Reseña de los Compañeros del Profeta Muhammad(Assalalahu alayhi wa Salaam)

 

 

 

Fuente: OIPLA

 

 

 


Abdurrahmán Ibn 'Auf

"Que Allah bendiga cuanto das y bendiga cuanto guardas"

 

Nos referimos a uno de los primeros musulmanes y uno de los diez albriciados con el Paraíso; uno de los seis que formaron el consejo para elegir al Califa después de Omar Ibn Al Jattab y uno de los que podían emitir veredictos legales (Fatwas) en Medina, en vida del propio Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam).

Antes del Islam, se llamaba Abd Amr (Siervo de Amr), ya musulmán, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) lo llamó: Abdurrahmán, siervo del Misericordioso.

 
Abdurrahmán Ibn Auf abrazó el Islam antes de comenzar el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) las reuniones en Dar ul Arqam (La casa de Al Arqam); dos días después de convertirse al Islam Abu Bakr As-Siddik. Por la causa de Allah, fue perseguido, como todos los musulmanes al principio; Pero Abdurrahmán perseveró, al igual que los demás, y se mantuvo firme y fiel a su Señor. Después de un tiempo emigró a Abisinia (Etiopía) con otros musulmanes para poder profesar su religión en paz y libremente.

 
Cuando Allah permitió que los musulmanes emigrasen a Medina, Abdurrahmán fue de los primeros en dejar su tierra por Allah y Su Mensajero.

 
Una vez que llegaron los emigrantes a Medina, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) comenzó a hermanarlos con los Ansar. De esta manera, hermanó a Abdurrahmán Ibn Auf y Sa'd Ibn Al Rabi' Al Ansarí.(*)
Sa'd dijo a su nuevo hermano:
"soy de los más ricos de Medina; tengo dos huertos, dime cuál de los dos te gusta y te daré sus frutos..."

 
Abdurrahmán respondió a su hermano:
¡Que Allah bendiga tu propiedad y tu familia...! Es mejor que me guíes hasta el mercado.

 
Y así lo hizo Sa'd... Abdurrahmán comenzó a comerciar; compraba y vendía, ganaba y ahorraba.
Hasta juntar suficiente dinero para casarse. Así llegó al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam); perfumado y con aires festivos.


Este dijo:
"Me he casado..."

 
El Profeta ( PYB) respondió:
¿Qué le diste a tu esposa como dote?

 
Dijo:
Le di unos pocos gramos de oro.

 
El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) añadió:
Festejálo... Que Allah bendiga tus bienes.

 
Desde ese momento, comentó Abdurrahmán, se abrieron todas las puertas con tanta facilidad hasta llegué a pensar que si levantaba una piedra ¡Encontraría debajo oro o plata!

En la célebre batalla de Badr, Abdurrahmán combatió con todas sus fuerzas y mató a Umair Ibn Uthman, uno de los enemigos del Islam.

Luego de la derrota de Uhud. Abdurrahmán se mantuvo firme cuando flaquearon los demás; resistió valientemente mientras la gente huía despavorida. Esta batalla dejó en su cuerpo más de veinte heridas.


No se destacó en los combates, como se destacó en la caridad y en el esfuerzo económico por la causa de Allah. En una ocasión, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) se aprestaba a enviar una expedición militar; frente a los sahabas dijo:

 
"Tendréis que donar algo, para esta expedición."

Abdurrahmán fue rápidamente a su casa y volvió con la misma rapidez.

Luego dijo al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam):


¡Oh Mensajero de Allah! De estos bienes, serán la mitad para este ejercito y la otra mitad para mi familia.

 
El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) le dijo: "Que Allah bendiga cuanto das y bendiga cuanto guardas...". Cuando el Profeta de Allah decidió lanzar un ataque sobre la ciudad de Tabuk(**), su última expedición, necesitó mucho dinero y soldados. Enfrentaría al famoso ejército bizantino, un ejército mucho más numeroso y mejor equipado que el islámico.

Complicó esta situación una terrible sequía ese año en Medina., ese viaje sería duro y largo; contaban con pocas provisiones y el principal problema era la falta de caballos y camellos para transportar a los soldados. Un grupo de creyentes pidió al Profeta ( PYB) que les permita marchar con el ejército, a pesar de su voluntad tuvo que rechazarlos, pues no tenía en que transportarlos.


El ejército fue llamado "El ejército de las dificultades".

Ante esta situación, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) pidió a los sahabas que donasen algo de sus bienes por la causa de Allah, recordándoles que la recompensa del Todopoderoso sería magnífica. Los musulmanes se apresuraron a presentar sus donaciones; entre los primeros, encontramos a Abdurrahmán Ibn Auf. Donó 200 piezas de oro.

 
Al ver esto, Omar Ibn Al Jattab dijo al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam):
Pienso que Abdurrahmá está cometiendo un pecado, pues no está dejando nada para su familia...

 
El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) dijo entonces a Abdurrahmán: ¿Habrás dejado algo para sostener a tu familia?


Este respondió: Si, les he dejado algo mucho mayor y más valioso que lo que he donado.
¿Cuánto? Preguntó el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam).

 
Abdurrahmán respondió: Las recompensas y bendiciones que Allah y Su Mensajero nos han prometido.

Y el ejército avanzó hasta Tabuk(**)... Y fue precisamente allí que Allah distinguió a Abdurrahmán con algo que ningún musulmán había gozado.

 
La hora del salat había llegado, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) estaba ausente. Abdurrahmán fue elegido imam para dirigir la oración comunitaria. Cuándo estaban por completar la primera rak'a, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) se presentó y ¡se unió a la oración dirigida por Abdurrahmán!
¿Habrá una distinción mayor y un honor más grande que el haber sido imam del más noble entre las criaturas?

Después del fallecimiento del Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam), Abdurrahmán Ibn Auf se encargó de asistir a las madres de los creyentes (las viudas del Profeta). Traía cuanto necesitaban, las acompañaba en la peregrinación y se encargaba de preparar el transporte que las llevarían.

 
Esto significaba un honor para Abdurrahmán y era algo muy loable de su parte. Además de la confianza dispensada por las madres de los creyentes era para él, suficiente motivo de orgullo y alegría.

Era tanto el cariño que Abdurrahmán sentía por las madres de los creyentes, que al vender una parcela de tierra por 40.000 dinares, el dinero obtenido lo distribuyó entre la tribu de Bani Zuhra, los pobres, los emigrantes y las viudas del Profeta (PY B). Cuando Aisha, madre de los creyentes, recibió su parte del dinero dijo: ¿Quién lo envía?

 
Le informaron: Abdurrahmán.

 
Contestó ella: El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) nos dijo: "Sólo los pacientes y perseverantes os tratarán con bondad después de mi muerte"

La plegaria del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) a favor de Abdurrahmán lo acompañó durante toda su vida y la bendición de Allah lo cobijó siempre. Llegó a convertirse en el más rico de los sahabas con sus bienes y propiedades, sus caravanas entraban y salían constantemente de Medina, portaban : Trigo, granos, vestidos, harina, utensilios, perfumes y muchas otras cosas para los habitantes.

A la vez, estas caravanas sacaban la producción excedente de Medina y la vendían en otras regiones. En una ocasión, a la entrada de Medina, una caravana de Abdurrahmán compuesta por setecientos animales cargados de productos, hicieron estremecer la ciudad. Se escuchaba un tremendo bullicio por el ruido producido por los animales y sus cargas. Aisha preguntó: ¿Qué es todo esto?

 
Le respondieron:
Es la caravana de Abdurrahmán... setecientos camellos cargando trigo y otros tipos de alimentos para la gente de Medina.

 
Aisha dijo entonces:
"Que Allah bendiga todo lo que dió en esta vida y, ciertamente, la recompensa en la otra vida será mayor. Yo oí al Mensajero de Allah decir: "Abdurrahmán entrará en el paraíso ".

 
Rápidamente, quién escuchó las palabras de Aisha, las transmitió a Abdurrahmán y felicitó por las noticias del paraíso.

 
Se presentó con toda prisa a ver a Aisha y le preguntó: ¿En verdad oíste eso del Mensajero de Allah?
Ella respondió: Así es. Sé testigo ¡Oh madre de los Creyentes! Toda esta caravana, con su carga, sus equipos. ¡Todo lo donaré por la causa de Allah!

Desde aquel día feliz, en que Abdurrahmán supo que entraría en el Paraíso, aumentó sus esfuerzos por ganar dinero y donarlo a los necesitados.

 
Empezó a dar en público y en secreto. Donó 40.000 dirhames de plata; luego los acompañó con 40.000 dinares de oro. En otra ocasión donó 200 piezas de oro por la causa de Allah.
Donó también quinientas monturas equipadas para transportar a quinientos muyahidines en la causa de Allah. Luego donó mil quinientas monturas equipadas para la causa de Allah. Y cuando estuvo en su lecho de muerte, mandó liberar a decenas de esclavos.

En su testamento, encomendó que se repartiera de su fortuna, cuatrocientos gramos de oro a cada uno de los que lucharon en la batalla de Badr. Eran cien, y todos recibieron su parte.
Encomendó también cuantiosas sumas de dinero para las madres de los creyentes. Aisha acostumbraba a suplicar mucho por él; decía: Que Allah le haga beber de la fuente de Salsabil(***).


Dejó una cuantiosa fortuna a sus herederos; dejó mil camellos, cien caballos y tres mil ovejas. Tuvo cuatro esposas; a quienes les correspondió a cada una de ellas, según la ley Islámica (¼ de la octava parte de sus bienes) que llegó a los ochenta mil monedas de plata.

Todo esto se debe a la plegaria del Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) para que Allah bendiga a Abdurrahmán en su fortuna.

 
Esta fortuna no sedujo a Abdurrahmán ni alteró su forma de ser.

 
En una ocasión, en que estaba ayunando, presentaron ante el un plato con deliciosos manjares y exclamó:


"Por cierto que Mus'ab Ibn Umair fue mejor que yo. Al morir sólo tenía como propiedad una mortaja tan corta que no alcanzaba para cubrir su cabeza y sus piernas a la vez. Después, Allah nos dió de Su gracia con bastante generosidad... Y temo que nuestra recompensa nos haya sido adelantada en esta vida (Y que en la otra, no tengamos nada)..."
Luego, lloró...

¡Bienaventurado seas Abdurrahmán Ibn Auf, por ser uno de los albriciados con el Paraíso.
Su cuerpo inerte fue cargado por el tío del Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam), Sa'd Ibn Abi Uaqqás, dirigiendo la oración fúnebre por él, el propio Califa Uthman Ibn Affán. Murió a la edad de 75 años Ali Ibn Abi Tálib, Emir de los Creyentes, dijo en su honor: "Alcanzaste lo mejor ". "¡Allah te tenga en Su misericordia!

(*) Al Ansar: Los Socorredores, son los musulmanes habitantes de Medina, que auxiliaron y dieron refugio al Profeta    (Assalalahu alayhi wa Salaam) y a sus seguidores de la cruenta persecución que sufrían por parte de los idólatras de Makka o Meca.

 
(**) Tabuk: Ciudad al N.O. de la península arábiga, cerca de Jordania. En esa época, estaba en poder de los bizantinos.

 
(***) Salsabil: Una fuente que emana en el Paraíso.

 

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Sa'd Ibn Abi Uaqqás

 

"¡Lanza Sa'd lanza!... ¡Ofrendaría, mi padre y mi madre por ti!

 

En el Nombre de Dios, Clemente y Misericordioso:

Y recomendamos al hombre benevolencia para con sus padres. Su madre le concibe, pena tras pena, y deja de amamantarlo a los dos años. Y le dijimos: "Agradéceme a mí y a tus padres, porque el retorno será a mí. Pero si te obligaran a que me asocies algo, que tú ignoras, no les obedezcas; compórtate con ellos con benevolencia en este mundo, y sigue el camino de quien se vuelve a mí en todo. Luego vuestro retorno será a mí y entonces os haré saber cuanto hacíais". (31:14,15)

Estas aleyas encierran una historia única y asombrosa; en ella, un joven guarda en su interior, un sin número de sentimientos opuestos. Triunfando finalmente el bien sobre el mal y la fe sobre la incredulidad.


El joven del cual hablamos era uno de los más nobles de Makka, de origen ilustre. Llamado Sa'd Ibn Abi Uaqqás (que Allah se complazca de él).

 
Sa'd Ibn Abi Uaqqás era aún un  joven cuando la luz del Islam iluminó Makka. Era cariñoso con sus padres, y  apegado a ellos, en especial a su madre.

 
A pesar de haber  cumplido los diecisiete años, Sa'd tenía el juicio y la sabiduría de muchos ancianos.


A diferencia de los jóvenes de su edad, Sa'd no se sentía atraído por las diferentes diversiones y placeres que gustaban los de su edad. Su atención se centraba en la fabricación y reparación de  arcos y flechas y la práctica de la arquería.

 
Tampoco se sentía cómodo con las creencias y costumbres que tenía su gente. A veces parecía estar esperando que algo o alguien  extendiera una mano fuerte y firme que los sacase  de esa miserable situación .

Y sucedió que Allah, había decidido honrar a la humanidad con esta mano firme y fuerte. Nos referimos al  Mensajero de Allah, portando esa luz divina : El Sagrado Corán, el Libro de Dios.
Sa'd se apresuró a responder a este llamado hacia la Guía y la Verdad . Fue uno de los primeros  musulmanes.

 
El propio Sa'd solía enorgullecerse de ello diciendo:

 
"Pasaron siete días en los que yo representaba a un tercio de los musulmanes".
El Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) se alegró mucho cuando Sa'd abrazó el Islam, pues ya demostraba indicios de tener un futuro brillante y  una hombría sin igual. Esto dejaba pensar que: "este cuarto creciente pronto brillaría con el esplendor de la luna llena".

 
Y es que Sa'd era noble... de origen ilustre... y apreciado... que influiría sobre muchos de los jóvenes de  Makka para seguir su senda y su religión.

 
Además, Sa'd  pertenecía a la tribu de la madre del Profeta  (Assalalahu alayhi wa Salaam): Los Bani Zuhra. Esto hacía que el Mensajero (Py B) se enorgulleciera de este parentesco. En cierta ocasión, estaba el Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) sentado con algunos Sahabas y divisaron a Sa'd venir hacia ellos; el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam)  exclamó : "¡Este es mi tío! ¡Muéstreme alguien así!"

Pero la islamización de Sa'd Ibn Abi Uaqqás no fue algo sencillo y simple. Al contrario; lo expuso a una prueba de las más duras, difíciles y violentas. Fue tal, que Allah reveló en el Sagrado Corán  aleyas al respecto.

 
Dijo Sa'd :

 

 
"Tuve un sueño tres días antes de abrazar el Islam. En él, yo estaba inmerso en una oscuridad total. Mientras me debatía entre las profundidades de esta oscuridad, vi una luna llena y brillante que me iluminaba. La seguí, hasta ver un grupo de personas que estaban delante  siguiendo la luna: Divisé a Zaid Ibn Háriza, a Alí Ibn Abi Tálib y a Abu Bakr As Siddiq. Les dije: ¿Desde cuándo estáis aquí? Me dijeron: ¡Recién llegamos!"

"Poco después, me contaron que el Mensajero de Allah invitaba a la gente hacia el Islam en secreto, supe entonces que Allah quería algo bueno para mí, me extraería de las tinieblas  a la luz, por medio de el."

 
"Me dirigí al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) rápidamente, lo encontré haciéndo la oración del 'Asr (La tarde), abracé luego el Islam; haciéndolo antes, solo las tres personas que vi en el sueño."

Sa'd  prosigue con su relato diciendo:

 
"Al enterarse mi madre de mi islamización, se enfureció e intentó aprovecharse sabiendo como la quería. Me dijo: ¡Sa'd! ¿Qué religión es esta que te ha alejado de las creencias de tu padre y tu madre? ... ¡Por Dios! ¡Dejarás tu nueva religión o yo dejaré de comer y beber hasta que muera! Entonces se partirá tu corazón de pena por mí y la gente te lo reprochará para siempre."

"Le dije: No lo hagas. No abandonaré mi religión por nada."

 
"Sin embargo  cumplió con su amenaza. Dejó  de comer y de beber por días, hasta que  se debilitó."
"Le pedí continuamente que comiese o bebiese. Siempre me rechazaba y juraba que no comería ni bebería hasta que muera o yo dejara mi religión."

"Al ver  su actitud, le dije: ¡Madre!  Te quiero mucho, pero mucho más a Allah y a Su mensajero... ¡Por Allah! Aunque tuvieses mil almas y  las viera salir  de tu cuerpo una por una ¡no abandonaré esta religión por nada! "

 
"Cuando mi madre observó la firmeza en mi posición, cedió. Comió y bebió.

Fue entonces, que Allah reveló en el Sagrado Corán:

 
"Pero si te obligaran a que me asocies, algo que tú ignoras, no les obedezcas; compórtate con ellos con benevolencia en este mundo".(Sura 31:15)

El día de la islamización de  Sa'd Ibn Abi Uaqqás, se cuentan entre los más bienaventurados para el Islam  y los musulmanes:

 
En la batalla de Badr, se presentó Sa'd con su pequeño hermano Umeir, quién era aún adolescente. Cuando el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) comenzó a pasar revista a los soldados musulmanes antes de la batalla, Umeir se escondió para que  no lo reconociese y lo devolviese, impidiéndole combatir por su corta edad. Pero el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) al verlo lo rechazó. Umeir comenzó a llorar; hasta que del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) se enterneció y le permitió estar entre los soldados.


Al ver esto. Sa'd se alegró muchisimo. Se acercó orgulloso a su hermano y le anudó el cinto que cargaba su espada, de forma apropiada por su corta edad y tamaño...., así partieron ambos a entregar su máximo esfiuerzo por la causa de Allah.

 
Cuando terminó la batalla, Sa'd  retornó solo a Medina. Umeir había caído como mártir en los campos de Badr.  Allah sería Quién le recompensase por la pérdida de su hermano.

En la batalla de Uhud, cuando las piernas temblaban de miedo, cuando los soldados musulmanes se vieron separados del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) y en retirada, un pequeño grupo de guerreros, se mantuvo  alrededor del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) defendiéndole de los incrédulos.
Apenas sumarían diez, entre ellos Sa'd Ibn Abi Uaqqás. Firme y valiente, defendiéndo la vida del Profeta con su arco y flechas, haciédo caer mortalmente herido a los incrédulos con cada flecha con él lanzada.

Al verlo a Sa'd comenzó a animarlo diciéndole:

 
"! Lanza Sa'd...lanza!...!Ofrendaría mi padre y mi madre por ti! (*)

Sa 'd se enorgullecía siempre por estas palabras del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) y solia decir:

"El Mensajero nunca llegó a ofrendar a sus padres  por nadie, sino por mí".

Sin embargo, la gloria de Sa'd llegó a la cima, cuando el Califa Omar Ibn Al Jattab decidió enfrentar a los persas, en una guerra para acabar con su poderío,  derrumbar su imperio, y erradicar el politeísmo de esas tierras.

 
El Califa Omar envió misivas a sus representantes en las distintas provincias. Debían enviarse a la capital todos los hombres con armas, monturas y cuánto  pudiesen aportar  a la victoria, ya sea con su participación, con buenas sugerencias o con poesías y discursos que animen a los combatientes.
Los contingentes comenzaron a llegar a la capital (Medina). Llegaban de todos los rincones de la nación islámica con la esperanza de ofrendar su máximo esfuerzo por la causa de Allah. Cuando el ejército se completó, Omar consultó a la gente de experiencia y de buen criterio ¿Quien debería ser el Comandante del ejército principal y líder de la campaña?

Todos los consultados respondieron al unísono:

 
¡Sa'd Ibn Abi Uaqqás! ¡El León Combatiente!

 
Fue así, que Omar llamó a Sa'd y le asignó el comando del ejército, haciéndole entrega del estandarte.
Cuando el grueso del ejército, se disponía a salir de Medina, Omar se acercó para despedirlos, pues, a pesar de sus obligaciones, ardía de deseos de estar marchando con ellos y se consolaba acompañándolos hasta las afueras de la ciudad.

 
Finalmente aconsejó así al Comandante:

 
"¡Sa'd! No hay ningún parentesco que valga ante Allah excepto la obediencia. Los nobles son iguales que los humildes ante Allah. Allah es el Señor de los humanos y todos son Sus siervos. La gente se distingue sólo por el temor a Allah y obtienen Su recompensa a través de la obediencia a Él. Haz, pues, como lo haría el Profeta; y ten por seguro que esto es lo correcto".

Este  ejército de Sa'd se componía de: Noventa y nueve soldados que asistieron a la batalla de Badr, más de trescientos de los que juraron fidelidad al Profeta en "Bai'at ur Riduán" (**), trescientos de los que acompañaron al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) durante la conquista de  Makka y también marchaban con ellos setecientos hijos de los sahabas.

 
Sa'd avanzó con sus tropas hasta un lugar llamado "Al Qadisía" (***) y allí enfrentó al poderoso ejército persa durante varios días. El último día de batalla, mostró un ejercito musulmán decidido a definirla. Rodearon al enemigo  y luego penetraron  entre sus líneas desde todas las direcciones. Exclamando: "No hay más dios sino Allah", "Allah es el más grande".
 Fue este, un combate violento y desesperado, al matar a Rustum, el general persa, mostraron su cabeza en alto con una lanza. En ese momento los persas se dispersaron; el terror y la confusión se apoderó de sus corazones mientras que los musulmanes iban sometiéndolos con facilidad.


El botín de guerra fue abundante. Los persas caídos fueron más de treinta mil hombres, muchos de ellos ahogados al querer huir por el río.

Sa'd vivió mucho tiempo y Allah le concedió una gran fortuna. Sin embargo, antes de su muerte, pidió un simple abrigo de lana rústica y dijo:

 
"Deseo que se me amortaje con esta ropa. Con ella enfrenté a los incrédulos el día de Badr y con ella deseo encontrarme con  Allah,  el Todopoderoso".

 
Sa'd Ibn Abi Uaqqás, murió en su casa, en Al 'Aqiq y fue sepultado en Medina el año 55 de la Hégira. Tenía entonces sesenta y cuatro años. La oración funebre por él fue dirigida por  el gobernador Maruán Ibn Al Hákam.

 
 

¡Que Allah ,se complazca de él!

 

(*) Llegaría a ofrendar a mi padre y a mi madre por ti. Esta expresión árabe indica el sumo aprecio que se tiene por alguna persona.

(**) Bai'at ur Riduan: Esto fue un juramento, tras impedir a los musulmanes visitar Makka y difundirse erróneamente la muerte en ese lugar de Ozman Ibn Affan.

(***) Al Qadisía: Lugar al Su de Irak, cerca de Kufa, donde se desarrolló la batalla homónima.
Esta batalla, marcó la victoria final de los musulmanes sobre el imperio Persa.

 

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Abu Huraira Ad Dausi

"Abu Huraira memorizó y conservó más

de mil seiscientas máximas (Hadices) del Mensajero de Allah"

 
 

En la Yahilía (*) época preislámica, Abu Huraira era llamado "Abd al- Shams" (Siervo del sol). Cuando Allah agració a Abu Huraira con el Islam, el Profeta  (Assalalahu alayhi wa Salaam) le dijo: ¿Cuál es tu nombre?
Abu Huraira respondió: Abd  al-Shams.

 
El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam)contestó: Te llamaremos  Abdurrahmán (Siervo del Dios)

Su sobrenombre fue  "Abu Huraira"

Abrazó el Islam a través de At Tufail Ibn Amro Ad Dausi. Permaneció en las tierras de su pueblo hasta pasados seis años de la Hégira (Emigración del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) desde Makka a Medina). En ese momento, llegó a la capital del Islam (Medina) con una delegación de "Daus", su pueblo; con el objeto de visitar al  Mensajero de Allah.

 
El joven Abu Huraira se dedicó de lleno al servicio y compania del Profeta  (Assalalahu alayhi wa Salaam). Mientras vivió el Mensajero, se instaló en la mezquita, pues  no tenía esposa e hijos que atender, tomando al Profeta como maestro y guía.

 
Abu Huraira solo tenía a su madre, muy anciana, la que se había mantenido en la idolatría. Constantemente la invitaba al Islam; pero la anciana se mantenía rechazando y rehuyendo el mensaje de la Verdad.

 
 
Cierto día, Abu Huraira trató, una vez más, de convencer a su madre de aceptar el Islam como forma de vida; sin embargo, la anciana lo rechazó, incluso injurió al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam). Esto causó mucha pena a  Abu Huraira.

 
Fue así que el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) lo encontró llorando.

 
 ¿Qué te hace llorar  Abu Huraira? .

 
 Respondió:
siempre invito a mi madre para que adopte el Islam como religión; pero hoy, además te ha injuriado  ¡Oh Mensajero de Allah! ¡Ruega a Allah que acerque el corazón de mi madre al Islam!

 
El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) rogó a Allah por la madre de Abu Huraira


 Luego de esto, el mismo Abu Huraira relataba:

 
"Fui a mi casa y encontré la puerta cerrada. A través de ella, escuché el murmullo del agua corriendo, cuando intenté entrar, mi madre dijo: Aguarda Abu Huraira."


 "Al entrar, mi madre me recibió diciéndome: Atestiguo que no hay más dios que Allah y que Muhammad es Su siervo y Mensajero..."

 
 "Volví ante el  Mensajero de Allah, llorando de alegría, le dije: ¡Buenas nuevas Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam)! ¡Allah ha escuchado tu ruego y ha guiado a mi madre hacia el Islam!

Abu Huraira amaba al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), constantemente lo observaba y decía:

 
"Nunca vi un ser humano más radiante que el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam). A veces, parece que el mismo sol brillare en su rostro."

 
Constantemente agradecía y alababa a Allah, el Todopoderoso, por permitirle acompañar a Su Profeta y seguir su religión.

 
Solía decir:


     ¡Alabado sea Allah, Quien guió a Abu Huraira al Islam!
     ¡Alabado sea Allah, Quien enseñó a Abu Huraira el Corán!
     ¡Alabado sea Allah, Quien agració a Abu Huraira con la compañía de Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam)!


 
Así como brillaba el rostro del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), Abu Huraira también brilló en las ciencias islámicas y se destacó por su sabiduría. El saber era lo que él más deseaba.

 
  Zaid Ibn Zábit dijo:

 
"Estábamos junto a Abu Huraira rogando y alabando a Allah en la Mezquita, con un  amigo, apareció de pronto el Profeta ( PyB) ; se dirigió a nosotros y  nos  dijo:

 
 Volved a lo que hacíais."

 
" Comenzamos con mi compañero a rogar a Allah antes que Abu Huraira lo haga. El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) exclamaba 'Amén' al final de cada ruego. Cuando le llegó el turno a Abu Huraira, hizo el siguiente ruego:

 
¡Oh Allah! ¡Te pido lo mismo que te pidieron mis dos hermanos! ¡! Y también te pido me concedas un conocimiento que no se olvide... El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) dijo: Amén. Nosotros dijimos: ¡Nosotros también pedimos a Allah un conocimiento que no se olvide! Sin embargo, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) dijo: Se os adelantó el joven de Daus".

Con la misma fuerza que Abu Huraira deseaba tener conocimiento, también lo deseaba para los demás...


Esto lo demuestra  la siguiente anécdota:

 
Abu Huraira pasaba cierto día por el mercado de Medina y se molestó al ver cuánto se preocupaba la gente por las cosas mundanales. ¡Con qué dedicación se entregaban a la compraventa y a tomar o entregar las mercaderías! Se detuvo y les dijo:
¡Qué inútiles sois, gente de Medina!

 
La gente preguntó : ¿Qué te hace pensar eso, Abu Huraira?


Les dijo: ¡La herencia del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) se está repartiendo y Uds. están aquí en el mercado...! ¿No van a ir a recibir su parte?


Ellos preguntaron:
¿Y dónde está lo que dices, Abu Huraira?

 
Les dijo: En la Mezquita.


Se dirigieron a toda prisa hacia la mezquita del Profeta. Abu Huraira los aguardó en el mercado. Cuando volvieron y lo vieron allí, dijeron:
¡Oh Abu Huraira! ¡Fuimos a la mezquita y no vimos que allí se esté repartiendo nada!

 
Les dijo:
¿Es que no vieron a nadie en la mezquita?

 
Respondieron: Si, claro que sí... vimos algunas personas orando, a otros recitando el Sagrado Corán y vimos a otros estudiando lo que Allah permitió y lo que Allah prohibió...
Les dijo: ¡Guay de ustedes! ¡Ésa es la herencia del Profeta Muhammad ( PyB)!

Abu Huraira padeció como nadie, por su entrega al estudio, a la ciencia y al aprendizaje de las palabras del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) en todo momento.

 
El mismo  relataba:

 
"A veces tenía tanta hambre que preguntaba a los sahaba por alguna aleya del Corán, aún sabiéndola, sólo para ser  invitado  a sus casas a comer..."

 
"En una ocasión estaba tan hambriento, que tuve que amarrarme una piedra al estómago y me senté en el camino de los sahaba. Abu Bakr pasó por allí y le pregunté por una aleya del Corán, lo hice premeditadamente, para ser invitado, pero no lo hizo.

 
Luego pasó Omar e hice lo mismo; pero él tampoco me invitó."

 
"Finalmente pasó el Mensajero de Allah y me vio. Supo del hambre que  tenía y dijo: ¡Ven Abu Huraira!"


Lo seguí hasta su casa, entré con él,  encontró un vasija con leche, entonces preguntó a su familia: ¿De dónde conseguisteis esto? Su familia respondió: Lo mandó alguien para ti.
El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) dijo:
"Dirígete Abu Huraira, hasta la gente del patio(**) y convídales". Me apené por ello, luego pensé: ¿Cuánto los saciará este pequeño pote de leche? Me tenté  de beber un poco primero, para ganar fuerzas, y luego ir a llamarlos.

 
Sin embargo, fui a la gente del patio (**) y los invité.

 
Cuando llegaron, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) dijo:
Toma Abu Huraira, dales de beber. Les fui dando de beber hasta que, milagrosamente, bebieron todos. Luego acerqué la vasija hacia el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam). Él levantó su rostro y me dijo sonriente: Quedamos tú y yo. "

 
"Respondí: Es verdad Mensajero de Allah."

 
"Me dijo: ¡Bebe!. Y yo bebí un sorbo. Luego me dijo nuevamente: ¡Bebe! Bebí otro sorbo. Siguió así hasta que no pude más y dije: ¡Por Quién te envió con la verdad! No puedo beber más. luego tomó el recipiente y bebió del resto..."

No pasó mucho tiempo desde aquello hasta que las riquezas de la tierra empezaron a llegar a Medina y los musulmanes empezaron a gozar de los resultados de sus victoria.s Abu Huraira pasó a tener fortuna, casa y bienes. También se casó y tuvo hijos. Sin embargo; todo esto no cambió su alma, buena y generosa, para nada. Tampoco olvidó sus días de necesidad, constantemente solía decir:

 
"Me crié huérfano, emigré pobre y trabajaba como jornalero con Busra bint Ghazuán por comida. Solía servir a la gente cuando acampaban; y solía guiar a sus animales cuando montaban. Y Allah me agració con Busra, a la cual yo servía..."

 
"Alabado sea Allah que hizo del Islam la medida y la base de todo y que hizo de Abu Huraira una autoridad"  .

Abu Huraira fue varias veces Gobernador de Medina (***) en nombre de Mu'auia Ibn Abi Sufián. Este cargo tan alto no cambió en nada la bondad ni la tolerancia de Abu Huraira.

Reunía muchas virtudes, era sabio y  tolerante; temorso de Allah y piadoso. Solía ayunar durante el día y pasar un tercio de la noche orando; despertaba a su esposa para pasar el segundo tercio de la noche en oración y ella, despertaba a su hija para que pasase el último tercio de la noche orando... Así lograban que la adoración y la alabanza a Allah, permaneciera toda la noche en su hogar.

Abu Huraira tenía una esclava negra; una vez ésta, lo trató en forma irrespetuosa, haciéndolo también con su familia. Esto lo irritó, al limite de quere azotarla, pero se detuvo y dijo:
"Si no fuese por el ajuste de cuentas el Día del Juicio te haría retorcer de dolor. Será mejor que te venda a quien me pagará lo que vales, pues lo necesito de verdad... Sí... vete; eres libre por Allah el Todopoderoso".

Cierta vez, Maruán Ibn Al Hakam envió cien dinares de oro a Abu Huraira, al día siguiente de habérselos entregado, le comunicó: "El mensajero se equivocó al entregarte cien dinares; yo no los enviaba para ti, sino para otra persona". Abu Huraira se entristeció y se hizo evidente en su rostro; luego dijo: "los he donado en la causa de Allah y no duraron ni un día conmigo. Cuando me envíen mi salario, puedes tomarlos de él ".

 
En realidad, Maruán había hecho aquello para probar a su subordinado Abu Huraira y comprobó que lo dicho por él era correcto.

Abu Huraira pasó toda su vida dando buen trato y cariño a su madre. Cada vez que salía de la casa, se detenía junto a su puerta y decía:

 
"La paz sea contigo madre, junto con la gracia y las bendiciones de Allah"

Su madre respondía:

 
"Que la paz, la gracia y las bendiciones de Allah, también sean contigo".

 
El respondía:

 
"Que Allah tenga piedad de ti, así como me criaste de pequeño".

 
Su madre le decía luego:

 
"Y que Allah se apiade de ti también, por el buen trato que me diste de grande".

 
Esto lo repetía, al volver a su casa.

Cuando Abu Huraira enfermó gravemente, a punto de ser inevitable su muerte, lloró desconsoladamente; le dijeron:

 
¿Qué es lo que te hace llorar Abu Huraira?

 
Dijo:


No creáis que lloro por este mundo que dejo...""Lloro por lo largo del viaje y lo poco de las provisiones..." "Estoy al final de un camino que me llevará al Infierno o al Paraíso"
Maruán Ibn Al Hakam lo visitó y le oyó decir:


"¡Oh Allah! Ciertamente me complace encontrarme contigo. Espero que a ti también te complazca encontrarme. Señor, apresura el encuentro ".

 
Abu Huraira falleció el año 58 de la Hégira, en la ciudad de Medina

 
 

¡Que Allah bendiga a Abu Huraira!

 

(*) Yahilía: Este término se refiere a la época pre-islámica de los árabes. Significa, época de ignorancia.

(**) La gente del patio: Eran los huéspedes de Allah. Musulmanes pobres sin familias. Solían estar sentados en el patio de la mezquita o Masyid del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) de allí el nombre.

(***) El Califa Mu'auia nombró a Abu Huraira gobernador de Medina.

 

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Asmá bint Abu Bakr

Vivió Asmá, hasta los cien años, con plena lucidez.

 
 

La biografía de esta Compañera del Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam), es la de una mujer perteneciente a una de las familias más importantes del Islam. Su padre, su abuelo, su hermana, su esposo, y su hijo, eran Sahabas. Esto sería suficiente para conferirle honor a cualquiera.

 
Su padre era Abu Bakr As-Siddiq (Radialahu anhu), amigo del Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) y su sucesor (Califa), como líder de la comunidad, tras su muerte. Su abuelo fue Abu ‘Atiq, el padre de Abu Bakr, su hermana fue Aisha (Radialahu anha), la Madre de los Creyentes, su esposo Az-Zubeir(Radialahu anhu), discípulo del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), y su hijo  fue Abdullah Ibn Az-Zubeir, que Allah se complazca de   todos ellos.

 
Esta era la familia de Asmá bint Abi Bakr (Radialahu anha), una de las primeras mujeres en abrazar el Islam. Solo diecisiete hombres y mujeres abrazaron el Islam antes que ella.

La apodaron “La de las dos cintos”, por lo sucedido el día en que el Mensajero de Dios (Assalalahu alayhi wa Salaam) y su padre, Abu Bakr (Radialahu anhu), emigraron de Makka a Medina (hégira). Asmá (Radialahu anha) preparó un saco de comida para el viaje, y un vasija conteniendo agua, pero al no encontrar con que atar las bolsas para que fuesen fáciles de transportar, se quitó su cinto, y lo cortó en dos; con una parte ató el saco de comida y con la otra la vasija con agua. El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) rogó a Allah que la recompensara con dos cintos en el Paraíso.

 
Desde ese momento se la apodó Dhat al-Nitakayn, “La de los dos cintos”.

Se casó con Az-Zubeir Ibn Al-‘Awam, un joven de escasos recursos, que no tenía empleados que lo ayudasen con la casa, ni plata para llevar una vida más cómoda. Su única posesión era una yegua. Asmá era una esposa virtuosa y confiable, se ocupaba de las tareas de la casa, incluso ella misma sacaba a pastar al animal y recolectaba y preparaba el forraje. Hasta que, Allah cambió la situación de Az-Zubeir, y  se convirtió en uno de los Compañeros  más ricos.

Cuando Asmá tuvo la oportunidad de emigrar de Makka a Medina y de practicar su religión en libertad bajo la guía del Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam), estaba embarazada y en fecha de parto. Esto no la detuvo de emprender ese penoso y largo camino. Tan pronto llegó a Qubá (una aldea en los alrededores de Medina) dió a luz a un niño, llamado Abdullah Ibn Az-Zubeir. Los musulmanes se alegraron y festejaron, ya que éste era el primer niño nacido de entre los musulmanes emigrados a Medina.

Asmá se apresuró en llevar al pequeño al Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam). El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) lo tomó en sus brazos, frotó la boca del niño con un bocado de dátil que él había masticado antes, luego pidió a Allah que bendiga al pequeño. Es de destacar que   lo primero en entrar en la boca de este niño, fue ese jugo de dátil de la boca del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam).

 
Pocas personas tenían la calidad de carácter que distinguía a Asmá (Radialahu anha), ya que ella era virtuosa y generosa.

 
Su generosidad era proverbial, y se relata que su hijo, Abdullah, dijo de ella:

“Nunca vi mujeres más generosas que mi tía Aisha y su hermana Asmá, mi madre. Sin embargo, la forma en que expresaban su generosidad difería. Mi tía ahorraba,  hasta tener suficiente para repartir entre los pobres. En cambio, mi madre, nunca ahorraba nada, ni siquiera para el día siguiente.

Asmá era una mujer, que aún en las situaciones más difíciles sabía desenvolverse. Cuando su padre, Abu Bakr, dejó  Makka, en compañía del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) para emprender el trayecto de Makka  a Medina, llevó consigo todo su dinero. Sumaba 6000 dirhames, sin dejar nada en su casa. Su padre, Abu Quhafah, permanecía incrédulo por aquel entonces. Al enterarse que su hijo había abandonado Makka, fue a su casa y dijo a su nieta Asmá:

 
 “Puedo jurar que no solo te ha afligido al abandonarte, sino que también lo ha hecho al llevarse su riqueza.”

 
“No abuelo –respondió Asmá- nos ha dejado mucho.”

 
Y llenó con piedras el recipiente donde Abu Bakr(Radialahu anhu) acostumbraba ocultar su dinero y lo cubrió con una tela. Luego, condujo a su ciego abuelo de la mano y le dijo:

 
“Toca abuelo, cuanta plata nos ha dejado.”

 
Él tocó con su mano y dijo:

 
“Veo que no hay de que preocuparse. Si ha dejado tanto, entonces está bien.”

Asmá hizo esto para darle seguridad al anciano, para que él no sintiese la obligación de darles nada. Ella odiaba deberle favores a un incrédulo, aunque fuese su abuelo.

 
Aún asi, si fuese olvidado todo lo que se conoció de Asmá (Radialahu anha), por la historia, su último encuentro con su hijo Abdullah, fue inolvidable, debido al coraje, decisión y a la inmutable fe, que demostró en tal situación.

La historia es el siguiente:

 
Luego de la muerte del Califa Iazid Ibn Mu’awiah(Radialahu anhu), todo el Hiyaz,( zona comprendida entre Makka y Medina), Egipto, Khurasan y la mayoría de Siria, habían jurado lealtad a su hijo Abdullah Ibn Az-Zubeir (Radialahu anhu), como nuevo Califa. Pero el clan de los Banu Umayya (Omeyas), había formado un ejercito enorme bajo el mando de Al Hayyay Ibn Yusuf Az-Zaqafi para hacer frente a Abdullah. Sucediéndose entre los dos grupos graves enfrentamientos. Abdullah Ibn Az-Zubeir(Radialahu anhu) había demostrado su valor y dignidad como líder en el campo de batalla, pero sus seguidores lo fueron abandonando gradualmente, a medida que la guerra continuaba. Los que permanecieron con él, se refugiaron en Makka, bajo la protección de la Ka’aba y su mezquita.
Horas antes de su muerte, Abdullah(Radialahu anhu) dejó la batalla, para visitar a su madre, centenaria, ciega y débil.

Al verla le dijo:

 
“La paz, la misericordia y las bendiciones de Allah sean contigo, madre.”


“Y contigo sea la paz, Abdullah. ¿Qué te trae aquí en éste momento, en que las piedras de las catapultas de Al-Hayyay están cayendo sobre tus soldados en la zona de la mezquita sagrada y sacudiendo todas las casas de  Makka?”

 
“Vengo a solicitar tu consejo”, respondió.

 
“¡Mi consejo!, ¿sobre qué asunto?”

 
“Todos me han retirado su apoyo por temor a Al-Hayyay o con la esperanza de compartir con él su poder y su riqueza. Hasta mis propios parientes e hijos me han abandonado. Sólo unos pocos hombres permanecen conmigo, pero no importa que tan decididos estén, sólo podrán mantenerse en la lucha por una o dos horas más. Los mensajeros de Bani Umayya están prometiendo darme lo que les pida, si yo depongo las armas y juro lealtad a ‘Abdul Malik Ibn Marwan como nuevo Califa.

 
 ¿Qué opinas de ello?”

 
Su voz tomó fuerza, y dijo:

 
“Esto es  asunto tuyo, Abdullah (Radialahu anhu), y eres tú quién mejor debe saber qué hacer... Si estás seguro de obrar correctamente, y que invitas hacia la verdad, sé perceverante y valiente, igual que los que te apoyaban y murieron por tu causa. Pero si solo persigues una gloria terrenal, acabarás con tus hombres y contigo mismo”

 
“Pero voy a morir hoy, de cualquier modo”, dijo.

 
“Es mejor morir de ésta forma, que entregarte voluntariamente a Al-Hayyay para ser decapitado. Tu cabeza terminará rodando frente a los esclavos de Bani Umayya.”

 
“No tengo miedo a morir, pero la idea de ser mutilado me horroriza,” dijo Abdullah (Radialahu anhu).
“Una vez muerto –respondió su madre- no tendrá importancia. Una oveja, una vez  sacrificada, no siente el dolor de ser despellejada.”

 
Abdullah (Radialahu anhu) parecía fortalecido por sus palabras,  sonrió diciendo:

 
“Que bendita eres, ¡Oh Madre! Tienes tantas bendiciones, virtudes y cualidades. En realidad solo vine, porque necesitaba escuchar esto de tí. Allah bién sabe, nunca perdí el coraje ni la fuerza, y Él es mi testigo  de que no he hecho esto persiguiendo poder o riquezas materiales. Sino, como un celoso protector de todo lo que Dios hizo sagrado. Me dirijiré a un destino que tú has consentido, así cuando muera, no te aflijirás por mí. Deja que Allah te compense por lo que puedas perder.”

 
“Me afligiría por tí, sólo si murieses por vanidad”, respondió ella.

 
“Debes encontrar tranquilidad en el hecho de que tu hijo nunca cometió a sabiendas, un acto  inmoral  o de libertinaje, nunca ha desobedecido las leyes de Allah, nunca traicionó la confianza, nunca oprimió a un musulmán ni a nadie que no lo fuera, y siempre ha elegido lo que más le complaciese a Allah. No digo esto para alabarme, ya que Allah sabe de mís actos, y que lo digo para consolarte.”


“Alabado sea  Allah, quien te ha hecho complaciente para Él y para mí. Acércate a mí, hijo mío, para que pueda tocarte y olerte por una última vez”, dijo.

 
Abdullah (Radialahu anhu) se inclinó sobre ella, besándo sus manos y los pies, mientras ella,  buscó su cabeza con sus manos, oliendo su pelo, besándolo y acariciándolo, le dijo:

 
“¿Qué es lo que tienes puesto, Abdullah (Radialahu anhu)?”

 
“Mi armadura”, respondió.

 
“Esta  no es la vestimenta adecuada, para quién desea caer por la causa de Allah”, objetó.
“Solo me la puse para darte seguridad, para que no te preocupes por mi”, explicó.
“Quitatela –dijo Asmá (Radialahu anha)- eso te hará más valiente y más digno. Mejor, viste pantalones largos,  pues si caes abatido, no permanecerás  en el suelo,  mostrando tu partes pudendas.”
Abdullah satisfizo el pedio de su madre, quitándose la armadura y ajustándose los pantalones con firmeza. Luego se dirigió a la zona de la Ka’aba para finalizar la batalla, diciendo:
“No dejes de orar por mí, madre.”

Ella elevó sus manos al cielo diciendo:

 
¡Oh Allah!  Ten misericordia por quien pasaba las noche alanbándote, con sus ojos colmados de lágrimas, cuando todos los demás dormían. Ten misericordia de quien, soportó hambre y sed, bajo el calor de Makka y Medina, cuando ayunaba. Y ten misericordia de él por su consideración para con su padre y su madre. ¡Oh Allah! Te lo entrego a ti, y estoy complacida con lo que decretes. Concédeme la recompensa de los que son pacientes.”

Para el anochecer, Abdullah Ibn Az-Zubeir (Radialahu anhu)  había encontrado su muerte. Antes de los veinte días, su madre Asmá bint Abi Bakr (Radialahu anha) se reuniría con él.  Ella tenía cien años, tenía total lucidez cuando murió.

 

¡ Dios bendiga a Asmá bint Abi Bakr !

 

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Ya'far Ibn Abi Tálib

Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam) le dijo" Eres como yo en conducta e imagen."

 

 

 

Apodado por el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) "Padre de los menesterosos" y  "El de las dos alas" . Estamos ante el ave del Paraíso... Ya'far Ibn Abi Tálib (Radialahu anhu) Era uno de los excelsos hombres de la primera generación islámica, los que lucharon firmemente para la transformación de los conceptos de la vida.

Llegó ante el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) ya islamizado, y de este modo, tomó su elevada posición entre los primeros Creyentes. Su esposa, Asmá hija de Umáis, abrazó el Islam el mismo día que él. Ambos soportaron con coraje y valentía la opresión y la tortura. Cuando el Mensajero eligió Abisinia para que sus Compañeros emigraran y estuvieran  a salvo, Ya'far (Radialahu anhu) partió con su esposa hacia allí.

En Abisinia, Ya'far Ibn Abi Tálib (Radialahu anhu) fue el portavoz de los musulmanes. Allah le había dado entre muchas otras cosas, inteligencia, lucidez y elocuencia. El día de Mu-ta (*)  fue el más glorioso, magno e inolvidable de su vida. Pero el día de su diálogo frente al Negus de Abisinia no fue menos glorioso. Fue, sin lugar a dudas, un día especial y una escena sin igual.
La furia de Qureish contra los musulmanes no se calmó, ni se apagó su rencor, con la emigración de los fieles hacia Abisinia. Al contrario, los qureishíes temieron que, allí, la fuerza de los musulmanes aumentara y su número creciera, o que, por lo menos, el prestigio de Qureish se viese disminuido porque los musulmanes habían escapado. Es así que decidieron mandar dos mensajeros a la corte del Negus de Abisinia para convencerlo, por medio de costosos regalos, de expulsar a los musulmanes refugiados en sus tierras. Estos dos embajadores eran: Abdallah Ibn Abi Rabi'a y Amru Ibn Al 'As, quienes aún no eran musulmanes.

El Negus, soberano de Abisinia, era un hombre de fe clara, profesaba un cristianismo puro y original, alejado de todo extremismo y fanatismo. Tenía fama de justo y esa fama se divulgó por todas partes. Por esta razón el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) eligió su tierra para que los musulmanes se refugien en ella. Y por este motivo, los qureishíes temian de ello.


Los embajadores enviaron muchos regalos a los obispos y los sacerdotes de Abisinia, a fin de persuadirlos de apoyar  la petición qureishí ante el Negus. Comezaron a impregnar el corazón de los religiosos de rencor y odio contra los musulmanes emigrados; luego, les pidieron su apoyo para que el Negus los expulsara. Fijaron una reunión con él y con la presencia de los musulmanes perseguidos.

Este en su trono, fue  escoltado por los obispos y su corte, los musulmanes se ubicaron frente a él, en una sala amplia. Se les notaba tranquilos pues los cobijaba la clemencia divina. Los qureishíes plantearon al Negus las mismas acusaciones que le habían presentado en una reunión anterior que tuvieron a solas con él. "¡Oh rey!", le dijeron, "han llegado a tu país jóvenes insolentes; dejaron la religión de su gente, y no abrazaron la tuya. Han inventado una religión que ni tú ni nosotros conocemos. Por eso los notables de su pueblo, incluyendo sus familias, nos han enviado para que tú  los devuelvas."


El Negus volvió la cara hacia los musulmanes y les preguntó: "¿Qué religión os ha hecho abandonar las creencias de vuestra gente y os satisfizo en lugar de nuestra religión?"

Ya'far (Radialahu anhu), se adelantó para cumplir con la misión que los emigrantes acordaron encargarle antes de llegar a la reunión. Se puso de pie con respeto y calma y con  una mirada amable hacia el rey que los había protegido de buena manera, dijo:

 
 "¡Oh rey!  Eramos ignorantes, adorábamos ídolos, practicábamos obscenidades, cortábamos los lazos familiares, éramos malos vecinos, el poderoso de entre nosotros devoraba al débil... así estabamos  hasta que Dios nos mandó un Mensajero de entre nosotros mismos.

Conocíamos a su familia, su sinceridad, su fidelidad y su virtud.


Nos invitó a adorar al Dios Único, y a dejar lo que adoraban nuestros padres de piedras e imágenes, nos ordenó ser sinceros al hablar, nos ordenó la lealtad, no cortar los lazos sanguíneos, la bondad  con los vecinos, abstenernos de lo ilícito y de la venganza, nos prohibió la obscenidad, el perjurio, la malversación del patrimonio de los huérfanos, confiamos en él, le creímos y le seguimos para que nos enseñe lo que Dios le reveló.

 Entonces hemos adorado al Dios Único, y no hemos asociado con Él otra divinidad; obedeciendo Sus órdenes, hemos declarado prohibido lo que el Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) nos ha comunicado que es ilícito y viceversa. Nuestro pueblo, por su parte, nos ha atacado, nos ha torturado queriendo alejarnos de nuestra religión y hacernos regresar a la idolatría... cuando nos hicieron sufrir injustamente, cuando nos hicieron la vida imposible, deseando separarnos de nuestro nuevo credo, emigramos hacia vuestro país, esperando vuestra protección, deseando que la injusticia no nos alcance a vuestro lado..."

 
Las claras palabras de Ya'far llegaron al corazón del Negus, dejándole maravillado y llenándole de emoción. Se dirigió a Ya'far (Radialahu anhu) diciéndole: "¿Tienes algo de lo que ha sido revelado a tu Mensajero?"
"Sí" dijo Ya'far(Radialahu anhu).

 
"Recítamelo" dijo el Negus.

 
Ya'far comenzó a recitar aleyas de la sura de María, de un modo dulce y con mucho respeto. Conmovieron al Negus y a sus obispos, lo escuchado. Al mirar a los enviados de Qureish les dijo: "Por cierto que esto y lo revelado a Jesús (Alayhi Salaam) procede del mismo origen. ¡Retírense! ¡Por Dios que no se los entregaré!"

 
Ese fue un día victorioso para los musulmanes, pero Amru Ibn Al 'As era un hombre astuto, no aceptaba la derrota ni se resignaba ante la misma. Apenas llegó a su residencia, meditó un tiempo y luego dijo a sus amigos: "Por Dios, mañana regresaré junto al Negus y le contaré de ellos, algo que le hará expulsarlos inmediatamente. Le diré que ellos creen que Jesús (Alayhi Salaam) es uno de los siervos de Dios como cualquier otro..."

De este modo, Amru pondría a los musulmanes entre la espada y la pared, ya que si ellos decían que Jesús (Alayhi Salaam) es uno de los siervos de Dios, el rey y sus obispos se enfadarían con ellos, y si negaban el carácter humano de Jesús (Alayhi Salaam), iría en contra de sus creencias.

Amru fue a entrevistarse con el rey al día siguiente, le dijo: "¡Oh rey! Ellos dicen cosas terrible sobre Jesús (Alayhi Salaam)". Los obispos se agitaron y se conmovieron bastante por lo dicho. Nuevamente llamaron a los musulmanes para que respondan. Los musulmanes, al saber de la nueva trampa, acordaron decir la verdad oída de su Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), y se encomendaron a Dios.


El Negus empezó preguntando a Ya'far (Radialahu anhu): "¿Qué dicen de Jesús?"

 
Ya'far (Radialahu anhu) se incorporó confiado y dijo:

 
 " Decimos lo que nuestro Profeta nos ha enseñado:

 
 
...es Siervo y Mensajero de Dios, y su verbo, con el cual agració a María, y un espíritu que emana de Él..."

El Negus, con agrado, creyó y declaró ciertas las palabras de Ya'far (Radialahu anhu), expresándo que esto era lo que el Mesías decía de sí mismo. Sin embargo, los obispos no aprobaron lo que oían. El Negus, un creyente iluminado, se dirigió a los musulmanes diciendo: "Podéis iros. Estáis protegidos en esta tierra. Quienquiera que os insulte u os haga daño, deberá pagar por ello...". Luego dijo a sus guardias, indicando a los qureishíes: "Devolvedles sus regalos, pues no los necesito... ¡Por Dios que me ha agraciado bastante! No soy de los que aceptan sobornos..." Los embajadores qureishíes salieron derrotados y retornaron a  Makka.

Los musulmanes, liderados por Ya'far (Radialahu anhu), aseguraron su  vida en Abisinia, hasta que Dios les permitió volver con su Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam), sus familias y sus hogares.

El Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) estaba celebrando la victoria de Jaibar  cuando vio a Ya'far Ibn Abi Tálib (Radialahu anhu) llegar de Abisinia junto con los demás emigrantes. El corazón del Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) se llenó de júbilo, le abrazó y le dijo: "No sé porque causa alegrarme más: Por la llegada de Ya'far o  por la victoria de Jaibar...(*)"

El Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) fue luego a  Makka, a realizar la Umra (Visita ritual), para retornar todos a Medina.  Ya'far (Radialahu anhu) quedó maravillado al escuchar las noticias de sus hermanos Creyentes quienes, junto al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), lucharon en las batallas de Badr, Uhud y muchas más. Sus ojos lloraron por aquellos que fueron sinceros en su promesa a Dios y perdieron la vida como mártires  honorables. Su corazón se llenó de una dulce nostalgia por entrar al Paraíso y esperó el momento y la oportunidad para dar su vida por la causa de Dios.

La batalla de Mu-ta, estaba a punto de empezar. Las banderas ondeaban en el horizonte, los ánimos estaban tensos por empezar la batalla. Ya'far (Radialahu anhu) vio en esta batalla la oportunidad de su vida; ya sea por lograr una gran victoria para la religión de Dios o por ganar una gloriosa muerte en la causa de Dios. Se había presentado al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) pidiéndole fervientemente un lugar en la batalla. Ya'far (Radialahu anhu) sabía que no sería un paseo ni una pequeña escaramuza, sino que era un combate en gran escala de los que el Islam no había enfrentado jamás.
Se encontrarían con el ejército de un imperio próspero y grande que poseía armas, soldados, experiencia  y el dinero que ni los musulmanes ni los árabes podían tener. Pese a la gravedad de la situación, Ya'far (Radialahu anhu) tenía todas las ganas de participar, por ello fue nombrado uno de los Emires del ejército. Las desiguales fuerzas se encontraron en un día terrible, Ya'far (Radialahu anhu) al ver al ejército bizantino, se sorprendío y no sin razón.

Era la primera vez que los musulmanes estaban frente a un ejército tan numeroso ( algunas fuentes expresaban que llegaban a doscientos mil guerreros), tan bien equipados,  profesionales  y ordenados.

 
Ya'far (Radialahu anhu) estaba feliz de todos modos; sintió placer; porque percibió que, con la dignidad del creyente sincero y la confianza en Allah, los combatiría de igual a igual.

Antes de caer la bandera de la mano inerte del primer Emir, Zaid Ibn Hariza (Radialahu anhu), Ya'far (Radialahu anhu) la tomó en su diestra y comenzó a luchar con increíble valentía. Tenía la audacia de los que  no sólo buscan la victoria sino que también desean la muerte como mártires. Pronto se vio rodeado por los guerreros bizantinos. Al sentir que los movimientos de  su caballo se obstruían, bajó de él y empezó a golpear a los enemigos con una furia sinigual.

Después de matar a su propio caballo, pues un bizantino lo estaba montando, se lanzó en medio de las compactas filas bizantinas, para combatir contra ellas. Sabía que era la victoria o la muerte. Los enemigos lo rodearon nuevamente, en la ferrea lucha, cortaron su brazo derecho, donde llevaba la bandera. Antes que el estandarte cayese, lo sujetó con el izquierdo, el cual no tardó en ser cortado. Entonces abrazó la bandera con sus muñones. En ese instante, su preocupación se centró en no dejar caer este precioso estandarte del Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) mientras tuviese vida. Cuando cayó inerte, sus brazos aún sujetaban fuertemente la bandera. Abdullah Ibn Rauuaha (Radialahu anhu) la vió ondear y, con rapidez, se dirigió hasta ella para elevarla y llevarla con firmeza hacia su glorioso destino.

 
De esta manera, Ya'far (Radialahu anhu) escogió para sí una de las más gloriosas muertes que un hombre pudiera elegir, al encontrarse con su Señor, por su propia audacia y valentía. Allah el Sapientísimo comunicó el destino de la batalla y de Ya'far (Radialahu anhu) a Su Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam), quien, a su vez, se resignó a la voluntad de Allah y lloró la partida de su primo y Compañero.
 Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam) se dirigió a la casa de Ya'far (Radialahu anhu), llamó a sus hijos, los miró tiernamente y los besó mientras lloraba.

Los humildes lloraron la muerte de  Ya’far (Radialahu anhu), ya que era conocido como el "Padre de los pobres". Abu Huraira (Radialahu anhu) dijo: "Ya'far Ibn Abi Tálib era lo mejor para los pobres" Sí, fue el más generoso con sus posesiones en vida, y cuando le llegó la hora, fue el más generoso con su sacrificio.
Abdullah Ibn Omar (Radialahu anhu) dijo penosamente: "Estaba junto a Ya'far en la batalla de Mu-ta, encontramos en su cuerpo más de noventa heridas de estocadas y flechas."
¡Más de noventa golpes de espada y lanza! Pero ¿Acaso los que le mataron pudieron saciar su sed? ¿Pudieron, acaso, ganar algo de su espíritu y su glorioso destino? No. Sus espadas y lanzas fueron un puente por el cual el gran mártir cruzó para estar junto a Dios, El Clemente, El Supremo, en un lugar elevado.

 
Allí estaba... en los eternos jardines del Paraíso, llevando orgulloso las marcas y heridas de batalla.
 El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) dijo:

 
 "Yo le he visto en el Paraíso... tenía dos alas, impregnadas de sangre y la parte delantera de su cuerpo, teñida también”. 

¡  Dios bendiga a Ya'far Ibn Abi Talib!

 

(*)  Mu-ta, fue la batalla contra los bizantinos donde Ya'far cayó como mártir.
(*)  Jaibar, victoria contra los judíos que habitaban en la ciudad del mismo nombre. Fue después del año seis de la Hégira.

 

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Abdullah Ibn Mas'ud

"El primer recitador del Corán en público"

 

Dijo el Profeta Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam):

 
Quien desee recitar el Corán tal como fue revelado, que lo haga como Ibn Umm Abd (*) ( Abdullah Ibn Mas’ud)

            Abdullah Ibn Mas'ud (Radialahu anhu),es considerado la sexta personalidad en seguir al Profeta Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam) hacia el Islam. Es así que este grandioso hombre fue uno de los primeros musulmanes.


 En su primer encuentro con el Mensajero de Allah ( PyB), dijo:

 
"Siendo niño, era pastor de las ovejas de Uqba Ibn Abi Mu'it cuando se presentó el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) con Abu Bakr (Radialahu anhu) y me dijeron: Oye, niño, ¿Tienes leche para darnos de beber? Les dije: El dueño ha confiado en mí, por eso no les daré de beber... El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) dijo:
 ¿Tienes alguna oveja que no se haya apareado nunca con un cordero?
 Sí, les contesté  y se las traje. El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) la sostuvo, pasó sus manos por sus ubres implorando a  Dios... y las ubres se llenaron de leche. Abu Bakr  trajo una piedra de forma cavada y el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) ordeñó la oveja allí. Abu Bakr y yo bebimos... el Profeta, mirando hacia las ubres, dijo:

 
 “Basta”
y las ubres se secaron... Luego fui hacia él y le dije: 'Enséñame eso'. Me dijo:
 “Tú eres un niño sabio."

 
 Ibn Mas'ud (Radialahu anhu) se asombró de aquello; no sabía que estaba presenciando el más común y sencillo de los milagros y que, pronto, vería del Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) milagros que sacudirían al mundo y lo llenarían de luz.

 
Tampoco sabía que ese niño pobre, débil y pastor de los rebaños de Uqba Ibn Abi Mu'it sería uno de esos milagros. El día en que el Islam hiciera de él un hombre creyente, con su fe, vencería la vanidad de Qureish y la tiranía de sus señores.

 
Él, que no se atrevía a pasar cerca de los señores de Makka sin bajar su cabeza, no sabía que, después de su conversión al Islam,  iría a la junta de los nobles de Qureish en la Ka’aba y recitaría ante ellos, el Sagrado Corán:

En el nombre de Allah,  Clemente, Misericordioso.

 
“El Graciabilísimo. Enseñó el Corán. Creó al hombre. Le enseñó la elocuencia. El sol y la luna recorren su órbita sistemáticamente. Y las hierbas y los árboles se inclinan ante Él”.

 La recitación continuó y los líderes de Qureish quedaron atónitos, no creían en lo que sus ojos veían y sus oídos oían. No podían imaginarse que este hombre, que desafiaba su poder y posición, fuese el pastor de ovejas de uno de ellos.

Az Zubeir(Radialahu anhu) nos describe la escena de la siguiente forma:

 
"El primero en recitar el Sagrado Corán en público después del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) fue Abdullah Ibn Mas'ud (Radialahu anhu). Un día se juntaron los Sahabas del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) y dijeron: 'Por Allah que Qureish nunca ha escuchado el Corán en voz alta... ¿Quién puede hacerles oir?'  'Yo' Dijo Abdullah Ibn Mas'ud. “Tememos por ti, queremos un hombre cuya familia pueda defenderle si le quieren hacer daño”, dijeron. “Déjenme. Allah será mi defensor', dijo"


 "Ibn Mas'ud se presentó a media mañana en el foro de los nobles de Qureish. Allí recitó en voz alta:

“En el nombre de Allah,  Clemente,  Misericordioso. El Graciabilísimo .Enseñó el Corán...”

 y les enfrentó recitando estos versículos
 "Le miraron diciendo: ¿Qué dice Ibn Ummi Abd? ¡Está recitando algo de lo que Muhammad trajo! Y se levantaron contra él, lo golpearon mientras él seguía recitando, haciendole mucho daño."
 "Cuando Ibn Mas'ud volvió hacia sus compañeros, traía muy maltrecho el rostro y el resto de su cuerpo; le dijeron: '¡Esto es lo que temíamos por ti!'"
 " ¡Los enemigos de Allah nunca fueron tan suaves como hoy! Y les dijo: si ustedes quieren mañana iré nuevamente', dijeron: 'Basta, tu les hiciste escuchar lo que odiaban"
 Así era Ibn Mas'ud (Radialahu anhu), desde el día en que vió las ubres secas llenarse de leche; Ibn Mas'ud no se percató que, desde ese día, él y  la gente sencilla y pobre, serían uno de los grandes milagros del Mensajero. El día había llegado. Ya había llegado la hora en que este joven sirviente pobre, sea uno de esos milagros.


Ibn Mas'ud no llamaba la atención de nadie, ya que no tenía lugar entre aquellos de riqueza, ni entre los de superioridad física, ni entre los de prestigio. No tenía  dinero, su cuerpo era débil y delgado.

Pero el Islam le dio una voluntad férrea, le hizo partícipe del cambio histórico que el Islam aportó. Y, sobre todo le dio sabiduría, honor y perpetuidad, pues Abdullah Ibn Mas'ud precedió a la brillante cadena de sabios y doctos que adorna a la civilización islámica.

 
 Ibn Mas'ud solía decir de sí mismo:

 
"Recibí de boca del Profeta de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) setenta suras (Capítulos) del Corán..."

Esto fue como una recompensa de Allah, cuando puso su vida en peligro al recitar el Corán en público y divulgarlo en toda Makka durante los años de tortura y persecución. Le concedió, Glorificado sea, una recitación excelente, y un entendimiento correcto de sus significados.

El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) aconsejaba a sus Compañeros tomar el ejemplo de Ibn Mas'ud. Les decía:
"Aferraos a los días de Ibn Mas'ud".

 
También les recomendaba imitar su recitación del Sagrado Corán y que la aprendieran.
 El Profeta ( PyB) decía:

 
"Quien quiera escuchar el Corán, en su esencia, como ha sido revelado, que lo escuche de Ibn Ummi Abd "

 
"Quien quiera recitar el Corán, en su esencia, como ha sido revelado, que lo escuche de Ibn Ummi Abd."

 Al Mensajero de Allah ( PyB) le gustaba escuchar el Corán recitado por  Ibn Mas'ud (Radialahu anhu). Un día, el Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) lo llamó y le dijo:


"Recita para mí, Abdullah"

 
"¿Quieres que te lo recite siendo que a ti ha sido revelado, Oh Mensajero de Allah?", dijo Abdullah.


Me gustaría escucharlo de otros", dijo el Mensajero.


Ibn Mas'ud recitó, hasta llegar a los siguientes versículos:

“¿Qué será de ellos cuando presentemos un testigo de cada nación y te designemos ¡Oh Profeta! testigo contra ellos?
En ese día los incrédulos, que desobedecieron al Profeta, desearán que se los trague la tierra; cuando no puedan ocultar nada a Allah”

Se llenaron los ojos de lágrimas del Mensajero de Allah, e indicó a Ibn Mas'ud detenerse. Ibn Mas'ud reconocía el favor que Allah le había concedido; Y decía:

 
"¡Por Allah! De todo lo que ha sido revelado, yo sé el motivo de su revelación, nadie sabe mejor que yo sobre el Libro de Allah. Si supiera de alguien que conozca el Libro de Allah mejor que yo y tuviese que montar para llegar a él, tengan por seguro que lo haría. Y aún así no soy el mejor entre vosotros."


Los Sahabas también reconocían este favor de Allah con Ibn Mas'ud. El Emir de los Creyentes, Omar (Radialahu anhu) dijo: "Está lleno del conocimiento sobre la religión".

Abu Musa Al Ash'arí dijo de Ibn Mas'ud (Radialahu anhu): "no me preguntéis nada mientras viva entre vosotros este sabio"

Un día, un grupo de Sahabas se reunió con Alí Ibn Abi Tálib (Radialahu anhu) y le dijeron: "¡Oh Emir de los Creyentes! No hemos conocido un hombre igual a Ibn Mas'ud. Tenía la mejor conducta, el más sutil modo de educar, era el mejor compañero y tenía una profunda fe..."

 Alí (Radialahu anhu) dijo: "¿Me juraríais por Allah que esto surgió de vuestros corazones?"


 "Sí", le contestaron.


Dijo: "¡Dios mío! Que seas mi testigo... Por Allah que yo opino lo mismo, o mejor sobre él...,recitaba el Corán, aclaraba lo que era lícito y  lo que era ilícito. Era un conocedor de la religión (Alfaquí) y un sabio en la Sunna."

 
 
Ibn Mas'ud era muy querido por el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) y frecuentaba bastante su casa. El Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) lo apreciaba y se quedaba mucho tiempo conversando a solas con él, le confiaba muchos secretos; por eso le apodaban "El guardián del secreto".

 
Ibn Mas'ud, a su vez, quería mucho al Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam). Le respetaba tanto que temía cometer el más mínimo error al transmitir su mensaje. Después de su fallecimiento, raramente solía mencionarlo; pocas veces  se lo oía decir: "Escuché al Mensajero de Allah decir...", se estremecía severamente, se veía asustado, perplejo, temiendo olvidar o cambiar una letra por otra.

 Este hombre fue, Compañero del Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam); percibió su sabiduría y su grandeza. Esto lo vemos en su tremendo respeto hacia él, en vida y después de muerto.
 No se separaba del Mensajero de Allah, ni en Medina ni durante sus viajes; asistió a todas las campañas y a todas las batallas .

Y era tanto su mérito entre los Sahabas, que el Emir de los Creyentes, Omar (Radialahu anhu), le confirió el mando del Departamento del Tesoro (Baitul mal) en Al Kufa,  al enviarlo, les mandó un mensaje que decía: "Juro por Allah, no hay más dios que Él, que con este nombramiento os he preferido a ustedes sobre mí mismo,(queria Omar retenerlo consigo).  ¡Beneficiaros de él!"

 Los habitantes de Al Kufa llegaron a quererlo como nunca quisieron a autoridad alguna. Y esto era casi milagroso, ya que era gente de rebelión y conspiración, no se conformaban con nada ni soportaban la paz y la tranquilidad.

 
Lo querían tanto, que lo rodearon cuando el Califa Uthman (Radialahu anhu) quiso reemplazarlo, y le dijeron: "Vive entre nosotros.”

 
 Ibn Mas'ud (Radialahu anhu) les respondió con palabras que expresaban cabalmente su grandeza y lo profundo de su fe: "Tengo que obedecerle, sucederán problemas y sublevaciones. Yo no quiero ser el primero en abrir sus puertas."

Esto trajo, una posterior hostilidad que desencadenó en la prohibición de que se le pagase a Ibn Mas’ud su sustento y su sueldo de la tesorería... Pese a todo esto, Ibn Mas'ud no pronunció ninguna palabra en contra de Uthman; al contrario, se convirtió en su defensor al ver el murmullo que se convertía en revolución. Al llegar a sus oídos la noticia del intento de asesinato de Uthman dijo: "Si lo matan, jamás encontrarán a una persona igual."

Allah le dio prudencia y una fe sincera. Tenía la capacidad de ver más allá que los demás, y solía expresarlo con elegancia. Resumió la vida de Omar, por ejemplo, con una precisión extraordinaria. Decía: "Su conversión al Islam fue un comienzo... su emigración fue una victoria... y su mandato fue una clemencia"

 
Hablaba de lo que hoy llamamos "Relatividad del tiempo". Dijo: "Vuestro Dios no tiene noche ni día... la luz de los cielos y de la tierra surge de la luz de su faz..."

 
Hablando del trabajo y su importancia para elevar el nivel de quien lo realiza, decía: "A mi no me gusta la persona ociosa... no hace nada, ni para esta vida ni para la otra."

Entre sus enseñanzas morales tenemos: "La mejor riqueza es la del alma, el mejor alimento es la fe, la peor ceguera es la del corazón, el pecado máximo es la mentira, la peor ganancia es la usura, la peor malversación es con el patrimonio del huérfano. A quien indulta, Dios lo indulta; y a quien perdona ,Dios lo  perdona."

 
La grandeza de Ibn Mas'ud era totalmente contraria a su  pobre apariencia física. Un día subió a un árbol para obtener Arak (**)  para el Mensajero de Allah  (Assalalahu alayhi wa Salaam). Los Sahabas vieron sus piernas tan cortas y flacas que se rieron. Entonces el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) dijo: "Os reís de las piernas de Ibn Mas'ud,el día de la Resurrección pesarán más que el monte Uhud".

Al tomar la guía y la misericordia de Allah, Ibn Mas'ud (Radialahu anhu) alcanzó el grado de ser uno de los primeros diez Sahabas del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), aquellos que fueron albriciados con el Paraíso y la misericordia divina, mientras aún vivían en la tierra. Ibn Mas'ud acompañó al Profeta de Dios (Assalalahu alayhi wa Salaam) en todas sus batallas y acompañó a sus dos sucesores después de su muerte. Vio como los dos imperios más fuertes de la época abrían sus puertas sumisos ante las victoriosas banderas del Islam. Vio las ciudades conquistadas por los musulmanes y la abundante fortuna que corrió por sus manos. Sin embargo, nada lo cautivó, nada lo sedujo, ni lo  alejó del compromiso hecho ante Dios y Su Profeta. Nada pudo sacarlo de su modestia, sumisión y simple modo de vivir.

Este gran hombre murió en Medina en el trigésimo segundo año después de la Hégira. Dirigió las plegarias por su alma Az Zubair Ibn Al 'Auuam (Radialahu anhu), y fue enterrado en el cementerio Al Baqui'. Contaba con más de sesenta años al  fallecer.

 
Tuvo un solo deseo en este mundo y, con nostalgia, lo repetía constantemente pues anhelaba mucho alcanzarlo. Solía decir:

 
"Me desperté en plena noche, mientras acompañaba al Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) en la batalla de Tabuk. Vi una antorcha en un extremo del campamento. Miré con atención y vi al Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) a Abu Bakr(Radialahu anhu) y a Omar(Radialahu anhu) que cargaban el cadáver de Abdullah Al Muzani. Le habían cavado una fosa y el Profeta dentro de  ella decía: " Alcanzadme a vuestro hermano", mientras Abu Bakr y Omar (Radialahu anhu) lo sostenían bajándolo.

 
Cuando ya estaba el cadáver preparado para ponerlo en su nicho, el Profeta de Allah dijo: "¡Dios mío! Yo estoy complacido con él, que Tú también estés complacido de él”.  '¡Ojalá - decía Ibn Mas'ud - hubiera sido yo a quien introducian en esa fosa!.

Y ese fue el único anhelo de su vida. Nada relacionado con lo que la gente acostumbra desear en este mundo: gloria, riqueza, cargos altos o prestigio. Era, pues, el deseo de un hombre de gran corazón, alma magnífica y fe certera. Un hombre para quien Dios era su guía, el Mensajero su educador y el Corán su conductor.

 

¡ Que Allah, esté complacido de Abdullah Ibn Mas’ud !

 

(*) Ibn Ummi Abd: este era un sobrenombre de Ibn Mas’ud,significa:”hijo de la madre de Abd”
(**)Arak: Son las ramas de cierto árbol con las que se hacen cepillos para asear los dientes.

 

INDICE


Bilal Ibn Rabah

 El Califa Omar (Radialahu anhu) solía decir: "Abu Bakr (Radialahu anhu) es un señor; y liberó a otro señor"

El Califa (Radialahu anhu),se refería a Bilal Ibn Rabah; el esclavo etíope; alto, delgado y moreno.
Cuando oía a la gente dedicarle los más elevados elogios decía: "Soy un negro etíope... Ayer era un esclavo"


¿Quién es este Bilal Ibn Rabah? ¿Ayer un esclavo y hoy un señor?

 
 Era esclavo de la tribu de Bani Yumah en Makka. Su madre fue una  esclava también. La vida del esclavo era terrible; todos los días parecían iguales; no podía controlar su presente ni tenía esperanzas para su futuro.


En esos días ya se empezaba a oír de Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam) y de la religión que predicaba. Bilal (Radialahu anhu) oía mucho a sus amos hablar de él,  lo mencionaban con odio y furia; en especial Umaia Ibn Jalaf. Solían decir: "Muhammad nunca fue  mentiroso, ni hechicero, ni  loco... sin embargo, tenemos que acusarlo de algo,  para que la gente no siga su religión..."

 
Oía mencionar acerca de la fidelidad de Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam), su hombría y buenas costumbres, su pureza y su buen juicio. También los oía comentar las causas de la oposición que le hacían; primeramente estaba la ciega confianza en la religión de los ancestros; luego estaba el temor de que, con la nueva religión universal e  igualitaria, Qureish y Makka perdieran su prestigio como centro religioso y comercial de Arabia. También había quien lo rechazara, al no agradarle que un profeta surgiese del clan de Bani Hashim (*) y no de su clan.

 
Pasaron los días y Bilal (Radialahu anhu) vio finalmente la luz de Allah. Sintió un llamado en lo profundo de su ser y se dirigió hacia el Profeta ( PyB ) para islamizarse. La noticia se propagó entre los Bani Yumuh rápidamente. Los amos de Bilal se sentían avergonzados y furiosos porque uno de sus esclavos hubiese seguido a Muhammad. Umaia dijo: "No hay problema. El sol de hoy se ocultará llevándose el Islam de este esclavo rebelde". Decidieron torturarlo hasta que renegace de su fe islámica.

 
Pero contrariamente a lo dicho por  Umaia, los que se ocultaron fueron los ídolos de Qureish.
La firmeza de Bilal ante las crueles torturas recibidas fue una muestra de orgullo, no sólo para el Islam, su religión, sino para toda la humanidad.

 
Bilal, un esclavo negro, dio a la humanidad, por gracia del Islam, una lección sobre la fuerza de la identidad y la fe ante las más terribles presiones. Demostró que la raza o la condición social no son ningún obstáculo ante una fe firme y la confianza en Allah. También demostró a las generaciones venideras que la libertad no se vende.

 

(*) Bani Háshim; el clan del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam). Uno de los clanes más nobles de la tribu de Qureish en Makka.

Los amos de Bilal solían exponerlo diariamente bajo el calor del mediodía en el desierto, el cual se convertía en un infierno mortal en ese momento. Sacaban sus ropas y  lo apoyaban sobre piedras calientes; luego, ponían sobre él una gran piedra ardiendo. La tortura era tan cruel que los propios verdugos cedieron en su posición.

 
Ofrecieron a Bilal que detendrían el castigo si el decía una sola palabra en favor de los ídolos.
Pero Bilal (Radialahu anhu) se mantuvo firme, le bastaba decir una palabra para que la tortura cesara. Le pedían que alabe a Al-lat y Al'uzza;  él en cambio, repetía: "Dios es Único... Es Único..." sin cesar.


Le decían: "Solo repite lo que decimos" Y el decía burlonamente: "Mi lengua no puede hacerlo". Al atardecer lo llevaban atado por las calles de Makka y lo acosaban para que vuelva a la adoración de los ídolos. Así pasaron los días... Bilal solo repetía decididamente: "Dios es Único... Es Único..." ante sus torturadores.

 
Era tanta su perseverancia y su firmeza que sus amos perdieron la esperanza de cualquier éxito contra su elección. En una ocasión se presentó Abu Bakr (Radialahu anhu) en el lugar donde lo torturaban y dirigiéndose a sus torturadores, les dijo: "¿Castigáis acaso a un hombre sólo porque dice que su Señor es Allah?"

 
Luego gritó a Umaia: "Toma más de lo que vale y déjalo libre"


Umaia sintió el alivio de alguien que está ahogándose y es salvado. Se alegró mucho, tomó el dinero, entregó el esclavo a Abu Bakr (Radialahu anhu) y le dijo: "Aunque hubieses ofrecido una sola pieza de plata, te lo venderíamos de todas maneras". Abu Bakr (Radialahu anhu) sintió en esas palabras la decepción y frustración que agobiaba a Umaia, pero no resistió la tentación de aclararle su generosidad con las siguientes palabras:

 
"¡Por Allah! ¡Aunque me pidieses cien piezas igualmente lo compraría!"

 
Abu Bakr (Radialahu anhu) liberó después a Bilal (Radialahu anhu). Una vez libre emigró a Medina por Allah y Su Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam).
Fue allí, donde el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) eligió a Bilal para que llame a los musulmanes a la oración cinco veces al día en la mezquita. Esa misma voz que, trece años atrás, exclamaba "Allah es Único..." ahora entonaría el Adhán (**) y llenaría de fe los corazones de los Creyentes.

Pasaron los meses, hasta llegar el momento decisivo para el Islam; por primera vez se enfrentarían en combate cerca de Medina, los musulmanes y los incrédulos de Makka. El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) eligió las palabras de Bilal, "Allah es Único", como grito de guerra. Ambos ejércitos se encontraban frente a frente y el destino tenía preparado algo especial para Bilal.
Umaia Ibn Jalaf acostumbraba quedarse detrás cuando los makkíes salían a combatir; y esta vez planeaba hacer lo mismo. Pero 'Uqbah Ibn Abi Mu'it,  su amigo, quien siempre lo apoyó en el momento de torturar a los creyentes, fue a su casa y lo acusó de cobarde y por  esconderse como las mujeres. Umaia no tuvo más remedio que prepararse para marchar con el ejército de Makka. No sabían, lo que el destino les tenía preparado.

(**) Adhán; palabras que se emplea mediante una entonación para llamar a la oración
 

Es sabido que el destino gusta burlarse de los que se ufanan y abusan de los débiles. 'Uqbah, el que animaba a Umaia para torturar a los Creyentes sería el mismo que llevaría a Umaia hacia su muerte ¡Y a la de él mismo!


¿Y, a manos de quién?

 
¡A manos de Bilal!


Cuando se enfrentaron los ejércitos, Umaia al oír de los musulmanes: "¡Allah es Único!", sintió una extraña sensación en el pecho ¿Cómo podían las palabras de un esclavo negro convertirse tan rapidamente en lema de una religión y de una nueva nación? En ese momento, presintió que se enfrentaban a algo fuera de este mundo.

 
En lo más encarnizado de la batalla, Bilal (Radialahu anhu) vio a Umaia Ibn Jalaf y exclamó "¡Es uno de los  cabecillas de la incredulidad! ¡Si él se salva de esta yo no me salvaré!" y se lanzó sobre él, con sus recuerdos y cicatrices que las torturas de Umaia habían causado sobre él y otros creyentes. Clamó en voz alta las mismas palabras de siempre: ¡Allah es Único!, y un grupo de musulmanes se abalanzó sobre Umaia y su hijo antes que estos, salieran del campo de batalla. ¡Él, que había causado tanto dolor y sufrimiento a los Creyentes con su odio y vanidad, no podía  escapar sin  saldar sus cuentas!

 
Cuando acabaron con ellos, Bilal (Radialahu anhu) comenzó a gritar "¡Allah es Único!"

Pasaron los años, los musulmanes fueron fortaleciéndose más y más; hasta  preparar un ejército de diez mil hombres para entrar en Makka y tomar posesión de esta ciudad Sagrada para el Islam. Entraron a  ella, vencida sin tomar represalias contra su gente, la misma que años antes los había acosado, torturado y expulsado de sus hogares, separándolos de sus familias.
El momento más emotivo fue cuando el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) ingresó con Bilal (Radialahu anhu) en la Ka’aba, el edificio sagrado que los idólatras habían llenado con sus deidades de piedra, barro y otros materiales. Comenzó el Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam), a destruir estos ídolos uno por uno, luego ordenó a Bilal que  subiese a lo alto y entonase el Adhán. Fue un momento de gloria para los silenciosos guerreros musulmanes ¡Por fin se escuchaba el llamado a la adoración exclusiva de Allah desde su casa sagrada! ¡Tantos años de lucha para estar aquí en la casa de Dios, oyendo el llamado de Bilal a la oración!.

 
Los incrédulos, ocultos en sus casas, oían el Adhán y se preguntaban temerosos:
¿Es este Muhammad y sus miserables que antes habíamos expulsado de  Makka?
¿Será realmente él, con su ejército de diez mil creyentes?

¿Es realmente él a quien perseguimos, combatimos y a quien le asesinamos sus seres queridos?
 ¿Será el mismo que ahora, con nuestras vidas en sus manos, nos dice: "Podéis iros, sois libres"?
Nunca olvidarían las elocuentes palabras del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) :

 "¡Oh Qureishíes! Ciertamente que Allah os quitó la soberbia  y la veneración ciega de los antepasados ¡La humanidad viene de Adán. Y Adán fue creado de tierra!"

Bilal (Radialahu anhu) vivió cerca del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), participaba en todas las batallas, llamaba a los creyentes a la oración en la mezquita, constantemente practicaba y defendía los ritos del Islam, la religión que lo llevó de la oscuridad a la luz, de la esclavitud a la libertad.
El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) lo apreciaba inmensamente. Constantemente lo describía como: "Un hombre de la gente del Paraíso". Y  sin embargo Bilal (Radialahu anhu) siempre conservó la simpleza y la humildad que lo caracterizaban. Cierto día concurrió junto a su hermano a pedir la mano de dos musulmanas para casarse. Dijo a los padres :


"Yo soy Bilal y este es mi hermano, dos esclavos de Etiopía... estabamos perdidos y Allah nos guió... éramos esclavos y Allah nos liberó... Si permitís casarnos, alabado sea Allah... si lo prohibís, ¡Allah es el más grande!"

Cuando el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) murió, su sucesor, el Califa Abu Bakr (Radialahu anhu), recibió a Bilal (Radialahu anhu), quién  le dijo:

 
"¡Oh Califa del Mensajero de Allah!"

 
" Oí al Profeta decir”:

   "La mejor obra de un creyente es combatir por la causa de Allah."

Abu Bakr (Radialahu anhu) dijo:  "¿Y qué deseas entonces, Bilal ?".


Bilal dijo:  "Deseo partir hacia la frontera y luchar por la causa de Allah hasta morir".
Abu Bakr (Radialahu anhu) respondió:  "¿Y quién llamará a la oración entonces?".
Contestó Bilal (Radialahu anhu) con los ojos llenos de lágrimas:  "No seré el muaddhen (***) de nadie, después de haberlo sido en vida del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam)".
Abu Bakr (Radialahu anhu) dijo:  "Al contrario, tu serás nuestro muaddhen".
Bilal expresó:  "Si es que me liberaste para que te sirva, pues que así sea,  si es tu deseo.   Y si es que me liberaste por Allah, pues déjame partir hacia aquello para lo cual me liberaste".
Abu Bakr (Radialahu anhu) respondió:  "Te liberé por Allah, Oh Bilal"
No se sabe con exactitud quien cedió a los ruegos de quien.
Bilal (Radialahu anhu) se presentó nuevamente  ante Omar (Radialahu anhu), sucesor de Abu Bakr y pidió nuevamente ser enviado al frente de guerra en Sham.(****)
Bilal (Radialahu anhu) dedicó el resto de su  vida a defender la causa de Allah en las fronteras del Califato Islámico.


Y nunca más se oyó su voz pronunciando el llamado a la oración; pues al decir:  "Doy testimonio que Muhammad es el mensajero de Allah"  se  agolpaban  los recuerdos en su mente, perdía la voz e irrumpía en sollozos a causa de los recuerdos.

(***) Muaddhen: Es la palabra árabe que designa a quien se encarga de llamar a los Creyentes para la oración en la mezquita.

El último llamado que se le escuchó fue durante la visita del Califa Omar (Radialahu anhu) a Sham. En esa ocasión, el Califa pidió fervorosamente a Bilal (Radialahu anhu) que realizara el llamado a la oración.  Así lo hizo, todos los Sahabas lloraron...  al recordar los tiempos del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam)  y de Bilal (Radialahu anhu) como muhadden.

Bilal murió en Sham, sirviendo en la causa de Allah, en el  año 20 después de la Hégira.
En Damasco yacen los restos de este hombre que fue un ejemplo de  firmeza en la defensa de la fe y los principios que siempre defendió.

 
 

¡ Que Allah, bendiga a Bilal!

 
 

(****): Sham: Región situada al norte de la península arábiga. Incluye a Siria, Líbano, Jordania y Palestina actualmente.- En ese entonces era teatro de la guerra entre los Musulmanes y los Bizantinos.

 

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Hamza Ibn Abdul Muttalib

 "EL León de Dios" y  "Señor de los Mártires"

 

 

Después de un día lleno de actividad, duro trabajo, oración y diversión, la ciudad de Makka reposaba en un profundo sueño.


Los qureishíes dormían profundamente en sus lechos salvo una persona, que en ese momento abandonaba el suyo, pues se acostaba temprano para luego levantarse con entusiasmo y acudir a su cita con Dios. Dedicaba parte de su tiempo en invocar a Dios y suplicarle continuamente... su esposa despertaba y le rogaba tener piedad consigo mismo y tomarse un merecido descanso. Él respondía con lágrimas que anticipaban  sus palabras:

 ¡Se ha terminado el tiempo de descanso, Jadiya!

Aún no había atraído la atención de su tribu, pese a que algunos ya estaban al tanto de su secreta prédica.


Hasta entonces, eran muy pocos los que  habían aceptado su mensaje. Entre los que aún no habían creído en él, había quienes le tenían cariño y respeto. Deseaban de todo corazón poder creerle y unirse a su prédica. Solamente se los prohibían las circunstancias, lo heredado, las presiones de las tradiciones ancestrales y esa indecisión entre el llamado del ocaso y el de un nuevo amanecer.


Uno de esos indecisos era Hamza Ibn Abdel Muttalib (Radialahu anhu), tío del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) y su hermano de leche.
 
Hamza conocía la grandeza y magnitud de su sobrino, por ello, estaba consciente de  la veracidad de su mensaje y de todas sus características.


Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam) no era sólo su sobrino, era también un hermano y amigo... Ambos eran casi de la misma edad, jugaron, se criaron juntos y siguieron juntos paso a paso durante sus vidas.

Pero poco a poco tomaron rumbos distintos: Hamza empezó a competir con los jóvenes de su edad por gozar de la buena vida y por ganarse un puesto entre los nobles y señores de Makka. Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam), en cambio, se retrajo a la luz de su alma, la que lo iluminó hacia el camino de Dios; el llamado de su corazón lo llevó lejos del bullicio de la vida diaria, hacia una profunda contemplación y preparación para el encuentro con la verdad.

 
A pesar de tomar rumbos distintos, las virtudes de Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam) nunca escaparon a la atención de su tío y  merecieron todo su respeto y el de los demás qureishíes.
 Hamza salió aquella mañana y, como de costumbre, se encontró con los nobles de Qureish ante la Ka’aba...estos hablaban de Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam). Y por primera vez, Hamza (Radialahu anhu) notó preocupación en los nobles a causa del mensaje de su sobrino.

 
En sus rostros se notaba enojo, envidia y amargura cuando lo mencionaban. Antes no se preocupaban por él. ¿O sería que lo ocultaban?  Ahora se veía en sus caras intensa preocupación e impaciencia.

 
Hamza (Radialahu anhu)se burló de sus temores... les acusó de exagerar y de evaluar mal la situación... Abu Yahl aseguró que Hamza sabía la magnitud del peligro que significaba su sobrino y el mensaje que predicaba, pero que intentaba suavizar la situación y dar tiempo al  triunfo del Mensajero(Assalalahu alayhi wa Salaam). Prosiguieron así, con gran alboroto y amenazas. Hamza (Radialahu anhu) sonreía a veces pero lo hacía con cierta amargura. Y cuando se alejaron, quedó solo con las nuevas ideas y conceptos que había oído, y comenzó a meditar profundamente el asunto de su sobrino.

Con el pasar de los días, el murmullo de Qureish seguía en aumento, hasta pasar a ser una clara provocación. De lejos... Hamza vigilaba la situación.


La firmeza de su sobrino lo impresionaba... y su sacrificio por la fe y el Mensaje era algo novedoso para Qureish, a pesar de que la tribu sabía lo que era sacrificio y firmeza.
Pero la duda no podría engañar a Hamza (Radialahu anhu). Él era quien mejor conocía a Muhammad, desde niño,... hasta su honesta y sobria vida adulta. Llegaron casi juntos a este mundo, se habían criado juntos y juntos habían alcanzado la madurez. La vida del Mensajero(Assalalahu alayhi wa Salaam) era pura y transparente como los rayos del sol. Hamza no recordaba ningún episodio oscuro respecto a Muhammad; tampoco recordaba haberle visto furioso, desesperado, siendo injusto, o perdido sin rumbo.

 
Hamza (Radialahu anhu) no solo era fuerte físicamente, sino que gozaba de equilibrio mental y aguda razón. "Sería natural seguir a un hombre conocido por su honestidad y su sinceridad..." pensaba Hamza. Pronto se revelaría la verdad.

Y llegó el día ...


Hamza salió con su arco al desierto para practicar el deporte que tanto amaba y dominaba, la cacería.
Pasó el día cazando; al regresar fue, como de costumbre, hacia la Ka’aba para girar alrededor de ella y luego ir a su hogar.

 
Cerca de la Ka’aba, alguien le dijo: "¡Oh, padre de Umara!...Si supieras lo que tu sobrino ha recibido de Al Hakam Ibn Hisham...Lo encontró sentado y lo atacó, lo insultó y lo dañó en todas las formas imaginables...".

 
Hamza (Radialahu anhu) escuchó atentamente, luego aseguró su arco y se dirigió con pasos firmes a la Ka’aba para encontrar a Abu Yahl. Estaba decidido a darle su merecido. Lo encontró conversando con otros noble  qureishíes. Se acercó y fríamente le acertó un fuerte golpe con el arco en la cabeza, hasta hacerla sangrar profusamente. Y antes que nadie pudiese reaccionar gritó:


¿Insultas a Muhammad siendo que soy de su religión y digo lo que él dice? Si puedes, responde a lo que te acabo de hacer.

 
Todos olvidaron el golpe asestado a Abu Yahl, las palabras emitidas por Hamza (Radialahu anhu) fueron como un relámpago, les anunciaba que pertenecía a la religión de Muhammad (ByP).
¿Hamza se convirtió al Islam? ¿El más digno de los jóvenes de Qureish? ¿El indómito?

La islamización de Hamza era una desgracia insoportable para Qureish. Tentaría a muchos otros nobles, y Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam) encontraría quien le apoye y refuerce su posición. ¡Un día Qureish despertaría por los golpes de quienes  destruyen sus ídolos y dioses!
Era la verdad: Hamza (Radialahu anhu) había abrazado el Islam; declaró públicamente lo que escondía en su pecho, dejando a los presentes asombrados. Hamza aseguró su arco sobre su hombro y, tal como llegó, se marchó hacia su casa.

Este valeroso guerrero tenía un razonamiento agudo y una mente muy sagaz. Una vez en su hogar, pensó en lo sucedido: ¿Cómo y cuando había declarado su Islam?
Lo había declarado en un lapso de vehemencia, nerviosismo y furia. Había sentido pena por su sobrino, quien era oprimido por los qureishíes sin tener ningún apoyo. Hamza (Radialahu anhu) se enfureció y quiso defender el honor de Bani Hashim, su clan; por eso había herido a Abu Yahl en la cabeza y  había exclamado a todos su islamización. Pero...¿Acaso era este el mejor camino para abandonar la religión de sus padres y ancestros, la religión de siglos y siglos. Para adoptar un nuevo credo que aún no probaba sus mandatos, del cual conocía muy poco?

En verdad, Hamza (Radialahu anhu) no dudaba un instante de la sinceridad de su sobrino ni de la nobleza de sus intenciones. Pero...¿Podía recibir una religión con todas sus obligaciones y responsabilidades en un momento de ira como lo había hecho?

 
Respetaba de todo corazón la religión de su sobrino. Pero, si el destino le tenía preparado ser uno de los seguidores del Islam y su defensor, ¿Cuándo sería la ocasión adecuada para adoptarlo? ¿En un momento de ira y vehemencia o después de un lapso de meditación y estudio?
La rectitud y agudeza de su conciencia, obligaron a Hamza a someter todo el asunto a un nuevo estudio y una revisión detallada y minuciosa.

 
Meditaba el asunto... Pasaron los días y su mente no conocía el sosiego y pasaron noches enteras sin poder conciliar el sueño.

 
Cuando anhelamos conocer la verdad por medio del razonamiento, la duda se convierte en un medio para lograrlo. Hamza empezó a usar la razón y la mente para analizar al Islam y establecer una comparación entre la nueva religión y la antigua. En su mente afloraron dudas motivadas por la nostalgia y el apego a la religión de sus padres y ese miedo natural a todo lo nuevo.


Sus recuerdos se concentraban en la Ka’aba, sus dioses e ídolos y las glorias que esos dioses labrados habían traído a Qureish y a Makka.

 
Apartarse de esta tradición y esta religión de noble antigüedad parecía un abismo difícil de salvar.

 Hamza (Radialahu anhu) se asombró de la facilidad con la cual había abandonado la religión de sus ancestros... se lamentó de lo hecho... pero continuó su análisis. Llegó a la conclusión de que la mente no era suficiente... y se refugió en lo oculto con sinceridad y esperanza. Ante la Ka’aba, dirigió sus plegarias devotamente hacia el cielo; pidió ayuda a través de toda luz y fuerza existente en el universo. Tal vez así llegase la guía hacia el sendero recto...
 Hamza relataría esto, después, con sus propias palabras: "Fui a la Ka’aba y rogué a Dios que me guíe hacia la verdad y aleje toda duda de mí... Dios me escuchó y lleno mi corazón con certeza."

"Fui al Mensajero de Dios (Assalalahu alayhi wa Salaam) y le comenté el asunto. Él invocó a Dios para darle a mi  corazón  firmeza en el Islam...Y así acepto Hamza el Islam con total convicción”.
 Dios fortaleció al Islam a través de Hamza (Radialahu anhu). Este se erigió como un gigante en defensa del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam)  y los musulmanes oprimidos.

 Abu  Yahl, al ver a Hamza entre las filas de musulmanes, dedujo que se había declarado la guerra y comenzó a incitar a los qureishíes para atacar al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) y a sus seguidores. Al mismo tiempo inició la preparación de una guerra civil a fin de satisfacer su ira y envidia.
 Aunque Hamza no podía evitar todo daño contra los musulmanes, su conversión fue como una coraza para los creyentes; y fue, a la vez, aliento para mucha gente que entraba en el Islam. Él y Omar Ibn Al Jattab (Radialahu anhu) hicieron que muchas tribus entraran en el Islam con su conversión. Por la fuerza y dedicación sincera que Hamza puso en su fe, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) lo llamó: " El león de Dios y de Su Profeta".

 
Hamza fue el Emir de los musulmanes en la primera batalla que enfrentaron los creyentes contra los idólatras. Recibió el primer estandarte que el Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) entregó a sus generales. Y allí estuvo el León de Dios y de Su Profeta, en Badr, devastando las filas de los idólatras.

 Los restos del derrotado ejército qureishí retornaron de Badr a Makka en un estado lamentable. Abu Sufián retornó con el corazón derrotado. Habían dejado el campo de batalla plagado de cadáveres qureishíes. La gente más noble y poderosa había caído: Abu Yahl, Utba Ibn Rabi'a, Shaiba Ibn Rabi'a, Umaia Ibn Jalaf y muchos otros de lo mejor de la aristocracia de Qureish yacían en Badr.

 
Qureish no iba a dejar la situación así... Comenzaron a preparar la venganza; reunían fuerzas y recordaban la derrota para darse valor en la venganza de su honor y sus muertos.
 Qureish insistía en la guerra. Y asi llegó la batalla de Uhud.

Todo Qureish y sus aliados árabes salieron a combatir en esa batalla bajo el mando de Abu Sufián. Los idólatras tenían como objetivo eliminar a dos hombres: Al Mensajero de Dios (Assalalahu alayhi wa Salaam) y a Hamza (Radialahu anhu) - Que Dios esté complacido de él.


Los  qureishíes tenían un plan para eliminar a Hamza; antes de salir eligieron al hombre encargado de hacerlo. Era un esclavo abisinio de una habilidad sobrenatural con la lanza. Su misión sería seguir a Hamza durante la batalla, no quitar de él la vista. Pasare lo que pasare, debía matar a Hamza. Le prometieron un magnífico premio si lo hacía, lo harían libre. Su nombre era "Uahshi", el salvaje.

Lo enviaron con Hind bint ‘Utba para animarlo más e inducirlo hacia su macabra misión. Hind había perdido a su padre, su tío, su hermano y su hijo en la batalla de Badr. Se le había dicho que Hamza (Radialahu anhu) fue el culpable. Por ello, entre todos los qureishíes, Hind era la que más deseaba acabar con Hamza y vengarse de él. Pagaría cualquier precio por la cabeza del guerrero.


Hind pasó días alimentando el odio y la codicia de Uahshi para  no fallar en su misión; llegó a ofrecerle todas sus joyas si asesinaba a Hamza.¡Todas las joyas de Hind, la esposa del jefe de Qureish! Esperaba impaciente la batalla que lo haría libre por fin y, además, inmensamente rico. Así era la conspiración rodeaba y cercaba al noble guerrero, Hamza, "León de Dios”
 
Al comenzar la batalla, ambos ejércitos se enfrentaron en las afueras de Medina con violencia. Hamza se encontraba entre ellos. Llevaba puesta su armadura completa y adornaba su pecho con la blanca pluma de un avestruz, como era su costumbre en las batallas.
 Su habilidad natural para el combate le hacía causar estragos entre los idólatras.
Los musulmanes estuvieron a punto de ganar la batalla, los qureishíes ya se retiraban con estupor; sin embargo, algo falló... los arqueros apostados en la montaña para proteger la retaguardia del ejército musulmán bajaron en tropel para recoger el casi asegurado botín, desobedeciendo así la orden del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), de cuidar esa retaguardia hasta el final.
 La ocasión fue aprovechada por los osados jinetes de Qureish para lanzar un ataque sobre los musulmanes por detrás y abrir una gran brecha en sus filas. Los musulmanes empezaron a reagruparse, pero ya era tarde; algunos hasta habían dejado sus armas en el suelo al ver la batalla ganada. Y la sorpresa fue dura y violenta.

 Hamza (Radialahu anhu), al ver tal desastre, duplicó sus esfuerzos y empezó a golpear a diestra y siniestra con su espada. Mientras tanto, Uahshi lo seguía paso a paso, esperando el momento adecuado para eliminarlo.


Pero dejemos que el propio Uahshi nos describa lo sucedido:

 
"Soy de Abisinia... arrojo la lanza al modo de los de Abisinia, raramente fallo. Al enfrentarse los ejércitos, salí a vigilar a Hamza de cerca. Lo vi entre los guerreros, derribaba violentamente a los hombres con su espada, nada se ponía en su camino. Por Dios que estaba listo para tirarle y matarle; me oculté detrás de un árbol esperando una oportunidad, pero Sibau Ibn Abdel ‘Uzza se me adelantó y Hamza se encargó de acabarlo de una estocada..."


"Entonces balanceé mi lanza, al encontrar el ángulo correcto la arrojé, le acerté en su vientre y lo atravesé con ella... se levantó hacia mí pero no pudo avanzar y cayó muerto..."
"Me acerqué a él y tomé mi jabalina. Luego volví al campamento,  no tenía más que hacer, lo había matado para obtener mi libertad."

 
"Cuando volvimos a Makka me liberaron y allí me quedé hasta que el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) entró triunfante y la liberó. Ese día huí hacia la cercana Taif..."

 
"Cuando la gente de Taif se dirigió al Mensajero de Dios (Assalalahu alayhi wa Salaam) para entregarse no supe que hacer.  Ir a Sham o al Yemen era mi dilema. Por Dios, estando yo en esta encrucijada, un hombre se me acercó y dijo: ¡Qué te sucede! El Profeta de Dios no mata a nadie que entra en su religión..."

 
"Así fue que llegué a Medina, y me presenté ante el Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) y declaré el testimonio de la verdad. Al verme, dijo:

 
 ¿Tú eres Uahshi?

 
Respondí: Si, Profeta de Dios.

 
 Me dijo:

 
Cuéntame cómo mataste a Hamza. Y así lo hice; al terminar mi relato me dijo: ¡Guay de ti! ¡Aléjate de mi vista!


Desde entonces hice lo posible por no cruzarme en su camino, para que no me viese hasta el día de su muerte."

 
"Cuando los musulmanes salieron a enfrentar a Musailama Al Kaddhab  de Al Iamama, salí con ellos. Llevé la jabalina con la que había matado a Hamza.  Al enfrentarse los ejércitos vi a Musailama Al Kaddhab ubicarse blandiendo su espada; me preparé para lanzar, balanceando mi jabalina, al ver el ángulo adecuado la arrojé y le acerté de pleno..."

 
Luego pensé:

 
"Si maté con esta jabalina a la mejor persona, que era Hamza... ruego a Dios que me perdone al matar con la misma a la peor persona: Musailama el mentiroso."

Y esta es la historia de la muerte del León de Dios y de Su Profeta, un mártir glorioso.-.

Su vida impresionó e impactó a su generación, también lo hizo su muerte. A sus enemigos no les bastó con asesinarlo, después de alistar todos aquellos guerreros para acabar con él y con el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam)!

 
Hind bint ‘Utba mandó a Uahshi extirparle el hígado a Hamza y traérselo. Uahshi no demoró mucho en satisfacer su demencial deseo. Mientras le alcanzaba el hígado con la diestra, recibía las joyas de Hind, su recompensa, con la izquierda.

 
Hind, hija de ‘Utba, aquel que murió en manos de los musulmanes en Badr,  y esposa de Abu Sufián, jefe de los paganos e idólatras árabes, mordió el hígado de Hamza y lo masticó, como forma de saciar su venganza.

Cuando acabó la batalla, los idólatras volvieron a  Makka. El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) bajó junto a sus compañeros hasta el campo de batalla para ver a los mártires.

 
Allí estaba, al fondo del valle, viendo los rostros de sus Compañeros, que habían caído por la causa de Dios, los que habían hecho un pacto con Allah y recibirían una gran recompensa. De pronto, se detuvo, miró, calló y apretó los dientes, cerrando sus párpados ante el horror.
 Nunca pensó que la crueldad natural del ser humano llegaría a esta brutalidad horrible, descuartizando el cadáver de un hombre caído en batalla, como lo hecho con su tío Hamza Ibn Abdel Muttalib (Radialahu anhu), el León de Dios... y el Señor de los Mártires.
El Profeta  (Assalalahu alayhi wa Salaam) abrió sus ojos brillantes y los dirigió nuevamente hacia el cadáver de su tío horriblemente despedazado y dijo:


"Jamás me ocurrirá una desgracia igual... nunca estuve ante una situación que me enfurezca tanto como esta"


Miró a sus Sahabas y dijo:


"Si no se apenase Safía - hermana de Hamza- y no llegase a ser tomada como una tradición después de mí, lo dejaría para que quede en los vientres de las fieras y los buitres... Cuando Dios me de la victoria sobre Qureish, donde sea, ¡Me cobraré la vida dé treinta de sus hombres!"

Los Compañeros del Profeta gritaban, a su vez: "¡Por Dios! Si por su ayuda logramos vencerlos, aunque sea una vez en la vida ¡Nos cobraremos de un modo que jamás lo hizo árabe alguno!"

Pero Allah no solo agració a Hamza (Radialahu anhu) con hacerlo mártir, también hizo de él una oportunidad para enseñar al mundo que la justicia debe prevalecer y que la misericordia es un deber y una obligación en cualquier castigo o talión.

 
 Ni bien terminó su amenaza, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) recibió la siguiente revelación en el mismo campo de batalla, ante el destrozado cadáver de su tío.

 
 Dios dijo:

Invita a los humanos a la senda de tu Señor, con prudencia y con bella exhortación; refútales de la manera más benevolente; porque tu Señor es el más conocedor de quien se desvía de Su senda, así como también es el más conocedor de los encaminados.


Cuando castigueis, hacédlo del mismo modo que fuisteis castigados, pero si perseveráis, ello será preferible para los perseverantes.

 
Sé constante, porque tu perseverancia sólo será con la ayuda de Dios; no te apenes por ellos,  ni te angusties por sus asechanzas.

 
Porque Dios está con los piadosos, que son benefactores.

 

La revelación de estos versículos, en ocasión de su martirio, fue el mejor homenaje que Hamza obtuvo de Dios como recompensa.

El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), decidió que en esos momentos, la mejor despedida para Hamza era orar por el descanso de su alma tantas veces como mártires hubo en la batalla.


De este modo, el cadáver del guerrero fue llevado hasta el lugar donde se realizaba la oración por los mártires caídos. Allí, en ese campo de batalla, que fue testigo de su heroísmo y le vio caer ensangrentado, oró el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) y sus Compañeros, por Hamza. Luego, trajeron otro mártir y el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) oró por los dos, luego se lo llevaron, dejando a Hamza (Radialahu anhu) en su mismo lugar. Trajeron a un tercero, lo pusieron también al lado de Hamza (Radialahu anhu) y el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) rezó por ambos. Y así se hizo con  todos los mártires. El Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) rezó setenta veces por su tío en ese día.

Cuando los soldados  volvían a Medina vieron a las mujeres llorar por sus mártires. El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), con tristeza, dijo:

 
 ¡Nadie llore por Hamza (Radialahu anhu)!

 
 Sa'id Ibn Mu'adh, con intención de satisfacer al Profeta, dijo a unas mujeres que lloren por Hamza y ellas lo hicieron. El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), apenas escuchó sus llantos y lamentos, salió y les dijo:
 "No era esa mi intención. Volveos y que Dios se apiade de vosotras. Desde hoy, no habrá más llanto."

Muchos de los Sahabas dedicaron a Hamza (Radialahu anhu) elogios; sin embargo, el mejor elogio fueron las palabras del Profeta ante su cadáver quién dijo:

"Que la misericordia de Dios te alcance, ya que tú fuiste - según sé - bueno y generoso con los parientes y un gran benefactor..."

La pena que el Profeta sentía por la partida de su tío era muy grande... consolarlo en ese momento era algo muy difícil. Sin embargo, el destino guardaba para el Mensajero de Dios (Assalalahu alayhi wa Salaam) el mejor consuelo...

 
Al regresar a su casa despues de la batalla, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) pasó frente a una mujer cuyo padre, esposo e hijo habían caído en dicha batalla. Al ver a los soldados musulmanes retornar, fue a preguntarles sobre sus familiares. Le comunicaron la noticia de la muerte de su padre, de su esposo y su hijo. Ella, sin embargo, preguntó ansiosamente: "¿Y cómo está el Mensajero de Dios?" Le dijeron: "Bien, como es tu deseo, gracias a Dios" Dijo: "Muéstrenmelo para verlo"
Los hombres se quedaron junto a ella hasta que el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) se acercó. Al verlo, le dijo: "Cualquier pérdida, aparte de ti, es algo fácil"

 
Esa escena fue un verdadero consuelo. El Mensajero sonrió levemente ante tanta generosidad, obediencia y absoluto apoyo.

 
Las palabras de esta pobre mujer que, después de oír semejante noticia, que derrumbaría montañas, preguntó por el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), fueron el mejor consuelo que el destino pudo dar al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) por la pérdida del León de Dios y el Señor de los Mártires.

 
 

¡ Que Dios bendiga a Hamza!

 

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Ramlah bint Abu Sufyan

 Llamada Umm Habibah, fue una creyente que amó a Allah y

a Su Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) más que a nadie en el mundo.

 

 

Abu Sufyan Ibn Harb, nunca pensó que alguien de la tribu de  Qureish iba a negar su autoridad, o a actuar en contra de sus deseos en algún tema importante. Él era el jefe indiscutido de Makka, y todos lo reconocían como el líder.

 
Pero su hija Ramlah (Radialahu anha), disipó sus ilusiones sobre su autoridad cuando repudió a los dioses de su padre, y aceptó junto a su esposo, Ubaidullah Ibn Yahsh, creer sólo en Allah sin asociarlo y en la misión de Su Profeta, Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam).

 
Abu Sufyan, trató de usar todo su poder para forzar a su hija y a su yerno en volver a su culto ancestral. Fracasó en sus esfuerzos, ya que la convicción de fe estaba demasiado arraigada en el corazón de Ramlah, como para ser eliminado por el torrente de Abu Sufyan, y era ella, demasiado fuerte para vacilar frente a la ira de su padre.

 
Abu Sufyan cayó en un estado de depresión, al ver a su hija abrazar el Islam .No sabia como  comandar a Qureish, después de no haber podido lograr que su hija se sometiera a su voluntad, ni de evitar que ella siguiera la religión de Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam).

 
Cuando los habitantes de Qureish se enteraron que Abu Sufyan estaba encolerizado con su hija y su yerno por tamaña acción, se volcaron contra ellos, persiguiéndolos hasta hacerles imposible su vida en Makka.

 
Cuando el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) anunció su decisión de permitir que algunos musulmanes emigraran a Abisinia, Ramlah (Radialahu anha), su hija Habibah, y su esposo Ubaidullah, fueron los primeros que abandonaron todas sus pertenencias, con el objeto de ser libres, para adorar a Allah, buscando la protección del  rey Negus de Abisinia, llevando con ellos solamente su fe.

 
Abu Sufyan y sus jefes de Qureish no podían aceptar el hecho de que algunos musulmanes hubieran escapado de su tiranía y que estuvieran disfrutando de la seguridad en Abisinia. Por ello, Abu Sufyan y sus seguidores  mandaron  mensajeros al rey, a fin de que se opusiese a los musulmanes, y  los devolviera a Makka. Los mensajeros dijeron al Negus, que los musulmanes que él estaba protegiendo enseñaban desagradables e insultantes ideas sobre Jesús (Alayhi Salaam) y su madre María.

 
El rey, mandó llamar a  los musulmanes, y les preguntó sobre Jesús (Alayhi Salaam) y su madre María(Alayhi Salaam). Les pidió que recitaran parte del Corán que había sido revelado al Profeta Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam). Cuando le informaron de las enseñanzas del Islam, y le recitaron algunos versicúlos del Corán,  fue tal su conmoción que dijo:

 
 “Esto que ha sido revelado a vuestro Profeta Muhammad, y lo que le fue revelado a Jesús (Alayhi Salaam), hijo de María, son luces que provienen  de una misma y única fuente”.

Luego declaró su fe en Allah, sin asociados, y su creencia en la misión del Profeta Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam). También declaró su protección formal a cualquier musulmán que eligiese emigrar a su reino, a pesar de la oposición de sus obispos en aceptar el Islam.


Luego de su larga y tediosa lucha, Umm Habibah (Ramlah)(Radialahu anha) pensó que estos nuevos acontecimientos facilitarían su vida. Pensó que había alcanzado un final feliz, luego de un camino difícil, sin saber que los problemas comenzarían a sucederse inmediatamente.
Allah, con su profundo entendimiento y sabiduría,  había dispuesto que  Umm Habibah tendría que soportar una prueba que privaría hasta a los hombres más sabios de su salud mental. Sólo Él sabía que ella saldría de esta prueba con una victoria sin igual.

 
Una noche al dormirse, en su sueño vió a su esposo, Ubaidullah, nadando desesperadamente en un mar tormentoso, que estaba ensombrecido por pesadas y oscuras nubes, estándo en peligro de muerte. Despertó sobresaltada, aterrorizada, pero no quiso decir  a nadie sobre su sueño, que tanto la había asustado.

 
El significado de este sueño se manifestó a la mañana siguiente, cuando Ubaidullah declaró su rechazo al Islam. Comenzó a frecuentar los negocios de bebidas, a beber en forma alarmante y desmedida. Finalmente, se presentó  frente su esposa, manifestándole sus deseos que también ella cambiara su religión, caso contrario la divorciaría.

Umm Habibah, vió que estaba frente a tres opciones, ninguna de ellas era fácil. Podía acceder al pedido de su marido, quien persistía permanentemente, como una apóstata, ella traería sobre sí, vergüenza en este mundo y castigo en el más allá. No podría hacer esto, ni aunque le fuese arrancada su  piel.

 
Otra opción era volver a la casa de su padre en Makka, donde viviría degradada, debido a sus creencias religiosas.

 
La otra posibilidad, era quedarse en Abisinia sola, sin familia, casa ni protector.

Finalmente, eligió la opción más agradable a los ojos de Allah, Todopoderoso, y la que ella realmente prefería. Eligió quedarse en Abisinia hasta que el mismo Allah le ofreciera una manera de salir de esa situación...

 
Umm Habibah (Radialahu anha) no tuvo que esperar mucho, ya que su buena fortuna  llegó pronto, al concluir  su ‘iddah, después de divorciarse de su esposo, (quien no vivió mucho tiempo más). Sorpresivamente, alguien llamó a su puerta en la brillante luz de la mañana, Umm Habibah (Radialahu anha) al abrirla, se encontró con Abrahah, una de las servidoras de la corte del Negus,  emperador de Abisinia, saludándola con cortesía, le  dijo:

 
“El rey te envía sus saludos y este mensaje:

 
Muhammad, el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam), pide tu mano en matrimonio. El ha enviado una carta al rey, solicitándole que actúe como su representante en la boda, así que tu debes elegir a alguien que te represente.”

 
Umm Habibah (Radialahu anha) emocionada, exclamó:


! Quiera Dios, que algún día te de tan buenas noticias como esta!  Al no tener dinero para darle a Abrahah en agradecimiento por esta buena nueva, se quitó sus joyas, primero sus pulseras, luego agregó sus anillos y aros y se los obsequió a Abrahah. De haber  poseído en ese momento, todos los tesoros de la tierra, se los hubiera obsequiado a la jovencita. Finalmente le dijo:
Nombro como mi representante a Khalid Ibn Sa’id Ibn Al ‘As(Radialahu anhu), ya que es el más cercano a mí”.

El  matrimonio se llevó a cabo en el palacio del Negus (An-Nayashi). En  dicho palacio, ubicado sobre una colina , con vista a  las tierras de Abisinia, se encontraban los más destacados  Compañeros, quienes residían ahora en el país. Liderando esta delegación estaba Ya’far Ibn Abi Talib, quien conjuntamente con Khalid Ibn Sa’id  y Abdullah Ibn Hudhafah As-Sahmi(Radialahu anhu) testificaban dicho matrimonio. Se encontraron con el rey en uno de sus amplios pasillos, decorado con brillantes mosaicos, iluminado con  lámparas de bronce, y sus pisos cubiertos por espléndidas alfombras. En el medio de esta noble asamblea, el Negus dio un paso al frente y pronunció las siguientes palabras:

 
“Las alabanzas sean para Allah, el Todopoderoso, el Único quíen dá seguridad, el Omnipotente. Yo atestiguo que no hay otra divinidad excepto Allah, y que Muhammad es Su Siervo y Mensajero, y que su llegada a este mundo fue anunciada en la profecía de Jesús (Alayhi Salaam), hijo de María.

El Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) me ha pedido que realize el contrato de matrimonio entre Umm Habibah bint Abi Sufyan y él; por lo que,  estoy accediendo a  su pedido, y en su nombre, ofrezco a ella una dote de 400 dinares de oro. Celebro esta ceremonia de casamiento de acuerdo a la ley de Allah y Su Mensajero”.

 
Luego depositó las monedas de oro frente a Khalid Ibn Sa’id (Radialahu anhu); este se puso de pie y dijo: “Las alabanzas sean para Allah, a Quien agradezco y de Quien pido perdón, y a Quien me dirijo arrepentido. Yo atestiguo que Muhammad es Su Siervo y Mensajero, enviado como guía para esta religión de la  verdad, aunque sus enemigos deseen lo contrario.
Estoy accediendo al pedido del Mensajero de Allah, en darle a mi representada, Umm Habibah bint Abi Sufyan (Radialahu anhu). Que Allah bendiga a la esposa del Mensajero, y que le de alegria y fortuna.”

Luego tomó la dote y la entregó  a ella, en el momento en que  sus Compañero se alistaron para retirarse, pero el rey les dijo:

 
Tomen asiento, ya que la práctica enseñada  por los Profetas en ocasión de un casamiento, es la de invitar a todos a comer y  ordenó que  trajesen la  comida.

 
Luego, fue  Umm Habibah (Radialahu anha), quién dijo:

 
“Cuando me entregaron la dote, envié cincuenta medidas de la misma a Abrahah, con un mensaje diciéndole que le había dado un regalo tan modesto cuando me trajo la noticia de la proposición del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) solo porque no tenía dinero. Al poco tiempo, Abrahah vino a visitarme, y me devolvió el oro. Sacó una pequeña caja que contenía las joyas  que le había obsequiado, al devolverlas,  me dijo:

 
El rey no quiere que acepte ninguna recompensa de tu parte. También ha ordenado a todas las mujeres de su casa que te envíen sus perfumes, ya que debes arreglarte apropiadamente, como novia.”
Al día siguiente me visitó otra vez, trayéndo consigo azafrán, madera de sándalo y ámbar, y dijo: “Te pediré algo” , luego me dijo: “He aceptado el Islam, y ahora sigo la religión de Muhammad (Assalalahu alayhi wa Salaam), y es mi deseo enviar mis saludos al Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam), y que le digas que creo en Allah y en Su Mensajero”. No debes olvidarte.

 
Luego, fui llevada ante el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) en Medina, cuando le comuniqué del compromiso, y de lo que había sucedido entre Abrahah y yo, el Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam)  encantado dijo:

“Que la paz, la misericordia y las bendiciones de Allah sean con ella también.”

¡ Dios este complacido de Umm Habibah!

 

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Abdullah Ibn Rauuaha

 "Alma mía, igual morirás...sea en la guerra o fuera de ella"

 

 

En una ocasión el Mensajero de Allah (P y B) se reunió a escondidas de los incrédulos de  Qureish, a la entrada de  Makka, con los jefes de los Ansar (Musulmanes de Medina) a fin de acordar con ellos un pacto llamado :” Primer  pacto de Al  'Aqaba”

 

En esos días, Abdullah Ibn  Rauuaha ya era uno de los líderes portadores del Islam a Medina. 

Este pacto  fue el punto de partida para la Hégira, que, a su vez, fue un gran paso para la propagación del Islam.

Y cuando el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) se encontró con el grupo de setenta y tres personas que vinieron de Medina un año después, Ibn Rauuaha(Radialahu anhu) también estaba presente para cerrar el segundo pacto de Al 'Aqaba.

Tras la Hégira del Profeta ( PyB) y sus Compañeros a Medina, Ibn Rauuaha se convirtió en uno de los ansaríes que más trabajaba por el Islam y su afianzamiento en Medina. Era el que estaba más alerta contra  las intrigas de Abdullah Ibn Ubai. Este personaje estaba a punto de ser coronado rey de Medina antes de la llegada del Profeta Muhammad a la ciudad. Ibn Ubai se amargó mucho por la oportunidad perdida y empezó a tramar intrigas contra el Islam. Ibn Rauuaha (Radialahu anhu)seguía de cerca tales intrigas para hacerlas fracasar. Tuvo tal éxito que hizo fracasar todas las artimañas de Ibn Ubai.

Ibn Rauuaha(Radialahu anhu) se dedicaba a las letras en un ambiente que poco conocía sobre ellas. Era poeta, entonaba dulces y enérgicos poemas. Desde su islamización volcó toda su inspiración poética al servicio del Islam. El Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) amaba su poesía y siempre le pedía recitar más. En una ocasión, el Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam)se encontraba con sus Sahabas y Abdullah Ibn  Rauuaha(Radialahu anhu) se presentó ante ellos. El Mensajero (Assalalahu alayhi wa Salaam) le preguntó:

 
"¿Cómo logras improvisar poesías cuando lo deseas?".
 Contestó: "Simplemente miro algo y luego digo...". Y empezó a improvisar:
" ¡Oh buen Háshim! Ciertamente que Dios ha favorecido a tu familia sobre toda la humanidad."
"He visto el bien en ti; pero esta visión no es la de los tuyos."
"Si pides apoyo a alguno de ellos, en uno de sus asuntos, no responderán."
"¡Que Dios te dé firmeza en el bien, como a Moisés(Alayhi Salaam) y a aquellos que se les ha escrito la victoria!"
El Profeta, se alegró con los versos y exclamó :
 "¡Que Dios te dé firmeza!"

Y cuando el Enviado  (Assalalahu alayhi wa Salaam) circunvalaba en torno a la Ka’aba en 'Umratul Qadhá , Ibn Rauuaha lo acompañaba y, a la vez, recitaba lo siguiente:
"¡Allah! Si no fuera por Ti, no nos hubiésemos guiado, tampoco habríamos dado limosna  ni habríamos orado."
"Que Tu clemencia se derrame sobre nosotros, ¡Y consolídanos en los combates!"
"Si aquellos que nos han atacado desean tentarnos ¡Resistiremos!"
Los musulmanes, al oírlos, comenzaron a repetir estos bellos versos.

El magno poeta se puso triste cuando se reveló la siguiente aleya del Sagrado Corán:

 Y los poetas, ilusos, también les siguen.
Sin embargo, recuperó el ánimo cuando Allah reveló otra aleya, que dice:

Excepto los creyentes que practican el bien, alaban incesantemente a Dios y se defienden cuando son atacados inicuamente...

Y cuando los musulmanes se vieron obligados a luchar, Ibn Rauuaha no tuvo reparos en hacerlo. Participó de las batallas de Badr, Uhud, Al Jandaq, Al Hudaibía y Jaibar. Su lema  eran estos versos: "¡Alma mía! Igualmente morirás, sea en combate o no."

Y llegó la batalla de Mu-ta. Abdullah era el tercer Emir al mando de las tropas musulmanas, después de Zaid y Ya'far (Radialahu anhu).

 
Cuando los guerreros se preparaban para abandonar Medina, Ibn Rauuaha empezó a recitar:
"Pido a Dios Su perdón, y un fuerte golpe que me acabe"
"O un flechazo de manos de un valiente, que  penetre mis entrañas"
"Para que se diga, al pasar por mi cadáver:  Ha sido un guerrero guiado por Dios'."

Así es... sólo deseaba el golpe de una espada, o una flecha arrojada, que lo lleve al mundo de los caídos en la causa de Dios.-
Y el ejército marchó hacia Mu-ta. Los musulmanes se encontraron con que el ejército enemigo superaba los doscientos mil guerreros. Divisaban filas interminables de soldados en grandes números.  Al constatar la gran ventaja numérica de los bizantinos, algunos  musulmanes opinaron: "Enviaremos alguien al Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) comunicándole el número de las tropas enemigas, y que él decida en mandar o no refuerzos..."
Ibn Rauuaha se levantó y dijo a las tropas, con voz clara y enérgica:
"¡Oh gente! ¡Por Allah! No luchamos contra el enemigo con los números, la fuerza o la cantidad. ¡Luchamos junto a esta religión con la que Allah nos favoreció! ¡Luchad! Pues ganaremos una de las dos bondades: la victoria o la muerte en la causa de Allah". Los musulmanes, en inferioridad numérica pero con mucha fe, clamaron: "¡Por Dios que Ibn Rauuaha ha dicho la verdad!".

El ejército emprendió, entonces, su camino hacia la muralla formada por las decenas de miles de soldados bizantinos. Ambos bandos se enfrentaron en feroz combate. Zaid, el primer Emir, cayó mártir en la causa de Allah; tras él, Ya'far Ibn Abi Tálib(Radialahu anhu), el segundo al mando, alcanzó el martirio con júbilo y arrojo.  Ibn Rauuaha(Radialahu anhu), el tercero al mando, tomó el estandarte de los brazos de Ya'far. Mientras tanto, alrededor, la batalla ardía, y los pocos guerreros musulmanes parecían perderse entre el conjunto de soldados del ejército de Heraclio, Emperador de Bizancio. Mientras actuó como soldado, Abdullah Ibn Rauuaha(Radialahu anhu) luchó sin que temiese  la muerte. Pero, en su nuevo estado de Emir del ejército islámico, empezó a moverse con cautela ante el duro embate bizantino.


Cuando se dio cuenta del cambio en su actitud, gritó con todas sus fuerzas:


"Juro ¡Alma mía! Que lucharé con todo, ¿Por qué te veo desdeñar el Paraíso?"
"Alma mía, de todas maneras morirás, ante ti está asechando la muerte"
"Todo lo que deseabas te ha sido concedido, y si haces como Zaid y Ya'far(Radialahu anhu), realmente estarás obrando  bien"

Ibn Rauuaha(Radialahu anhu) se lanzó con todas sus fuerzas contra las compactas líneas bizantinas. Y si no fuese que su hora había llegado, habría continuado combatiéndoles hasta acabar con ellos. Pero la hora de la partida llegó.. Dios lo llamaba... Lo vimos caer como un mártir. Su cuerpo cayó, pero su alma ascendió, pura y decidida, hacia su Señor, el Altísimo.

El más inalcanzable de sus deseos se había hecho realidad: "Para que se diga al pasar por mi cadáver: ha sido un guerrero guiado por Dios"

 
Y en verdad fue así.

 
Mientras la batalla ardía en las tierras de Ash Sham, el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) hablaba a sus Sahabas en Medina. De repente, cuando hablaba  pausadamente, el Mensajero de Allah (Assalalahu alayhi wa Salaam) cerró sus párpados, para luego abrir sus ojos con un triste y amargo brillo. Miró calladamente a sus Sahabas y dijo:


"El estandarte estaba en manos de Zaid (Radialahu anhu)hasta caer como mártir. Luego lo cargó Ya'far(Radialahu anhu), y a él también le tocó la misma suerte...
calló por un instante, y luego dijo:
Finalmente lo tomó Ibn  Rauuaha(Radialahu anhu), luchó con él hasta que cayó también como mártir..."
El Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam) permaneció callado por un momento, sus ojos brillaban mostrando nostalgia y tranquilidad. Finalmente dijo:"Les he visto en el paraíso."
¡Que hermoso viaje emprendieron al Paraíso! ... ¡Como si hubiesen hecho un acuerdo entre sí! Salieron juntos a la guerra... y se elevaron también juntos al Paraíso.
La mejor evocación de estos mártires, para su eterna memoria, son las palabras del Profeta (Assalalahu alayhi wa Salaam): "Dios me los mostró en el Paraíso."
 

¡ Que Allah bendiga a Abdullah Ibn Rauuaha!

 

 

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