al-'Arsh o en Dashnan. Abu Bakr indagó si el Profeta lo había puesto al mando (de los asuntos de la peregrinación) o había sido simplemente comisionado para hacer el anuncio. "He sido enviado para hacer la proclamación, solamente", dijo ‘Ali. Los dos compañeros procedieron luego con el proceso de la peregrinación. Hacia el cierre de los rituales, en el día del sacrificio, ‘Ali estaba de pie en Al-Yamrah y leyó en voz alta, dirigiéndose a la multitud que se agrupó alrededor de él, la  declaración de la finalización  de los convenios con los idólatras, dándoles cuatro meses de tregua para que reconsideren  su posición. En cuanto a los otros idólatras con quienes los creyentes tenían un tratado y no habían sido intolerantes con los musulmanes ni habían apoyado a nadie contra ellos, pues el cumplimiento del tratado sería válido hasta que expire.

 

Abu Bakr envió algunos musulmanes para que declararan públicamente que ningún incrédulo podía después de ese año realizar la peregrinación, y estaba totalmente prohibido hacer desnudo la circunvalación a la Sagrada Casa.

Esa proclamación vedó todos los aspectos del paganismo de Arabia y declaró inequívocamente que aquellas prácticas paganas pre-islámicas  finalizaban por completo.[1]


 


Reflexiones sobre las incursiones

 

Al meditar sobre las incursiones llevadas a cabo por el Profeta , las misiones y destacamentos que había enviado, nos permiten ver con claridad que el Profeta  fue el más grandioso líder militar, como también el más piadoso, y el más alerta. Además, todas las batallas en las que participó fueron normales con respecto a los requisitos de valentía y los términos y condiciones de guerra. Ninguna de las batallas en que luchó fue  perdida como consecuencia de escasa sabiduría o errores estratégicos o tácticos. La derrota en algunos de sus enfrentamientos no fue debido a no ocupar las mejores posiciones en el campo de batalla, ni fue debido a una mala elección de líderes. Respecto a la batalla de Uhud y a los eventos de Hunain, podemos decir que hubo factores de debilidad entre las tropas recien islamizadas en Hunain; y desobediencia de un pequeño grupo a las órdenes en Uhud.

 

Su genio e inteligencia quedaron expuestos en estas dos batallas, cuando los musulmanes estaban en situación adversa; porque con firmeza y determinación se enfrentó al enemigo y pudo con su sabiduría frustrar el objetivo del enemigo, como lo fue en el caso de Uhud, y logrando cambiar la derrota de los musulmanes en Hunain por una victoria. A pesar de que los graves desarrollos y acontecimientos en las operaciones militares normalmente dejan la peor impresión en sus lideres y los incitan a huir para salvar sus vidas.

 

Nosotros, hasta ahora, hemos examinado los aspectos de dirección militar de las victorias. A través de estas incursiones pudo imponer la seguridad, establecer la paz, y destruir el poderío militar de los enemigos a través de la contienda implacable entre Islam y paganismo.

 

El Profeta también tenía una percepción profunda y podía diferenciar al creyente de los hipócritas y conspiradores.

 La constelación de líderes militares que lucharon y derrotaron a las potencias Persa y Bizantina en los campos de batalla de Siria e Irak fue de inigualable genio militar respecto a la estrategia de guerra y a los procedimientos de la lucha. Los mismos líderes que tuvieron éxito con Muhammad , se las arreglaron para expulsar a los enemigos del Islam, de sus tierras y países, de sus jardines, valles y granjas. Esos líderes musulmanes eran los hombres de Muhammad. Ellos se identificaron con el espíritu del Islam y fueron educados de la mano del Profeta .

 

Gracias a estas batallas, el Mensajero de Allâh consiguió asegurar la existencia de tierras y oportunidades de trabajo para todos los musulmanes. Incluso, se preocupó de los problemas de los refugiados que (entonces) no tenían ningún hogar o bienes. Equipó al ejército con armas, caballos y se ocupó de sus gastos. No cometió la más mínima injusticia. El Profeta había alterado las normas y los objetivos de la época pagana pre-islámica respecto a la guerra. Las guerras no eran más que saqueos, asesinatos, pillaje, tiranía y agresiones. Esas guerras confundían la victoria con el hecho de oprimir al más débil, demoliendo sus casas y edificaciones. Para los paganos, la guerra era un medio por el cual  podían violar a las mujeres, ser crueles con la persona indefensa, aunque sean estos niños pequeños, y extender la corrupción. El concepto de ‘guerra’ en el Islam es diferente al concepto pagano pre-islámico. Una ‘guerra’ en el Islam es una sagrada y noble lucha de la manera que Allâh ha legislado para la protección de la sociedad, que busca librar al hombre de la opresión, la tiranía y la agresión. La sociedad islámica era una sociedad de la que nosotros en todo momento y lugar debemos sentirnos orgullosos. Los pensamientos y tradiciones del período pagano fueron corregidos a través del Islam.

 

La corrupción, las matanzas, saqueos, y robos que antes prevalecían en las guerras, se habían abandonado por algo sagrado. Uno de los más grandes objetivos del Yihad es liberar al hombre de la opresión, la injusticia y la tiranía de los poderosos. Un hombre de poder, en el Islam, se convierte en una persona débil si ha usurpado los derechos al pobre indefenso. La Guerra, en el Islam, es una purificación de la tierra de toda traición, maldades y agresiones. Es un movimiento sagrado que apunta a extender la seguridad, tranquilidad, misericordia y compasión, respetando los derechos y observando magnanimidad. El Mensajero de Allâh enseñó las estrictas y honorables reglas sobre la guerra y exigió a sus soldados y líderes que las acaten. Les prohibió que rompieran esas reglas bajo cualquier circunstancia. Siempre que el Mensajero de Allâh elegía a un líder para el ejército, le recomendaba que tema a Allâh, el más Grande y Todopoderoso, al tratar con aquéllos que estaban bajo su mando y que sea bondadoso con todos los musulmanes. Luego el Profeta le diría:

 

"Marchen en el Nombre de Allâh y por Su causa. ... Combatan pero no se excedan ni traicionen. Nunca mutilen el cadáver de una persona muerta ni maten a los niños".

 

El Mensajero de Allâh  pidió a las personas que facilitarán las cosas y les prohibió reprimir con dureza. "Pacifiquen",  fue lo que dijo, y "no sean provocadores"[1]. Cuando llegaba de noche al campo de batalla, nunca atacaba al enemigo hasta que se haga de día. Prohibió quemar a las personas, asesinar a las mujeres y a los niños y hasta prohibió golpearlos. También  prohibió el robo y el pillaje y procedió a tal punto que dijo acerca de las ganancias adquiridas a través del pillaje que no están menos prohibidas que la carne de un cadáver. La destrucción de los cultivos y cortar los árboles estaban totalmente prohibidos a menos que sea muy necesario y que no exista otra alternativa.

 

"No maten a una persona herida ni corran detrás del que está huyendo ni maten a un prisionero."

 

 Decretó que no debe matarse a los emisarios. También enfatizó en no matar a aquellos con los que se hayan establecido convenios. Dijo:

 

"Quien mate a alguien que está bajo un convenio ni siquiera percibirá los aromas del Paraíso, aunque su aroma puede sentirse a una distancia de cuarenta años."


 


 

 

 

 

 

 

 

 

La gente abrazando la religión de Allâh en masa

 

La incursión y la conquista de La Meca fueron, como ya hemos mencionado una batalla decisiva que aniquiló al paganismo árabe. Los árabes, como resultado de esa conquista, pudieron diferenciar la verdad del error. El engaño ya no tenía lugar en sus vidas. Así que se apresuraron a abrazar el Islam. Amr bin Salamah dijo: "Nosotros estábamos en un manantial que era un lugar de paso. Así, cuando las caravanas de camellos pasaban, les preguntábamos: "¿Que está pasando? ¿Cómo es aquella persona (es decir el Profeta )?". Nos contestaban: "Dice que Allâh le reveló tal y tal cosa". Yo solía memorizar esas palabras las cuales quedaban dentro de mi pecho. Los árabes atribuían su islamización a la conquista. Ellos decían:

 

"Déjenlo sólo para enfrentar a su gente. Si él es un Profeta verdadero los superará. Por ello; cuando la conquista de La Meca tuvo lugar, la gente se apresuró a declarar su Islam. Mi padre fue el primero en abrazar el Islam. Cuando volvió a su gente, les dijo: "Por Allâh, he permanecido con el Profeta y dijo: "Realicen una oración en tal momento, y las demás oraciones en sus respectivos momentos. Cuando el tiempo de la oración está establecido permitan que uno de vosotros llame a la oración y que el más sabio del Corán entre vosotros sea el que dirija la oración. [1]" Esta tradición Profética manifiesta el gran efecto de la conquista de La Meca en el desarrollo de los eventos. Muestra ciertamente la influencia, de la conquista de La Meca en la consolidación del Islam, como en la posición de los árabes y su sometimiento al Islam. Esa influencia quedó más profundamente arraigada después de la incursión de Tabûk. Una clara evidencia innegable de esa influencia podría deducirse del gran número de delegaciones que llegaban continuamente a Medina, en el noveno y décimo año de la Hégira. Las inmensas muchedumbres de personas que abrazaban la religión de Allâh y el gran ejército que enlistó a diez mil guerreros en la incursión de la conquista de La Meca habían crecido hasta incluir a treinta mil guerreros que marcharon hacia Tabûk.

 

En menos de un año, después de la conquista de La Meca, el número de musulmanes creció a cien mil o ciento cuarenta y cuatro mil peregrinos musulmanes, por lo menos, que participaron en la Peregrinación de despedida; era tal la cantidad de musulmanes que había alrededor del Mensajero de Allâh , que la tierra temblaba cada vez que repetían: ‘Labbaik’ (Señor Nuestro aquí estamos rindiéndote obediencia).


 


Las  Delegaciones

 

El número de delegaciones registradas es más de setenta. Investigar tal cantidad no es cosa fácil; además, presentarlas en detalle no es de gran beneficio. Por consiguiente, voy a exponer lo que es históricamente notable y muy significante. Sin embargo, el lector siempre debe tener presente, que aunque la mayoría de las tribus llegaron a Medina después de la conquista, hubo también algunas que lo hicieron antes de la misma.

 

1. La delegación de Abdul Qais: Esta tribu se presentó dos veces. La primera en el quinto año de la Hégira o incluso antes de esa fecha. Munqidh bin Haián, un miembro de esta tribu, comerciaba regularmente en Medina. Cuando escuchó hablar del Islam, al estar comerciando después de la emigración, lo abrazó y llevó la invitación del Profeta  a su gente, que aceptaron el Islam. Trece o catorce de ellos vinieron al Profeta en uno de los meses sagrados. Le  preguntaron al Profeta sobre la Fe y las bebidas. Su jefe era Al-Ashaÿ Al-Usri a quien el Mensajero de Allâh dijo: "Tú tienes dos cualidades queridas por Allâh: la prudencia y la clemencia."

Su segunda llegada fue en el año de las delegaciones. Eran cuarenta hombres. Al-Jarud bin Al-'Ala Al ‘Abdi que era cristiano, se islamizó junto a este grupo. [1]

 

2. La delegación de Daus: La llegada de esta tribu, ocurrió en los primeros tiempos del séptimo año de la Hégira, cuando el Mensajero de Allâh estaba en Jaibar. At-Tufail bin Amr Ad-Dausi, de quien ya hemos explicado cómo se islamizó en el momento en el que el  Mensajero de Allâh se encontraba en La Meca, regresó a su pueblo donde invitó a su gente a que profese el Islam, pero no aceptaron y se desesperó, entonces volvió al Mensajero de Allâh para pedirle que invocara a Allâh contra Daus, pero en vez de eso, el Mensajero de Allâh rogó a  Allâh para que los guíe. Después, la tribu de Daus abrazó el Islam. Así At-Tufail llegó a Medina acompañado por setenta u ochenta familias de su tribu en los comienzos del séptimo año de la Hégira, durante la estadía del Mensajero de Allâh en Jaibar, donde lo alcanzó.

 

3. Faruah el emisario de Bani Amr Al-Yudh'ami: Faruah era  un gobernante árabe que se alió a los Bizantinos. Su casa estaba en Ma'ân en un área circundante a las tierras de Siria. Viendo la vitalidad y el valor de los musulmanes se islamizó. La batalla de Mu'tah, la cual tuvo lugar en el octavo año de la Hégira, conquistó su admiración. Envió de regalo una mula blanca con un emisario suyo al Mensajero de Allâh para informarle de su aceptación del Islam. Cuando los Bizantinos se enteran, de su ingreso al Islam, lo encarcelan. Al principio, le dieron la oportunidad de escoger uno de los dos caminos: "desertar del Islam o la muerte como castigo." Al negarse a renegar del Islam, lo crucificaron y le cortaron su cabeza cerca de una fuente llamada  "Afra" en  Palestina.[2]

 

4. La delegación de Suda’: La llegada de esta delegación transcurrió después de la salida del Mensajero de Allâh hacia Al-Yi'ranah en el octavo año de la Hégira. El Mensajero de Allâh ya había despachado una misión que involucró a cuatrocientos musulmanes y les pidió que fueran a Suda’. Suda’ era una fuente de agua dulce en el Yemen. Mientras los musulmanes estaban acampando allí cerca de un canal,  Ziad bin Al-Hâriz As-Sudâ'i se enteró de su presencia, entonces fue a ver al Mensajero de Allâh y le dijo: "He venido como representante de mi gente, así que di a tu ejército que regrese  y yo te garantizo una reunión con ellos". El ejército abandonó el canal. En su retorno As-Sudâ'i persuadió a su gente para que se reúnan con el Mensajero de Allâh y así lo hicieron quince de ellos jurándole obediencia como verdaderos musulmanes. Al regresar a su hogar, invitó al resto a que abracen el Islam. Más tarde, cien hombres de Suda’ se unieron con el Mensajero de Allâh en la Peregrinación de despedida.

 

5. La llegada de  Ka'b bin Zuhair Abi Sulma: Ka'b pertenecía a una familia de poetas y fue considerado uno de los  árabes más elocuentes y versados.

 

Solía satirizar al Profeta cuando  no era  musulmán. En el octavo año de la Hégira y en el momento que el Mensajero de Allâh había regresado de la incursión a Ta'if. Este fue a su encuentro y se sentó poniendo sus manos sobre las suyas. El Mensajero de Allâh quien nunca antes había visto a Ka'b, no lo reconoció. Ka'b dijo entonces: "¡Oh, Mensajero de Allâh!  Ka'b bin Zuhair ha venido como un musulmán arrepentido; ¿estará a salvo y perdonado si lo traigo?" El Mensajero de Allâh dijo:" Sí." Entonces dijo: "Yo soy  Ka'b bin Zuhair". Al oír esto uno de los ansar lo agarró y pidió al Mensajero permiso para cortar su cabeza. "¡Déjadlo!", dijo el Profeta , ha abrazado el Islam y se ha arrepentido de su pasado." Luego Ka'b recitó un poema donde describía la dignidad del Profeta , y le agradecía y se disculpaba por los males que le había ocasionado en el pasado. Incluso reconocía la misión de Muhammad en dicha poesía. También los Muhâÿirún y los ansar eran nombrados en el poema.

 

6. La delegación de Udharah: Este grupo consistió en doce hombres, que habían llegado a Medina en el mes de Safar, el noveno año de la Hégira. Permanecieron tres días. Uno de ellos era  Hamza bin An-Nu'man. Cuando fueron preguntados quienes eran, contestaron: "Nosotros pertenecemos a Bani Udharah, los hermanos de leche de Qusai del lado materno. Nosotros somos aquellos que apoyaron a Qusai, y alejamos a Juza'a y a Bani Bakr del seno de La Meca. Nosotros tenemos parientes." Entonces el Mensajero de Allâh les dio la bienvenida y les albrició con buenas nuevas, pero, por otro lado, les prohibió  consultar a los adivinos y comer los animales muertos. Abrazaron el Islam y permanecieron unos días para luego retornar a sus hogares.

 

7. La delegación de Bali: Su llegada fue en el mes de Rabi’ Al-Auual, del noveno año de la Hégira. Abrazaron el Islam, y se quedaron en Medina durante tres días. Su principal líder Abu Dabib preguntó si la hospitalidad era premiada por Allâh. El Mensajero de Allâh dijo:

 

"Sí, ya sea para el rico o el pobre, lo que les ofrezcas es caridad."

 

También inquirió sobre el tiempo dedicado al huésped. "Tres días," dijo él. "¿Qué opinas de la oveja perdida?” El Profeta dijo: "es tuya o de tu hermano, de lo contrario la comerá el lobo." Luego le preguntó sobre el camello perdido. "No es asunto tuyo. ¡Déjalo solo! Su dueño intentará encontrarlo."

 

8. La delegación de Zaqif: Su llegada fue en Ramadán, del noveno año de la Hégira, después del retorno del Mensajero de Allâh de Tabûk.

 

Su jefe,  'Uruah bin Mas'ûd Az-Zaqafi, fue a ver al Mensajero de Allâh después del retorno de Ta'if en el mes de Dhul-Qa'dah por el año 8 de la Hégira y se islamizó. Pensó que cuando  les diga a su gente que abracen el Islam, lo obedecerían porque él siempre había sido su Jefe y lo respetaban y obedecían. Pero contrariamente a eso, cuando los llamó al Islam le arrojaron flechas y lo mataron. Permanecieron así durante meses antes de que empezaran a discutir y replantearse la situación. Al comprender que eran incapaces de combatir con sus vecinos árabes que habían jurado obediencia al Profeta y se habían islamizado, determinaron enviar un emisario al Mensajero de Allâh . Estaban de acuerdo en que ‘Abd Yalail bin Amr sería el emisario correcto.

 

'Abd Yalail se negó a hacer tal cosa debido a que temió que lo mataran como hicieron con 'Uruah. "Yo no haré tal cosa a no ser que envíen a algunos hombres conmigo", dijo ‘Abd. Así que enviaron a dos hombres de sus aliados y otros tres de Bani Malik. Los seis de ellos incluían a  'Uzmán bin  Abi Al -As Az-Zaqafi que era el más joven de ellos.

Cuando  se encontraron con el Profeta una tienda fue levantada en una esquina de la mezquita para que ellos pudieran escuchar el Corán y para que vean a las personas rezando. Durante su estadía vinieron una y otra vez a entrevistarse con el Profeta quien siguió invitándolos a abrazar el  Islam, hasta que su jefe le pidió al Mensajero de Allâh establecer un tratado de paz entre él y Zaqif por medio del cual les permita la fornicación, los embriagantes y tratar con la usura. Ellos también le pidieron que no se dañara su ídolo "Al-Lat" y que les exima del cumplimiento de la oración. El Mensajero de Allâh desestimó todas sus demandas. Entonces se apartaron para deliberar, y terminar aceptando que no había ninguna otra alternativa que someterse y profesar el Islam. La única condición que ellos insistieron fue que la demolición de AI-Lat debía realizarla  el Mensajero de Allâh   y que Zaqif no participaría de la misma. El Mensajero de Allâh estuvo de acuerdo y les tomó el juramento de fidelidad.

 

Siendo el más cortés y el de mejor predisposición para estudiar la jurisprudencia y aprender el Corán, 'Uzmán bin Abi Al As fue designado por el Mensajero de Allâh , imam de su gente. Su esmero para aprender el Corán y estudiar la jurisprudencia eran claramente discernibles a través de su comportamiento durante su permanencia.

 

Todas las mañanas, el grupo de delegados solía ir a ver al Mensajero de Allâh . Siendo el más joven, 'Uzmán bin Abi Al-As permanecía con los camellos y demás propiedades para cuidarlos. Al mediodía, cuando regresaba y dormían, 'Uzmán iba a juntarse con el Mensajero de Allâh para aprender el Corán y preguntar sobre los asuntos de la religión. Si pasara que el Mensajero de Allâh estaba dormido, él iría entonces a ver a Abu Bakr con el mismo  propósito. Con el transcurrir del tiempo, resultó ser una fuente de bendición para su gente.

 

Fue debido a él que Zaqif se mantuvo dentro del Islam. Luego de la muerte del Profeta e algunas tribus apostataron, cuando Zaqif consideró también apartarse del Islam, él les dijo: "Oh pueblo de Zaqif, vosotros habéis sido los últimos en abrazar el Islam, no seáis los primeros en renegar". Por consiguiente abandonaron la idea de apostatar y se aferraron al Islam.

 

El grupo de delegados regresó a su tribu pero determinaron ocultar la verdad durante algún tiempo. Dijeron a su gente que se preparen para luchar. Pretendieron estar afligidos y deprimidos. Clamaron  que el Mensajero de Allâh exigió de ellos abrazar el Islam y abandonar completamente el adulterio, los embriagantes, la usura y otras cosas, de lo contrario los combatiría. Dominados por la arrogancia y el celo del paganismo pre-islámico, Zaqif se preparó para luchar. Entonces Allâh les infundió el terror en sus corazones y los desanimó de tal manera que abandonaron la idea de combatir y pensaron que la delegación debía regresar al Profeta para anunciar su islamización. Entonces; en ese mismo momento, el grupo de delegados les dijo la verdad y reveló los artículos de su pacífica charla con el Profeta , por consiguiente Zaqif abrazó Islam.

 

El Mensajero de Allâh les envió a algunos hombres para que demolieran el ídolo llamado" Al-Lat" bajo las  ordenes de  Jâlid bin Al-Ualîd. Al-Mugîrah bin Shu'bah, estando parado a los pies del ídolo con el hacha en su mano dijo: "Por Allâh, que Zaqif se ríe de ti". Golpeó, y pretendió caer desmayado. Las personas de Zaqif temblaron cuando vieron eso y dijeron: "que Allâh recupere a Al-Mugîrah de su desmayo. La diosa lo ha matado." Oyendo esto Al-Mugîrah se levantó y les dijo: "Que Allâh los haga avergonzar. Al-Lat no es más que una masa de suciedad y piedras". Entonces golpeó la puerta y la rompió. Subió a su pared más alta, y así lo hicieron los otros hombres. Golpearon a Al-Lat hasta que quedó en el nivel de la tierra. Entonces excavaron en sus cimientos y sacaron sus joyas y vestidos; para el gran asombro de Zaqif.  Jâlid bin Al-Ualîd y su grupo regresó al Mensajero de Allâh llevando las joyas y las prendas de vestir. El Mensajero de Allâh las distribuyó y agradeció a Allâh por ayudar a Su Profeta y por robustecer Su religión.[3]

 

9. El mensaje de los reyes yemenitas: Después del retorno del Mensajero de Allâh de Tabûk, un emisario proveniente de los reyes de Himiar, Al-Hâriz bin ‘Abd Kilal, Naim' bin Abd Kilal, An-Nu'mán bin Qil Dhi Rain, Hamdán y Mu'afir vino a verlo. El emisario fue Malik bin Murrah Ar-Rahaui. Lo enviaron para informar al Profeta sobre su islamización y su distanciamiento del politeísmo. En la contestación a su mensaje, el Mensajero de Allâh les daba la conformidad de Allâh y de Su Mensajero recordándoles que pagaran el Zakat. El Profeta también les envió a algunos de sus compañeros bajo las ordenes de Mu’adh bin Yabal.

 

1O. La Delegación de Hamdán: La llegada de esta delegación fue en el noveno año de la Hégira después del retorno del Mensajero de Tabûk. El Mensajero de Allâh les garantizó el cumplimiento de sus demandas. Envió a Malik bin An-Namt como jefe, y lo fijó como un representante de aquellos de su tribu que abrazaron el Islam. Jâlid bin Al-Ualîd fue designado para que todos ellos sean invitados a entrar en el Islam. Permaneció con ellos durante seis meses invitándolos al Islam pero nadie respondió a su llamado. Más tarde  ‘Ali bin  Abi Tâlib fue enviado allí y a Jâlid se le ordenó regresar. Al llegar a Hamdán, ‘Ali les  comunicó un recado del Mensajero de Allâh y los invitó al Islam. Ellos respondieron a la invitación y aceptaron el Islam. ‘Ali escribió al Mensajero de Allâh informándole de las buenas noticias. El Mensajero de Allâh se postró en agradecimiento a Allâh, y luego levantó su cabeza y dijo: "Paz para Hamdán. Paz para Hamdán."

 

11. La Delegación de Bani Fazarah: después del retorno del Mensajero de Tabûk la delegación de Bani el Fazarah fue a verlo en el noveno año de la Hégira. Eran más de diez hombres. Entraron para  profesar el  Islam y quejarse de la sequía en su región. El Mensajero de Allâh ascendió al púlpito, alzó sus manos y le imploró a Allâh que les enviara lluvia y dijo:

 

"Oh Allâh permite que llueva, y se riegue Tu tierra y beneficie a los animales. Extiende Tu misericordia y vivifica las tierras muertas.

 

Oh Allâh envía lluvia para reconfortar, y hacer crecer la hierba, y beneficiar a las inmensas áreas. Permítele ser una lluvia beneficiosa que no cause daño. Oh Allâh permite que sea lluvia de misericordia y no la lluvia de castigo. Permite a la lluvia no ser destructiva ni inunde. Oh Allâh envíanos el agua y ayúdanos a vencer a los enemigos". [4]

 

12. La Delegación de Naÿrân: Naÿrân es una área extensa de tierra. Estaba en dirección sur de La Meca rumbo al Yemen. Incluía setenta y tres pueblos. Le tomaba un día de viaje a un veloz jinete para llegar allí. [5]

 

Su llegada fue en el año 9 de la Hégira. La delegación comprendía sesenta hombres. Veinticuatro de ellos pertenecían a familias nobles. Tres de los veinticuatro eran a su vez líderes de Naÿrân.  Al-'Aqib, es decir quien está a cargo de los asuntos de soberanía y gobierno, se llamaba ‘Abdul Masih. El segundo era As-Saiid, cuya función consistía en encargarse de los asuntos educativos y políticos; su nombre era Al-Aiham o Sharhabil. Abu  Hâriza bin 'Alqamah era el tercero. Él era un obispo que presidía los asuntos religiosos  y espirituales.

 

Cuando este grupo de delegados llegó a Medina, se encontraron con el Profeta e intercambiaron preguntas con él; pero cuando los llamó al Islam y les recitó el Corán, se negaron a seguirlo. Ellos le preguntaron sobre Jesús y se quedaron hasta el día posterior cuando la siguiente contestación del Corán fue revelada:

 

(Ciertamente Jesús ante Allâh es igual que Adán. Él lo creó de la tierra, y luego le dijo: "Sea" y fue. (Esto es) la verdad procedente de tu Señor, no seas de aquellos que dudan. Y a quien, después del conocimiento que te ha descendido, te disputa sobre él, dile: venid, llamemos a nuestros hijos, y a vuestros hijos, a nuestras mujeres y a vuestras mujeres, a nosotros mismos y a vosotros mismos; luego invoquemos la maldición de Allâh sobre los mentirosos.) [3:59-61]

 

Por la mañana, el Mensajero de Allâh les recitó sobre Jesús las aleyas recientemente revelados. Les  dejó un día entero para consultar y pensarlo. Así a la mañana siguiente seguían mostrando desaprobación para admitir las Palabras de Allâh sobre Jesús o para abrazar el Islam, entonces el Profeta sugirió hacer A1-Mubâhala que consiste en que cada grupo debía suplicar e implorar que Allâh envíe Su Maldición sobre aquel que mentía. Después de esa sugerencia, el Profeta volvió, mientras envolvía a Al-Hasan y Al-Husain bajo su manto con Fátima caminando detrás. Viendo que el Profeta hablaba en serio, la delegación se retiró y empezaron a consultarse mutuamente. Al-A'Aqib y As-Saiid dijeron: “No suplicaremos. Debido a que, juro por Allâh, que si él realmente es un Profeta e intercambiamos maldiciones, nosotros nunca prosperaremos ni legaremos prosperidad a nuestros descendientes. Ni nosotros ni nuestros animales se salvarán." Finalmente acudieron al Mensajero de Allâh para que  juzgue su causa. Fueron a él y le dijeron: "Nosotros concedemos lo que pidas". El Mensajero de Allâh entonces admitió el acuerdo y pidió que pagaran Al-Yizia (impuesto) y firmó la paz con ellos a cambio de que les provean dos mil prendas de vestir, de las cuales mil se entregarían en el mes de Rayab y el resto en Safar. Con cada vestido, ellos tenían que pagar una onza (de oro). A cambio, ellos tendrán el convenio de Paz y seguridad de Allâh y Su Mensajero. Este convenio les permitía practicar sus asuntos religiosos libremente. Le solicitaron al Profeta que elija a un hombre fidedigno para recaudar el dinero acordado para obtener la paz, entonces les envió al hombre confiable de la nación musulmana, Abu 'Ubaidah bin Al-Yarrâh, para recibir el dinero acordado en el tratado de paz.

 

Cuando el Islam comenzó a extenderse en Naÿrân, naturalmente, no tuvieron que pagar Al-Yizia que habitualmente deben pagar los no-musulmanes. Al margen de lo que pasó, se dice que Al-Aqib y As-Saiid abrazaron el Islam cuando regresaron a  Naÿrân. [6]

 

13. La Delegación de Bani Hanîfa: Llegaron a Medina en el noveno año de la Hégira. Eran  17 personas, incluido el más grande de los mentirosos, Musailama [7] bin Zumamah bin Kabir bin Habib bin Al-Hâriz de Bani Hanîfa. El grupo de delegados se alojó en la casa de un ansarí. Vinieron al Profeta  a declarar su islamización. En cuanto a Musailama, el mentiroso, las versiones varían respecto a su islamización. La observación de todas estas versiones claramente demuestra que Musailama expresó desaprobación y reveló su orgullo y su espíritu jactancioso y quedaron a la vista sus expectativas y deseos de ser un sucesor del Profetar.

 

En un principio el Profeta lo trató amablemente, pero eso no modificó las ambiciones de Musailama. El Mensajero de Allâh había percibido el mal en su alma y lo reconoció como uno de tres males que vio en un sueño.

 

El Profeta había soñado que a él se le habían concedido los tesoros de la tierra. En el mismo sueño su dos pulseras doradas cayeron sobre sus manos que lo apenaron y preocuparon mucho. Se le instruyó a través de la inspiración cómo quitárselas, cosa que hizo y desaparecieron. Las dos pulseras del sueño fueron interpretadas como dos falsos profetas que aparecerían después de la muerte de Muhammad .

 

Así; cuando Musailama actuó de esa manera y demostró desaprobación, el Profeta comprendió que él sería uno de los dos mentirosos. Musailama decía:

 

"Si Muhammad me designa su sucesor, abrazaría el Islam". Después el Mensajero de Allâh   regresó, con un pedazo de hoja de palmera en su mano, acompañado de su orador,  Zâbit bin Qais bin Shammas. Musailama estaba con algunos de sus amigos. El Profeta le habló pero Musailama se dirigió a él diciendo: "Si estás de acuerdo en transferir la autoridad  a mí después de tu muerte, sería mejor". El Mensajero de Allâh le contestó: "Si túme pidieras que te diera esto (es decir el pedazo de hoja de palmera que sostenía en  su mano), no te lo daría. Tú te condenas, aun cuando te arrepientas y abandones lo que estabas haciendo, Allâh decretó que tú serás ejecutado. Por Allâh, que te veo ahora en la forma que se me había revelado." Luego se marchó. [8]

 

Finalmente, las predicciones del Profeta sobre Musailama se hicieron realidad: cuando Musailama retornó a Iamâma, siguió pensando en el Profeta y en cómo hacerse su socio. Sus anhelos y ambiciones llegaron a tal extremo, que lo hicieron autoproclamarse profeta. Para confirmar su profecía empezó a recitar versos rimados. Dijo que era legal beber embriagantes y cometer adulterio. Sin embargo, atestiguó la veracidad de la misión del Mensajero de Allâh . Su gente se fascinó por lo que les permitió hacer y lo siguieron. Ganó tanta aceptación entre ellos que lo llamaron el benefactor de Al-Iamâma. Escribió al Mensajero de Allâh diciendo: "yo he sido designado tu socio, por eso tendré la mitad de los asuntos de la gente y Quraish tendrá la otra la mitad".  El Mensajero de Allâh le contestó en una carta:

 

(Ciertamente, la tierra le pertenece a Allâh. Él la da como herencia a quien Él quiere de Sus siervos, y el buen final es para los piadosos.) [7: 128]  [9]

 

Narró Ibn Mas'ûd: "Cuando llegaron los dos emisarios de Musailama, lbn An-Nauaha e Ibn Azal, el Mensajero de Allâh les preguntó: "¿Atestiguais que soy el Mensajero de Allâh?"; Su contestación fue: "Nosotros atestiguamos que Musailama es el Mensajero de Allâh." El Profeta dijo: "Yo creo en Allâh y en Su Mensajero", y agregó: "Si hubiera pensado alguna vez en la matanza de emisarios, los habría matado a  ambos". [10]

 

El alegato de Musailama ocurrió en el décimo año de la Hégira. Pero fue ejecutado en la guerra de Al-Iamâma durante el califato de Abu Bakr As-Siddiq, en Rabi’ Al-Auual, en el duodécimo año de la Hégira. Fue asesinado por Uahshi, el que matara a Hamzah. La segunda persona que se declaró profeta fue Al-Asuad Al-Ansi en el Yemen. Fue más tarde ajusticiado por Fairuz, un día y una noche antes de la muerte del Profeta . La noticia le llego al Mensajero de Allah via la Revelación, y él se la hizo llegar a los Compañeros que se encontraban a su alrededor. Las noticias sobre su muerte alcanzaron a Abu Bakr, ya entonces Califa, provenientes del Yemen. [11]

 

14. La Delegación de Bani Amir bin Bani Sa'sa'a: Entre el grupo de delegados estaban  Amir bin At-Tufail, el enemigo de Allâh;  Arbad bin Qais, el hermano de Labid, Jâlid bin Ya'far,  y Yabbâr bin Aslam. Todos ellos eran los líderes y tiranos de sus pueblos. 'Amir fue el que traicionó a un grupo de creyentes en el valle de Ma'una. Cuando esta delegación pensó en viajar a Medina, Amir y Arbad conspiraron para matar al Profeta . Así; cuando el grupo de delegados llegó, 'Amir empezó a hablar con el Profeta para distraerlo, mientras Arbad intentaba sacar su espada para matarlo. Cuando intentaba matarlo Allâh paralizó su mano para que fuera incapaz de moverla. Allâh  protegió a Su Profeta . Luego el Profeta invocó a Allâh que los maldiga y cuando volvían, Allâh envió un rayo a Arbad que lo calcinó. En cuanto a Amir enfermó pronto por la inflamación de una glándula en su garganta, y murió al poco tiempo.

 

15. La Delegación de Taÿîb : Llegaron a Medina cargando el excedente de  las caridades (Sadaqat) de su gente. Es decir las caridades extras que tenían después de haberlas distribuidas entre los pobres. Eran trece hombres. Querían aprender del Corán y la Sunnah (los dichos, acciones, aprobaciones y desaprobaciones del Profeta ). Exigieron algunas cosas al Mensajero de Allâh , y se les otorgaron prendas de vestir. No permanecieron por mucho tiempo; cuando el Mensajero de Allâh se enteró de sus demandas y les permitió partir, le enviaron un muchacho que dijo al Profeta : "Por Allâh, yo he dejado mi casa (para venir a Medina) con el propósito de que invoques a Allâh, el Supremo y Todopoderoso, para que me perdone y Sea misericordioso conmigo y haga de mi corazón una fuente de satisfacción y suficiencia". El Mensajero de Allâh suplicó a Allâh que le otorgue lo que había pedido.

 

A partir de ese momento, pasó a ser una persona satisfecha. En los días que algunas tribus apostataron, se mantuvo firme en el Islam, advirtiendo a su gente y recordándoles a Allâh, predicándoles, y gracias a eso no renegaron. El grupo de delegados se encontró nuevamente con el Profeta en la Peregrinación de despedida en el décimo año de la Hégira.

 

16. La Delegación de Tai': Uno de los que se entrevistó con el Profeta de ese grupo fue Zaid Al-Jail. Hablaron con el Profeta , quien les instó a que abrazaran el Islam. Aceptaron y fueron en adelante buenos musulmanes.

 

Las delegaciones llegaron consecutivamente a Medina durante el noveno y décimo año de la Hégira. Biógrafos e historiadores han citado algunas de las delegaciones del Yemen. Eran las de Al-Azd; el Bani Sa'd Hadhim de Quda'ah, Bani  Amir bin Qais; Bani Asad, Bahra, Jaulan, Muharib, Bani Al-Hâriz bin Ka'b, Gâmid, Bani Al-Muntafiq, Salaman, Bani al Abs, Muzainah, Murad, Zabid, Kinda, Dhi Murrah, Ghassân, el Aish, y Naj  que era el último grupo de delegados. La delegación de Naj estaba compuesta por doscientos hombres que llegaron a mediados del mes de Muharram en el undécimo año de la Hégira. La mayoría de estos grupos de delegados llegó durante el noveno y décimos año de la Hégira. La llegada de algunos de ellos se demoró hasta el undécimo año de la Hégira.

 

Las sucesivas visitas de estas comisiones indicaban el gran grado de aceptación que la llamada islámica alcanzó. Manifestando su influencia y dominación en las inmensas áreas de Arabia. Los árabes se dirigían a Medina con total respeto y estimación. Medina se había vuelto el centro de toda Arabia. No nos atrevemos a decir que todos los árabes fueron atraídos y transformados por esta religión. Había muchos beduinos empedernidos entre los árabes, que se sometieron (es decir se volvieron musulmanes) sólo porque sus jefes lo hicieron. Sus almas no estaban purificadas todavía. Su tendencia a las correrías había estado profundamente arraigada en sus almas. Las enseñanzas del Islam no habían cristalizado en sus almas. Al respecto de algunos de ellos el Corán dice:

 

(Los beduinos son los peores incrédulos e hipócritas, y los que más desconocen los límites (los Mandos de Allâh y Sus leyes, etc.) que Allâh ha revelado a Su Mensajero. Y Allâh es Conocedor, Sabio. Y de entre los beduinos hay algunos que toman lo que dan como una imposición Y os acechan en los reveses de las calamidades; que para  ellos sea el mal de las calamidades. Y Allâh es Quien Todo lo Escucha y es el Conocedor de todo.) [9:97,98]

 

Pero también, El Corán, elogió a otros diciendo:

 

(Y de entre los beduinos hay algunos que creen en Allâh y en el Último Día, y toman lo que dan como acercamiento a Allâh, y como un medio de recibir las invocaciones del Mensajero. ¿Acaso no es esto una aproximación para ellos? Allâh los admitirá en  Su Misericordia. Ciertamente Allâh es Perdonador, y el más Misericordioso.) [9:99]

 

Aquellos beduinos que estaban en La Meca, Medina y Zaqif  y en muchas otras áreas del Yemen y Al-Bahrein eran diferentes porque el Islam se había arraigado firmemente en sus corazones. Algunos de ellos fueron grandes sahâbíes y líderes de los musulmanes. [12]


 


El Éxito y el impacto de la Da'wah islámica (difusión del Islam)

 

Antes de que nos dediquemos a los últimos días de la vida del Mensajero de Allâh , echaremos una rápida mirada al gran logro que obtuvo. Esa misma peculiaridad que lo hizo aventajar a todos los Profetas y Mensajeros y lo hizo tan extraordinario que Allâh lo distinguió por encima de los primeros y los últimos. Allâh se dirigió a él, en los albores de su misión, con las siguientes palabras:

 

(¡Oh tú que estás envuelto con tu manto! Levántate para rezar toda la noche, excepto un poco de la misma.) [73:1,2]

Y dijo:

 

(Oh tú que estás envuelto. Levántate y advierte.) [74:1,2]

 

Se levantó y se mantuvo así, activo, durante más de veinte años. Durante ese lapso se comprometió a llevar las cargas de las grandes expectativas que sus hombros sostenían, para transmitirle a toda la  humanidad el mensaje del Islam.

 

El Mensajero de Allâh se encargó de concienciar a la humanidad, cuando ésta estaba hundida en el paganismo. Se ocupó de liberar a la razón humana que estaba encadenado a los deseos y lujurias. En cuanto consiguió liberar la conciencia de sus compañeros de las cargas y falsedades del paganismo y de la vida terrenal, empezó otra batalla en otro campo: las batallas sucesivas contra el enemigo del Islam, y contra aquellos que conspiraron contra él. Era una lucha contra aquellos que conspiraron contra los creyentes; contra los que querían destruir ese incipiente árbol antes de que creciera y sus raíces se aferraran en la tierra y extendiesen sus ramas por los cielos. Ni bien terminó con las batallas en la Península Arábiga, los Bizantinos empezaron con los preparativos para destruir esta nueva nación en las fronteras del norte.

 

La primera batalla, la batalla de la conciencia, todavía no había terminado. Era de hecho una contienda permanente. Donde se enfrentaba a Satanás, quien no dejó nunca de ejercer su actividad en la profundidad de la conciencia humana. Muhammad , por otro lado, se esforzaba en llamar a la gente a la religión de Allâh y fue perspicaz en luchar esa batalla perpetua en todos los campos, a pesar de las duras circunstancias y de la conspiración del mundo entero en contra suyo. Pero continuó con su llamado eficaz y activamente rodeado de los creyentes que buscaban la seguridad a través del trabajo incesante y de una enorme paciencia.

 

Sus compañeros actuaron constante y pacientemente día a día y empleaban la noche para adorar a su Señor, recitar y memorizar el Corán, glorificar y magnificar a Allâh . [1]

 

Durante más de veinte años el Mensajero de Allâh encaró la batalla con  firmeza y continuidad, desatendiendo cualquier otro asunto que lo aparte de esa noble meta. Así continuó hasta que el mensaje del Islam logró tener éxito a gran escala.

 

La religión islámica prevaleció en toda Arabia. Quitó todos los rastros del paganismo del horizonte de la península. Las mentes enfermas del paganismo crecieron saludables dentro del Islam. Ellos no sólo se libraron de la adoración de los  ídolos, sino que también los derribaron. La atmósfera general empezó a hacer eco de "no hay ninguna divinidad excepto Allâh." Se oía la llamada a la oración cinco veces al día, penetrando en el espacio y rompiendo el silencio del desierto monótono, vivificándolo a través de la nueva creencia. Recitadores y memorizadores del Corán partieron hacia el norte y hacia el sur para transmitir las aleyas del Corán y para hacer cumplir las órdenes de Allâh.

 

Personas y tribus, aunque esparcidas, estaban unidas y el hombre abandonó la adoración del hombre, para dedicarse a adorar únicamente a Allâh. Desaparecieron los opresores y los oprimidos; y personas por encima de otras, y los agresores que practicaran la tiranía. Todas las personas eran siervas de Allâh. Eran hermanos que se amaban y obedecían las órdenes de Allâh. Gracias a Allâh renunciaron a la arrogancia y al espíritu altanero:

 

"El  árabe no es superior al no árabe. Así como el no árabe tampoco es superior al árabe. El de raza blanca no es superior al de raza negra, excepto en la piedad. Todos los seres humanos son hijos de Adán y Adán fue creado de la tierra."

 

Gracias al mensaje del Islam, la unidad árabe se había vuelto una realidad, y también lo fue en el caso de la unidad humana y la justicia social hasta donde sus asuntos terrenales y celestiales estaban establecidos. La línea curva de la historia se había enderezado y la mentalidad había sido rectificada del error.

 

El espíritu y la conciencia de las personas, los valores y las costumbres del paganismo habían agobiado al mundo entero durante el período pre- islámico. El predominio de la esclavitud, la injusticia, del lujo extravagante, del adulterio, la represión, los actos inmorales, el paganismo, el desvío del camino recto y la oscuridad; todo esto predominaba a pesar de la existencia de las religiones celestiales. Las enseñanzas de esas religiones habían crecido débiles y habían perdido toda influencia en las almas de los hombres y en sus espíritus y se habían vuelto meras tradiciones con rituales inanimados.

 

El Islam había cumplido con su rol en la vida humana, librando al espíritu de la humanidad de las supersticiones, las ilusiones, la esclavitud, la corrupción y del culto del hombre hacia el hombre. El Islam había librado a la sociedad humana de la impureza, la injusticia y la tiranía. No había ninguna distinción social, ni la dictadura injusta de clérigos o gobernantes. El Islam había preparado un mundo construido sobre sólidos fundamentos virtuosos y puros, también basados en la piedad, libertad, bondad y sinceridad. La Verdad, la fe, la dignidad en las acciones, el desarrollo y la mejora en los medios de vida junto a los derechos eran las bases en que el estado islámico fue construido. [2]

 

Gracias a esta evolución, Arabia fue testigo de una resurrección bendita e inaudita. Nunca su historia había tenido tanta  religiosidad, piedad y esplendor como la tuvo durante esos días peculiares de su vida.


 


La  peregrinación de la despedida

 

Después del éxito logrado por el mensaje del Islam, la proclamación del Mensaje y el establecimiento de una nueva sociedad basada en las palabras: "No hay ninguna divinidad excepto Allâh", y basada en la misión de Muhammad r, un secreto y silencioso llamado apareció en el corazón del Mensajero de Allâh r diciéndole que su estancia en este Mundo estaba a punto de terminar. Esto quedó claro en su charla con Mu'adh, al enviarlo al Yemen en el décimo año de la Hégira: "¡Oh, Mu'adh! No me verás después de este año. Pasarás por esta misma Mezquita e incluso por mi tumba". Al oír esto Mu'adh lloró.

 

Allâh es tan bondadoso que le permitió al Profeta r ver los frutos de su Llamada por la cual sufrió tantas adversidades durante más de veinte años. Empleó sus últimos días encontrándose, a las afueras de La Meca, con los miembros de las tribus y sus representantes que lo consultaban y aprendían las leyes y la legislación del Islam, y les exigía que den testimonio que había entregado lo que se le confió, que había comunicado el Mensaje y que había aconsejado a la gente.

 

El Mensajero de Allâh r anunció su intención de realizar la peregrinación. Una gran cantidad de personas vinieron a Medina, todos buscando la guía del Mensajero de Allâh r  durante la peregrinación (Al-Haÿÿ). [1] Un día sábado de los últimos cuatro días del mes de Dhul-Qa'dah, el Profeta r  empezó los preparativos para la salida. [2]  Se  peinó, perfumó, llevó su vestimenta, ensilló su camello y partió por la tarde. Llegó a Dhul-Hulaifa antes de la oración de la tarde. Realizó  dos Rak´ât y permaneció la noche allí. Cuando amaneció le dijo a sus compañeros:

 

"Un pregonero, enviado por mi Señor, me ha dicho esta noche:

 

Reza en este valle bendito y di: “Pongo la intención de combinar la ‘Umrah con la peregrinación”.[3]

 

Antes de realizar la oración del mediodía, se bañó para asumir el estado de consagración (Ihrâm), y Aishah lo perfumó en su cuerpo y cabeza con almizcle. El perfume podría verse entre sus cabellos y barba. Realizó la oración del mediodía acortada, es decir dos Rak´ât, y proclamó su intención de juntar la peregrinación con la ‘Umrah en el lugar donde rezó. Luego montó su camella Al-Qasua', y proclamó: "No hay ninguna divinidad excepto Allâh". Cuando se internó en el desierto mencionaba y recordaba el Nombre de Allâh.

 

Procedió con su viaje hasta que llegó cerca de La Meca. Pasó la noche en Dhi Tuûa e ingresó a La Meca después de realizar la oración del alba. Se  bañó el domingo por la mañana, el cuarto día del mes de Dhul-Hiÿÿah del décimo año de la Hégira. Su viaje duró aproximadamente ocho días. Al ingresar a la Mezquita de Al-Haram, circunvaló la Ka'bah (Tauâf) y luego caminó (Sa´i) entre As-Safa y Al-Maruah. No abandonó las ropas del Ihrâm (la consagración ritual) porque él era Qarin (es decir aquel que tenía la intención de combinar ‘Umrah con la peregrinación). Acampó en un lugar alto de La Meca, Al-Haÿÿún. En cuanto a la circunvalación, solo realizó la correspondiente a la peregrinación.

 

Aquellos de sus compañeros que no tenían ningún animal para ofrecer en sacrificio, les indicó que asuman el Ihrâm para ‘Umrah (peregrinación menor), y circunvalen Al-Ka'ba  y que hagan los ritos correspondientes entre As-Safa y Al-Maruah, luego de lo cual podrían desprenderse de las vestimentas del Ihrâm.  Sin  embargo, mostraron su descontento en hacer lo que se les había dicho. Entonces, el Mensajero de Allâh r dijo: "Si hubiese sabido lo que ahora sé no hubiese traído mis animales y me desprendería de las vestimentas del Ihrâm". Al oír estas palabras, sus compañeros obedecieron las órdenes.

 

En el octavo día del mes de Dhul-Hiÿÿah, el Día de Taruiah, se dirigió a la localidad de Mina dónde realizó las oraciones del mediodía, la tarde, el ocaso, la noche y el alba. Permaneció durante algún tiempo hasta que el sol subió, luego marchó hacia 'Arafat donde había una tienda que se había levantado para él en Namirah.  Se  sentó dentro hasta que el sol pasó su cenit. Entonces pidió que Al-Qasua', su camella sea ensillada, y bajó al valle dónde 124.000 o 144.000 personas se habían congregado. Allí dirigió el siguiente discurso:

 

"¡Oh gente! Escuchad mis palabras, debido a que no sé si he de encontrarme con vosotros, en  este lugar, después de este año. [4] Ciertamente vuestra vida y vuestros bienes son sagrados, como son sagrados este día de hoy, este mes, y esta ciudad.”

 

"Todas las prácticas y asuntos de la época pagana están ahora bajo mis pies (obsoletos). Todo acto de venganza de los días del paganismo debe suprimirse empezando por la sangre derramada de Ibn  Rabi'a’ bin Hâriz que fue amamantado por la tribu de Sa´d  y que Hudhail  mató. La usura  de la época del paganismo queda prohibida, empezando por el interés que se le debe a 'Abbâs bin ‘Abdul Muttalib. Ciertamente está prohibida."

 

"Temed a Allâh cuando tratéis a vuestras mujeres. Ciertamente  las habéis tomado bajo la seguridad de Allâh y son lícitas para vosotros por las Palabras de Allâh. Ellas no deben permitirle a nadie acercarse a vuestro lecho ni entrar en vuestras casas sin vuestro permiso, si lo hacen, podréis castigarlas castigarlas, pero no con severidad. Debéis alimentarlas y vestirlas adecuadamente.

 

Ciertamente, he dejado entre vosotros el Libro de Allâh y la Sunnah de Su Mensajero, y si os aferráis a ambas nunca os desviaréis. [5]

 

¡Oh gente!, no habrá ningún Profeta luego de mi y ninguna nación después de la vuestra. Así que os recomiendo adorar a vuestro Señor, rezar las cinco oraciones, ayunar en el mes de Ramadán  y dar el Zakat (derecho de los pobres) de vuestros bienes de buena gana. Os recomiendo hacer la peregrinación a la Sagrada Casa de vuestro Señor y obedecer a aquellos que están encargados de vuestros asuntos, si hacéis todo esto entraréis en el Paraíso de vuestro Señor." [6]

"¿Y si sois preguntados acerca de mí, que diréis?"

 

Contestaron:

 

"Atestiguaremos que has transmitido y entregado el mensaje y nos has aconsejado."

 

Luego levantó su dedo índice hacia el cielo y después  lo movió abajo hacia las personas mientras decía:

 

"Oh Allâh, Sé testigo"

 

 Repitió esta frase tres veces.[7]

 

Mientras el Profeta r  se dirigía a los musulmanes con su discurso, el siguiente versículo del Corán le fue revelado:

(Este día  he perfeccionado vuestra religión para vosotros, completé Mi Favor en vosotros, y me complace  para vosotros  el Islam como vuestra religión.) [5:3]

 

Al oír este versículo 'Umar lloró. "¿Qué te hace llorar?", le preguntaron. Su respuesta fue: "Nada le sigue a la perfección excepto la disminución". [8]

 

Bilâl hizo el llamado a la oración después del discurso, y luego hizo la segunda llamada (iqâma). El Profeta r realizó la plegaria del mediodía y la tarde separadamente, sin realizar ninguna oración entre ambas.  Montó  su camella Al-Qasua, dirigió su rostro hacia la Qiblah, permaneció allí hasta el ocaso cuando el cielo se puso amarillento y el disco del sol desapareció. Usâmah agregó que el Profeta r se dirigió a Muzdalifa, donde  observó la oración del ocaso y la  oración nocturna con un solo llamado y dos iqâma". Luego se recostó hasta el tiempo de la oración del alba.  La  realizó casi en el  momento del alba. Montando Al-Qasua', fue hacia una zona llamada Al-masha'ar Al-Harâm. Se orientó hacia la Qiblah y comenzó a suplicar diciendo: "Allâh es el más Grande. No hay ninguna divinidad excepto Allâh." permaneció  allí hasta que la mañana aclaró y luego inició su viaje hacia Mina. Caminó hasta al Yamrah al Kubra (La ÿamrah mayor) donde se detuvo y arrojó siete guijarros diciendo "Allâh es el más Grande" cada vez que arrojaba uno. Luego se dirigió hacia el lugar del sacrificio, donde sacrificó sesenta y tres camellos con sus manos, y le pidió a ‘Ali que sacrifique al resto, que eran un total de 137. Un pedazo de carne de cada animal sacrificado fue cocinado en una olla de la cual ambos hombres comieron, y bebieron de su caldo.

 

Luego, el Mensajero de Allâh r montó su camella y volvió a La Meca donde observó la oración del mediodía y allí les dijo a los hijos de ‘Abdul Muttalib que abastezcan con agua de Zamzam a la gente. "Preparad el agua, hijos de 'Abdul Muttalib, yo me uniría a vosotros si no temiese que las personas intentasen arrebataros este honor después de mí." Le dieron un recipiente de agua y él bebió hasta quedar satisfecho. [9]

 

En el décimo día del mes de Dhul-Hiÿÿah durante el día del Sacrificio (iaum an-Nahr) El Profeta r dio otro discurso. Lo hizo cuando ya había avanzado la  mañana, montando sobre una mula gris. 'Ali repetía sus palabras a aquellas personas que no podían oírlo.[10] Repitió algunas de las declaraciones que había dicho el día anterior y agregó:

 “Ciertamente el Tiempo ha vuelto a computarse como lo era cuando Allâh creó los cielos y la tierra. Un año está compuesto por doce meses. Cuatro de ellos son Meses Sagrados. Tres de los cuatro meses (sagrados) son sucesivos. Ellos son: Dhul-Qa'dah, DhuI Hiÿÿah, y Muharram. El cuarto Mes es Raÿab, el que se encuentra entre Yumada y Sha'bán."

 

"¿En qué mes estamos?", preguntó. Nosotros dijimos: "Allâh y Su Mensajero saben más". Guardo silencio durante algún tiempo, hasta que pensamos que le daría un nombre distinto. "¿No es Dhul-Hiÿÿa?", preguntó. "Sí", respondimos. Luego preguntó: "¿Cómo se llama esta ciudad?". Dijimos: "Allâh y Su Mensajero saben más". Estuvo durante algún tiempo callado hasta que pensamos que le daría un nombre diferente. "¿No es la ciudad sagrada?”, preguntó. "Sí.", contestamos. Entonces preguntó de nuevo: "¿Qué día es hoy?". Nosotros contestamos: "Allâh y Su Mensajero saben más". Entonces permaneció callado durante algún tiempo y dijo: "¿No es An-Nahr (es decir, el día del sacrificio)?”. "Sí", Dijimos  nosotros. Entonces dijo: "Vuestra sangre, vuestros bienes, y vuestro honor todos son sagrados. Es ilegal violar su santidad. Son tan sagrados como lo es este sagrado día en este sagrado mes, y en esta sagrada ciudad.

 

Retornaréis a vuestro Señor, y tendréis que responder por lo que habéis obrado. No retornéis al paganismo matándoos unos a otros."

 

"¿Acaso no  he transmitido el mensaje de mi Señor?". Contestaron: "Si". Dijo: "¡Oh Allâh!, Se testigo. Aquel que está presente en este lugar que transmita mis palabras a los que están ausentes. Puede ser que entre los ausentes se encuentre alguien que entienda mejor que aquel que me ha escuchado". [11]

 

El Mensajero de Allâh r pasó los días de At-Tashriq (11, 12 y 13 de Dhul-Hiÿÿah) en Mina difundiendo las enseñanzas y rituales del Islam, recordando a Allâh, orando, siguiendo la guía de Ibrâhîm, y purificando todos los rastros y rasgos del politeísmo.

 

El día 13 de Dhul-Hiÿÿah, el Profeta r permaneció en un lugar alto de la montaña cerca de Bani Kinânah. Pasó el resto del día y la noche allí. Ahí mismo realizó las oraciones del mediodía, la tarde, el ocaso y la noche.

 

Luego durmió un tiempo y salió montado hacia la Ka'bah. Realizó la circunvalación de despedida (Tawaf Al –Uadâ'), y le pidió a sus compañeros que hicieran lo mismo.

 

Al finalizar sus rituales inició su regreso a la ciudad de Medina.


 


La Última Expedición

 

El orgullo del Estado Bizantino negó a los musulmanes el derecho a vivir. La arrogancia bizantina ordenó matar a aquellos gobernadores de sus provincias que abrazaban el Islam. El asesinato de Faruah bin 'Amr Al-Yudh'ami, quien era su representante en Ma'ân, era una evidencia de aquella arrogancia. Debido a esa soberbia y vanidad de los Bizantinos, el Mensajero de Allâh  empezó a movilizar un gran ejército en Safar en el undécimo año de la Hégira y lo hizo bajo la orden de Usâmah bin Zaid bin Hâriza a quien se le ordenó marchar hacia las tierras de Al-Balqâ' y Ad-Darum cerca de Palestina. Su objetivo era atemorizar a los Bizantinos e infundir confianza en los corazones de los árabes que estaban asentados en sus fronteras. Su otro propósito era darles un mensaje a todos en esa zona, para que nadie pueda atreverse a decir que la brutalidad de los bizantinos quedaría impune; y demostrar que la islamización no es sinónimo de miedo y vulnerabilidad.

 

El liderazgo de Usâmah fue criticado, porque era demasiado joven, entonces algunas personas se negaron a enlistarse en la expedición. El Mensajero de Allâh se dirigió a la gente diciendo:

 

"Si critican su liderazgo, también han criticado el liderazgo de su padre. Sí, por Allâh, su padre era una de las personas más queridas para mí y era competente para el liderazgo; y este hijo suyo es uno de los individuos más queridos para mí después de su padre". [1]

 

Luego de estas palabras, las personas apoyaron a Usâmah y se enrolaron en su ejército. El número de voluntarios para enlistarse era tan grande que formaron una fila que se perdía entre las montañas de las afueras de Medina. La incertidumbre  provocada a causa de las noticias sobre la enfermedad del Mensajero de Allâh , sin embargo, hicieron que la expedición se suspenda para saber lo que Allâh tenía destinado para Su Mensajero.

 

Fue la voluntad de Allâh que la expedición de Usâmah fuera la primera que enviase Abu Bakr  durante su califato. [2]


 


El viaje hacia Allâh

Los Síntomas de la partida:

 

Cuando la Llamada al Islam creció y la nueva fe dominó la zona, el Mensajero de Allâh  empezó a desarrollar ciertos síntomas que indicaban su pronta partida de este mundo. Estos podrían percibirse a través de sus declaraciones y hechos:

 

·        En Ramadán del décimo año de la Hégira realizó un retiro espiritual en la Mezquita durante veinte días en lugar de los diez, que solía hacer en años anteriores.

 

·        El arcángel Gabriel  repasó el Corán dos veces con él.

 

·        Sus palabras en la Peregrinación de la Despedida:

 "Yo no sé si me encontraré con vosotros en este lugar una vez más después de este año".

 

·        La revelación del Capítulo (Sura) An-Nasr a mediados de los días de at-Tashriq. Cuando le fue revelada esta Sura, comprendió que estaba cercana su muerte.

 

·        En los primeros días del mes de Safar, en el undécimo año de la Hégira, el Profeta salió hacia Uhud y observó una oración por los mártires. Parecía que se estaba despidiendo de los muertos, como también lo hacía con los que estaban vivos. Luego ascendió al púlpito y se dirigió a la gente diciendo:

"Yo voy a precederos y he sido un testigo de vosotros. Por Allâh, me encontraréis en "la Fuente" muy pronto. Se me han otorgado las llaves de los tesoros mundanos. Por Allâh, no temo que vosotros os volváis politeístas luego de mi muerte. Pero temo que la adquisición de las riquezas mundanas os incite a que os matéis unos a otros." [1]

 

·     Un día, a medianoche fue al cementerio Al-Baqi', y le imploró a Allâh que perdonara a los mártires del Islam. Dijo: "la Paz esté con vosotros, moradores de estas tumbas. Que esa mañana que amanece entre vosotros sea más agradable que la de los que están vivos. Las atribulaciones están acercándose como nubes en una noche oscura. La última traerá más maldades que la primera". Luego los confortó diciendo: "Nosotros os seguiremos."  


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El comienzo de la Enfermedad:

 

El lunes veintinueve del mes de Safar del undécimo año de  la Hégira, participó en los ritos fúnebres en Al-Baqî'. Cuando regresó, tuvo dolor de cabeza, su temperatura era tan alta que hasta se podía sentir el calor en la venda que tenía en su cabeza.

 

Lideró a los musulmanes en la oración durante once días aunque estaba enfermo. El número total de sus días de enfermedad fueron trece o catorce.


La Última Semana:

 

Cuando se agravó su enfermedad le preguntó a sus esposas: "¿Dónde me quedaré mañana?" "¿Dónde me quedaré?". Ellas entendieron lo que él quiso decir. Entonces le permitieron quedarse dondequiera que él lo desee. Luego fue hacia el cuarto de Aishah mientras se apoyaba en Al-Fadl bin Al-''Abbâs y en ‘Ali bin Abi Tâlib. Con la cabeza vendada fue arrastrando sus pies hasta que entró en su morada. Fue allí donde pasó la última semana de su vida.

 

Durante ese período,  Aishah le recitaba Al-Mu'auuidhât (los Capítulos (suras)113 y 114 del Corán) y otras súplicas que el Profeta  le había enseñado.


Cinco días antes de su muerte:

 

El miércoles, cinco días antes de que muriera, la elevada temperatura de su cuerpo señalaba la severidad de su enfermedad. Se desmayaba y sufría dolor. "Verted sobre mí siete Qirâb (recipientes con agua) de varios pozos para que pueda salir a encontrarme con la gente y les pueda hablar". Así que fue sentado en una bañera y vertieron agua sobre él hasta que dijo: "Es suficiente. Es suficiente."

 

Luego se sintió suficientemente bien como para ingresar en la Mezquita. Entró vendado, se sentó en el púlpito y dijo a las personas que estaban reunidas alrededor de él:

 

"La maldición de Allâh recaiga sobre los judíos y los cristianos que han hecho de las tumbas de sus Profetas lugares de adoración". [1]

 

Luego  dijo:

 

"No hagan de mi tumba un ídolo venerado". [2]

"Aquel a quien yo haya lastimado, aquí le ofrezco mi espalda para que haga lo mismo. Aquel a quien ofendí en su honor, aquí estoy ofreciendo mi honor para que pueda resarcirse."

 

Luego descendió, y realizó la oración del mediodía. De nuevo subió al púlpito y se sentó en él.

 

Un hombre le  dijo: "Me debes tres Dirhams". El Profeta  dijo: "Fadl, págale el dinero". Continuó  diciendo:

 

"Os aconsejó tratar bien a Al-Ansar (los ansar). Ellos son mi familia y me dieron asilo. Han cumplido con la responsabilidad que recayó en ellos y ahora queda el resto de lo que tienen que hacer. Vosotros debéis reconocer y apreciar el favor que nos hicieron, y debéis pasar por alto sus errores."

En otra versión dice:

 

"El número de creyentes aumentará, pero el número de ansar disminuirá a tal punto que serán entre los hombres como la sal en la comida. Así, que aquel de vosotros que tenga una posición de responsabilidad y tenga poder, debe reconocer y apreciar todos los favores que ellos nos han hecho, y deberá pasar por alto sus errores." [3]

 

Y dijo :

 

"Allâh, el más Grandioso, ha dado a un siervo suyo la oportunidad de optar entre los deleites de este mundo y lo que le tiene reservado en la otra vida; pero él ha optado esto último."

 

Abu Sa'id Al-Judri dijo: "Al oír esas palabras, Abu Bakr lloró y dijo: "Que nuestros padres y madres sean tu rescate ¡oh mensajero de Allâh!". Entonces nos preguntamos por qué Abu Bakr dijo tal cosa. Las personas dijeron: "Miren a ese anciano (osea a Abu Bakr). El Mensajero de Allâh habla sobre un siervo de Allâh que tuvo la opción de elegir entre las delicias de este mundo y lo que Allâh le tiene reservado en la otra vida, pero él dice: Que nuestros padres y madres sean tu rescate oh mensajero de Allâh. Después comprendimos a lo que se refería. El Mensajero de Allâh era al siervo al que se le había permitido escoger. También reconocimos que Abu Bakr era el más sabio entre nosotros." [4]

 

Entonces el Mensajero de Allâh dijo:

 

"De la gente, el que más me asistió con su compañía y riquezas fue Abu Bakr. Si tuviese que elegir un amigo íntimo después de Allâh, optaría por Abu Bakr. Es la hermandad del Islam la que nos une. Ninguna puerta de la mezquita deberá mantenerse abierta excepto la de Abu Bakr". [5]


 


Cuatro días antes de su muerte:

 

El jueves, el cuarto día antes de su muerte, el Mensajero de Allâh    le dijo a la gente, aunque padecía un agudo dolor: "Veníd aquí. os mandaré escribir algo y nunca os desviaréis". ‘Úmar bin Al-Jattâb dijo: "El Profeta de Allâh está padeciendo mucho dolor y vosotros tenéis el Corán; el Libro de Allâh es suficiente". Otros quisieron, sin embargo, que escribiera. Cuando Muhammad los escuchó debatir sobre ese asunto, les ordenó marcharse y que lo dejen solo.[1]

Ese día recomendó tres cosas:

 

1. Los judíos, cristianos y politeístas debían ser desterrados de Arabia.

2. Recomendó  que las delegaciones deben ser honradas y atendidas del mismo modo que él lo hacía.

3. En cuanto a la tercera, el narrador dijo que se había olvidado lo que dijo el Profeta . Pero podría ser la adhesión al Libro de Allâh y a la Sunnah. También podría ser sobre la movilización del ejército de Usâmah, o podría ser sobre el cumplimiento de las oraciones y liberar a los esclavos.

 

A pesar de la grave  enfermedad y del gran dolor que padecía, el Profeta lideraba los rezos haciéndolo hasta el día jueves, cuatro días antes de su muerte. En ese día dirigió la oración del ocaso y recitó:

 

(Por los vientos enviados unos tras otros.) [77:l] [2]

 

Por la tarde estaba tan enfermo y dolorido que no podía salir a dirigir la oración en la Mezquita. Aishah dijo: "El Profeta preguntó: "¿Ha rezado la gente?". "No, ellos te están esperando", le contestó Aishah. "Poned un poco de agua en el recipiente", dijo. Hicimos lo que nos indicó. Así que se lavó y quiso ponerse de pie,  pero se desmayó. Cuando se recuperó, preguntó nuevamente: "¿Ha rezado la gente?". Entonces la misma sucesión de eventos tuvo lugar una y otra vez durante los cuales él intentaba lavarse y pararse pero se desmayaba. Por consiguiente envió por Abu Bakr para que dirija las oraciones en su lugar. Abu Bakr lideró las oraciones durante esos días.[3] Fueron 17 oraciones las que lideró durante la vida de Muhammad .  


 


1 Sahîh Al-Bujâri, 2/637.

Un Día o Dos anteriores  a su Muerte:

 

El sábado o el domingo, el Profeta  se sentía algo mejor para realizar la oración; salió apoyándose en dos hombres para realizar la oración del mediodía. Abu Bakr que estaba a punto de comenzar la oración se apartó cuando lo vio venir; pero el Profeta le hizo un gesto para que permanezca en su lugar y dijo: "Sentadme a su lado". Ellos lo sentaron a su lado, a la  izquierda de Abu Bakr. El Profeta lideró la oración, y Abu Bakr lo siguió y levantó su voz con cada "Allâhu Akbar", el Profeta así se lo pidió para que las personas puedan oír claramente.[1]


 


1 Sahîh AI-Bujâri. 1/98, 99.

 

 

 

 

 

Un Día antes de su Muerte:

 

El domingo, un día antes de que muriera, el Profeta  liberó a todos sus esclavos restantes, entregó como caridad los siete Dinares que poseía y le regaló sus armas a los musulmanes. Así; cuando se hizo la noche Aishah tuvo que pedir prestado un poco de aceite a su vecina para encender su lámpara.


El Último Día de su vida terrena:

 

Anas bin Malik narró: "Mientras los musulmanes estaban realizando la oración del alba el lunes, liderados por  Abu Bakr, fueron sorprendidos al ver al Mensajero de Allâh  corriendo la cortina del cuarto de Aishah. Él los miraba mientras estaban orando alineados correctamente y sonrió alegremente. Viéndolo, Abu Bakr se retiró para unirse a las filas y para permitirle que él dirija la oración, porque pensó que el Profeta quería salir y orar". Anas dijo: "Los musulmanes que estaban orando estaban tan encantados que casi interrumpen la oración. El Mensajero de Allâh les hizo un gesto para que continúen su oración, y cerró la cortina."[1]

 

El Mensajero de Allâh no vivió para la próxima oración.

 

Cuando era de día, el Profeta , llamó a Fátima y le dijo algo en secreto que la hizo llorar. Luego le susurró algo que la hizo reír. Aishah le preguntó después de la muerte del Profeta , acerca de ese llanto y de su posterior sonrisa. Fátima contestó:

 

"La primera vez me dijo que no se recuperaría de su enfermedad y lloré. Luego me dijo que yo sería la primera de su familia en seguirlo, y esto hizo que me alegrara."[2]

 

Le albrició también a Fátima que sería la Señora de las mujeres del Paraíso. [3]

 

Fátima presenció el gran dolor que afligió a su padre, y dijo: "Qué gran dolor que mi padre está soportando". A estas palabras, el Profeta dijo:

 

"Tu padre dejará de sufrir después de este día". [4]

 

Pidió  que le traigan a sus nietos Al-Hasan y Al-Husain.  Los  besó y recomendó que se ocupen de ellos. Pidió ver a sus esposas. Se presentaron y les predicó y les dijo que recordaran a Allâh. El dolor creció tanto que las secuelas del veneno de Jaibar se manifestaron. Era tan grande el dolor que le dijo a Aishah: "todavía siento el efecto doloroso de esa comida que saboreé en Jaibar. Siento que la muerte está acercándose". [5]  Le ordenó a la gente que no abandonen las oraciones y que sean considerados con sus dependientes. Esto lo repitió varias veces. [6]


 


1 ídem. 2/640.

 

 

 

 

 

 

 

 

El Profeta abandonando este mundo:

 

Cuando la agonía de la muerte comenzó, Aishah lo puso sobre su regazo. Solía decir: Uno de los favores de Allâh para conmigo fue que el Mensajero de Allâh  murió en mi casa, mientras yo estaba viva. Murió entre mi pecho y mi cuello mientras estaba apoyándose en mí. Allâh ha mezclado su saliva con la mía. Debido a que  Abdur Rahmân, el hijo de Abu Bakr, le trajo un Siuak (la raíz de una planta del desierto usada para cepillar los dientes), mientras el Mensajero de Allâh estaba apoyado sobre mí.  Noté que estaba mirando el Siuak, y le pregunté si lo quería, y me contestó afirmativamente, entonces como estaba muy duro, le dije si quería que lo suavice y aceptó. Luego lo ablandé masticándolo y él se lo pasó por sus dientes.

 

Había un recipiente de agua disponible. Puso su mano en él, limpió su cara y dijo :

 

"No hay ninguna divinidad excepto Allâh. La muerte es la agonía". [1]

 

Cuando terminó su cepillado con el Siuak, levantó su mano o su dedo, miró hacia el techo y movió sus labios. Aishah lo escuchó que él decía: (Con aquellos a quienes has agraciado: los Profetas y los Veraces, los mártires y los que hacen el bien. Oh Allâh, perdóname y ten misericordia de mí y úneme al Compañero elevado). [2] Luego con breves intervalos profirió estas palabras: "Hacia el Compañero más elevado. Hacia Allâh nosotros volvemos y a Él nosotros le pedimos ayuda y la última morada". Esto ocurrió tarde por la mañana del lunes, del duodécimo día del mes de Rabi’ Al Auual, en el undécimo año de la Hégirah. Tenía  sesenta y tres años y cuatro días cuando murió.


 


 

 

 

 

La preocupación de los sahâbíes por la Muerte del Profeta :

 

La triste noticia en poco tiempo se propagó por toda Medina. Mucha pena causó la noticia de su muerte y se extendió en todas las áreas y horizontes de la resplandeciente ciudad. Anas dijo:

 

"Nunca presencié un día tan feliz o tan luminoso como el día en que el Mensajero de Allâh   vino a nosotros; y nunca presencié un día más triste y oscuro que aquel día en que el Mensajero de Allâh murió". [1]

 

Cuando murió, Fátima dijo: " ¡Oh Padre, aquel a quien su Señor le  respondió la súplica!. ¡Oh Padre, tu morada es el Paraíso!. ¡Oh Padre le anuncio tu muerte (al Ángel) Gabriel!". [2]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Actitud de 'Umar :

 

'Umar estaba aturdido, casi perdió la conciencia ante la gente y dijo: "Algunos de los hipócritas dicen que el Mensajero de Allâh ha muerto. El Mensajero de Allâh no ha muerto, sino que se ha reunido con su Señor de  la misma forma que Moisés lo hizo. Se apartó durante cuarenta noches, pero finalmente regresó aunque ellos dijeron que él había muerto. Por Allâh, el Mensajero de Allâh regresará y le cortará las manos y las piernas a aquellos que declararon su muerte". [1]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La actitud de Abu Bakr :

 

Abu Bakr dejó su casa de As-Sunh y cabalgó hasta la Mezquita. Entró en ella, no habló con nadie y entró a la morada de Aishah. Fue directamente a ver al Mensajero de Allâh . El Profeta estaba cubierto con un manto Yemenita. Destapó su cara, lo besó y lloró. Luego dijo: "Sacrificaría a mi padre y a mi madre por tu causa. Ciertamente que Allâh, no te hará morir dos veces. Has tenido la muerte que Allâh te había decretado."

 

Luego salió y encontró que 'Umar estaba hablando a la gente. Le dijo: "'Umar, siéntate". 'Umar se negó. Las personas dejaron a 'Umar y se dirigieron hacia Abu Bakr que empezó a hablarles de la siguiente manera:

 

"Aquellos de vosotros que adoraban a Muhammad, sepan que  Muhammad ha muerto. Aquellos que adoraban a Allâh, sepan que Él es el Viviente y nunca muere. Allâh dice:

 

(Y no es Muhammad  sino un Mensajero, como también hubo antes otros Mensajeros. ¿Si él muere o lo mataran, daríais la espalda? Quien da la espalda, no perjudicará a Allâh, y Allâh recompensará a aquellos que le agradecen.)  [3:144]

 

Ibn 'Abbâs dijo: "Por Allâh, parecía como si las personas nunca hubieran oído tal versículo del Corán hasta que Abu Bakr lo recitó como un recordatorio. Así que la gente lo recitó a tal punto que no  había ningún hombre sin hacerlo."

 

'Umar dijo: "Por Allâh, cuando escuché lo que dijo Abu Bakr, me caí al piso. Sentía como si mis piernas hubieran sido incapaces de sostenerme y me derrumbé cuando oí sus palabras. Entonces, en ese momento, me di cuenta que Muhammad había muerto".[1]


 


 

El entierro y la despedida de su honorable cuerpo:

 

Disputas sobre quien lo sucedería tuvieron lugar antes de enterrar al Mensajero de Allâh . Las declaraciones,  discusiones, y los diálogos entre los Ansar y Muhâÿirún ocurrieron en un lugar techado de Bani Sa'ida. Finalmente reconocieron a Abu Bakr como Califa. Pasaron todo el lunes allí hasta la noche. Las personas estaban tan ocupadas con sus argumentos que se hizo muy tarde, hasta casi el amanecer del martes, y todavía el cuerpo bendito del Profeta estaba en su cama cubierto con un manto.

 

El martes su cuerpo fue lavado con la ropa puesta. Fue lavado  por Al -''Abbâs, ‘Ali, Al-Fadl y Qazm, los dos hijos de Al-'Abbâs, también Shaqran, el esclavo liberto del Mensajero, Usamah bin Zaid y Aus bin Jauli. Al -'Abbâs, Al-Fadl y Qazm daban vuelta el cuerpo, mientras que Usâmah y Sharqan vertían el agua, ‘Ali lo  lavaba y Aus lo sostenía contra su pecho.

 

Ellos lo amortajaron en tres trozos de tela de algodón blancos.[1]

 

Discreparon sobre el lugar donde debía ser enterrado, entonces  Abu Bakr dijo: "Escuché al Mensajero de Allâh decir que los Profetas son enterrados en el mismo lugar donde mueren". Luego Abu Talhah alzó la cama en la cual murió, y excavó debajo para enterrarlo allí.

 

Las personas entraban de a diez en el cuarto donde murió para verlo por última vez. Luego realizaron la oración fúnebre por el Profetar.

 

Los  primeros en orar por él fueron la gente de su clan. Luego los Muhâÿirún, y después los Ansar. Las mujeres oraron por él después que los hombres. Y los niños fueron los últimos en realizarla.

 

Este proceso duró todo el martes hasta el miércoles por la noche. Dijo Aishah: "Nosotros no supimos que el Profeta   estaba siendo enterrado hasta que oímos el ruido de las herramientas que excavaban la tierra el miércoles por la noche". [2]


 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La Casa Profética

 

1.      Jadîÿa Bint Juuailid: En La Meca, antes de la Hégira, la familia del Profeta la conformaban: él y su esposa Jadîÿah bint Juuailid. Él tenía veinticinco años y ella tenía cuarenta años cuando se casaron.  Fue  su primera esposa. Fue su única esposa hasta que ella murió. Tuvo  hijos e hijas con ella. Ninguno de sus hijos varones vivió mucho tiempo. Todos se murieron. Sus hijas fueron Zainab, Ruqaiia, Umm Kulzum y Fátima.

 

Zainab se casó con su primo por parte materna Abu Al As bin Al-Rabi' antes de la Hégira. Ruqaiya y Umm Kulzum se casaron con 'Uzmán bin Affan consecutivamente (es decir se casó con una y luego que murió se casó con la otra). Fátima se casó con ‘Ali bin Abi Tâlib en el período entre Badr y la batalla de Uhud. Los hijos que tuvieron Fátima y ‘Ali fueron Al-Hasan, Al-Husain, Zainab y Umm Kulzum.

 

Es sabido que el Profeta    fue autorizado a tener más de cuatro esposas debido a distintas razones particulares. Tuvo trece esposas. Nueve de ellas vivían tras su muerte. Dos murieron durante su vida: Jadîÿah y la Madre de los pobres (Umm A1-Masakin) Zainab bint Juzaima, además de otras dos con las que no llegó a consumar el matrimonio.

 

2.      Saudah bint Zam'a: Se casó con ella en el mes de Shauuâl, del décimo año de la Profecía, después de la muerte de Jadîÿah. Ella antes de su casamiento con el Profeta , estaba casada con su primo paterno llamado As-Sakran bin Amr.

 

3.      Aishah bint Abu Bakr: Se casó con ella en el undécimo año de la Profecía, un año después de su casamiento con Saudah, y dos años y cinco meses antes de la Hégira. Ella fue la única mujer virgen con la cual se casó. Fue la mujer más sabia en la jurisprudencia islámica.

 

4.      Hafsah bint 'Umar bin Al-Jattâb: Había quedado viuda, su marido anterior era Junais bin Hudhafa. El Mensajero de Allâh se casó con ella el tercer año de la  Hégira.

 

5. Zainab bint Juzaimah: Era de la tribu Bani  Hilâl bin  Amir bin Sa'sa'a. Fue  apodada Umm A1-Masakin, debido a su bondad y generosidad con los pobres. Fue la esposa de ‘Abdullah bin Yahsh quien cayó mártir en Uhud. Se  casó con el  Profeta el cuarto año de la Hégira, pero ella murió dos o tres meses después de su matrimonio con el Mensajero de Allâh .

 

6. Umm Salamah, Hind  bint Abi Umaiah: Era la esposa de Abu Salamah quien murió el mes de Yumada Al Ajir, en el cuarto año de la Hégira. El Mensajero de Allâh se casó con ella en el mes de Shauuâl del mismo año.

 

7.  Zainab bint Yahsh bin Riab: Pertenecía a la tribu de Bani  Asad bin Juzaimah y era prima del Mensajero. Ella se casó con  Zaid bin Hâriza, quien era entonces considerado hijo adoptivo del Profeta, sin embargo al tiempo se divorciaron. Allâh reveló algunas aleyas del Corán al respecto:

 

(Así cuando Zaid había logrado su deseo (es decir, divorciarse), Nosotros te la dimos en matrimonio.) [33:37]

Sobre ella, Allâh hizo descender algunas aleyas de Sura Al-Ahzâb que trataremos después. El Mensajero de Allâh se casó con ella en el mes de Dhul Qa'dah, el quinto año de la Hégira.

 

8. Yuûairiah bint Al-Hâriz: Al-Hâriz era el jefe de Bani Al-Mustaliq de Juza'ah. El Mensajero de Allâh se casó con ella en el mes de Sha'bán en el sexto año de la Hégira.

 

9. Umm Habibah: Su nombre era Ramlah, la hija de Abu Sufián. Estaba casada con ‘Ubaidullah bin  Yahsh. Emigró con él a Abisinia (Etiopía). Cuando ‘Ubaidullah comenzó a consumir bebidas alcohólicas y renegó del Islam, ella se aferró al Islam con determinación y se negó a apostatar. Sin embargo ‘Ubaidullah murió allí en Abisinia (Etiopía). El Mensajero de Allâh envió a ‘Amr bin Umaiah Ad Damri con una carta al rey Negus, pidiéndole la mano de Umm Habibah. Esto fue en el mes de Muharram, en el séptimo año de la Hégira. Negus la envió al Profeta acompañada por Sharhabil bin Hasnah.

 

10. Safiah bint Huiai bin Ajtab: Era Judía. El Mensajero de Allâh   se casó con ella después de la  conquista de Jaibar en el séptimo año de la Hégira, luego de su islamización.

 

11. Maimunah bint Al-Hâriz: era hija de Al-Hâriz, y la hermana de Umm Al-Fadl Lubabah bint Al-Hâriz. El Profeta se casó después de la Umrah compensatoria. En el mes de Dhul-Qa'dah del  séptimo año de la Hégira.

 

Ésas fueron las once mujeres con las que el Mensajero de Allâh contrajo matrimonio y lo consumó. Durante su vida murieron dos de ellas: Jadîÿah y Zainab, Umm Al-Masakin. Él murió antes que las nueve restantes.

 

Las dos esposas que no alcanzaron a consumar el matrimonio con él fueron: una mujer de Bani Kilab y lo otra de Kindah llamada Al-Yauniah.

 

Quien reflexione sobre la vida del Mensajero de Allâh   observará que sus matrimonios fueron numerosos, especialmente en la última etapa de su vida. El Profeta , después de pasar casi treinta años de su juventud con una esposa mayor que él, Jadîÿah, y después con Saudah, estaba al margen de querer satisfacer sus deseos y pasiones con numerosas esposas. Estos matrimonios se hicieron, de hecho, para lograr objetivos y propósitos mucho más sublimes, a diferencia de los matrimonios que normalmente se llevan a cabo.

 

Vemos que el Mensajero de Allâh quería establecer una sólida relación con Abu Bakr, 'Umar, 'Uzmán y ‘Ali; estos cuatro compañeros distinguidos que se esforzaron y sacrificaron para establecer la religión islámica. Por eso se casó con Aishah y Hafsah, las hijas de Abu Bakr y 'Umar, respectivamente. Y casó a sus dos hijas, Ruqaiiah y Umm Kulzûm con 'Uzmán. Y también casó a su hija Fátima con Ali.

 

Esto servía debido a que los árabes tenían la tradición de honrar a los parientes políticos. Para ellos ser yerno o suegro era un medio para la consolidación de una relación.

 

Casándose con  las madres de los creyentes, el Profeta quiso demoler la enemistad de las tribus árabes hacia el Islam y extinguir su odio. Umm Salamah era de la tribu de Bani Majzûm, el clan de Abu Yahl y de Jâlid bin Al-Ualîd. Su matrimonio con el Mensajero de Allâh dio muy buenos resultados. La deliberada indecisión de Jâlid en Uhud, fue debido al matrimonio del Mensajero con Umm Salamah. Jâlid al poco aceptaría el Islam.

 

Después del matrimonio del Mensajero de Allâh con Umm Habibah, Abu Sufián, su padre, evitó cualquier clase de hostilidad. De manera semejante, su matrimonio con Yuûairiah y Safiah hizo que las dos tribus a las cuales ellas pertenecían, detengan toda clase de provocación, agresión u hostilidad contra el Islam. Y  Yuûairiah, pasó a ser una gran bendición para su gente. Debido a su matrimonio con el Profeta , sus compañeros pusieron a cien familias de su gente en libertad. Ellos dijeron: "es por el parentesco político con el Mensajero de Allâh". No hay  necesidad de decir que con esta inmensa gratitud dejó una excelente impresión en el alma de su tribu.

 

Uno de los motivos más importantes es que Allâh  quiso que Su Profeta educara y purificara las almas de las personas que no sabían nada en absoluto sobre la cortesía, educación y cultura. Él tenía que enseñarles a ajustarse a las necesidades de la civilización y contribuir a la solidificación y al establecimiento de una nueva sociedad islámica.

 

Una regla esencial de la sociedad musulmana es prohibir el contacto innecesario entre hombres y mujeres. El Profeta tenía que seleccionar a algunas mujeres de edades diferentes y distintos talentos, para que enseñen y eduquen a las beduinas y a las mujeres de las distintas tribus, ancianas y jóvenes, y así proveerlas con los instrumentos necesarios para propagar el Islam. Las esposas del Profeta , por su cercanía al Profeta , pudieron aprender de él para luego transmitir sus enseñanzas a los musulmanes. Habiendo sido educadas según las normas y reglas del Islam, sus esposas, sobre todo aquellas que vivieron después de su muerte, tuvieron un papel muy importante, divulgando y transmitiendo las tradiciones proféticas a los musulmanes. Aishah, por ejemplo, narró una gran cantidad de acciones y dichos del Profeta .

 

Su matrimonio con su prima Zainab bint Yahsh era un caso peculiar que apuntó a erradicar una tradición preislámica profundamente arraigada. Es decir la adopción de niños. En las costumbres paganas, los árabes consideraban a una persona adoptada exactamente como a un hijo o hija real otorgándole los mismos derechos. Esa tradición se había arraigado profundamente en sus corazones y no era fácil de desarraigar. Esta tradición enfrenta los principios básicos del Islam, sobre todo aquellos que tienen que ver con el matrimonio, divorcio y herencia y habían provocado numerosos casos de indecencia. Naturalmente el Islam estuvo en contra de tales hechos, e intentó retirarlos de la sociedad islámica.

 

Para el desarraigo de esta tradición, Allâh, Exaltado sea, ofreció a Su Mensajero que se case con su prima Zainab bint Yahsh que era la ex-esposa de Zaid. Ella tenía muchas diferencias con Zaid a tal punto que pensaron en divorciarse, esto fue cuando los Aliados (Al-Ahzâb) estaban uniéndose para destruir al Mensajero de Allâh y a los musulmanes. El Mensajero de Allâh temió que los hipócritas, los idólatras, y los judíos extendieran propaganda difamadora para intentar influir en algunos musulmanes de corazón débil. Por eso le sugirió a Zaid que no se divorciase de ella.

 

Indudablemente esta parcialidad era extraña al carácter del Profeta . Allâh lo criticó diciendo:

 

(Y (recuerda) cuando le dijiste a aquel (Zaid bin Al Hâriza) a quien Allâh había favorecido y al que tú también habías favorecido: quédate con tu esposa y teme a Allâh, mientras  escondías en tu ser, por temor a los hombres, lo que Allâh manifestaría después; cuando Allâh es más digno de ser temido.) [33:37]

 

Finalmente Zaid se divorció de  Zainab y el Mensajero de Allâh se casó con ella  en el momento que sitió a Bani Quraidha, luego de que ella finalizara su período de espera ('Iddah). Allâh le ordenó que se casara y no le dio ninguna alternativa. Allâh había ya concretado el matrimonio cuando dijo:

 

(Así cuando Zaid había logrado su deseo (es decir, divorciarse), Nosotros te la dimos en matrimonio. Para que los creyentes no tuvieran ningún impedimento en poder casarse con las mujeres de sus hijos adoptivos, siempre que estos hubieran terminado lo que les unía a ellas.) [33:37]

 

Y eso fue para terminar con la tradición de la adopción de niños acorde a las tradiciones del paganismo pre islámico:

(Llámadlos (a los hijos adoptados) con (los nombres de) sus padres, eso es más justo ante Allâh.) [33:5]

 

(Muhammad no es el padre de ningún hombre de vosotros, pero sí es el Mensajero de Allâh, y el sello de los Profetas.) [33:40]

 

No pueden desarraigarse o anularse las tradiciones que estaban profundamente establecidas con palabras solamente. Sino que también deben asociarse con la acción y aplicación del Mensaje mismo.

 

Los hipócritas despertaron muchas sospechas y aprovecharon para difundir falsa propaganda contra ese matrimonio. Los rumores y habladurías de los hipócritas tuvieron su impacto en los corazones de aquellos musulmanes cuya Fe todavía era débil; particularmente en este caso que Zainab pasó a ser la quinta esposa y el Noble Corán limita el número de esposas en cuatro;

 

Zaid era según la tradición pagana su hijo (ya que el Profeta de Allah lo había adoptado antes de el comienzo de la Revelación), y que un padre se casara con la esposa divorciada de su hijo era un grave pecado a los ojos de los árabes.

 

La Surah Al-Ahzâb fue revelada para verter luz en ambos problemas, es decir el Islam no reconoce la adopción de hijos tal como lo hacían los paganos y se daba permiso al Profeta para casarse con más de cuatro esposas para lograr propósitos nobles.

 

El trato del Mensajero de Allâh a sus esposas era ejemplar y excepcional. Sus esposas estaban en la cima del respeto, honor, satisfacción, paciencia, modestia, y servicio. Aunque la vida del Mensajero era dura y con sufrimiento, ninguna de sus esposas se quejaba. Anas dijo, sobre la vida del Profeta : "Según mi conocimiento, el Mensajero de Allâh nunca comió en su casa carne asada." [1]

 

'Aishah dijo: "Más de dos meses pasaban, y ningún fuego se encendía en las casas del Mensajero de Allâh .” "¿Qué es lo que comían?" 'Uruah le preguntó. Ella contestó: "Dátiles y agua"[2]. Hay muchos ejemplos de la sacrificada vida que llevaba el Profeta .

 

A pesar de estas adversidades y aprietos en las casas del Profeta , ninguna de sus esposas profirió una palabra de queja o algún reproche, excepto una única vez. Esta excepción fue por las inclinaciones humanas y no fue tan importante como para motivar el decreto de una regla legislativa. Allâh les había dado la oportunidad de escoger entre dos cosas, como claramente declararon las siguientes aleyas:

 

(¡Oh profeta! ¡Dile a tus esposas!: Si desean la vida de este mundo, y sus adornos vengan que les daré algún beneficio y les dejaré ir con toda delicadeza. Pero si prefieren a Allâh y a Su Mensajero, y a la morada de la otra vida; es verdad que Allâh ha preparado para las rectas de entre vosotros una inmensa recompensa.)   [33:28,29]

 

Ninguna de ellas optó por  la vida de este mundo y sus encantos sino que escogieron  la morada de la otra vida.

 

Discutir sobre la poligamia, en mi opinión, no es necesario; ya que la persona que está familiarizada con las costumbres occidentales, sus prácticas indecentes y de la mala interpretación que tienen del principio de la poligamia; justifican la entereza de la poligamia. El cuadro que la vida occidental, con sus prácticas, ofrece, en realidad justifica la existencia y práctica de la poligamia. En esto, hay señales Divinas para todas las personas que quieren reflexionar.


 


Los atributos físicos y morales del Profeta

 

El Profeta combinó ambos, la perfección en su físico y en sus modales.

 

El respeto, la devoción y la estimación que los hombres sentían por el Mensajero de Allâh fueron casos únicos y sin igual. Ningún otro hombre en el mundo ha sido tan querido y admirado. Aquéllos que lo conocieron, se fascinaban con él. Estarían dispueston a sacrificar su vida por su causa y hasta para impedir que tan solo le lastimen.

 

Aquí nosotros presentaremos un resumen sobre su belleza y perfección. Abarcar todos los aspectos nos sería imposible.

 

La belleza de su imagen:

 

Describiendo al Mensajero de Allâh , quien había pasado por su tienda, cuando se dirigía hacia Medina en su emigración, Umm Ma'bad Al-Juza'iah le contó a su marido:

 

"Era luminoso y tenía el semblante alegre. Sus modales eran refinados. Su barriga no sobresalía ni su cabeza estaba desprovista de cabello. Tenía ojos negros y atractivos, delicadamente arqueados por las cejas continuas. Su cabello era ondulado y negro, cercano a ser rizado. Su voz era sumamente imperativa. Su cabeza era grande, bien formada sobre un cuello delgado. Su expresión era pensativa, contemplativa, serena y sublime. Al extraño le fascinaba desde la distancia, pero ni bien intimaba con él sentía simpatía y profunda admiración. Su expresión era dulce y distintiva. Su discurso era expresivo y libre del uso de palabras superfluas. No era demasiado alto ni demasiado bajo. Era singularmente lozano y fresco. Siempre estaba rodeado por sus compañeros. Siempre que él profiriera algo, los oyentes lo oirían con la atención extasiada y siempre que él emitiera una orden, ellos rivalizaban entre sí para llevarla a cabo. Era líder y comandante. Sus declaraciones estaban marcadas por la verdad y la sinceridad, libre de todo tipo de falsedades y mentiras."[1] 

 

‘Ali bin Abi Tâlib, al describirlo, dijo: "No era alto ni bajo, de mediana estatura, era como el común en su pueblo. Sus hombros eran anchos, su pecho sobresaliente y su cintura notoria. Su piel era blanca, tenía un brillo que sus compañeros comparaban a la luz de la luna llena o el brillo de la plata. No era gordo ni su rostro redondo, su frente era alta, su nariz perfilada, y su cuello largo. Sus ojos eran grandes, negros y de  pestañas largas. Sus manos y pies estaban finamente formados. Caminaba rápida y suavemente con pasos largos. Su ropa generalmente consistía de dos trozos de telas, una que amarraba por la cintura, mientras que la otra cubría sus hombros. Cuando se daba vuelta lo hacía con todo su cuerpo. El sello de la Profecía estaba entre sus hombros. Él es el sello de los Profetas, el más generoso y el más valiente de todos.”

 

Su discurso era el más fiable. Era el más amable y el más merecedor de la confianza. Tuvo esmerado cuidado en  devolver a las personas todo lo que le habían confiado. El Profeta era el más dócil y el compañero más benefactor, quien lo veía por primera vez, le temía y respetaba. Quien lo conocía, lo amaba. Describiéndolo decían:

 

 “Nunca he visto una persona semejante a él.” [2]

 

Yâbir bin Samurah informó que el Mensajero de Allâh tenía una cara ovalada y profundos los ojos, sus talones eran delgados. [3]

 

Abu At-Tufail dijo: "Era blanco y apuesto. No era gordo ni flaco; ni alto ni bajo."

 

Anas bin Malik dijo: "tenía  las manos grandes y su piel era de color rosáceo. Ni blanco ni oscuro, aunque era de un tono bastante claro. En su cabeza y en su barba habían cerca de veinte canas, además de algunas en su sien". En otra versión: "diseminadas, algunas canas en su cabeza". [4]

 

Abu Yuhaifa dijo: "He visto alguna cana bajo su labio inferior". Al-Bara’ dijo: "Era de estatura mediana, de espalda ancha, su cabello alcanzaba hasta sus orejas.  Lo vi en una ocasión vestido de rojo y les aseguro que jamás he visto a alguien más elegante. Al principio llevaba el pelo suelto igual que las personas del Libro; pero luego lo peinaba al medio." [5]

 

Al-Bara' también dijo: "Tenía la cara más linda y el mejor carácter". Cuando fue preguntado si la cara del Mensajero era como una espada. Respondió: "No, era como la luna". Y en otra versión dijo: "Su cara era ovalada."

Ar-Rabi' bint Muauuidh dijo:"Si lo hubieras visto, habrías sentido que el sol brillaba." 

 

Yâbir bin Samurah dijo: "Lo vi un día de luna llena. Estaba vestido de rojo. Lo contemplé y luego lo comparé con la luna, y para mí era más bello que la luna." [6]

 

Abu Huraira dijo: "Nunca he visto una cosa más bella que el Mensajero de Allâh . Parecía como si la luz del sol estuviese dentro de su rostro. Nunca  he visto a alguien más rápido en su andar que el Mensajero de Allâh . Parecía como si la tierra se hubiera acortado para que recorra una menor distancia, porque nosotros nos agotábamos mientras que él lo hacía con total facilidad. [7]

 

Ka'b bin Malik dijo: "Cuando estaba contento, su rostro brillaba con tanto esplendor que uno llegaba a pensar que iluminaba como la luna." [8] En cierta ocasión transpiró, y los rasgos de su cara brillaron; entonces  recité un poema de Abu Kabir Al-Hudhali:

 

"Si miras los rasgos de su rostro, los verás brillar como el relámpago que anuncia la cercana lluvia." [9]

 

Siempre que Abu Bakr lo veía decía:

 

"Él es confiable, elegido (por Allâh ), y nos invita a lo mejor. Brilla como la luz de la luna llena y es lo más alejado de la oscuridad." [10]

 

'Umar recitaba los versos que Zuhair compuso para describir a Haram bin Sinán:

 

"Si fueras otra cosa aparte de un ser humano serías una luminosa luna llena".

 

Entonces él agregaría: "Así era el Mensajero de Allâh ". [11]

 

Cuando se enfadaba, su cara enrojecía a tal punto que uno pensaba que parecía que estaba manchada con granada (fruta) en ambas mejillas". [12]

 

 Yabir bin Samurah dijo: "Sus piernas eran delicadas y bien constituidas. Su risa no era más que una sonrisa. Al mirarlo dirían que tiene ojos negros aunque no eran tan así." [13]

 

Ibn ''Abbâs dijo: "Sus dos dientes frontales estaban separados, y nos parecía que cada vez que hablaba la luz pasaba a través de ambos. Su cuello era tan puro y plateado como un cuello de muñeca. Sus pestañas eran espesas al igual que  su barba. Su frente era ancha; sus cejas estaban como el pedazo de metal atado a una lanza. Su nariz era aguileña, con los orificios nasales estrechos. Sus mejillas eran llanas, tenía poco pelo en su cuerpo, corriendo hacia abajo una línea desde su garganta hasta su ombligo. No tenía pelo en su abdomen ni en su pecho excepto algunos en sus brazos y hombros. Su pecho era ancho. Él tenía los antebrazos largos, con las palmas extendidas de la mano.

 

Sus piernas eran  rectas y largas. Sus otros miembros también eran rectos. El arco de sus pies apenas tocaba la tierra. Cuando se alejaba desaparecía pronto; caminaba a gusto (cuando no tenía prisa). [14]

 

Anas dijo: "Nunca he tocado seda más suave que la palma del Profeta , tampoco sentí perfume o aroma mejor que el suyo." En otra versión dice: "Nunca sentí el olor del ámbar ni del almizcle más perfumado y hermoso que el del Mensajero de Allâh ."

 

Abu Yuhaifa dijo: "Tomé su mano y la puse en mi cabeza y la sentí más fría que el hielo y más perfumada que el almizcle".[15]

 

 Yâbir bin Samurah, recordando cuando era niño, dijo: "Cuando limpió mi mejilla, sentí que su mano estaba fría y perfumada como si la hubiera sacado de una tienda de perfumes.” [16]

 

Anas dijo: "Su transpiración era como perlas." Umm Sulaim dijo: "Su transpiración tenía mejor aroma que el perfume de más refinada fragancia".

 

Yâbir dijo: "Quienquiera que haya caminado por donde pasó el Mensajero de Allâh sentiría su perfume y estaría convencido que el Mensajero de Allâh había pasado por ese lugar. El sello de la Profecía era similar, en tamaño, al huevo de una paloma, estaba entre sus hombros en el lado izquierdo, como un lunar.[17]


 


 

 

 

 

La Perfección de su alma y su nobleza:

 

El Profeta  se destacaba por su elocuencia extraordinaria y su fluido árabe. Se distinguía por su rango y posición. Era  preciso, veraz y sincero con sus palabras. Estaba muy bien versado en el idioma árabe y bastante familiarizado con los dialectos y acentos de cada tribu. Habló con sus huéspedes utilizando sus propios acentos y dialectos.

 

Dominaba con elocuencia el dialecto de los beduinos y el de la gente de la ciudad. Tenía la fuerza y la elocuencia del idioma del beduino así como la claridad y el discurso espléndido y decoroso del habitante de la ciudad. Pero por encima de todo estaba la ayuda de Allâh  a través de las aleyas reveladas del Corán.

 

Perdonaba a pesar de su imponente posición. La vitalidad, la paciencia, la perseverancia y la resistencia ante lo que detestaba, todos estos eran talentos, atributos y cualidades que Allâh le había otorgado. Incluso los hombres sabios tienen sus fallas, pero el Mensajero de Allâh , al contrario de todos, a pesar de ser el más herido e injuriado, era a la vez el más clemente y paciente. Cuando  más insolencia le demostraban era más tolerante.

'Aishah dijo:

 

"El Mensajero de Allâh siempre que tenía la oportunidad de escoger entre dos asuntos, optaba por el más sencillo y el más conveniente. Pero si estaba  seguro que era un pecado, sería el que más se alejara del mismo. Nunca se ha vengado por una causa personal; pero cuando la santidad de Allâh se violaba lo hacía. Eso lo hacía por Allâh y no por él. Era el último en enfadarse y el primero en quedar satisfecho. Su hospitalidad y generosidad eran sin igual. Sus regalos y caridades demostraban que era una persona que no le temía a la pobreza." [1]

 

Ibn''Abbâs dijo: "El Profeta era el más generoso, y solía ser más generoso aun en Ramadán, cuando el ángel Gabriel  lo visitaba. Gabriel lo visitaba todas las noches de Ramadán y repasaba el Corán con él. Ciertamente  el Mensajero de Allâh era más generoso en repartir caridades y bondades que el mismo viento".

 

Yâbir dijo:

 

"Cuando al Profeta le solicitaban algo nunca se negaba a darlo". [2]

 

Su valor y su coraje eran indiscutidos. Era el más valiente. Presenció tiempos adversos y difíciles y los enfrentó con firmeza. Más de una vez los guerreros más valerosos huyeron dejándolo solo; pero él se quedaba calmado y sin darle la espalda al enemigo. Todos los hombres valientes deben  haber experimentado la huída alguna vez o han sido repelidos del campo de batalla en alguna oportunidad, excepto el Profeta . ‘Ali dijo: "Siempre que la lucha se tornaba feroz y los ojos de los combatientes enardecían, nosotros acudíamos al Profeta para estar a su lado y así sentirnos más seguros. El enemigo no lo intimidaba". [3]

 

Anas dijo: "Una noche los ciudadanos de Medina se alarmaron. Salieron de sus casas apresuradamente hacia el lugar de donde provenía un ruido, pero el Profeta se había adelantado a ellos. Montaba el caballo de Abu Talhah desensillado, y llevaba una espada colgada al cuello, y dijo:"No hay nada de qué preocuparse".[4]

 

 Era el más modesto y el primero en recatar la mirada. Abu Sa'id Al-Judri dijo: "Era más pudoroso que una virgen en su aposento. Cuando le disgustaba una cosa lo notábamos por su rostro. [5] No miraba a nadie fijamente a los ojos. Siempre miraba hacia abajo. Miraba hacia el piso más de lo que miraba hacia el cielo. La mayoría de sus miradas eran contemplativas. Era obedecido de agrado por todos. Nunca hablaría de una persona de quien se había oído hablar mal, eso no le gustaba, en cambio diría: "Por qué ciertas personas hacen tales cosas...."

 

El Profeta era el más justo, el más decente, el más sincero en su discurso, y el más honesto. Los que trataban con él, hasta sus enemigos, reconocían sus nobles cualidades. Incluso antes de la  Profecía se le apodó: "Al-Amín" (El digno de confianza), siempre le consultaban en sus asuntos. En una narración, registrada por At Tirmidhi, encontramos que ‘Ali narró que Abu Yahl le dijo al Mensajero de Allâh : "Nosotros no te acusamos de ser un mentiroso, pero no creemos en lo que has traído".[6] En Su Libro, Allâh dijo sobre ellos:

 

(No es a ti a quien niegan, sino que los injustos niegan las aleyas de Allâh.)    [6:33]

 

Aún cuando Heraclio le preguntó a Abu Sufián: "¿Acaso lo han encontrado mintiendo antes de que se declare Profeta?". Abu Sufián contestó: “no”.

 

Era modesto y era lo más alejado a la arrogancia y el orgullo. Prohibió a la gente que se pusieran de pie en su presencia como otras personas lo hacen ante sus reyes.

 

Visitar a los pobres, los necesitados y ayudarles, era uno de sus hábitos. Si un esclavo lo invitaba, él aceptaba su invitación.  Siempre se sentaba entre sus amigos como si fuera una persona común. 'Aishah dijo que él reparaba sus zapatos, remendaba su ropa y colaboraba en los quehaceres domésticos. Ordeñar la oveja y atender sus necesidades eran algunos de sus trabajos diarios. [7] El Profeta era el más cumplidor de los convenios, y una de sus prioridades era establecer buenas y sólidas relaciones con sus parientes y familiares. Era la más compasiva, gentil y amable de las personas. Su manera de vivir era sencilla y simple.

 

La grosería y la indecencia fueron dos cualidades completamente ajenas a su persona. Era decente y no pronunciaba ofensa. No maldecía. No intercambiaba insultos. Devolvía las ofensas y agravios, perdonando y pasando por alto. No se sentía superior a los demás aún respecto a sus sirvientes en lo que hace a la comida y vestimenta.

 

Aquel que lo servía también era servido por él. La expresión "¡Uff!" jamás salió de su boca hacia ninguno de sus sirvientes. Tampoco sus sirvientes fueron reprendidos por hacer o dejar de hacer algo. El amor a los pobres y desamparados; atenderlos o participar de sus funerales eran costumbres propias del Profeta . Nunca desdeñaba o rechazaba a alguien debido a su pobreza. Cierta vez viajaba con sus compañeros y había llegado la hora de preparar la comida, que consistía en carne de oveja. Un hombre dijo: "Yo la sacrificaré". El segundo dijo: "Yo me encargo de sacarle el cuero". Un tercero dijo: "Yo la cocino". Y el Mensajero de Allâh dijo:"Yo busco la leña". Entonces le dijeron: "No es necesario, nosotros podemos con todo". Y el Profeta les dijo: “Se que lo pueden hacer por mi, pero no quiero tener privilegios sobre vosotros. A Allâh le disgusta ver a alguien con más privilegio que otros”. Luego fue a recolectar la leña. [8]

 

También contamos con la descripción que hizo Hind bint Abi Halah: "El Mensajero de Allâh parecía estar serio, pensativo. Descansaba poco. Hablaba cuando era necesario. Permanecía en silencio por mucho tiempo, y cuando hablaba terminaba sus palabras en su mandíbula pero no con la esquina de su boca. Su discurso era completo. Hablaba con determinación. No se excedía cuando disertaba ni decía cosas insignificantes. Era amigable. De ninguna manera indecoroso. Glorificaba y reconocía las bondades de Allâh . Si no le gustaba una comida, no la criticaba.

 

Siempre controlaba su temperamento. No se enojaba ni se vengaba por algún asunto personal. Solo se enojaba por la causa de Allâh y de Su religión.

 

Cuando señalaba algo lo hacía con toda su mano, y la movía cuando quería demostrar que estaba sorprendido. Si se enojaba se movía hacia otro lado con todo su cuerpo y su cara. Cuando estaba complacido, miraba hacia abajo. Su risa no era más que una sonrisa. En ese momento era cuando sus dientes eran vistos.

 

No hablaba a no ser que sea algo relevante. Consolidó la hermandad entre sus compañeros. Hizo que sean grandes amigos, que no se separaran ni se enemistaran. Aquellos que honraban a su gente, eran considerados y respetados por él, y eran designados líderes de su gente. Visitaba a sus amigos y les preguntaba sobre sus asuntos. Confirmaba lo correcto y denunciaba lo incorrecto y trataba de impedirlo. Era moderado en todos sus asuntos. No aceptaba privilegios. No procedía con descuido.

 

La rectitud era su objetivo, y no estaba falto de ella ni era indiferente a ella. Aquellos que se sentaban cerca de él eran los mejores de entre su gente. Para él, los más destacados eran los que mejor predisposición tenían y los que socorrían a los necesitados. El recuerdo de Allâh siempre estaba presente en él en todas las circunstancias: cuando se sentaba o se paraba. No tenía un cierto lugar designado para sentarse. Se sentaba al final del grupo. Y le ordenó a la gente hacer lo mismo. Atendía a los que participaban de las reuniones con tanta deferencia que llegaban a pensar que ellos eran los únicos honrados. Cualquiera podía interrumpirlo para consultarle sobre algún asunto, era el primero en hablar y el último; el Profeta lo escuchaba atentamente y pacientemente hasta que terminase de plantearle su tema. Nunca le negó un consejo a nadie.

 

Su magnanimidad y su tolerancia, alcanzaba a toda su gente, pareciendo el padre de todos ellos. Para él eran todos iguales. Nadie superaba a otro excepto por su temor a Allâh . Siendo para él el favorecido el que más le temía a Allâh .

 

Sus asambleas eran reuniones de tolerancia, recato, paciencia y honestidad. No se levantaban las voces. Los asuntos sagrados jamás se dejaban de respetar. El temor de Allâh y Su adoración eran sus medios para la simpatía y la compasión. Estimaba a los  ancianos y mostraba compasión por los menores.

 

Ayudaba al necesitado y hospedaba a los extraños.

 

El Mensajero de Allâh siempre era alegre, dócil, agradable e indulgente. Nunca fue rudo o áspero ni escandaloso o indecente. No hacía reproches. Pasó por alto lo que le desagradaba. De tres cualidades se deshizo: la hipocresía, los excesos, e intrometerse en lo que no le concernía. Las personas no se preocuparon de tres cosas porque ninguna de esas cualidades formaban parte de sus hábitos: nunca desacreditó, o reprochó ni buscó los defectos de los otros. Sólo habló buscando la complacencia Divina. Cuando hablaba, sus oyentes escuchaban atentamente bajando sus cabezas. Sólo hablaban cuando él permanecía callado. No tenían disputas o argumentos sobre quién tenía que hablar. Quién hablaba en su presencia era escuchado por todos hasta que terminara lo que deseaba decir. El Mensajero de Allâh se reía de lo que ellos se reían y admiraba lo que ellos admiraban. Era paciente con la rudeza de un extraño cuando le hablaba. Solía decir:

 

"Cuando vean a una persona que busca alcanzar un objetivo seriamente, ayúdenlo para que lo lleve a cabo. Y nunca le pidan algo a cambio, excepto al Dador de las recompensas.”[9]

 

Jariÿah bin Zaid dijo: "El Profeta era el más honorable cuando se sentaba entre la gente. Sus extremidades apenas podrían verse. A menudo estaba callado y raramente hablaba cuando no era necesario. Se apartaba de aquellos que hablaban con rudeza y sin cortesía. Su risa no era más que una sonrisa. Su discurso era apropiado, limitándose a decir lo justo sin excederse y sin dejar el concepto incompleto".

 

En conclusión, el Profeta poseía los atributos humanos más perfectos. Esto no nos debe sorprender debido a que fue educado e instruido por Allâh. El Profeta fue elogiado por Allâh :

(Y tienes (Oh Muhammad ) un carácter magnánimo.) [68:4]

 

Éstos eran los atributos y cualidades que el Profeta tenía y que hicieron que los corazones de las personas cercanas a él, se aproximen más a él y lo amen. Estos rasgos lo hicieron tan popular que la enemistad de su gente disminuyó a tal punto que comenzaron a abrazar el Islam en grandes masas.

 

Estas descripciones son tan solo una rápida revisión y unas breves palabras de los aspectos de la vida y modales de Muhammad . Intentamos abarcar el cuadro completo del Profeta . Aunque debemos considerar que ningún ser humano puede declarar conocer y dominar por completo todos los grandes atributos del más importante ser humano de este universo.  

 

¡Oh Allâh! Exalta a Muhammad y a su familia, como has exaltado a Abraham y a la familia de Abraham. Tú eres digno de toda alabanza y Glorificación.

 

¡Oh Allâh! bendice a Muhammad y a la familia de Muhammad como has  bendecido a Abraham y a la familia de Abraham. Tú eres digno de toda alabanza y Glorificación.

 

Terminado de traducir en Buenos Aires, Argentina, el día 31 de agosto del 2000.

Ruego a Allâh que acepte mi trabajo, y me otorgue el bienestar en esta vida y en la otra.

Yusef Husain Hallar

 


 


 


 

[1][1] Nota del revisor:  La fórmula árabe ibn o bin significa "hijo de" y su plural: Banu o Bani designa a un clan o una tribu completa. Ibn 'Umar sería "el hijo de 'Umar"; Banu 'Umar sería el clan o la tribu "descendientes de 'Umar". Es algo similar a lo que ocurre con el sufijo castellano ez: Sanchez (hijo o hijos de Sancho), Fernandez (hijo o hijos de Fernando).

[2][2]    Es popularmente dicho que Hagar era una esclava, pero el gran sabio y escritor, el  Qadi, Muhammad Sulimân Al-Mansufuri probó que no era una esclava sino la hija del Faraón. Ver el libro Rahmat-ul-lilalamin, 2/36-37. Ver también Târij Ibn Jaldun 2/1/77.

[[3][3]] Ver  Rahmat-ul-lilalamin, 2/34. Para los detalles de la historia ver Sahih Al Bujâri, 1/474.

[4][4] Ver  Sahih Al Bujâri, el Libro de los Profetas 1/474-475. (números. 3364, 3365)

[5][5] Ver Sahih Al Bujâri, 1/475 (número. 3365)

[6][6] N. del R. Estos datos, más el origen árabe yemenita de la gente de Ur, nos explican el tremendo parecido entre la cultura hebrea israelí y la cultura árabe preislámica, llegando al punto de ser imposible diferenciarlos en muchos aspectos. Además, nos queda por demás demostrado el siguiente hecho: el pueblo de Israel es una tribu árabe, no se distinguía de las demás tribus árabes sino por la existencia de muchos profetas de Dios entre ellos, lo cual derivó en una lamentable interpretación racista y soberbia de su parte, el mito del "pueblo elegido de Dios", origen y causa del conflicto árabe-israelí de la actualidad.

[7][7] Sahih Al Bujâri 1/475-476.

[8][8] Sahih Al Bujâri Hadiz número. 3507, Fath Al-Bari 6/621-623.Ver también Nasab Mad Al-Iaman Al-Kabir 1/131.

[9][9] Ver Târij At-Tabari 2/191-194, Y Al-Alâm 5/6.

[10][10]  Ibn Sad 1/56, Târij At-Tabari 2/191, Târij Ibn Jaldún 2/2/298, Fath Al-Bari 6/622, Rahmat-ul-lilalamin, 2/7,8,14,15,16,17.

[11][11] Registrado por  Muslim de Uazalah  bin Al-Asqa, capítulo de las Virtudes del Linaje del Profeta 2/245; y At-Tirmidhi, 2/201.

[12][12] At-Tirmidhi, el Libro de Al-Manaqib, capítulo correspondiente a lo que se narró acerca de las Virtudes del Profeta 2/201.

[13][13] Muhadarât  Târij Al-Umam Al-Islamiah  por Al-Jidhri, 1/15,16.

[14][1] Muhadarât  Târij Al-Umam Al-Islamiah  por Al-Jidhri, 1/15,16. Al-Iaman ‘Abr At-Târij pág. 77, 83, 124, 130, y Târij Al-‘Arab Qablil-Islâm 101-112.

[15][2] Para detalles ver Al-Iaman ‘Abr At-Târij pág. 77, 83, 124, 130, 157, 161, Târij Ard Al-Qur’ân 1/133, y Târij Al-‘Arab Qablil-Islâm 101-151.

 

[17][2]  Muhadarât  Târij Al-Umam Al-Islamiah, 1/29-32. Los detalles son mencionados por At-Tabari, Al-Mas‘udi, Ibn Qutaibah, Ibn Jaldún, Al-Baladhiri,  Ibn Al-Azir y otros.

 

[19][1] Genesis 25:17, Târij At-Tabari 1:314

[20][2] Ibn Hishâm 1/111-113, donde solo menciona el gobierno de Nâbet de entre los hijos de Ismael.

[21][3]Târij At-Tabari 1:559.

[22][4]Târij At-Tabari 1:559-560, 2/271, y Fath Al-Bari 6/622.

[23][5]Târij At-Tabari 2:284.

[24][6]  Este no es el anterior Mudad Al-Yurhami  mencionado en la historia de Ismael.

[25][7] Ibn Hishâm 1/114,115.

[26][8] Ibn Hishâm 1/44-119, 120-122.

[27][9] Yaqut Madah, "La Meca" y Fath Al-Bari 6:633

[28][10] Ibn Hishâm 1/117.

[29][11] Ibn Hishâm, 1/117-118

[30][1] Ibn Hishâm, 1/117-118

[31][2] Ibn Hishâm, 1/118

[32][3] Rahmat-ul-lilalamin, 2/55. Fath Al-Bâri 6/634, Al-Ia‘qubi 1/239, Al-Mas'ûdi 2/58

[33][4] Ibn Hishâm, 1/123-124.

[34][5]Fath Al-Bâri 6/633, Qalb ÿazirat Al-‘Arab pág. 232.

[35][6] Ibn Hishâm, 1/124-125

[36][7] Ibn Hishâm, 1/125;  Muhadarât  Târij Al-Umam Al-Islamiah por Al-Jidhri 1/36 Ajbar Al-Kiram, pág. 152.

[37][8] Ibn Hishâm, 1/130, Tarij Al-Ia'qûbi 1/240-241.

[38][9] Ibn Hishâm, 1/129-179.

[39][10]Târij Ard Al-Qur’ân, 2/104-106.

[40][1] Mujtasar Sirat-ar-Rasul por el Sheij Muhammad ibn ‘Abdul-Uahhâb pág. 12.

[41][2] Sahih Al Bujâri, 1/222.

[42][3] Sahih Al Bujâri, 1610, 2478, 3351, 3352, 4287-4288, 4720, y Mujtasar Sirat-ar-Rasul, por el Sheij Muhammad ibn ‘Abdul-Uahhâb pág. 13, 50, 51, 52,54.

[43][4] Sahih Al Bujâri, 1/499.

[44][5] Igual.

[45][6] Ibn Hishâm 1/152-153 y  Fath Al-Bari 8/277.

[46][7] Ver Lisán Al-‘Arab u otros diccionarios.

[47][8] Ver Sahih Al Bujâri

[48][9] Sahih Al Bujâri   2/851,857 (India).

[49][10] Ibn Hishâm, 1/199; Sahih Al Bujâri, 1/226.

[50][11] Ibn Hishâm, 1/202

[51][12] Ibn Hishâm, 1/202-203, Sahih Al Bujâri, 1/226.

[52][13] Ver Ibn Hishâm 1/20-22, 27, 31, 35, 36, y los libros de Tafsir referidos a Surat Al-Burûÿ.

[53][14]Al-Iaman ‘Abr At-Târij pág. 158-159.

[54][15]Al-Iaman ‘Abr At-Târij pág. 158-159 y Târij Al-‘Arab Qablil-Islâm pág. 122.

[55][16] Ver los detalles en Ibn Hishâm 1/31-34.

[56][17]Târij Ard Al-Qur’ân, 2/193-208.

   

[62][2] Ibn Sa‘d 1/56-57, Târij At-Tabari 2/272. Para las diferentes versiones mencionadas sobre este asunto ver Târij At-Tabari 2/271-276, y Fath Al-Bari 6/621-623.

[63][3] Ibn Hishâm, 1/2-4, Târij At-Tabari 2/276. Los especialistas difieren en algunos de estos nombres y alguno de ellos mencionan más que otros.

  

[67][3] Ibn Hishâm, 1/137-138. El dato actual es de Târij At-Tabari 2/247.

[68][4]Târij At-Tabari 2/248-251.

[69][5] Ibn Hishâm, 1/142-147.

[70][6] Ibn Hishâm, 1/43-56, y la explicación de la Sura “El elefante” en los libros de Tafsir.

[71][7] Sirat Ibn Hishâm 1/108-109 y Talqih Fuhum Ahl Al-Azar, pág.8,9.

[72][8] Ibn Hishâm, 1/151-155 y Târij At-Tabari 2/240-243.

[73][9] Ibn Hishâm, 1/156-158, Târij At-Tabari 2/246, y Ar-Rawdh Al-Anf 1/184.

[74][10] Tabaqat Ibn Sa‘d 1/100.

[75][11] Talqih Fuhum Ahl Al-Azar, pág. 4, Sahih Muslim 2/96.

 

 

[78][1] Nata’iÿ Al-Afham Al-Fulkiyah pág. 28-35 (Beirut); Rahmat-ul-lil‘alamin, 1/38-39. Las diferencias que existen respecto al mes de Abril son debido a los antiguos y modernos métodos de los cálculos de medición de los calendarios.

[79][2] Ibn Sa‘d, 1/63, Musnad Ahmad 4/127,128,185; 5/262, y Ad-Darimi 1/9.

[80][3] Dala’il por Al-Baihaqi 1/126-127, Târij At-Tabari 2/166-167, Al-Bidaiah uan-Nihaiah 2/268-269..

[81][4] Ibn Hishâm, 1/159-160; Ibn Sa‘d 1/103, At-Tabari 2/156-157.

[82][5]  Se dice que nació circunciso. Ver Talqih Fuhum Ahl-al-Azar pág. 4. Ibn Al-Qaîim dijo al respecto: “No hay ningún Hadiz auténtico que lo confirme.” Ver Zâd Al-Ma‘ad 1/18.

[83][6] Sahih Al Bujâri números. 2645, 5100, 5101, 5106, 5107, 5372.

[84][1] Zâd Al-Ma‘ad, 1/19.

[85][2]Ibn Hishâm, 1/162-164.

[86][3]Ibn Hishâm, 1/162-164. Ver Dala’il An-Nubuuah por Abu Nu‘aim. Acorde a la narración de Ibn Ishâq se entiende que ocurrió en los comienzos del tercer año. (Ver Ibn Hishâm 1/164,165) pero es contradictorio porque lo menciona como pastor, y no se puede concebir de que un niño de tres años sea pastor.

[87][4]Sahih Muslim, 1/92.

 

[89][2]Ibn Hishâm, 1/168.

 

[91][1]Ibn Hishâm, 1/168, Talqih Fuhum Ahl-al-Azar, pág. 7.

[92][2]Mujtasar Sirat-ur-Rasul, por el Shaij ‘Abdullah An-Naÿdi pág. 15, 16.

 

[94][2]At-Tirmidhi número 3620, Al-Musannaf de Ibn Abi Shaibah 11/489, Dala’il por Al-Baihaqi 2/24, 25, y At-Tabari 2/278, 289. En la versión de At-Tirmidhi y en otras se menciona que fue acompañado por Bilâl, pero esto es claramente un error. En ese momento Bilâl no estaba presente, y aún si lo estuviera, no estaba con su tío ni con Abu Bakr. Zâd Al-Ma‘d 1/17. N. del R. Algunos autores modernos restan toda veracidad a la historia de Bahira. Ver: As Sira An Nabauía As Sahîha, Dr. Akram Diá Al-'Umari.

 

[96][1]Ibn Hishâm, 1/184-187; Al-Munammiq por Ibn Habib pág. 167-185, Al-Kamil por Ibn Al-Azir 1/468-472.

[97][1]Ibn Hishâm, 1/113, 135 y Mujtasar Sirat-ur-Rasul por el Sheij ‘Abdullah An-Naÿdi pág. 30, 31.

[98][2]Mujtasar Sirat-ur-Rasul, pág. 30, 31.Tabaqat Ibn Sa‘d 1/126-128, Nasab Quraish por Az-Zubadi pág. 291.

[99][1]Ibn Hishâm, 1/166.

[100][2]Sahih Al Bujâri número 2262.

[101][3]Ibn Hishâm, 1/187, 188

[102][1]Ibn Hishâm, 1/190, 191; Fath Al-Bâri, 7/507, Talqih Fuhum Ahlil Azar pág. 7.

[103][1] Para los detalles de la construcción de la Ka'bah  Ver Ibn Hishâm, 2/192-197, Târij At-Tabari 2/289, Sahih Al Bujâri 1/215, y  Muhadarât  Târij Al-Umam Al-Islamiah por Al-Judri 1/64-65.

[104][1] Ver Ibn Hishâm 1/128, Târij At-Tabari 2/161, y Tahdhib Târij Dimashq 1/373, 376.

[105][2] Existe un desacuerdo sobre la autenticidad de este Hadiz. Al-Hakim lo consideró auténtico, pero Adh-Dhahabi, por el contrario, lo consideró dudoso, al igual que Ibn Kazir en Al-Bidaiah uan-Nihaiah 2/287.

[106][3]Sahih Al Bujâri, Capítulo: La construcción de la Ka'bah , 1/540.

[107][4]Ver las referencias previas con la explicación de Al-Qastalani.

[108][5] Sahih Al Bujâri, 1/3.

[109][1] Ver la historia en Sahih Al Bujâri número 3, y en Ibn Hishâm 1/235-236

 

[111][2]Sahih Al Bujâri, 1/2, 3.

 

[113][1]Fath Al-Bâri, 1/27, 12/360.

[114][2] Sahih Al Bujâri, 2/340.

[115][1]Sahih Al Bujâri, el Libro de Tafsir, 2/733.

[116][1]Zâd Al-Ma‘ad, 1/18

[117][1]Rahmat-ul-lil‘alamin: le pertenecía a Jadîÿa  y  ella se lo obsequió al Mensajero de Allahr.  más tarde su padre y su tío lo vendrían a buscar para retornarlo con su familia y su gente. Pero este eligió quedarse con el Mensajero de Allâh . Entonces fue considerado su hijo de acuerdo a la costumbre de los árabes y era llamado Zaid bin Muhammad  hasta que el  Islam abolió esa clase de adopción. Murió en la batalla de Mu’ta  mientras comandaba al ejército durante en el año  8 de la Hégira.

[118][2]Ibn Hishâm, 1/262.

[119][3] Mujtasar Sirat-ur-Rasul por el Sheij ‘Abdullah Al-Naÿdi pág. 88

[120][4] Ibn Hishâm, 1/247.

[121][1]Al-Kamil por Ibn Al-Azir 1/584, 585.

[122][1] Dos clanes de Quraish

[123][2]Sahih Al Bujâri, 2/702; Sahih Muslim, 1/114.

[124][3]Sahih Muslim 1/114; Sahih Al Bujâri, 1/385, 2/702.

 

[126][2] Ibn Hishâm, 1/271.

[127][3] Esto está registrado por Ahmad en su Musnad, 3/492, 4/34.Ver también Al-Bidâia uan Nihâia, 5/75, y Kanz al-‘Umal, 12/449, 450.

 

[129][1] Ibn Hishâm, 1/299, 300, 358.

[130][2] Ad-Dur al-ManzurTafsir de la Surah Luqman número. 6 (5/307).

[131][1] Ibn Hishâm, 1/320.

[132][2] Rahmat-ul-lil‘alamin, 1/57.

[133][3]Al-Isabah, 4/255, e Ibn Sa‘d 3/248.

[134][4] Talqih Fuhum Ahl-al-Azar, p. 61 e Ibn Hishâm, 1/317-318.

[135][5] Ibn Hishâm, 1/319, 320, Ibn Sa‘d 3/248, 249. 

[136][6]Usud ul Gâba, 5/248, y Al-Isabah, 8/152. 

[137][7] Usud ul Gâba 1/591, 592, Talqih Fuhum Ahl-al-Azar, pág 60.

[138][8]Ibn Hishâm, 1/319.

[139][9] Rahmat-ul-lil’alamin, 1/58.

[140][1]Ibn Hishâm, 1/265.

 

 

[143][1]Ibn Hishâm, 1/266 267.

[144][1]Usud ul Gâba, volumen 6, biografías de Ruqaiah y Umm Kulzum.

[145][2]Tafsir Ibn Kazir, Surat Al-Kauzar.

[146][3]Kanz Al-‘Ummal, 12/449.

[147][4]Ibn Hishâm, 1/335, 336.

[148][5]Ibn Hishâm, 1/416.

[149][6]Sahih Al-Bujâri, 1/37.

[150][7]Sahih Al-Bujâri, número. 520.

[151][8]Ibn Hishâm, 1/356, 357.

[152][9]Ibn Hishâm, 1/361, 362.

[153][10]Ibn Hishâm, 1/356.

[154][11]Sahih Muslim, número. 38.

[155][1] Ibn Hishâm, 1/263.

 

 

[158][3]Al-Bujâri registró una resumida versión de este suceso narrada por Ibn Mas'ûd e Ibn ‘Abbás. (1/543).

[159][4]Zâd Al-Ma‘ad, 1/24, 2/44, Ibn Hishâm, 1/364.

 

 

[162][1]Zâd Al-Ma‘ad, 1/24.

[163][1] Resumen de Ibn Hishâm, 1/334-338.

[164][1] Al-Isti‘ab, Al-Isabah, Dala’il An-Nubuwah, etc.

[165][2]Mujtasar Sirat Ar-Rasul, por el Shaij ‘Abdullah an-Naÿdi, pág.113.

[166][3] Resumen de Ibn Hishâm, 1/289-290.

[167][4] Sahih Al-Bujâri, el capítulo que se refiere a lo que los paganos hicieron al Profetar y a sus Compañeros en La Meca 1/544.

[168][1] Ibn Hishâm, 1/291-292.

[169][2]Mujtasar Sirat Ar-Rasul, p.101.

 

[171][2]At-Tirmidhi, capítulo sobre las virtudes; las virtudes de Abu Hafsa ‘Umar bin Al-Jattab 2/209.

[172][3]Târij ‘Umar bin Al-Jattâb, pág.6. Algo similar registró Ibn Ishâq de ‘Ata’ y Muÿâhid, pero el final es diferente. Ver Ibn Hishâm, 1/346- 347. También, Ibn Al- Ÿauzí menciona algo similar pero con diferentes palabras al final. Ver Târij ‘Umar bin Al-Jattâb, páginas 9-10.

[173][4]Târij ‘Umar bin Al-Jattâb, pp. 7-11; Ibn Hishâm, 1/343-346.

[174][5] Ibn Hishâm, 1/349-350.

[175][6] Sahih Al-Bujâri, 1/545; Ibn Hishâm, 1/349.

[176][7]Târij ‘Umar bin Al-Jattâb, pág. 13; Mujtasar As-Sirah, pág. 103.

[177][8]Târij ‘Umar bin Al-Jattâb, pág. 13.

[178][9] Sahih Al-Bujâri, 1/545.

 

[180][1] Ibn Hishâm, 1/293, 294.

[181][2] Tafsir Ibn Kazir, 6/159-161.

[182][1]Ibn Hishâm, 1/298-299.

[183][1] Ibn Hishâm, 1/362.

[184][2] Ad-Durr Al-Manzur, 6/692.

[185][3]Tafsir de Ibn Yarir At-Tabari: Sûrah Al-Kafirûn

[186][1]Ibn Hishâm, 1/299-301.

[187][1] Ibn Hishâm, 1/269.

[188][1] Sahih Al-Bujâri (Fath Al-Bâri), 3/529, números 1589, 1590 y otros.  Zâd Al-Ma‘ad, 2/46.

 

[190][2] Sahih Al-Bujâri; Zâd Al-Ma‘ad, 2/46; Ibn Hishâm, 1/350.

 

[192][1] Ibn Hishâm, 1/417-419; At-Tirmidhi número. 3232, Musnad Abu Ia‘la número. 2583, y Tafsir de At-Tabari.

[193][1] Târij Al-Islâm, 1/120.

[194][2] Sahih Al-Bujâri, 1/548.

[195][3]Sahih Al-Bujâri, 1/548.

[196][4]Sahih Al-Bujâri, 1/548.

[197][1] Talqih Fuhum.Ahl-al-Azar, pág.7.

[198][2] Musnad al Imam Ahmad, 6/118.

[199][3] Sahih Al-Bujâri, 1/539.

[200][1] Sahih Al-Bujâri, 1/552; Ibn Hishâm, 1/372.

[201][2] Ibn Hishâm, 1/416.

[202][1] Talqih Fuhum Ahl-al-Azar, pág.10.

[1] At-Tirmidhi en el  Tafsir de Sûrah Al-An‘am

[2] Ibn Hishâm, 2/84.

[3] Sahih Al-Bujâri, 2/563.

[4] Al-Bidâia uan Nihâia, 3/30.

[5] Ibn Sa‘d, 1/216.

[6] Sahih Al-Bujâri, 1/510, 543.

[7] As-Sirah Al-Halabiah, 1/511, 512.

 

[204][2] Sahih Al-Bujâri, 1/458; Sahih Muslim, 2/109.

[205][3] Ibn Hishâm, 1/381; Zâd Al-Ma‘ad, 2/46, 47.

[206][4]Sahih Al-Bujâri, 2/573.

 

 

[209][2] Ibn Hishâm 1/424, 425.

[210][3] Ibn Hishâm, 1/425-427, Al-Isti‘ab, 2/277, Usud ul Gâba, 2/337.

[211][4] Ibn Hishâm, 1/427, 428; Musnad Ahmad, 5/427.

[212][5] Sahih Al-Bujâri, 1/449-544.

[213][6] Fue después del acuerdo de Al-Hudaibía. Arribó a Medina mientras el Mensajero de Allah estaba en Jaibar. Ver Ibn Hishâm, 1/385.

[214][7] Ibn Hishâm, 1/382-385.

[215][8] Muslim, número. 46 (868).

 

 

[218][2] Ibn Hishâm, 1/429, 541; Zâd Al-Ma‘ad, 2/50.

[219][3] Ibn Hishâm, 1/428-430.

 

[221][1] Sahih Al-Bujâri, 1/551; Talqih Fuhum Ahl-al-Azar, pág.10.

[222][1] Zâd Al-M a‘ad, 2/47-48. Ver también Sahih Al-Bujâri, 1/50, 455, 456, 470 y otros, y Sahih Muslim, 1/91-96.

[223][2]Ibn Hishâm, 1/397, 402-406.

[224][3]Zâd Al-M a‘ad, 1/48. Ver también Sahih Al-Bujâri, 2/684; Sahih Muslim, 1/96; Ibn Hishâm, 1/402.

[225][4] Ibn Hishâm, 1/399.

[226][1] Ibn Hishâm 1/431-433.

[227][2] Sahih Al-Bujâri, 1/550, 2/727; 2/1003.

[228][1] Ibn Hishâm, 1/435-438; 2/90, y Zâd Al-Ma‘ad, 2/51.

 

 

 

[232][2] Ibn Hishâm, 1/442.

 

[234][1] Ibn Hishâm, 1/446.

[235][2] Musnad Ahmad, 3/322; Al-Baihaqi en Sunan Al-Kubra, 9/9.

[236][1] Ibn Ishâq dijo, “Banu ‘Abdul-Ashhal dijo que fue Abu Al-Haizam bin At-Taihan. Ibn Hishâm, 1/447.

[237][2] Musnad Ahmad, 3/322.

[238][3] Ver Sahih Muslim, 2/131.

[239][1] Ibn Hishâm, 1/447, y Zâd Al-Ma‘ad, 2/51.

[240][1] Sobrenombre dado a los habitantes de Medina por haber socorrido al Profeta.

[241][2] Ibn Hishâm, 1/448.

[242][1] ibid.

[243][1] Zâd Al-Ma‘ad, 2/51,52; Ibn Hishâm, 1/448-450.

[244][1] Ibn Hishâm, 1/468-470.

[245][2] Ibn Hishâm, 1/477.

[246][3] Ibn Hishâm, 1/474-476; Sahih Al-Bujâri, 1/558. Hishâm y ‘Aîiash fueron detenidos por los incrédulos hasta que el Mensajero de Allah e emigró y dijo un día: “¿Quién librará a ‘Aîiash y a Hishâm por mi?” Al-Ualîd bin Al-Ualîd se ofreció. Secretamente partió a La Meca. Encontró a una mujer que le llevaba comida a los cautivos y la siguió para conocer donde estaban. Estaban en edificaciones sin techo. Entonces de noche escaló las paredes y rompió sus cadenas y los llevó hasta Medina. Ver Ibn Hishâm 474-476..

[247][4] Zâd Al-Ma‘ad, 2/52.

[248][5] Sahih Al-Bujâri, número. 3905.

[1] Para detalles ver  Rahmat-al-lil‘alamin, 1/95-102.

[2] Ibn Hishâm, 1/480-482.

[1] Sahih Al-Bujâri, 1/553.

[1] Zad Al-Ma‘ad, 2/52.

[2] Ibn Hishâm, 1/482, 483.

[1] Ibn Hishâm, 1/483; Zad Al-Ma‘ad 2/52.

[2] Ibn Hishâm, 1/483; Zad Al-Ma‘ad 2/52.

[3] Rahmat-al-lil‘alamin, 1/95.

[2] Esto fue transmitido por Ruzain de ‘Umar bin Al-Jattâb . 2/556.

[3] Consultar Fath Al-Bâri 7/336.

[4] Sahih Al-Bujâri, 1/553; Ibn Hishâm, 1/486.

[5] Ibn Hishâm, 1/487.

[6] Sahih Al-Bujâri, 1/554.

[7 Sahih Al-Bujâri, 1/516, 558. Abu Bakr no temía por él mismo, le preocupaba el Mensajero de  Allah, decía “Si me matan a mi, soy solo un hombre. Pero si te matan a ti acabarían con toda la nación. Entonces el Mensajero de Allâh le dijo: “No te apenes, ciertamente que Allah está con nosotros.”

[1] Sahih Al-Bujâri, 1/533. Ibn Hishâm 1/486.

[2] Ibn Hishâm 1/491/492.

[3] Sahih Al-Bujâri, 1/510.

[4] Sahih Al-Bujâri, 1/556.

[5] Sahih Al-Bujâri, 1/516, 1/554; Zad Al-Ma‘ad, 2/53.

[6] Zad Al-Ma‘ad, 2/54. Esta historia la regitró Al-Hakim afirmando que es auténtica como también dijo Adh-Dhahabi 3/9,10 y Al-Bagauí la registró en Sharh As-Sunnah 13/264.

[7]  Usud ul Gâba 1/209.

[9]  Usud ul Gâba, 1/273 e Ibn Hishâm 1/491.

[10] Sahih Al-Bujâri, 1/554.

[1] Rahmat-al-lil‘alamin, 1/102. En ese día alcanzó los 53 años de edad, y trece años de su misión profética acorde a los que dicen que fue elegido Profeta el 9 de Rabi‘ Al-Auual en el año 41 despues del año del elefante. Según los que dicen que la Profecía comenzó durante Ramadán a los 41 años despues del año del elefante, acorde a esto, sería 12 años, cinco meses, y 18 o 22 días de Profecía.

[2] Sahih Al-Bujâri, 1/555.

[3] Zad Al-Ma‘ad, 2/54.

[4] Sahih Al-Bujâri, 1/555.

[5] Zad Al-Ma‘ad 2/54; Ibn Hishâm, 1/493.

[6] Sahih Al-Bujâri, 1/555 y 560, Zad Al-Ma‘ad, 2/55 e Ibn Hishâm 1/494.

[1] Ibn Hishâm 1/494-496 y Zad Al-Ma‘ad, 2/55.

[2] Sahih Al-Bujâri, 1/556.

[3] Zad Al-Ma‘ad, 2/55.

[4] Sahih Al-Bujâri, 1/588.

[1] Ibn Hishâm, 1/518,519.

[2] Sahih Al-Bujâri, 1/459, 556 y 561.

[249][1] Sahih Al-Bujâri, 1/71, 555, 560; Zad Al-Ma‘ad, 2/56.

 

[251][2] Sahih Al-Bujâri, 1/553.

[252][3] Sahih Al-Bujâri, 1/312.

 

 

 

 

[257][2] Narrado por At-Tirmidhi, Ibn Mâÿa y Ad-Dârimi; Mishkat Al-Masabih, 1/168.

[258][3] Narrado por Muslim; Mishkat Al-Masabih, 2/422.

[259][4] Sahih Al-Bujâri, 1/6.

[260][5] Sahih Al-Bujâri,1/6

[261][6] Narrado por Muslim. Mishkat Al-Masabih, 2/422.

[262][7] Sahih Al-Bujâri, 2/890.

[263][8] Sahih Al-Bujâri, 2 /896.

[264][9]Mishkat Al-Masabih, 2/422; Sahih Al-Bujâri; Sahih Muslim.

[265][10]  Sunan Abu Da’ûd, 2/235. Sunan at-Tirmidhi 2/422.

[266][11] Sunan at-Tirmidhi, 2/424.

[267][12] Sahih Al-Bujâri, 2/893

[268][13]Mishkat Al-Masabih, 1/12.

[269][14]Mishkat Al-Masabih, 1/14.

[270][15]Mishkat Al-Masabih, 1/169.

[271][16] Sahih Al-Bujâri, 2/190.

[272][17] Reportado por Ruzain; Mishkat Al-Masabih, 1/32.

 

[274][1] Ibn Hishâm, 1/503, 504.

[275][1] Narrado por Abu Daûd, 2/154.

[276][2]Narrado por Abu Da’ûd, 2/154.

[277][3] Sahih Al-Bujâri, 2/655, 656, 916 y 964.

[278][1] Sahih Al-Bujâri, 2/563.

[279][2] Sahih Muslim, 2/280; Sahih Al-Bujâri, 1/404.

[280][3] At-Tirmidhi, 2/130.

 

 

[283][1] N.d.R.: Todas estas extrañas actitudes eran una forma de anunciar la seriedad de un asunto, y conseguir la atención de las personas.

[284][2] Sahih Al-Bujâri, 2/568.

[285][3] Abu Daûd, 2/13.

[286][4]Mishkat Al-Masabih, 2/343.

[287][5] Sahih Muslim, 2/93.

[288][6] Sahih Al-Bujâri, 1/444, 2/568; Mishkat Al-Masabih, 2/352.

[289][7] N.d.R.: La batalla de Al Iamamah, ocurrio después de la muerte del Profeta de Allah , durante el gobierno de Abu Bakr. Fue una de las más sangrientas batallas de la famosa guerra contra los apostatas.

 

 

[292][1] Zad Al-Ma‘ad, 2/90; Ibn Hishâm, 2/43,44; Mujtasar Sirat Ar-Rasul, pág. 236.

[293][1] Ibn Hishâm, 1/661-663.

[294][1] Ibn Hishâm, 1/555, 556.

[295][1] Sunan Abu Daûd con ‘Aun ul-Ma‘bud, 3/115; Ibn Hishâm, 1/552.

[296][2] Ibn Hishâm, 2/47, 48.

[297][1] Zad Al-Ma‘ad, 2/90, 91; Ibn Hishâm, 2/44, 45.

[298][1] Zad Al-Ma‘ad, 2/91; Ibn Hishâm, 2/46.

[299][1] Ibn Hishâm, 1/51-57; Sahih Al-Bujâri, 1/341, 425, 2/577.
    Zad Al-Ma‘ad 2/91; y Sunan Abû Daûd con ‘Aun-ul-Ma‘bud, 2/42, 43.

[300][1] Ibn Hishâm, 2/50, 51; Zad Al-Ma‘ad, 2/91.

[301][1] Ibn Hishâm, 1/50,51; Fiqh As-Sirah, pág. 190; Rahmat-ul-lil‘alamin, 2/219.

[302][1] Zad Al-Ma‘ad, 2/92; Fath Al-Bari, 7/346.

[303][2] As-Sirah Al-Halabiah, 2/14.

[304][1] Registrado por Ahmad, An-Nasa’i, Al-Hakim e Ibn Ishâq.

[305][2] Al-Huda, 2,92.

[306][1] Ibn Hishâm, 2/65,66.

[307][2] Fath Al-Bari, 7/350.

[308][3] Sahih Al-Bujâri, el Libro del Ÿihad, 1/426.

[309][1] As-Sirah Al-Halabiah, 2/18.

[310][2] Ibn Hishâm, 2/68,69.

[311][3]Ibn Hishâm, 2/69.

 

[313][1] Fath Al-Bari, 7/346.

[314][2] Ibn Hishâm, 2/77.

 

 

[317][2] Sahih Muslim, 2/107.

[318][3] Sahih Al-Bujâri, 1/539, 2/581; Fath Al-Bari, 7/351, 362,363.

[319][4] Zad Al-Ma‘ad, 2/93, 96; Sahih Al-Bujâri, 2/579.

[320][5] As-Sirah Al-Halabiah, 2/22.

[321][6] Zad Al-Ma‘ad, 2/96.

[322][7] Sahih Muslim, 2/107.

 

 

[325][1] Sahih Al-Bujâri, 1/527, 2/581.

[326][2] Fath Al-Bari, 7/373, 366.

[327][3] Sahih Al-Bujâri, 2/582; Sahih Muslim, 2/108.

[328][4] Fath Al-Bari, 7/373.

[329][5] Sahih Muslim, 2/108.

[330][6] Ash-Shifá, 1/81.

[331][7] Sahih Al-Bujâri, 1/407, 2/580,581.

[332][8]Sahih Al-Bujâri, 1/407, 2/580,581.

[333][9] Fath-al-Bari, 7/361; An-Nasa’i, 2/52,53.

[334][10]An-Nasa’i, 7/361.

[335][11] Sahih Al-Bujâri, 1/527, 2/581.

[336][12] Mishkat, 2/566; Ibn Hishâm, 2/86.

[337][13] Zad Al-Ma‘ad, 2/95.

[338][14] Zad Al-Ma‘ad, 2/97.

[339][15] Sahih Al-Bujâri, 2/581.

[340][16] Ibn Hishâm, 2/73, 80-83; Zad Al-Ma‘ad, 2/97.

[341][17] Sahih Al-Bujâri, 2/582.

[342][18] Ibn Hishâm, 2/84; Zad Al-Ma’ad, 2/97.

[343][19] Mujtasar Sirat Ar-Rasul, pág. 250.

[344][20] Ibn Hishâm, 2/86.

[345][21] Ibn Hishâm, 2/86.

[346][22] Zad Al-Ma‘ad, 2/95.

[347][1] Ibn Hishâm, 2/90.

[348][2] Al-Bidaya wan Nihaya, 4/17.

[349][3] Sahih Al-Bujâri, 1/403, 2/581.

[350][4]Sahih Al-Bujâri, 1/401.

[351][5] As-Sirat Al-Halabiyah, 2/22.

[352][6] Ibn Hishâm, 2/85.

[353][7] Sahih Al-Bujâri, 2/584.

[354][8] As-Sirat Al-Halabiah, 2/30.

[355][9] Ibn Hishâm, 2/87.

[356][10] Ibn Hishâm, 2/93,94; Zad Al-Ma‘ad, 2/94; Sahih Al-Bujâri, 2/579.

[357][11] Ibn Hishâm, 2/94.

[358][12] Ibn Hishâm, 2/94.

[359][13] Zad Al-Ma‘ad, 2/96.

[360][14] Zad Al-Ma‘ad, 2/94; Ibn Hishâm, 2/90.

[361][15] Zad Al-Ma‘ad, 2/97; Ibn Hishâm, 2/88.

[362][16] Ibn Hishâm, 2/88, 89.

[363][1] Ibn Hishâm, 2/98.

[364][2] Zad Al-Ma‘ad, 2/98; Sahih Al-Bujâri, 2/584.

[365][3] Zad Al-Ma‘ad, 2/94.

[366][4] Mujtasar Sirat Ar-Rasul, pág.255.

[367][5] Mishkat, 1/140.

[368][6] Musnad ul Imam Ahmad, 3/424.

[369][7] Ibn Hishâm, 2/98.

[370][8] Ibn Hishâm, 2/99.

[371][9] As-Sirat Al-Halabiah, 2/47.

[372][10] Ibn Hishâm, 2/100.

[373][11] Ibn Hishâm, 2/122-129; Fath Al-Bari, 7/351.

[374][1] Ibn Hishâm, 2/60-129; Zad Al-Ma‘ad, 2/91-108; Fath Al-Bari, 7/345-377;

   Mujtasar Sirat Ar-Rasul, ppág. 242-275.

[375][1] Zad Al-Ma‘ad, 2/99-108.

1 Zad Al Ma’ad, 2/112,113; Ibn Hishâm, 2/289,290,294,295.

1 Ibn Hishâm,2/105

 

1 Sahih Al Bujâri;1/364, 2/ 696-698; Zad Al Ma ad, 2/113-115; Ibn Hishâm, 2/297-307. 

2 Ibn Hishâm, 2/293.

 

1 Fath Al Bari, 7/439-458; Sahih Al Bujâri, 1/378-381.

 

1 Sahih Al Bujâri, 2/872,873.

2 Rahmat al lil alamin, 1 /171.

3  Zad Al Ma’ad, 3/60.

4 Zad Al Ma’ad, 3/61.

5 Sahih Muslim, 2/99.

1 Rahmat al lil alamin, 1/178; El Dr Hamidullah dijo que se llamaba Biniamin.

 

1 Sahih al Bujâri 1/4,5

1 Zad Al Ma´ad, 3/61,62.

 

 

2 Zad Al Ma'ad, 3762; Muhadarât  Tarij Al Umam Al Islamiah, 1

 

1 Sahih Al Bujâri, 2/603; Sahih Muslim, 2/115.

2 Sahih Muslim, 2/115.

3 Sahih Al Bujâri, 2/605.

4 Sahih Al Bujâri, 2/603.

5 Magazi Al Waqidi, pág 112

 

1 Sahih Al Bujâri, 2/603,604.

2 Ibn Hishâm, 2/329

3 Sahih Al Bujâri, 2/505, 606 .

[376][1] Armas de asedio medievales que constan de una cabeza blindada que arremete contra los muros y los derriba, así como el carnero ataca a sus oponentes.

 

1 Zad Al Ma’ad, 2/137, 138

2 Sahih al Bujâri, 2/609

3 Zad Al Ma‘ad, 2/148; Sahih Muslim, 2/96

4 Muhadarât  Tarij Al Umam Al Islamiah, 1 /128.

5 Zad Al Ma´ad, 2/146,147.

 

1 Sahih al Bujâri, 2/592; Sahih Muslim, 2/118.

2 Mujtasar Sirat Ar Rasul. Pág.264; Fath Al Bari, 7 / 416.

3  Zad al Ma’ad, 2/112; Ibn Hishâm, 2/203-209 .

1 Fath Al-Bâri,7/700

2 Zad Al Ma’ad, 2/151; Fath Al-Bâri,7/700

1 Zad Al Ma'ad, 2/152.

1 Zad Al Ma'ad, 2/155; Fath Al-Bâri, 7/511.

2 Sahîh al Bujâri, 2/611

3 Mujtasar Sirat Ar Rasul, pág.327

4 Mujtasar Sirat Ar Rasul, pág.327; Rahmat-ul-lilalamin, 2/271.

[377]5 NdelR: Cabe aclarar que estos eran los informes que corrían respecto a los preparativos bizantinos y pueden diferir del número real de combatientes, tal vez los bizantinos exageraron para amedrentar a los musulmanes.

6 Sahîh al Bujâri, 2/611.

7 Fath Al Bari, 7/513, 514; Zad Al Ma'ad, 2/156.

[378]8 N. del R: Cabe recordar que este mismo ejército bizantino fue el que destrozó al ejército del emperador persa unos cuantos años antes.

1 Rahmatul lil Alamin, 2/233; Talqih Fuhum Ahl Al Azar, Pág.33.

1 Zad Al Ma'ad, 2/160.

1  Sahîh al Bujâri , 2/613

[379]2 Intentaban decir: “Hemos apostatado del paganismo y aceptamos el Islam”, pero Jâlid malinterpretó sus palabras. 

3 Sahîh al Bujâri, 1 /450, 2/622

1 Abu Daud

2 At-Tirmidhi.

1 Sahîh Muslim, 2/100

1 Sahîh Muslim, narrado por Anas ; Fath Al Bari, 8/45.

1 Sahîh A1-Bujâri, 2/620.

1 Ibn Hishâm 2/499,500; y así lo ha citado Al Bujâri, 2/620, 621.

1 Fiqh-us-Sirah, 303; Zâd A1-Ma'ad, 2/160-201; Ibn Hishâm 2/389-501; Sahîh al Bujâri: el Capítulo de Fath Gazuah, Hunain, Autás y At-Ta'if, 2/612-622. Fath Al Bari, 8/3-58.

1 Sahîh al Bujâri, 2/730.

2 Sahîh al Bujâri, 1/334.

1 At-Tirmidhi, 2/211 (Capítulo: La virtudes de 'Uzmân t.)

1 Sahîh al Bujâri, 2/637.

2 Sahîh Muslim, 2/246.

3 Sahîh Muslim, 2/246.

1 Fath Al Bari, 8/119

1 Ibn Hishâm, 2/515-537; Zad Al Ma'ad, 3/2-13; Sahîh al Bujâri, 2/633.635-637, 1/252, 414; Fath Al Bari, 8/110-126; Mujtasar Sirat Ar Rasul, pág. 391-407.

1 En caso de imputación de infidelidad sin la evidencia correspondiente, marido y esposa juran  por Allah que ellos son inocentes y no cometieron  infidelidad. El marido invoca las maldiciones de Allah para él mismo si está mintiendo y la mujer invoca la ira de Allah para ella misma si está mintiendo. N del R: Esto se denomina mulâ'ana en árabe

1 Sahîh Al-Bujâri, 1/220,415, 2/626, 671; Zad A1-Ma'ad, 3/25, 26;

 Ibn Hishâm, 2/543-546.

1 Sahîh Muslim, 2./ 82, 83.

1 Sahîh A1-Bujâri, 2/615, 616.

1 Explicación de Sahîh Muslim por An-Nawawi, 1/33; Fath Al Bari, 8/85, 86.

2 Zad A1-Ma'ad, 3/45; Tafhim-ul-Qur'ãn, 2/169

3 Zâd A1-Ma'ad, 3/26-28; Ibn Hishâm, 3/537-542.

4 Zâd A1-Ma'ad, 3/48. 

5 Fath Al Bari, 8/94.

6 Fath Al Bari, 8/94, 95; Zâd Al-Ma'ad, 3/38-40.

7 Fath Al Bari, 8/87.

8 Sahîh A1-Bujâri, 2/627, 628; Fath al Bari, 8/87-93.

9 Zad Al-Ma'ad, 3/31, 32.

10 Mishkat Al-Masabih, 2/347.

11 Fath al Bari, 8/93

12 Muhadarât  Tarij A1-Umam A1-lslamia, 1/144; Sahîh A1-Bujâri, 1/13, 2/626-630; Ibn Hishâm, 2/501-503, 510-514, 537-542, 560-601; Zãd A1-Ma'ad, 3/26-60;

Fath al Bari, 8/83-103; Rahmat-ul-1il'alamin, 1/184-217.

1 Fi Dhilal Al-Corán, 29/168, 169.

2 Madha Jasira Al Alam bi Inhitatil-Muslimin, pág. 14.

 

1 Sahîh Muslim, 1/394.

2 Fath al Bari, 8/104.

3 Sahîh Al-Bujâri, 1/207.

4 Ibn Hishâm, 2/603.

5 Sahîh Muslim, 1/397.

6 Rahmat-ul-lil'alamin, 1/263.

7 Sahîh Muslim, 1/397.

8 Rahmat-uI-lil'alamin, 1/265.

9 Sahîh Muslim, 1/397-400.

10 Abu Daud, 1/270.

11 Sahîh A1-Bujâri, 1/234.

1 Sahîh A1-Bujâri, 2/612.

2 Ibn Hishâm, 2/560, 606; Sahîh A1-Bujâri, 2/612.

1 Sahîh Al-Bujâri, 2/585.

 

1 Sahîh Al-Bujâri, 1/62,  Al Muwatta, Imam Malik. pág. 360

2 Al Muuatta, Imam Malik, pág 65.

3 Sahîh AI-Bujâri, 1/536.

4  Mishkat Al-Masabih, 2/546.

5  Sahîh Al-Bujâri, 1/22, 429, 449, 2/638; Mishkat AI-Masabih, 2/548.

 

 

 

2 Mishkat Al-Masabih, 1/102.

3 Sahîh A1-Bujâri, 1/99.

 

 

 

 

2 Sahîh A1-Bujâri, 2/638.

3 Rahmat-ul-Iil al alamin, 1/282.

4 Sahîh A1-Bujâri, 2/641.

5 ídem, 2/637.

6 ídem, 2/637.

 

1 Sahîh A1-Bujâri, 2/640.

2 ídem, 2/638-641.

1 Mishkat-ul-Masabih, 2/547.

2 Sahîh A1-Bujâri, 2/641.

1 Ibn Hishâm, 2/655.

1 Sahîh A1-Bujâri, 2/640, 641.

1 Sahîh A1-Bujâri, 1/169, Sahîh Muslim, 1/306.

2 Mujtasar Sira Ar-Rasul, pág. 471; Ibn Hishâm, 2/649-665;

Talqih  Fuhum Ahl A1-Azar, pág. 38, 39; Rahmat-ul-lil'alamin, 1/277-286.

1 Sahîh Al-Bujâri, 2/956.

2 ídem, 2/956.

 

1 Zâd A1-Ma'ad, 2/45.

2 Ibn Hishâm, 1/401; Yâmi' At-Tirmidhi, 4/303.

3 Sahîh Muslim, 2/258.

4 Sahîh A1-Bujâri, 1/502.

5 ídem. 1/503.

6 Mishkat A1-Masabih, 2/518.

7 ídem, 2/518.

8 Sahîh A1-Bujâri, 1/502

9 Rahmat-ul-lil'alamin, 2/72.

10 Julasa As-Siar, pág. 20.

11 ídem.

12 Mishkat A1-Masabih, 1/22.

13 Yami' At-Tirmidhi, 4/306

14 Julasa As-Siar. pág. 19,20.

15 Sahîh A1-Bujâri, 1/503.

16 Sahîh Muslim, 2/256.

17  ídem, 2/259

 

1 Sahîh AI-Bujâri, 1/503.

2 Sahîh A1-Bujâri, 1/503.

3 As-Shifa, 1/89.

4 Sahîh A1-Bujâri, 1/407; Sahîh Muslim, 2/252.

5 Sahîh Al-Bujâri, 1/504.

6 Mishkat A1-Masabih, 2/521.

7  ídem, 2/520.

8 Julasa As Siar, pág.22

9 Ash Shifá, 1/126.